Nunca, pensó, nunca se había extraviado tanto por Hogwarts en los dos años que llevaba estudiando en éste. Tenía que llegar en tres minutos a la torre norte, donde se estudiaba la materia Astronomía, sino quería un castigo para aquel fin de semana. Mm. Demasiado tarde. El celador, David Dublín, ya estaba enfrente de él, observándolo con una ceja elevada irónicamente y esa sonrisa maligna que le hizo estremecer levemente.
- ¿Podría contarme usted, señor Malfoy, qué pasó con el joven Esdara? Lo he encontrado… Mm. Inconsciente, con marcas de un simple duelo de estudiantes…
- No estoy al tanto, señor. Yo sólo me dirigía a…
- Al despacho de la profesora Weasley. – Finalizó el celador amenazadoramente y apuntando escaleras abajo.
- Pero yo… tengo examen provisorio de Astronomía, al cual yo me estaba dirigiendo…
- Seguramente no pensabas en el examen cuando te pusiste a batallar con el señor Esdara, ¿verdad, Malfoy? – El profesor Malcolm surgió detrás de él como digna serpiente que era y habló con voz suave y calculada. Daniel le miró fijamente, con el entrecejo fruncido.
- Esto no es asunto de usted, profesor… En todo caso, iré a ver a la profesora, que es la jefa de mi casa y decidirá que hará conmigo en caso que crea que yo haya atacado a Esdara… - Trató de contestar lo más educadamente posible. Odiaba al profesor de pociones, como éste odiaba al trío de Gryffindor.
- El señor Esdara es un alumno perteneciente a mi casa, señor Malfoy. Yo estoy a cargo de él y quiero averiguar quien fue el alumno que le dejó inconsciente, y que obtenga su merecido castigo. Y trate con más respeto, que sino nos vamos derechito al director, Malfoy.
Pensar en Snape y Malcolm juntos consiguió que un vigoroso temor a la expulsión se formara en su mente. Prefirió morderse el labio y mantener la cabeza gacha mientras seguía por los pasillos al celador y al profesor, en dirección al despacho de Virginia Weasley.
***
- Dime dónde se metió, James. Dime dónde. – Murmuró Joanne mientras buscaban a Dan por los pasillos cercanos a la sala donde se impartía la clase de Astronomía.
- Pues… No soy adivino, Jo. Desapareció en la cena diciendo que iba a buscar sus libros y que nos adelantáramos… No ha llegado y faltan dos minutos para que la clase comience junto con el examen que preparó la profe… - Interrumpió su discurso mirando con determinación las sombras que circulaban al final del pasillo. Intercambió una mirada con su amiga y se dirigieron cautelosamente a seguirlas.
Cual fue la sorpresa de James y Joanne al ver a Robert Reldid hablando bajamente con Cariñé Majer, alumna de cuarto año perteneciente a Slytherin. ¿Qué hacía Robert con una muchacha de catorce años a las doce de la noche, en plena torre de Astronomía? Weasley aspiró a jalar a James en dirección contraria a la pareja, haciéndole señas. Pero el joven Potter se limitó a omitirlas y tratar de no perder de vista a los Slytherin.
- James, sea lo que estén haciendo… ¡Tenemos que ir a…!
- No me gusta nada Reldid, Jo. Ya te lo dije…
- Pero… - James miró firmemente a su amiga. Sus ojos verdes esmeraldas brillando peligrosamente.
- Reldid tiene algo que ver con todo este asunto del talismán, esos sueños y estas marcas. Estoy seguro…
- No tienes pruebas.
- Me basta con mi intuición.
Joanne le miró preocupadamente. No había ni rastros de la ubicación de Daniel, estaban ausentes en el examen de Astronomía y ahora se cruzaban con una pareja de Slytherin. Se mordió el labio con frustración. ¿Sucedería algo más? Rezaba para que no. Pero ella también tenía presentimientos, y éstos le indicaban que sería una noche extensa e importunada.
***
- ¿Otra vez en líos, señor Malfoy? – Preguntó la profesora Virginia al verlo entrar en su despacho junto con David y Malcolm. - ¿Dónde están la señorita Weasley y el señor Potter? – Preguntó extrañada al no ver al trío completo. Dan se encogió de hombros.
- Profesora… Me acusan de haber atacado a Esdara y yo le juro…
- No jure en vano, Malfoy. – Gruñó Malcolm.
