Tutto A Te Mi Guida:Tutto A Te Mi Guida:
When Doves Cry.
A Lady Oscar Fanfic 2 de 2 by The Fox.
PARTE DOS: OSCAR:
Por segunda vez en mi vida, amanezco en los brazos de un hombre amado, el sol tenue del amanecer aún invisible creando un aura tenue alrededor nuestro.
No deseo abandonar sus brazos. Fersen es todo lo que alguna vez soñé, todo lo que alguna vez imaginé a solas. Siento su brazo flojo y dormido contra mi cintura, y su respiración, real y cálida, en mi pelo. Me enderezo y lo observo. A pesar de los años transcurridos es hermoso, hermoso como una canción medio olvidada, aún mi bello conde sueco de ojos profundos y gestos fríos, al que le puse una espada en la nariz cuando lo conocí y al que tan frecuentemente amenacé con una espada por mi princesa.
Su pelo castaño ceniza es suave en la almohada: aún lo lleva largo, aunque no tanto como cuando volvió de América. Y su rostro, aunque ha cambiado, sólo se ha afinado y afilado con el dolor, como un buen vino.
Apoyo la cabeza en su pecho otra vez, oyendo el latido de su corazón, fuerte y sereno. Su piel es suave bajo mis dedos, y cierro los ojos envuelta en la calidez de sus sábanas, de su cuerpo.
Y siento calor en las mejillas al pensar en lo que anoche me hizo, en la forma en que grité y supliqué entre sus brazos. No soy una virgen ni una mujer ingenua: Versalles no era un lugar donde pudieras mantenerte virgen de mente, menos en las barracas en donde pasé estos últimos años. No había ningún misterio para mí en las relaciones físicas entre hombre y mujer – y de otras clases también: me atrevería a decir que lo he visto todo entre los blasés del Palais Royal.- pero era virgen, y jamás se me hubiera ocurrido asociarme a ninguno de ellos en sus placeres, que me repelían, la verdad. Oh, no me malentiendan. Soy apasionada: eso lo sabía. Mi temperamento era tal que podía estallar en fuego o destructiva ira con poca provocación: mi mal genio siempre fue la desesperación de mi padre y de André.
Pero él lo sabía. Y esa noche en que nos besamos, y nos quitamos la ropa con tanta torpeza, nos amamos como dos niños ingenuos sin ninguna experiencia. Él también era virgen, no necesitaba decírmelo, aunque suene increíble.
Fue torpe y dulce y maravilloso: descubrimos nuestros cuerpos mientras la luna vagaba por el cielo. Hacía frío, y a la luz de las luciérnagas él me tomó por primera vez, y aunque me lastimó era maravilloso tenerlo tan cerca. Nunca comprendí lo que era amar hasta ese momento, y supe que André era yo, mi carne y mi sangre, y que lo cubriría con mi piel para protegerlo de todo daño y dolor porque él era mi corazón.
Y por eso, para mí vive en mí, aunque se ha ido.
Recuerdo haberlo mirado cuando se cortó el pelo y se vistió del Chevalier Noir para ayudarme, y haberme aguantado las ganas de reír cuando la visión me alteró. Se veía… guapísimo, mi viejo amiguito por primera vez apuesto y viril. Fue entonces que me di cuenta que ya era un hombre, no un niño.
Recuerdo la noche que me arrancó la blusa, y como tras que se fue lloré por horas, y no sólo por sus palabras. Sino porque me había mostrado que no podía ser un hombre, pero sin embargo… sin embargo me dejó allí al frío. Porque no era una mujer.
Era parte suya. Éramos uno.
En cambio, ante Fersen, me gustara o no, siempre he sido fehacientemente, anoche una mujer.
Ante un hombre así, no se puede ser otra cosa.
Fersen me hacía temblar las rodillas, eso cuando recién lo conocí, y no era la única: recuerdo a damas que tras que él les besara la mano se ocultaban tras estatuas para … bueno… digamos que entendí a cabalidad lo que hacían un par de años después.
