Hello a todos!! ¿Cómo están? ^^ *Se ve a una Parvati bronceada quitarse las gafas de sol* Estoy renovada! ^o^ La musa ha vuelto! Y con ella la alegría!! *Se ve a Parvati bailar alegremente*

Lamento la tardanza, pero ya saben… Merecía unas vacaciones!! ^^ Prácticamente durante esos 15 días no escribí absolutamente nada (tres páginas, y porque estaba Iris ahí insistiéndome y corriéndome con un sifón en la mano xDD), pero al volver, me puse las pilas y… ¡26 páginas! ^^ ¡Record en este fict! ^^ (El cual acaba de llegar a las 256 páginas totales!!)

En fin… Aquí tendrán el sueño animado (adivinen de quién! ^o^), el secuestro y todas las consecuencias del ataque en el casamiento. No pude incluir los recuerdos, pero bien… me di el gusto nuevamente de torturar a un Potter ^^ xD

Gracias a todos por los reviews!! Los kero! (Ando sentimentalista, ¿se nota?)

Calixta: Sip, pobre Jamie… Me encanta hacerlos sufrir ^o^ ¿Se nota? xDD Lizzie en este cap. no aparece (me olvidé de ella O.O xDD), pero gran parte del capítulo está dedicado a Harry y compañía. Pues, sí. Todavía no mataré a HP. xD Hermione… Todavía no he pensado qué pasará con la pobre xDD (Tengo una broma interna con mis betas sobre su futuro, que definitivamente no usaré eso xD) La verdad que sí .___. Herm se la pasa regañando xDD Pero como no tiene a James en este capítulo para hacerlo, lo reemplaza por Harry! xDD! Gracias por tu review!! ^o^

Layla kyoyama: Gracias. ^^ ¿James y Jo? O.O Pues, la verdad… no te lo puedo decir. xDD Pero se ven lindos juntos, ¿verdad? *.* Pobre Remsie, se casa y se queda viudo. Debe ser feo… T.T James estará bien (lo suficiente como para sobrevivir xDD) La verdad que sí… Estoy haciendo los capítulos los más largos que puedo!! ^^ (Era una obsesión que tenía con otro fict y la trasladé a éste cuando terminé el otro xDD) Este capítulo me trajo dolores de cabeza… Espero que haya salido bien… . Gracias por tu review! ^^

Gaya Lunae: Tengo un sentido moral muy elevado xDD No me gusta fallarle a la gente T.T Tardé un mes (esperaba tardar un poco menos, pero… casi no escribí en el viaje y como fueron 15 días.. ¬¬) Ahora intentaré volver a actualizar seguido (si la musa lo permite, pues andar presionando a la pobre, luego me trae secuelas…) En cuanto a los nombres con los que te pusiste a jugar, es correcto. ^.- Este fict tiene muchas cosillas que si te pones a ver te dan pie para investigar y capaz ver un poquito de lo que tengo preparado. ^^ Nombres son dos que yo recuerde… (porque me llego a olvidar también xDD) así que deja de romperte la cabeza con ese tema xDD Busca otras cosas para entretenerte (¿que me dices de las conversaciones de Spring, Moonlight y Plumnut? ¿Quiénes son? ^^) Muchas gracias por los halagos ^^ Correcto, he hecho un trío muy parecido al anterior. En realidad me basé en mi misma (en mi colegio somos un trío también ^^), yo soy Jo, mi mejor amigo es Dan y mi mejor amiga es James. xDD Aunque voy haciendo rotaciones de puestos. ^^ xDDD Oh! Tu análisis de las parejas me encanta! xDD Fíjate que James y Jo también tienen la misma inicial ^.- Va a ver algo, pero… ¿lo haré definitivo? Quien sabe… sólo Iris y yo xDD Por el momento no habrá más muertes, no te preocupes, puedes respirar tranquila. Pero no te puedo prometer nada. ^^ Uhm… En la mayoría de los reviews me suplican para que no mate a nadie de los protagonistas, ¿tan mala parezco? *Se ve a mis lectores asintiendo ¬¬* ¿Qué he hecho para ganarme esa fama? No, deja, no me respondas, mi conciencia ya lo hace. xD ¿El nuevo Dark Lord? Al final de este año (me refiero al curso de Hogwarts, obviamente….) se revelará, supongo… (estoy hecha un lío de ideas xDD) Nuevas ideas aparecieron, sí ^^ Y ahora estoy más tranquilita, y bronceada… xD En cuanto a los herederos, en este capítulo tienes para verificar algunos… ^.- Oh, tampoco soy tan imprevisible… Que yo sea loca no significa que el fict no tenga partes coherentes! (Y lo coherente siempre es deducible. ^^) Pero supongo que tengo algunas cosas que son originales .__. ¿Ya te lo sabes de memoria? xDD A eso llamo yo lectora fanática! xDD Ni yo me lo sé de memoria O.O O sea, sí, pero tampoco los detalles xDD Bueno, espero que este capítulo te demuestre que tengo algo de piedad… Y que te guste! (Hay escena HHr ^^) Gracias por tus grandes (como a mí me gustan!! *.*) reviews!! (tres… a eso se llama querer contactarse conmigo xDD ¿Tienes MSN?) ^^

Luna: Muchas gracias!! Me encanta que te guste el fict!! ^.- ¿Por qué secuestraron a Jamie? Sencillo, venganza. xDD Recuerda que es hijo del que mató a Voldie, entonces… Le tendrán antipatía. xDD ¿Estás triste por eso? No te preocupes, no le pasará nada que no pueda ser solucionado con un tiempo en San Mungo… xDD ¿Matarlo? ¿Tan cruel parezco para hacer eso? T.T Al fict le falta mucho para terminarse (no me hagas pensar cuánto porque me da dolor de cabeza…), así que Jamie tiene que vivir… ¿Jo y James, la repetición de Herm y Harry? *Se ve a Parvati sonreír misteriosamente* Ya veremos, ya veremos… Supongo que dentro de poco tiempo empezaré con los romances… (hay que admitirlo, están viviendo nuestra época actual (en realidad un poco más al futuro…), así que a los trece (yo tengo trece ^o^) ya se tiene el primer amor, pero eso es secreto entre nosotras, eh?? xDD) Sip, pobre Remsie… *Parvati mira al merodeador llorando detrás de ella y le da unas palmadas en la espalda para darle ánimo* Sirius me quiere matar por asesinar a Tonkie… Por eso ando apurada… Me llega a encontrar aquí y soy escritora muerta . El traidor… Todavía no sale a la luz. (A pesar que Harry hace todo lo posible…) ^^ Por el momento no tengo pensadas más muertes, pero nada es seguro… Sin embargo, tranquilízate. ^^ Espero no haber tardado mucho en actualizar .__. Estos días me he levantado temprano para terminar el capítulo (la musa está bien despierta a la mañana y a la noche…), espero que haya valido la pena. ^o^ ¿Te hice llorar con HPDestino? OH, que mala soy!! *Parvati sonríe ampliamente* Me encanta hacer sufrir a los personajes, como te habrás dado cuenta ^^ Lo único que te puedo decir es que con este también llorarás al final… Pero falta muchio! Beshos para ti también! Y gracias por tus fantásticos reviews!! ^^

Natty Malfoy: Muchas gracias por tu review!! Lamento la tardanza T.T Ahora me pondré las pilas e intentaré recompensarles la espera! Sólo torturé un poco a Jamie, lo suficiente para que caiga de la nube en la que ha vivido junto con la Orden durante todos estos años ¬.¬ Beshos para ti también! Espero que te agrade el capítulo! (encima que tardé, no te llega a gustar y me muero T.T)

Tonks: ¡La reencarnación de Tonkie! xDD ¿Vienes a cobrar venganza? T.T ¡Tenías que morir, admítelo! xD Pues, ahora dejaré tranquilo a Remsie, pero tendré que hacer sufrir a otro personaje… *se ve a Parvati sonriendo malévolamente en dirección a Jo, Dan y James xD* Falta para las parejas, no apuren a los corazones! El tiempo dirá lo que les espera. ^^ (Más bien, yo diré lo que les espera xDD) A este fict no lo abandono! Le estoy comenzando a tomar cariño ^o^ Y cuando eso sucede, me encapricho, lo que para ustedes, los lectores, es una ventaja. xD Gracias por tu review! (Y sé buena conmigo, no fue mi culpa que hayas muerto! T.T xD)

~*~

Capítulo 26 - Secuestrado

Abrió los ojos con pesadumbre. Pestañó varias veces, hasta que pudo enfocar correctamente. Su vista, imprecisa, trataba de encontrar algo reconocible en el entorno. Pero todo era nuevo. No estaba ni en la casa Potter ni en ninguna otra que hubiera pasado algún momento. Hasta que todo se volvió claro ante sus ojos.

Sus tobillos estaban sujetos con un metal firme (como esposas de policías muggles) al igual que sus manos, que estaban colocadas en el apoyabrazos, para que no pudiese escapar fácilmente. Se dio cuenta inmediatamente que estaba sentado en una de esas sillas que el ministerio usaba en los juicios contra mortífagos. El suelo estaba terriblemente sucio y había un polvo extraño en el aire que irritaba su garganta. No pudo evitar toser por ello. Su corazón le avisó que obviamente, esa situación no estaba bien.

Intentó recordar lo que había sucedido. El casamiento. El ataque de los mortífagos sin aviso. El cruciatus. Los gritos. Las discusiones… Manos agarrándolo… intentó forcejear por libertad, pero lo noquearon rápidamente con un desmaius. Y todo se volvió negro, privándolo de saber qué pasaba…

Ajá. Secuestrado por mortífagos. James Potter, hijo de Harry Potter, secuestrado… Qué destino tan nefasto el suyo, pensó.

Investigó con la mirada su contorno. Había una mesa grande a pocos metros de él, donde había documentos y cosas así. Después… Una puerta. Y todo lo demás vacío, nada que le sirviese de ayuda. Ja. ¿Quería huir? En esas condiciones era tan imposible escapar como que la puerta se abriese y le dejaran ir sin más…

Pero para su sorpresa, la puerta sí se abrió. Aunque las figuras que aparecieron no tenían ni mínimas intenciones de dejarlo libre. Cuatro personas. Crabbe y Goyle a la retaguardia. Lucius Malfoy y Bellatrix Lestrange a la cabeza. Bella con su franca sonrisa maligna, sus ojos explorándolo intensamente. Odio. Locura. Venganza.

