Declaimer: Estos maravillosos, perfectos (...y sexys en el caso de Xiao y Eriol ) y divertidos personajes pertenecen a Clamp, yo solo los pido prestado para que actúen en mis retorcidas historias.
"Rescatando tu Corazón."
(by Lady Verónica Black)
¿Por qué a Sakura Kinomoto le resultaba tan difícil apartar sus pensamientos de ese hombre? Sería por la ternura que veía en sus ojos cada vez que levantaba en brazos a su sobrina huérfana; O seria el fuego oculto que veía emanar de su mirada... no lo sabía, pero desde que Xiao Lang Li se cruzo en su vida, algo dentro de ambos volvió a sentir...
-Capítulo Tres-"Extraños pensamientos, ¿Locura o Magia?."
Lo que Xiao sintió por Sakura empezó a cambiar cuando ella miro los árboles del camino y, con ilusión casi infantil, los llamo árboles de Navidad. Y cambió más cuando la vio subir el sendero hacia la casa.
Hasta ese momento había sentido como su muralla defensiva se alzaba indestructible. Parecía una modelo: cabello del color de la miel y con toques de café, ojos color jade intenso, nariz recta, labios pequeños y rozados, y cutis de seda. Tenia las piernas largas y esbeltas, llevaba un traje de corte impecable y la falda era lo suficiente corta como para hacer que se le secara la boca.
Ese estilo de perfección y belleza le desagradaba. Era el tipo de mujer que hace que los hombres hagan el ridículo y se peleen a golpes por estar con ella.
Él nunca había hecho el ridículo ni se había peleado por una mujer, y no estaba dispuesto a empezar a esta altura de su vida.
Pero su muralla se empezó a desquebrajar cuado llamo a la hilera de piceas y abetos, árboles de Navidad. Y siguió derrumbándose más en el momento en que se agachó y se llevo un puñado de nieve a la boca.
Y no fue solo porque su corta falda dejo gran parte de su muslo a su campo de visión, fue porque percibió en ella algo especial, un corazón tras ese pulido exterior, una niña oculta tras esa mujer sofisticada que podia volver loca a la población masculina con un simple parpadeo de sus pestañas.
Ella lo miró, con restos de nieve alrededor de la boca, y se sonrojó. Y él en ese momento se sintió terriblemente vulnerable.
Posiblemente fue eso lo que la llevo a concluir, erróneamente, que él la consideraba una ladrona de joyas histérica. Porque cuando se sentí vulnerable, se escondía tras una helada máscara de lejanía.
No estaba acostumbrado a sentirse vulnerable. Quizás no estaba acostumbrado a sentir, sin más.
Pero la perdida de su hermano Hien, y de su cuñada, Sarah, y el que Naia hubiera entrado en su vida, había envuelto su corazón en una extraña ternura y debilidad que nunca antes había sentido.
En ese momento no era capaz de defenderse hacia un asalto al corazón. Aunque ella nunca intentaría algo así, se recordó con cinismo. Pero cometió el error de mirar a Sakura cuando Naia atravesó el umbral de la casa en hombros de Toni Jensen. Su rostro se había suavizado, sus ojos verdes se iluminaron, cariñosos y dulces, desde el interior.
Era el tipo de mujer que podía realizar un asalto frontal a su herido corazón sin siquiera darse cuenta de que lo estaba haciendo.
¿Y si era todo lo que aparentaba? ¿Maravillosa, por dentro y por fuera? Iba a estar allí solo unos días.
-¿Qué has dicho, tiíto?
-¿Qué? ¡Nada! –replicó. Pero Toni lo miraba con una sonrisa burlona.
Naia, tras dedicar una ultima sonrisa a Sakura y asegurarse de que la había seducido por completo, se acercó a él y se acurruco en su regazo.
Que Naia lo aceptara y le entregara su amor incondicionalmente no dejaba de asombrarlo y darle una lección de humildad. ¿Qué había hecho en su vida para merecer tanto?
-¿Has traído mis galletas?
-¿Qué galletas? –frunció el entrecejo, simulando desconcierto. Ella no le creyó.
- Mis galletas con el futuro dentro. ¿Dónde están?
Se echó a reír, la niña sabía demasiado bien que sus deseos eran ordenes para él.
- Galletas del destino –corrigió-. Están junto a la puerta de entrada.
