Declaimer: Estos maravillosos, perfectos (...y sexys en el caso de Xiao y Eriol ) y divertidos personajes pertenecen a Clamp, yo solo los pido prestado para que actúen en mis retorcidas historias.

"Rescatando tu Corazón."

(by Lady Verónica Black)

¿Por qué a Sakura Kinomoto le resultaba tan difícil apartar sus pensamientos de ese hombre? Sería por la ternura que veía en sus ojos cada vez que levantaba en brazos a su sobrina huérfana; o seria el fuego oculto que veía emanar de su mirada... no lo sabía, pero desde que Xiao Lang Li se cruzo en su vida, algo dentro de ambos volvió a sentir...

-Capítulo Cuatro-

"Ojos de Mapache."

Sakura se despertó y suspiró con suavidad. Tenía ante sí la cara de un ángel.

Mejillas redondas y suaves, rizos oscuros y ojos como el oro, grandes e inocentes, que brillaban alegres y traviesos.

Entonces recordó: era Naia. Pero la sensación cálida y maravillosa que sintió al pensar que veía un ángel, no disminuyo.

La niña llevaba un encantador camisón de franela roja, con un lazo blanco en el cuello, y era exactamente igual al ángel que Sakura y su madre solían poner en lo alto del árbol de Navidad.

-¿Puedo llamarte tiíta?

Era una pregunta demasiado complicada para comenzar el día. En realidad no sé conocían, a pesar de la ternura que sentía al verla. Y no estaba segura de querer ser "tiíta" cuando él era "tiíto".

Shaoran. Vio su rostro con tanta claridad que supo que había soñado con él.

-Creo que Sakura sería mejor.

-¿Por favor? –suplicó Naia, con cara de desilusión.

"¿Quién podía resistirse a eso?"

-Sí es tan importante para ti, supongo que no pasa nada sí me llamas tiíta –acepto Sakura, y fue recompensada con una sonrisa que iluminó toda la habitación, por no hablar de su corazón.

-¡Sí que lo es! –le dijo Naia-. ¿Sabes que tienes ojos de mapache?

-¡Naia!

Shaoran estaba en el umbral, vestido con vaqueros negros y una camisa a cuadros también negra. Parecía menos rudo que la noche anterior y Sakura comprendió, por su pelo húmedo y la suavidad satinada de sus mejillas que ya se había duchado y afeitado. Tenía una taza humeante en la mano, y el apetecible aroma a café y a hombre limpio le cosquilleó la nariz.

Al verlo algo parecido al aleteo de una mariposa en el corazón. Sakura nunca había sentido algo así. Recordó uno de los sueños de esa noche.

Estaba de pie entre la hierba alta a orillas de un río con un vestido largo y blanco. Él estaba frente a ella vestido con ropa negra, y la mirba, con ojos luminosos y risueños.

En ese momento, cuando aún osilaba entre estar despierta o dormida, sería facil creer que existía la eternidad y que lo conocia desde entonces.

Se atrevió a mirarlo. No parecía un hombre que riera mucho, ni que creyera en la eternidad. Sus ojos eran ámbar, como los de su sobrina, pero sin su chispeante alegría. Tenía la boca firme y recta, sin sonrisa. Era el rostro de un hombre acostumbrado a la autoridad, que tomaba decisiones difíciles con frecuencia y facilidad. Pero sus decisiones habían dejado huellas en sus rasgos, en su alma.

-Naia –dijo con severidad a su sobrina, trayendo a Sakura de vuelta al presente-. Te dije que dejaras dormir a la señorita.

"Ojos de mapache". Sakura comprendió de pronto que el maquillaje se le había corrido, dejando surcos negros bajo sus ojos. ¿habría alguna manera elegante de desaparecer bajo las mantas?

-Ya había terminado de dormir –proclamó Naia-. ¿Verdad tiíta?

Sakura miró deseosa la caja de pañuelos de papel que había en la mesita de noche junto a la cama. ¿Cómo pasarse uno por la cara con disimulo?