- James Potter. – Saludó Bella con aquella voz detestablemente seductora.

- Lestrange. – Le devolvió el saludo mirándola fijamente.

- Igual de arrogante que su padre, por lo visto. – Opinó Lucius, observándolo de pies a cabeza. Bella le sonrió.

- ¿Esperabas otra cosa? De tal palo tal astilla, Lucius. – Se encogió de hombros Lestrange.

- No siempre se cumple esa frase. Mira mi hijo… Traicionero. – Escupió Malfoy con resentimiento profundo.

- Pero eso es porque nunca le criaste como debías. No fuiste un buen padre para Draco, Lucius. – Le sonrió malvadamente Bellatrix, mirándolo de reojo. Malfoy abrió la boca para replicar, pero prefirió callarse al ver que la varita de la mortífaga ya estaba en su mano. James permaneció callado, escuchando con atención.

- Bien, jovencito… Como verás, nadie aquí tiene la minúscula intención de perdonar a tu padre por todo lo que nos ha hecho. – Empezó Lucius luego de unos instantes de silencio.

- Eran los mejores tiempos de nuestro Dark Lord cuando tu padre apareció, como un niño inocente, en su camino. Tu padre fue nombrado héroe de la comunidad mágica, sólo por detenerlo unas tantas veces. Pero ahora… Nosotros estamos dispuestos a vengarnos. Nuestra orden volverá a renacer, cuando el Heredero de Lord Voldemort desee ocupar verdaderamente su puesto. Nadie nos podrá detener… Nadie.

James hizo una mueca de desprecio hacia el discurso emitido por Bellatrix. Atendía continuamente a sus palabras, por si los mortífagos llegasen a decir algo de utilidad para la Orden. Pero siendo sincero consigo mismo, sabía que lo único que le importaba era hallar una forma de escape. Algo que los mortífagos hubiesen pasado por alto y que él pudiera aprovechar esa debilidad

- La venganza es dulce, más aún cuando sabes que será un gran paso hacia la victoria. – Murmuró Bella, acariciando suave y pacíficamente la mejilla derecha de James, como si éste fuera una valiosísima joya. Potter retiró la mejilla, mirando con repulsión a Lestrange. – Crucio.

Se estremeció bajo las rigurosas cadenas. El dolor posesionando su cuerpo, su mente y su alma. Pretendió no gritar, para no darles ese deleite a los mortífagos, pero el sufrimiento no le permitía dirigir correctamente su cuerpo.

Al cruciatus de Bella se le sumaron los de Malfoy, Crabbe y Goyle. Terminó cayendo inevitablemente en la absoluta inconsciencia, dándole la bienvenida a los tenebrosos sueños que estaban por rodearlo.

***

Los truenos caían estruendosamente contra la tierra, quebrando la molesta tranquilidad que habitaba en ella. El cielo bañado de gris se iluminaba momentáneamente de una forma aterradora. El agua de los ríos descendentes de las altas montañas se deslizaban veloz y furiosamente, llevándose consigo todo aquello que irrumpía su paso. Todo.

No se escuchaban gritos ni llantos, sólo el rugir del viento. La ciudad parecía completamente abandonada. Aquella tormenta se había llevado la alegría y la esperanza… Que no podían subsistir sin la paz, la cual hacía ya mucho tiempo se había alejado de la tierra, de las aguas y del cielo.

No quedaba vida. No quedaba nada más allá que la oscuridad de la interminable y eterna noche.

Y él sólo era un alma perdida. Un alma en busca de resoluciones por la repatriación de la paz. Un alma esclavizada. Un alma perdida en una falsa y artificial esperanza.

La esperanza es lo último que se pierde.

Y una vez perdida, no quedaba nada…

***

En una lejana y sencilla casa extraviada entre las montañas del norte de Inglaterra, un muchacho despertaba sigilosamente, deseando que la realidad fuese un sueño. Un mal sueño para ser sinceros. Las imágenes de la pesadilla recorrían todavía su mente mientras suplicaba para que no tuviera ningún significado aparente.

Apenas abrió los ojos. Todo su cuerpo sufría aún las consecuencias de los cruciatus. Le ardían los huesos de sobremanera. Pero igualmente sus oídos estaban perfectos para escuchar la conversación de los mortífagos, sentados en la mesa frente a él, comiendo extraños elementos y bebiendo inmensas cantidades de alcohol. Ninguno advertía su conciencia.

- ¿Crees que ya posee sus poderes? – Los siseos de Malfoy fue lo primero que los oídos de James captaron.

- Si su padre no se lo ha dicho, lo dudo. – Contestó Bella.

- ¿Hay alguna manera de poder saberlo? – Preguntó Malfoy despectivamente. Escuchó una risa burlona-sarcástica de parte de su compañera.

- Si existiese, ya lo hubiera hecho hace tiempo. El poder de este chico activado para nuestro servicio sería muy útil…

- No pienso dejarlo con vida. – Le interrumpió Malfoy. Lestrange elevó una ceja, impaciente.

- No necesitamos su vida, sino su poder, Malfoy. Podemos absorberlo si él es consciente y ha utilizado antes su habilidad. Sino, el poder es tan inútil como su miserable vida.

- No perdemos nada con intentarlo, ¿verdad? – Cuestionó Crabbe en un tono idiotamente ambicioso. Lestrange efectuó una mueca.

- Ja. Inténtalo tú, entonces, Crabbe. Si tú no puedes absorberlo a él, él te absorberá a ti. Nos harías un grandísimo favor si éste último se hace realidad. Tu ignorancia me da asco. – Escuchó como Crabbe tragaba saliva y se movía nerviosamente en su asiento.

***

- Remus, ¿te encuentras bien? – Cuestionó Sirius, mirando de reojo a su mejor amigo.

Desde el secuestro de James (y ya se cumplía una semana de aquello), Remus se estaba comportando extraño, bastante extraño, admitió para no engañarse a sí mismo. Sirius lo justificaba frente a la Orden, diciendo que era a causa del asesinato de Tonks. Pero Canuto bien sabía que esa podía ser una razón, pero no la total. Algo le había pasado y Black quería averiguarlo a toda costa para así poder apoyarlo. Hacía ya mucho tiempo que Sirius deseaba sentirse un útil amigo. Y nunca lo lograba, siempre algo fallaba… Y él quería esta vez conseguirlo.

- Es la decimoquinta vez que me preguntas eso en cinco minutos. Mi respuesta será la misma, pues nada ha cambiado desde entonces. Estoy bien.

- No es cierto. – Replicó Sirius testarudamente. – No quieres admitir que algo te pasa. Remus, quiero ayudarte.

- No hay nada que ya puedas hacer por mí. – Remus se levantó tomando sus pergaminos y dejando a su amigo solo en la sala, con sus pasmados pensamientos.

***

Sonrió sin ganas, secamente, mientras contemplaba indiferentemente su alrededor, al lado de su mejor amiga. Los recuerdos inundando por momentos su mente. En ese mismo lugar había ido ella con el embarazo de James y el de Lizzie. También había acompañado a Lily con el embarazo de Jo. Ahora la volvía a asistir, aceptando cordialmente la sugerencia de que capaz una salida de la realidad le sentaría bien a su mente y a su cuerpo. Además que también estaba ansiosa por volver a ser madrina. Ese pensamiento la hizo sonreír, pero esta vez, de verdad.

- Me pregunto si… - Comenzó a decir Lily, pero se detuvo, dejando un aire de incertidumbre y haciendo que Hermione la mirara con curiosidad.

- ¿Si ya se puede saber el sexo? – Terminó por ella. Lily asintió, silenciosa. – Tiene casi tres meses… Podría ser…

- ¿Sabes? Me parece sorprendente todo lo que hemos vivido aquí. – Sonrió Lily, antes de ingresar a la sala de embarazos, en uno de los más famosos hospitales mágicos dedicados a eso. Hermione asintió a lo dicho por Lily. Esta última advirtió la mirada disipada y desesperanzada de su amiga.

- Ya verás que lo encontrarán, Mione… - Distinguió el brillo cristalino en los ojos castaños, causado por las lágrimas contenidas.

- Eso espero… Pero ya ha pasado una semana y apenas han… - Dijo Hermione, siendo cortada por Lily.

- Tenemos que confiar. Están haciendo todo lo posible.

- Me gustaría poder ayudar. – Replicó la señora Potter, frustrada y dolorida por ello.

- No formamos parte de la sección de investigación de la Orden. – Le recordó Lillian. – Somos la Defensa, no podemos interferir en…

- ¡Es mi hijo! – La señora Weasley suspiró, dándole la razón a Mione. Bien sabía como se sentía Hermione, pues al fin y al cabo, ella también era madre. Y se sentiría exactamente igual de enfadada e indignada si no le permitiesen ayudar a encontrarlo…

- ¿Has hablado con Harry al respecto? – Cuestionó Weasley, mientras se sentaban en la sala de espera. Estaba segura de que Harry estaría de acuerdo de que Mione participara en la investigación. Su inteligencia siempre había sido muy valorada.

- Los últimos días casi ni lo he visto en casa. Igualmente, le he dicho, pero lo único que he tenido de respuesta ha sido la imagen de mi esposo mordiéndose el labio y poniendo una excusa para retirarse de la habitación. Nunca pensé que Harry pudiera llegar al punto de ignorarme… - Un nudo se había formado en su garganta al recordar aquello. Se estómago se estremeció y se frotó los ojos que le ardían incesantemente.

- Capaz no quieren que interfieras por algo en especial…

- Estoy segura que me ocultan algo, Lily. – Le cortó Hermione, mirándola fijamente, con insistencia. – No quieren que lo sepa. Y por eso no…

- ¡Por favor, Hermione! Harry no te ocultaría algo tan importante. Además, ¿qué podrían encubrir…? – La respuesta a esa pregunta fue ahogada en un silencio duradero e incómodo.

