Capítulo catorce
Clara se levantó tarde esa mañana, raro en ella. Podía oír desde su habitación como su hija Atenea en la cocina se preparaba el desayuno. Una chica valiente y muy astuta. Había tenido suerte al encontrarla hacía ya nueve años en aquel orfanato italiano. Desde entonces había vivido con ella, y se querían como madre e hija, sin que el que no compartieran la misma sangre importara nada. "Es una buena chica", pensó con satisfacción. Se dirigió al cuarto de baño, iba a necesitar un buen rato para conseguir desenredar su larga cabellera roja. Cuando llegó frente al espejo miró su imagen. Una marca brillaba en su cuello. Tenía forma de C mayúscula, con un redondel al centro. Era de un color rojo brillante. Clara cerró los ojos durante unos segundos en un gesto de cansancio, y cuando los volvió a abrir, la marca había desaparecido. "La Confederación nos llama", pensó. Se lavó la cara y desenredó su cabello. Más le valía disfrutar del día de hoy tranquilamente, pues los días que iban a seguir serían bastante agitados. Pero no se quejaba, le gustaba el movimiento.
Cuando por fin llegó a la cocina, su hija Atenea estaba terminando de tomarse unas tostadas. Era una chica delgada, de tez pálida, ojos verdes azulados y un pelo azul intenso que le llegaba por los hombros.
-Nos llaman Atenea. Tenemos cosas que hacer.
-¿Dónde vamos esta vez?¿Europa?¿América?¿Asia?¿África?
-Tú a Londres, yo a otro lado. Esta vez vamos por separado. Vamos a aprovechar el que seas de sangre limpia.
-¿Qué tienes planeado?-dijo con una sonrisa traviesa Atenea. Conocía bien a su madre, y sabía que podía esperar casi cualquier cosa de ella.
-Vas a formar parte de la Orden del Fénix.
Atenea tan solo alzó la ceja en signo de interrogación.
-Claro que-continuó Clara- como eres menor de edad, y vas a aparecer de repente, no te dejarán. Así que te va a tocar hacer unas cuantas cosas para lograrlo. Vas a ir a Hogwarts, y trabajarás desde allí.
-¿Encontraré algún confederado?
-Uno en Slytherin de quinto año, y dos hermanos en Huppleffut de séptimo.
-Excelente –y una sonrisa apareció en la cara de Atenea. Este año tenía pinta de ser interesante.
Un camión de mudanzas ocupaba la calle de Privet Drive. Una nueva vecina se iba a instalar. Lo único que sabían los vecinos de la nueva inquilina, es que su apellido era Jones y que era pelirroja. La señora Dursley observaba disimuladamente a la señora Jones. Ésta estaba indicando a los mozos dónde colocar las cajas, y de vez en cuando repetía que las trataran con cuidado. Los mozos le respondían entre resoplido y resoplido que harían lo que pudieran. Cuando por fin terminaron de descargar todas las cajas, la señora Jones les dio una abundante propina, lo cual logró conseguir una sonrisa de oreja a oreja en los mozos, y que pensaran que era la mejor cliente de ese día. Una vez que se fueron los mozos, Clara (pues era ella) empezó a desempaquetar algunas cosas. Pero no le dio tiempo a hacer mucho, pues el timbre le interrumpió en su tarea. Cuando fue a abrir la puerta, se encontró a un matrimonio con su hijo. "Este crío necesitaría una buena dieta de adelgazamiento", pensó para sí Clara:
-Buenos días, ¿en qué puedo ayudarles?-preguntó cortésmente Clara.
-Hola señora Jones, disculpe que le interrumpamos –habló la mujer-,yo soy la señora Dursley,mi nombre es Petunia, este es mi marido Vernon y este mi hijo Dudley. Somos sus vecinos, vivimos al lado suyo, y hemos venido a ver si podemos ayudarle en algo, además de presentarnos.
-Gracias señora Dursley, pero ya me las arreglo yo bien sola. Mi nombre es Clara Jones, ¿quieren pasar a tomar algo-dijo Clara al tiempo que hacía un gesto con las manos invitando a pasar dentro.
-No gracias, mejor otro día cuando esté menos ocupada-declinó el señor Dursley la invitación.
-Será un placer.
Y tras decir estas palabras y despedirse, Clara volvió a su casa. "Ha sido más fácil de lo que esperaba", pensó con satisfacción. Su plan marchaba bien.
Una semana más tarde, Clara visitaba a los Dursley, y tomaba el café con ellos. En esa visita conoció al su sobrino conflictivo que iba a una institución para jóvenes conflictivos. A Clara le pareció un chico muy triste que guardaba una gran pena. Pronto las visitas de la señora Jones se hicieron frecuentes y se convirtió en una amiga de la familia. A los Dursley les contó que trabajaba como reportera para un periódico de Londres, pero que se había mudado porque la gran ciudad le parecía agobiante y necesitaba algo más tranquilo. Los Dursley también se enteraron que la señora Jones estaba casada, pero que su marido había resultado ser un sinvergúenza, por lo que se había separado de él. También les contó que había trabajado como niñera.
