Capitulo 4

La fiesta de cumpleaños de Bilbo era el comentario de toda la Comarca, y aun de las aldeas vecinas. El mago Gandalf se encontraba hacía varios días en Bolsón Cerrado y todos los niños del lugar andaban curioseando los preparativos, numerosos y atrayentes. Hasta se había levantado una gran carpa al aire libre, y habían venido muchas personas de otras tierras, incluso enanos, a ayudar a prepararlo todo.

Habían pasado varios meses desde aquel encuentro entre Alondra y Bilbo, y ella se sentía muy cambiada desde aquella vez. Los cambios eran difíciles de notar; si bien algunos podían apreciarse a simple vista, otros eran más sutiles. Una nueva fuerza la sostenía; y en su bella carita se leía la determinación luchando con su innata timidez. Ahora intentaba cuando podía hablar con Bilbo, y sus charlas no fueron nunca muy largas, pero finalmente se atrevió a preguntarle un día acerca de las personas altas, los densos bosques, las casas arbóreas que se iluminaban de noche, y aunque Bilbo no había visto todo , sí pudo por fin Alondra saber que existían, que había una raza llamada élfica y que existían los Hombres, y los Enanos, y que lo que había visto en sueños era tan real como la misma Comarca, tal y como ella lo había presentido. Bilbo empezaba a quererla como a una hija, y esa mañana, en el jardín de los Bolsón, el viejo hobbit parecía diferente. Esta vez no había recurrido al "artificio" para no ser visto. Estaba sentado en una banqueta de madera, jugueteando con una cadena que le pendía del bolsillo de la chaqueta. La miró con ternura, mientras ella, sentada en la grama a sus pies, doblaba servilletas de tela anaranjada, excusa que había usado para acercarse a Bolsón Cerrado en ese día ajetreado, con tantos que iban y venían con motivo o de la fiesta.

--¿Le pasa algo, señor Bilbo?-preguntó, al ver su mirada triste.

--No, claro que no. Es que ciento once años no se cumplen todos los días. Y mi muchacho ya va a tener que arreglarse solo; bueno, está Sam, que daría cualquier cosa por él, y lo va a ayudar en todo… yo creo que será lo mejor, sí… - Bilbo parecía haberse olvidado de ella. -¡Ah!-dijo reaccionando ante la mirada extrañada de Alondra- digo, bueno, espero que nuestras pequeñas charlas te hayan resultado interesantes y hayas calmado un poco esa curiosidad que tienes por las aventuras de este viejo.

--¿Es que ya no va a hablar conmigo?

--Sí, claro que sí, bueno, ya vete a adornarte para la fiesta, a ver si algún guapo muchacho te invita a bailar- rió con ese tono áspero tan particular.

Frodo, siempre lejano y absorto en sus cosas, pasaba junto a ellos en ese momento, pero no reparó en ella… Nunca solía hablarle mucho, especialmente ese día, el de su propio cumpleaños y de su tío. Y además, día de su mayoría de edad. Sin embargo, ella sentía su cercanía siempre. Era algo tan raro, que no trató de entenderlo.

Rosita Coto estaba radiante. Esa noche había trenzado flores en su cabello y se había puesto el vestido que su madre le había hecho especialmente. Todas las muchachas estaban felices de tener ocasión de lucirse, bailar, y divertirse en esa fiesta que prometía ser la mejor en mucho tiempo. Los faroles y las velas empezaron a encenderse. La música sonaba y todo parecía maravilloso. Alondra, sin embargo, sentía una inquietud que no podía precisar. Miraba todo como desde afuera. Su hermano, que antes vivía para burlarse de ella, la miraba preocupado. El también parecía diferente. Ya no la molestaba todo el tiempo. Rosita llegó agitada y feliz, para contarle que Sam había bailado con ella. "Cierto que Peregrin Tuk y Meriadoc Brandigamo estaban tras él y creo que le dieron un pequeño empujón, pero se mostró complacido de bailar conmigo, y no me importa que me haya pisado" "Después bailé con Oto, y con Ro...¿Me estás escuchando?" –Alondra le sonrió. "Sí, querida, te oigo. Es que hay mucha gente, y mucho ruido. ¿Te importa si vamos a tomar algo?" "Sí, buena idea"-se entusiasmó Rosa- "y a comer algo también".