***

Dejó de escribir. Elevó su vista para observar su contorno. Una pila de libros gruesos tapaba ligeramente su visión, aunque no tanto para que no viese que su padre se había aparecido en la sala, había tomado unos pergaminos encima de un mueble y se había vuelto a desaparecer. Suspiró, dejando su pluma a un lado y contemplando al vacío con tristeza.

Tras una semana sin noticias de James y con un ritmo agitado en la mansión de los Potter por las permanentes y seguidas reuniones de la Orden, sus padres habían acordado con sus tíos que lo mejor sería que pasase un tiempo en su hogar, al igual que Daniel. Así que ahora estaba sola, haciendo sus deberes, en la espera de que todo volviese a ser como antes.

Se carteaba continuamente con Dan, mandándose cartas dos o tres veces al día. Él estaba igual que ella, sintiéndose inútil, mientras probablemente su amigo estaba sufriendo dolorosas y perpetuas torturas de parte de los nocivos mortífagos. Y ambos buscaban un apoyo en el otro, para no lanzarse en busca de su amigo, escaparse de la seguridad de sus viviendas…

Ya estaban tomando en serio la posibilidad de ir en busca de James. Por primera vez (y estaban seguros de que no sería la última), Daniel fue el que se mantuvo sereno. Si hubiera sido por Jo, ya estaría con su varita, recorriendo los incógnitos lugares de Inglaterra. Pero Dan le recordó que si los mortífagos los encontraban también a ellos… Estarían perdidos. Pero a Joanne le gustaba más la idea de sufrir los tres juntos que estar allí sentada, sin hacer nada. De morir los tres juntos, si querían ser pesimistas

La Orden no estaba progresando en la búsqueda, a pesar que también el Ministerio los estaba favoreciendo (había que destacar que éste estaba al mando de la Orden…) Habían colocado detectores mágicos por toda Inglaterra (según le habían comentado sus padres) y aurores indagaban por todas las zonas posibles. Pero no habían encontrado ni una mísera pista. Nada.

Y tampoco sabían quién era el traidor. A los oídos de los jóvenes había llegado la información de que Harry se estaba encargando del tema, cuando antes hubiera dejado ese trabajo a los especialistas… Pero cuando uno está en busca de un hijo, no confías en que los demás, no confías en que puedan hacer algo satisfactorio para la investigación. Prefieres hacerlo de primera mano y asegurarte de todo.

El traidor podría ser la persona que tenías enfrente.

Se levantó de su asiento, decidiendo que necesitaba despejarse un poco. Se dirigió a la cocina y se sirvió en un vaso un poco de jugo. No tenía hambre, así que ignoró las galletas caseras de su madre. También ignoró el Profeta, encima de la mesa. Volvió a sentarse en su mesa de estudio, releyendo lo que había escrito para la profesora de transformaciones.

Pero algo la desconcertó. Supuestamente no había nadie en la casa salvo ella y acababa de escuchar unos pasos provenientes del piso superior. Sosegada, se puso nuevamente de pie y miró pensativamente hacia arriba. Todo volvía a ser mutismo. Ni siquiera del exterior de la casa llegaba algún sonido para quebrarlo.

Su vista se fijó en la carta de Dan, sobre la mesa, todavía no leída. La había dejado a parte, concentrada como había estado en terminar con su redacción de transfiguración. No quería moverse, por el miedo de emitir algún retumbo. Además que todo su cuerpo estaba ahora fijado en decidir si su imaginación le había jugado una mala pasada o si realmente había intrusos en la casa.

Cuando esta vez, el sonido de un aullido de dolor proveniente de arriba la hizo desechar la primera opción, su imaginación estaba anulada. Sin pensarlo, cogió su varita de la mesa y se lanzó escaleras arriba, orientándose en dirección al aullido. Mientras se iba acercando no pensó en que lo que estaba haciendo podría ser peligroso. ¿Qué tal si era un mortífago? Ja. Ahora su imaginación no estaba anulada. ¿Cómo un mortífago podía entrar en su casa? Al igual que la mansión de los Potter, ésta también poseía protección contra terceros.

Detuvo su carrera al ver una figura joven, bastante familiar, tendida en el suelo, a pocos metros de ella. Se acariciaba la cabeza mientras murmuraba maldiciones para alguien en especial, que aparentemente había ocasionado su caída al duro suelo, alertando así también de su presencia en el lugar, arruinando una sorpresa. Un Kneazle bastante familiar le rozó a Jo los pies mimosamente, emitiendo un maullido como saludo. Inspeccionando con más determinación al joven, se dio cuenta que era una visita que venía deseado desde hacía ya una semana. Indistintamente, no pudo conseguir sonreír. A decir verdad, hacía siete días que no lo hacía. Los músculos de su rostro debían estar duros…

- ¿Se puede saber cómo rayos entraste? – Preguntó brutamente, sin dar más vueltas a la situación.

- Hola, Jo, estoy bien, gracias por preguntar. Yo también te extrañé mucho. – Dijo sarcásticamente Dan desde el suelo. Joanne hizo una exasperación con los ojos, mientras se agachaba y ayudaba a incorporarse a su amigo. El Kneazle se sentó a un lado del pasillo, tranquilo.

- ¿Cómo entraste?

- Pues, por la puerta. – Dijo Dan, burlándose de Joanne como siempre hacía.

- Dan, te advierto, mi humor… - Empezó Weasley, pero fue interrumpida por su amigo.

- Ni me lo recuerdes. ^o^ Entré por la puerta trasera, pensando que tal vez estabas en tu habitación, subí y… mi linda mascota – Echó una mirada recelosa hacia éste. – se cruzó en mi camino y lamentablemente… me desplomé.

- Podrías haber avisado que vendrías. – Le amonestó Joanne. – Casi logras asustarme.

- Qué pena que no lo logré. – Sonrió Dan, pero luego miró herido a Jo. - ¿A caso no leíste mi carta, que con tanto empeño y cariño escribí? T____T

- Ya, estaba ocupada. – Se excusó, encogiéndose de hombros, mientras caminaban hacia la cocina.

- ¿Tanto cómo para pasarme por alto?

- Ajá.

- Qué linda amiguita que tengo. T___T

- En todo caso, ¿para qué has venido? – Dan sonrió misteriosamente.

- Tengo noticias para darte.

***

Sus pasos resonaban entre la imponente oscuridad del bosque. La tierra estaba terriblemente húmeda pero, a pesar de eso, no le dificultaba la velocidad de la marcha. Escuchaba los diferentes sonidos de la vida nocturna en ese tranquilo lugar. Los pequeños animales, durmiendo en sus hogares pacíficamente, sin hacer daño a nadie. Los insectos buscando un entretenimiento entre tanta monotonía. Las grandes criaturas vagaban entre los caminos, buscando presas vivientes o algún recurso ineludible.

Y le parecía formar parte de ese mundo natural.

Con una elegancia sorprendente, esquivó un obstáculo que se le presentó en el camino. Se detuvo, contemplando el cielo con algo de conflicto pues las copas de los árboles le impedían ver el cielo en su totalidad. Confusamente podía apreciar el brillo sobrenatural de la luna llena, siendo la única luz existente entre tanta Oscuridad. Deslumbraba con su sencilla imagen; ella hacía que la paz conquistase el territorio absolutamente. Bajo su mirada no podías más que sentir tu conciencia y pensar con claridad.

Pudo también apreciar a varias criaturas examinándola e intercambiando opiniones. Hablaban seguramente de la astrología. Serían centauros…

Muchos animales se detenían a observar su persona. Se quedaban embobados, pensamiento que le hizo sonreír mentalmente. Ellos indudablemente pensaban que reflejaba la luz de la Luna en su figura. Estaba de acuerdo. Aunque… No la reflejaba con el mismo color. Suponía que el color de su pelaje se parecía más a los rayos del sol que a otra cosa…

Apostaba que cuando sus amigos se enteraran de su forma animaga, pensarían igual que los animalitos. Pero en ese momento no podía hacer nada menos que saltar, correr y emitir sonidos imprudentes a causa de su felicidad. Sentía la emoción en su sangre, deseando que llegara el momento de la transformación. Pero sabía que debía esperar. Por el momento, se conformaría con los sueños.

El ritual de transfiguración estaría listo para fines de octubre… Halloween era una fecha interesante para el ritual sin duda alguna. El potencial mágico de esa fecha haría aún más gratificante todo el esfuerzo realizado, recompensando capaz con alguna habilidad extra sensorial… 

Ahora se reduciría a pensar en la misión que le esperaba. La Luna le ayudaría, era buena compañera.

***

La única fuente de iluminación provenía de la pequeñísima rendija que había entre el marco de la puerta y la puerta. Era una vela, del otro lado de la habitación. Se escuchaban voces lejanas, nada que pudiese entender. Y salvo que él hiciese mucho ruido, ellos tampoco advertirían qué estaba haciendo.

La mesa que primariamente los mortífagos habían ocupado tenía sobre sí algunos pergaminos que habían abandonado por vagancia a llevarlos a su correspondiente lugar. La reunión antepuesta había finalizado cuando llamaron a la puerta de entrada, dejando una carta recóndita. Bellatrix la leyó para sí y luego salió inmediatamente, dándoles órdenes silenciosas a Lucius y a los otros dos inútiles de todas las medidas de seguridad que debían adoptar.

En fin, seguía en la misma posición que cuando despertó por primera vez en ese lugar. Sólo que ahora tenía algunas cosas en las cuales pensar.

Los mortífagos se habían referido a que él poseía un poder especial que supuestamente había heredado de su padre. Si eso era cierto, ¿por qué éste último no le había avisado, para que lo entrenase y pudiera usarlo correctamente? Por supuesto que estaba bajo su conocimiento que su padre era una persona bastante poderosa, puesto que había derrotado al Lord Oscuro, cuando todos habían disuelto la esperanza de que alguien lo detuviese. Pero nunca se había puesto a pensar que él había heredado…

Capaz era para mantenerle a salvo. Sin estar bajo el conocimiento de tal trascendental información, los mortífagos no lo podían absorber. Ahora que lo sabía… Ellos podrían… Pero entonces, ¿por qué los mortífagos no se lo habían dicho a la cara? Así él sabría y podrían absorberlo…

Salvo que la Verdad tuviera que salir de los labios de su padre para que los Poderes se accionaran.

