Los siguientes dos caps. están dedicados a Mary-Kris, mi beta durante algunos anteriores y los siguientes dos caps. aparte de estos. Sin ella... pues, los caps. no estarían con tantas ideas y mejoras. ^^
Capitulo 17 - Recuerdos problemáticos y descuidos injustificadosUna brisa leve, sin mucha fuerza, levantó el polvo que adornaba las avenidas principales. Observando la escena, parecía que nada anormal había pasado, pero por allí ya habían caminado los agentes del ministerio. Las memorias habían sido borradas y las casas y calles destruidas, nuevamente alzadas entre los ladrillos demolidos. Pero se sentía en el aire: el aroma de la sangre derramada y la violencia infundada.
Se inclinó lentamente y rozó con las gemas de sus dedos la superficie de cemento que componía a las calles. Existía una sensación inconfundible que le provocaban los recuerdos. Los recuerdos de la guerra, de la lucha interminable. De la gente herida, suplicando por auxilio. De los mortífagos, riéndose de la debilidad de las personas. Y los aurores, con la impotencia de no poder hacer demasiado por las personas. Por más entrenado que estuviera, no había estado para evitar la muerte de una pequeña criatura.
Se incorporó, tratando de que la imagen del pequeño bebé, cubierto de sangre, dejara de ser el principal pensamiento de su mente. Pero la impotencia de una vida tan inocente perdida… Que podría haberse podido evitar… Caminó pausadamente, en su deber de controlar que nada estuviera fuera de lo normal en un barrio muggle. Solamente faltaba que aplicaran los encantamientos desmorizantes a una familia que de milagro salió ilesa. Y de eso se estaban encargando Draco, Ron y dos aurores más. Pero decidió entrar en la casa donde ellos se encontraban para ver como iban con el trabajo.
Al ingresar al hogar de la familia muggle, los recuerdos volvieron a invadirle. Le recordaba intensamente a los Dursley, a los cuales no había vuelto a ver desde su salida de Prakigam. Muchas veces se había preguntado que sería de la vida de ellos… Pero terminó olvidándolos.
- ¿Cómo van, Ron? – Le preguntó al pelirrojo en un susurro.
- Solamente nos falta desmemorizar a ese niño. – Señaló tembloroso a un infante que estaba sentado en una silla inocentemente, muy cerca de ellos. Harry no pudo menos que observarlo con curiosidad. - ¿Lo podrías hacer tú? Iré a revisar que todo en la casa esté bien. – Harry asintió y se acercó al niño.
Tenía unos ojos castaños claros preciosos. Un cabello algo desordenado, de un color oscuro como la noche. No mediría en altura más de un metro y centésimas. Sus ropas estaban algo gastadas, los pantalones rotos en los talones. Seguramente por la velocísima huída. A Harry se le dio vuelta el estómago de la angustia. Los ojos del niño poseían una expresión dolorida y vulnerable. Estaba seguro que había presenciado algo de violencia de los magos tenebrosos.
- Dime, pequeño, ¿cómo te llamas? – Preguntó en voz baja, inclinándose para que sus ojos estuvieran a la misma altura que los del infante. El niño se estremeció y se inclinó hacia atrás en la silla. Titubeó, sin lograr contestar.
- No te haré daño. – Trató de que su voz no temblara. Colocó una mano sobre la cabeza del niño y le sonrió débilmente. - ¿Cómo te llamas? – Repitió la pregunta.
- John, señor. – Tenía una voz frágil, pero chillona. - ¿Y usted? – Harry amplió su sonrisa.
- Henry. Bien, John, dime que es lo que recuerdas de este último día. – El niño se estremeció, confirmando la idea que había presenciado algo que no debería haber visto.
- Señor… ¿ya se han ido los hombres malos? ¿Dónde está mi mamá?
- Se han ido, John. Y tu madre está en la sala de al lado, charlando con unos policías.
- Harry, ¿todavía no le has desmemorizado? – Preguntó Ron que en ese instante bajaba las escaleras y se acercaba hacia él. Harry negó con la cabeza. – Vamos, hazlo ya. Tenemos muchas cosas que hacer. – Harry sacó la varita del bolsillo de su túnica y miró con algo de inseguridad al pequeño.