El mago Gandalf había hecho estallar sus mejores fuegos artificiales y había mirado complacido las caras asombradas de la gente, pero ahora, que Bilbo anunció que iba a hablar frente a todos, permaneció en un costado, el sombrero de pico caído sobre el rostro, ocultando su expresión. Alondra sintió una opresión creciente. Miró a uno y otro lado, y de pronto, su mirada se encontró con la de Frodo, igualmente alerta. El, casi sin darse cuenta, desvió la vista hacia su tío. Bilbo, jugueteando con la cadena del chaleco, dijo unas pocas palabras acerca de su cumpleaños, recordó a todos que Frodo por ser ahora mayor de edad entraba en posesión de la herencia, se despidió brevemente y… desapareció.

Alondra no supo muy bien qué pasó después. Entre la enorme confusión que siguió a eso, no se dio cuenta de que alguien la tomaba delicadamente de un brazo y la llevaba a casa. Su hermano Feren la guiaba despacio. Sin poder reaccionar, sin siquiera agradecerle, Alondra entró lentamente a su cuarto.

Horas, o minutos después, imposibles de distinguir en su mente, el señor Gandalf estaba sentado junto a ella sobre un tronco, bajo las estrellas.

--¿Qué pasa?-dijo ella-¿estoy soñando, otra vez? ¿O salí de mi casa? ¿Cuándo?

--Cálmate. Ni saliste de tu casa ni estás soñando. Pero Bilbo se ha marchado y ahora Frodo está solo. Empieza una etapa difícil, creo. Hay muchos signos en el aire y todo esto no me parece de buen augurio.

--¿Se ha marchado? Entonces… ¿no volverá?

--Sí, se fue. Y no creo que vuelva por aquí.

--¿Pero por qué se fue?

--Porque necesitaba un lugar sereno donde por fin envejecer en paz, rodeado por gente que lo cuidará y respetará. Aquí ya no estaba en su lugar. Además, ya era hora de desprenderse de ciertas cosas, lo cual le costó más de lo que yo hubiera creído, y eso me preocupa más aun.

--¿Y yo qué tengo que ver en esto? No entiendo nada, sólo me siento muy sola y angustiada…

--Sola te habrás de sentir, me temo. Más aún que ahora. Creo que Frodo también ha de marcharse. Y sé lo que ello te hace sentir.

--¿por qué me dice eso, señor Gandalf?- dijo con tristeza Alondra- Frodo no me conoce siquiera. Casi no hemos hablado nunca.

--Pero tu alma y la suya están unidas y tú lo sabes. Y si es verdad lo que creo, y él se va, tú tienes que ayudarlo.

--¿ayudarlo? ¿Se refiere a ir con él?

--No; te pediré algo más difícil aun. Te pediré que desde aquí lo ayudes y confortes, que lo sostengas si hace falta, que...

--¿Cómo haré eso? ¿De qué habla?

--No te diré más por ahora, tengo que averiguar algunas cosas antes y me ausentaré por un tiempo. Tampoco voy a preguntarte si estás dispuesta a hacerlo, porque sé que eres, como Frodo, una joya entre los hobbits, y que harás lo que sea si sabes que es para bien.

Ahora descansa, yo volveré. No temas. Confía en mí.

--Claro que confío en usted. Yo no pienso de usted como las personas de aquí. Yo estimo mucho su sabiduría.

--Yo sé que ya has soñado, o creído soñar conmigo muchas veces. Ahora vuelve.

Y Alondra despertó, muy entrada la mañana.