$ Capitulo 14 % Felices fiestas, los once años de Agente Li y de nuevo Hogwarts $

Sonrió enigmáticamente al sentir los pasos ligeros de su hermana caminando por el pasillo hacia su habitación. Serían alrededor de las doce de la noche, sus padres ya se había ido a dormir. Solamente esperaba que esta vez la puerta no hiciera demasiado ruido que alterara el silencio cómodo y sutil de la casa de los Potter.

La puerta se abrió lentamente, Lilian del otro lado entraba con pasos lentos y calculados. Cerró la puerta y James se apresuró a prender la luz de la habitación con un movimiento de la varita. Ella le sonrió mientras se sentaba a su lado derecho enfrente del escritorio donde había pergaminos extendidos y pilas de libros superpuestos unos entre otros.

- ¿Alguna pista? – Murmuró ella observando curiosamente el libro más cercano.

- Ninguna. – Dijo James resignado, cerrando el libro entre sus piernas. – Nunca he escuchado que un amuleto siguiera a una persona... Eso es totalmente anormal. Y hasta oscuro.

- Realmente tengo mis dudas... ¿Será amuleto o talismán? – Se cuestionó Lily pensativamente.

- ¿Lo tienes aquí? – Buscó debajo de sus ropas abrigadas a cusa de la baja temperatura que estaba haciendo aquella noche, sacó el colgante con su respectiva cadena plateada.

James lo tomó delicadamente y al tocarlo sintió una ola intensa de frío interno. Algo muy cercano a un instinto, le indicaba que sin duda era magia oscura. Pero... ¿cómo probarlo o desaprobarlo? No tenía pista remota del uso de aquel objeto.

La serpiente con colores verde lima y plateado, continuaba allí. Sus ojos rojos le recordaron agudamente a aquel cadáver viviente de aquel sueño antes de dejar Hogwarts. Algo en su interior se agitó al solo recordar esos ojos carmesíes.

- Talismán. Algo me dice que no es para proteger, sino para hacer algo. Y algo que mis instintos me indican, nada bueno. – Susurró con voz lejana, perdida en otra dimensión paralela. Lilian miró temblorosamente a su hermano. Conectaron sus ojos durante largos instantes. El silencio se volvió incómodo y un ruido en la planta baja de la casa los sobresaltó.

Esta vez se pusieron de pie, casi tirando las sillas por la brusquedad de sus movimientos. Se miraron sin mucha firmeza. Casi ni lo pensaron cuando ya estaba abriendo la puerta de la habitación y bajando las escaleras apresuradamente. Se detuvieron al llegar a la sala de estar de la casa. Lilian tuvo que ahogar un grito cuando una sombra se desplazó entre la oscuridad casi completa de la sala. James dio un paso y miró extrañamente hacia el suelo, al sentir que había pisado algo... Que parecía ser bastante blando...

Luego de un minúsculo chillido de Elizabeth, las luces se prendieron (casi cegando a los hermanos Potter) y quedaron sorprendidos observando la escena frente a sus ojos.

Severus Snape estaba en el suelo, del otro lado contrario de la habitación, con libros esparcidos a su alrededor y una silla caída en el suelo. Sirius estaba a los pies de James, literalmente siendo pisado por éste y Remus Lupin se encontraba en medio de la habitación relativamente paralizado. En la entrada a la sala se encontraban sus padres, Harry y Hermione quienes observaban divertidos en cierta forma la escena.

- Yo te avisé, James, que no dejaras tus libros de Encantamientos en la sala... – Murmuró Herm ahogando unas risas mientras ayudaba a incorporarse a Severus. James inmediatamente se inclinó para ayudar a Sirius, quien le dedicó una débil sonrisa al ver que el muchacho se sonrojaba disculpándose. Y Remus... Se acomodó la túnica azulada, ahora cubierta por cenizas.

- Ya me estoy volviendo viejo para viajar en Polvos Flu. – Gruñó Sirius mientras sacudía su túnica.

- Que raro que la chimenea les haya permitido entrar a estas horas. – Dijo Hermione pensativamente mientras observaba de reojo a la chimenea. – Generalmente...

- Digamos que... Sirius Black y Remus Lupin poseen trucos para engañar a las chimeneas... – Se burló Canuto sonriendo inocentemente.

- Dios, la haré revisar mañana por la mañana. – Suspiró Harry teatralmente.

- Bueno, caballeros, ¿a qué se debe su visita de honor? – Preguntó Herm interesadamente.