- ¿Qué me hará? – Preguntó John valientemente.
- Te quitaremos tu memoria de la última semana para que no recuerdes nada de lo acontecido. – Dijo Ronald impacientemente. Harry suspiró con resignación.
- ¿Cuál es tu apellido, John?
- Dursley, señor, John Dursley. – Harry permaneció estático en su lugar, sin poder creer lo que escuchaba. Ron le miró preocupado, pero le hizo un gesto de ánimo combinado con impaciencia.
- Obliviate.
***
- ¿Tienes ya la lista de muertos, Draco? – Preguntó Harry esa misma noche, en el ministerio. Tenía el registro de heridos y desmemorizados, pero le faltaba el fundamental, las muertes. Draco no estaba muy lejos de donde él se encontraba, consultando algo con una de las auroras más expertas que tenía el departamento.
- Si, Harry. Aquí está la lista. Lamentable. – Murmuró en un tono angustiado, entregándole un pergamino con el sello del Ministerio. Potter tomó el pergamino y suspiró con resignación antes de leer los nombres.
- ¿Todos Muggles?
- Aja.
Horacio Theme – 30 años – Empresario.
Charlie Beart – 21 años – Vendedor de un comercio de ropa no-mágica.
Emily Parker – 17 años – Estudiante.
Frank Import – 2 años
Dudley Dursley – 32 años – Empresario.
¿Dudley Dursley? Un punzante dolor sacudió su estómago, haciendo que su vista se nublase ligeramente. Los recuerdos ensombreciéndolo de la realidad momentáneamente. Su primo… Al que hacía unos catorce años, más o menos, que no veía ni se preocupaba, había muerto a mano de los mortífagos. Condenados magos oscuros. Se mordió el labio, con los ojos irritados. Apretó los puños y no pudo menos que hacer un gesto de impotencia y debilidad: pegó un puñetazo a la mesa.
- Harry… ¿estás bien? – Preguntó Draco observándolo, sin entender la justificación de su reacción. Harry lo ignoró completamente, demasiado cegado por los recuerdos. Tomó la túnica de un color oscuro del perchero y salió disparado hacia la salida del ministerio, dejando a un Draco pasmado, interesado y preocupado.
***
La misma casa. El mismo ambiente. El mismo lugar. Si hubiera estado allí, unas cuantas horas antes, hubiera podido evitar que su primo, por más maldito que fuera, hubiera muerto. Su primo por la sangre de su madre. Su familia, por más que le costara decirlo.
La sequedad de su garganta junto con la irritación de sus ojos y el dolor de su estómago le indicaba que gozaba un sufrimiento profundo y una agonía extensa. Hubiera querido gritar y llorar de impotencia, pero no, su orgullo no se lo permitía. Soy Harry Potter, se ha muerto mi primo que hace añares que no veía, y en mi niñez he odiado.
Pero los ojos castaños de John Dursley volvían a asomarse en su memoria. Aquel niño, inocente y feliz, había tenido un padre. Había tenido un padre. Por culpa de los Mortífagos, ya no lo tenía. Por culpa de magos oscuros. Por culpa de la magia. Por culpa de Lord Voldemort.
Qué ironía recordarlo tras tantos años de su fallecimiento. Qué ironía… Pero seguía arruinando su vida como si estuviera vivo, sano y salvo. Seguía matándolo lentamente. Seguía torturándolo con dagas filosas, dolorosas. Seguía allí como en su primer enfrentamiento.
Entró a la casa, con un simple movimiento de varita. Allí estaba seguramente la esposa de Dudley, sollozando junto a su hijo, aferrándose a él desesperadamente, como suplicando que no le dejara jamás. Había una mesa larga, donde había sentados una anciana y un anciano. Los ojos se le dilataron y el dolor en el estómago aumentó. Estaba seguro de quienes eran. Ellos le observaban atentamente, pero no sabían todavía su identidad.
- ¿Quién es usted? – Preguntó el anciano con voz autoritaria y haciendo un gesto de querer levantarse y echarlo de la casa. La mujer que estaba sollozando lo detuvo con un gesto de su mano.
