Muchas gracias a todos por los reviews. ^^

PaMe-LiTa: Gracias. ^^ Bueno… El diario volverá, no te preocupes tanto. xD Obvio que Jo tiene algo… ¿O acaso no recuerdas los poderes de su madre? ^^ Capaz no leíste los anteriores ficts a este fict y por eso… Ya se verá ^^ Sí, Lizzie le cuenta todo a Helena, al fin y al cabo, es su mejor amiga. Y la sangre? Jaja. Pues, del muggle! ¿Mala o buena? Eso tendrás que ir viéndolo tú… Aunque "de tal palo tal astilla", ¿no? ^^ Cuando vuelva de mi viaje *Parvati señala las notas de Autora al final del cap* leeré tu fict, ¿ya? ^o^ Felices fiestas para ti! Y ojalá que este cap. sea de tu agrado!

Calixta: Gracias por tu review. ^^ Jajaja. Sip, es una familia muy curiosa… Sobre todo porque los adultos siguen siendo algo infantiles a veces a pesar de todo… ^^ ¿Quién va a morir? Wuajaja! Seguro me matarán cuando lo lean. Aquí tienes la respuesta. No, Harry *todavía* no. Le queda un camino que recorrer antes de eso… Yo tengo compasión!! *Se ve a Parvati haciendo pucherito* Pero la pierdo cuando pienso que dará acción y trama a la historia. xD Fiel lectora! Yupiii! ^^ Muchas gracias por tu apoyo. Espero que este capítulo te agrade. ¡Felices fiestas! *Por favor lee la nota de autora al final del capítulo luego*

Gaya Lunae: Discúlpame, Gaya. Al principio no entendía a qué te referías, pero ya he entendio. Te refieres a los review en los otros ficts! El caso es que… Yo sé que queda mal, pero yo los leo (a los reviews) y los tengo en cuenta, pero sólo contesto los de mis ficts en desarrollo. Discúlpame, no era mi intención enfadarte. Muchas gracias por tu apoyo y ánimos. Espero que este capítulo sea de tu agrado. Felices fiestas y sorry de nuevo!! ^^

Capítulo 25 - Decaído Casamiento Y Remembranzas

- No me gusta, tía Mione. – Se quejó Dan de su traje formal. James rió por lo bajo y Joanne alzó una ceja, divertida.

- Pero si te queda divino, Daniel. – Opinó Hermione sonriendo cariñosamente. James se tapó la boca con las manos y se dio vuelta, ahogando una carcajada exagerada. Joanne sonreía todavía más ampliamente y estaba empezando a sonrojarse por contener la risa.

- No me gusta T____T – Dijo Dan volviéndose a observar en el espejo y volteándose inmediatamente, horrorizado de su imagen.

- ¿Qué es lo que principalmente no te gusta de este traje? – Preguntó comprensivamente Mione.

- Todo. T___T

- Los demás trajes son muchísimo peores que éste, Dan. – Dijo Joanne. – Por lo menos éste te queda bien dentro de lo posible.

- Pero no me gusta. Para eso llevo un traje muggle como tío Ronald. T___T – Joanne hizo una exasperación con los ojos.

- ¡No podemos ir los tres vestidos de diferente estilo! – Exclamó la muchacha, impaciente.

- ¿Por qué no? Si vamos diferente demostraría que cada uno tiene su estilo y personalidad. ^o^ - Objetó Daniel sacándole la lengua a su amiga. Mione sonrió, estando a favor de lo dicho por Malfoy.

- No tiene un mínimo gusto por el estilo mágico. – Murmuró fastidiada Jo.

- De gustos no hay nada escrito. – Se encogió de hombros James mirándose nuevamente en el espejo. – A mi me gusta éste. ^^

- Te va fantástico, James. – Sonrió Joanne examinándolo de abajo para arriba. – Aunque habría que arreglar ese cabello para el día de la boda.

- ¿Qué me dices del tuyo? ¿Te lo dejarás oscuro? – Preguntó James mirándola de reojo y con las cejas levantadas.

- No sé… El traje que me he elegido es de un color, dentro de lo estable, claro y va mejor con negro… Pero extraño mi color rojizo. No me siento una Weasley.

- Te sientes una Potter. – Sonrió burlonamente James. Ella se sonrojó ligeramente.

- Mmmm… ¿Eso fue una indirecta, James? – Cuestionó pícaramente Dan, riéndose alborotadamente. Potter observó a su amigo sin entender al principio a qué se refería hasta que observó de nuevo a su amiga y comprendió.

- ¡No lo dije en ese sentido! ___

- Bueno, cámbiense nuevamente así vamos a comprar el traje de Daniel. – Dijo Hermione mirándolos severamente. Últimamente andaba de pésimo humor…

***

Colocó el peine sobre la mesita de luz y se observó fijamente en el espejo. Se preguntó si hacía falta retocar un poco sus labios con lápiz labial o si así estaban bien. No tenía ganas de preguntarles a las "expertas", pero su impresión le dijo claramente que estaba bien. No espectacularmente hermosa, pero lo necesario para una celebración tan importante. Sonrió, feliz de que su cabello aquella vez hubiera cedido a su pedido. Estaba liso y brillante, y con la forma que le había dado quedaba esencialmente excelente.

Lo único que le disgustaba era tal vez que no fuera su color original. Si bien el negro le quedaba perfecto, se sentía impersonal con ella misma. Giró sobre sí misma, dejando que el vestido se luciese de la misma forma que su cabello. Lilian y Helena la observaron de reojo, sonriendo divertidas.

- Así que te gusta como has quedado… - Dijo Helena mirándola de arriba abajo.

- Sí. Aunque… - Miró dudosa a sus compañeras de habitación. - ¿Ustedes que opinan?

- Estás muy linda. No sé si más que yo. – Bromeó Lilian colocándose bien la elegante coleta, dejando unos mechones libres sobre su rostro.

El vestido de Joanne era de un color turquesa suave, con detalles delicados en los bordes, que tenía una altura cercana a sus tobillos. Llevaba guantes blancos en sus manos que casi alcanzaban sus codos. Había retocado sus pestañas y sus mejillas ligeramente, pues aquel día estaba especialmente pálida. En los pies, portaba unas sandalias de color blanco puro.

En cambio, Elizabeth vestía una blusa característicamente trabajada, de color violeta oscuro, con las mangas de los brazos libremente sueltas, y de tela suave y fina. Debajo, una falda hasta las rodillas, lisa, de un color añil. Se notaba claramente que había retocado el color de sus labios. Y portaba una amplia sonrisa iluminando su rostro.

Helena era la más discreta de las tres. Llevaba un conjunto falda-pantalón largo de color verde azulado tenuemente suave. Al igual que Jo, llevaba su cabello suelto. Aunque había una clara diferencia entre el negro profundo de Jo y el rubio brillante de Helena. Sólo que ésta última llevaba la línea del cabello del lado derecho mientras que Jo la había hecho prolijamente en el medio.

- ¿Y por qué tan guapa hoy, Jo? – Preguntó Lilian sonriendo pícaramente.

- Por nada en especial… Es un casamiento y no me cabía la idea de ir como siempre con una usual túnica… - Sonrió distraídamente. - ¿No serán ustedes las que tienen una razón?

- Qué va. – Contestó Helena haciendo un gesto de impaciencia. – No va nadie interesante al casamiento…

- ¿Y Dan y James? – Dijo Joanne alzando las cejas, interesada. Helena se sonrojó ligeramente mientras que Lilian soltaba unas risas escondidas.

