Maru: Muchas gracias! ^^ Lamento la demora ;_; Espero que este cap. Sea de tu agrado!
Lizzie: ¿Cómo estás, Lizzie? ^^ Muchas gracias!! Mmm… Confías en Dan o no? Crees que fue él quien atacó a Esdara? ^^ Yo no pienso decírtelo. *Parvati saca la lengua infantilmente* Ya te acostumbrarás a los personajes xD Espero no haber tardado más de la cuenta con este cap. ¬¬ Piensa que yo ya voy escribiendo el 19 y recién estoy publicando el 16 O.o Bue.. Espero tu review futuro! Muchas gracias!
Andy_Potter_Bloom: Muchas gracias por tus ánimos! ^^ Me alegro que compartas mis gustos por el HHr! ^^ Espero que este cap. Te guste! (y no tardarme tanto en acordarme de actualizar ¬¬*) Gracias por el review!
Capitulo 16-Amenazas Insubsistentes y Elocuencias InverosímilesJadeó débilmente cuando le obligaron sin delicadeza a alguna a apoyarse bruscamente contra una pared, enormemente helada. Se sentía terriblemente desvestida, sin nada cubriéndole, aunque era consciente que tenía su pijama de tela suave abrigándole. Quiso abrir sus ojos, para situarse mejor en la situación, pero sus párpados le parecían terriblemente pesados.
Una mano insensible de lo baja que era su temperatura, se apoyó sobre su cuello acariciándole sutilmente, rozando su piel pálida. La acariciaba como si fuera un diamante sumamente valioso. Aquella palma fue subiendo, realizando movimientos circulares y ascendentes sobre su piel, hasta situarse en su mejilla, donde se detuvo lentamente. Se estremeció considerablemente y sollozó al sentirse vulnerable. No estaba segura, pero creía que unas cadenas mágicas e impalpables sujetaban sus manos.
El individuo del cual desconocía la identidad recostó su otra mano sobre su cabello castaño ligeramente enmarañado y, sin previo aviso, la tomó violentamente de los cabellos, obligándole a reclinarse todavía más contra la pared y estirar su cuello, chilló ruidosamente. Él le pellizcó la mejilla y posó sus labios sobre su cuello extendido. La besó profundamente, con dulzura deletérea y suavidad, demostrando que gozaba de experiencia. Quiso forcejear, pero nuevamente percibió la debilidad de su cuerpo contra el del desconocido.
Él fue subiendo sus labios desde el cuello hasta su mejilla hasta el borde de sus finos labios, donde se paralizó durante unos instantes inquietantes.
- Te haré desear mis besos, Potter. – Murmuró el desconocido. Su voz inexplicablemente insensible. Ella tembló, dejando nuevamente que las sustancias salinas se deslizaran por su rostro, llegando a tomar contacto con las facciones del desconocido. No sabía quien era su atacante, su voz no le sonaba conocida ni lejanamente. Pero… ¿cómo éste sabía quien era ella? ¿Y qué quería?
El individuo apoyó sus labios fríos sobre los suyos, tibios y ligeramente abiertos. Le oprimió vigorosamente sobre el muro, besándola con profundidad. Su cuerpo no dejó de temblar durante esos segundos. Trató de sentir alguna otra sensación a parte de repulsión, pero no lo consiguió. Llegó un momento que sintió como se quedaba sin aire, sus pulmones comenzando a escasearse de oxígeno. Él se separó se ella, insuficientemente, pues seguía sintiendo el aroma extraño de su aliento sobre su rostro.
- ¿Qué tal, Potter? – Preguntó en un murmullo frívolo.
- Aléjate de mí… - No pudo decir nada más. Su garganta se encontraba seca, irregularmente seca, y un nudo estaba obstruyéndola.
- Así que no te gustó. – Dedujo el atacante con indiferencia. Esta vez, la mano que continuaba en su cabello castaño se deslizó hasta la parte posterior de su cuello. La aproximó hacia él casi imprevistamente y le perforó con un intenso beso.
Tan intenso fue el roce de los labios, que no alcanzó a evitar que sus labios se separaran. Supo que sería un grave error, pero no le dio tiempo nada. A penas les distanció ligeramente, el desconocido ya estaba aprovechándose de ello. Sintió una terrible aversión cuando la lengua del anónimo fue percibida dentro de su boca, explorándola casi con total libertad.