- A... ¿hay que ser directos? – Preguntó Sirius haciendo señas muy bien disimuladas a Harry apuntando a James y a Lily. Harry permaneció unos instantes observando con el entrecejo fruncido a su padrino, antes de voltearse hacia sus hijos.

- ¿Ustedes no deberían estar durmiendo? – Ellos dos se miraron nerviosamente.

- Todo el ruido nos despertó y decidimos ver que era lo que pasaba... – Excusó James encogiéndose de hombros. Hermione elevó una ceja irónica mientras señalaba las escaleras con una mirada seria y estricta. Ni James ni Lilian protestaron y subieron hacia el primer piso.

Permanecieron unos minutos apoyados en una de las paredes del pasillo, esperando a percibir los pasos de los adultos alejándose de la sala y entrando al comedor, seguramente. Hacía muchísimo tiempo que Remus y Sirius no aparecían en la casa, y menos con Snape incluido. Aunque no era la primera vez que se aparecían a esas horas de la noche, siempre resultaba ser algo urgente. O un ataque de magos oscuros a X lugar o X suceso que alteraba X planes. La cuestión era que nunca los incluían en ellas, y su madre se aseguraba estrictamente que no escucharan nada. Sin embargo, siempre el dúo se las ingeniaba.

Comenzaron a bajar suavemente las escaleras, tratando de tocar solamente los peldaños sanos, en afán de no hacer el menor ruido que alertara a su madre o a los demás. Aguantaron un minuto en el último escalón mirando hacia ambos lados. Desde allí no podían escuchar nada de lo que se estuviese diciendo en la reunión. La estrategia era llegar a la sala que se encontraba a su derecha, ingresar en el pasillo secreto detrás de uno de los cuadros... Caminar unos cuantos metros por el pasadizo y apoyar el oído en una de las paredes, e ir probando en cual se podía escuchar mejor.

Pero no era sencillo. Mover el cuadro, entrar en el pasadizo y volver a acomodarlo sin hacer el más leve ruido ya era un problema, y luego que los adultos estuvieran hablando normalmente y no en susurros. Y después que su madre no fuera a revisar sus habitaciones, claro está.

Con intentar solamente perdían... Ermmm. ¿La libertad de salir al Callejón Diagon al día siguiente, para prepararse para el partido de los Puddlenere United del viernes? ¿Prohibirles ir al partido...? Dios, se estaban jugando demasiado... Pero *deseaban* saber que era lo que estaba sucediendo en el mundo mágico, que no dijese el Profeta...

James, delante de Lilian, vigiló que desde allí nadie que estuviera en el comedor pudiera verlos. Luego se acercaron en puntas de pie a la siguiente habitación, abriendo suavemente la puerta que con un sutil sonido les puso los pelos de punta. Observaron hacia el frente. La siguiente sala era el comedor, y la puerta estaba tenuemente entreabierta. Podían ver los pastelillos preparados por su madre el día anterior sobre la mesa...

Se observaron temblorosamente. James enumeró los cuatros de izquierda a derecha (los que estaban sobre el muro del lado derecho) Se encaminó en puntas de pie al tercero, quien tenía una representación bastante... llamativa y alegre, si se lo mira con optimismo. Dos centauros, la madre y el hijo, estaban bebiendo de un lago con aguas pacíficas y puras.

Sacó la varita del bolsillo y tocó lo más suave que pudo el cuadro unas tres veces mientras murmuraba: soruatnec soled redople. Con un leve gemido empezó a deslizarse hacia arriba. A Lilian se le pusieron los cabellos de punta al sentir que una de las sillas del comedor se deslizaba por el suelo. Con la mirada alertó a James impacientemente. Casi se lanzaron hacia adentro del pasadizo cuando éste se abrió y James se apresuró a repetir las golpeadas y las palabras para que el cuadro descendiera y volviera a tapar el pasadizo secreto.

Una vez cerrado, la oscuridad se les hizo completa. James agitó la varilla mientras murmuraba lumus. Un destello de luz bastante considerable les permitió comenzar a caminar con seguridad por éste. Unos metros... y James volvió a extender la varilla señalando al muro.

- Sorum Dahcucse. – Pegaron sus oídos a la pared para empezar a prestar atención a las voces de los adultos. Aguzaron del oído.

- Pero ya te lo dije, Harry. Es simplemente imposible que...

