Declaimer: Estos maravillosos, perfectos (…y sexys en el caso de Xiao y Eriol ) y divertidos personajes pertenecen a Clamp, yo solo los pido prestado para que actúen en mis retorcidas historias.


"Rescatando tu Corazón."

(by Verónica)

¿Por qué a Sakura Kinomoto le resultaba tan difícil apartar sus pensamientos de ese hombre? Sería por la ternura que veía en sus ojos cada vez que levantaba en brazos a su sobrina huérfana; O seria el fuego oculto que veía emanar de su mirada… no lo sabía, pero desde que Xiao Lang Li se cruzo en su vida, algo dentro de ambos volvió a sentir…


-Capítulo Dos-

"Explicaciones, chocolate y una niña."

Sakura se había despertado cuando el auto paró. No se sintió confusa, sabía perfectamente dónde estaba y como había llegado allí. Desconocía su situación geográfica, pero supo, por la oscuridad y el silencio que la rodeaba, que no estaba en Vancouver.

Percibió el peligro en el aire.

Se tapó la cara con la manta, como si eso sirviera de algo. Temblaba tanto que seguro que él podía sentir la vibración.

Se le ocurrió que y ano tenia nada que agradecer.

Estaba en peligro. Le dolía todo el cuerpo. Y necesitaba ir al baño.

Lo oyó saltar sobre el asiento trasero, y unos segundos después, él aparto la manta. Sé encontro cara a cara con los ojos ámbares más increíbles que había visto nunca.

Su intención habría sido gritar, pero se quedo sin vos. Ni siquiera la navaja que llevaba en la mano la asustó.

Era guapísimo. Ojos ámbares brillantes, cabello castaño chocolate y un rostro cuyos rasgos se realzaban aun más con las sombras de la noche.

No era gordo. Ni estaba calvo.

Era lo que sugería su voz y su olor: sexy.

Y estaba muy enfadado.

Cuando tiro de ella para sentarla a su lado, notó la fuerza de sus manos y vio la anchura de sus hombros bajo la campera de jean desteñida que llevaba.

Este es el tipo de hombre con el que me quiero casar.

Era la idea más ridícula que había tenido nunca. No sabía dónde estaba. No sabía quien era él. Su carrera profesional acababa de empezar y Madame Beltsy había sido muy clara sobre sus expectativas cuando la contrato como compradora.

- Debes desear el éxito más que nada. Tienes que estar dispuesta a sacrificarlo todo. Amor, marido e hijos. Tienes un papel más importante que cumplir: hacer felices a millones de mujeres poniendo a su disposición la moda más fabulosa del mundo.

- Supongo que no serás niñera, ¿verdad?

Su voz, profunda y sensual, le saco a Madame Beltsy de la cabeza. Sakura noto cierto humor en sus palabras, aunque sus escrutadores ojos ámbares no lo demostraban.

¿Niñera? Claro. Probablemente, considerando la evidencia, el asiento para niño, el osito y la manta; tenía un hijo. Y, por consiguiente, una esposa. Daba igual que hubiera guardado la navaja, se sintió como si se la hubieran clavado directamente en el corazón.

Decidió que la culpa debía ser del anillo, era eso lo que le hacia pensare en tonterías. El dueño de la tienda había dicho que traía suerte y felicidad, o algo así. Un marido, bebes.

Esas ideas, seguidas por el pánico, se habían mezclado en su cabeza. Seguramente soñaba confusa cuando el hombre salto como un guerrero sobre el asiento y la destapó.

Y tenia aspecto de guerrero. Era un hombre fuerte, controlado, acostumbrado a estar al mando.

Era difícil imaginárselo con una esposa y un bebé. Parecía un hombre solitario, como el vaquero que cabalga solo hacia el horizonte al final de la película. Duro e independiente.

Justo el tipo de mujer que era ella. Bueno, quizás no fuera dura pero sí, sin duda, independiente. Un marido no cuadraba en sus planes inmediatos. Y los niños… los niños ocupaban un lugar bastante distante en el futuro.