Fue tanta la furia y el odio que sintió, que logró abrir sus ojos esmeraldas. Se indignó al ver que su vista continuaba borrosa, pero pudo apreciar que el cabello del desconocido era de un color oscuro. Los ojos… extrañamente… escarlatas.
Recordó los ojos rojos de la serpiente de su talismán. Esperaba que no tuviera ninguna relación exótica con aquello… Una calidez sobrenatural la invadió completamente, naciendo desde su pecho, tranquilizando sus músculos contraídos a causa del forzamiento. Se dio cuenta casi de inmediato que provenía del talismán. Milagrosa e enigmáticamente, pudo destruir las cadenas invisibles que sostenían sus manos y forcejeó para separar los labios del extraño de los suyos.
En cuanto lo hizo, todo se nubló.
***
Ahogó un grito inconsciente que en un momento pretendió nacer de sus labios. Sus ojos almendrados observaron a su alrededor fijamente, analizando el ambiente. Era la segura y cómoda habitación de chicas de primer curso de Slytherin. De aquello no había duda. Se recostó durante unos minutos, tratando de que su pulso dejara de ser tan alterado. Lo consiguió muy levemente, pues cinco minutos después se estaba incorporando de su cama. Lo cual fue un completo error.
Al sentarse, un súbito mareo le obligó a sostenerse de la mesita que se encontraba junto a su cama. Suspiró cansadamente, tratando de ser paciente con su propio organismo. Volvió a intentarlo, y se sintió horrendamente insegura al percatarse que no podía encontrar el equilibrio para caminar. Se volvió a sentar, suspirando de nuevo.
Al tercer intento, avanzó lentamente, luego ya sosteniéndose mediante las paredes para llegar hasta el baño contiguo a la habitación. Ingresó y se miró instintivamente en el espejo. Lucía un aspecto desastroso. Ojeras debajo de sus pardos ojos, su cabello largo hasta los hombros estaba totalmente desorientado, con notables nudos cuando llegaba a las puntas. Y su piel… pálida como un papel.
Otro mareo y tuvo que sostenerse esta vez de uno de los muebles. Tosió, ante la sequedad de su garganta. La cabeza le dolía punzante y perseverantemente. Verificó colocando si tenía fiebre con su mano izquierda sobre su frente. Sí, y bastante alta para su gusto. Otro mareo algo más pronunciado…
Y cayó vertiginosamente, perdiendo el sentido, al suelo frío de la mazmorra.
***
Enfrente de sí, un pasillo inmensamente desierto, con una longitud considerable y lo suficientemente ancho. Del lado derecho, había numerosas ventanas, que mantenían una distancia regular unas con otras. Sin embargo, ninguna se encontraba abierta. Del lado izquierdo, algunas puertas aparecían. La más cercana estaba a dos metros y la siguiente evaluaba que estaba como a ocho metros.
Caminó hacia la primera, con la mente en blanco. No sabía por que reaccionaba al impulso de su curiosidad sabiendo que no le traería nada bueno, solamente problemas. Pero el tenso silencio le obligó a hacer algo. Una vez frente a la puerta de madera algo estropeada y con unos vidrios que, de haber estado limpios, le hubieran permitido apreciar el contenido de la habitación sin penetrar a ella. Tocó el mango de cobre gastado y lo giró lentamente, abriendo sigilosamente la puerta, que emitió un gemido a causa de los años que seguramente llevaría sin ser abierta.
La habitación que se mostró ante sus ojos no era deslumbrante, ni mucho menos. El piso de mármol, cubierto de gruesas capas de polvo, le provocó varios estornudos y ni hablar de la tos. Los ladrillos que formaban las paredes se notaban destruidos, mientras que las columnas que permanecían en los bordes de la sala, apenas se mantenían de pie.
Lo único excitante y hasta capaz exótico que mostraba la escena, era el espejo magnífico, alto hasta el techo, con un marco dorado muy trabajado, apoyado en unos soportes como garras. Se acercó con pasos cautelosos, pero se decepcionó al notar que también estaba cubierto de polvo. No obstante, buscó en los bolsillos de su túnica y sacó su varita mágica con una seña triunfal. La giró en el aire, murmurando un encantamiento de limpieza. Al instante, el espejo relucía brillante y puramente ante sus ojos. Observó el marco, donde una inscripción era visible a simple vista: Erised etra ehru oyt ube cafru oyt on wohsi.