- Mejor vayamos yendo. – Sugirió la menor de los Potter jugueteando un instante con su cabello. – Estoy ansiosa por ver a Tonks.

- Yo también. – Dijeron al unísono Helena y Joanne, lo cual provocó risas del trío.

No eran tan idiotas después de todo, pensó Jo mientras abría la puerta pensativa. Había mantenido una agradable conversación con ellas, por lo menos.

- ¡Eh, Jo! – Escuchó que la llamaban Dan y James que salían ese mismo momento de su habitación.

Weasley no pudo contener una sonrisa al contemplarlos tan elegantes. James, como Jo le había propuesto, había arreglado dentro de los admisible su alborotado cabello azabache mientras que Dan había cambiado su estilo de cabello, no haciéndolo tan molestosamente usual. Rubio y liso como siempre, pero había cambiado la dirección del peinado.

Daniel vestía esos formales trajes muggles de casamiento. Pantalones negros y camisa blanca, con un saco del mismo color que los pantalones. Aunque Malfoy no había cedido a colocarse el moño o una corbata. Joanne nunca pensó verlo con un traje tan serio.

James, en cambio, vestía lo clásico en casamientos de magos. Pantalones de un color azulino oscuro y una camisa blanca, tapada por una túnica azulina que le llegaba a los tobillos. Le recordó intensamente el uniforme de Hogwarts, aunque Potter no portaba tampoco corbata.

Ambos, mirándola fijamente y sonriendo generosamente, juntos como hermanos, lucían divinos. Como dos príncipes surgidos de diferentes cuentos de hadas…

- ¿Qué tal nos vemos? – Preguntó James mientras ella se acercaba, sin quitarles los ojos de encima. Joanne no salía de su ensueño.

- Seguramente elegantes y guapos, como dos valientes Gryffindor, James. Anda a saber tú por qué lo preguntas. – Dijo Dan guiñándoles un ojo graciosamente.

- Están guapos. – Estuvo de acuerdo Jo, aunque ruborizándose al comentarlo. Dan le miró boquiabierto, sin creerse que le hubiera hecho un "cumplido" y James miró alternativamente hacia otro lugar menos los ojos celestes de Jo.

- Tú también estás muy linda. – Coordinó James.

- Hay que admitirlo. De esta forma, con James tendremos que cuidarte en Hogwarts. Menos mal que no lo haces seguido… - Le guiñó un ojo nuevamente Dan. Joanne sonrió. Ese comentario le hizo acordar que ellos dos eran como sus hermanos sanguíneos… Y siempre haciendo de mayores, aunque Dan fuera el menor del trío por algunos meses.

- Gracias. – Agradeció Jo regañándose mentalmente por haber pensado que ellos la despreciarían y no dirían nada sobre ella.

- Oye… Así también pareces una princesa… - Observó Dan mirándola evaluadamente. Intercambió miradas maléficas con James y Joanne retrocedió, temiendo por los planes de sus amigos. - ¿Nos permitirías ser tus… "escoltas"?

- ¿Eh? – Preguntó confundida Jo.

- Te dije que era hueca, Jamie. ^o^

- ¬_____¬

James hizo una reverencia antes de inclinarse y agarrar la mano derecha de Joanne, tapada por el delicado guante, y la besó ligeramente, sonriéndole con burla. Jo rió mientras su amigo se levantaba y alargaba un brazo para que ella lo tomara. Le miró curiosamente, pero aceptó el brazo.

- ¡Ey! Yo también quiero llevar a la princesa T____T – Dijo Dan fingiendo herirse.

- Podemos compartirla, no hay problema. – Respondió James.

- No soy un objeto… - Fungió enfadarse Jo, siguiéndoles la corriente.

- Eres nuestra princesita. ^^ ¿Me permite, dulce doncella? – Pidió Dan, alargando también un brazo. Joanne sonrió, aceptando con el que estaba libre. Así que Jo estaba entre Dan y James. Bajaron cuidadosamente las escaleras.

En la sala estaban sus padres: Ron, Lilian, Harry, Mione y Draco, hablando alegremente, todos con trajes como los de James, salvo las mujeres. Mione iba parecida a Jo y Lilian a Lizzie. El quintero de aurores detuvo sus conversaciones para observar al trío, que sonreía ampliamente al pie de la escalera.

- ¿Qué tal nos vemos? – Preguntó Dan.

- ¿Alguien trajo una cámara de fotos? – Cuestionó a su vez Lilian, encantada con la imagen del trío que permanecía inmóvil en el pie de las escaleras.

- Yo. – Dijo Draco sacando el dichoso objeto de su bolsillo. Sonrió poniéndose enfrente de los tres jóvenes. – Digan güisqui.

- Eso es muy muggle. – Se quejó Ron mirando ceñudamente a Draco. - ¿Desde cuando hablas como ellos?

- Desde que veo la televisión. – Contestó sarcásticamente Draco.

***

Una amplia sala ocupada por una serie de bancos en dirección a una sencilla mesa cubierta por una tela delicada, blanca, que combinaba perfectamente con la pintura de las paredes. Había un camino libre entre los bancos, característicamente marcado con una alfombra rojiza que llegaba hasta la mesa en la profundidad de la sala. Un aroma dulzón los invadía, causado en principio por las rosas que decoraban la escena.

Se inclinó levemente hacia un costado, para intercambiar comentarios sobre eso entre susurros con sus dos amigos, que estaban a ambos lados de ella. James sonrió y Dan miró sulfuradamente el techo, también decorado.

- ¿Quién se encargó de la decoración? – Preguntó Malfoy interesado. Había que admitir que había hecho un gran trabajo. 

- Nuestras madres – señaló a James y a ella misma sonriente – y Arabella.

- ¿Y ningún hombre…?

- Tu padre aplicó un encantamiento protector a la zona. – Declaró James distraídamente. – Pero no se esforzaron mucho en eso. No creen que los mortífagos quieran atacarnos… Suponen que no tienen las fuerzas…

- ¿Y si las tienen? – Cuestionó Daniel ceñudamente. – Nadie nos ha dicho que de precaución traigamos las varillas.

- Qué pesimista. – Se quejó Joanne. Aunque al mismo tiempo sentía una sacudida en el estómago. No tenía la varita con ella. ¿Dónde había dejado su mente previsora?

- Soy realista. – Contradijo Dan.

- Dejen de pelear ahora. No atraigamos a la desgracia. – Dijo James, haciendo un gesto con la mano. – Estará todo bien. Tenemos que confiar, ¿verdad?

Joanne no se molestó en contestar. Observó alrededor, examinando los rostros, saludando a conocidos, cuestionándose identidades mentalmente… Eran todos pertenecientes a la Orden o gente muy cercana a Tonks y a Remus. Ninguno obviamente con antecedentes de mortífago ni nada por el estilo. La Orden se había asegurado que el casamiento de Lupin y Tonks no fuera difamado en la comunidad mágica. No obstante, capaz la celebración había llegado a oídos de algún mortífago y…

Aléjate de la desgracia, se dijo furiosamente.

Instantes después, las puertas de abrían, mostrando la imagen del actual viceministro del Ministerio, Sirius Black, encargado de unir a la pareja civilmente. Al fin de cuentas, era el encargado de las situaciones legales de la Comunidad. Vestía una túnica realmente refinada, de color azul oscuro, que le cubría enteramente desde el cuello (el cual estaba minuciosamente arreglado y de un color más claro, un grisáceo) hasta los tobillos. En los pies portaba comunes zapatos formales. Había arreglado un poco su imagen, peinando su cabello oscuro de una manera diferente a lo normal.