Ella volvió un momento después, con los ojos brillantes de expectación y una enorme bolsa de papel. Educadamente, ofreció la bolsa a todos y, poniéndose de rodillas en una silla, partió una galleta, sacó el papel que había dentro y movió los ojos de un lado a otro, como si realmente pudiera leer su destino.
- Tu primero –ordenó a su tío.
- "Recibirás una gran recompensa por tu esfuerzo" –leyó Shaoran.
Él y sus colegas del equipo de rescate, siempre jugaban a "alegrar" su destino añadiendo las palabras "en la cama" al final. Echo una ojeada a Miss Universo, allí sentada y no pudo evitar pensar: "Ya me gustaría". Se recordó con firmeza que tenía que ser un buen papá.
- Ahora tú –ordeno Naia a Toni, su sumiso esclavo.
- "Atraparas a muchos ladrones y serás un héroe" –soltó el agente de policía.
- Mentiroso –proclamó la niña, mirándolo con cinismo. Él se echó a reír.
- "Aprende a olvidarte de los problemas del pasado. Tú futuro es brillante."
- Ahora vos –dijo Naia a Sakura.
- "Conocerás una gran felicidad" –dijo Sakura, pero su destino no pareció hacerla feliz. Una ligera mueca de disgusto oscureció su rostro.
Shaoran añadió en silencio "en la cama ", y su sangre hirvió de tal manera que sintió la necesidad de levantarse a preparar más chocolate.
- Eso fue lo mismo que me dijo el hombre de China Town cuando me dio el anillo –musito la ojiverde.
Tenia la voz espesa y suave, como la crema. Shaoran decidió que era peligroso pensar en ella y en crema al mismo tiempo.
- Lee la mía –Naia le dio su nota a Sakura.
Él sintió cierto disgusto. ¿Ya lo había remplazado? Se dijo que Sakura estaba más cerca, y que él seguía en la mesada preocupándose por el chocolate. Las viejecitas se preocupan, se corrigió. Los hombres... ¿organizaban?
Una hora antes no habría dedicado tanto tiempo a la mera semántica. Estaba claro: era de esas mujeres que lo cambian todo.
- "La gente desea tu liderato" –leyó Sakura.
Shaoran eligió ese momento para volver de la mesada con una bandeja cargada para preparar más chocolate. Miro a su diminuta sobrina, radiante, y después a Sakura, que lucia una esplendorosa sonrisa. Volvió a dejar la bandeja en la mesa. Ya estaba bien de tonterías.
-¿Qué significa eso? –preguntó Naia.
-Significa que la gente te sigue, que desea que los guíes –explicó él-. Comete la galleta y a la cama, ya es tarde.
Naia empezó a mordisquear la galleta lentamente, acribillando a Sakura con preguntas sobre de dónde venia.
-¿Hace calor en Nueva York? ¿Es lindo? ¿Se puede ir a nadar al mar? ¿Usas bikini?
Esa pregunta le dejo también la boca seca. Llevaba demasiado tiempo viviendo como un ermitaño. Ella dijo que no se ponía bikini y él se preguntó porque diablo no lo hacia. Sí había una mujer nacida para llevar uno, era ella.
-¿Hay ballenas? ¿Delfines? ¿Canguros? ¿Ardillas?
Él comprendió que su adorada sobrina estaba utilizando estratagemas para retrasar la hora de ir a dormir, aunque se le caían los párpados del sueño. En un minuto dejaría caer la cabeza sobre la mesa y estaría dormida. Una vez, se escurrió de la silla al suelo tan bruscamente que no le dio tiempo ni a enterarse cuando ya estaba en el suelo.
-Naia, es hora de dormir –dijo con firmeza. La levanto en brazos y se marcho por el pasillo. Unos minutos después le había puesto un camisón de algodón rojo, comprado ese mismo día, y había conseguido sujetarle el pelo con un lazo.
-Buenas noches, tiíto –murmuro ella, acurrucada baja el cobertor-. Dale las buenas noches a la tiíta de mi parte.
-No es tu tía, Naia –dijo él con más dureza de la necesaria.
-Oh... -dijo la niña adormecida-. ¿Puedes darle un beso de buenas noches de mi parte, tío?
-Ángel, apenas conoces a la señorita.
-¡La conozco! –afirmo con tozudez inesperada.
-¿De dónde? –respingo él.
-De aquí –la niña se toco la cabeza con autoridad.
-Eres una ratita bien rara –dijo él, relajándose.