Adoraba su trabajo. Había empezado como vendedora en una de las boutiques más pequeñas de Madame Beltsy cuando solo tenia diecisiete años.

También le encantaba salir cuando tenia algún tiempo libre: ir al cine, a bailar, a cenar y conocer gente nueva. Pero nunca había estado enamorada. Empezaba a sospechar que eso solo ocurría en los cuentos de hadas; que había mujeres con más imaginación que ella, capaces de convencerse de que un tipo corriente, con traje y gafas, era su príncipe azul.

El hombre que la miraba furioso no tenia aspecto de príncipe azul, pero a pesar de eso tenia la extraña sensación de que estaba a punto de aprender muchas cosas sobre el amor. Sintió el súbito impulso de sacar el anillo de la cartera y tirarlo fuera, antes de que lo arruinara todo.

Él estiro el brazo por encima de ella y abrió la puerta. Ella salió. ¿A cuanta distancia estarían de Vancouver? Afuera hacia mucho frío, y la nieve se amontonaba a los lados del camino. Estaban rodeados de árboles gigantescos, y detrás se veían montañas, más oscuras que la noche.

Él le abrió la puerta delantera y supo que no tenía más opción que volver a entrar al coche. Estaba tiritando. Él abrió la puerta del conductor, se sentó y con expresión adusta, subió el nivel de la calefacción.

Pasaron un cartel que daba la bienvenida a Eliza.

-¿Población qué? –preguntó ella incrédula.

- Veintidós –replicó él- Veintitrés con Naia.

La expresión dura de su boca le hizo abstenerse de preguntar quien era Naia.

Atravesaron el pueblo en quince segundos. Sakura pudo ver una vieja tienda y una estación de servicio, ambas cerradas. Algunas casa muy antiguas y majestuosas derramaban luz dorada en los nevados jardines. El pueblo era digno de aparecer en una tarjeta navideña. Deseo tener la cámara consigo.

Segundos después, él giro hacia un camino oscuro, flaqueados por árboles cubiertos de nieve.

- Árboles de Navidad –no pudo dejar de decir la castaña.

- Estamos a demasiado altura para que se den los pinos –gruño él-. Son piceas y abetos del Canadá.

Ella le echo una ojeada. Si alguna vez se estrellaba en un avión en mitad de la nada, ese era el hombre que queria con ella.

El camino se dividió y los faros destellaron contra una caseta prefabricada antes de iluminar una cabaña de troncos. Se erguía sobre un terreno rocoso, bonita como para una postal, con nieve alrededor, sobre el tejado y coronando la chimenea de piedra. En el porche había una mecedora, no, dos mecedoras, una grande y una pequeña, y un montón de leña apilada.

- Entra –dijo él-. La puerta no esta cerrada. El baño esta a la derecha.

Ella corrió por el camino de piedra hacia la casa. ¿No lo esperaba su mujercita para darle un beso de bienvenida? ¿Y dónde estaba el bebé?

Hacia mucho frío pero, aun así, paró un momento, se agacho y toco la nieve. Estaba deliciosamente fría. Se llevo un puñado a la boca y la probo cautelosamente. Sintió un agradable cosquilleo y la nieve se deslizo sobre su lengua.

Noto que él la miraba mientras abría el baúl del auto y se avergonzó de su comportamiento. Subió los escalones, cruzó el porche y entro en la casa. Encontró el interruptor a la derecha de la puerta.

Entró directamente al salón y volvió a desear tener la cámara. Los suelos de madera y las paredes de tronco emitían un brillo dorado. Una chimenea de piedra dominaba la acogedora habitación.

Todo delataba que allí vivía un niño. Había una caja llena de juguetes, una gran pelota de goma, un perro de trapo con un solo ojo y una cesta llena de ropa para doblar y guardar.

Pero no había rastro de una mujer. Los muebles estaban colocados en orden militar, no había cortinas en las ventanas, ni manteles de encaje, ni cuadros en las paredes, ni jarrones con flores, ninguna de esas cosa que denotan la mano femenina.