- Pero es una locura, Severus. O se está creando un nuevo grupo de magos oscuros, ¡O todos ellos son gente suicida! La semana pasado hubo otro ataque avisado a un centro de compras Muggles... O los mortífagos perdieron la capacidad de razonar o tienen a gente muy traidora en su bando...

- Nunca acabará los grupos de personas de magia oscura, y eso ya lo tendrías que saber, Potter.

- Pero Severus, - la voz de Hermione sonaba algo temblorosa. – El Dark Lord ya no existe. ¿Cómo es que todavía siguen convocando la marca tenebrosa? ¿Cómo es que todavía hay una mayoría que continúa prófuga por más intentos del Ministerio de Magia?

- No lo sé, pero... – Snape paró inmediatamente de hablar. Minutos después escucharon los pasos de otra persona ingresando al comedor.

- Buenas noches a todos. – La voz risueña del profesor Dumbledore les hizo mirarse entre sí (James y Lilian) con ojos extrañados.

- Albus, ¿qué...? – Sirius parecía igual que sorprendido que el dúo en el escondite.

- Otro ataque de magos oscuros a un edificio muggle, Harry. El ministerio estaba tratando de comunicarse contigo, pero como yo ya venía para aquí, me dejaron ese trabajo de avisarte. – Sintieron como una silla (que suponían, la de su padre) se deslizaba por el suelo.

- ¿Y para qué me necesitan?

- Ermmm. Borrar la memoria de unos noventa Muggles, reconocer los magos atrapados... y enumerar los daños al edificio y a las personas.

- Perfecto. – Tono fastidiado. La puerta se cerró bruscamente, y James y Lilian supusieron que su padre se había retirado de la habitación con un maravilloso malhumor.

- Es muy extraño todo lo que está pasando... – Dijo Dumbledore mientras se sentaba en la silla desocupada por Harry. – Gracias, Mione. Sí, sí, con azúcar. Todos los ataques son en lugares Muggles, y nada demasiado famoso. Todo en la misma zona de Londres...

- ¿No estarán siguiendo a alguien? ¿Tratando de exterminar a alguien?

- Es lo que sospecha el ministerio. Por eso quiere que analicen las personas que estaban en el lugar del ataque. Pero... ¿a quién?

- En todo caso, aunque no lo parezca, todo está controlado. Los magos oscuros tienen una organización, por más absurda que parezca la idea.

- ¿Qué es lo que quieren conseguir matando simplemente a Muggles?

- Los mortífagos han estado más activos este año que en los últimos once años...

- Nada tiene sentido. Es absurdo.

James y Lilian se miraron dudosamente. La conversación parecía girar solamente sobre aquel tema. ¿Realmente estarían tan activos para preocuparse tanto? Pero descubrieron que tenían cosas más importantes que investigar antes de involucrarse en una temática desconocida. Tendrían que dejarle aquello a la Orden del Fénix y al Ministerio de la Magia...

*************

- Navidad, Navidad, dulce Navidad. – Canturreaba Lilian mientras terminaba de peinar su cabello castaño oscuro con una sonrisa reluciente adornando su rostro ligeramente pálido y terso como una perla. Sus cabellos castaños estaban alisados y brillantes, con dos mechones rizados delicadamente desfallecidos como cascadas sobre su rostro. Sus labios sutilmente relucientes retocados con maquilla muggle rojizo oscuro. Estaba divina y James se lo dijo mirándola de reojo, susceptiblemente.

- Deja de canturrear, romperás los vidrios. – Le dijo James sonriéndole maliciosamente. Ella lo ignoró completamente, bajando el volumen de su canto. Solamente lo miró minutos después para indicarle que ya estaba lista.

- Bien, nuestros padres habrán pensado que nos hemos muerto aquí arriba...

- James, hoy estás irritante. Es Navidad, y andas con ese humor...

- Aja. Me encanta ser optimista en las fiestas y ponerme a cantar eufóricamente. – Dijo sarcásticamente mientras bajaban las escaleras. Continuaron discutiendo hasta llegar a la sala donde sus padres los estaban esperando, algo impacientes.

- Bien. Ya estamos todos... – Dijo Harry mientras examinaba su reloj de muñeca. – Sería el colmo llegar tarde a la fiesta en la casa de Sirius.

- ¿Por qué este año en la casa de Sirius, Pa?

- Porque es el único que faltaba en la lista...

- ¿Y por qué no se ofreció para las otras fiestas?

- Pregúntenle a él. – Rió Harry entre dientes.