Se dirigió a la mesa caminando graciosa y lentamente, para la exasperación de muchos de los presentes que querían que la ceremonia terminara rápido. Detrás de él, extrañadamente obedientes (habría llevado tiempo de preparación), iban dos cachorritos lobos de tonos oscuros y profundos. Caminaban distraídamente, admirando a su alrededor absortos, y con algo de temor al ver tantos humanos juntos. Sirius de vez en cuando se volteaba, a ver si le seguían. Sonreía ampliamente y pronto supieron que era una broma de despedida de soltero a su mejor amigo.

- Buenas noches a todos los presentes. – Comenzó un discurso que no estaba dentro de los planes.

Los jóvenes se inclinaron ligeramente para contemplar las expresiones de sus padres. Draco tenía las cejas francamente alzadas, Ron miraba a los lobos paralizado, Hermione y Lily intercambiaban malhumoradas miradas y Harry sonreía, especialmente divertido. Por el brillo de sus ojos, pudieron saber que el auror estaba al corriente de eso.

- Esta parejita de jóvenes lobillos me pidió educadamente si podía unirlos civilmente como marido y mujer. Y bueno… - Agarró al que indudablemente debía ser el macho y tomó su cara entre sus manos, para que los que estuvieran en las primeras filas observasen sus ojos castaños. - ¿Cómo iba a negarle al lobillo algo tan sincero y desinteresado?

- Una pregunta, Sirius… - Dijo Hermione con un tono de voz burlón. - ¿Cómo pudiste entender el idioma de los lobos?

- ¡Secreto! – Chilló Sirius como si estuviera consultándole algo prohibido.

Las puertas se volvieron a abrir y por ellas apareció Remus Lupin. La mayoría lo observaron sorprendidos (no era su momento de aparecer, según la tradición.) y otros tantos, entretenidos. Lucía espectacular. Se notaba que debajo de su túnica verde oscura había una blusa ajustada de color marrón oscuro. Ese mismo color tenían los bordes de la túnica y los pantalones serios que portaba eran marrones, sin embargo, más oscuros que la blusa. El cabello lo tenía mansamente peinado, sin cambios de forma o de color. El mismo precioso castaño claro. Sus ojos cafés relucían de sobre manera, probablemente de la emoción.

- ¡Sirius! – Exclamó al verlo con dos lobillos. Primero, su mirada fue de reclamo y de incertidumbre. Pero al ver la sonrisa de su amigo, se detuvo un instante, mirándolo fijamente, hasta que una libre carcajada brotó de sus cuerdas vocales.

- ¡No me iba a olvidar de mi promesa, Moony! – Dijo alegremente Sirius, caminando hacia Remus. Le entregó el cachorro y Remus lo tomó sonriente. - ¡Te prometí, cuando estábamos en séptimo año de Hogwarts, que de regalo de boda te daría una pareja de lobillos! Pero el problema es que no encontré ninguna pareja, pues ninguno tenía documento legal… Y pensaba hacerlo ahora…

- ¡Sirius! – Rió Remus. - ¡Los lobos no se casan legalmente!

- ¡Tenía miedo de que me hicieran un juicio por eso! Ahora tengo que cuidarme, no puedo manchar mi impecable historial.

- ¿Podríamos empezar con el casamiento? – Dijo Arabella consultando su reloj de muñeca. – Sino la fiesta no empezará hasta la madrugada…

- Oki. ^^ - Sonrió Sirius, caminando pasivamente hacia la mesita. Harry, que estaba cerca de Remus, se levantó de su asiento y tomó a los dos lobos que ahora rodeaban divertidamente a Remus, saltando y lanzando agudos aullidos. Le guiñó un ojo a Lupin.

- Cuidaré de ellos durante la ceremonia, no te preocupes. – Rió mientras le aplicaba un encantamiento calmante a la pareja de cachorros. Los colocó en un asiento libre.

Por tercera vez en la noche, las puertas se volvieron a abrir, esta vez para dejar ver a Nymphadora Tonks acompañada de su padre, Ted Tonks, un hombre anciano, aunque no por eso, enérgico y simpático. Ted iba vestido con un clásico traje formal muggle: pantalones oscuros, camisa blanca con corbata y saco del mismo color que los pantalones. Nymphadora, en cambio, vestía un lujoso vestido rosa claro suave, con delicados detalles en las mangas y en los bordes. Combinaba afinadamente con el color de cabello que había elegido para esa específica ocasión: rojizo.

Ambos caminaron lentamente hasta la mesa, donde estaba Remus esperando a la novia. Ted se la entregó, con una mínima reverencia, al estilo muggle, y le guiñó un ojo confidentemente. Nymphadora sonreía de sobre manera. Se notaba realmente que ese, para ella, era un momento único y excepcional. Sus ojos chispeaban inconteniblemente. Si bien, igualmente, lucía nerviosa y ansiosa, al igual que Remus.

- Hemos nosotros aquí reunidos para unir a esta pareja. – Comenzó Sirius con un deje de nostalgia y haciéndose el afligido con cada palabra que pronunciaba. – Con el poder que se me ha otorgado… - Tomó un pañuelo que estaba apoyado en la mesa y con él se sonó la nariz teatralmente.

- Disculpen, esto es demasiado para mi noble corazón. – Prosiguió instantes después. - El camino no es largo cuando amas a quien vas a visitar. El camino que Remsie y Tonkie han tenido que recorrer un camino que tardó en llegar a su final dieciocho años. Por eso mismo, me atrevo a decir, que Remsie y Tonkie son tal para cual porque ambos resistieron.

- Remus Lupin, apodado Lunático, viejo amigo mío, ¿aceptas a Nymphadora Tonks como esposa, sabiendo que deberás cuidarla, acompañarla y amarla injustificadamente, y que nunca más podrás separarte de ella hasta que no te llegue el momento de morir? – Remus alzó una ceja, incrédulo, ante lo dicho por Sirius.

- Sí, acepto.

- Nymphadora Tonks (próximamente de Lupin), ¿aceptas a Moony, para ser su amorosa acompañante eternamente, porque yo no podré estar con él para animarlo porque me iré de viaje próximamente?

- Sí, acepto, aunque eso implique tener que hacerte biscochos todos los domingos a la noche cuando vienes porque te sientes solo junto con Arabella, Sirius.

- ¡Celebren, porque esta pareja ha sido unida! – Sonrió ampliamente Sirius, cediéndoles a los Lupin las alianzas anteriormente conjuradas.

- Te amo, Nym. – Dijo Remus, mientras le situaba el anillo en su mano. Ella sonrió cariñosamente, haciendo lo mismo.

- Yo también, Remsie.

- ¡Se me acabaron los pañuelos! – Chilló Sirius lastimosamente.

***

- Esta se llamará Lupa. – Sonrió Sirius agarrando a la loba y acariciándole la cabeza. – Porque Lupa en latín significa loba.

- ¿Y desde cuando sabes latín, Siri? – Preguntó Harry antes de tomar otro poco de cerveza de mantequilla.

- Desde que soy viceministro. Me lo tuve que estudiar T___T – Unos instantes después, Sirius se recompuso de sus lamentos. - Y el macho se llamará Iocari.

- ¿Iocari?

- Porque Iocari – señaló al lobo – se la pasa molestando y jugando…

- Es un cachorro al fin de cuentas, Sirius. – Le recordó Tonks.

- Y jugar deriva del latín iocāri.

- Suenan bien. – Coordinó Remus, que en sus brazos tenía al macho.