Y ahora, perdonen mi grosería, pero comprendo porqué lo llamaban potrazo sueco
André y yo no teníamos idea de lo que hacíamos, sólo una vaga intuición: en cambio está claro que Fersen sabe perfectamente cómo hacer feliz a una mujer. La cabeza aún me zumba.
Y yo lo amaba.
Tengo buen gusto.
Fersen bosteza, se gira, y me da la espalda, exhibiendo su cuerpo a través de las tenues sábanas. Sonríe dormido. Casi me da risa pensar si es así siempre tras el placer: si convertir a una mujer en un animal aullante por la noche es su idea de un amable deporte antes de dormir. Pero soy injusta con él.
Anoche, mi Fersen me miró a los ojos, y me habló con palabras de amor que llenaron mi corazón como nadie podría haberlo hecho. Lo he amado tanto y por tanto tiempo, y ahora me pregunto cómo pude haberlo amado antes, cuando es ahora que realmente lo amo. Amo sus manos suaves, sus ojos inteligentes y expresivos, la nobleza de su cuerpo, de su fuerza, de su voz, mientras me mantenía cautiva de sus caricias hablándome mientras me aferraba a él en el mismo borde de la locura. Me pregunté tantas veces qué sería ser una mujer, y ahora que he tocado las estrellas con mi amado lo sé, al fin lo he aprendido.
Es justo que ahora, que mi última pregunta ha sido respondida, sea el día de mi muerte.
Oh, André. No te enojes mucho, que hoy estaré contigo, sí? Me alegro que Alain se quede acá: él, que me odiaba porque te amaba tanto, te hubiera hecho ponerte celoso. Pero tú me entiendes.
Tu sabes cuánto amaba a Fersen, cuánto lo he amado. Casi puedo verte levantando los brazos en exasperación para chillarme que te pasaste años tratando de convencerme que era una mujer, y Fersen con dos besitos me convence.
" … con ese sueco putón. No se podía dar con un iceberg, mejor! "
André. No seas tarado.
Fersen se ha despertado, y besa mi mano en la almohada antes de incorporarse, desnudo, y tomarme en sus brazos.
- Amada Oscar.- susurra, y me derrito. Pero aún puedo sonreírle, y soñar que mi apuesto amante, mi conde sueco es mío, y que me he metido a su habitación como alguna vez fantaseé.
- Axel.- susurro, sintiendo sus manos en mi cintura, acariciándole los pectorales firmes bajo mis manos, tan tibios.
- Es la primera vez que me llamas así. Me preguntaba qué sería necesario para que lo hicieras.- me dice, acomodándome contra él, y con una sorpresa me doy cuenta de lo animosos que son los suecos por las mañanas.- …supongo que debería haber hecho esto antes-
Cree que me va a intimidar?
Oh.
Acabo de decidir que estoy intimidada.
La verdad, nunca pensé que pasaría así mi última mañana.
Axel me viste él mismo con el vestido de Antonieta que Rosalie me consiguió. Es muy sencillo y blanco, un vestido viejo de poissarde, y encima me coloca un segundo vestido verde y sucio que conseguimos en la calle. Rosalie está al llegar: Bernard debe estar en posición, y Girodelle y Alan informados.
Sólo quedan unos minutos antes de que me vaya, y mientras me acomodo la estúpida cofia, él me abraza por la cintura, me besa el cuello.
Y yo lo amo tanto, tanto.
- No te dejaré ir.- susurra.- No te dejaré ir, no ahora que somos tan felices… no te das cuenta que si fallan, las perderé a las dos-
- Ella vendrá, Axel… y nos perderías igualmente si me quedo.- me giro, y le beso la cara. Axel me besa los labios, y me entrego a su beso ansiosa, golosamente, como siempre ansié hacerlo, ser libre de besarlo, de acariciarlo.- Dile cuánto la amo. Dile cuánto lo siento. Dile que-
- Se lo diré- me dice, su voz muy baja. Me hace el amor una vez más en ese vestido de poissardela primera vez que hago el amor vestida de mujer, pienso en un breve instante de cordura antes de despedirnos con besos lánguidos y tembloroso.