No pudo fijarse mucho tiempo en éste, ya que un sobresalto inundó su corazón al ver el reflejo que le mostraba el espejo.
Estaba ella, sí, pero no como realmente estaba ahora. En el reflejo, su cabello castaño lucía lacio y esplendente, sus ojos almendrados estaban oscurecidos en un clima de inteligencia y astucia. Vestía una túnica larga hasta el suelo, de un color verdoso oscuro, con los bordes plateados. Sobre la túnica y todas sus ropas, estaba el talismán, que le daba un toque especial a su figura. Sobre su hombro derecho y, parcialmente enrollada en su cuello, se ubicaba una serpiente, de rasgos oscuros y tenebrosos.
Atrás de ella, había una especie de negruzca niebla. Y ahí se terminaba la sorpresa. Se alejó del espejo, retrocediendo pausadamente, hasta apoyarse derrotadamente sobre la pared del lado opuesto. Aquella imagen de ella, tan arrogante y victoriosa, le estaba perforando por dentro. Cerró los ojos, tratando de contener esas lágrimas frágiles. No lo consiguió y su debilidad humedeció el suelo cubierto de polvo…
***
- No mires más allá de lo que no puedes sostener, Potter. – Murmuró una voz estridente e irrompible. Observó como el receptor apretaba los puños, demostrando así su clara impotencia y rencor.
- No eres humano para decir eso. – Exclamó furiosamente, con los ojos verdosos brillando peligrosamente.
- Soy humano, demasiado humano, Potter. Deberías saber ya que los sentimientos no sirvan para nada, solamente molestan y se convierten en una flaqueza. Como ahora lo estás sintiendo. ¿Ves? – Rió maniáticamente, una risa sumamente tétrica, burlándose de la mirada de recelo que le dirigía Potter.
***
- ¿Cómo que Lilian está en la enfermería? – Preguntó James en una exclamación. Joanne asintió temblorosamente y Daniel miró a su amigo con ojos cautelosos. Helena, quien se había acercado a la mesa de Gryffindor para informarle a James de aquello, se mordió un labio y bajó la mirada.
- La encontramos esta mañana tendida en el suelo del cuarto de baño… La llevamos inmediatamente a la enfermería, estaba delirando de fiebre. – No terminó de decir aquello y ya James había desaparecido de la vista de la Slytherin y los dos Gryffindor, corriendo en dirección a la enfermería.
***
Abrió los ojos lentamente, tratando de enfocar bien y encontrarle forma a las nublosas figuras que estaban a su lado. Sus ojos estaban irritados y los volvió a cerrar con fuerza, para intentar que el dolor se apagase. Lo hizo levemente, y volvió a abrirlos, esta vez permitiéndole ver todo con claridad.
A su lado se encontraba su hermano, aunque en ese momento no le estuviese mirando. Observó del otro lado para comprobar si había alguien, lo cual era negativo. Solamente la enfermera, que en ese momento estaba en su despacho ni enterada que su paciente se había despertado. Entonces… ¿qué miraba James?
Se inclinó ligeramente para contemplar que en las manos de su hermano había una fotografía mágica, ya que poseía movimiento. Como la tecnología había avanzado muchísimo los últimos años, ya poseían los colores reales, en vez del antiguo blanco y negro. Por eso se le hizo muy fácil descubrir a quien miraba su hermano.
Una fotografía de dos amigos abrazados, mirando hacia la cámara. Sonrió agradablemente, y no pudo evitar soltar unas risas pícaras. James inmediatamente se despertó de su trance y la miró con curiosidad, ligero rubor en sus mejillas.
- ¡Lilian, ya estás despierta! Menos mal, dormilona, llevas en cama una semana y media.
- ¿Cómo? – Exclamó sorprendida y alterada mirando a su hermano fijamente, pensando que capaz era alguna de sus bromas.
- Aja. Tenías una fiebre bastante alta, hermanita. Los primeros días era terrible. Seguramente agarraste algún virus, ya sabes, estando en Slytherin…
- ¡James! No empieces con eso. – Ella frunció el entrecejo, enojada. Odiaba cuando su hermano se ponía en una postura arrogante-Gryffindor. Era fastidioso, muchas veces habían discutido en las vacaciones por hacer comentarios de auto beneficencia hacia sus propias casas.