Remus apoyó a Iocari en el suelo al mismo tiempo que Sirius apoyaba a Lupa, y le hizo unas sencillas señas para que se alejaran. La parejita, como si hubiera entendido, se alejó saltando y brincando juguetonamente hacia los jóvenes, que no estaban muy lejos de allí, charlando entre ellos.

Las mismas personas que habían estado en la ceremonia, ahora estaban en un salón reservado del Ministerio de la Magia, que gentilmente Sirius había conseguido. Todos celebrando, festejando, distanciados de un anterior caos en el mundo. Había un centro de baile y mesas pequeñas alrededor, donde grupos de gente charlaban y bromeaban de temas totalmente alejados de la oscuridad del mundo.

- ¡Vivan los novios! – Gritó Sirius a la vez que con un giro de su varita descorchaba una botella de hidromiel caliente. Hermione que había estado apartada junto con Arabella del tema de los lobos, volteó para mirar como Harry, Remus y Sirius se reían a carcajadas. Contagiándose, deslizó una sonrisa por su rostro.

- ¿Desean hidromiel, queridas damas? – Preguntó Sirius guiñándoles un ojo a Herm y a Arabella pícaramente.

- Sólo un poco. – Asintieron ambas. Luego de unos instantes, muchos de los miembros de aquella mesa estaban con los rostros rojos y acalorados. Tonks no tuvo ninguna vergüenza en besar apasionantemente a Remus en una de esas ocasiones.

- Se observa que aquí hay fiesta. – Comentó Draco que pasaba ese mismo momento cerca de la mesa.

- ¿Pero qué haces solo, Drakin? ¡Ven aquí! – Le invitó Harry, conjurando una silla a su lado. Draco pestañó sorprendido de escuchar el sobrenombre con el que generalmente lo llamaba Ronald para burlarse de él en los labios de Harry. Pero no tardó en sentarse, sonriendo.

- ¿Dónde están Lily y Ron? – Preguntó Hermione.

- Bailando. – Contestó Draco mientras se servía lo poco que quedaba de la tercera botella de hidromiel. 

- Hace mucho que no hacemos eso, Harry. – Sonrió sagazmente Hermione. Harry elevó una ceja desconfiadamente.

- ¿Estás segura, Mione?

- ¡Sí, es muy buena idea! – Concordó Sirius poniéndose repentinamente de pie. – Si nos quedamos aquí nos emborracharemos más de lo que ya estamos, en cambio, si bailamos, nos energizaremos y perderemos las calorías que hemos subido sentados. 

- ¿Desde cuando preocupado en el peso de tu cuerpo, Padfoot? – Cuestionó Remus.

- Desde que tengo que mostrar una buena imagen a los jóvenes. – Sonrió arrogantemente el ex merodeador. - ¿Me permite, damisela?

Minutos después, Harry y Herm, Sirius y Arabella, y Remus y Tonks se encontraban bailando vals en el centro de baile alegremente. Draco, que no estaba dispuesto a quedarse solo, le pidió a una joven aurora que pasaba por allí si quería ser su pareja de baile. La muchacha, perpleja, no tardó en aceptar.

- Afortunadamente, todo salió bien esta noche. – Murmuró Remus a su recientemente nombrada esposa. Nymphadora sonrió sinceramente. 

- Gracias, Rem, esta ha sido la mejor noche de toda mi vida. ¿Ya te dije que te amo? – Le besó nuevamente, aunque esta vez, algo ruborizada.

Pero no sabían que esa noche todavía no había terminado… Más bien, estaba a punto de empezar…

Una mujer que no había sido invitada a la fiesta estaba ahora en el centro aplicándose un encantamiento elevador de voz. Pero nadie la había visto, tan contentos y sosegados como estaban…

- Buenas noches, damas y caballeros pertenecientes a la famosa y salvadora Orden del Fénix. – La música se detuvo y todos los presentes voltearon a mirarla. Al principio, nadie la reconoció. - ¿Por qué no me han invitado a la fiesta? ¿A caso no soy bien recibida aquí, entre tanta buena gente?

Muchos continuaron mirándola, preguntándose su identidad y sus intenciones. Pero los hábiles e inteligentes aurores de niveles superiores se apresuraron a buscar sus varitas y sacarlas amenazadoramente, entre ellos se encontraban Harry Potter y Draco Malfoy. Pero ninguno de sus encantamientos llegó a tiempo para aturdir a la mujer, vestida con un tenebroso, aunque seductor, vestido negro íntegramente elegante y femenino. Ella también tenía una varita en sus manos y ya había hecho su primer movimiento...

- Avada Kedavra.

***

Luché tanto por este momento. Luché tanto por ser feliz, por amar y ser amada. Que una persona me valorara y me hiciera sentir Yo, realmente yo, ninguna copia, ningún engallo, ninguna imitación. Sinceramente Yo. Sentirme aceptada por personas, que se preocupan por mí y yo por ellos. Por amistades mutuas y eternas. Por poder confiar en alguien. Por ser alguien.

Y cuando por fin lo he conseguido, observo como todo ese momento es quebrado por una mujer, por una mortífaga, por una traidora. Por una persona que no mereció existir, pero se le otorgó una oportunidad, que desperdició y no supo valorar. En busca de venganza estaba, se leía en sus ojos mientras conjuraba la maldición. Me alegro de estar por ser yo la víctima, y no ninguna de esas personas en las cuales creí y amé especialmente.

Cuando por fin he conseguido el Momento, me lo han robado de las manos. Pero siento que estoy francamente completa y no me importa morir si es por ellos. Ellos podrán. Creo en ellos.

Creo en Remus, mi único amor. Creo en mis amigos y mis compinches de trabajo. Creo en la Luz y en la Vida. Creí en el Amor y en la Felicidad, y hoy he comprobado que existen y que vale la pena luchar y morir por ellos.

Te amo, Remus. Espero que lo recuerdes. Creo en ti. 

***

Nymphadora Tonks cayó muerta en los brazos impotentes y desesperados de Remus Lupin. Pálida y fría, insensible. Y junto a su cuerpo cayó Remus de rodillas, sollozando de un infinito dolor y angustia. Sentía como su corazón se rompía cada segundo que pasaba en mil pedazos y todo su alrededor giraba irrefrenablemente. En verdad, ya no le importaba su alrededor. Sólo le concernía esa persona que había amado y que ahora estaba muerta. Muerta. Irrecuperable. Una vida perdida. Un alma y un cuerpo separados.

Bellatrix Lestrange levantó la varita, lista para proyectarle una maldición a Lupin, aumentando considerable su tortura mental y física. Pero un potente rayo enviado por Harry Potter la detuvo, teniendo que protegerse de la magia blanca conjurada. Y contemplando los ojos verdes brillantes de Potter supo que ella, la sierva más fiel del Dark Lord, tenía que vengarse. Esa sería su noche.

Pero al mismo tiempo, una sensación dentro de sí la paralizó. El tono oscuro de aquellos ojos verdes le recordó el momento en el que decidió hacerse mortífaga. Esa misma aura poderosa la había encerrado al avizorar los ojos escarlatas furiosos de Voldemort. El mismo fulgor intenso de poder. La misma convicción. Y ahora sabía porque Potter había sido el eterno enemigo del anterior Dark Lord. Era él mismo, reflejado a la inversa.

- ¿Qué buscas, Lestrange? – Preguntó infaliblemente, demostrando que por algo era uno de los jefes del cuartel de aurores. – El odio y los recuerdos impulsan tus movimientos. ¿Quieres venganza? ¿Quieres poder? ¿Quieres victoria? Aquí no la encontrarás.