¿Pero qué clase de poderes? ¿Podrían conseguir su liberación de esa celda? No tenía su varita. Si de eso se trataba, estaba realmente perdido. Había escuchado hablar de la magia sin varita, pero eso no se aprendía hasta quinto año, así que… Podría intentarlo, sin embargo, sería en vano. Se requería entrenamiento, del cual él carecía.

Se preguntaba qué estaba haciendo la Orden del Fénix en ese momento para salvarle. Si es que estaban haciendo algo, claro está. ¿Y cómo estaría Jo? ¿Y Dan? ¿Sus padres…? No quería ni imaginarse que sucedería con todos ellos si él no tornaba con vida… ¿Le extrañarían? ¿Llorarían por él?

Tenía la impresión que si se ponía a pensar en ello, se amargaría. Debía mantener la mente reservada para pensar en una forma de escape o algo. Los mortífagos sin duda no estaban de acuerdo con la idea de liberarlo a cambio de. Sino poseían su poder, moriría de las peores formas. Si lo poseían, perdería su vida inmediatamente luego, según había entendido.

Ensimismado, contempló el mugriento techo. Se preguntó si ese lugar sería un Punto de Encuentro o algo así para los sirvientes de la magia negra. Capaz simplemente una casona abandonada que habían decidido invadir para esa ocasión. ¿En qué lugar del universo se encontraba? Temía que lo hubieran sacado de Inglaterra. De ser así, aunque huyera de las garras de los mortífagos, no podría hacer mucho. Regresaría al lugar sin desearlo. Aunque el inglés era una lengua universal, o sea… Encontraría a alguien que pudiese ayudarlo. Pero, ¿y si se encontraba en una zona de puros mortífagos que lo único que harían sería llevarlo a las puertas de la mismísima muerte?

Hubiera deseado saber aparecerse. Si volvía a verlo, le diría a Ojo Loco que cambiara la ley. Refiriéndose a que pudiera aprender antes de tiempo indicado actualmente a aparecerse. Aunque sin lugar a dudas, por algo eran los diecisiete años la edad para aprender. Tal vez no tendrías el poder antes.

Jugueteó un poco con los pies, ya que sus manos estaban inmóviles. Podrían haberle dejado algo con lo cual entretenerse… Ya, suponía que Bellatrix había ido en busca de payasos para que animasen su honorable estadía. Ajá… Quizás se había ido a reunir con Alguien o le habían avisado que podía retirar a una criatura para torturarle. Cómo si con los Cruciatus no bastara. Capaz una lechuza de regalo de bienvenida…

Hablando de lechuza, ¿dónde estaba Éomer? Hacía tanto tiempo que no molestaba a su hermana con esa rara lechuza. Simplemente no le veía desde el momento que la habían comprado. ¿Théoden le añoraría? Pobrecito, debía sentirse muy solo sin su presencia. Esperaba que Dan o Jo se hubieran acordado de la existencia del cuervo. Sabía que la ave se podría arreglar solita, pero…

Se avergonzó un poco de las tonteras en las cuales estaba pensando. El cuervo seguramente estaba sano y salvo, cazando alguna que otra criaturita, feliz y volando por los cielos libremente, mientras él se moría de hambre, estaba herido y encarcelado entre mortífagos que sólo deseaban escuchar sus gritos de súplica.

No era que los mortífagos no le dieran comida, sólo que no se fiaba de ésta. ¿Y si tenía veneno? ¿O le habían puesto algo raro? ¿Algún Veritaserum para que confesara los futuros planes de la Orden o algo que ellos necesitasen saber y que él supiera? Estaba inseguro entre tanta maldad. Por primera vez, sonreír le era una misión imposible. Se sentía muerto y deshecho entre tanta mugre. Se sentía mugre, también. Necesitaría un buen baño luego de todo, si es que pasaba de esa situación. Desearía estar en la Mansión, con sus dos amigos, planeando sus futuras aventuras en Hogwarts…

Hablando de Hogwarts, ¿cómo estaba Snape? ¿Tomando sol en la bahía? ¿Escalando alguna montaña? ¿Haciendo surfing entre las olas? ¿O rafting en el río? ¿O rodeado de pilas de libros, buscando alguna solución para que su cabello no fuera tan grasiento? ¿Entre las columnas de supermercado, buscando un shampoo eficiente? Estaría buscando eternamente, entonces.

Recordó que hacía muchos pero muchos años, el profesor Snape había sido mortífago, pero había traicionado al lado oscuro y se había hecho agente del grupo de Dumbledore, siendo espía por un año y un poco más, luego del retorno de Voldemort. Por primera vez, se cuestionó la razón del profesor de ser mortífago. Y también el por qué de la traición. ¿Qué era lo que la había hecho meditar sobre su realidad?

Pero eso había sido hacía siglos. Habría que buscar un caso más actual para meditar en ese lugar. ¿Qué tal la amistad de dos eternos rivales, Harry Potter y Draco Malfoy? ¿Qué era lo que había producido esa simpatía? Hasta en ese momento se notaba que tenían una conexión especial. No como la que Harry tenía con el tío Ronald. Era una amistad diferente. Tal vez, al notarlo, habían nacido esos celos de tío Ron por tío Draco. Argh. Como si su padre se fuera a casar con Draco en vez de con él. El pensamiento le causó risa, que tuvo que ser ahogada. Se percibiría en ese maldito silencio.

Y con esos pensamientos entretuvo su mente hasta el retorno de Bellatrix a la casilla.

***

Después de todo, James no había sido tan incoherente pensando que Severus Snape estaba rodeado de pilas de libros, pero eso sí, no estaba buscando una solución a su pelo grasiento (ya se había acostumbrado a él y se había resignado a que los muggles encontraran alguna solución a su problema.) sino formas de encontrar al joven en el territorio inglés.

O al menos eso hacía, antes de que fuera interrumpido por dos hombres que entraron en la sala sin ni siquiera consultar si podían. Como si no hubiera tenido demasiado en ese día, tuvo que levantar la vista para hallarse con la mirada cansada de un Harry Potter que no mostraba ser ni la sombra del joven que había visto en Hogwarts y a un Sirius Black deprimido, sin un licántropo atrás para recordarle que la vida era corta y debía disfrutarla.

- ¿Se puede saber qué…?

- Queríamos saber si has avanzado en algo. – Le cortó Harry con una mirada fría. Severus le miró con curiosidad. Si bien Potter tenía carácter, hacía tiempo que no veía su lado helado. Estaba siendo sensato y era el momento adecuado. Cualquier error en esa parte del juego y el cadáver de su hijo podía aparecer en la puerta de su casa.  

- He encontrado algunas cosas que podrían ayudarnos. – Le tendió a Harry un pergamino donde había anotado todo lo que había hallado de utilidad. – Deberías pasarlo a Estrategia cuanto antes. – Harry asintió, dejándose caer en la silla al lado de Severus, el cual elevó una ceja, interrogante.

- Todo lo que habíamos logrado en trece años se fue a pique en una sola noche. – Murmuró, en un tono tan miserable que movió un pequeñísimo nervio de la parte sensible de Snape.

- No se ha derrumbado por completo. – Replicó el profesor de pociones. – Debemos estar unidos para mantenerlo en pie y volver a construir…

- ¿Cuánto tiempo nos queda para eso? – Cuestionó Harry, suplicante. Snape se enderezó en su silla, observando con el ceño fruncido a su ex alumno.

Hacía tiempo que el pesimismo no salía de los labios de éste. Había pensado que siempre mantenía la mente fresca, en busca de soluciones. Pero Potter ya no era el chico todopoderoso de la antigüedad. Ya no era el mismo que había vencido al Dark Lord. Era una persona que si bien mantenía su habilidad en duelo, ya no tenía la totalidad de sus poderes en él. Pero la gente seguía pensando que sí. Y por momentos se dejó engañar, para caer ahora en la dolorosa Verdad.

Necesitaban un nuevo Héroe. Alguien como Potter en el Halloween de 1981. Alguien que les brindase el tiempo para reconstruir.

- Indefinido. Pero Harry, nosotros estábamos igual de desesperanzados que tú cuando hace treinta y dos años apareciste.

- Capaz no contaremos esta vez con la suerte de alguien para paralizar la Oscuridad.

- La esperanza es lo último que se pierde. – Insistió Severus, pensando que nunca antes se había imaginado que tendría que alentar a Potter como solía hacer Albus. Sirius, que continuaba de pie con una mirada perdida, observó a su ahijado.

- ¿No sabes qué es lo que le está pasando a Remus? – Preguntó, alterando completamente la anterior conversación. Severus alzó ambas cejas esta vez y Harry miró perplejo a su padrino.

- ¿Remus? He querido hablar con él, lo necesitamos, pero… - Harry se mordió un labio antes de continuar. – Lo he notado muy deprimido y sintiéndose de otro mundo. Supongo que yo estaría igual en su lugar.

- Yo creo que le sucede algo más allá del sentimiento por Tonks. No he querido decirlo porque si la gente lo presiona mucho, nunca lo dirá…

- Remus siempre ha sido una persona muy reservada. – Opinó Severus serenamente.

- Mira quién viene a hablar, la persona más social y desenvuelta del mundo… - Dijo sarcásticamente Sirius, ocasionando miradas chispeantes entre él y el Slytherin.

- Mi silencio no es de la misma clase que el de Remus. – Dijo, mirando furiosamente a Black.

- ¿Ahora el silencio tiene clasificación?

- Basta ya, parecen dos críos. – Harry detuvo la riña entre los dos adultos. – Deberían haber aprendido a tolerarse en todo este tiempo…

- ¿Cómo tolerar a este…? – Dijeron al mismo tiempo.

- Me voy. Discutan lo que quieran a solas, capaz así puedan descargar la tensión que han tenido por años. – Terminó Harry, levantándose, tomando los papeles y desapareciendo en limitados instantes, dejando pasmados a ambos adultos.

- Black… Mmmm… Creo que por una vez en nuestras vidas, podríamos ponernos de acuerdo en algo…

- ¿Te parece?

- Llevamos años en el mismo bando…

- Ajá…

- Podríamos volver a ser una tregua, aunque esta vez más verdadera…

- ¿Qué te ha pasado para que desees eso, Snape?

