Capítulo dieciocho
Una semana antes de que empezaran las clases el profesor Dumbledore le dijo a Carolina que fuera a Hogwarts. Le enseñaría el que sería su despacho, dónde estaba el aula de Defensa y le presentaría a los profesores. A Carolina le sorprendía la energía de su director, y la vitalidad que desprendía. La segunda guerra había empezado, y Dumbledore era su principal opositor, pero aún así no mostraba sus preocupaciones y problemas ante los demás, sino que mostraba una imagen de entereza.
Carolina preparó las pertenencias que se iba a llevar al castillo. Libros de su asignatura, plumas, pergaminos, ropa y un álbum de fotos. Carolina le echó un vistazo antes de meterlo en la maleta. La mayoría eran fotos del colegio: en una estaban ella y Susana frente al lago, en otra aparecía Lily con todo el pelo quemado (un hechizo fallido), allí estaba ella saludando...eran buenas fotos, recuerdos de un pasado alegre, cuando no tenían muchas preocupaciones. Las cosas habían cambiado mucho desde entonces. Lily estaba muerta y con Susana había perdido el contacto y por las últimas noticias que tubo, ahora vivía en Francia con Marcus. "Huimos de la oscuridad que se cierne sobre Inglaterra. Esperamos que en Francia las cosas nos vayan bien", palabras textuales en una carta. ¿Y ella? Sus padres muertos y su hermana desaparecida.
Carolina pegó un suspiro y guardó el álbum. Antes eran las cosas mejor, de eso no había duda. Pero no había que estancarse en el pasado, sino mirar hacia el futuro e intentar construir uno mejor. El profesor Dumbledore le había preparado un traslador que le transportaría a Hosmeadge. Desde allí iría en un carruaje al castillo. Cuando el carruaje llegó no pudo evitar pegar un ligero chillido. Un caballo espeluznante, que parecía cruzado con una serpiente tiraba de él. "Entonces era cierto", pensó con un temblor Carolina. Una de los rumores que corría por Hogwarts en su tiempo era que de los caballos tiraban unos threstals, pero ella no les había hecho mucho caso. Ahora comprobaba que los rumores eran ciertos. Pero con ese recuerdo le vino otro. De cuando un coche estuvo de matarla por un atropello. Tan sólo sus reflejos la salvaron, haciendo que se echara hacia atrás cuando cruzaba el paso de cebra. Pero un muchacho que lo estaba cruzando con ella no tubo tanta suerte, y murió atropellado. Carolina lo vio morir, y ahora veía a los threstals. "Prefería seguir sin verlos".
El carruaje le llevó hasta la entrada. Allí la esperaba la profesora McGonagall. La subdirectora guió a Carolina hasta su despacho, y le avisó que los profesores se reunirían en la Sala de Profesores dentro de una hora. El motivo de la reunión era simplemente presentarla al resto del equipo docente y comentarle un poco el ambiente que había en las clases. Carolina asintió, aun cuando ahora era una compañera suya y no una estudiante, la profesora McGonagall le seguía imponiendo y le daba la impresión de que la reñiría en cualquier momento si no se portaba bien.
Carolina llegó puntual a la Sala de Profesores. Los demás profesores ya se encontraban allí, charlando unos con otros. Carolina echó un vistazo a la sala antes de que se percataran de su presencia. A la mayoría de los profesores les conocía, pues le habían dado clases. ¿Hagrid como profesor? Se preguntaba cómo sería. A ella el guardaespaldas le caía bien, pero se preguntaba si sería capaz de llevar las clases. Pero había algunos nuevos, como aquella profesora estrafalaria, ¿qué asignatura daría? Y también estaba aquel profesor, de momento no le podía ver la cara, pues estaba de espaldas hablando con la profesora McGonagall. El pelo negro grasiento le resultaba extrañamente conocido. Entonces la profesora McGonagall se dio cuenta de que ya estaba allí, y le empezó a hablar:
-Carolina, ya llegaste. Bueno, supongo que a la mayoría de los que estamos aquí ya nos conoces. Te presento al profesor de pociones y jefe de la casa Slytherin- y mientras decía estas palabras, el profesor del pelo negro se dio la vuelta.¡No podía ser él!
-¿Severus Snape? –preguntó sorprendida Carolina.
-Carolina Jones –dijo totalmente calmado el profesor Snape.
-¿Ya os conocíais?-preguntó extrañada la profesora McGonagall.
-Coincidimos en Hogwarts, y nos tocó un castigo juntos –respondió Severus, sin que se notara en su voz ninguna emoción, ni tampoco el que pareciera recordar el incidente que ocurrió durante el castigo.
"Me ha olvidado", pensó Carolina. Y para su sorpresa este pensamiento le hizo daño. Durante todos estos años creía que lo había olvidado, que el único sentimiento que sentía hacia él era rabia por la manera en que la engañó (la imagen del beso de Snape con Tina Grace le vino a la mente) y porque nunca quiso reconocer su noviazgo públicamente. O ni tan siquiera eso, indiferencia, olvido. Pero de repente lo volvía a ver, y viejos sentimientos que creía enterrados volvían a florecer. Pero lo tenía claro, volvería a enterrar esos sentimientos, no volvería a permitir que Severus Snape le hiciera daño. Con una vez tenía bastante.