- ¿No, Potter? – Se burló ella, volviendo a la realidad y manifestando, del mismo modo, que por algo había sido la mano izquierda del Dark Lord en su momento. – Aquí se encuentran los miembros confiables de la Luz. Imprevistos, muchos de ellos, de varitas. Tienes un traidor entre tus filas, Potter. – Los ojos verdes relucieron con furia como respuesta. – Demasiado tarde te has dado cuenta… - Sonrió maléficamente, soltando a su vez una carcajada maquiavélica que inundó la taciturna sala. – Ahora empieza la verdadera fiesta para la Orden del Fénix.

Si quieres la paz prepara la guerra. Esa frase resonó en los oídos de Harry al mismo tiempo que invocaba un encantamiento protector para tres maldiciones que le lanzaron en ese instante tres mortífagos al mismo tiempo. La frase que solía repetir Albus en las reuniones para tácticas de defensa para ataques.

- ¡Mierda! – Exclamó para sí, lamentándose por haberla olvidado.

Para ser uno de los jefes de la Orden del Fénix y auror de ataque eres muy lento, Potter.

Cuánta razón tenía esa frase… Se maldijo. 

***

Uno… Dos… Tres… Otros dos más… Y ese de la esquina, seis…

No pudo contar el cuerpo que yacía a su lado porque recibió un golpe brutal en la mejilla. Su cuerpo se estremeció, pero no hizo nada para devolver el golpe. Permaneció rígido, con el rostro volteado y sin dar indicio de querer moverse. A pesar de eso, unas manos comprensivas se apoyaron en sus hombros y su cerebro ordenó elevar la vista. Apesadumbrado, los ojos azules de su amigo le respondieron con vivacidad. Le jaló hacia el sector protegido por aurores y le agitó un poco, algo desesperado.

- ¿Qué pasa contigo, Moony? – Le reprendió inquietamente. - ¿No ves que te necesitamos ahora?

- Sirius… - Apenas pudo formular su nombre. Se sentía muerto y sin ganas de luchar.

- Lo sé, Moony. – Continuó él, sonriéndole forzadamente para animarlo. Pero sus ojos azulinos iban en contra de sus intenciones: delataban la desengaña que también sentía su alma. – Pero ella creyó en ti… Y ahora te necesitamos… ¿Vas a decepcionarla? ¿Vas a dejar que esos asquerosos mortífagos terminen por arruinar tu felicidad? ¿Nuestra felicidad y paz?

- ¿Qué me queda por luchar? – Preguntó, mirando alrededor, anhelante de respuesta. Parecía ajeno a todo el caos que era su alrededor.

- Yo. – Respondió Sirius entristecido. Suspiró agotadamente, como si del mismo modo estuviera cansado de repetirlo para sí mismo. – Harry… Bella… Tu mundo, Moony, nuestro mundo.

- ¿Y que me asegura que después de luchar no los pierda?

- Te queda la ilusión de haber hecho algo. La sensación de alivio de no sentirte inútil, sólo mirando como caen los cuerpos. No ahora, Remus, que está la esperanza de poder hacer algo. – Las cejas de Sirius arqueadas en sufrimiento, de la misma manera que sus ojos, al observar nuevamente la situación.

El licántropo contempló su entorno. Parecían millones los mortífagos en la sala y los aurores de la Orden sólo parecían ser diez. Se sintió desesperanzado. No había nada que hacer… Era inservible… La ilusión de que todo fuera igual no existía…

- Sino piensas hacer nada, aunque sea dale tu varita a alguna persona que la necesite. – Terminó Sirius en un tono tan maduro y duro que no parecía el suyo. – Pero Remus, ¿vas a dejar que ella haya muerto en vano? ¿Qué mi sobrina haya muerto en vano? ¿Tu esposa? – Un deje de desconsuelo en sus palabras. Los ojos de Black perdidos momentáneamente en otra dimensión.

Remus, observando esos ojos valerosos y fugaces, envidió agudamente la fuerza de voluntad de su amigo. Buscó pesadamente la varita entre sus ropas y la observó temblorosamente. Decididamente poderosa descansaba en su mano. Y miró nuevamente a Sirius. Una tristeza inundaba su ser, concentrándose en su estómago y en su garganta, creando nudos en ellos. Pero a la vez, una cálida sensación le hizo reaccionar. Ella no murió en vano. Y él lo probaría. Sentado, contando cuerpos, no lo lograría. Pero si gastaba sus energías en la batalla, la confianza de ella puesta en él valdría la pena. Como cada momento que había pasado a su lado…

- ¿Cuál es mi sector? – Sonrió minúsculamente. Por ti, Nym.

***

Cerró los ojos, tratando de calmar el dolor incesante de su cabeza. La agitó impaciente, pero decidió no entretenerse con cosas triviales. Se aferró a su varita y se concentró velozmente en un poderoso encantamiento para evitar el golpe. Rotó, alertado por otros gritos, y retornó a preparar la varita para atacar. Así estuvo por más de media hora, hasta que resolvió cambiar de sector.

Pero en todos era igual. Parecían multitudes de gente corriendo de un lado a otro en la sala, que tampoco era tan grande para mantener un cierto control. Al poco rato, la luz era escasa y la vida parecía muy poca. Pero la esperanza seguía ardiendo en su pecho y siguió combatiendo por ese algo.

Los rayos de múltiples colores llegaron a ser la única iluminación del lugar. Ya dejó de distinguir donde estaban sus camaradas y donde sus enemigos. Pasó de atacar a defenderse simplemente. Odiaba hacer eso, pero la situación lo requería. Había que admitir que los mortífagos parecían más que los aurores con varita.

Y ni se podía hablar del sector sin ellas…

***

- ¡Maldición! – Exclamó Dan, esquivando un rayo que en ese momento mandaba un mortífago hacia ellos. - ¿Se puede saber quién no sugirió traer varitas? Me siento improductivo aquí…

- Bienvenido al club. – Gruñó Joanne apoyada en la pared, con una mirada perdida y amargada. Había algunos aurores rodeando la zona y había también un escudo protector encerrando la zona en la que se encontraban.

- ¿A quién no se le ocurre no traer una varita? – Les preguntó Lizzie que mantenía la suya impasible en su mano, sólo para evitar algunos ataques, al igual que Helena.

- Discúlpenos, señorita perfección, no somos Slytherin como usted que previene todo lo que pueda suceder. – Masculló James enfadado, al lado de Joanne.

- Pero si eres mago debes tener siempre la varita contigo. – Le reprendió Lizzie. – No es necesario que magos te digan cuando y donde deberías tenerla.

- Dejen de discutir. – Pidió Helena. – No es bueno este clima entre nosotros en medio de un ataque en el cual se nota que somos los débiles. – Joanne chilló aterrada, cogiéndose de James.

- ¿Qué sucede?

- ¡Tu padre, James, con Lestrange!

***

Resarcimiento. Esos ojos oscuros brillaban en resarcimiento. No la juzgo: le fue fiel a alguien que murió. A alguien que ya ni cadáver tiene. Pero mirando alrededor, veo que esa venganza se hizo bastante contagiosa. Prefiero pensar que es una pesadilla, dejando pasar el tiempo, que no es la realidad, que todo sigue igual, a aceptar que se ha salido con la suya. Pero si esa venganza era para mí, ¿por qué? Aquí, yo, casi ileso. Cuerpos en el suelo. Dan pena. Dan dolor. Dan resentimiento y te llenan de culpa.

Así era Voldemort, ¿verdad? Te dañaba indirectamente, sabiendo que a ti apenas podía tocarte… Dolía adentro. Dolía más que una de esas estupendas Cruciatus. Me pregunto por qué Bella Lestrange no es la líder de esos asesinos. Al fin y al cabo, se nota de sobre manera que ella planeó todo. Junto con el desconocido traidor.