- Tu ahijado necesita toda la ayuda que podamos brindarle. Y si nos la pasamos discutiendo, nosotros que somos unos de los miembros más cercanos a él de la Orden, nuestra ayuda no sería tomada en serio… Además que está perdiendo la fe…

- ¿Desde cuando te preocupas por Harry?

- Desde que nos pusimos de acuerdo en que una tregua no haría mal a nadie y podríamos ser buenos… mmmm… compañeros de ataque.

- Está bien. ¿Quieres galletas de chocolate, Snivellus?

- Pasaré eso por alto sólo por hoy, Black. ¬____¬

- Puedes decirme Padfoot. ^o^

- Y tú podrías decirme Severus…

- ¿Por qué no te gusta Snivellus?

- ¿Por qué no te gusta tomar esta poción que tengo aquí?

- Porque sé que es veneno.

- Me sorprende tu inteligencia, perruno. Capaz para la próxima te enseñe a dar vueltas en el aire…

- ¿No te gustaría que yo te enseñe a seleccionar los shampoo, Snivellus? Tal vez así encontrarías alguna compañera para pasar ratos agradables… Creo que así las ahuyentas.

- Vete al demonio con la tregua, Black.

- Snivellus, siempre tan paciente conmigo. ^^

- A perro viejo no se le enseñan trucos nuevos… ¬___¬

***

Volvió a revisar mentalmente todo lo que llevaba en la mochila, que ya se encontraba apoyada en su espalda. La varita estaba en uno de los bolsillos de su pantalón, a mano, por si llegaba a necesitarla. Había recogido su cabello rojizo con una coleta en forma que quedaba mucho más rebelde. Estando suelto, estaba libre. Pero si lo dejaba así, le incomodaría en caso de corridas apresuradas o duelos mágicos. Vestía una simple blusa lisa, de colores oscuros, para no ser vista en las sombras de la noche. Y un abrigo, en la mochila, por si el frío decidía afectar el calor del día en la noche.

Había trazado varios mapas de diferentes zonas de Inglaterra que estaban decididos a indagar. Le había consultado disimuladamente a su tío Harry la ubicación de su anterior lugar de secuestro. Dudaba que los mortífagos fueran tan tontos para volver a usarlo, pero podían estar cerca. O encontrar alguna pista… O una señal…

Estaba lista para empezar lo que sería una peligrosa aventura.

***

Escuchó atentamente a su padre, que conversaba en voz baja con Harry. Éste último solía aparecerse mucho por su casa, para intercambiar con Draco diferentes opiniones sobre el ambiente. Por un minuto se detuvo a pensar que su tío estaba abandonando a Hermione, que probablemente necesitaba todo el sustento que el señor Potter pudiera llegar a brindarle. Pero también comprendía la urgencia de Harry. Se la pasaba entre miembros de la Orden y fieles compañeros del Ministerio, controlando lugares.

Pero no con la efectividad que a Dan y a Jo les gustaría apreciar. Los mortífagos estaban matando a James. ¿Qué estrategia se podía tener para ese delito? ¡Debían hacer algo!

Aunque también era plenamente conciente que con Jo no podrían enfrentarse a Lestrange y compañía. Pero si podían hacer algo: espiar, buscar e informar. Sería más útil que estar sentado, viendo como las agujas del reloj demostraban cómo estaban perdiendo el tiempo. ¡Jamie los necesitaba!

Evidentemente los dos adultos estaban demasiado atosigados en sus asuntos para percatarse que Dan se había ocultado en la capa de invisibilidad de James (que astutamente se le ocurrió pedir prestado cuando le dijeron que volvería a su casa.) y ahora bajaba las escaleras silenciosamente, habiendo estudiado de antemano en qué lugar precisamente pisar para no hacer crujir ningún escalón…

Rayos. Teoría incorrecta. Su pie derecho se había desviado ligeramente y…

Harry y Draco, que estaban en la sala en la cual estaba la escalera en el piso inferior, se voltearon a ver, para tropezarse con la nada absoluta. Pero ambos estaban convencidos de haber escuchado un atisbo de rumor que había interrumpido la conversación. No obstante, por sus mentes no pasó ni remotamente la idea de "Dan, bajo una capa de invisibilidad, queriéndose escapar."

Mas Draco llegó a sospechar algo. Se levantó de la silla que ocupaba, determinado a hacerle una visita a su hijo, que debería estar en su habitación. La mente de Dan estaba en blanco. Si su padre subía y no le veía… Pero tampoco podía regresar: tendría que ser muy cuidadoso para no emitir otros sonidos, además que la escalera era un tanto angosta, o sea… Su padre podría chocar con él si subía… 

Cuando la chimenea se prendió y de ella apareció Hermione. Se notaba entristecida, sus ojos habían perdido el brillo emotivo que siempre poseían y su rostro estaba pálido. Dan se preguntó si su tía no se había puesto ropas oscuras para destacar su imagen depresiva, para que Harry se percataba que no todo era investigación…

Igualmente, nunca quiso tanto a su tía como en ese momento. Toda la atención que antes se había condensado en la escalera ahora se encontraba en la señora Potter. Draco inmediatamente le ofreció asiento, al lado de su marido.

- ¿Para qué has venido, Mione? – Preguntó Harry suavemente.

- Ya te lo he dicho, Harry. – Contestó fríamente su esposa. – Quiero ayudar.

- Pero… - Draco interrumpió lo que podría ser una larga discusión de enfrentamiento de opiniones.

- Hermione tiene razón, Harry. Tiene todo el derecho de ayudar en la búsqueda de su hijo. – Enfatizó las últimas palabras. – Además que sus conocimientos… - Hermione le sonrió débilmente, agradeciendo su comprensión. Harry dejó salir un suspiro, pero asintió. Draco, sabiendo que Hermione seguramente quería hablar con Harry, puso una excusa barata para salirse de la sala por unos instantes.

- Traeré un poco de café y continuamos, ¿vale? – No esperó respuesta.

Dan, que no quería quedarse para ver las cursilerías del matrimonio Potter, aprovechó que su padre se había retirado y que los dos adultos que quedaban estaban muy ocupados, y se dirigió velozmente, aunque no por eso sin cuidado, hasta la puerta de entrada. Suspirando, la abrió lo más discretamente posible que pudo, observando hacia atrás, nervioso. Salió y la cerró sin más.

Ahora no podía mirar hacia atrás o de lo contrario, se arrepentiría.

***

- Harry, tienes que volver a confiar en mí. – Pidió Hermione, entrelazando sus manos con las de su marido.

- Confío en ti, Mione, pero…

- No debes culparte. No pudiste hacer nada, ¿entiendes? – Dijo, sorprendiendo a Harry, que por primera vez en toda esa semana, la miró a los ojos inconmoviblemente. – Lo rescataremos y todo volverá a ser como era antes… - Acarició dulcemente la mejilla de su amado.

- Nada volverá a ser como era antes. – Refutó Harry, sus ojos sin luz.

- Tengo la esperanza de que así sea. – Dijo con vehemencia. Ahora sabía cual era el problema de su amado: había perdido la fe. Y ella a toda costa haría que la recuperase.

- ¿Una esperanza basada en qué? – Preguntó Harry, con tristeza infinita. Herm le contempló por unos instantes antes de sonreír levemente.

- En el amor.

Y luego, sin previo aviso, posó sus labios sobre los de su amado, besándolo con todo el cariño que sentía y sus deseos de estar con él. Un beso profundo, que hizo que Harry por primera vez en esa semana dejara de tener pensamientos oscuros.

Sabía que estaba siendo egoísta con su hijo, pero no todos los días uno tenía a la persona amada apoyándolo, animándolo y demostrando el afecto con ese gesto. Y él se había olvidado sin querer que esa persona estaba a su lado.

***

Se acomodó contra la pared lateral de la casa de Jo, a espera que la muchacha lograra salir de su vivienda. Pensaba en qué iban a hacer luego de eso. ¿Dirigirse hacia el centro de Londres? No, allí habría gente que los reconocería, y no querían dejar huellas detrás de ellos. Tenían suficiente dinero como para sobrevivir hasta meses fuera de casa y se habían decidido a usar el autobús noctángulo como transporte.

 Se percibía un movimiento constante dentro de la casa de los Weasley. Al fin y al cabo, los padres de Jo acababan de volver de una dura jornada de trabajo para la Orden. Según le había contado su amiga, ella tendría que cocinar la cena (cosa que ya había empezado a hacer en cuanto se fue Dan de su casa) y de ahí le mandaría irse a dormir, como siempre. El plan de la muchacha consistía en colocar su mochila con sus cosas y a su Kneazle (que había dejado con Jo al saber que no podría huir de su casa con la criatura en sus tobillos) en el balcón de su habitación, para que él los hiciera levitar hasta el suelo.

¿Cómo saldría Joanne de la casa? Fácil, él haría levitar (una vez que sus otras cosas estuvieran en tierra firme) la capa invisible de James y se la daría a Joanne, para así hacer una estrategia muy similar a la de Dan: burlar a sus padres siendo invisible. Pero el joven Gryffindor bien sabía que se le haría más peliagudo a ella que a él, puesto que sus padres estaban despiertos (no habían pensado que durarían hasta esas horas, pero sí…) y caminaban por la casa, del lado este al oeste continuamente. 

Daniel estaba alerta a cualquier seña de Jo desde el balcón. Deseaba que toda esa táctica de escape terminara de una vez por todas. La luna estaba en su fase menguante y pocas estrellas se veían en el cielo, que no estaba para nada despejado. Las nubes tapaban la mayoría de éste. Había algún que otro farol prendido en la calle, pero nadie pasaba afortunadamente por la vereda. Desde allí podía ver su casa, dos cuadras más allá. No podía asegurar si las luces estaban accionadas o no. Lo que sí, desde allí no se podía ver era la Mansión de los Potter, que se encontraba unos barrios más al este. Todos esos barrios eran mágicos, pero igualmente, debían mantener cierta discreción, sino serían demasiados miembros de la Orden en cinco cuadras. Además que así tenían las zonas más vigiladas, abarcando más espacio.

Prácticamente, Dan no sabía demasiado sobre las costumbres muggles. Lo que sabía lo había aprendido de las vacaciones con James, que sabía lo suficiente para guiarse en ese terreno desconocido. Por supuesto, James sabía sobre muggles porque, cuando era pequeño, solía ir a la casa de sus abuelos muggles (de parte de Hermione, obviamente) para pasar ratos, hasta que éstos fallecieron. No era que los Potter viviesen en una zona cercana a la muggle.

