2.

Introduciendo a los aprendices

El camino al Santuario de Atena pasó sin contratiempos y aterrizaron en Grecia varias horas más tarde. Las dos emisarias bajaron antes que los niños y miraron a su alrededor. El lugar estaba muy concurrido. La multitud caminaba de un lado a otro, cargando sus maletas o las maletas de sus cónyuges, platicando amenamente en los pequeños bancos de las salas de epsera de los vuelos. Otros abrazaban con fuerza a los que llegaban mientras sonreían y gritaban de felicidad después de años de no verlos, y unos más lloraban mientras se separaban de ese abrazo, puesto que esa persona querida se marchaba...

Jürgan miró a su alrededor también con una inmensa sonrisa. Nunca había estado en Grecia antes, y ahora que lo estaba quería verlo todo. Shaka agarraba del brazo a su hermano mientras miraba hacia el cielo y luego bajaba la mirada mostrando un poco de nostalgia.

"Yo también la extraño, hermanito." Le dijo Jürgan cuando se dió cuenta que una lagrimita recorría su pálida mejilla "Pero esto es lo mejor para nosotros. Podremos entrenar y ser los mejores! Así podremos proteger a mamá de ese maldito perro de Dolbar y sus Dioses Guerreros..."

Shaka asintió. Jürgan se veía más animado que nunca. Al parecer el que le dijeran que era muy fuerte y que había sido elegido por una personalidad importante como el Patriarca le levantaba mucho la moral. A Jürgan siempre le gustaba pavonearse de su fuerza y velocidad (y eso que era un niño de 6 años). Shaka varias veces tuvo que bajarle los humos a su hermano con algún comentario sarcástico. Jürgan le contestaba siempre con cozcorrones que le dolían, pero sabía que no lo hacía por lastimarlo. Su hermano era la persona que más lo quería.

Salieron del aeropuerto. Ya había una camioneta esperándolos. Ingresaron priermo una de las amazonas, luego los nios y luego la otra. Las heraldos no habían dicho una sola palabra en todo el viaje y las dos miraban al frente, como si observaran a la nada. Los dos niños se sentían bastante incómodos al lado de ellas. Parecían maniquíes... estatuas arropadas con capas de viaje y capuchas de color azul. Esas máscaras sin expresión que miraban sólo hacia el frente les ocasionaban un poco de temor. No sabían ni siquiera los nombres de estas dos mujeres...

Llegaron a un lugar completamente desolado y alejado de la ciudad de Atenas. Las dos mujeres se bajaron de la camioneta, y sin decir palabra alguna se separaron y partieron por diferentes caminos, dejando a los niños parados en el terreno pedregoso. La camioneta hizo lo mismo. Se hechó en reversa y dió la vuelta, para después regresar por donde había llegado dejando una nube de humo que hizo toser a los dos niños.

"¿Pero qué demonios les pasa?" gruñó el peliverde "¿¿¿Dónde está el Santuario que tanto nos dijeron?"

"Yo no veo nada, hermanito..." dijo shaka mientras se abrazaba del brazo del su hermano "Pero no dejo de sentir esta extraña energía que emana de todos lados..."

Jürgan también lo sentía. Unas extrañas vibraciones brotaban de todos lados. De la tierra, del aire, de los gijarros pequeños y de las grandes piedras... Y de las ruinas que había desparramadas por todo el lugar...

Una figura solitaria surgió de detrás de un risco y bajó por unas escaleras que antes no estaban ahí. Llevaba una túnica de color blanco y varios rosarios colgando del cuello. Traía una especie de yelmo de color dorado con grabados en relieve y una máscara de color negro cubría su rostro. La figura se veía imponente, majestuosa y sabia, al igual que fuerte.

"Bienvenidos Jürgan y Shaka" dijo la persona. Su voz sonaba apacible y hermosa. Parecía como si cantara."Mi nombre es Shion. Soy el encargado de este Santuario por órdenes de nuetra Diosa Atena . Fuí yo quien los mandó llamar tan abruptamente. Pido una disculpa par mi rudeza."

El Patriarca hizo una leve reverencia. Los niños se sintieron incómodos... ¿No se suponía que debían ser ellos los que reverenciaran al Patriarca y no al revés?