- ¿Y…? ¿Qué estabas mirando? – Cambió de tema, no disimuladamente ni sin querer. Quería poner incómodo a su hermano y que de una vez por todos dejara de…
- ¿Yo? – Preguntó con inocencia peligrosa. Parecía bastante real, y Lilian llegó a creer que ya se había olvidado de la foto que tenía entre sus manos.
- ¿Quién más?
- Nada. Solamente estaba haciendo mi deber de hermano mayor. – Sonrió felizmente y miró a su hermana con autoridad. – Iré a avisarle a la enfermera. Espérame aquí, ni se te ocurra levantarte.
Se levantó velozmente (ya que estaba sentado al lado de la cama en una silla) y se dirigió a la sala paralela. Lilian asintió a su recomendación, pero no pudo evitar sonreír nuevamente cuando James posó la foto en su mesita de luz al irse. La tomó cuidadosamente, fijándose que su hermano no la viera. Y amplió su sonrisa al comprobar sus sospechas. Elevó la vista y la dirigió a donde antes había estado James. Y soltó una fuerte carcajada.
***
Elevó una ceja, con una sonrisa sarcástica en sus facciones. Tosió con disimulo y volvió a mirar a su receptora. Ésta lo observaba temblorosa y confundida. No pudo evitar hacer un gesto de impaciencia, pero se inclinó sobre el escritorio, acercándose más a la aurora novata. Le sonrió, tratando que fuera risueñamente y dándole seguridad.
- No se preocupe, Daphne. No es tan difícil como parece. – Aseguró volviendo a toser secamente. Parecía que había agarrado una gripe…
- Pero señor… - Fue interrumpida.
- Llámame Harry, Daphne. Somos colegas, aunque con diferentes jerarquías, y no me gusta la formalidad tan pronunciada entre compañeros. Y no te preocupes, lo único que debes hacer es ir a San Mungo y asegurarte que este informe le llega al ministro.
- Están canceladas las visitas…
- Es de máxima urgencia. – La aurora soltó un suspiro de resignación.
- Haré lo que pueda, señor... – Harry la observó de reojo y con un suspiro se dio cuenta que era imposible que lo trataran normalmente y sin verlo como alguien superior. La admiración seguía perdurando a través de los años.
Daphne se levantó de su asiento y se retiró sin decir ninguna palabra más. Su asiento fue ocupado casi inmediatamente por Draco Malfoy, que tenía una expresión de no haber pegado un ojo en toda la noche y haber estado discutiendo con los demonios.
- Parece que no fue buena tu noche, Draco. – Sonrió Harry con ironía. No se encontraba de buen humor a causa de todos los problemas que tenía encima. Draco hizo un gesto de ignorancia.
- Ya no la soporto más, Harry. – Suspiró.
- ¿A quién ya no soportas…? – Preguntó Potter sin entender, mientras ordenaba unos papeles que había esparcidos sobre su escritorio. Chasqueó la lengua en signo de entendimiento un segundo después, conectando sus ojos con los de Draco. – Ya. ¿Qué pasó?
- Me acusa de haber perdido su trabajo en la Academia de Salem.
- ¿Perdió su trabajo? – Preguntó Harry frunciendo el entrecejo nuevamente.
- ¿No te conté? Luego del ataque masivo a Beauxbatons.
- ¿Y por qué la despidieron?
- Es lo que no sé. – Suspiró con cansancio. – Pero ella dice que… - tragó saliva. – Creen que soy un espía del lado oscuro y que bueno… Ella al ser mi esposa… - Harry le observó neutralmente durante unos minutos y luego volvió a centrarse en la acomodación de los papeles.
- No creo que esa sea la verdadera razón, Draco. Esa mujer te ha cegado los ojos durante años, ¿recuerdas? Sino hubiera sido por Daniel, tu matrimonio con ella no hubiera durado ni meses.
- Daniel está destrozado. Tras unas vacaciones en casa y volver a vernos discutiendo… Esperaba que todo estuviera normal…
- Admítelo, Draco, el único tiempo que estuvieron realmente bien como matrimonio fue cuando Dan tenía siete años… Hasta los nueve, más o menos. Todos los demás años, fueron intentos falsos de reconciliación y tolerancia. – Dijo Harry lentamente elevando solamente una vez los ojos esmeraldas de los pergaminos. Draco se mordió un labio con frustración.
- ¿Y qué tal va el trabajo, señor? – Se burló levemente Malfoy para cambiar de tema.