- Uno de los magos que vino a ayudarnos luego del ataque. – Dijo la mujer con una voz algo temblorosa, a causa del llanto.
- ¿Cómo…? – Harry le miró pasmado. ¿A caso no le habían aplicado el encantamiento desmemorizante?
- Soy una bruja. Los aurores no creyeron conveniente quitarme mi memoria. – La bruja le observó con atención. - ¿Sucede algo malo, señor…? – Cuestionó su nombre con cierta inocencia.
- Harry Potter. – El nombre heló el ambiente agonizante de la sala. Vernon y Petunia se incorporaron y le miraron como si estuvieran viendo a un muerto. Seguramente le tomaban como uno, tras tantos años…
- ¡Sal de mi casa, Potter! – Así que Vernon seguía odiándolo… - ¡Eres el culpable de todas nuestras desgracias! – Harry se quedó de piedra ante aquella exclamación.
- ¿Qué…?
- ¡Los magos sabían de nuestra… nuestra relación contigo! – Chilló Petunia alterada, gritando como una loca. - ¡Mataron a Dudley diciendo que esto te serviría de lección!
- ¿Dejaron algún mensaje más específico?
- Solamente amenazas. – Contestó la mujer, que aún se aferraba a su hijo, que tenía la cabeza oculta bajo su regazo.
Harry asintió lentamente. Un segundo después ya había salido de la casa sin agregar ninguna palabra más. Los ojos se le habían llenado de lágrimas. Los gritos de su tía Petunia resonaban en sus oídos como una sentencia. Su culpa. Dudley estaba muerto por su culpa. ¡Rayos! ¿No había terminado ya la época que todo era su culpa?
Lágrimas de furia. Sentía como el artefacto de comunicación que usaban en el ministerio (como un teléfono) sonaba en el bolsillo de su túnica, pero no quería responder al llamado. Aunque mitad Londres se estuviera muriendo. Estaba demasiado ocupado con sus propios pesares, como para preocuparse por los de otros.
Siempre decían que no valía de nada vengarse. Pues, esta vez si valdría la pena. Vengaría su culpa. Vengaría su conciencia. Vengaría cada sangre derramada. Cada grito doloroso emitido. Cada sílaba de súplica. Cada lágrima angustiosa. Cada sufrimiento contenido.
***
- Ha desaparecido sin dejar rastro, Hermione. – Dijo Draco con las cejas levemente fruncidas, en un signo de preocupación. Ron y Lilian se observaron pensativos mientras Hermione cuestionaba qué había sucedido la última vez que lo había visto a Harry.
- ¿Dónde está el pergamino con el registro de fallecidos? – Preguntó Albus, quien se encontraba en ese momento en la casa de los Potter de pura casualidad. Draco buscó algo en su bolsillo y lo sacó, entregándole a su ex director.
- OH. Aquí está la respuesta, Draco. – Elevó sus ojos celestes hacia los grises de Draco. – Asesinaron a su primo, Dudley Dursley.
- ¿Qué? – Preguntaron en una exclamación unísona Ron, Lilian y Hermione, ésta última con un deje de angustia.
- ¿A dónde pudo haber ido, Albus? – Preguntó Hermione alterada. Sabía cuan insensato y impulsivo se volvía Harry cuando estaba cegado por el dolor y el pesar.
- Eso es lo peor, Hermione, no tengo la menor idea. Espero que no haga ninguna locura… Pero seguramente lo primero que hará es ir a ver la escena del crimen.
- Le enviaré un mensaje al comunicador, a ver si responde.
- Si está en su aire de insensatez, no lo leerá, Draco. – Advirtió Lilian.
- Con intentar nada se pierde, Lil.