-Te quiero, tío Shaoran.
Se lo decía todas las noches, sin falta. Y todas las noches, él sentía el mismo nudo en la garganta.
Ella le entregaba su amor y su confianza plenamente. Confiaba totalmente en que él seria su papá. Todos los día llenaba su día con pequeños regalos: su risa, su manito agarrándose de la de él, su curiosidad, sus comentarios, su insistencia en recibir abrazos y besos.
-Yo también te quiero –dijo, luchando contra el nudo que tenía en la garganta.
Cuando volvió a salir, Toni Jensen se había marchado y Sakura estaba ante el fregadero lavando las tazas.
¿Cómo podía una simple falda gris, de corte puramente ejecutivo, resultar tan endiabladamente sexy? ¿Cómo podía esa chica, deportada de revista, parecer en tan cómoda en su humilde cocina?
-¿Estas seguro de qué no seré una molestia? –se volvió hacia él y se seco las manos en un trapo que había ahí.
-Una ayuda –le recordó él gruñón.
-Tu sobrina es una niña increíble. Se parece mucho a ti –sonrió ella.
-Mi hermano y yo so... éramos gemelos –aun no podía decirlo sin que se le encogiera el corazón.
-¿Eran? –preguntó ella.
Sus ojos eran suaves, amables. Como si no supiese que era preciosa. O como si lo supiese y le diese igual.
-Murió en un accidente de avión. Su mujer también –era casi doloroso decirlo a pesar de la cantidad de veces que lo había hecho en estos meses.
-Lo siento mucho –sus ojos se agrandaron, pero su voz sonó aun más suave. Se acercó a él y le puso una mano sobre el brazo.
Su caricia fue como la de un ángel, cálida y suave. Olía divinamente. A jazmines. Estaba suficientemente cerca de ella para ver que sus ojos se nublaban con el recuerdo de algo doloroso. Quiso preguntar qué, pero se aparto bruscamente, sus propias emociones estaban demasiado a flor de piel. No necesitaba más complicaciones. Los últimos seis meses casi habían podido con él.
Con firmeza, la condujo por el pasillo hacia su habitación. Abrió la puerta y, prácticamente, la empujó dentro, cerrando de un golpe. No se permitió ni un segundo de titubeo.
Estaba cansado. Tenia mucho trabajo al día siguiente. Si hubiera dudado, siquiera un segundo, quizás no habría podido resistirse a abrir la puerta de su corazón herido y pedirle que lo ayudara a recatarlo del dolor en el que estaba sumergido.
"Shaoran", se dijo con firmeza, "esa es la idea más ridícula que has tenido nunca".
- -
Sakura se apoyo contra la puerta un momento, con los ojos cerrados.
Cuando la niña se subió a las rodillas de Shaoran deseó intensamente tener una cámara para captar el momento en que la dureza de su rostro se derritió, sus ojos se suavizaron y miraron a su sobrina con una dulzura indescriptible.
Y cuando le hablo de su hermano y su cuñada, el dolor que le oscureció los ojos fue tan vivo e intenso que no tuvo que preguntar cuando ocurrió. Supo que era algo muy reciente.
Y alargó la mano para tocarlo. Sintió la fuerza acerada de su brazo bajo las yemas de los dedos y, durante un segundo, noto que él vacilaba. Parecía a punto de acercarse a ella y aceptar lo que le ofrecía. Pero se apartó de golpe, ¡Como si lo hubiera quemado!
Suspiro y abrió los ojos. ¿Qué era lo que le había ofrecido? Consuelo, imaginaba. Pero no hubiera hecho falta mucho para que se convirtiera en otra cosa. Al mirar sus ojos, su rostro, su fuerza, la confianza que irradiaba, algo en ella se estremecía. Algo peligroso, excitante e imperioso.
Se obligo a no pensar en él y se concentro en mirar la habitación. De nuevo, paredes y pisos emitían un brillo dorado, convirtiéndose en el centro de atención de una habitación muy sencilla. Había una cama estrecha, hecha con tanta perfección que una moneda habría rebotado en ella. Un tocador antiguo, que pedía a gritos un ramo de flores secas. Una mesa junto a la cama con un reloj despertador. Una ventana sin cortinas.