Joanne era un caso parecido a James, también. Sólo que sus abuelos vivían en España, o sea que su contacto con ellos se reducía a charlas por chimeneas y visitas comprimidas durante las vacaciones. Pero había aceptar que asimismo los Weasley eran una familia fanática de las costumbres no-mágicas.

Algo cayéndole en la cabeza le sacó de sus pensamientos. Algo muy duro, a decir verdad. Observó hacia arriba con rencor, para conectar miradas con una Joanne radiante de júbilo. Su vista bajó al piso, donde vio un lindo y precioso libro de unas cien páginas que le había pegado en la cabeza. Pensó que se vengaría de Jo en cuanto tuviera la oportunidad…

- ¡Wingardium Leviosa!

***

Eso sería interesante, se dijo. Sería una nueva aventura, como en esos libros que solía leer, ¿no? Sólo que eso era la realidad y se jugaba mucho a cambio de eso. Pero valía la pena arriesgarse, sobre todo con una excusa como "es mi mejor amigo el que está en peligro." La fidelidad y el cariño mutuo era lo que mantenía un abrazo de un amigo. Además, por supuesto, del respeto. Demasiada confidencia corrompía la amistad mientras que el constante contacto la consumía. Se necesitaba de los tres factores, sí, pero no en exceso.

Analizando la situación, no lo estaba haciendo tan mal. Ahora sólo tenía que deslizarse hasta la puerta principal y una suave brisa le daría la bienvenida al albedrío. Y un regaño de parte de Dan diciéndole "¡tardaste mucho!" En ese mismo momento que estaba dispuesta a soltar una risita debajo de la capa, cerca de las escaleras, su madre subía y se detenía, sospechando de la presencia de alguien que no tendría que estar allí.

- Querido, ¿estás seguro que Harry no dijo nada sobre una reunión mañana a la mañana? – Preguntó Lilian con un tono alto, para que Ron, que estaba en su despacho, la escuchase.

Joanne pensó rápido. Si sus padres o Draco advertían antes de la reunión que se habían escapado, mañana mismo miembros de la Orden estarían en acción en la búsqueda incesante de los jóvenes…

- ¿Por qué no llamas y le preguntas, Lil? Si ninguno de los dos sabe bien cuándo tendremos que acudir…

- Es que Mione me avisó que no estarían en la Mansión. – Lilian pasó, en dirección al lugar donde estaba Ron, al lado de Joanne, la cual estaba escondida detrás de una estatua para mayor eficacia del ocultamiento.

- Ya. Mándale una lechuza, entonces.

Las voces de sus padres se perdieron en un silencio tenso, ya que no requerían hablar en voz alta estando en la misma sala. Jo no pudo impedir suspirar aliviadamente. Si operaba con leve precaución, no corría ningún riesgo de ser descubierta.

Y tuvo mucha razón porque cinco minutos después salía de la casa de los Weasley, de la calidez de la protección de su hogar, para enfrentarse con su amigo rubio a las sombrías realidades del mundo.

Lo siento, mamá, pero tengo una valiosa persona a la cual socorrer.

***

- Deberías haber dejado al Kneazle… - Le reprochó Joanne en un susurro, mientras ambos caminaban por la vereda, con sus mochilas en sus espaldas y un animalito pisándoles los talones.

- Me iba a extrañar demasiado, además que puede ayudarnos. Son seres muy inteligentes, ¿recuerdas? – Se excusó Dan, encogiéndose de hombros y acariciando la cabeza de su mascota.

- Mmmm… - Esa expresión dándole a entender a Malfoy que la joven no estaba de acuerdo. – Sólo sé que si nos descubren o sucede algo malo por culpa de tu Kneazle, suplicarás por compasión. – Dan le contestó a su amenaza sonriendo, sin creerle una palabra.

- Me has amenazado demasiadas veces para fiarme de tu palabra, Joanne. – La ridiculizó él. – En todo caso, ¿no crees que estamos suficientemente lejos de nuestras casas como para que aprecien al autobús?

- Sólo hemos caminado dos cuadras. – Objetó Jo, mirándole con el entrecejo fruncido. – Sería el colmo que llegado a este momento del escape, se nos ocurra ser descuidados y que nos atrapen.

- ¿Cuántas cuadras piensas caminar? – Cuestionó su amigo, tratando de mentalizar a sus pies lo que tendrían que andar.

- Tantas hasta llegar al barrio muggle más cercano. – Dijo sencillamente ella como respuesta.

- Pero esas son… - Calculó mentalmente Daniel, mirando a su amiga impacientadamente.

- Diez cuadras más, Dan. – Susurró Joanne sin entender por qué su amigo se alteraba tanto.

- ¿Y no crees que alguien logre vernos durante todas esas cuadras?

- No si llevamos la capa de invisibilidad encubriéndonos. – Sonrió astutamente Joanne, chasqueándose de su ignorancia en estrategia.

***

Se sentaron cada uno en su cama, lamentablemente dispuestas al lado, luego de presentarse con nombres falsos (Alice y Christopher Bryng, primos que habían resuelto realizar unas vacaciones por Inglaterra; no querían que la Orden los encontrara tan fácilmente) y ser bienvenidos por Stan Shunpike, el conductor del autobús, y por George Cook, el mago al servicio del usuario. Stan no debería tener más de treinta y siete años. George, en cambio, tenía una presencia jovial, lo que les hizo suponer que no superaba los veinte años. 

Descansaron unos minutos en silencio, siendo conscientes de lo que estaban haciendo. Luego, Joanne decidió que era hora de ponerse en acción. Se incorporó levemente en la cama y buscó en su mochila, para sacar unos mapas, que tenían zonas remarcadas con colores.

- ¿A dónde iremos primero? – Inquirió Dan en un murmullo.

- No deben estar en una zona céntrica, porque usualmente hay magos rondando siempre por esas calles y ante cualquier sospecha, los demandan al ministerio. Así que primeramente podríamos ir al lugar donde mantuvieron aislado al tío Harry en busca de pistas.

- Okay. – Dan buscó entre sus cosas su monedero, repleto de monedas tanto muggles como mágicas (se habían encargado de cambiarlas antes de eso.) – Nos saldría alrededor de…

- Veinte sickles y un poco más. Luego le preguntamos a…

- ¿Necesitan algo? – Preguntó George, sonriéndoles servicialmente, lo que a Dan le hizo acordar a un elfo doméstico.

- Estamos calculando precios. – Comentó Joanne, devolviéndole la sonrisa al joven, quien se ruborizó ligeramente, ocasionando que Dan le lanzase una mirada recelosa. A pesar de todos los esfuerzos de tía Mione, Jo seguía con el cabello negruzco. - ¿Cuánto nos saldría ir hacia…?

Mientras Jo consultaba, él se dedicó a contemplar al resto de los pasajeros. Básicamente estaban todos durmiendo tranquilamente, salvo una joven en el fondo. No pudo impedir fijarse en ella, ya que era muy atractiva, de cabello rubio (aunque parecía dorado, por el brillo extraordinario de éste) que le llegaba a la cintura, y con perspicaces ojos cenicientos. Parecía bastante alta y se advertía intensamente la delgadez de su cuerpo. Sus cejas estaban fruncidas en concentración mientras leía un libro del cual Dan desconocía el título. Sus labios estaban fuertemente oprimidos. Vestía una larga túnica de color oscuro, que estaba eróticamente adherida a su cuerpo.

Joanne le pegó suavemente en las costillas con un codazo, para que dejara de mirarla maravillado. Al voltearse a su amiga, pudo ver en sus ojos celestes desconfianza y hostilidad hacia la mujer. Y por supuesto, celos por la atención que visiblemente Dan le daba.

- No puedes quedarte mirando así a la gente, Daniel. – Le regañó Joanne.

- ¿Y que me dices de George? – Le devolvió Dan, comenzando a enfadarse. - ¿Crees que no me di cuenta cómo te miraba?

- En todo caso, eso es asunto mío. – Cortó la discusión Jo. – Deberíamos preocuparnos por James.

- ¿Ya averiguaste los precios? – Malfoy pretendió cambiar de tema.

- Ajá. Pero George me ha informado que debemos esperar como mínimo media hora hasta que sea nuestro turno. Así que, por mi parte, le he pedido el Profeta de hoy para ojearlo, ¿tú qué harás?

- Yo… - Dan observó de reojo a la joven rubia, la cual había renunciado a leer el libro para pasar a observar el paisaje. – No tengo nada pensado. – Respondió sencillamente, ante una mirada irritada de Joanne, quien inmediatamente después le dio la espalda. 

***

Rivalizó la mirada desafiante de Bellatrix Lestrange enfrente de él, apretando los labios al contener una serie de insultos que pugnaban por salir de ellos. Ella le sonreía siniestramente, con su rostro solamente a centímetros del suyo. No había ningún otro mortífago. Estaban todos trabajando, según le había comentado la mortífaga al entrar a la celda.

- Eres tan joven y ya con tanto ego… - Se burló en un susurro Bellatrix, arrodillada para que los ojos de James y los suyos estuvieran a la misma altura. James se contuvo a hablar y/o hacer algún gesto de aversión.

- ¿No quieres hablar hoy? ¿Quieres que pasemos directamente a la tortura? – Rió levemente la mujer tenebrosa, disfrutando cada palabra que salía de sus labios. – Hoy utilizaremos un método muggle de tortura, ¿qué te parece? Especialmente hecho para ti.

Habiendo recibido tantos cruciatus y demás hechizos dolorosos días anteriores, a James le parecía que una tortura muggle no sería tan mala. Estaba realmente equivocado, como pronto averiguaría.

Lestrange sacó su varita de uno de los bolsillos de su túnica y con un simple, pero elegante movimiento de ésta, las cadenas que sostenían los pies y manos de Potter desde hacía una semana y algunos días más desaparecieron, al igual que la silla, por lo cual el cuerpo de joven cayó repentinamente contra el suelo frío. Él aguantó un gemido de dolor, ahora ciertas partes de su cuerpo estaban aturdidas por el golpe. Segundos más tarde, la libertad que parecía haber adquirido se volvió a restringir, al verse con cuerdas trenzadas enrolladas resistentemente en sus piernas y brazos. 

