Ynärâh Capitulo 1: No es oro todo lo que reluce

El cielo oscureció, un canto místico perforó la noche. El ulular de un búho resonó y se perdió en la intemperie de la fría noche.

Un enorme bosque se abría ante la soledad un valle. En el centro de este una casita a oscuras, solitaria y abandonada. Estaba medio caída. Destrozada...

Aunque no estaba tan sola como a alguien le hubiese gustado. Un joven campesino perdido la había encontrado. Por dentro podía a llegar ser "curiosa". Para ser una casa tan humilde y destruida, como lo era, tenía una instalación de seguridad un tanto compleja.

Eric, como se llamaba el campesino, burló con facilidad el sistema. En el centro de la casa había una mesa de roble, y encima de ella dos piedras preciosas una de color verde oscuro y la otra rosa rojizo, ambas muy brillantes. Estaban perfectamente pulidas. Protegiéndolas de cualquiera amenaza había un cristal, que las rodeaba, Eric se perforó el cerebro. Agarro una piedra que había en el suelo y la lanzó, con todas sus fuerzas, contra el cristal. En este se abrió un hueco, lo suficientemente grande para que Eric sacara ambas piedras preciosas, por separado.

Con estas preciosidades me darán algún dinero en Carvahall. Talvez Brom, el cuenta cuentos, las quiera... ¡siempre tan metido en sus cuentos de hadas! Espera un momento ¿no es muy raro que haya tal sistema de seguridad si no hay nadie vigilando? Es más, si se hubieran ido... ¡se las abrían llevado! Debo irme de aquí ahora mismo, es peligroso.

Eric hizó con su chaqueta una bolsa y allí colocó ambas piedras. Salió de la casa como pudo y corrió como alma que lleva el diablo... un grito se ahogó en la noche, Eric apretó el paso...

Sabía que no era buena idea penetrar en el Bosque Guardián.

En un claro se encontraba el caballo que había comprado por un puñado de monedas, el dueño decía que se llamaba Cadoc. Se montó e hizó que su caballo galopara lo más rápido posible.

En dos noches llegó a Ceunon, pero como Cadoc no podía más tuvo que cambiar al caballo por un puñado de monedas (la mitad de por lo que él había adquirido al animal) y con ello pagar un viaje hecho en carro con un mercader. También iba en el carro un guerrero llamado Peigek.

- ¿Por qué vas a Carvahall, chico?

- Quiero vender unas gemas- explicó el muchacho-, quiero ganar un dinero para coger el primer barco que salga de esta tiranía.

- Que Galbatorix no te oiga decir eso, hijo. Hace dos meses le pedí a Merlock, el mercader, dos piedras preciosas para la graduación de mis mejores aprendices. ¿cuánto pides?

- No se¿cuánto daría?

- Te llevaré a mi amigo Merlock, el la examinará y ya te daré preció.

- De acuerdo.

El camino hacía Carvahall hubiese sido muy aburrido si no estuviese Peigek. Este era un hombre muy viejo, su edad se perdía en la noche de los tiempos- esto fue lo que le dijo él a Eric cuando este preguntó-. Peigek tenía el cabello albino, una corta barba negra, peinada y cortada cuidadosamente. Sus ojos eran de un azul tan intenso que dolían mirarlos. Aunque, eso si, llenos de maldad, con una chispa de bondad prácticamente indescriptible. Era muy bajo, pero no tanto como un enano, era muy ancho de espaldas. Tenía mucha musculatura.

A su lado Eric parecía un elfo, alto, delgado, hermoso... joven. Pero, al fin y al cabo, débil de pensamiento y fuerza.

Al llegar a Carvahall se encontraron con que cada hombre, mujer y niño llevaba un arma... como si temieran a algo.

- ¿Qué ha pasado aquí?- preguntó desorientado Eric-.

- Hace, no se ¿3 año? Nunca se me han dado bien las cuentas, muchacho, llegaron unos seres y... mataron a un hombre, Garrow, creo que se llamaba, destruyeron su casa, desapareció su sobrino y Brom, el cuenta cuentos. Desde entonces los hurgaros saquean la ciudad cuando se les antoja.

- Yo conocía a Brom, era un buen hombre.

- Lo se. Venga vamos.

Peigek y Eric caminaron por las calles hasta llegar a un puesto donde las mujeres se peleaban por conseguir los mejores broches.

- señoras dejen respirar un poco a Merlock.

- Oh, Peigek, ni seas aguafiestas.

- Pero lo soy preciosidades, ala, fuera.

- Vamonos chicas, este bruto quiere hablar a solas- a regañadientes se fueron las mujeres-.

- Merlock¿podríamos hablar en tú tienda?

- Por supuesto.

- Media hora más tarde.

- decidme- dijo Merlock un poco asustado, porque pocas veces Peigek era tan guardado-.

- ¿cuánto costarían estas dos piedras?- preguntó Eric sacándolas-.

- ¡OTRA VEZ! No lo se, pero un chico me trajo hace algún tiempo una como estas, pero de color azul. Desde entonces les estoy calculando el precio, pero, no se...

- ¿Cómo puede estar tan seguro de que son las mismas?

- No se, tengo un presentimiento, jovencito. Yo pagaría por cada una 100 coronas entre las dos... como mínimo, por supuesto. Como máximo, 200.

- Te pagare 150 por las dos- le dijo decidido Peigek al muchacho en cuanto salieron de la tienda-.

- Gracias.

Peigek llevó ambas piedras a ...

Holas

Aún no me acabado de leer Eragon (voy por la pagina 577), pero ya me ha fascinado, por ello he escrito este fic. Intento pedir disculpas por si hay algún dato erróneo. Besos

Anyh