Se acercó a la ventana, preguntándose porque no había cortinas. La respuesta fue evidente cuando miro afuera. La noche estaba aclarando, y la luna se asomaba tras una impresionante montaña. El jardín trasero estaba bañado en luz plateada. Era enorme, lleno de árboles y juguetes para la nieve. Los copos de nieve revoloteaban alrededor de un tobogán y unas hamacas.
Las montañas estaban detrás. Incluso en la oscuridad, su majestuosidad era inequívoca, imponente.
No había cortinas porque nadie podía ver el interior, y había mucho que ver en el exterior.
Volvió hacia la cama, súbitamente cansada, y se dio cuenta de lo difícil de su situación. No tenía nada: ni pijama, ni ropa para mañana, ni crema desmaquilladora, ni peine, ni cepillo de dientes. No podía quedarse ahí. ¿Qué locura la había hecho aceptar?
Pensó en la sonrisa de la niña. Quizás fuera magia en vez de locura.
Aun así, no pensaba dormir desnuda en la casa de un desconocido. Y menos aun en esa falda tan estrecha.
Fue hacia el armario, abrió la puerta y lo encontró tan vació como esperaba. Iba a tener que pedirle algunas cosas básicas. Solo pensarlo la hizo estremecerse.
¿Qué le pasaba? Era la mano derecha de madame Beltsy, y eso implicaba no dejarse intimidar. Aun así, la idea de ir a llamar a su dormitorio la hacia temblar.
Tenía que hacerlo rápido, o él se acostaría. ¡Y valla uno a saber si se ponía algo para dormir!
Salió al pasillo y se asomo al dormitorio de Naia por la puerta entreabierta. Sonrió. La niña parecía un bebe, perdida entre el cobertor, con las mejillas redondas y suaves, las pestañas espesas y oscuras.
Inspiró profundamente y siguió adelante. Vio luz bajo la puerta de él y llamo con los nudillos.
Silencio.
De pronto la puerta se abrió y allí estaba él, con vaqueros y una camisa, que obviamente se había puesto a toda prisa, fuera del pantalón y mal abotonada.
-¿Sí?
Sakura noto el golpeteo de su corazón. Había poca luz, y él tenía el mismo aspecto que cuando lo vio en el coche por primera vez.
Un pirata. Un vaquero. Un guerrero.
Su fantasía más secreta y salvaje, allí de pie frente a ella en carne y hueso.
-Ejem –carraspeó-. Yo... necesito algo para dormir. ¿Una camiseta? Y algo para mañana.
-Ah –la miró un momento y se dio la vuelta-. Un segundo.
Ella se asomó, mirando a su alrededor con interés. La habitación era espartana y masculina. Había una enorme cama cubierta con una simple colcha verde musgo. Una cómoda, y encima, una fotografía con marco de plata. La escudriño con los ojos. Él con una mujer.
Una mujer bellísima. De pelo largo color azabache y pómulos altos y bien dibujados. Ojos oscuros e intensos.
En fin, ¿Qué otra cosa podía esperar? Intento no hacerle caso al quejido de su corazón y continuó su inspección. Ni una media en el suelo, ni una camisa colgada de la cama.
-Eres muy ordenado para ser soltero, ¿no? –comentó.
-¿Eres experta en solteros o que? –dijo él, dejando de revolver en el armario y volviéndose hacia ella.
-Bueno –admitió ella entrando en la habitación y sentándose al borde de la cama-. He conocido a uno o dos. Esconden los platos sucios en el horno.
-Puede que yo también lo haga –la miró por encima del hombro y pareció perturbarlo verla sentada en la cama.
-Me apostaría cualquier cosa que no.
-Bien, tu ganas, no –la miró, y un esbozo de sonrisa iluminó su rostro.
Tenia los dientes blancos y bien alineados. Sakura sintió una extraña sensación con esa sonrisa. Una mujer podía invertir una vida en eso: intentar que sonriera.
-Mira si te sirve algo de esto –él se acercó y echó ropa como para una semana sobre la cama.
Sakura empezó a elegir, pendiente de él todo el tiempo; de su altura y de la anchura de sus hombros, del hecho de que tras esos ojos fríos y un rostro serio se escondía una dulce sonrisa capaz de derretir a la más dura de las mujeres. Apenas vio las camisas de algodón, los jeans y los pulóveres de lana.
Estaba sola con ese hombre impresionantemente guapo en su habitación... eligiendo ¿medias?
-¿Tienes un corpiño? –bromeó, intentando recuperar su yo habitual, la Sakura que provocaba y coqueteaba sin esfuerzo aparente, pero que nunca dejaba que la cosa fuera a más.