- Es un método muggle, pero lo haré todo con varita, James. – Declaró Lestrange con un extraño cariño, nuevamente de pie a su lado. - Pero los efectos serán iguales, hasta quizá más efectivos. – Rió la mortífaga soberbiamente.

Con una agitación de la varita, las cuerdas trenzadas comenzaron a ser tiradas por una fuerza invisible. James, que había sido tomado de sorpresa, gritó fuertemente, distorsionándose en el suelo en busca de alguna posición que no le causara tanto dolor. No la localizó, el dolor parecía infiltrarse en su piel, intentando cada vez con más impulso romperla. Y lo peor que no era en una sola zona de su cuerpo, sino en los brazos y piernas, y no tenía forma de escapar de esa tortura. Gritó y gritó, escapándosele una súplica entre medio de vez en cuando. Pero Bellatrix obviamente no poseía ni una pizca de misericordia y reía, deleitada por los gritos de sufrimiento y la sangre emergente. Al poco tiempo, James tenía ligeras lágrimas inundándole los ojos y su cuerpo ya no respondía correctamente a las resoluciones de la lucidez. Las cuerdas le quemaban metódicamente. 

Las cuerdas sólo dimitieron de tirar cuando se abrió la carne de sus brazos y piernas. Pero para entonces, James ya había caído en la irreflexión.

***

Era innegable que eran ellos, de acuerdo a todas las minuciosas descripciones que le habían otorgado. Ellos no sospechaban de nada, si bien la niña parecía no querer observarla, como si algo en su intuición se lo reprimiera. Suponía que serían celos por la belleza que natural y poderosamente poseía. Escuchaba perfectamente desde allí sus insignificantes conversaciones, cuando el nombre del hijo de los Potter resonó en los labios de la joven. Eran ellos. En busca de su amigo.

Gryffindor's idiotas tenían que ser… ¿Cómo sólo ellos, adolescentes sin un magnífico poder, podían oponerse a las grandes fuerzas de la Oscuridad? Bien, ella se encargaría que no lo volvieran a hacer. No por nada se le había consentido esa misión. Aprisionar al hijo del traidor y a la mejor amiga de Potter. Trasladarlos junto a la persona que querían para que sufrieran hermanados.

Y que sus padres también pudieran consolarse entre ellos al mismo tiempo.

***

Se sentía ligeramente culpable. Joanne no le dirigía la palabra desde hacía ya una hora, y según George, estaban a punto de llegar al lugar. La muchacha había estado leyendo todo ese tiempo, sin ni siquiera mirarle por encima del periódico. Habían prometido el día anterior desistir de sus discusiones en esa aventura, pero se había hecho imposible. Jo y Dan definitivamente no podían coordinarse en armonía sin ayuda de mediadores.

Dan jugaba con su varita entre sus manos. Su Kneazle estaba acostado a sus pies, otorgándole una cálida sensación de protección. Era una noche ligeramente fría, comparada con las anteriores, que habían sido calurosas. Se preguntaba cómo estaría su amigo en ese momento. Qué estaría haciendo. Intentaba con todas su alma no pensar en que quizás podría no estar con vida. No podía pensar eso, después de tanto tiempo siendo su camarada. Su amigo. Su confidente. Él continuaba con vida, se auto convencía con tristeza. Deseaba que así fuera. Miró hacia el fondo del autobús, donde la desconocida mujer continuaba estando, perdida en sus pensamientos al parecer. Salvo que su viaje fuera hasta muy lejos, ya no debería estar allí…

George se arrimó a ellos posteriormente y Joanne le devolvió el Profeta, cruzando una mirada indiferente con su amigo. Se pusieron de pie con ligero esfuerzo y volvieron a colocarse las mochilas en la espalda, varitas en mano. Dan despertó a su mascota, la cual se removió perezosamente, quejándose en gruñidos y culpando a Dan con un determinado vistazo. El autobús ya se había detenido para ese entonces en el pueblo más cercano al lugar que Joanne le había determinado en el mapa a George.

Antes de descender del transporte y mientras Joanne le agradecía a Stan por haberlos conducido hasta a aquel lugar, Dan volvió a echarle una fugaz mirada al fondo. La mujer ya no estaba. 

***

El tenso silencio era la conversación divertida y alegre que Joanne y Daniel estaban manteniendo. Caminaban lado a lado, intentando dejar las menos huellas posibles al marchar sobre vegetación, ambos contemplando los alrededores y examinándolo con cierto recelo. Se sentían algo extraviados, aunque Joanne sabía irreprochablemente en qué lugar del mapa estaban. El pueblo que habían esquivado, caminando por los límites, daba aspecto de estar abandonado desde hacía tiempo, con las casas y tiendas deshechas y sin ninguna vida habitando en ellas.

- Seguramente hay fantasmas y criaturas oscuras. – Opinó Dan mirando con susceptibilidad un establo a lo lejos.

- Como en cualquier pueblo abandonado. – Estuvo de acuerdo Joanne. Miró hacia arriba, al cielo, para encontrar la oscuridad rodeándole defensivamente. Serían las dos de la mañana, aproximadamente.

De nuevo silencio. Así estuvieron unos diez minutos, cuando divisaron en el horizonte no muy lejano, la edificación en la cual Harry había estado secuestrado durante unos días hasta que Draco le rescató. Se miraron inquietos, ambos con sus instintos alterados, ambos pensando que algo no estaba yendo como lo habían planificado. Y era, como Dan supo al darse vuelta al escuchar unas cautelosas pisadas detrás de él, que los estaban siguiendo. Pero, ¿quién?

La mujer del autobús.

- ¿Qué quieres y quién eres? – Preguntó Joanne valientemente, retrocediendo prudentemente unos cortos pasos.

- Mi nombre es Clavell Risklling, soy una mortífaga al mandato de Bellatrix Lestrange y supongo que ahora sabrán qué es lo que quiero, si son tan inteligentes como para deducirlo. – Sonrió sarcásticamente.

Ambos jóvenes repararon en la varita que ya estaba en su mano, preparada para dar el primer golpe. Se miraron silenciosamente durante un segundo, que bastó para que regularan la siguiente acción. No por nada se conocían desde que eran bebés, ¿verdad?

- Un gusto haberla conocido, señorita. – Repuso Dan irónicamente. – Pero tenemos algunas cosas que hacer, así que si nos disculpa…

Joanne lanzó un encantamiento aturdidor a la mortífaga, que lo bloqueó fácilmente. Pero esos segundos de concentración en el hechizo fueron aprovechados por los adolescentes para comenzar a correr en dirección a la ex residencia de los mortífagos. Rezaban en su interior para que fuera ciertamente ex.

Corrieron lo más rápido que sus piernas les permitieron, el Kneazle de Dan delante de ellos, indicándoles el camino más fácil. Escuchaban los gritos de la mortífaga atrás ordenándole a sus compañeros que los atraparan vivos. Por lo tanto, no estaba sola…

Miles de hechizos les rozaban considerablemente, pero ellos se encargaban simultáneamente de descubrir objetos que los bloqueasen, como piedras gigantes y cosas por ese estilo. O sino los anulaban con encantamientos, sin realmente voltearse a ver.

Cuando llegaron a lo que ellos deseaban llamar refugio, entraron rápidamente y cerraron con urgencia la puerta hecha de madera. Se miraron con temor reluciente en sus ojos. Eso no estaba bien.

- No aguantará lo suficiente. – Expresó Dan. Pero en eso ya estaba pensando Jo.

- Con hechizos, tal vez… - Aplicó una serie de encantamientos a la puerta, para luego repetir el procedimiento con las ventanas. Mientras tanto, su amigo revisaba la sala.

- Decisivamente aquí ya no viven los mortífagos. – Dedujo, examinando algunos de los muebles. Todos estaban vacíos, con marcas de encantamientos en ellos (duelos internos entre mortífagos y entre aurores.) – A propósito, ¿has visto a mi Kneazle? – Echó una rápida mirada al lugar. No había ni rastros de su mascota.

- Como si ahora realmente importara y, respecto a tu mascota, indudablemente se ha quedado afuera… – Le recriminó Joanne, comiéndose las uñas por los nervios, mientras observaba insistentemente la puerta. Al aplicar los encantamientos, los mortífagos no podían ver para adentro de la casa por las ventanas al igual que los adolescentes no podían mirar para afuera.

- ¿Qué haremos? – Preguntó Dan, quien tenía un pensamiento fijo en su mente: no dejarse atrapar. Jo se volteó a verlo, haciendo una mueca de angustia. Su rostro enunciaba desesperanza.

- Un gusto haber sido tu amiga, Daniel Lazarus Malfoy. – Sentenció ella sinceramente.

Dan le miró boquiabierto. Se acercó a ella y le observó fijamente, concentrado, en busca de algo. Al siguiente momento, levantó la mano con cierta duda y bofeteó a su amiga por primera vez en su vida. Ella le miró entre herida e incrédula, con lágrimas comenzando a humedecer su rostro. Su mejilla estaba ahora marcada por la mano de Dan.

- ¡Tonta! – Le gritó el joven. - ¡No nos podemos dejar vencer así! ¡Hay que buscar una manera de escapar, intentarlo aunque sea, pero para nada entregarnos en bandeja de plata! – Ella bajó su cabeza, sintiendo vergüenza de sus lágrimas y de ella misma.

- Daniel, yo… - La puerta se sacudió potentemente, aterrorizándolos. Dan la tomó de un brazo y la jaló hacia la sala contigua a corridas. Una sala sin ventanas, sólo una puerta.

Malfoy levantó su varita y recitó los hechizos que anteriormente Jo había hecho en la entrada. También convocó un escudo personal para ellos. Ahora solamente podían esperar al estar atrapados conscientemente por sus propios encantos y por la estructura de aquel edificio.  

- ¿Sabes qué, Jo? – Sonrió Dan ligeramente. – Yo también agradezco haberte conocido. – Joanne le miró, estimulándole a que continuara. – Sin tu amistad, creo que hoy no sería yo. Además que sin ti, tampoco no hubiera sacado el mejor promedio del año. – Se burló. Sus ojos brillaban, sí, pero en vida.

