4.

La llegada al campo de entrenamiento.

Jürgan observaba el paisaje desde el avión. Las montañas vestidas de blanco y el extraño color azul que tiene el cielo cuando el aire es helado. Se sentía triste y abatido. Su hermano había regresado a la India con su maestro para comenzar con el entrenamiento en el Templo Secreto de Buda. Un lugar que era precisamente como el Santuario. Oculto a los ojos de los humanos. Un lugar donde los guerreros de la diosa Atena se congregaban a meditar y liberar sus almas de la corrupción que generaba el poder del cosmo. Era considerado casi tan sagrado como el Santuario. Se decía que el espíritu de Buda se encontraba ahí y que ayudaba a los caballeros a tranquilizarse y encontrar la paz en su interior.

"Shaka debe estar contento" Pensó con una sonrisa forzada "Podrá conocer al legendario Sidharta y aprender de él… Yo… Pues tengo que lograr sobrevivir. Me dijeron antes que Ammos se caracterizaba por ser una dura maestra con poca compasión… Bah… Qué importa? Yo sé que saldré bien librado. Siempre he podido superar todas las pruebas que me imponen. Esta no será mas otra más…"

Pero dentro de su corazón tenía una espina clavada muy profundamente. No sabía lo que iba a suceder en esas tierras inestables e inclementes, donde el frío podía congelar un cuerpo humano en tan sólo segundos. Se corrían rumores de que muy poca gente sobrevivía en ese clima terrible y que los que lo lograban, terminaban completamente locos. Estos rumores no eran para nada tranquilizantes, y menos para un niño de 6 años que estaba acostumbrado al clima cálido de La India.

Miró a su lado y observó durante un breve momento a Afrodita. En verdad era un niño muy hermoso, totalmente andrógino. Si no supiera que era hombre, podría confundirlo con una niña muy fácilmente. Ammos estaba sentada a la derecha del infante de cabellos azul cielo, viéndolo también fijamente y murmurándole cosas al oído, o eso parecía. No se distinguía nada debido a la fría es inexpresiva máscara que parecía adherida a su rostro.

Afrodita parecía querer contener las lágrimas y miraba fijamente al suelo mientras jugueteaba con sus pulgares, nervioso.

Pues qué le estaría diciendo Ammos?

Prefirió no hacer caso y regresó a observar la ventana. Estaba sentado justo en la juntura del ala, por lo que no nada más veía el hermoso paisaje que se desplegaba debajo de él, sino lo que los sostenía en el aire.

Su sueño fue siempre volar, y en menos de cuarenta y ocho horas ya lo había hecho dos veces. Debería sentirse emocionado, pero lejos de eso estaba triste… muy triste…

El haberse separado de su hermano no era nada grato, y menos de la forma en la que la habían hecho. Ellos siempre estaban juntos, no se separaban nunca. Ahora los distanciaba más que la clásica separación de su cama en su habitación… Ahora eran miles de kilómetros. Todo un mundo de separación… Y no sabía con certeza si volvería a verlo…

Era un destino cruel el que hacía que los dos niños inseparables ahora vivieran cada uno por su lado. Pero era algo que tendría que pasar tarde o temprano… Pero por qué bajo estas circunstancias? Sólo los dioses lo sabían, no él.

Decidió alejar esos pensamientos turbulentos de su mente, si de por sí ajetreada por los drásticos cambios que había sufrido en tan pocas horas,

El había llevado a su hermano al templo de Buda de su cuadra tan sólo unas cuantas horas antes! Ahora estaba en un avión destinado a Groenlandia, una tierra que nunca siquiera había soñado visitar, y mucho menos en una circunstancia como ésta. Ahora era un aprendiz de caballero, uno de aquellos que portaría una de las increíbles armaduras doradas. Una de las condecoraciones más altas que Atena daba a sus generales más poderosos… a sus "elegidos".

Tardaron varias horas más, interminables para Jürgan, Llegaron a su destino. Una pista de aterrizaje vieja y llena de nieve al sur de la gigantesca isla helada.