***
Las sombras de las grandes casas se elevaban sobre él misteriosamente. Muchas veces vio personas en la oscuridad, que murmuraban y lo observaban, pero seguían de largo. Muchas veces se cuestionó sino eran criminales Muggles, pues eran las tres y media de la mañana. Seguramente no eran los vecinos que salían a tomar un poco de fresco a la noche…
Caminaba casi sin rumbo. Más bien, sin rumbo. Se encontraba en un trance agudo de conmemoración de recuerdos y sucesos pasados de su vida. La luna brillaba por su ausencia en el cielo oscurecido, iluminado solamente por las casi escasas estrellas. Los faroles de las calles Muggles estaban gran parte rotos, otros necesitaban arreglos en los cables y otros un cambio de lamparita… Conclusión: vagaba a oscuras, sin rumbo fijo, por calles peligrosamente Muggles.
Hasta cuando percibió que una persona estaba inmediatamente detrás de él. Algo le impedía usar sus reflejos de auror y aniquilarlo con un simple movimiento de varita. Todos sus miembros se tensaron y no pudo más que permanecer estático en su lugar.
- Sabía que vendrías, Potter. – Voz fría y estridente. Mortífago, le alertó su instinto de "policía mágico."
Solamente llegó a sentir como le aplicaban un desmaius y anulaban sus sentidos. Cayó bruscamente sin sentido en la calle muggle, a los pies del mortífago. No pudo hacer nada para evitar el encantamiento. Al final, había encontrado su rumbo.
***
- Bien, Crabbe, ¿qué le escribimos a la Orden del Fénix? – Preguntó Lucius Malfoy pensativamente.
- Tenemos a Potter. Si quieren volver a tenerlo con ustedes y con vida… dennos millones de gallones. – Musitó inmediatamente Crabbe como si lo estuviera pensando hace siglos.
- Eso suena muy muggle. – Dijo Macnair asqueado.
- Dinos, genio, ¿qué le pediremos a la Orden del Fénix a cambio de Potter? – Preguntó Malfoy observando a un hombre oculto en las sombras con desdén.
- Ustedes definitivamente no usan el cerebro. – Contestó éste poniéndose de pie y acercándose a la zona iluminada. No tendría más de treinta años. – No necesitamos nada a cambio de Potter. Sustraeremos la información necesaria de éste y lo mantendremos cautivo para los planes de nuestro señor, ¿entienden? Ni siquiera sé para que alertaremos a la Orden del Fénix.
- Pero una vez que tenemos a Potter, quien venció a Lord Voldemort hace unos cuantos años, tenemos que aprovecharnos. Es la perla de la Orden, ¿entiendes, colega? Podemos decir que si no dejan libres de Azkaban a los mortífagos que quedan (serán cinco o seis), mataremos a Potter. Ya verás como se altera todo.
- Escribe tú entonces la carta, Lucius. Ya que tú eres el genio del grupo…
***
Estimada y demasiado querida, Orden del Fénix:
Me encuentro escribiendo esta carta hacia ustedes ya que poseemos algo que creemos que… les interesará. Como ya saben, esta misma noche hemos atacado un barrio de Londres, donde murieron algunas personas, entre las que se incluía un miembro de la familia de Potter. Especificando más, su primo.
Yendo al punto. Hemos secuestrado a Henry James Potter. ¿Lo quieren de nuevo con ustedes, sano y salvo? Pues, deberán liberar los seis mortífagos que continúan en Azkaban (los únicos a los cuales nos falta liberar) o sino, dentro del plazo de tres días, mataremos a Potter, como veníamos deseando hace añares, en nombre de Lord Voldemort.
Se despide cariñosamente,
Lucius Malfoy.
- Lucius Malfoy… - Gruñó Draco, destruyendo la carta por la presión de su puño.
- Tranquilízate, Draco. – Murmuró Lilian, pasiva.
- ¡Dije que iba a ser una locura! – Chilló Hermione alterada, mirando con furia todo aquello que le rodeaba.
- Tranquilízate, Mione. – Murmuró Lilian nuevamente.
- ¿Qué haremos? – Preguntó Ron mirando a Albus, Sirius y Remus, quienes hablaban entre ellos en voz baja. Le recordó intensamente en séptimo año, cuando Voldemort secuestró a Harry para convertirlo en su mortífago.
- Tendremos que liberar a los mortífagos. – Dijo Sirius, que no estaba tan lejos de la histeria de Hermione.