*~*~*~*~*

La casa de Sirius estaba perfectamente decorada de pies a cabeza. Supusieron que los elfos domésticos que Sirius y Arabella poseían se habían encargado de la perfección de ésta. James se encargó de mirar cada uno de los huecos de la casa para verificar el trabajo de los elfos (Lilian lo miraba con cierta reprobación mientras hablaba con Joanne.) Los invitados no eran tantos, podría decirse que los miembros más fundamentales de la Orden del Fénix estaban presentes, con algunos otros conocidos.

- Por fin los encuentro. – Dijo Daniel cuando apareció frente al trío con la túnica medio al aire y la cara agitada, como si hubiera estado corriendo desesperadamente durante diez minutos. Sus amigos lo miraron desde pasmados hasta incrédulos.

- ¿Pasó algo interesante? – Preguntó Joanne algo mordaz. Los últimos días habían estado discutiendo gravemente y todavía conservaban las miradas de recelo.

- No, nada fuera de lugar, salvo que está lloviendo y vine caminando las cinco cuadras que distancian a la casa de Sirius del club TuRnOcNo. ¿Alguna novedad de tu parte, Jo?

- Sí. – Le sonrió resplandeciente, jovial y animadamente. – Mi prima vino a Londres para festejar las fiestas junto con el tío Charlie. Y quería presentársela a ustedes...

- ¿Tu prima que hace añares que no ves? - Preguntó James sorprendido.

- ¿La que vive en Rumania? – Cuestionó curiosamente Lily comenzando a buscarla con la mirada entre los invitados.

- ¿Esa que nos está mirando sin nada de disimulación, como queriendo exterminarnos? – Preguntó Daniel sonriendo maléficamente. Joanne le miró con cierta socarronería.

- Para tu información, su nombre es Tiffany. – Jo se dio vuelta y le hizo señas a una muchacha que se encontraba no muy lejos de ellos. James la contempló sagazmente de pies a cabeza.

Como todos los Weasley, la característica principal era el cabello rojizo. Tenía unos admirables ojos celestinos pálidos que combinaban perfectamente con la blancura de su rostro sereno. Sus cabellos llegaban hasta sus hombros y tenía las puntas detalladamente onduladas, aunque era lacio y suave, con un brillo único. Su flequillo estaba peinado hacia los costados, dejando su frente libre, despejada. Lucía una túnica de gala color negro ajustado y con escote. James sin duda recriminaba ese oscuro color en una fiesta viva y optimista como era la Navidad, pero no podía negar que aquel color le quedaba hermosísimo.

Tiffany se acercó al cuarteto observándolos con la misma determinación que ellos. Les llevaba unos cuantos centímetros más de altura, era bastante alta. Según James recordaba que le había contado Joanne, su edad era de catorce años. Pero su amiga repetía una y otra vez que hacía más de diez que no la veía, y por que recordaba de su aspecto cuando Daniel le preguntó alguna vez.

- Tiffany, te presento a James Potter – Éste le sonrió amistosamente y ella le devolvió la sonrisa, inclinándose y besándole la mejilla, lo que provocó un sonrojo ligero del rostro de Potter que definitivamente no se lo esperaba. – Daniel Malfoy... – Dan se inclinó hasta el suelo y tomó elegantemente la mano de la pelirroja, besándola con delicadeza, haciéndose el elegante. Ganó un buen pisotón de Joanne al ponerse de pie y unas risitas leves de Tiffany. – Y Lilian Elizabeth Potter. – Intercambiaron sonrisas y un beso en la mejilla cada una. – En definición, estos locos son mis amigos. – Bromeó Jo para finalizar.

- Un gusto conocerlos a todos.

Estuvieron hablando con escasa diferencia una hora y media. Tiffany les contó bastante sobre su vida, sus estudios mágicos y sobre Rumania, país que ninguno había visitado salvo Joanne pero de muy pequeña. James descubrió en esos noventa minutos que Tiffany poseía una personalidad y un carácter bastante curioso e inquietante. Y también descubrió que no le gustaría tenerla de enemiga ni que le pagaran fortunas.