Cuando bajaron, el peliverde sintió el aire gélido que le golpeaba la cara y tuvo un recuerdo vago de Asgard. Tal vez era muy pequeño cuando dejó su patria, pero se dice que una persona de Asgard jamás olvida su tierra, y siempre termina regresando por la nostalgia que dan sus hermosos parajes nevados. Por esos bosques de pinos cubiertos de blanco.

"Ahora comenzará su entrenamiento" dijo Ammos sin un solo dejo de sentimiento en su voz "Si logran soportar este frío, podremos continuar con el entrenamiento real. Estén listos para mañana. Vayan a descansar sus cuerpos y mentes, que en cuanto despunte el alba iniciaré."

Y con esto, la extraña mujer se dio media vuelta y entró a una pequeña cabaña contigua a la pista.

Jürgan comenzó a seguirla, pero sintió que algo faltaba… Afrodita…

Se volvió y pudo observarlo viendo el paraje con un profundo temor en los ojos.

"Tienes miedo?" Fue lo único que se le ocurrió decir al temeroso niño de pelo azul.

El otro se quedó igual, observando el vasto infinito blanco que se extendía frente a ellos.

"No lo sé…" se limitó a contestar "Este lugar me trae muchos recuerdos de mi casa…"

"Pues ya no estás en tu casa… Te encuentras en otro lado. Así que mejor vete acostumbrando a esto. Quieres ser un caballero, no?"

"Sí… Pero no creía que tendría que viajar hasta acá para lograrlo… Estoy tan cerca de mi casa…"

"Pues si te quieres ir vete, niño llorón. Lárgate con tu mamita y nunca regreses. Los caballeros son hombres fuertes, no mariquitas que lloran por todo…"

Puede que las palabras hirientes de Jürgan fueran una cosa, pero su postura y su rostro decían todo lo contrario. No quería estar solo, y eso se notaba a leguas. Afrodita decidió tomarlo más por la expresión que por las duras palabras que lo atravesaron como agujas de hielo. Este niño atrabancado de cabello verde era mucho más parecido a él de lo que se imaginaba en un principio… Bueno… tal vez no tan parecido. El no guardaba el terrible secreto que tenía que estar cargando…

"No soy un niño llorón" dijo con una sonrisa fingida, pero no pudo evitar que dos lágrimas recorrieran sus mejillas. "Soy un aprendiz de caballero, soy fuerte! Más fuerte que tú!"

Jürgan no pudo evitar sonreír ante tal reto. Y mientras Afrodita se quedara ahí con él podía decir lo que quisiera. Tal parecía que no estaría tan solo después de todo…

Los dos caminaron hacia la cabaña mientras el viento arreciaba, abrazados, como hermanos…

La mañana siguiente amaneció fría… Helada!

Jürgan estaba entrapajado en tres cobijas, su colchoneta y aparte la bolsa de dormir, además de la chamarra gruesa de lana, dos sudaderas, un suéter y tres playeras, al igual que dos calzoncillos, unos calcetines muy gruesos y sus botas… Y aún así estaba temblando de frío. Su nariz estaba completamente congelada y sus labios tiritaban.

Afrodita parecía estar más tranquilo, pero no menos abrigado.

Se abrió la puerta y entró Ammos… Y no pudieron evitar ahogar un grito al ver que sólo estaba ataviada con unos pantalones, una sudadera y una capa de viaje azul, con la capucha subida. Cómo demonios era posible que aguantara esas temperaturas tan inclementes con eso puesto nada más?

"Veo que sobrevivieron. Deben estar orgullosos… No todos lo logran. Ahora comenzará su verdadero entrenamiento. Salgan inmediatamente de aquí, y quítense toda esa ropa… Les estorbará. Los quiero únicamente con una sudadera y sus pantalones."

"Pero nos vamos a morir de frío!" recriminó Afrodita con los ojos muy abiertos "Nadie puede sobrevivir a esas temperaturas tan extremas con sólo eso puesto!"