- No podemos, Sirius. ¿Cómo haremos para convencer al ministerio? No es una excusa suficiente. Debemos rastrear la ubicación de Malfoy y compañía y recuperar a Harry. – Contestó Remus con intranquilidad.
- Pero no tenemos las fuerzas suficientes como para ir y salir ilesos.
- Tengo un plan. – Dijo Draco, dejando de contemplar el pergamino escrito por la mano de su padre. – Y estoy más que seguro que funcionará.
***
Querido James:
Espero, principalmente, que te encuentres mejor que nosotros aquí en Londres. Supongo que estarás estudiando duramente para los exámenes, cada vez más cerca, de fin de año.
Ha sucedido algo mucho más que terrible. Anoche hubo un ataque a un barrio de Muggles. Mataron al primo de Harry, quien hace años que no se veían. La culpa invadió a tu padre, quien desapareció sorpresivamente al enterarse de la muerte. Los mortífagos lo han secuestrado.
Te pido, por favor, que no hagas ninguna locura junto con tus amigos y tu hermana. Solamente te informo de esta noticia, pues ustedes tienen derecho a saberla. Los mortífagos nos han amenazado de que sino liberamos a sus colegas en la prisión de Azkaban, mataran a tu padre. James, mantente atento. Hay demasiados enemigos en Hogwarts.
Cuida a tu hermana y mándale cálidos abrazos a Jo y a Dan. Les mantendré informada, no se preocupen.
Te quiere,
Tu madre, Hermione.
James alzó inmediatamente la vista hacia la mesa de Slytherin, donde Esdara comía tranquilamente, conversando con Reldid. Les miró con furia y rencor. Estaba seguro que las familias de aquellos malditos estaban relacionadas con los mortífagos. Y casi ni dudaba que ellos estaban al tanto del secuestro de su padre.
Joanne y Daniel le observaron preocupados. No querían intervenir en sus pensamientos, sabían el dolor que la noticia que su padre estuviera apunto de morir sino liberaban a esos mortífagos, le estaba sofocando.
James se incorporó en la mesa de Gryffindor sin decir palabra alguna. Se dirigió rápidamente hacia la mesa de Slytherin, por lo que Dan y Jo se miraron alterados, pensando que iba a matar a Esdara y compañía. Pero no fue así. Solamente iba a aquella mesa para avisarle a Lilian de la noticia.
- Lil, ¿podemos hablar un segundo? – Preguntó cuando estuvo enfrente de ella. Estaba desayunando con Helena, la hermana de Federic, tranquilamente.
- ¿Es urgente, James? Ahora mismo estoy conversando con Helena de un tema importante… - Dijo mirándolo de reojo. Actitud indiferente clásica de un Slytherin.
- Es importante, Lil.
- Entonces, dímelo y ya. – Contestó cortante la muchacha. James tuvo la intención de darle una cachetada, pero sabía perfectamente que sería muy mal visto.
- Nuestro padre está apunto de morir, Elizabeth. – Dijo James con la voz más indiferente que pudo lograr. Tenía los puños apretados por la furia y la impotencia de no hacer nada por su padre.
- ¿Qué? – Por poco no se cae el jarrón con jugo de calabaza. La exclamación alterada de Lilian llamó la atención de la mitad de la mesa Slytherin, quien se volteó a verla. Al ver la furia de James, la mayoría sonrió maléficamente. La otra mitad, se mostró insensible, volviéndose a centrar en su desayuno.
- ¿A que es importante, no, Lilian? – Contestó enfadado James. Lilian le observaba perpleja, con los ojos desorbitados.
- ¿Por qué? ¿Qué pasó? ¿Cómo? – Eran muchísimas las preguntas que pasaban por la mente de la Slytherin.
- ¿Por qué no le preguntas a tu mejor amiga, Lilian? – Se dio vuelta y salió indignado del Gran Salón. Tenía otras cosas que hacer, antes de atender a la caprichosa de su hermana, que ahora poseía una postura totalmente Slytherin.