-¿Tiíta? –repitió Shaoran-. Creí que ya habíamos hablado de eso, Naia.

-Bueno, pero tiíta y yo ya hemos hablado ya de eso esta mañana, y ha dicho que le parece bien.

Shaoran miro a Sakura con dureza. Ella considero la posibilidad de echarse un brazo a la cara, con un gesto teatral, y aprovechar para ocultar sus ojos tiznados.

-Solo me parece bien, si se lo parece a tu tío –le dijo Sakura a Naia.

-Pero a mí me gusta más tiíta, y a vos no te molesta, así que se queda así.... –informo Naia a su tío con una sonrisa-. ¿Te has dado cuenta que tiene ojos de mapache?

Sakura deseó que la tierra se tragara la cama con ella dentro en ese mismo momento.

-Ehhh, no, no me había dado cuenta –dijo él diplomáticamente, mirándola pensativo. Su voz era algo casi pecaminoso, suave y con un atisbo de rudeza.

-Justo aquí –dijo Naia impaciente, y pasó los dedos debajo de los ojos de Sakura.

-¡Naia! Ya esta bien.

Sakura noto que, a pesar del tono sereno de su voz, intentaba controlar la risa. Su sobrina era capaz de hacer que saliera a la superficie su lado más amable.

De hecho, ella misma se esforzó por no reír al ver la cómica y dolida expresión de Naia cando aparto los dedos y miro a su tío.

-Solo te lo estaba enseñando.

.No es educado enseñar esas cosas.

-¡Oh! Yo quiero ser una niña educada.

-Ya lo sé, cariño. ¿Y sí nos vamos a desayunar y dejamos a Sakura...?

-¡Tiíta!

-Sakura –insistió él con firmeza-, vendrá cuando este lista.

-¡Mira! –exclamó Naia mirándose los dedos con los ojos muy abiertos-. ¡Tengo ojos de mapache en los dedos! –se volvió y miró a Sakura fijamente-. Destiñes igual que el marcador indeleble negro que ya no me dejan usar.

El silencio fue eléctrico. Sakura no se atrevía a mirar a Shaoran, Su rostro era una máscara, pero sus hombros temblaban. Sabía que quería reprender a su sobrina, pero no se atrevía a abrir la boca.

Sakura sé hecho a reír. Parecía la mejor opción en ese momento: reír o llorar. Y ganó la risa.

Entonces él se dejo llevar y se río, una carcajada profunda y sonora.

-No creo qué es tan divertido –Naia los miró con sorpresa.

Sakura aulló de la risa. Sus ojos se llenaron de lagrimas y se limpió con la manga de la camisa blanca que había utilizado como camisón. La manga se tiznó de negro. Ella rió con más fuerza, y lo mismo hizo él.

-Nunca entenderé a los adultos –Naia los miró con cierto enfado, sacudió la cabeza y salió de la habitación muy tiesa.

Las risas acabaron por fin. Él la miraba con el rostro relajado por la risa, pero solemne.

-Gracias –dijo él suavemente.

Sus ojos eran iguales que en el sueño: como si estuvieran iluminados desde dentro. Tuvo la impresión de atisbar su alma, normalmente oculta.

-¿Por parecer un mapache? –preguntó, utilizando la broma para romper la intensidad del momento. En realidad temblaba por dentro como la heroína de una novela rosa.- Cuando quieras. Es mi especialidad.

Lo había enganchado, pero ¡no lo controlaría!

-Dudo que seas especialista en tener ojos de mapache –dijo él.

-¿Lo dudas?

-Eres una mujer sofisticada, poderosa. No es fácil tomarte desprevenida. Los llevas escrito en la cara.

Su tono ya no era cálido y ella tuvo la impresión de que lo atraían más los mapaches que las mujeres sofisticadas y poderosas. ¡Gracias a Dios!