- Le declaro que no lo hice, aunque sea, no esta vez…
- Lo encontré a pocos metros de la escena del crimen, profesora. – Dijo David mirando al Gryffindor con desprecio.
- Le dices escena del crimen como si el joven Esdara estuviera muerto y solamente está inconsciente en la enfermería. – Le dijo Virginia mirándolo atentamente. – Pudo haber tenido un accidente y haberse desmayado, simplemente.
- Claro, defendamos al trío. – Dijo Malcolm asesinando con la mirada a la profesora.
- No tienes pruebas de que fue el señor Malfoy ni ninguno de sus amigos, Malcolm.
- Y tú no tienes tampoco las pruebas para indicar que no fueron ellos, Virginia. – Ella sonrió inteligentemente.
- Mm. ¿Y si fue otro alumno y el señor Malfoy de verdad se estaba dirigiendo a la torre de Astronomía?
- Pruebas. Requieres pruebas.
- Llamen al director. – Daniel tragó saliva silenciosamente. ¿Dónde estarían ahora James Potter y Joanne Weasley?
Se sentó en la silla que le ofreció la profesora Weasley, enfrente de su escritorio. Malcolm se retiró a buscar a Snape y el celador salió de la habitación excusándose que tenía que seguir vigilando los pasillos del castillo en busca de estudiantes vagabundos, como le gustaba llamarlos.
Contempló de reojo a la profesora. Sus cabellos rojizos le llegaban hasta los hombros, alisado y brillante, las puntas ligeramente onduladas. Sus ojos pardos, llamativos, gracias a la forma inquietante de sus cejas. La túnica que llevaba puesta lucía algo desalineada (después de tantas jornadas de clases.), de un color lavanda. En su escritorio, había pergaminos dispersos y vagamente ordenados.
- ¿Corrigiendo, profesora? – Se animó a preguntar para relajar el tenso silencio.
- Bueno, en eso estaba antes de la ligera interrupción. – Sonrió agradablemente al joven Malfoy. Escondió un bostezo que pugnaba por salir y miró a Dan soñolienta. – No es común corregir a estas horas de la noche… Generalmente estoy haciendo rondas nocturnas, sin embargo, amablemente, la profesora Chang se dispuso a sustituirme con tal que yo haga lo mismo el martes.
- Ya veo. – Susurró sorprendido Daniel. No era usual que los profesores comentaran sus días de ronda nocturna, usualmente se mantenían en silencio. Pero eso no significaba que el trío no tuviera la lista de los días de la semana que cada profesor hacía ronda. (Había profesores más fáciles de esquivar o engañar.)
La puerta del despacho se volvió a abrir y para el asombro de Daniel y Virginia, no sólo ingresaron Severus Snape y Malcolm, sino también Joanne Weasley y James Potter, que venían detrás de los profesores, intercambiando palabras en voz baja. El trío se quedó viendo pasmado, James y Jo miraban de la misma manera a Dan que éste a ellos. "Con que ahí están/estabas."
- ¿Se puede saber que hacen el señor Potter y la señorita Weasley aquí? – Preguntó la profesora mirando especialmente a Malcolm. La misma pregunta se estaba haciendo mentalmente Daniel.
- Vagando por los pasillos en vez de estar en clase. – Sonrió amargamente el director Snape, su mirada fija de reojo en James. – Igual a su padre… - James le miró desafiante, sin intimidarse.
- ¿Podrían explicar eso? – Le preguntó la profesora de Encantamientos a los dos estudiantes recién llegados. Joanne respiró hondo y tragó saliva mientras James se mordía un labio disimuladamente y miraba de reojo al profesor de pociones en busca de inspiración.
- Estábamos… Estábamos… - Balbuceó Jo luego de un tenso silencio.
- Dirigiéndonos a la Sala Común porque nos habíamos olvidado del telescopio y sin éste no podíamos realizar el examen, así que la profesora nos permitió ir a buscarlo… - Continuó James rápidamente. Sus manos dentro de los bolsillos de la túnica, ya que temblaban del nerviosismo.
- Y aprovechamos para intentar localizar a Dan. – Agregó Jo por si las dudas.
- ¿Por qué no estaba el señor Malfoy con ustedes? – Preguntó Malcolm con su usual sonrisa astuta y maléfica. Joanne y James intercambiaron miradas con Daniel. Potter decidió responder.