Y dejo a mi Fersen, para siempre, una vez que nos hemos saciado de todo lo que nos habíamos negado.
Lo dejo, y él me susurra au revoir, la voz quebrada y temblorosa. Y yo sólo digo su nombre por última vez, mientras la noche me envuelve.
Rosalie toma mi mano brevemente antes de que pasemos los guardias. Por un momento me quedo quieta, recordando que una vez, muy joven, pretendieron vestirme como la entonces joven princesa austríaca y yo armé una batahola: es una lección del destino que acabe haciendo precisamente aquello por lo que protesté tan vehementemente.
Temo que el guardia me examine muy de cerca y se de cuenta demasiado rápido de mi parecido con Maria Antonieta. Nos parecemos, es cierto: una vez Andre sugirió que desnudas nos pareceríamos más, a lo que le di un sopapo. Pero sí sé que nos parecemos, no demasiado, pero lo suficiente para que si corremos con suerte… si el dolor nos ha cambiado igual…
Hace cuatro años que no la veo: tres desde que ella y Fersen no se ven, desde su desastrosa fuga, y otros intentos más. Pero si no la salvamos esta vez será muy tarde. Robespierre quiere su cabeza, no hay más posibilidades. Y tras ese falso juicio… morirá mañana en esa guillotina tan horrorosamente eficiente, tan seguro como que hay un Dios que va a ayudarnos.
Me pregunto si dolerá.
El guardia nos deja entrar sin apenas mirarme. Y cuando entramos, la veo en un mínimo catre de esa pequeña, fétida celda, y súbitamente, recuerdo a mi bella princesa bailando como una mariposa porque conocería París.
Ella está sentada, su largo pelo en ondas blancas y rubias, semejante al mío. Su rostro… se ha afilado tanto, está tan blanca… - Rosalie?- susurra, alargando su mano como una persona ciega.
Y yo la tomo, y susurro, mi voz quebrada:
- Soy yo, majestad-
Por un momento, cuando me mira, temo haberla matado de la impresión. Primero Axel, luego ella. Qué, tan fea estoy?
- Oscar- susurra.
- He venido a sacarla de aquí. Póngase este vestido, mi Reina, no hay tiempo que perder.- le susurro, pero ella no deja de tocarme la cara, los labios.- majestad, Fersen la espera-
No alcanzo a decir más porque ella casi me derriba en el lecho, y me besa, me besa y abraza frenéticamente, me devora con brazos y labios hambrienta, gimiendo mi nombre.
- Majestad! por vuestro hijo…- jadeo.- María Antonieta, escúchame!- acabo susurrándole, y metiéndole el vestido yo misma por la cabeza.- salga con Rosalie! Y pase lo que pase, no se vuelva-
- Oscar!- jadea ella, mientras Rosalie se la lleva casi a rastras. Parece enajenada.- Oscar-
- Adiós, amor mío.- le susurro, besándola a ella, luego a Rosalie.
Las rejas se cierran.
Y súbitamente, soy la ex reina lista para morir. Preservaré tu dignidad para la Historia, mi Reina: mi último presente. Les mostraré como muere una Reina.
Fersen, por muy gran amante que eres, maldito seas!
Te dije sácala de París! Y qué haces? Aquí, como un clavo, a ver mi su ejecución!
Casi bufo, y me retengo, cuando me bajan a empujones de la carreta, mis manos atadas atrás, el estúpido vestido blanco enredándoseme en las piernas. Espero no caerme o hacer otra estupidez: pero cuando me empujan escaleras arriba de la tarima en la plaza donde madame le guillotine me espera, me sorprende ver tanta gente.
Oh My God, y yo que tengo pánico escénico.