-¿Qué es exactamente lo que llevo escrito en la cara? –preguntó, aunque no estaba segura de querer conocer la respuesta. Percibió que se le daba bien evaluar a la gente y se maldijo porque le importaba lo que pensara de ella. Hubiera dado cualquier cosa por aparentar indiferencia, pero no podía-. ¿Tienes algo en contra de las mujeres fuertes e independientes? –insistió, cuando él no contestó inmediatamente.

-No. Nada en absoluto.

-Escúpelo –ordenó.

Él estrechó los ojos. No estaba acostumbrado a que le dieran ordenes.

-No sabes nada de mí –rezongó ella.

-¿Qué te parece esto? –dijo él-. Tienen un trabajo de alto rango.

-Eso te lo dije anoche.

-Ya me lo había dicho tu traje gris. Vives en un apartamento con chimenea y piscina, y no usas ninguna de las dos cosas.

-¡Uso la piscina!

Él la miró con escepticismo.

-De vez en cuando –confesó, y a la defensiva añadió-. ¡Hace barbaridades en mi pelo!

-Tienes un armario lleno de ropa de lino y seda y zapatos de tacón alto.

-¿Qué tiene eso de malo?

-Tienes laptop y celular, y llevas ambos a todas partes, y sabes todo lo necesario para sobrevivir en una gran ciudad. Probablemente puedes asustar a cualquier tipo raro con una sola mirada.

-O unas palabras bien escogidas –admitió ella con orgullo.

-Encargas comida vegetariana por teléfono o compras platos preparados bajos en calorías, que calientas en el microondas.

-¡Se cocinar! –era mentira. Pero sabía leer, y no creía que cocinar tuviera más complicación que comprar un libro de cocina y leerlo.

-Sí se va la luz, estas perdida.

-No es verdad –otra mentira. La ultima vez que se fue la luz para el desayuno preparo cereales con agua por no tener luz eléctrica, una experiencia que no deseaba repetir. Y después pasó una hora en el coche, furiosa; la puerta del garaje no funcionaba sin electricidad.

-El año pasado visitaron Garibaldi ochenta mil personas. Muchos sabían perfectamente lo que les esperaba, pero algunos consideraban este parque natural como una novedad, como si estuviera específicamente aquí para divertirlos, igual que Disneylandia. Creían que iba a ser una experiencia placida y fácil de controlar, como el termostato de la piscina o el interruptor de la chimenea eléctrica. Y no lo fue. Hay 480.000 hectáreas de tierra salvaje y magnífica fuera de esta casa. Pero es poderosa y despiadada, y hay que tratarla con un respeto total.

-Gracias, guarda forestal.

-Me has preguntado que es lo que pensaba y te he contestado. Te consideras fuerte e independiente, y eso es bueno en tu mundo. Pero ahora estas en el mío.

estaba en su mundo, y tenía que escucharlo y seguir sus normas, lo sabía. Pero no pensaba dejarle creer que se rendía tan fácilmente.

-Esta mal generalizar así. Por ejemplo, yo no espero que uses ropa de gamuza marrón ni un gorro de cola de mapache... -se arrepintió de haberle recordado los mapaches porque él miró los círculos negros que rodeaban sus ojos-, ni un oso en el jardín de atrás como mascota, aunque sea evidente que eres algún tipo de montañero.

-¿Y que crees tú que es un montañero?

"Alguien fiero. Independiente. Salvaje. Increíblemente sexy."

-Alguien que vive en las montañas. Lo único que intento explicarte –dijo-, es que no soy completamente idiota sólo por venir de otro entorno.

-Pues yo allí sería un idiota. Seguramente me atacarían al momento.

Ella lo miró. En verdad no sabía nada del mundo de ella.

-Nadie te atacaría.

-¿Porqué no?

-Por tu aspecto.

-¿De?

"Fuerza. Rudeza. Confianza. Poder."