"Señor Patriarca" comenzó Shaka " Para qué nos necesita? Somos apenas unos niños pequeños. No podemos ser caballeros..."

Shion rió con ternura ante los dos pequeños que intentaban comportarse con una fuerza que no tenían.

"Ustedes dos son niños muy fuertes... Mucho más de lo que creen. Dentro de ustedes yace un cosmo muy poderoso. Un cosmo que puede ayudarnos a todos a mantener la paz en el mundo en el nombre de nuestra diosa, Atena."

"Cosmo?" inquirió Jürgan perplejo "Qué es eso de Cosmo?"

"El cosmo es el universo que se encuentra en tu interior. Todo lo que hay en el Universo fué creado con el mismo material. Con el polvo de Estrellas. El Sol, la Luna, los planetas, la tierra, el aire y el agua... Todo fué creado con lo mismo. Ustedes y yo también lo fuimos... El cosmo es la energía con la que fuimos creados... Es la representación etérea de nuestra escencia, de que fuimos creados con el Polvo de Estrellas. Es por eso que los caballeros pueden partir los cielos con un golpe y destruí la tierra con una patada. Porque saben controlar esa fuerza equiovalente al Big Bang que hay en su interior. Eso, mis niños, se Llama Cosmoenergía, o Cosmo. Pero vengan, vengan. Su entrenamiento no comenzará hasta mañana. Todo eso lo aprenderán a su debido momento. Ahora quiero que conozcan a los que serán sus compañeros."

Todo esto lo dijo con una suavidad en la voz que los tranquilizó. No comprendieron mucho (o mejor dicho nada) de lo que estaba hablando Su Santidad, pero aún así sintieron la calidez de este hombre y un gran sentimiento de paz los inundó.

Mientras caminaban detrás de él, el ambiente comenzó a cambiar. Los alrededores se movieron como si fueran jalados y en su lugar aparecieron casas y templos. Los duros pisos de grava se transformaron en senderos y varios pilares en ruinas fueron reconstruyéndose lentamente mientras pasaban.

El Santuario era en verdad un lugar vasto y hermoso, donde la mayoría de las cosas estaban hechas de mármol y oro. Era un lugar paradisiaco donde la gente iba ataviada de toga con pergaminos bajo el brazo. Donde los guardias cagaban con lanzas y no con armas de fuego. Era un lugar Sagrado, un lugar donde la espiritualidad y la fuerza se conjuntaban en una fusión gloriosa.

Ascendieron por una infinidad de escaleras que rodeaban los montes que había en el Santuario y fungían como murallas naturales en contra de las inclemencas del clima y de enemigos que quisiesen tomar por sorpresa las defensas del lugar sagrado, y y doblaron por un angosto pasillo que pasaba enmedio del monte. Este seguía por varios metros hasta volver a abrirse en una explanada bastante amplia a los pies de un monte. En ese monte habían extraños templos pequeños, como si fueran capillas, que iban en ascenso hasta llegar a una imponente estatua de Atena.

Justo enfrente de la primera capilla se encontraban diez niños parados y muy quietos.

Jürgan los observó uno a uno. Todos tenían la mirada impasible... a excepción de uno que apretaba los labios y cerraba los ojos mientras se movía levemente a los lados. El niño tenía el cabello azul hasta la mitad de la espada y se le salían las lágrimas.

"¿Sucede algo, Milo?-Preguntó el Patriarca cuando obervó los movimientos del infante.

"Señor... Su Santidad... Me estoy haciendo... Me ando meando... Puedo ir al baño? Andele, no sea gachito...

Ahí fué donde toda seriedad entre los niños y el Patriarca se rompió. Todos soltaron una sonora carcajada mientras Milo corría agarrando con fuerza su entrepierna en un intento por evitar que se escaparan unas gotas. Shaka Y Jürgan se miraron mientras levantaban una ceja...

"Hay que tratarlos, hermano" dijo Shaka levantando los hombros "Se ve que son buenas personas".

"No nos va a quedar de otra, hermanito" puntualizó Jürgan "Pero ellos no van a impedir que seamos fuertes y protejamos a mamá!"