Me vuelvo ligeramente de lado. no quiero llamar la atención sobre ellos. Axel tiene a mi reina abrazada, los dos vestidos de poissarde y sans culotte, pero la verdad lo hacen muy mal. Quien, mirando esa espalda erguida tomaría a Fersen si no por un aristócrata? Quien vería el rostro fino y delicado de mi Reina y la tomaría por una muerta de hambre?
Fersen, llévatela, sí? Porqué la trajiste a ver esto? Para qué la haces sufrir? Ni siquiera puedo sonreírles sin ponerlos en peligro. Me empujan de nuevo, manos ásperas que anhelan decir que rozaron a la Reina, a la tabla inclinada para tenderme de bruces como un animal en el matadero. Pero así, miraré a los ojos a mi Reina y no puedo, no debo llorar.
En una bravuconada, me tiendo de espaldas, de cara a la cuchilla. la mulktitud ruje, pero yo no tengo miedo. Es sólo una línea plateada allá arriba, una línea que separa la vida de la muerte.
Y no temo.
No temo a la muerte, porque estoy en paz.
Escucho, lejos el susurro de mi Reina:
Mon amie.
Fuimos dos mujeres que se amaron atrapadas en una vorágine. Juré dar mi vida por ti, por amor. Por amor a tu inocencia, a tu femineidad, que no permitiré que sean sacrificadas. Sé la mujer que yo debí haber sido, y ama a Fersen como yo no pude amarlo.
Yo volaré junto a aquel que sí pude amar.
Una paloma blanca que conozco bien vuela en el azul…
Rosalie, mi niña, sé feliz, sálvate de esta locura, de esta marea de sangre que no puedo condenar porque mi gente exprimió océanos de sangre a tu gente por siglos.
Fersen, amado, hombre, la palabra más dulce en los labios de una mujer, vive y ámame, ámala.
El filo se acerca, y cae en un golpe seco.
Y estoy en un jardín, oyendo una voz tras de mí, una voz dulce y amada que conozco desde la cuna.
- Oscar-
Aquí estoy, Andre.
La rosa se deshoja.
When Doves Cry.
A Lady Oscar Fanfic 2 de 2 by The Fox.
PARTE DOS: OSCAR:
Por segunda vez en mi vida, amanezco en los brazos de un hombre amado, el sol tenue del amanecer aún invisible creando un aura tenue alrededor nuestro.
No deseo abandonar sus brazos. Fersen es todo lo que alguna vez soñé, todo lo que alguna vez imaginé a solas. Siento su brazo flojo y dormido contra mi cintura, y su respiración, real y cálida, en mi pelo. Me enderezo y lo observo. A pesar de los años transcurridos es hermoso, hermoso como una canción medio olvidada, aún mi bello conde sueco de ojos profundos y gestos fríos, al que le puse una espada en la nariz cuando lo conocí y al que tan frecuentemente amenacé con una espada por mi princesa.
Su pelo castaño ceniza es suave en la almohada: aún lo lleva largo, aunque no tanto como cuando volvió de América. Y su rostro, aunque ha cambiado, sólo se ha afinado y afilado con el dolor, como un buen vino.
Apoyo la cabeza en su pecho otra vez, oyendo el latido de su corazón, fuerte y sereno. Su piel es suave bajo mis dedos, y cierro los ojos envuelta en la calidez de sus sábanas, de su cuerpo.
Y siento calor en las mejillas al pensar en lo que anoche me hizo, en la forma en que grité y supliqué entre sus brazos. No soy una virgen ni una mujer ingenua: Versalles no era un lugar donde pudieras mantenerte virgen de mente, menos en las barracas en donde pasé estos últimos años. No había ningún misterio para mí en las relaciones físicas entre hombre y mujer – y de otras clases también: me atrevería a decir que lo he visto todo entre los blasés del Palais Royal.- pero era virgen, y jamás se me hubiera ocurrido asociarme a ninguno de ellos en sus placeres, que me repelían, la verdad. Oh, no me malentiendan. Soy apasionada: eso lo sabía. Mi temperamento era tal que podía estallar en fuego o destructiva ira con poca provocación: mi mal genio siempre fue la desesperación de mi padre y de André.