-Los atacantes van por los de apariencia debil. Lo que estoy segura es usaría el sentido común en mi entorno, igual que hare yo en el tuyo.

-Y lo de anoche, ¿es una muestra del sentido común que puedo esperar de ti?

-¿Anoche?

-Estabas dispuesta a salir en mitad de la noche vestida con una blusa de seda, una minifalda y tacos.

-Oh. Eso.

-Eso es cuanto hace falta para que yo acabe rescatándote de un acantilado, tiritando, y medio muerta a las cuatro de la mañana con diez grados bajo cero.

La idea de ser rescatada por él era insoportablemente atractiva. ¡Y Madame Beltsy siempre la había considerado una chica sensata!

-¿Estas seguro de que quieres que cuide de tu sobrina? –preguntó, con ese tono helado que reservaba para los tipos raros.

-Sé que Naia estará a salvo contigo. Pero has preguntado, y te habría tenido que avisar de todas formas. Las montañas son peligrosas para los novatos, para cualquiera que no las conozca. El clima cambia con la rapidez del rayo. Es muy fácil perder el rumbo en la montaña y no distinguir el este del oeste.

Ella decidió no confesarle que no distinguía el este del oeste ni en sus mejores momentos.

-Me gustaría que tu y Naia se quedaran en el jardín o en el camino. Si van al pueblo vallan por la carretera. No decidas ir a pasear por el bosque nunca.

Ella pensó que era algo tirano. Muy controlador. Justo el tipo de hombre que no le gustaba nada. Gracias a Dios.

-¿Porqué me has dado las gracias antes de que cambiáramos de tema? –le preguntó. Él movió la cabeza de lado a lado y un asomo de ese brillo sexy volvió a sus ojos.

-Hacia mucho, mucho tiempo, que no me reía así. Supongo que no contaba con volver a hacerlo –su voz de líder, tan fuerte y segura, parecía teñida de vulnerabilidad.

-Conozco esa sensación –le dijo-. Mis padres murieron cuando tenía diecisiete años. Me sentí como si mi alegría se convirtiera en polvo, que se llevó el viento.

-¿Y cuando volvió?

Ella pensó que había sido un instante antes, cuando él se rió, antes de que sus ojos y su actitud se volviera fría y poco acogedora, igual que el circulo del ártico. Del que no debian estar muy lejos geográficamente hablando.

-No estoy segura –dijo en voz alta-. Nunca he dejado de echarlos de menos, pero con el paso del tiempo he llegado a sentir que siempre están conmigo. Cuando ocurren cosas buenas, es como si estuvieran a mi lado.

Nunca le había dicho eso a nadie, y sintió que la invadía el rubor. Él pensaría que era una loca citadina, dedicada a las bolas de cristal, las galletas de avena y los mantras místicos.

-Eso seguramente parece increíblemente tonto –le dijo con sequedad.

-Me parece... esperanzador –había dudado antes de contestar y su voz volvió a ser suave-. ¿Igual tenías más familia, no?

-No. Mi padres eran hijos únicos y mis abuelos fallecieron hace mucho, ni los llegue a conocer.

-¿Hermanos o hermanas?

Ella negó con la cabeza rememorando, por primera vez en mucho tiempo, cuan solo había estado y cuanto lo seguía estando a pesar de todo.

-¿Te quedaste sola?¿Con diecisiete años? Eso debió ser muy duro.

Eso se quedaba corto. Estaba a punto de empezar a estudiar arte, y de pronto le rompieron el corazón. No tenía nada de dinero, y en cualquier caso, no hubiera podido dibujar ni pintar.

-Hay montañas de todo tipo –repuso-. Empecé a trabajar como dependienta en una boutique. Ahora soy compradora para esa cadena de tiendas.

-Tienes tantas agallas como aparentas, ¿verdad?

-Y más, me temo –no estab segura de que alguna vez le hubieran dicho que era una mujer de agallas. Pero nunca había estado en una situación tan intima con un hombre, con los ojos tiznados de negro.