- Porque Dan había ido, anteriormente, a la biblioteca para devolver a última hora un libro que había retirado hace una semana. Con Jo nos adelantamos… Y como observamos que no se había aparecido en Astronomía, pues… - James ya se estaba quedando sin ideas. Trataba de no inventar nada que luego los adultos pudieran ir y comprobar que no era cierto.
- ¿En algún momento se cruzaron con Federic Esdara? – Cuestionó interesantemente la profesora. Potter y Weasley negaron lentamente con la cabeza, incapaces de formular algún vocablo.
- Pues, entonces, déjalos ir a buscar el telescopio y que regresen a su clase. No hay pruebas de que alguno de ellos haya atacado al joven Esdara. Sin embargo, se le restarán a Gryffindor diez puntos por el olvido de un instrumento de clase y otros diez por llegar tarde a la clase. (En el caso de Dan) – Dijo la profesora Weasley poniéndose de pie y cerrando la reunión en su despacho. Malcolm abrió la boca para decir algo, pero Snape asintió y se dio vuelta, dispuesto a irse.
- Tenga cuidado, Potter. Estos juegos no le servirán. – Le murmuró al joven cuando se estaba retirando. Nadie más que James escuchó aquello.
***
- ¿Me puedes decir a que jugabas, Dan? – Preguntó Joanne mirándolo desafiante al terminar la clase de Astronomía. El examen había sido más que fácil, pero por poco el tiempo no se les hizo insuficiente.
- ¡Te juro que yo no fui el que atacó a Esdara!
- Te creemos y todo, Dan. – Murmuró sarcásticamente Potter. Andaba con un malhumor terrible. Después de esas palabras de Snape (que por cierto no podía sacárselas de la cabeza), no había logrado concentrarse del todo en el examen, y tampoco en nada más...
- Pues, no lo hagan si no quieren, nadie les obliga. Pero yo no ataqué a Federic.
- ¿Entonces, por qué huías cuando te encontraron? – Daniel, ofendido, aumentó la vivacidad de su paso, alejándose rápidamente de la vista de sus amigos.
- ¿Qué bicho le picó? – Preguntó entre dientes Jo en un murmullo. James omitió la pregunta.
Algo no andaba bien en el trío.
***
Las mazmorras eran un lugar ideal para pasear durante la media noche. No sólo porque allí casi nadie patrullara, sino por el silencio plácido que producían las paredes elevadas y el encierro escalofriante de cada habitación. Los pasos indiferentes y lentos detonaban levemente. Las llamas de las antorchas encendidas emitían un sonido tenue y tranquilo. Sino fuera por las arañas y pequeñas ratas que circulaban por las mazmorras, podría llegar a asegurarse que era uno de los lugares más privados de todo el castillo.
Y privacidad era justamente lo que necesitaba. No quería estar con nadie, ni hablar con nadie. Quería estar sola y fijar sus ojos oscuros en dimensiones desconocidas, no cercanas a la realidad. No oír, no escuchar los murmullos de sus compañeros. No incomodarse ante las risas idiotas ni sonreír falsamente. Necesitaba silencio y soledad.
Aún abrigada de pies a cabeza, sentía ese frío espeluznante penetrar por su piel y obligarla a estremecerse. Sus cabellos castaños le brindaban un poco de calor a su cuello, la túnica de negra de invierno (más gruesa que la común) junto con la falda grisácea (obligatoria del uniforme femenino), la camisa nívea de mangas largas con corbata y suéter, le brindaba una calidez moderada junto a su bufanda constituida por los colores de la casa de Slytherin. Las gruesas medias ennegrecidas, que le llegaban hasta debajo de la rodilla, y sus zapatos comunes, no ayudaban a aliviar el frío de sus pies. Pero no le importaba sentir el frío: éste le hacía sentir en una soledad profunda, y era justamente lo que requería en ese instante.