- Tiene esposa –se dijo con firmeza.

Encontró el baño y volvió a percibir la ausencia de influencia femenina. No había alfombrilla, ni cortina de ducha, ni flores en la ventana.

Un cepillo de dientes. No, dos cepillos. Uno grande, negro y masculino. Otro pequeño y rosa, con un muñeco en el mango.

Estaba divorciado. Era obvio. Quizás la criatura iba a visitarlo los fines de semana.

Le hubiera encantado darle un vistazo al botiquín, pero había renunciado a esa afición en una fiesta a la que los anfitriones habían llenado el armario del baño con canicas de cristal. Aun seguía dando gracias a Dios para no haber sido ella la que puso en marcha la avalancha.

- Estoy aquí –oyó cuando salió del baño.

Siguió su voz hasta el salón, paso bajo un arco que llevaba al comedor y a la cocina de al lado. Era una habitación pequeña y, de nuevo, la madera de los suelos y paredes daba una impresión acogedora que en realidad no existía.

No había mantel sobre la mesa de roble. Ni funda sobre la tetera blanca. Ni guantes para el horno con dibujos de vacas. Ni imanes de nabos y zanahorias en la heladera.

La palabra "militar" cruzo por su cabeza otra vez. La habitación estaba inmaculada, todo exactamente en su sitio. Tenia un potencial increíble.

- Es una casa preciosa –le dijo, mirando los revoques de la ventana.

- Siéntate –ordeno él, mientras echaba troncos en una pequeña estufa negra. Se había quitado la campera de jean y su camisa de manga corta dejaba a la vista los músculos perfectamente torneados de sus brazos, que se tensaban sin esfuerzo con cada tronco que echaba al fuego.

-¿Así calientas la casa? –preguntó asombrada.

Él la miró como sí fuera de otro planeta. Lo era.

- Muy primitivo –murmuro ella entre dientes. Ver el movimiento de sus músculos bajo la camisa mientras levantaba otro tronco, le hizo sentir una sensación bastante primitiva en su interior.

- ¿Y bien? –dijo él cuando acabó. Se sentó y cruzó los fuertes brazos sobre el pecho.

Sakura inspiro profundamente y comenzó por presentarse, decirle de dónde era y porque estaba en Vancouver. Le hablo de Tao Ying y de cómo descubrió la joyería.

Le gusto como escuchaba, con la cabeza ligeramente inclinada hacia ella, frunciendo los ojos en los momentos precisos, e interrumpiéndola de vez en cuando para hacer una pregunta rápida que mostraba su inteligencia y sus dotes de observación.

Él cerro la puerta de la estufa, fue hacia el fregadero y puso agua a hervir, pero en ningún momento desvió su atención de ella.

Al final de su relato, Sakura rebusco en su bolso. Durante un instante pensó que el anillo, la prueba de su historia, había desaparecido, pero lo encontró en el fondo del bolso. Lo puso sobre la mesa, y un segundo después, saco también una de sus tarjetas de negocios.

Él se acerco y tomo el anillo. Sus manos eran fuertes y se notaba que estaban bien cuidadas.

Manos sensuales. ¿Es que no había nada en ese hombre que no fuera impresionantemente sexy?

- En cualquier caso –dijo, empezando a sentirse tan nerviosa como una adolescente en su primera cita-, ya te he causado demasiadas molestias. Me montare en un taxi y dejaré de incordiar. Supongo que aquí no habrá aviones, ¿no?

- Voy a llamar a la policía.

- No tiene sentido que te involucres en esto. Puedo llamarlos yo cuando llegue al hotel.

De repente la invadió una sensación de que tenia que salir de allí lo más rápido posible. De que toda la vida que había construido para sí se escapaba de sus manos y si no actuaba rápido, después sería demasiado tarde.

Sólo había experimentado algo similar una vez en su vida, cuando tenia diecisiete años. Él médico la miro con ojos tristes y movió la cabeza. Su familia no había sobrevivido al accidente y el mundo que conocía acabo para siempre.

