Espero que me tengan paciencia... esta historia empieza lento y no sé qué tan mal escrita... pero la hice con amor y lallevé dentro de mi mente por mucho tiempo.

Alondra nunca olvidaría ese día, a pesar de que cuando sucedió, no le concedió mayor importancia. Ella estaba removiendo unas hojitas secas a la puerta de su casa, tratando de ayudar a su hermano mayor, que sí se estaba tomando el trabajo en serio, cuando vio a un niño más o menos de su edad, acalorado, llevado casi a la rastra por una hobbit tan desconocida como el mismo niño. La mujer también parecía sufrir el calor, pues sacó un gran pañuelo color arena y se enjugó el rostro regordete. Mientras ella parecía estar preguntando por la dirección de alguien, el niño miraba el lugar como sin verlo. La pequeña Alondra Rioblanco sintió pena por él, sin saber bien por qué. Le pareció muy triste a pesar de que él no parecía demostrar ningún sentimiento, más bien parecía un poco asombrado, o tal vez aturdido. La mujer y el niño siguieron su camino rumbo a Bolsón Cerrado y Alondra volvió su atención al saco que su hermano le tendía donde puso las pocas hojas que había recogido.

Ya unos días antes había tenido otro sueño. Los vivía desde muy pequeña, pero pronto aprendió a no preguntar a los mayores sobre ellos. Cuando ella había dicho que había visto un lugar maravilloso, donde una dama altísima y de cabellos rubios le hablaba, le habían reprendido -con ternura al principio y con impaciencia después- explicándole la diferencia entre los sueños y la realidad, y recalcando la conveniencia de asirse a la segunda con todas sus fuerzas."Alondra, vuela alto"-se había reído su hermano. Una buena hobbit no sería tal si no desconfiase de fantasías diurnas o nocturnas, sueños de locas aventuras y deseos de conocer lugares extraños fuera de la vieja y querida Comarca. Y Alondra aprendió. Aprendió a mostrarse sensata y práctica, a ayudar en la casa, a cocinar los manjares más apreciados, y a callar sobre sus sueños. Porque ellos retornaban siempre, a veces era la Dama de Blanco, a veces un anciano de barbas grises y bastón, a veces otro señor alto con raros ropajes y descalzo, (como los hobbits, pero sus pies eran lisos y blancos) y le enseñaban tantas cosas, que ella a veces preguntaba, angustiada, al borde del despertar¿para qué todo esto, que llena mi corazón de ansias por lo nunca veré, por las aventuras que no correré, por esas canciones que no puedo entonar en donde vivo? Y la sonrisa de la Dama se desvanecía al alba, con esos ojos tristes y ese cabello tan raro, sin rizos, y el destello de una pequeña piedra en el anillo de su mano de dedos finos.

El niño se quedó a vivir en la Comarca, en lo de Bilbo Bolsón, y así supo ella que el pobrecito había perdido a sus padres y que viviría con su tío. Ella sentía una gran admiración por el señor Bilbo pero había aprendido también a ocultarla porque vio que él no gozaba de la buena opinión de sus vecinos. Demasiados viajes, demasiadas aventuras en su juventud, y la madurez que no parecía llegarle. Su generosidad y sus riquezas equilibraban hasta cierto punto las cosas. A veces pensaba que si no fuera una niña tendría más libertad de acercarse con los muchachitos a corretear cerca de la residencia de los Bolsón y cambiar unas palabras con el señor Bilbo y pedirle que le contara sus viajes, y tal vez, si se atreviera, podría hasta preguntarle si había visto alguna vez… pero no lo hizo.

Frodo crecía y ya tenía amistad con varios chicos de la Comarca, pero siempre parecía conservarse a distancia, aun en medio de risas y bromas; nadie más parecía ver un brillo raro en sus ojos mientras reía con los demás, y Alondra no pudo menos que compararse con él.

Cuando ambos eran aun muy niños, un carro enorme llegó a la Comarca y cuando Alondra vio a su ocupante sintió que el corazón se le detenía y luego se le desbocaba hasta ahogarla¡era el anciano de bastón y barba gris que ella conocía bien! Se dirigió directamente a lo de Bilbo bajo las miradas desconfiadas de cientos de hobbits… y la niña se quedó junto al camino sin saber qué hacer, ni qué pensar.