Tenía agallas, como un boxeador. O como un fox terrier de ojos negros.

-Preparé el desayuno –dijo Naia, que volvió vestida con una falda vaquera y una camisa del color del sol. ¿Cereales o Crispies? ¿Sabes como hacer trenzas de raíz?

-¿Para el desayuno? –preguntó Sakura, confusa.

Shaoran se echó a reír otra vez.

-Vale ya, chicas, tengan piedad. Me van a dar calambres en el estómago.

"Chicas". Sakura nunca había deseado tanto que la vieran como una mujer al cien por cien.

-Las trenzas de raíz son para el pelo, tiíta –explico la niña.

-Ok. Eso creía. Sí sé hacerlas. A veces me hago una. Y crispies para desayunar, con bastante azúcar.

-Estaba segura que eras las personas que prefieren los crispies –Naia sonrió de oreja a oreja.

-Yo también –corroboró Shaoran solemne-. Es por el pelo. La delata por completo.

Con agallas. Amantes de los cereales de chocolate.

Era un hombre soltero, absolutamente impresionantemente guapo y debería estar feliz de que no la vea de forma romántica. Al fin y al cabo, ella tenía grandes planes para el futuro. No lo incluían a él y su adorable sobrina, ni ese pueblo dormido y nevado.

Madame Beltsy la había acogido y tenía grandes planes para ella. Pero su mentora no tenía la más mínima paciencia con las mujeres que lo abandonaban todo por un hombre.

Aunque fuera un hombre como ese. Lo vio levantar a Naia con facilidad y lanzarla por encima de su cabeza. La niña gritó entusiasmada cuando la atrapó y se la echó por encima del hombro. Cerró la puerta al salir y ella, por primera vez, noto que la luz que entraba por la ventana era gris y apagada, no había sol.

Sakura salió de la cama y se miró en el espejo que había en el tocador. Era mucho peor de lo que se había imaginado. Las manchas que tenía bajo los ojos eran enormes, tenía el pelo alborotado y sus rizos se disparaban en todas las direcciones.

Sin saber porqué, casi sintió que Madame Beltsy la miraba con el ceño fruncido. "Ajjj", diría, "sí te ofrecieras para el papel de bruja mala en una obra de teatro no tendrías ni abrir la boca."

Madame Beltsy consideraba que el aspecto de una mujer era una ventaja y una herramienta. No toleraba la ropa casual y todo lo que no fuera maquillaje y un peinado perfecto provocaba su desaprobación, no siempre silenciosa.

Pero Sakura se había despertado muy distante a estar perfecta, y había visto a esa niña mirándola con enormes ojos dorados llenos de ternura.

No hubo malicia cuando se rieron de ella, solo deleite al disfrutar de los pequeños guiños que la había hacia a las personas.

Tendría que llamar a su jefa y explicarle lo que ocurría. Eso le hizo sentir cierto pánico.

La apartó de su mente y eligió la ropa para el día: unos jeans que exigían un cinturón y una camiseta de fútbol. La desaprobación de Madame Beltsy sería total. Sakura ni siquiera recordaba cuándo se había puesto unos jeans por ultima vez, y no tenía camisetas de ningún tipo en su casa.

Salió del dormitorio con la ropa bajo el brazo y fue al baño a ducharse.

Podía oír a Naia hablando sin parar y los pacientes "mmm" con que asentía su tío.

Y de pronto volvió a ocurrir. A pesar de que él no la creyera a la altura de la gente que vivía en sus montañas, sintió que un cálido resplandor le iluminaba el corazón, como si se hubiera tragado una sonrisa.

-¿Esta cantando? .preguntó Naia, interrumpiendo su historia sobre Pongo y Perdita, personajes que él estaba seguro que debía conocer, pero que no se atrevía a admitir que no conocía.

-Eso creo –dijo él, parándose a escuchar mientras sacaba la leche de la heladera.