-¿Un taxi? –se levantó de golpe-. Estoy preparando café. Siéntate.

Se oyó el pitido del hervidor de agua.

- No bebo café.

- Chocolate caliente, entonces.

- Me voy.

- No, no te vas.

Lo dijo con frialdad, como un coronel a su soldado. No estaba acostumbrada a que le hablaran así. En sus relaciones con los hombres solía llevar ella la voz de mando.

- No creo que pueda impedirlo, señor…

- Li. Xiao Lang Li.

- Señor Li, como decía…

- Que no puedo impedirlo, eso es lo que decías.

Había entrecerrado los ojos y tenia un aspecto fuerte y peligroso. Todo su cuerpo indicaba que podia impedirlo en un instante.

- Conque me digas donde puedo tomar un taxi…

- Debemos estar a unos cinco grados bajo cero. No estas vestida para ir paseando hasta la ciudad –sus ojos descansaron significativamente en el borde de su falda, recorrieron sus piernas como una caricia y llegaron a sus delicados zapatos negros.

- Pues llámalo por teléfono entonces –dijo ella resistiendo la tentación de estirarse la falda y esconder los pies.

- Has dicho que le dejaste una tarjeta a cambio del anillo –interpuso él.

- Sí, pero…

- Y que apuntaste el nombre del hotel y el número de la habitación.

- Bueno, pero…

- Podrías encontrarte una sorpresa muy desagradable en el hotel. O incluso en Nueva York. Creo que es mejor que hables con la policía.

Ella se dejo caer sobre la silla. Tenía razón. Odiaba eso. Que otros tuvieran la razón.

Lo vio acercarse al hervidor de agua, desenchufarlo y agarrar el teléfono con la otra mano. Marco un número en el disco, ella creía que esos aparatos eran cosas de museos, y hablo en voz baja unos minutos.

Volvió con el hervidor en una mano y dos tazas de cerámica en la otra. Los dejo sobre la mesa, junto con sobres de chocolate instantáneo.

- El agente Jensen llegará pronto. Tardara entre veinte minutos y media hora.

- No vendrá a caballo, ¿verdad? –preguntó ella, pensando que media hora no era "pronto".

Él la miro como si fuera increíblemente estúpida.

- La Real Policía Montada del Canadá –protestó ella. Había visto postales de la policía en Vancouver. Siempre iban vestidos con elegantes chaquetas rojas y sombreros estilo oso Yogui, y siempre a caballo.

- Hoy en día van en auto, excepto en desfiles y ceremonias, ¿chocolate caliente? –dijo, mostrándole un sobre cuya etiqueta anunciaba chocolate blanco y avellanas.

Ella asintió débilmente y él le puso una humeante taza frente a ella. No preguntes , se ordenó. Sakura. No te atrevas a preguntar .

-¿Dónde esta tu esposa? –preguntó.

- No estoy casado.

No estaba casado. Si no se equivocaba, el anillo, colocado en medio de la sólida mesa de roble, había empezado a parpadear como un anuncio fluorescente.

Tomo un sorbo de chocolate y casi cerro los ojos de puro placer. Un hombre capaz de preparar eso, ¿y no estaba casado? Sakura , se recordó, es de sobre .

- Esta delicioso –musitó.

- Es mi sabor favorito.

¡Ya tenían algo en común! No preguntes , volvió a ordenarse, Sakura, no te atrevas a preguntar .

- ¿Divorciado? –preguntó, mirándolo por encima de la taza.

- Nunca he estado casado –espeto, molesto. Por el tono de su voz, no parecía que tuviera intención de estarlo nunca.

Sakura, te prohíbo terminantemente que preguntes por el bebé .

- ¿Y el bebé?

Vio una sombra de tristeza en los ojos de él.

- Es mi sobrina. Y te asesinaría por llamarla bebé. Es una historia muy larga –dijo secamente-. Voy a encender la televisión. Tengo que escuchar el parte meteorológico de los próximos días.