Pero él lo sabía. Y esa noche en que nos besamos, y nos quitamos la ropa con tanta torpeza, nos amamos como dos niños ingenuos sin ninguna experiencia. Él también era virgen, no necesitaba decírmelo, aunque suene increíble.
Fue torpe y dulce y maravilloso: descubrimos nuestros cuerpos mientras la luna vagaba por el cielo. Hacía frío, y a la luz de las luciérnagas él me tomó por primera vez, y aunque me lastimó era maravilloso tenerlo tan cerca. Nunca comprendí lo que era amar hasta ese momento, y supe que André era yo, mi carne y mi sangre, y que lo cubriría con mi piel para protegerlo de todo daño y dolor porque él era mi corazón.
Y por eso, para mí vive en mí, aunque se ha ido.
Recuerdo haberlo mirado cuando se cortó el pelo y se vistió del Chevalier Noir para ayudarme, y haberme aguantado las ganas de reír cuando la visión me alteró. Se veía… guapísimo, mi viejo amiguito por primera vez apuesto y viril. Fue entonces que me di cuenta que ya era un hombre, no un niño.
Recuerdo la noche que me arrancó la blusa, y como tras que se fue lloré por horas, y no sólo por sus palabras. Sino porque me había mostrado que no podía ser un hombre, pero sin embargo… sin embargo me dejó allí al frío. Porque no era una mujer.
Era parte suya. Éramos uno.
En cambio, ante Fersen, me gustara o no, siempre he sido fehacientemente, anoche una mujer.
Ante un hombre así, no se puede ser otra cosa.
Fersen me hacía temblar las rodillas, eso cuando recién lo conocí, y no era la única: recuerdo a damas que tras que él les besara la mano se ocultaban tras estatuas para … bueno… digamos que entendí a cabalidad lo que hacían un par de años después.
Y ahora, perdonen mi grosería, pero comprendo porqué lo llamaban potrazo sueco
André y yo no teníamos idea de lo que hacíamos, sólo una vaga intuición: en cambio está claro que Fersen sabe perfectamente cómo hacer feliz a una mujer. La cabeza aún me zumba.
Y yo lo amaba.
Tengo buen gusto.
Fersen bosteza, se gira, y me da la espalda, exhibiendo su cuerpo a través de las tenues sábanas. Sonríe dormido. Casi me da risa pensar si es así siempre tras el placer: si convertir a una mujer en un animal aullante por la noche es su idea de un amable deporte antes de dormir. Pero soy injusta con él.
Anoche, mi Fersen me miró a los ojos, y me habló con palabras de amor que llenaron mi corazón como nadie podría haberlo hecho. Lo he amado tanto y por tanto tiempo, y ahora me pregunto cómo pude haberlo amado antes, cuando es ahora que realmente lo amo. Amo sus manos suaves, sus ojos inteligentes y expresivos, la nobleza de su cuerpo, de su fuerza, de su voz, mientras me mantenía cautiva de sus caricias hablándome mientras me aferraba a él en el mismo borde de la locura. Me pregunté tantas veces qué sería ser una mujer, y ahora que he tocado las estrellas con mi amado lo sé, al fin lo he aprendido.
Es justo que ahora, que mi última pregunta ha sido respondida, sea el día de mi muerte.
Oh, André. No te enojes mucho, que hoy estaré contigo, sí? Me alegro que Alain se quede acá: él, que me odiaba porque te amaba tanto, te hubiera hecho ponerte celoso. Pero tú me entiendes.
Tu sabes cuánto amaba a Fersen, cuánto lo he amado. Casi puedo verte levantando los brazos en exasperación para chillarme que te pasaste años tratando de convencerme que era una mujer, y Fersen con dos besitos me convence.
" … con ese sueco putón. No se podía dar con un iceberg, mejor! "
André. No seas tarado.