- ¡Ni me hables de eso! Percy no quiere enterarse de todos los líos que hay por aquí… No recibe visitas ni mensajes. Y nos acabamos de enterar por medio de espías de nuestro bando que dentro de una semana los mortífagos harán un ataque al centro de Londres muggle. No tenemos los aurores suficientes como para defender una zona tan circulada como lo es el centro de Londres…
- ¿Y qué harás? – Preguntó preocupado, observando con atención los signos de estrés de Harry. Era uno de los jefes del departamento de la seguridad mágica desde hacía unos tres años, uno de los encargados en dar las órdenes a todo el departamento.
- Eso es lo peor. – Suspiró con bronca. Miró a Draco a los ojos y en ellos vio máxima intranquilidad. – Todavía no lo sé.
***
- A ver, Daniel, te vuelvo a preguntar si no me has entendido de pura causalidad. ¿Qué es un zombi? – Preguntó Joanne con impaciencia, pocos días después de que Lil se despertara de la enfermería. Estaban estudiando los tres en la biblioteca, en el fondo de ésta, para mayor precisión.
- Ser humano que, una vez muerto, resucita con la compulsión de beber sangre. – Sonrió inocentemente Dan ante la mirada alterada de Jo.
- ¡Eso es vampiro, Daniel! ¡Eres un bestia!
- Bestia: Animal cuadrúpedo, especialmente el doméstico de carga. – Recitó Daniel con voz monótona, pero con un tono minúsculamente burlón. Al terminar, le sacó la lengua a Joanne infantilmente.
- No, Dan, el otro significado. – Corrigió James que estaba internado en la realización de unos ejercicios escritos de transformaciones.
- Ehhh. Déjame ver… - Pensó durante escasos segundos y se volteó hacia Jo. – Bestia: Rudo e ignorante. – Joanne rió a carcajadas y James sonrió débilmente, ambos mirando burlonamente a su amigo, que lucía una expresión indignada.
- ¿Así que me creen un ignorante y, encima, cabeza hueca? Ya verán… - Carraspeó sonoramente y miró instantáneamente a Weasley. – Zombi es una creación de uno de los practicantes de magia negra más perversos: un hechicero vudú. Un zombi es, básicamente, un cadáver andante, un ser que parece humano, pero que no tiene mente, ni alma, ni voluntad. Se limita a cumplir las órdenes de su creador. Incapaz de sentir dolor, miedo o remordimientos, un zombi es, por lo tanto, un arma muy peligrosa en manos de cualquier practicante de artes oscuras. Echarle sal a un zombi hace que éste vuelva a la tumba, otra solución es pedir ayuda divina (creencia provocada por un dios haitiano) o sino, lo mejor para vencer a un zombi es acabar con el hechicero vudú que lo creó. – Terminó, haciendo un gesto teatral.
- Lo que quiere decir que tú eres un zombi, ¿verdad, Malfoy? – Preguntó una voz proveniente del otro extremo de la biblioteca. Voltearon a ver para encontrarse con la mirada patéticamente malvada de Federic Esdara.
- OH. Seguro que sigue afligido tras que una chica como Modking le dijera que no tenía cerebro ni gallardía. – Le miró Daniel socarronamente de reojo.
- Cállate, Malfoy.
- ¡AH! Le sigue temiendo a la verdad… Pobrecito… - Murmuró Daniel sonriendo malvadamente.
- Cállate.
- Nadie me manda a callar, y menos vos, Esdara, un vampiro que espanta a las bellas damas.
- Mira quien viene a hablar. – Susurró Joanne mirándole con una mueca en su rostro. – El príncipe azul de Hogwarts.
- Cállate, Jo. ¿No ves que estoy intentando ayudar a Esdara a darse cuenta que hay que aceptar la realidad? – Le sonrió y Joanne no pudo menos que devolverle la sonrisa. Así era Dan, contagiaba sus locuras y alegrías a los de su alrededor.
Al darse vuelta para seguir burlándose de Federic, se percató que éste había desaparecido completamente, sin dejar ni una huella. Sonrió con gustosa victoria y miró a James, dándose cuenta que éste contemplaba algo del otro lado de la sala. Siguió su mirada verdosa y vio que miraba a Catherine Modking, quien acababa de ingresar a la biblioteca. Se quedó en silencio, volviéndose a concentrar en el libro de criaturas mágicas oscuras. Modking siempre le provocaba una sacudida en el estómago y no era por que le gustara, sino que había algo en su aroma que… le mantenía alerta y cauteloso. Y hubiera querido advertírselo también a James.
