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Trataban de ser rápidos, de golpear antes de que pudieran disparar: cada disparo era un trozo de muro menos, un auto que explotaba, un balcón hecho añicos... un grupo de transeúntes volando en pedazos.

Leo respiraba agitado, si tan sólo pudiera tener otro par de ojos más...

Raphael acababa de golpear a uno, pudo sentir el sonido de los huesos del pandillero al quebrarse... pero no estaba prestando atención al tipo que le apuntaba desde las sombras del callejón, estaba justo en su línea de tiro, y en línea recta con Donatello, unos metros más allá.

A un costado de ellos, Leo podía ver la posible trayectoria del disparo, uno sólo bastaría para llevárselos a los dos.

Raphael se volteó, acababa de descubrir la trampa, pero no se movió: si saltaba, saldría de la línea de tiro y el disparo llegaría de lleno a Don, quien peleando, no se había percatado aún de la situación.

El tipo apuntó y disparó.

Fue sólo entonces que Don pudo escuchar el ruido del gatillo, pero ya era demasiado tarde para moverse.

.- ¡Raphael¡¡salta!.- sin dejar de mirar el proyectil que venía hacia él, Raph obedeció al instante la voz de Leo, ni siquiera lo pensó.

Aún en el aire, se volvió a mirar a Don: segundos antes de que el proyectil lo alcanzara, un contenedor de basura lo golpeaba con fuerza, sacándolo del camino.

Leo se apoyó en la pared, tratando de recobrar el aliento, mientras Miguel se hacía cargo del tirador.

Donatello podía ser tan lento a veces, pensó. Lamentaba haberle arrojado ese basurero a su hermano, pero no se le había ocurrido otra forma de quitarlo del medio.

Al reagruparse, descubrieron que los pandilleros ya no querían más pelea, los que aún podían caminar emprendieron la retirada.

Por lo menos habían podido inutilizar la mayoría de las armas.

Pronto, se quedaron a solas en el callejón.

La búsqueda del sujeto que les vendía las armas a los pandilleros siempre acababa en una confrontación con estos últimos, trataban de sacarles a la fuerza el nombre del vendedor, pero se negaban a revelarlo y después todo se volvía explosiones...

Estaban a punto de irse cuando una voz les detuvo.

.- Bien hecho... los felicito.- los cuatro voltearon hacia la voz, poniéndose en guardia: un sujeto acababa de aparecer por la entrada del callejón y caminaba resueltamente hacia ellos.

Raphael se adelantó, pero Leo le hizo una señal de que aguardara.

.- Estén alertas...- les susurró, pero dejó que el tipo se acercara.

Cuando sólo estuvo a un par de metros de ellos, volvió a hablar.

.- Particularmente, detesto a estos grupúsculos subversivos.- dijo el hombre. A simple vista, parecía el típico mafioso, pequeño y calvo, de traje blanco, corbata negra y llevaba un pañuelo negro en el bolsillo de la chaqueta.

.- ¿Quién es usted?.- preguntó Leo. Por toda respuesta, el sujeto le extendió un trozo de papel.

.- Mi jefa me ha pedido que les comunique que su solicitud ha sido aceptada. Hará negocios con ustedes.

.- ¿Eh?.- preguntó Raphael arrancándole la tarjeta de las manos y dándole vueltas por ambos lados.- ¿Y quien es esa jefa suya?

.- La dirección está en la tarjeta. Sean puntuales, o no habrá trato.- diciendo esto, el hombrecito comenzó a retroceder.

Para cuando Leo adelantó un par de pasos, el tipo ya había comenzado a correr; para cuando llegaron a la puerta del callejón, el hombrecillo no se veía por ninguna parte.

.- Genial.- gruñó Raphael.- Locos con armas, enanos que desaparecen... no quiero saber qué es lo que sigue.

.- No todo está perdido.- dijo Leo, señalándole la tarjeta que éste aún tenía en la mano.

.- Es una trampa. No me gusta.- respondió Raph, desviando la vista y cruzando los brazos.