¡No quería hablar con ella! Otra reacción a la que no estaba acostumbrada.

Había una televisión pequeña en un armario, sobre la mesa. Poco después de que la encendiera, llamaron a la puerta. Él se levantó y se estiró. Tenia un cuerpo impresionante, el de un hombre endurecido por el trabajo físico.

No le preguntes como se gana la vida , se dijo. Y esta vez consiguió contenerse. Parecía cansado.

Él fue hacia la puerta, y un segundo después, Sakura escuchó otra voz masculina.

- ¡Eh! ¿Dónde esta mi ángel?

- Sigue en casa de Candy. Y lleva unos días comportándose como un diablillo. Supongo que tu no sabes nada de trenzas de raíz, ¿no?

Parecía incongruente que el hombre serio y callado que acababa de compartir la mesa con ella estuviera discutiendo de trenzas de raíz con tanta seriedad. Sakura casi soltó una carcajada, pero se contuvo.

- Claro que sí –dijo la otra voz-. Es un tipo de pan.

- Siento haberlo preguntado.

- ¿Qué dijo el médico de que fuera tan pequeña?

- Que es normal. Ahora es baja para su edad, pero lo más probable es que luego de un estirón.

- Eso es lo que yo creía. Bueno, ¿qué pasa?

Sakura lo oyó moverse hacia ella. De repente se sintió desarreglada y confusa, como si estuviera a punto de echarse a llorar.

Xiao entro en la habitación seguido por un policía alto y joven, que le hubiera parecido impresionante en otro momento. Pero su rubio atractivo se apagaba al lado de la oscura electricidad de Xiao Li.

-¡No va de rojo! –protestó ella al ver el uniforme.

-¿De dónde dices que es, Xiao? –rió él.

- Dice que de Nueva York.

Como si no le hubiera creído fulmino a castaño con la mirada, pero él parecía no darse cuenta.

- Eso lo explica todo –él policía era abierto y amistoso y, si Sakura no se equivocaba, incluso esta coqueteando con ella. Se sentó frente a la mujer, Xiao le preparo otro chocolate y Sakura volvió a contar su historia.- ¿Y este es el anillo que te dio? –pregunto el agente Jensen al final de la entrevista.

- Eso es. Me dijo que me traería mucha felicidad –a propósito evito mencionar la parte del marido y los bebes-. Ja. De momento solo me ha traído disgustos.

Como si quisiera confirmar su aseveración, el volumen de la televisión se elevó.

- Y resumimos la noticia más importante del día –dijo el conductor-, esta mañana han robado una colección de arte, préstamo de China a Canadá, durante su traslado al museo. Algunas de las joyas desaparecidas tienen un valor incalculable, como este anillo.

En la pantalla del televisor aparecía una foto del anillo que Sakura tenia en su mano. Tres pares de ojos fueron de su mano a la pantalla y de nuevo a su mano. Ella miró los rostros de ambos, primero al agente Jensen y luego a Xiao Lang Li.

No había duda, ¡Creían que era una ladrona!

Tuvo ganas de echarse a llorar, pero llevaba demasiado tiempo dedicándose a los negocios para dejarse llevar por un impulso. En vez de eso, se escondió tras una mascara de indiferencia y dio un sorbo a su chocolate.

- Voy a hacer unas llamadas –el agente Jensen, agarrando el anillo, se puso de pie de un salto. Xiao le lanzo una mirada molesta. Su expresión indicaba claramente cuanto le disgustaba que lo abandonaran allí con una ladrona de joyas histérica.

- No estoy histérica –advirtió ella. Él no dijo nada-. Y no soy una ladrona.

- No he dicho que estuvieras histérica ni que fueras una ladrona.

- He visto como me mirabas.

- Estoy cansado, ¿esta bien? Independientemente de los robos internacionales de joyas, lo que más me preocupa es encontrar una niñera para Naia, así cuando dentro de unas horas lleguen doce personas a mi curso de búsqueda y rescate pueda dedicarme por completo a ellos.