¿O acaso intentaba hacerlo sonreír otra vez?
-No. Lo siento.
Increíble. Era un hombre seguro, imperturbable, serio y frió, pero se había sonrojado por un simple comentario.
-Ya se me ocurrirá algo –le dijo con modestia.
-Me alegro –replicó él. Ya estaba junto a la puerta, mirándola fijamente, deseando desesperadamente que ella saliera de su espacio.
Ella recogió su botín y salió. Si no se equivocaba, él cerro la puerta con demasiada fuerza.
- -
Cuando se marchó, Xiao se apoyo en la puerta con los ojos cerrados.
Que Dios se apiadara de él.
Cuando oyó que lo llamaba, lo primero que se le ocurrió fue "Dios mío, lo de la cama de la galleta del destino va a cumplirse."
Pero comprendió que no era eso lo que deseaba. Ahora tenía responsabilidades. Una niña que, durante los siguientes doce años l miraría como ejemplo a seguir, como guía de su comportamiento.
Además cuando vio a Sakura supo que ella no era ese tipo de mujer. No sabía porque, pero estaba seguro que un día ella sería la mujer de alguien para toda la vida. Era preciosa, simpática, inteligente y encantadora.
Su broma sobre el corpiño hizo que su mente se disparara en direcciones que no eran las adecuada para alguien que se acaba de proclamarse célibe por la próxima década.
Menos mal que tenía un trabajo que hacer. No solo criar a Naia, sino su otro trabajo. El que pagaba las facturas y consumía todo su tiempo, y al que entregaba su corazón y alma.
Fue a la ventana y miró el jardín nevado y las montañas que había atrás. Mount Garibaldi, Diamond Head y Black Tusk, las tres prácticamente en su jardín. Con un suspiro deseo de tristeza se aparto de la ventana.
Miró la fotografía de su hermano y su cuñada. Se habían amado como nunca creyó haber visto hacerlo a alguien. Se reían y jugaban como niños.
Hacia mucho tiempo que decidió esperar a encontrar lo que ellos tenían, entonces no sabía lo difícil que era eso. Y ahora que lo sabía, no se arrepentía de su decisión... casi nunca.
A veces, tras un largo y crudo invierno en que las noches se hacían eternas notaba un pequeño nudo de soledad en el centro de su corazón.
No tenia nada que ver con la llegada de esa atractiva extraña. Nada. Oyó crujir la madera de la cama del dormitorio de ella.,
Bueno, quizás si tenia que ver un poco con ella.
Una locura, pensó con un suspiro, quitándose la ropa. Se puso un pantalón holgado gris, siempre había dormido desnudo pro dejo de hacerlo con la llegada de Naia. A veces ella gritaba por las noches con tanta urgencia y desesperación que no podía perder tiempo en buscar algo que ponerse. Se metió en la cama y cruzó los brazos tras la cabeza mirando el techo.
Pensando en ella. Sakura. En sus rozados labios, su brillante pelo, la voluptuosidad de su delgada figura. En como probo la nieve. En la tristeza de sus ojos cuando menciono a Hien.
Una locura, se recriminó.
O quizás magia, le pareció oír susurrar a las montañas.
Tal ves encontrase no fue una mera casualidad..... quizás...
Continuara....
Nota de la Autora:
Hola mis querido lectores!! Se que este capitulo ha sido medio corto y un poquitin aburrido pero necesitaba explicar los sentimientos que tienen SS luego de conocerse ya que de aquí en adelante empieza la verdadera trama de la historia. Prometo q en el prox capítulo habrá más escenas SS. Desde ya muchas gracias a cada uno de los que me escribieron un review, les estoy muy agradecida de que se hallan tomado unos minutos para darme sus opinión, Arigatôu!! Les daría las gracias individualmente pero si lo hago no podría actualizar hoy ya que ando medio escasa de tiempo, prometo en el prox responder los de este cap y el anterior.
Att. Lady Verónica Black.
PD: ¿Qué opinan de Naia?
"Que la magia los acompañe, las estrellas guíen su camino, pero más que nada griten a todo pulmón: ¡¡Viva Xiao Lang Li, Eriol Hiragizawa, Harry Potter y Sirius Black; los hombres más lindos y sexys que hay!!"
¡¡DEJEN REVIEWS, PORFISS...!!