Buscó debajo de sus ropas el talismán y lo contempló absortadamente. Desprendía una sensación de poder… increíblemente maligno, aunque cálido. Los ojos de la serpiente le sugerían intensamente precaución mientras la lengua fina le embargaba de astucia. La forma extravagante del reptil, tan curva, le advertía de largos caminos que podían poseer misteriosamente atajos. Pasando tanto tiempo con insomnio durante las noches, llegaba a pensar cosas muy curiosas. Y una de esas era que la serpiente podía llegar a ser analizada para adivinación… Si su madre la escuchara…
Volvió a guardarlo. Lo que menos quería era que alguien llegara a verlo. Solamente una persona en Slytherin estaba enterada de todos sus problemas, Helena, su mejor amiga. Robert la había estado evitando y ella no hacía nada por llamar su atención o reclamar su palabra. Por otra parte, había empezado a asociarse con las otras chicas de Slytherin de primer curso. Le gustaba el ánimo despreocupado que mostraban. Observar a las de cuarto y verlas con sus miradas maléficas admirando a los muchachos… Guack. Esperaba no ser tan estúpida a los catorce años…
En cuanto a las clases, solía destacar en Transformaciones, Encantamientos y Pociones, aunque en Defensa Contra las Artes Oscuras tampoco estaba tan mal, pero tampoco era excelente. Astronomía dependía del humor del día, mientras que Herbologia le parecía bastante interesante, aunque para nada excitante. En Historia de la Magia solía tomar apuntes, pero nunca podía evitar terminar emitiendo un ligero bostezo, asimismo Duelo era bastante práctica y excitante (sobre todo los duelos con Helena, que ambas terminaban en el suelo a causa de las carcajadas.) Pero las calificaciones eran altamente satisfactorias en todas las materias. Hija de Hermione Granger tenía que ser…
Le dirigió una mirada de total indiferencia a una de las chicas de tercero de Slytherin que pasaba al lado de ella en ese mismo instante. Se creían tan superiores… Aunque sabía perfectamente que ella terminaría siendo igual de arrogante y presumida que ellas, aunque esperaba tener un poco más de astucia e inteligencia... Y por supuesto, no necesitar teñirse el cabello de amarillo para llamar la atención de un chico. Amarillo, el color de los canarios provenientes de la amazona de Hufflepuff… Soltó ligeras risas internas. Que ironía… ¿Acaso los Hufflepuff no eran tejones? ¿Entonces, por qué poseían el color de los canarios? Un enigma que le gustaría planteárselo a Helga Hufflepuff si poseía la oportunidad en una de esas casualidades de la vida…
No existen las casualidades, todo es por obra del destino.
¿Hasta el amarillo canario que representaba a la casa de Hufflepuff, los "maravillosos", "fieles" y "justos" tejones?
Hasta el amarillo canario que representaba a la casa de Hufflepuff.
Qué ironía… Justos y fieles… Miró a una Hufflepuff que pasaba a su lado para ir a la clase de Pociones. Esa tenía pinta de estar persiguiendo al novio de su mejor amiga (que por cierto, al mismo tiempo estaba con el hermano del peor enemigo de su novio (también perteneciente a Hufflepuff) con toda la mentalidad que solían decir que pertenecía a Slytherin…
Nah, Sly no era tan malo como parecía y decían… Solamente tenías que mirarlo con algo de optimismo: no tenías que andar con una bufanda del color de los canarios.
***
- ¿Cuántas veces tendré que repetirte esto, Spring?
- Cuantas veces sea necesario hasta que logre comprenderlo, Shinelight.
- Gastaré mi vida en ti, entonces. Y eso que solamente tengo dieciséis años…
- Qué graciosa, Shiny…
- ¿Por qué le dices Shiny, Spring?
- Shinelight a veces parece muy largo, Plamnut… ¿A ti te puedo decir Plam, no?
- "Plan de ahorro fácil"
- Ja-Ja-Ja. Hoy andan muy graciosos, tortolitos.
***
Un rugido potente resonó en sus oídos frágiles y débiles, parecían gastados, ya que no oían lo suficientemente bien como deberían. Un rugido de intenso y penetrante dolor animal. Un grito desaforrado de un humano, capaz humana, hasta que todo se hizo niebla negruzca y a su vez algo rojiza… El insensible aroma de la sangre ingresando sus fosas nasales y deleitando sus miserables sentidos… La muerte abundaba hermosamente en el paisaje tétrico, aunque bastante familiar…
- Eso les enseñará a no salir a medianoche, cuando hay luna llena.
***
Tosió lo más disimuladamente que pudo, aunque Joanne igualmente posó su mirada preocupada en él. Había una epidemia de gripe y andaba altamente sobre protectora tanto como en ella misma como en sus dos mejores amigos.