Fersen se ha despertado, y besa mi mano en la almohada antes de incorporarse, desnudo, y tomarme en sus brazos.
- Amada Oscar.- susurra, y me derrito. Pero aún puedo sonreírle, y soñar que mi apuesto amante, mi conde sueco es mío, y que me he metido a su habitación como alguna vez fantaseé.
- Axel.- susurro, sintiendo sus manos en mi cintura, acariciándole los pectorales firmes bajo mis manos, tan tibios.
- Es la primera vez que me llamas así. Me preguntaba qué sería necesario para que lo hicieras.- me dice, acomodándome contra él, y con una sorpresa me doy cuenta de lo animosos que son los suecos por las mañanas.- …supongo que debería haber hecho esto antes-
Cree que me va a intimidar?
Oh.
Acabo de decidir que estoy intimidada.
La verdad, nunca pensé que pasaría así mi última mañana.
Axel me viste él mismo con el vestido de Antonieta que Rosalie me consiguió. Es muy sencillo y blanco, un vestido viejo de poissarde, y encima me coloca un segundo vestido verde y sucio que conseguimos en la calle. Rosalie está al llegar: Bernard debe estar en posición, y Girodelle y Alan informados.
Sólo quedan unos minutos antes de que me vaya, y mientras me acomodo la estúpida cofia, él me abraza por la cintura, me besa el cuello.
Y yo lo amo tanto, tanto.
- No te dejaré ir.- susurra.- No te dejaré ir, no ahora que somos tan felices… no te das cuenta que si fallan, las perderé a las dos-
- Ella vendrá, Axel… y nos perderías igualmente si me quedo.- me giro, y le beso la cara. Axel me besa los labios, y me entrego a su beso ansiosa, golosamente, como siempre ansié hacerlo, ser libre de besarlo, de acariciarlo.- Dile cuánto la amo. Dile cuánto lo siento. Dile que-
- Se lo diré- me dice, su voz muy baja. Me hace el amor una vez más en ese vestido de poissardela primera vez que hago el amor vestida de mujer, pienso en un breve instante de cordura antes de despedirnos con besos lánguidos y tembloroso.
Y dejo a mi Fersen, para siempre, una vez que nos hemos saciado de todo lo que nos habíamos negado.
Lo dejo, y él me susurra au revoir, la voz quebrada y temblorosa. Y yo sólo digo su nombre por última vez, mientras la noche me envuelve.
Rosalie toma mi mano brevemente antes de que pasemos los guardias. Por un momento me quedo quieta, recordando que una vez, muy joven, pretendieron vestirme como la entonces joven princesa austríaca y yo armé una batahola: es una lección del destino que acabe haciendo precisamente aquello por lo que protesté tan vehementemente.
Temo que el guardia me examine muy de cerca y se de cuenta demasiado rápido de mi parecido con Maria Antonieta. Nos parecemos, es cierto: una vez Andre sugirió que desnudas nos pareceríamos más, a lo que le di un sopapo. Pero sí sé que nos parecemos, no demasiado, pero lo suficiente para que si corremos con suerte… si el dolor nos ha cambiado igual…
Hace cuatro años que no la veo: tres desde que ella y Fersen no se ven, desde su desastrosa fuga, y otros intentos más. Pero si no la salvamos esta vez será muy tarde. Robespierre quiere su cabeza, no hay más posibilidades. Y tras ese falso juicio… morirá mañana en esa guillotina tan horrorosamente eficiente, tan seguro como que hay un Dios que va a ayudarnos.
Me pregunto si dolerá.
El guardia nos deja entrar sin apenas mirarme. Y cuando entramos, la veo en un mínimo catre de esa pequeña, fétida celda, y súbitamente, recuerdo a mi bella princesa bailando como una mariposa porque conocería París.
Ella está sentada, su largo pelo en ondas blancas y rubias, semejante al mío. Su rostro… se ha afilado tanto, está tan blanca… - Rosalie?- susurra, alargando su mano como una persona ciega.
