La Melodía

Parte II: La melodía

Siempre, desde niña tuvo una canción para ella. Un juego de palabras cuya única función era el salvarla de la locura. Los entrenamientos eran duros y dolorosos; quizás por eso se vio en la obligación de hacer algo para no perder la cordura.

Y funcionó…

"Yoh…" – susurró su nombre, ausente – "¿qué haces aquí?" – retomó su pose fría, cruzando sus brazos y con el semblante levemente fruncido.

El shaman sabía que estaba en problemas, pues una vez más tomó su sonrisita y lentamente se acercaba a la puerta.

"Toqué" – dijo como toda respuesta – "¡Te juro que toqué antes de entrar!... ¡pero no contestabas Anna!"

"¿Y no pensaste que estaba ocupada?"

El miedo a ser castigado reflejó su semblante.

"Tienes que entenderme, Annita" – rió nervioso, aún más cuando los pasos de la rubia se acercaron a él.

"Tengo que entender¿qué?"

"Que me preocupo por ti…"

Una frase, tan solo una frase bastó para poner en duda su respuesta. Finalmente habló.

"Corrección" – le interrumpió – "… es la curiosidad que aumenta en tu hueco cerebro y no te permite pensar nítidamente que podría estar con algo muy serio" – cerró sus labios una vez terminado su discurso, atenta a la reacción de Yoh.

Una vez más, sus palabras fueron más que la razón. Estaba tan confundida, que volcó en ellas todos sus miedos en un sutil desahogo.

"Bueno Anna, discúlpame por pensar que el trabajo te tragó." – y dicho esto, le dirigió una última mirada de decepción antes de salir de la habitación.

La rubia miró la puerta, guardó el espejo en su verdadera funda, y se fue cerrando con llave.

Esa noche fue perfecta para sentarse en el escalón de la puerta de entrada a la sala, y en la oscuridad y el aliento de los grillos, comenzar a recordar su vieja canción…

Con voz suave la cantó, tan lenta y pausada que poco a poco se fue convirtiendo en un pequeño tarareo… Se abrazó a sí misma, usando sus manos para tomar sus piernas y apoyar su aturdida cabeza en ellas.

Yoh…

Esa persona que aparecía cuando lo menos que quería era verlo, si se sentía sola o enojada… o cuando estaba frente al maldito espejo.

Yoh…

¿Por qué¿por qué? ¿por qué!. Lo escuchaba aunque no hablase con ella, se preocupaba aunque éste ni la viera, se sentía culpable cuando estaba triste… ¡maldita sea¡maldito Yoh!... ¿qué le había hecho?

Mejor dicho: ¿qué se había hecho?

Su relación, estancada. Si había importancia mutua era por compromiso. Y la amistad, no existía.

Su peso disminuía, la carga cada vez era menor, y un sentimiento de paz la invadió por completo. Se sintió bien y feliz una vez entregada al sueño.

Despertó. Sus ojos negros se abrieron con pereza, y aunque intentase levantarse un dolor en la sien se lo impedía. Se llevó una mano al lugar afectado, trató de incorporarse más por terca que otra cosa, pero una mano se lo impidió devolviéndola al futón.

¿Dónde estoy…? -Un susurro acalló sus quejas.

"Tranquila Anna, debes descansar" – dijo una voz muy conocida por ella, y no pudo reprimir el bufido que salió de sus cansados labios.

"¿Quién me detendrá¿vos?" – preguntó hiriente.

"Si no me haces caso, lo haré"

Anna prefirió no escucharlo, y en un rápido movimiento se reincorporó, logrando así que el dolor aumentase.

"Estás resfriada" – le informó – "…te encontré dormida afuera, y con suerte no pescaste una pulmonía" – sonrió amargamente.

La joven lo miró. Un "Lo siento…", escapó de sus ojos.

"Toma esto" – le dio un extraño brebaje, que la rubia dudó en tomarlo una vez sintió su olor – "El remedio de la abuela" – sonrió – "¿no te acuerdas?" – no lo escuchó más, se tomó todo el contenido del vaso sin respirar.

Mientras más cansada estaba, menos pensaba lo que hacía… Empezó a tararear en silencio, abrumada por la medicina. Se quedó callada por unos minutos. Y quizás, por no saber lo que hacía, se dignó a pronunciar esas palabras capaces de comerle la mente.

"¿Por qué?" – susurró con voz pausada, cada vez sintiendo más ese mundo distante a donde estaba.

"¿Qué cosa, Anna?" – preguntó sorprendido.

La rubia se acomodó mejor en su lecho, con los ojos cerrados y dormitando.

Yoh esperó en vano la respuesta, ella yacía dormida. Se veía tan inocente durmiendo, que no pudo evitar sonreír mientras cerraba la puerta del cuarto, ya afuera.


Otra vez frente a su proyecto, ese pedazo de cristal que no hacía otra cosa que incomodarla.

"Hola de nuevo, Anna"

"Hola otra vez, cosa rara"

La risa fue lo único que rompió el tenso ambiente.

"¿Es que no sabes mi nombre, pequeña?"

La rubia ni se inmutó en contestar.

"Bueno… "

Era una conversación tan monótona, tan aburrida, y tan conocida por ella. Pero esa rareza le decía cosas que otros no; le daba respuestas… Contestaciones que jamás llegaban... Era una tentación, incapaz de dejar pasar.

Pero sólo uno más…

No hace la gran diferencia.

…¿no?

Entre sus cavilaciones, una pequeña bola de energía se esparció en la superficie del espejo, y un talismán en su interior brillaba por cuestión de segundos.


Bien, sé que con palabras no voy a poder solucionar el gran retraso que tuve con este fic. Les confieso que ya lo tengo terminado. Pero no me convencía, ni este capitulo o el último. Hoy terminé de editar este, y les digo: cambié muchos detalles. Prometo que en la semana que viene tendré el otro terminado, editado y subido a fanfiction. Espero que les haya gustado, y RR!