***
La sala era oscura, no divisabas más que tinieblas. Solamente la oscuridad le rodeaba, consumiéndole por dentro y por fuera. Escuchaba el murmullo de las voces de los mortífagos en la habitación de al lado. Estaban discutiendo algo demasiado grave, por los gritos casi desaforados de Malfoy y otro mortífago al cual la voz no le sonaba conocida… Por más que rebuscara en su memoria.
Estaba algo anonado. No sentía todo como le gustaría. Necesitaba registrar el lugar donde se encontraba con precisión, pero tenía la mente ofuscada. Las voces de los mortífagos ingresaban por sus oídos en forma confusa, casi indescifrable. Lo que no le permitía enterarse de lo que conversaban, por más que gritasen con toda la fuerzas de sus pulmones.
Sin previo aviso, los mortífagos se levantaron de sus asientos (supuso Harry por el ruido de las sillas) y tres de ellos ingresaron en la habitación donde él se encontraba. Inconfundible le resultaba el cabello platinado de Lucius y el cabello oscuro de Crabbe, casi imposible de distinguir a través de la oscuridad de la sala. Y un completo desconocido, que se encargaría de averiguar la identidad.
Le observaron fijamente y Harry les devolvió la mirada casi con desinterés. Se encontraba de pie, apoyado en una de las paredes de la sala con la mente, con escasa diferencia, en otro mundo. Malfoy le miró con el entrecejo fruncido mientras extendía la varita y encendía las luces de la sala.
La sala no era demasiado grande, con suficientes velas para iluminarla. Existía una mesa en el centro, con unos cuantos pergaminos acumulados sobrepuestos. Luego, dos puertas, una en el extremo derecho y otra al izquierdo. Varias sillas estaban cerca de la mesa. Los mortífagos inmediatamente se acercaron a ellas y se sentaron, observando a Harry atentamente, como si fuera un nuevo espécimen de animal.
- Potter. – Saludó Lucius fríamente.
- Malfoy. – Devolvió Harry en el mismo tono. Crabbe hizo una mueca. Los tres mortífagos tenían sus varitas en sus manos, Potter se percató de inmediato que no poseía la suya, estaba indefenso frente a tres magos oscuros… Capaces de asesinarlo…
El mortífago anónimo justamente se mantenía en silencio, observando a Harry con ojos pasivamente celestes, relucientes como perlas. Los rasgos de su rostro estaban algo arrugados, pero sobretodo por lo concentrado que estaba al igual que Harry de analizar a su enemigo. Su expresión seria y orgullosa, idéntica a la de Potter. Sus labios, delgados, pálidos, entre abiertos ligeramente. Su cabello estaba cubierto por una capucha de color oscuro. Alto y delgado.
- ¿Cómo estás, Potter? ¿Disfrutando de tu encierro? – Se burló Malfoy, los ojos acompañándolo.
- La estoy pasando como en Hawai, Lucius. – Sonrió Harry forzadamente. – Nunca he estado mejor.
- Me alegro, Potter. Nos hemos esforzado en que este momento sea el mejor de tu vida. – Respondió Lucius siguiendo la farsa.
- Bueno, Potter, estamos aquí para… ser directos. – Definió el mortífago desconocido. Harry frunció el entrecejo. La voz le sonaba lejanamente conocida, pero muy antiguamente. – Necesitamos información de los movimientos futuros de la Orden del Fénix. Si lo deseas, no habrá tortura… Y serás liberado sin ningún daño.
- Primero muerto antes de darles información. – Les miró fijamente con recelo y asco. Por más que le mataran, sería fiel a la orden. Hasta la muerte.
- ¿Seguro? – Los ojos de Malfoy brillaron casi de placer.
- Nunca lo he estado más. – Replicó Harry con voz firme, dispuesto a soportar cualquier cosa.
Varios cruciatus ocuparon su cuerpo al mismo tiempo segundos después. Contuvo los gritos de dolor, solamente cayendo de rodillas al suelo, temblando incontrolablemente. Se mordió la lengua y luego los labios para contener los aullidos de dolor que pugnaban por salir de sus garganta. A los cruciatus, le siguieron varias dagas que azotaron contra su piel. Antes de hacer cada movimiento, los mortífagos le preguntaban si iba a decirles información. Recibieron siempre como respuesta una negatividad.