"Niño, no te estoy preguntando si quieres salir así. Como tu maestra, te ordeno que te quites toda esa ropa inútil y estorbosa. Si quieres sobrevivir, tendrás que activar tu cosmo. Eso te calentará, no tus ropajes…"

"Ea! Traquila! Somos apenas unos niños! No puedes esperar que salgamos desprotegidos del frío nada más porque dices que el "Cosmo" Va a protegernos. Estás loca! Primero enséñanos a activarlo y luego ponnos esas pruebas tan feas!"

El tono de Jürgan era muy desafiante. Su voz era altanera y molesta. Muy irrespetuosa. Sus ojos se clavaron en los ojos vacíos de la máscara de Ammos. La mano de la maestra cruzó el aire con rapidez y golpeó a Jürgan en el rostro, haciendo que la cara se le volteara por la fuerza que le puso. El peliverde regresó a mirarla con la misma expresión, a diferencia de que ahora los ojos los tenía llenos de lágrimas.

"Si algo van a aprender antes que nada es respeto y obediencia hacia su maestra. No toleraré esto. Si crees que el frío es muy intenso para ti, niño, mejor vete a tu casa a llorar con tu mamita. Vienes a entrenar, no de vacaciones. No puedo creer que Su Santidad haya elegido a este par de niños llorones para ser caballeros dorados. Es una completa pérdida de tiempo."

Jürgan no dejaba de mirarla con un dejo de odio en el rostro, pero se quedó en silencio. No era buena idea alterarla más. Al final de cuentas no había lugar a dónde huir. Estaba atorado en esta isla helada le gustara o no. Mejor no decir nada y entrenar con fuerza, para cuando fuera más fuerte, darle la paliza de su vida.

Obedecieron y salieron a la intemperie. El día estaba muy tranquilo. El viento no soplaba y podía observarse con claridad toda la inmensa planicie blanca y congelada de Groenlandia. Los dos niños tiritaban de frío y sus miembros se entumieron, pero no dijeron una sola palabra y siguieron a su maestra.

"Lo primero que aprenderán será a conocer el Cosmo. El Cosmo es la representación etérea de la energía que creó el universo. Todo fue creado a partir del Big Bang hace millones de millones de años. Todas las cosas en el universo contienen esa energía creadora que hizo que la gran nebulosa explotara y se formara todo. La fuerza de un caballero parte del Cosmo. Eso es lo que le da el poder de partir los cielos de un golpe y derrumbar montañas de una patada. Son humanos con el conocimiento universal de la energía creadora, y la utilizan para lograr las hazañas que realizan. Cuando aprendan a activarlo, podrán decirse aprendices de caballero… Mientras tanto, son anda más unos niños friolentos con riesgo de morir congelados. Cierren sus ojos –lo hicieron- y sientan la rotación de la Tierra, sientan el aire frío que los rodea… Bien… Ahora, concéntrense en su interior, vean cada resquicio de su mente, imaginen una gran masa de energía que fluye por todo su cuerpo. Es una energía cálida, que les brinda paz y fuerza, al igual que protección… Déjenla fluir… déjenla salir de su cuerpo. Hagan que esa energía no se disperse, sino que los rodeé con su aura y les brinde calor…"

Jürgan lo sintió… y la liberó, al Igual que Afrodita. Ammos observó con atención la evolución de la concentración del Cosmo alrededor de los infantes… Y temió…

Mientras el Cosmo de Afrodita relucía con aura dorada, la del peliverde era completamente roja… y emanaba un poder increíble, al igual que odio y locura… Y unas ansias increíbles de combatir… De hacer la guerra…

"Basta por hoy" dijo con un ligerísimo dejo de miedo en la voz "No habrá más entrenamiento hasta mañana… váyanse a descansar."

Los dos niños se miraron extrañados. Los levantó tan temprano para esto?

Regresaron a la cabaña con mirada perpleja y se recostaron… La maestra tenía razón… ya no sentían frío alguno…

Jürgan sonrió. Había logrado activar su cosmo… pero extrañamente había sentido odio hacia todo, y unas ansias locas de matar. Quería matar a su maestra, a Afrodita… Y hasta a su propio hermano…

Movió la cabeza con fuerza para quitarse esos pensamientos asesinos de la mente. Jamás haría nada para matar a nadie… Nunca lo haría… aunque esos deseos crecieran en su interior…