Ya. Yo también tengo una venganza que cobrar. ¿Amargura? No, cuando te quieres vengar, los recuerdos están afuera, sólo la ira concentrada con poder. Sólo eso importa. Esas personas tendidas en el suelo fueron sus camaradas.

***

- ¿Y te está gustando la fiesta, Potter? – Preguntó Bellatrix sonriente de triunfo. Harry no se molestó en contestar, ocupado como estaba en conjurar un escudo. Al igual que Draco, había tenido que adoptar de vez en cuando una postura defensiva más que ofensiva.

- Interesante. – Dijo Bellatrix que se abría paso entre los aurores y entre mortífagos para llegar a Harry, de espaldas a ella, pero igualmente atento a sus pasos. – Estás tan entretenido que ni siquiera me miras… - Sonrió, al mismo tiempo que atacaba a un auror.

- ¿Ves, Potter, que todos tus esfuerzos no sirven de nada? Mira todos los cuerpos de aurores. – Pateó uno que estaba a sus pies con arrogancia y dulce sabor de triunfo. – Capaz entre ellos está tu esposa o alguno de tus amigos. ¿Para qué luchar? – Harry le lanzó una feroz y rápida mirada, antes de volver a concentrarse en otro mortífago. – Luchas por algo inservible y que rápidamente se pierde.

- ¿Y que sabes tú de eso? – Preguntó Harry, dirigiéndole la palabra por primera vez en todo el discurso, pero sin mirarla a los ojos. Continuaba de espaldas y calculando la proximidad de la mortífaga.

- ¿Que sé yo de eso? - Bellatrix sonrió irónicamente - Que finalmente caerás, Potter, y me gustará estar ahí cuando eso suceda.

- El Dark Lord y yo fuimos la misma persona, en diferentes cuerpos. Pero la misma sangre corría por nuestras venas. Él revivió de mí unas cuantas veces, ¿verdad? Tengo marcas de su paso por mí, en mi cuerpo y en mi alma… ¿Crees que algo o alguien pueda superar esa unión de poder?

- Mírame, Potter – Harry volteó a verla de reojo con recelo. En esos ojos divisó un brillo de malicia que hacía ya mucho tiempo que no veía. – El mundo mágico caerá ante nuestros pies, absolutamente a nuestro mandato. Una nueva orden surgirá. Un gran poder se levantará, tan grande que ni tú lo podrás vencer.

Bellatrix alzó los brazos al cielo, riéndose estruendosamente, como solía hacer el antiguo Dark Lord. Ahora Harry la miraba a la cara (bloqueando los ataques de otros mortífagos con un potente escudo de magia blanca), listo para luchar contra ella. Insensible exteriormente a lo que ella dijera.

- No te acercas ni a los tobillos al poder que tenía Voldemort, Potter. – Terminó la mortífaga.

- ¿Quieres probarlo? – Un resplandor peligroso corriendo por sus ojos verdes.

- Primero las damas, Potter. Has perdido tus modales en este tiempo, al parecer. – Levantó la varita elegantemente, sin perder su sonrisa. Su mente abierta, sabiendo de antemano lo eficaces que eran los ojos de Potter para dominar. En eso tenía razón: era igual que Voldemort. - Crucio.

***

Era un dolor inimaginable. No podía pensar, no podía razonar. Su cerebro y su corazón estaban centrados en una misma sensación: sufrimiento. Era como si miles de cuchillos abrasadores le perforaran cada centímetro de la piel. Estaba sometido a una parálisis causada por el shock y la horrible impresión. Los huesos le ardían y toda esa jornada parecía no querer cesar.

Cuando finalmente sucedió, sus ojos daban enérgicas vueltas y su mente estaba en blanco. Cayó al suelo, recordándole a sus pulmones que necesitaba rellenarlos con aire. Bocados anhelantes de aire y las consecuencias del cruciatus azorándolo completamente.

***

- ¡James! – Exclamaron varias personas al mismo tiempo que el joven sufría los efectos del cruciatus de Bellatrix.

Harry, en cambio, no se detuvo a lamentarse e inmediatamente envió disparejos hechizos de magia blanca hacia la mortífaga, para que ésta librase a su hijo de la maldición. La desconcentración que producían los gritos de James sobre Harry era evidente a simple vista. Sin embargo, seguía mostrando un poder natural que ni necesitaba concentración.

- Sigues rodeándote de incompetentes, Potter. – Habló Bellatrix con un tono de voz venenoso y una sonrisa maligna acompañando sus palabras.

- ¿O sea que no me valoras a mí como incompetente? – Dijo Harry con una mueca en su rostro empalidecido.

- Si hubieras aceptado la oportunidad que se te dio en el momento… - Sonrió aún más ampliamente, para la irritación de Harry. Bellatrix retiró el cruciatus de James para defenderse de los múltiples hechizos que le lanzó.

- ¿Un duelo formal, Potter? Porque esto de andar arrojando hechizos de vez en cuando me está comenzando a impacientar… Quiero ver lo que el Gran Harry Potter es capaz de hacer…

Y lo verás, Bellatrix.

***

- ¿Por qué no disfrutas conmigo como tus compañeros sufren, imaginando que aparecerá Harry Potter y los salvará como en los viejos tiempos? – Sugirió Bellatrix tras una risa escandalosa llena de locura.

Ambos estaban dañados, con alguna que otra herida de gravedad… Harry se limitó a hacer una mueca, sin sacar sus ojos de los oscuros de Bellatrix. Se negaba a mirar a su alrededor: sentiría nuevamente la culpabilidad de no poder hacer nada de ellos, a pesar de tener el poder.

- Haz algo, Potter, o ellos ya no existirán luego… - Volvió a burlarse Bellatrix. Esta vez, Harry se protegió del hechizo oscuro que le envió la mortífaga y la observó con atención, buscando algún punto débil de su escudo.

- ¿Estás a caso listo para contar cuántos quedan con vida? Si cuentas los cuerpos creo que estarás eternamente… - Bellatrix contempló a su alrededor con orgullo. – He aquí la prueba de estamos vivos, no nos destruyeron. – Llevaban más de media hora en duelo.

- ¿A caso pones en duda que no sabíamos que ustedes vivían todavía? – Bellatrix sonrió ante el comentario del auror. Potter había perdido su toque astuto en las frases. Estaba demasiado concentrado en terminar el duelo de una vez por todas, en vez de alargarlo con discursos honorables. 

- Podemos jugar con sus vidas cuanto queramos. Esto sólo es una muestra de lo que podemos hacer. Cuando mostremos la magnitud de nuestro poder, ya no estarás allí para verlo.

Con esas espontáneas pero enérgicas palabras, la mortífaga desapareció inesperadamente junto con sus compañeros mortífagos, dejando detrás de sí un desconcierto perdurable y un dolor clavado. La Orden del Fénix no había estado preparada para aquello jamás. Y tampoco lo estaría por un largo tiempo…

Por un momento, Harry tuvo la tentación de caer de rodillas y fijar su vista en el suelo, como hubiera hecho cuando era joven… Dejándose dominar por un sentimiento vacío: la derrota. Pero en esta ocasión, se volteó lentamente y se dirigió intuitivamente hacia Draco, que ya había llamado a los medimagos de San Mungo. El rostro del rubio mostraba preocupación y cansancio. Harry supuso que su propio rostro expresaba algo semejante.