Jadeó, media hora después. Su sangre rojiza caía lentamente, hasta llegar al suelo, como si fuera veneno. Le costaba respirar y veía todo su alrededor como una bruma. Las voces entraban a su cerebro parecían monótonas e insensibles. Sabía que tendría bastantes heridas por todo su cuerpo, todavía sentía su carne y su sangre ardiendo al contacto de las filosas dagas. Realmente querían vengarse de la muerte de su Lord. Habían desatado su ira contra él en nombre de todos los mortífagos.
Sin embargo, ni un grito emergió de su garganta.
***
Snape: inadvertido. Chang: en su despacho. Malcolm: riéndose a carcajadas con Ginny de un pésimo chiste. Los principales profesores ni se estaban fijando en el alumnado. ¿Listos, preparados? ¡A la orden, capitán!
Escabulléndose como serpientes, debajo de la capa de invisibilidad, caminaron lentamente hacia el tercer piso, donde se encontraba el pasadizo secreto para el acceso a Hogsmeade. Le atravesaron con paciencia, uno que otro con los nervios de punta. No todos los días de fugabas de Hogwarts.
Dan contuvo un alarido de dolor cuando Jo, sin querer realmente, le pisó debajo de la capa. Lilian caminaba distraídamente, centrada en sus pensamientos inquietados en el estado que seguramente se hallaría su padre. James no estaba muy lejos de aquella situación, aunque miraba a cada rato su reloj de muñeca para comprobar la hora. Habían quedado con un miembro del ministerio que les llevaría directo a donde se encontraran sus padres.
Todo había sido organizado en dos días. La idea surgió como un comentario sarcástico de Joanne (quien luego velozmente se arrepintió de haberlo dicho) y prosiguió como una sugerencia posible, desde el punto de vista de Dan. Entre conversaciones y discusiones, armaron el plan, con todos sus pros y contras, y desviaciones posibles. Y como todo Gryffindor, Jo, Dan y James se mantenían en la postura recta y fija que harían cualquier cosa para ayudar a la Orden. Lilian no había ofrecido ningún comentario al respecto, pero su rostro estaba contenido en una preocupación inmensa.
Una vez atravesado el pasadillo que los llevaría a Hogsmeade (donde ahora se encontraban), llegaron al pie de una escalera de piedra que parecía inmensamente alta y extensa. Comenzaron a subir sigilosamente, tratando de hacer el menor ruido posible. Hasta que de improvisto llegaron a lo que parecía ser una puerta-trampa. Permanecieron en silencio, controlando que no hubiera nadie del otro lado y... El sótano de Honeydukes II les recibió junto con las numerosísimas cajas y cajones de madera.
El cuarteto permaneció debajo de la capa de invisibilidad (aunque para salir de Honeydukes II James muchas veces tuvo que separarse del grupo.) Los dueños parecían haberse ido a pasear, pues ninguno de ellos se hallaba en ese momento en el local. Bendijeron la suerte que poseían.
Finalmente, salieron a la luz del día. No era que el sol estuviera en su mejor momento, pero agradecieron la calidez de la luz del sol sobre ellos. Al fin y al cabo, el viaje a Hogsmeade por el pasadizo era prolongado y fatigoso, y cabía agregar, en plena oscuridad. Sin más rodeos, se encaminaron hacia Las Tres Escobas, el único lugar público del pueblo que poseía chimenea, pues el viaje a Londres sería a través de polvos Flu.
Si bien la señora Rosmenta les conocía y sabía perfectamente de todas las fugas del trío de Gryffindor, nunca les había prohibido utilizar su chimenea para los viajes. Mantenían un pacto de que no se meterían en líos demasiado graves ni viajarían a lugares demasiado peligrosos. Igualmente, ella siempre prestaba atención al nombre del lugar a donde iban, para mayor seguridad.
Esta vez, no fue diferente. La saludaron calurosamente y agradecieron nuevamente el servicio que les prestaba. Se acercaron a la chimenea y uno a uno, fueron pasando diciendo:
- Departamento de Transporte Mágico, Ministerio de la Magia.