- Deberías ir a la enfermería a que te revisen, James. No vaya a ser que tengas una decaída…
- Es solamente una tos seca, nada de que preocuparse… Es que seguramente hay algo raro en el aire y he respirado mal…
- La excusa que quieras, James, pero no vayas a enfermarte.
- No vaya a ser que tu pichoncito quede pachucho, ¿no, Jo? – Se burló Dan, hasta sus ojos brillaban en una sonrisa. Jo le miró asesinadamente mientras James elevaba la vista al techo, ligeramente sonrojado. Otra tos.
- Tendrás que ir a la enf…
- ¡Cállate! – Dijo James comenzando a enfadarse, aunque percibió que su voz no había sido la única resonante en el pasillo. Miró curiosamente hacia atrás y vio a Catherine Modking tratando de sacarse de encima a Federic Esdara.
- ¡Cállate, imbécil! Tendrías primero que vendarme los ojos y modificar tu apariencia. Aunque tampoco estaría de más un toquecito en tu escaso cerebro, de paso. Capaz te hacen un descuento si lo compras todo junto, ¿no te parece? – Dijo la muchacha morocha. Sus ojos celestes destellando en furia y burla hacia Esdara, quien se quedó petrificado ante el trato de Modking. La tomó de las muñecas de sus manos y la presionó amenazadoramente contra la pared del pasillo.
- Nadie me trata así, Modking. Por más que seas muy bonita y todo lo que quieras, no eres más que una criada engreída.
- ¡No soy ninguna criada, y menos de ti! – Murmuró entre dientes la Slytherin. Joanne la observó fijamente. No pudo menos que gruñir. Qué escena tan fingida. Miró a James de reojo, esperaba que no se la creyese, era todo para llamar su atención, seguramente. Daniel, por su parte, estaba muy interesado en recordar cada palabra del discurso insolente de Catherine.
- Cállate, deshonrada infeliz. – Susurró Federic con asco absoluto a simplemente tocarla.
Ella forcejeó y al lograr librarse por unos instantes de las manos del Slytherin, le entregó una vigorosa cachetada firme. Lágrimas ligeras se asomaron en su rostro antes que se diera vuelta indignada y saliera corriendo en dirección a las mazmorras. Federic no soportó más la humillación (aumentada al quedarle la mejilla rojiza) y se alejó en sentido contrario. Todos los alumnos que pasaban momentos antes por el pasillo se quedaron inmóviles.
Una tos de James logró destrozar el silencio impasible. Murmullos se extendieron y cada quien siguió su camino… Menos James, que se apresuró a cambiar su camino y dirigirse a las oscuras mazmorras. Sintió la mirada furiosa de Joanne sobre su espalda, la omitió completamente.
***
- El señor Esdara ha afirmado que usted ha sido quien le atacó aquella noche, señor Malfoy. – Dijo con voz sutil el jefe de Slytherin, el profesor Malcolm.
- ¡Pero le juro que yo no he sido!
- Cincuenta puntos menos para Gryffindor y una detención de una semana. – Contestó indiferentemente el profesor. Con furia en su mirada, Dan contempló al profesor durante duros instantes antes de retirarse de allí, colérico. Lo odiaba desde pies a cabeza. Pero no había querido discutir más: a Gryffindor podía llegar a salirle bastante caro y también a su tiempo libre… Y no iba a agregar que el despacho del Slytherin tampoco le agradaba demasiado…
- Lo odio, lo odio, lo odio… - Repitió ilimitadas veces mientras caminaba a paso enfurecido por los pasillos de las mazmorras. – Odio a Esdara, odio a Malcolm… Los odié, odio y odiaré hasta la eternidad…
- No me digas que en verdad no fuiste tú quien atacó a Federic. – Preguntó una voz sarcástica detrás de él. Se volteó con las cejas levantadas levemente y contempló a Robert Reldid, con aquella postura tan… soberbia. Apoyado cómodamente en la pared, parecía estar esperando a algo. O… alguien.
- Reldid. – Saludó indiferentemente el Gryffindor, queriendo volver a sus maldiciones lanzadas al aire y retomar su caminata hasta la Sala Común.
- Espera, Daniel… ¿Podrías prestarme unos minutos de tu valiosísimo tiempo?
- Depende. – Contestó socarronamente, haciéndose el impaciente.
- Bien, tomaré eso como una aceptación. Sabrás, obviamente, que tu padre es un traidor…
- ¿Traidor? – Preguntó Dan desconcertado por el tema de la conversación.