Tiffany poseía un carácter bastante fuerte. Nacida el 28 de octubre de 1997, bajo las fechas de del signo Escorpio, poseía entonces quince años. Tiffany era muy enérgica, sagaz, intuitiva y reservada, con un gran autocontrol. Obstinada, interesada y celosa, aguda observadora de su entorno, potencialmente calculadora y manipuladora. Aparte de ser algo cínica, también era muy sensible, típica persona al que le cuesta perdonar. Esa fue la impresión que le dio a Lilian luego de un largo rato de conversar animadamente con ella. Se preguntó mentalmente cual podría ser la casa de Hogwarts de la muchacha…

Dan soltó una exclamación y se acercó a James escondiéndose ligeramente en su espalda. El cuarteto lo observó curiosamente y éste le murmuró algo en el oído a su mejor amigo. Con una última sonrisa traviesa, ambos muchachos se encubrieron entre los adultos caminando rápidamente hasta la otra punta de la habitación.

- Me pregunto que habrán visto esta vez… Y que harán… - Le preguntó Joanne en un susurro a Lilian, quien le devolvió la mirada curiosa y sospechosa.

- ¿Suelen meterse en líos? – Preguntó Tiffany frunciendo el entrecejo ligeramente.

- Pues, sí. Somos Gryffindor, al fin y al cabo. – Bromeó Joanne con una liviana sonrisa de satisfacción. – Son muy buenos amigos, y generalmente nos divertimos mucho juntos…

- Pero Joanne tiene la costumbre de estar peleando a cada rato con Dan. – Le susurró Elizabeth en el oído a Tiffany, luego de soltar unas risitas pícaras.

- Te escuché, Lil…

- Menos mal, sino iba a pensar que estabas sorda…

- Ven para acá, comadreja. – Y la comenzó a perseguir por todo el salón de la fiesta.

Tiffany sonrió admirándolas interesadamente de reojo. Con un elegante movimiento, acomodó bien su cabello antes de voltearse hacia la zona donde charlaban los adultos.

***

- No seas amargado, Dan, y come un poco de ensalada… - Le murmuró Jo desde su lado izquierdo.

- Prefiero las papas fritas. – Sonrió infantilmente el joven. Su amiga gruñó desaprobadamente mientras recogía su vaso de vidrio con forma regular y bebía un poco de su contenido.

- ¿Dónde fueron antes de la cena? – Preguntó Elizabeth, quien estaba enfrente de Jo, al lado de James. Dan se limitó a hacer una sonrisa típica de un detective y siguió comiendo tranquilamente el pollo asado. James se encogió de hombros, miró de reojo a Tiffany, del otro lado de Joanne, y se sorprendió al notar que ella también lo estaba mirando. Sin razón alguna, un sutil sonrojo se deslizó por sus mejillas.

- No me digan que estuvieron haciendo una de esas bromas… - Susurró Joanne fastidiada por la inmadurez de sus mejores amigos. Dan sonrió, pero a su vez, negó con la cabeza.

- Es que justo había ingresado al salón la hermana de Leonor Barman, ya saben… La chica que va en quinto de Hufflepuff. Y yo no iba a privarme de dejar de ver esa hermosura… - Contestó Malfoy con una sonrisa desvergonzada. – Y tampoco la iba a ver yo solo, sería muy egoísta de mi parte… Así que le dije a James que me acompañara.

- ¡Eres un baboso, Daniel! – Exclamó Joanne enojadísima y dejando el tenedor nuevamente sobre la mesa con furia. Lilian se limitó a emitir una mueca de reprobación e impaciencia hacia James y Dan. Tiffany parecía evadida en sus propios pensamientos.

- Cambiando de tema temporalmente, ¿ya le contaron a sus padres…? – Dan comenzó a formar la pregunta, pero recibió un pisotón de James por debajo de la mesa. Éste señaló disimuladamente con la cabeza a Tiffany, pero Joanne le miró indignada.

- ¡Tiffany es de fiar, James, no puedo creer que pienses así de mi prima!

- Bueno, tranquila… Mm. No, todavía no…

- ¿Por qué? Se van a acabar pronto las vacaciones…

- Es que… Tampoco queremos preocuparlos sin fundamento. – Murmuró Lil. – Estamos, primero, tratando de averiguar que es mi collar y para que sirve…

- Sería mucho más fácil si consultaran.