- ¿Han…? – Comenzó a decir Harry, pero su garganta no le permitió continuar. Una punzada de dolor. No había salido ileso, aunque tampoco herido de gravedad. Un término medio, de ser posible que existiese.

- ¿Contado los cuerpos? – Terminó por él, Draco, desalentado. – No. Y será doloroso hacerlo. – Harry coincidió con su amigo mentalmente. Pero un dolor injustificable en su pecho le alertó que algo estaba mal (dentro de lo perverso de la situación.) Haciéndole una seña a Draco, ambos se dirigieron hacia donde estaban Ron, Lily y Hermione. Ésta última sollozando desconsoladamente.

- ¿Qué sucede? – Preguntó Draco sintiéndose insensible con esa pregunta, como si nada la importara, mientras Harry intentaba calmar a una Hermione destrozada, sin saber, como Draco, qué sucedía.

- Han… Han… - Comenzó a tartamudear entre lágrimas la señora Potter, sin lograr terminar. Lily y Ron la miraba con rostros angustiosos, sin atreverse a decirlo. Draco y Harry intercambiaron sombrías miradas.

- ¡Han secuestrado a James! – Exclamó Hermione luego de respirar hondo y prepararse mentalmente para escucharlo de sus propios labios vencidos, acurrucando su cabeza en el pecho de Harry en busca de calidez mientras éste terminaba de analizar las palabras de su esposa, paralizado.

- ¿James? – Preguntó Harry con una voz sofocada. Una sacudida aún más profunda en su estómago. Draco apoyó una mano en el hombro de su amigo, intentando sonreírle para darle ánimo, sin lograrlo.

- Todo estará bien. Lo recuperaremos. – Prometió con un tono inseguro, aunque intentando mostrar algo de confianza en la misión.

Harry volteó a verlo, pensando en si debía decir lo que estaba pensando. Se calló luego de pensarlo unos instantes, pero abrazó fuertemente a Mione. Hubiera deseado poder llorar como ella para no sentir su corazón tan agobiado y atrofiado. Pero debía ser fuerte para ella. Debía ser fuerte para ellos, para todos. Pero… Decidió pensar que el llanto de Mione también era el suyo. Compartían un dolor.

- La esperanza es lo último que se pierde, ¿no? – Apoyó Ron, sintiéndose algo inútil, parado simplemente al lado de ellos. Por un momento, una sensación antigua de envidia le envolvió, al ver que Draco parecía muchísimo más considerado que él con los sentimientos de Harry.

Harry miró sobre el hombro de Mione y vio a Daniel y a Joanne. Joanne llorando, abrazada a Dan desesperada, como si pensara que al soltarlo también lo perdiese a él. Dan se mordía el labio, con frustración e impotencia, pretendiendo serenar a su amiga mientras tanto. Elizabeth y Helena no estaban a la vista de Harry.

- ¿Dónde están Lizzie y Helena? – Preguntó pensando que no soportaría la idea de que también hubieran secuestrado a su hija, y él sin poder hacer nada para impedirlo… Ni siquiera lo había notado… ¿Y aún así tenía el descaro de llamarse padre?

- Allí. – Señaló Lily, cerca de donde estaban Jo y Dan. Pero Harry tuvo que inclinarse para atrás para encontrarlas. Lizzie lloraba, de igual manera que Jo. Pero el corazón de Harry respiró momentáneamente aliviado, a pesar de todo.

***

Silencio. Un silencio doloroso y penetrante. El mismo silencio de siempre. Sólo que esta vez no eran sólo Jo, Dan y Helena los invitados en la mesa de los Potter. También estaban Sirius, Ojo Loco, Ron, Lily y Draco. Pero los adultos estaban demasiado concentrados en escribir en pergaminos, leer artículos en los diarios e intercambiar opiniones entre ellos para notar a los jóvenes. Trabajo de la Orden, que se encontraba en medio de una imprevista crisis.

Examinándolos, el que parecía más cansado y desamparado era Harry. Se notaban unas ojeras debajo de sus ojos y era el único que no hablaba con nadie. Sirius intentó sacarlo de sus pensamientos, pero le fue imposible, a pesar que Mione también lo intentó con él.

Joanne se sorprendió muchísimo cuando al día siguiente del ataque, su tía Mione lucía triste, sí, pero muchísimo más esperanzada que Harry. Esperanza de ver a su hijo vivo de nuevo. Harry, en cambio, creía que se podría, pero tampoco estaba tan confiado. No era que los mortífagos le dejasen a su hijo intacto en la puerta de la casa, ¿verdad? Y la Orden estaba tan desorganizada que un buen plan en esos momentos resultaba irrealizable…

También se preguntó por qué Remus no estaba en la mesa. Al fin y al cabo, era uno de los miembros más importantes de la Orden, uno de los cerebros de los planes más astutos y agudos. Y lo pensó muchísimas veces, antes de inclinarse para preguntarle al "abuelo" Siri.

- ¿Dónde está Remus, Sirius? – Preguntó Jo lo más bajo posible, para no romper la concentración de los demás. Sirius le sonrió tristemente, como últimamente hacían todos. Respiró profundamente antes de contestarlo y cuando lo hizo, pareció como si dejase su alma en las palabras emitidas.

- Una depresión profunda. Me rompe el corazón verlo así y no poder hacer nada…

Joanne asintió, silenciosa, volviendo a fijar su vista en su plato de comida. Intacto. Nada era lo mismo sin James… Cuanto lo extrañaba. Cuanto le preocupaba la sola idea de no volver a ver esos ojos verdes sonriéndole… Cuanto le dolía esa sensación de que le faltase una parte de su corazón… Lo necesitaba a su lado… Al igual que todos. Miró a Harry de reojo y cerró los ojos con pesar.

Por favor, James, regresa…

Lágrimas mudas se deslizaron suavemente por su rostro tras el ruego silencioso.

***

Viendo los números sobre el papel… Todo parecía tan ilógico. Como sencillas frases numéricas representaban algo tan terrorífico. Eran números de muertos, desaparecidos, heridos de gravedad, "ilesos"… Números que dolían y golpeaban como un balde de agua fría cuando apenas te habías levantado…

Habían sido ochenta personas, con niños incluidos, en la sala del Ministerio antes del ataque de los mortífagos. Veintinueve muertos. Seis heridos de gravedad, prácticamente muertos. No se contaban como muertos pues… Había que tener una consideración con las familias, ¿no? Los milagros… Hizo una exasperación con los ojos. No le tenía mucha fe a ese tema.

Veinte personas heridas, entre la gravedad estable y las curables heridas "sencillas." Algunos ya habían sido curados, pero como ese informe era el de la mañana… Veinte personas "ilesas" según el conteo y cinco desaparecidas, entre las que se encontraba su hijo. James. Los otros cuatro ya habían aparecido muertos hacía pocas horas en diferentes puntos de Inglaterra.

Dejó el pergamino sobre la carpeta y se apoyó en la silla completamente. Colocó sus manos sobre su cabeza y se mordió el labio. Necesitaban localizar a esos mortífagos antes de que fuera demasiado tarde…

Pues estaba seguro que ese no era un secuestro a cambio de, sino un secuestro para destruirlo en todos los sentidos. Sino se apuraban, el cuerpo de James estaría en escasos días en la puerta de la Mansión de los Potter…

Muerto.

Y el sólo pensarlo le destruyó plenamente. Arrebatándole todas las defensas espirituales que algún día podría haber tenido. Perder a un hijo sería una de las peores cosas que podían sucederle… Y no tenía idea de cómo lograría, si llegase a pasar (Diosa, no lo permitas), superarlo. Golpeó impotente el escritorio con sus puños apretados. ¿Dónde había quedado el Gran Harry Potter? Tragó saliva amargamente.