Y yo la tomo, y susurro, mi voz quebrada:
- Soy yo, majestad-
Por un momento, cuando me mira, temo haberla matado de la impresión. Primero Axel, luego ella. Qué, tan fea estoy?
- Oscar- susurra.
- He venido a sacarla de aquí. Póngase este vestido, mi Reina, no hay tiempo que perder.- le susurro, pero ella no deja de tocarme la cara, los labios.- majestad, Fersen la espera-
No alcanzo a decir más porque ella casi me derriba en el lecho, y me besa, me besa y abraza frenéticamente, me devora con brazos y labios hambrienta, gimiendo mi nombre.
- Majestad! por vuestro hijo…- jadeo.- María Antonieta, escúchame!- acabo susurrándole, y metiéndole el vestido yo misma por la cabeza.- salga con Rosalie! Y pase lo que pase, no se vuelva-
- Oscar!- jadea ella, mientras Rosalie se la lleva casi a rastras. Parece enajenada.- Oscar-
- Adiós, amor mío.- le susurro, besándola a ella, luego a Rosalie.
Las rejas se cierran.
Y súbitamente, soy la ex reina lista para morir. Preservaré tu dignidad para la Historia, mi Reina: mi último presente. Les mostraré como muere una Reina.
Fersen, por muy gran amante que eres, maldito seas!
Te dije sácala de París! Y qué haces? Aquí, como un clavo, a ver mi su ejecución!
Casi bufo, y me retengo, cuando me bajan a empujones de la carreta, mis manos atadas atrás, el estúpido vestido blanco enredándoseme en las piernas. Espero no caerme o hacer otra estupidez: pero cuando me empujan escaleras arriba de la tarima en la plaza donde madame le guillotine me espera, me sorprende ver tanta gente.
Oh My God, y yo que tengo pánico escénico.
Me vuelvo ligeramente de lado. no quiero llamar la atención sobre ellos. Axel tiene a mi reina abrazada, los dos vestidos de poissarde y sans culotte, pero la verdad lo hacen muy mal. Quien, mirando esa espalda erguida tomaría a Fersen si no por un aristócrata? Quien vería el rostro fino y delicado de mi Reina y la tomaría por una muerta de hambre?
Fersen, llévatela, sí? Porqué la trajiste a ver esto? Para qué la haces sufrir? Ni siquiera puedo sonreírles sin ponerlos en peligro. Me empujan de nuevo, manos ásperas que anhelan decir que rozaron a la Reina, a la tabla inclinada para tenderme de bruces como un animal en el matadero. Pero así, miraré a los ojos a mi Reina y no puedo, no debo llorar.
En una bravuconada, me tiendo de espaldas, de cara a la cuchilla. la mulktitud ruje, pero yo no tengo miedo. Es sólo una línea plateada allá arriba, una línea que separa la vida de la muerte.
Y no temo.
No temo a la muerte, porque estoy en paz.
Escucho, lejos el susurro de mi Reina:
Mon amie.
Fuimos dos mujeres que se amaron atrapadas en una vorágine. Juré dar mi vida por ti, por amor. Por amor a tu inocencia, a tu femineidad, que no permitiré que sean sacrificadas. Sé la mujer que yo debí haber sido, y ama a Fersen como yo no pude amarlo.
Yo volaré junto a aquel que sí pude amar.
Una paloma blanca que conozco bien vuela en el azul…
Rosalie, mi niña, sé feliz, sálvate de esta locura, de esta marea de sangre que no puedo condenar porque mi gente exprimió océanos de sangre a tu gente por siglos.
Fersen, amado, hombre, la palabra más dulce en los labios de una mujer, vive y ámame, ámala.
El filo se acerca, y cae en un golpe seco.
Y estoy en un jardín, oyendo una voz tras de mí, una voz dulce y amada que conozco desde la cuna.
- Oscar-
Aquí estoy, Andre.
La rosa se deshoja.