.- Es lógico. Es consistente con tu personalidad...- le dijo, pero después guardó silencio. Los otros se volvieron a mirarlo, en espera de su opinión.- A mi tampoco me gusta... – murmuró en una voz apenas audible, pero sólo hay una forma de saber si esto es una trampa.

.- O sea que iremos allá¿no?.- preguntó Miguel. Leo asintió.

.- Iremos allá, sí.

.- De alguna forma, sabía que dirías eso.- contestó Miguel.

Unas tres horas después.

.- Una azotea. Por alguna razón, las citas en un azotea nunca acaban bien.- Dijo Miguel. Nadie secundó su opinión, en realidad sabían que a esas alturas de la noche, Miguel sólo hablaba para entretenerse a sí mismo.

.- Éste tipo nos pidió puntualidad. Llevamos veinte minutos esperando y aún no llega.- comentó Donatello, aburrido.

Por una vez, Raphael no protestó. La noche estaba tan agradable que se hubiera quedado fuera de todas formas, con el pretexto que fuera.

.- Te equivocas.- dijo Leo tranquilamente, en voz baja.

Sin voltearse a ver a los demás, continuó sentado con las piernas cruzadas, dándoles la espalda..- Ellos ya están aquí.

Con un movimiento de cabeza casi imperceptible señaló la azotea del edificio contiguo, coronado por una torre de agua, un par de pisos más alto que aquel en el que se encontraban. Sin embargo, ninguno de ellos se volvió hacia la dirección indicada, se quedaron en donde estaban, tratando de mirar por el rabillo del ojo.

.- Llevan ahí unos veinte minutos, observándonos.- explicó Leo.

.- ¿Y porqué no lo dijiste antes?.- preguntó Raphael. Leo se encogió de hombros.

.- No hay necesidad de hacernos los listos. Que sigan creyendo que somos un grupo de locos disfrazados de tortugas.

.- ¿Por qué lo hacen?.- preguntó Miguel.- ¿Por qué nos espían?.- Leo suspiró.

.- Quienquiera que sea esa "jefa" se protege muy bien. Ya vieron que muchos de los pandilleros preferían morir antes de revelar su nombre. Estará comprobando si somos unos clientes "seguros", si vale la pena arriesgarse...

.- Pero... – comenzó Don.- les hemos hecho creer durante semanas que tratamos de superar a las pandillas locales, que para eso queremos las armas... ¿qué más lógico que buscarnos un proveedor?...

Leo guardó silencio.

.- Esperemos que se lo traguen- dijo al fin.- Pero eso lo sabremos muy pronto.- se volvió a ver a los demás.- Se acaban de ir.

Ahora todos miraron libremente hacia la torre de agua, cuya silueta se recortaba contra la luna llena. Por supuesto, ya no había nada que ver ahí.

Los cuatro se reagruparon sobre la azotea. No había muchas sombras que los ocultaran, la luz de la luna les llegaba de lleno y la sombra que proyectaba la torre de agua apenas si alcanzaba a tocar su edificio.

Leo tuvo la sensación de que nada de eso era fortuito. La cosa no estaba bien.

Lo sabia.

Allí no habría ningún trato con vendedores de armas.

Allí se preparaba una trampa.

.- Armas.- dijo simplemente. Por un breve instante, los demás se volvieron a verlo con preocupación, luego obedecieron.

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Fin del cap.

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Ya está, lo he hecho, anoche no he dormido nada y ahora tengo un sueño de la puta madre, perdóneme usted que se lo diga, jejeje... pero la verdad esta es una de las pocas cosas que me hacen olvidar las estupideces del mundo real (y las wueá que tengo que hacer mañana en el trabajo)

Pero he escrito la tercera parte hasta el capitulo 11... cha chán, si, son miles de letras...

Debo agradecer al fic yaoi de Kskabell que me ha dado valor para escribir lo que hay en el capitulo diez... (vieja, de verdad, me alegraste el día con esa historia)

Así que, como la historia está lista, los capítulos irán apareciendo publicados con bastante rapidez...

No espero reviews de inmediato, pero cualquier comentario es apreciado con el corazón... de todas formas, la historia siempre estará ahí para ser leída...