Es una sombra que invade tu pasado y recae en tu presente como una maldición. Es aquel que nubla tus recuerdos y controla tu mente.

Emitió una mueca vacía. Aún muerto, Voldemort seguía arruinando su vida y la de sus seres queridos. Respiró profundamente. Voldemort había dejado una huella en él, al fin de cuentas…

Una huella imposible de tapar u olvidar en la inmortalidad. Una Maldición mortal. Estaba condenado.

***

Su cuerpo clamaba por producir dolor. Su mente no dudaba en que era lo correcto y su corazón no reaccionaba: estaba demasiado oculto entre tantos sentimientos negativos para hacer algo. Una sonrisa sádica se amplió en sus labios al mismo tiempo que levantaba la varita imperativamente, listo para sentenciar. A una de las personas que más había amado, pero que en sus recuerdos recientemente modificados no aparecía. Sólo nublosas imágenes. De haberse detenido un instante a pensarlo, se hubiera dado cuenta que su corazón gritaba escandalosamente que ése era su padrino. El mejor amigo de su padre… Pero cómo darse cuenta si estabas dominado por la magia oscura...

Sus labios decretaron junto a su mente, sin escuchar nada más. Palabras incoherentes llegaban a sus oídos. Pero nada más. No se detuvo a oírlas completamente.

- Crucio.

Black gritaba dolorosamente bajo su cruciatus. Le estaba destrozando el alma. Su ahijado, el causante de todo su dolor… Pero Black también sabía que estaba como… poseído, que el verdadero Harry nunca haría eso… ¿Verdad? Nunca le lanzaría cruciatus… Porque el verdadero Harry le quería, le necesitaba, le amaba… ¡Ja!

Cuando decidió retirar el cruciatus, contempló a esos ojos celestes perdidos. Suplicantes, necesitados… Suplicaban por él, porque volviera a ser su ahijado. Necesitados de ver los ojos verdes esmeraldas brillantes de cariño e inocencia. Ahora eran verdes oscuros, repletos de odio y avaricia. De sed de poder. Más poder del que ya tenía.

- Harry... ¿no me recuerdas?

La verdad que no, Black. Aunque sea, no del modo que deseas que te recuerde.

~Harry Potter y el Poder del Heredero - Capítulo 20 – Los Triunfos de la Orden del Fénix~

***

Se estremeció al recordar ese momento. Había sido la única noche en su vida que había apoyado a la Orden Oscura, a la magia negra, a Lord Voldemort. Aunque dominado por un ritual de magia negra… Igualmente, las perfectas imágenes, sus detestables sensaciones y sus maléficos pensamientos continuaban en su memoria como si eso hubiera acontecido el día anterior. Supuso que otro truco de Voldemort para torturarlo en su momento. Pero hacía ya mucho tiempo que no conmemoraba esa situación. Los gritos de Sirius aún resonaban en sus oídos, en una tortura imaginaria. Al igual que la sensación de sentirse más que los demás, el poder en sus manos… Toda la tentación del hombre.

Se observó las manos y pensó que esas eran las manos más impuras de toda la Orden del Fénix. Las más manchadas con sangre. Las más culpables. Las más indiferentes a todo. Hasta Snape no podía superarlo, a pesar que fue un mortífago durante años pasados. El poder sólo corrompe a las personas, se recordó. Sonrió con un deje de desilusión. Él también estaba corrompido. Tanto como lo había estado su mortífero enemigo…

Con un movimiento curioso de sus manos, ordenó organizar todos los pergaminos del escritorio. Suspiró. Esas manos estaban indecisas. Manejaban dos clases de magia totalmente diferentes. Una que había dejado de usar hace años, por temor a… a eso. Y la otra, muchísimo más agotadora… pero pura. Igualmente, ambas asesinaban. Ambas eran igual de dañinas. Ambas igual de infectadas.

De qué lado estés no es cuestión del destino, sino de tu propia elección.

Y toda elección vital posee sus hermosísimas consecuencias… Volvió a contemplarse las manos y con ellas acarició su antigua cicatriz. La Maldición. Había aprendido en el pasado a confrontarla, a aceptarla, a vencerla… ¿por qué ahora no hacía lo mismo? James lo necesitaba. Le llamaba.

Se puso de pie y salió del despacho decisivamente. Iba a demostrar que aparte de ser el Gran Harry Potter, también era un padre.

Tenía un traidor que localizar. Y éste le conduciría a donde su hijo estaba.

***

Oscuridad. Es aquello que te rodea permanentemente, deseando entrar en ti. Una vez a dentro, se expande, te domina, te somete a su poder eterno. Te confunde, te hace reaccionar contra tus sentidos, contra tu intuición, contra tu corazón que poco a poco pierde vida. Queda sólo un alma vagante. Un alma en busca de algo. Capaz, de alguien.

La Maldad te persigue, te tienta hasta que logra su objetivo: poseerte. Ya no piensas por ti mismo. Ahora tienes un alma para compartir. Te complace, te satisface, te perfecciona, te transfigura. Nunca volverás a ser la misma persona una vez corrompido. Una vez que ella está dentro de ti, todo está perdido. Absolutamente Todo.

Te conviertes en un testigo de su poder. Un testigo ciego, impalpable, mudo y sordo.

Ssentiws' ssenkra dehtmai. Ssen tiws' noit curt sedeht mai.

~*~

Aix! . 18 páginas… Uno diría que tanta acción premiaría con un capítulo de unas veinte y pico de pages… ¬¬ La musa no me quiere ;___; Para mí que se fue de vacaciones sin mí. ;___;

¡Hello a todos! ¿Cómo están? ^^ Este es un capítulo apresurado por ser terminado dentro de un período establecido de tiempo (que me traumaba, he de admitir, no soporto la presión ;__;). Ya ven, otro record de actualización. xDD Pero debía actualizar antes de…

Gracias a Arien, mi nueva beta de LHP, junto con Kris. Qué hubiera sido de este cap. sin vosotras ;____; Y la musa no quería… Y apareció Arien salvadora, que curó mis traumas con una dosis de calmante contra la locura. xD

Tengo lamentables noticias para ustedes. (Para mí no tanto, pero comparto su desesperación, no se preocupen xD) ¡Me voy de viaje! ¡Yupiii! ^^ Y hasta mediados de enero no retorno a mi casilla… No tendré mucho contacto con una computadora durante dos o tres largas semanas ;___; Y por lo tanto, olvídense de actualizaciones y eso… hasta fines de enero, aproximadamente. ¬___¬ Conténtense que llevo papeles para escribir el capítulo 26 y capaz 27… (Aunque detesto el papel, así que dudo que avance demasiado… ¬___¬)

¿Avances del siguiente capítulo? Bien. El secuestro de James. ¡Eso! No os preocupéis tanto por el muchacho. Es un Potter… Uh. Creo que di más razón para preocuparse. xDD Un nuevo sueño animago… Y recuerdos! ^o^

Espero que este capítulo sea valorado como un lindo regalo de navidades y reyes… xD Felices fiestas a todos. Que reine la paz en vuestras familias y entre amigos. ¡Empecemos con optimismo el 2004, que nos abre los brazos pacientemente! ^^ Felicidades!!

Muchas gracias a todos por su futura paciencia… ^^ ¡Recuerden dejar reviews! ¡Que yo me vaya de viaje no significa que no ojee de vez en cuando por esas zonas! xDD ¡Besos grandotes a todos!

~*~ Parvati ~*~