-Ohhh –exclamó Naia con entusiasmo-. Es horrible.

-Querías ser una niña bien educada, ¿recuerdas?

-No siempre lo entiendo, ¿Debería decirle a tiíta que canta bien aunque no es así solo por que no se dice que una persona canta horrible? ¿Significa eso que a veces se puede mentir?

-No es tu tía, Naia.

-Ya te dije que eso es algo entre nosotras, es cosa de mujeres tío Shaoran, no lo podrías entender.

Él oyó el tono terco de su voz. De acuerdo. Naia había decidido cómo iba a llamar a su inesperada huésped y, a veces, por diminuta que fuera, cuando se le metía algo en la cabeza era imposible que cambiará de opinión.

Estaba practicando para hacerse mujer, se dijo mentalmente.

-Entonces, ¿le digo que canta muy bien?

-Lo más educado sería no mencionarlo.

-Ah. Ya entiendo. ¿De que hablaba antes de eso?

-De un tipo llamado Pongo.

-Es un perro, tonto. ¿Estaba escuchando?

-Claro que sí, cariño.

-A lo mejor solo estabas siendo educado –dijo ella mirándolo con los ojitos entrecerrados y con suma perspicacia.

Desde el baño, por encima del ruido del agua, se oyó el canto desafinado de Sakura. Shaoran se echó a reír. Otra vez.

Tenía un curso de rescate de cuatro jornadas al día siguiente, no estaba preparado, ¿y se reía? Tenía una invitada que no estaría segura a solas en una montaña ni cinco minutos y que lo estaba embrujando.

Lo cierto es que estaba en un aprieto terrible. Tan terrible como su forma de cantar.

-Me gusta que te rías. –le dijo Naia.

-A mí también me gusta –dijo él con sorpresa, y de repente supo que todo iba a ir bien. Aunque talvez no se refería a su curso de rescate.

Sakura apareció vestida con unos vaqueros remangados y sujetos con un cinturón, y una camiseta que le quedaba enorme a pesar de ser bastante alta. Se había recogido el pelo con algo parecido a una trenza de raíz suelta y tenía la cara limpia de maquillaje.

No tenía el aspecto que un hombre suele considerar sexy, y sin embargo lo estaba. Por increíble que fuera. Incluso más sexy que con la falda estrecha y corta que llevaba la noche anterior, aunque algo menos que hacia un rato, medio dormida aun, con el pelo desparramado por la almohada, y la camisa abierta que dejaba a la vista su cremoso cuello. Y esos graciosos manchones negros bajo los ojos, que los hacían parecer más verdes que los lagos color esmeralda de las montañas.

-Sí que sabe hacerlas –dijo Naia feliz.

-¿Qué? –preguntó él, sobresaltado al darse cuenta del rumbo que tomaban sus pensamientos.

-Trenzas de raíz.

-Ah, sí. Es verdad.

Ahora era la mujer perfecta bajo los ojos de su sobrina. Noto que un mechón de pelo café ya se había escapado de la trenza, y se dio cuenta que estaba deseando que el resto hiciera lo mismo.

-¿Has oído algo sobre el joyero desaparecido? –preguntó Sakura, sentándose a la mesa. Naia llenó un cuenco con crispies, y la ojiverde tuvo el detalle de no hacer comentario sobre los que derramo sobre la mesa.

-Hable con Toni esta mañana. Nada aún. Me dijo que no usaras el teléfono.

-¡Tengo que llamar al trabajo!

-Él se ocupara de todo.

-No lo entiendes. Tengo que hablar con...

-No.

-Cuando tiíto dice no así –susurro la niña, inclinándose hacia ella-. Lo mejor es rendirse.

Él vio por el destello de sus ojos que ella nunca se rendía. Nunca. La diplomacia no era uno de sus fuertes.

-Intenta decírselo con educación –aconsejo Naia.

-Estimada señorita Kinomoto, no creo que sea recomendable que llame a su oficina hoy. Por su propia seguridad. Por favor.