- Lo siento. No era mi intención interrumpir así tu vida.

Búsqueda y rescate. Así que se dedicaba a encontrar gente que se perdía en la montaña, y enseñaba a otros a hacerlo. A veces, no con mucha frecuencia, se encontraba con alguien que encajaba perfectamente con su trabajo. Y él era uno de ellos. Se preguntó si ella lo sería, y eso le molesto. Su trabajo era su vida entera, lo único que tenia, debía encajar.

- No es culpa tuya –gruñó él.

- Esto tiene muy mala pinta –dijo el agente Jensen, volviendo junto a ellos.

- Vale –Sakura suspiró-. Arrésteme. No permita que moleste más a este pobre hombre. Interrumpo su búsqueda de niñera.

Pienso en maridos y bebés, y me pregunto s encajo con mi trabajo. ¡¡Saquéenme de aquí ya!! .

- La madre del dueño de la joyería donde estuviste esta mañana ha denunciado su desaparición.

- ¡Oh, no! –se llevo la mano a la boca horrorizada.

- Y han revuelto tu habitación del hotel de arriba abajo.

- ¿Falta algo? -preguntó ella.

-¿Cómo qué? –él la miro con perspicacia.

- Tengo una cámara de fotos. Ahorre dos años para comprarla… ¡Oh, qué más da! Es ridículo preocuparme por la cámara cuando ese pobre hombre ha desaparecido.

- Preguntare por la cámara cuando vuelva a llamar. Mientras tanto, ¿Qué te parece ocultarte unos días aquí?

- ¡¡¿¿AQUÍ??!! –gritaron Xiao y Sakura al unísono.

- Alguien té esta buscando. Pero no sabemos quien. A estas alturas, lo más probable es que sepan más de ti que tu propia madre. Si esta gente es tan sofisticada como parece, en cuanto utilices tu tarjeta de crédito o el celular, te encontrarán.

- Pero dejaran de buscarme cuando se haga publico que el anillo ha aparecido, ¿no?

- Puede que este anillo –dijo el agente lentamente-, sea lo único que mantiene con vida al dueño de la joyería.

- ¡Dios mío!

- Me parece que la forma en que saliste de la ciudad fue providencial. Te has evaporado. No pueden encontrarte. Nadie te buscara en Eliza, nunca.

Ella lo miró boquiabierta, igual que Xiao Lang.

- Me ha dado la impresión de que solo hay tres o cuatro casas en Eliza –apunto ella-. No estarás pensando en ponerme bajo custodia para protegerme, ¿verdad?

- Claro que no. Xiao tiene una habitación libre.

El aludido murmuro unas palabras por lo bajo, la gran mayoría contra la madre y familia del policía.

- ¡No sé nada de bebés!

- Él tampoco sabía nada hace unos meses.

- A Naia le molesta que la llamen bebé. Esta muy sensibilizada con respecto a su tamaño –dijo Xiao distraídamente, mirándola con otros ojos, ahora que veía que la chica podría serle útil. Le dedico una sonrisa traviesa. Si ya estaba bien serio, sonriendo era guapísimo.

Ella le lanzó una mirada asesina.

- Hace diez minutos creías que era una ladrona internacional de joyas, y ¿ahora quieres que cuide a tu beb… niña?

- No he dicho que creyera que eras una ladrona.

- Yo no pensé que fueras una ladrona –intervino el rubio con sorpresa.

- No saben nada de mí –insistió ella con desesperación.

- No tienes antecedentes criminales –ofreció amablemente el agente Jensen-. Lo he comprobado.

- Muchísimas gracias –escupió ella.

- Yo te ayudo a ti y vos me ayudas a mí. Solo durante unos días –la voz del ambarino sonaba suave y sensual como la seda.

- Pero yo…. ¿Acaso tengo otra opción?

- En realidad no –afirmaron los dos hombres.

- No tengo nada que ponerme.