- Capaz tengan razón…

***

En resumen, no pasó nada más atrayente en la fiesta de Navidad. Al repartir los regalos, fueron todos muy bien recibidos e interesantes, salvo algunos casos como el regalo del abuelo Sirius a James, pero… James supuso que algún día le dirigía gracias a Black por haberle regalado una lata de nueces frescas… Pero con ese pensamiento lo único que logró fue una sonrisa sarcástica. Sirius sabía bien que no le gustaban las nueces…

Capaz más atrayente fue la fiesta de Año Nuevo, donde, después del brindis grupal (donde obligatoriamente sus padres tuvieron que presentarles a las personas que no reconocían en la Orden) tuvieron que bailar en pareja diferentes estilos de música. Lilian se ocupó de sacarles fotos a sus amigos y familiares, ya que según ella "no tenía ganas de bailar". Pero bien sabía James que quería reírse un rato viéndolos realizar movimientos exóticos. Y le dio la completa razón cuando una semana después observó las fotos de Dan y Jo bailando, discutiendo a su vez.

James no tardó en registrar en su mente cada uno de los nombres de los nuevos miembros de la Orden y de actualizar el registro que ya poseía de anteriores reuniones. Observó que había muchos franceses (que actualmente se veían muy involucrados en los ataques de los nuevos mortífagos (llamados así por la costumbre del paso de los años) y de diferentes nacionalidades de Europa. Al ser tantas mezclas de nacionalidades, las reuniones en las que se reunían todos oficialmente eran escasas, casi nulas. Se manejaban en grupos de acuerdo con la ubicación. No contempló muchos cambios del año anterior al actual, solamente unos dos o tres miembros, y el retiro de tres.

El cuatro de enero de 2013, Lilian cumplió doce años, recibiendo tarjetas de sus compañeros en Hogwarts y amigos de las escuelas anteriores a Hogwarts, familiares, etcétera. Múltiples regalos, el más interesante sin duda fue el de su mejor amiga Helena, que le obsequió una bola de cristal (que fue mirada inmediatamente por Hermione con censura.) Dan, excelente dibujante, le hizo una especie de boceto, muy bien diseñado, de un hada mágica, luego coloreada y sombreada con colores claros y pálidos. Quedó fascinante, y no paró de agradecerle el gesto y la dedicación por hasta una media hora más tarde.

Pero lo más misterioso fue unas noches anteriores antes de volver nuevamente a Hogwarts, fue contarles a sus padres sobre el collar con forma de serpiente, los diferentes sueños anormales y las marcas. La palidez del rostro de su madre y el cejo fruncido de su padre no ayudó a ambos hermanos a tranquilizarse.

Harry, luego de analizar el collar, les informó que era un talismán, dotado de magia oscura avanzada, aunque no demasiado peligrosa. No supo o no quiso, explicarles la justificación de las marcas que llevaban en sus brazos y en cuanto a las pesadillas…

"Les tocará a ustedes analizarlas."

Expresó aquello con voz calmada, aunque los ojos desorbitados de Hermione y su expresión de querer matar a su esposo hicieron que James y Lilian cruzaran miradas curiosas. Su padre sabía lo que estaba pasando y, por la expresión de Hermione, no le había contado nada y ella tampoco hubiera querido saberlo sino fuera porque era una realidad.

***

El andén nueve y tres cuartos estaba mucho más pasivo que a comienzo del año, ya que también muchos alumnos se habían quedado en Hogwarts, al contrario de lo que generalmente hacían para las fiestas.

El trío de Gryffindor reservó un compartimiento para ellos solos, ya que Elizabeth se despidió de ellos al cruzarse con Helena y otras chicas de la casa Slytherin de primer curso. Al principio, James les comentó lo que no había podido decirles en su último encuentro sobre la explicación de su padre. Joanne les informó que en Agosto su prima Tiffany y el tío Charlie vendrían a vivir a Londres, por consiguiente, Tiffany iba a acudir a Hogwarts en Septiembre.

Daniel solamente tenía una novedad: su padre y su madre mantenían constantemente discusiones y estaba recelando una separación "oficial" por parte de ellos. Joanne le observó durante todo el relato con ojos entristecidos, pero luego le sonrió animadoramente, diciéndole que seguramente todo se arreglaría y no habría ninguna separación de la familia Malfoy. James se limitó a asentir sin agregar ninguna palabra, con el entrecejo ligeramente fruncido.

La mitad del viaje se la pasaron jugando en turnos al ajedrez, comentando novedades que iban recordando. Hasta que la conversación llegó a un punto final donde el silencio se hizo bastante tenso, sólo calmado por el ligero sonido de las hojas del libro de Joanne moviéndose y el lápiz negro de Daniel patinándose libremente por un pergamino. James solamente observaba los diferentes paisajes pasar por la ventana del compartimiento. Un viaje manso, demasiado manso a la aguda intuición de James…