***
- ¿Otro ataque avisado? – Preguntó Snape observando atentamente a Potter.
Lo mismo hacían Alastor Moody, Albus Dumbledore, Dedalus Diggle, Remus Lupin, Sirius Black, Arabella Figg, Minerva McGonagall, Arthur y Molly Weasley, Mundungus Fletcher, Hermione, Lilian y Ron Weasley, y Draco Malfoy. Una nueva reunión de la Orden del Fénix, esta vez en la casa de Ronald y Lilian.
- El ministro quiere mantenerse fuera del contacto del Ministerio. Ni está enterado del ataque. – Comentó Draco preocupadamente. – Y será uno de los más graves hasta la fecha…
- ¿Contamos con los aurores para defendernos? – Preguntó McGonagall mirado interesadamente a Harry. Éste se mordió un labio y negó lentamente con la cabeza.
- Habrá decenas de muertes si no conseguimos más defensa para dentro de cuatro días.
- ¿No podemos contactarnos con los países limítrofes? – Cuestionó Arthur. Tanto él como su esposa parecían alterados e inquietos por su hijo Percy.
- He hablado de ello con el jefe del departamento de relaciones internacionales… Pero sin la orden del ministro o alguno de sus secretarios no podemos hacer nada. – Contestó Ron frustradamente.
- ¿Y no podemos tomar contacto con alguno de los secretarios? – Sugirió Remus, pero tanto Albus como Harry soltaron carcajadas sarcásticas.
- El único que está ahora en el ministerio está sospechado casi con todas las pruebas de ser un mortífago. – Informó Harry amargamente.
- ¿Y por qué sigue siendo el secretario de Percy? ¿A caso no pudieron hacer nada para quitarlo de ese puesto? – Exclamó enojada Molly.
- Solamente el ministro puede ordenar el removimiento de ese puesto, Molly. – Trató de tranquilizarla Sirius.
- No entiendo la conducta de Percy… No lo entiendo…
Harry esquivó la mirada de Molly y de Albus recatadamente. Obviamente que él si sabía que factor había influido en la conducta de Percy. Pero la única manera de solucionarlo, de volver a tener a "Percy" entre la gente confiable, era… un desenlace demasiado oscuro, escalofriante. Y de todas maneras, no tendría a Percy con ellos.
- Lo único que es concreto es que dentro de cuatro días habrá un colosal ataque al centro de Londres muggle y no contamos con la defensa suficiente. – Murmuró Ojo Loco Moody con furia. – Se está repitiendo lo mismo que hace cuarenta años.
- Con una mínima diferencia, Alastor. – Dijo Harry con una voz totalmente neutral que inquietó a la mitad de la Orden. Todos le miraron con determinación. – Hace cuarenta años sabíamos contra quien luchábamos.
Se escucharon unos pasos lentos y cautelosos en la sala contigua. Ron se levantó con el entrecejo fruncido, cuando una figura se hizo visible en el marco de la puerta. Era Stephen Barker, uno de los jefes del departamento de seguridad mágica. La mayoría de la Orden se limitó a observarlo extáticamente, solamente Draco y Harry se incorporaron y se acercaron junto con Ronald hacia el miembro del ministerio.
- Nuevo ataque de los mortífagos. Pasivo. Tres muertos y una decena de heridos en un barrio muggle en el sur de Inglaterra.
Entre las exclamaciones ahogadas de las personas que había en la habitación, Harry no pudo evitar notar que la mirada de Barker se deslizaba disimulada, pero atentamente por cada uno de los rostros de los componentes de la Orden. Extraño.
- ¿Coordenadas? – Preguntó Potter casi con indiferencia, tratando de despistar la atención de Stephen. Éste volvió a mirarlo firmemente.
- Se puede ir perfectamente por Polvos Flu: Deonnick. Es un local a cinco cuadras del foco del ataque. No ha sido dañado en absoluto.
- Seguramente a estas horas no tiene nada que hacer en el ministerio… ¿Puede acompañarme? – Preguntó Harry sutilmente, su mirada verdosa en un abierto desafío. Barker titubeó un instante, pero asintió, sin quitar sus ojos de los de Harry.