- Traidor del Lord Voldemort. Dejó sus filas por culpa de tu… tío Potter. Sabrás eso, ¿verdad? – Explicó rápidamente Reldid.
- Y bien orgulloso estoy de eso. – Agregó Daniel mirando al Slytherin asquerosamente. No le gustaba que le hablara de ese tema, estaba tramando algo.
- Perfecto. – Un destello asesino en los ojos del Slytherin. - ¿Qué me dices de tu madre?
- ¡Mi madre no fue nunca una mortífaga! – Exclamó indignado el Gryffindor, mirando con odio y desprecio a Reldid.
- Aja. – Robert se irguió y sonrió astutamente. – Buenas noches, Malfoy. Disfruta tu castigo con Malcolm… - Y caminó lentamente en sentido contrario, internándose en las sombras del pasillo. Dan quedó inmovilizado, contemplándolo. Su estómago dio una sacudida, la duda ahora tenaz en su mente.
Odiaba también a Reldid.
***
Mm. Aquel pasillo tenía una curva pronunciada, injustificada… Y ese tenía una armadura bastante llamativa, para sus ojos esmeraldas. No le gustaba el aspecto que gozaba ese cuadro en el quinto piso. También podía contarse el ladrillo a medio salir en el pasillo del tercer piso como un "botón" para la abertura de un pasadizo. ¿Y qué decía sobre la biblioteca? Esos peldaños elevados, medio desechos… Podían poseer debajo algún misterioso pasadizo y conducirlo a alguna cámara subterránea. Lastima que no hubiera forma de comprobarlo.
Odiaba a Snape por pasar siempre cuando estaba investigando posibles pasadizos secretos. Y por miles razones más, pero… Aquella mirada tan elocuente y astuta le inquietaba. Le vigilaba siempre de reojo. Capaz porque era el hijo de Harry Potter y éste le había pedido que no le permitiera hacer alguna locura descabellada… Pero, la pregunta siempre era la misma.
¿Por qué Snape aprestaba tanta atención a sus movimientos?
***
Agitación. Otro sueño extraño y sobrenatural, sin interpretación posible, sumamente confuso e irrecordable con precisión. La vista nublosa no le ayudaba para fijar su vista en algo sólido y firme. Se sentía insegura entre aquel silencio tenso y aquellos sonidos ahogados que parecían brotar de las paredes de las mazmorras tenebrosas.
Se incorporó en su cama, no deseando volver a dormitar durante algunos cuantos minutos, aunque tampoco horas… Necesitaba ese tiempo de sueño, no quería parecer sonámbula al día siguiente en la clase de Duelo. Observó su alrededor con desconcierto. No tenía ni idea que quería hacer en ese momento. Lo único que se le ocurrió al contemplar la puerta de la habitación de chicas de primer curso, era que el insuperable lugar para meditar bien y organizar sus pensamientos era la Sala Común, donde un aire místico solía hacerla volar y pensar lo inimaginable... Así que decidió bajar allí y sentarse en uno de los extensos, cómodos y numerosos sillones verdosos, lejos de las mesas llenas de pergaminos y libros (sabía que con sólo verlos le traería dolor de cabeza.)
Un ardor agudo de la marca posada en su piel, en su brazo izquierdo, le alertó que algo no estaba bien en aquel momento. Una calidez frívola emergía del talismán apoyado en su pecho, provocándole intensos estremecimientos en todo su organismo. Sus manos heladas, no sólo por el frío de la sala, su respiración irregular, aquel vapor, aquella nube borrosa sobre sus ojos desorbitados en otra dimensión…
Un sonido desconocido y exótico la hizo saltar sobresaltada y exageradamente. No le gustaba aquella situación, no le gustaba… Algo le decía que no se hallaba en las resguardadas mazmorras de la casa de Slytherin. Y si realmente no lo eran, ¿dónde estaba, qué sucedía, cómo y por qué?
Percibió como unas manos descomunalmente gélidas la aproximaban contra una invisible superficie. Temblando incontrolablemente, sin poder forcejear, cerró sus ojos almendrados que en ese momento no estaban sirviendo, ya que parecían estar anulados… Permaneció pacientemente a presenciar lo que sucedería, aunque no estaba segura de lo que podría llegar a ser... ni quería saberlo…