-Ohhh –exclamó la pequeña-. Difícil de entender pero muy educado, ¿verdad tiíta Sakura?

Él noto que Naia estaba consiguiendo hacerla sonreír. Y que cuando sonreía se veía unos dientes blancos y rectos, y sus ojos se iluminaban y parecían tan verdes como el trébol.

-Creo que lo de tu propia seguridad era una forma educada de decir que te castigara si no le haces caso –explico su adorable sobrina.

-¡Espero que no! –exclamo Sakura echándose a reír. Su risa hizo que el corazón de él se desbocara en una rápida carrera.

-A mí nunca me castiga –informo Naia a Sakura-, a veces tiíto dice que lo hará pero nunca lo hace.

Así que esa granujilla ya se había dado cuenta.

-Tendré que cambiar de amenaza –decidió en voz alta.

-¿Qué es una amenaza? –pregunto ella.

-Es como: "Nada de helado en una semana su no recoges tus juguetes antes de acostarte."

-¿De verdad? –preguntó Naia horrorizada.

-Eso era un ejemplo.

-¿Qué es un ejemplo?

-¿Y sí te lo explico después? –se escabulló él, comprendiendo que podían estar así todo el día.

-Lo hace para ver si se me olvida –le comento Naia a Sakura. Se volvió de nuevo hacia su tío-. ¿Puedes explicarme si decir que si no recojo todos mis juguetes no tomaré helado esta semana es mentira o es educado? ¿Tenemos helado?

-Olvida lo de los juguetes –suspiro él, aturdido por la confusión que podían causar unas pocas palabras.

-¡¡Genial!!

-Y sobre el helado, me parece que no tenemos.

Naia lo miró solemnemente, suspiro, y se volvió hacia Sakura.

-Creo que nunca entenderé a los hombres.

-No importa, pequeña –dijo él, dejo la jarra de la leche sobre la mesa y le dio un beso en la frente-. Solo estas practicando para ser mujer. Tengo que irme a trabajar.

Se encamino hacia la puerta con cierto pesar. Estaba deseando quedarse con ellas. Un pensamiento muy peligroso.

Ya en la puerta, volvió la cabeza.

-sakura, la cámara de mi hermano esta encima de la nevera. Creo que es bastante buena, úsala si quieres.

No sabía porque había dicho eso. No había pensado en la cámara desde que la dejo allí hacia seis meses. Pero se alegro de decirlo. El rostro de ella se ilumino como si le hubieran regalado un anillo de diamantes.

No, reconsideró. No le gustaban los anillos. No le gustaba el que le enseño la noche anterior, y no le gustaría uno que tuviera un diamante. Sobre todo si eso significaba "Sí, quiero"; su trabajo significaba mucho para él.

Continuara...

Nota de la Autora:

Seré rápida porque no me queda mucho tiempo, hice todo lo posible para poder actualizar para este fin de semana y lo logre, ¡Gracias Dios Mío por crear la cafeína! ¡Bendita sea esa sustancia!.... Si ven algún error, locura o incordancia en el capítulo les ruego que me lo comuniquen, en este momento me encuentro en un estado de psicosis aguda bastante grave y seria lo normal que halla varios, espero comprendan, ando medio enferma, con parciales, cuidando todo el día a mi hermanito y ando con el SPM, así que piedad

En el próximo capi les respondo los review que aun no he respondidp, pero desde ya gracias por ellos, sin ustedes no podría seguir escribiendo, GRACIASSSS!!

Ya saben lo habitué en un review o a: veronicadelacroix (arroba)

Att. Lady Verónica Black

"Que la magia los acompañe, las estrellas guíen su camino, pero más que nada griten a todo pulmón: ¡¡Viva Xiao Lang Li, Eriol Hiragizawa, Harry Potter y Sirius Black; los hombres más lindos y sexys que hay!!"

¡¡DEJEN REVIEWS, PORFISS...!!