Una mañana de sábado, los Dursley llamaron a la puerta de Clara. Con ellos se encontraba su sobrino, Harry Potter.
-Sentimos molestarla, pero nos gustaría saber si no le importaría quedarse con nuestro sobrino este fin de semana. Mi hermana Marge se ha puesto enferma, y nos gustaría ir a verla. Y el problema es que ella no se lleva muy bien con nuestro sobrino, y teniendo en cuenta el estado en que está...-dijo Vernon Dursley.
-No se preocupe señor Dursley, no tendré problema en atender al joven Potter. Vaya a ver a su hermana, que seguramente le estará esperando impaciente.
-Ya lo has oído chico, la señora Jones se encargará de ti. Así que pórtare –habló Petunia Dursley ásperamente al chico.
Éste no respondió, pero se quedó enfrente de Clara mientras veía a sus tíos despedirse y marcharse.
-Bueno chico, parece que nos quedamos solos-dijo amigablemente Clara a Harry - ¿Cuál es tu deporte favorito? Podríamos jugar a él mientras tus tíos están fuera.
-Quidditch –contestó Harry. Le daba igual que la mujer fuera muggle y que no iba a entender su respuesta. Le daba igual que quizás sonara grosero, este verano había sido terrible, necesitaba pagarlo con alguien.
-¿En serio? Espero que no seas como esos fans de los Tornados que han aparecido este año como setas tan solo porque han ganado la liga. A mi me gustan los Chudley Cannons, ¿y a ti?
-¿Qué?- Harry se esperaba cualquier tipo de respuesta menos esa.¿Cómo sabría aquella mujer algo de magia?- Usted, usted es...
-No, soy una simple muggle, pero mi hermana sí que lo era. Estudió en Hogwarts.¿Vas a entrar en mi casa o te vas a quedar ahí enfrente de la puerta como un pasmarote?
Harry entró en la casa. Siguió a Clara por el recibidor hasta la cocina comedor. Las paredes estaban decoradas con fotos gigantes a modo de pósters. Ua se veía nada más entrar, en ella se veía a una familia feliz. En primer plano, dos chicas pelirrojas completamente idénticas, una cogía a la otra por la espalda y sacaba la lengua, la otra le ponía los cuernos por detrás mientras guiñaba el ojo pícaramente. Detrás de ellos había una mujer pelirroja y un hombre rubio. "a señora Jones se parece a estas dos chicas" pensó Harry.
-Soy yo con mi hermana y mis padres un año antes de que asesinaran a mis padres y a mi novio en una explosión.-dijo Clara con voz ronca al ver la mirada interrogativa del chico- durante años me culpé de la muerte de mis padres. Ellos se iban de viaje el día de la explosión, pero por mi culpa al final no se fueron y la explosión les pilló cuando estaban en casa. Si no hubiera sido por mí, ese día no hubieran estado en casa, y no estarían muertos. Me eché la culpa durante años. Incluso me separé de mi hermana por temor a poderla hacer daño. Al final me acabé dando cuenta que la culpa fue de la asesina-y sus ojos parecieron lanzar chispas al decir esas palabras- y que lo único que había conseguido era hacerme mucho más desgraciada y separarme de mi hermana. Ni siquiera sé donde se puede encontrar ahora, tan solo tengo suposiciones –dijo con un tono de tristeza en la voz.
Silencio siguió a las palabras de Clara. Harry pensaba en ellas. En cierto modo se asemejaba a lo que le estaba pasando a él. Durante todo ese verano se había estado echando la culpa de la muerte de Sirius, si tan solo no hubiera sido tan impulsivo a la hora de ir al ministerio...todos habían intentado compadecerlo y decirle que la culpa no había sido de él, sino de Bellatrix. Harry había intentado creerlos, pero no había sido capaz. Sin embargo, esta mujer, a la que apenas conocía podría comprenderle, pues ella había pasado por lo mismo. No caería en el mismo error que ella, él no se separaría de las personas queridas que le quedaban. No lo haría.
En el cuartel general de la Orden del Fénix (número 13 de Grinmould Place) se estaba leyendo el testamento de Sirius. En él se dejaba casi toda la totalidad de su fortuna a su ahijado Harry. Pero una parte del dinero iba para su amigo Remus (al igual que la casa)y otra para la señorita Carolina Jones, que tendría que aparecer en el plazo de un mes si quería su parte de la herencia, si no lo hacía, esa parte de la herencia iría a manos de Remus Lupin.