- Mis cosas te servirán.

- Eso es lo que me temía.

- Voy por cara de ángel. Así pueden empezar a conocerse mejor –dijo el agente Jensen, subiendo y bajando las cejas de forma sugerente.

- Oh, cielos –farfullo Sakura.

- Lo mismo digo –repuso Xiao.

Orgullosos ambos miraron fijamente el televisor.

Minutos después se abrió la puerta. El agente Jensen se agachó para no tirar a la pasajera que llevaba sobre los hombros.

Incluso antes de que Sakura viera a la niña tuvo la impresión como que la habitación se iluminaba. Cuando levanto la cabeza se quedó sin respiración.

La niña tenia tres o cuatro años, y era absolutamente preciosa, el vivo retrato de su tío pero con rasgos delicados. Pelo castaño, largo y ondulado, y enormes ojos ámbares.

- Abajo –ordeno la niña cuando vio a Sakura. Cruzo la habitación dando saltitos y miro solemnemente a la ojiverde, después su cara se ilumino con una gran sonrisa-. ¡Hola, tiíta! –exclamo alegre.

- ¿Qué? –preguntó Xiao-. ¿Qué has dicho?

- He dicho hola –la niña se encogió de hombros.

- No, has dicho "hola amiguita". ¿Conoces a esta señorita?

Naia lo miro con ojos traviesos y Sakura tuvo la extraña sensación de que la conocía. Y además sintió algo arrebatador, como si saltara a un precipicio.

Al mirar esos increíbles y brillantes ojos, se enamoro perdidamente de la niña. Pero… ¿por qué la niña la había llamado tiíta? ¿Y porqué Xiao había oído otra cosa?

-¿Qué has dicho Naia? –insistió su tío.

- He dicho hola –replico la niña tranquila-. Eso es todo. Está nevando –añadió con placer-. Tengo un tobogán nuevo ¿vas a montar conmigo mañana? –una mano pequeña y suave agarro la de Sakura.

- ¿Un tobogán? –dijo Sakura dubitativamente-. ¿Es como un trineo para la nieve?

Naia asintió vigorosamente.

- Me gusta ir muy rápido –advirtió la pequeña.

Sakura, que no había visto la nieve hasta esa noche, no deseo otra cosa más que bajar a toda velocidad por una colina con esa niña.

De repente su aventura adquiría un tinte mágico.

Unos días ahí no le parecerían un encierro, sino algo muy distinto. Era su destino. El destino la llevaba a algo que siempre fue y siempre sería.

Miro los brillantes ojos ámbares y después miro los de Xiao, del mismo color pero teñidos de misterio, dureza, frialdad y un toque de sensualidad.

Se estremeció.

¡Hola, tiíta!

Continuara…

Nota de la autora:

Antes de empezar con los comentarios y agradecimientos, quiero comunicar que este capítulo esta dedicado a una buena amiga mía, Tania, que además es la madrina de mi niña, Naia. Gracias por ayudarme con ella!!!

Bueno volviendo a lo normal, les traje el segundo chap, espero que guste y los entretenga. Ya saben lo habitúe…. Felicitaciones, comentarios, criticas en un review o sino a mi mail:

Advierto que no sé si podre poner el próximo capi muy rápido, primero quiero terminar el tercer capi de "Un príncipe que se convirtió en sapo"… aunque si hay muchos reviews…. Quien sabe tal vez tengan una sorpresa antes de lo pensado.

Cuídense todos, y festejen el 21 de septiembre el Día de la Primavera (o por lo menos los argentinos háganlo, que empieza la estación que más me gusta ).

Ja ne, Lady Verónica Black.

(Antigua Vero-chan, pero ahora mujer casada y con apellido nuevo Xd.).

"Que la magia los acompañe, las estrellas guien su camino, más que nada griten: ¡¡Viva Xiao Lang Li, Eriol Hiraguizawa y Sirius Black; los hombres más lindos y sexys que hay!!"

¡¡DEJEN REVIEWS, PORFISS…!!