- Dan…

- Además que mi hobby preferido siempre fue hacerte enojar. Impacientarte. Hacer que me odies. – Rió entre dientes, recordando viejos tiempos. – Sé que suena como una despedida, pero no es así. – Jo le miró, extrañada.

- ¿Ah, no?

- No. Es simplemente que quiero que no pierdas la fe. ¿Entiendes? Si nos mantenemos tranquilos y unidos, saldremos a adelante. Como siempre lo hemos hecho.

- Qué enternecedor. Pero el momento se ha acabado. Desmaius. – Murmuró una voz detrás del dúo. Lo único que llegaron a hacer fue darse la vuelta, antes de caer inconcientes.

***

Cuando recobró la conciencia, lo primero que hizo fue sollozar silenciosamente por el dolor que abundaba aún en su cuerpo. Sentía nuevamente las cadenas de aquella silla impidiéndole la libertad. Estaba sentado. Se concentró en escuchar su respiración, levemente agitada. Era interesante estudiar las reacciones de su organismo tras las torturas. Sobre todo si te sentías aturdido, para encontrar la claridad.

Abrió los ojos. Parpadeó un par de veces, al ver todo borroso. La vista se fue despejando, aunque tampoco había tanta luz en el lugar para contemplar algo concreto. Admiró sombras. Posiblemente, mortífagos. Escuchó voces. Seguramente esas conversaciones que mantenían en espera de que volviera en sí. Escuchó llanto. Ehh… Eso no estaba en sus planes. ¿Acaso los mortífagos habían traído a otra persona para mortificar? De ser así, no tendrían por qué ponerles juntos. Había más celdas, eso llegó a averiguar James en su tiempo en aquel lugar.

El aroma que habitaba en el lugar definitivamente no era agradable (no era que hubiera elfos para limpiar aquello y que brillara en purificación, ¿cierto?), pero había algo diferente. Un aroma diferente. No, aromas. Y eran algunos que él conocía muy bien. ¿Era posible qué…?

No, no. Por favor, no…

Resolvió indagar con sus propios ojos. Miró a los lados. Ojalá su intuición se hubiera estropeado. Ojalá sus sentidos le hubieran mentido. ¿Qué hacían ellos, sus amigos, en aquel lugar?

- ¿Dan? ¿Jo? – Preguntó, su voz rota por la amargura que crecía en su pecho. Las figuras le miraron, una sonrió y la otra continuó sollozando.

- Sí, compadre. Aquí, contigo, de nuevo, juntos. – Dan siempre con esa energía. Qué envidia. Ambos estaban encadenados como él, Joanne a su derecha y Dan a su izquierda.

- ¿Cómo…?

- No importa el cómo llegamos, sino cómo diablos nos iremos de aquí. – Le cortó su amigo, con aire reflexivo.

- No hay posibilidad de…

- Nunca digas nunca. Y trata de no ser igual de pesimista que Jo, con uno de ustedes tengo suficiente. – Rió Dan. James le observó, impresionado. ¿Cómo podía reírse en una situación así? Volteó a ver a Joanne. Lloraba incontenible.

- OH, James, teníamos tanto miedo de que no estuvieras… - Murmuró ella. James le hubiera abrazado para reconfortarla, pero esas malditas cadenas…

- Y yo tenía tanto miedo de no volverlos a ver. – Sonrió Potter con pena y dolor. – Y miren, aquí el trío, sufriendo…

- Aunque sea estamos los tres para darnos soporte entre nosotros. ¡Escaparemos! – Exclamó Dan, que parecía estar viviendo la aventura más emocionante de su vida. James ya había perdido ese entusiasmo, más bien… su cuerpo lo había perdido.

- Ojalá, Dan, ojalá. – Susurró James.

- ¡Nada de ojalá, es seguro! Pero mientras tanto, tenemos buenas nuevas que contarte. – Anunció Dan, intercambiando una mirada significativa con Jo.

- ¿Cómo qué? – Cuestionó interesado el joven Potter. Esa conversación le estaba haciendo recuperar el ánimo.

- He tenido mi sueño animago.

***

Lilian sonreía tranquilamente mientras caminaba en dirección a la habitación de su hija, la cual no había mostrado señal de vida durante toda la mañana y era hora del almuerzo. Le había preparado algo sencillo, ya que dentro de una hora tenían que estar en la casa de Harry para una nueva reunión de la Orden. Cuando llegó ante la puerta, quiso abrirla para enterarse que estaba cerrada con conjuros mágicos. Extrañada por eso, sacó su varita y destruyó las protecciones. Antes de ingresar, pidió permiso por si las dudas. El mutismo fue su respuesta.

Comenzando a agitarse, contempló toda la habitación. Todo estaba en orden, salvo por el hecho que faltaba cierta persona en ese lugar. La ausencia de Jo era evidente. Corrió con consternación hacia el baño contiguo al dormitorio, pero allí tampoco estaba. Se posó en la pared más cercana, respirando hondo, debía relajarse. No era bueno para el embarazo, no… No era bueno… Pero no obstante…

- ¡RON! – Gritó a puro pulmón mientras empezaba a llorar, su respiración tornándose dificultosa.

Escuchó como Ron corría hacia allí rápidamente, perturbado por el grito que emitió. Entró en la habitación y, al integrarse al campo de visión de Lily, se lanzó hacia ella, ayudándola a mantenerse en pie, con una expresión alarmada.

- Ron… Joanne… ¡Joanne no está! ¡Se fue! – Prorrumpió al mismo tiempo que le parecía que su mundo se derrumbaba. Abrazó a su esposo seguidamente, indagando por protección y soluciones.

- Hay que avisarle a la Orden cuanto antes… - Murmuró Ron sin sentimiento en su voz. Estaba vacía, sintiendo el verdadero dolor dentro de su cuerpo, en su alma y en su corazón. – Si Joanne huyó, estoy seguro que no fue sola. Hay que hablar con Draco.

***

Ron se apareció en la casa de los Malfoy minutos después de todo lo sucedido en la suya propia. Se quedó pasmado al ver a Draco de la forma en que lo encontró: con un delantal de colores escarlatas y amarillentos (al estilo Gryffindor), con la varita en uno de los bolsillos, frente a una cocina muggle, intentando prender el fuego en forma normal. Para cuando Draco se dio cuenta que Ron estaba allí, ya lo había prendido.

- ¿Desde cuando usas delantal con dibujos de juguetes? – Se burló Ronald, olvidándose en ese momento de que su hija podía estar en peligro.

- ¿Y desde cuando me haces visitas a estas horas de la mañana? – Se quejó Draco, mientras tomaba su varita y la agitaba, haciendo que las verduras colocadas sobre una mesa comenzaran a ser cortadas por un cuchillo.

- ¿Mañana? Son las dos y media de la tarde. – Le recordó Ron, alzando una ceja.

- Para mí recién ha amanecido. – Sonrió Draco, mientras con otro movimiento ponía una sartén al fuego. – Y dime, ¿qué es lo que te ha traído aquí para deshonrar mi día? – Malfoy se sorprendió al ver cómo el rostro de Weasley se ensombrecía y perdía toda clase de indicio de inmadurez. Observó como su compañero tragaba saliva, mirando nervioso su alrededor.

- ¿Has visto a Dan esta mañana?

- Generalmente duerme hasta las cuatro de la tarde, así que no lo he visto. ¿Por qué? – Cuestionó estupefacto Malfoy, frunciendo las cejas.

- Joanne ha escapado. Y sabemos que no lo haría sola... – Draco abrió sus ojos al máximo, su rostro perdiendo todo el color que podría poseer y volando prácticamente hacia las escaleras que le llevaban a la habitación de Dan.

Ron le siguió, aunque no con tanto entusiasmo, porque ya sabía con qué se iba a encontrar. Draco abrió la puerta del dormitorio de Daniel con un duro golpe de su cuerpo contra ésta y miró pasmado la habitación de su hijo, la cual estaba desocupada, sin síntomas de haber sido habitada la noche anterior. Ron le miró apesadumbrado, con una mueca en su rostro. Draco prefirió no mirarlo por mucho tiempo para así no lanzarse hacia él para matarlo y culparle de todo lo que estaba sucediendo. Y también haber sido tan lento al averiguarlo. Si lo hubieran sabido el día anterior, ayer…

Ayer… Hermione y Harry habían estado en su casa, y con éste último habían sentido una presencia ajena en la sala que no debería haber estado. Había estado apunto de subir a fijarse si su hijo estaba, pero luego… Su memoria probó que no era más que una mala amiga. ¡Si se hubiera dado cuenta en ese momento…! ¿Dónde estaría su hijo? ¿En manos de quién?

Cayó de rodillas al suelo. Daniel era lo único que le levantaba cada día, lo que le hacía luchar contra la Oscuridad, él era su razón de estar en la Orden, era su razón de continuar siendo auror, era su razón de vida. ¿Qué pasaría si lo perdía…? ¿Sino le volvía a ver nunca más? ¿Su risa, su sonrisa, sus bromas, su alegría? ¿Su optimismo que siempre le hacía sentir esperanza?

- Supongo que ya le avisaste a Harry. – Le preguntó a Ron sin mirarlo directamente. En su voz se notaba amargura y frialdad. Weasley no se extrañó, con él siempre era así. Pero con Harry había dejado de serlo hacía añares.

- No, primero quería ver si mi teoría era cierta…

- ¡Y entonces me pregunto que haces ahora allí parado, Weasley, si ya lo has comprobado! – Le gritó, mirándole con furia y lágrimas en los ojos grisáceos.

Era la primera vez que Ron veía llorar a Draco. Era la primera vez que mostraba signos de sentimiento humano y también era la primera vez que le apreciaba como un hermano. Compartían un mismo pesar, algo que les uniría. Sonrió, bajando su mirada celeste al suelo, antes de abrazar al Slytherin. ¿Quién lo hubiera pensado? Él abrazando a Draco Malfoy…

- Los encontraremos. Aunque sea la última cosa que haga en mi vida, lo haremos. – Musitó Ron, tras separarse de Draco segundos después. El Slytherin le sonrió agriamente.

- Creo que podríamos hacer un buen equipo de rastreo, ¿no te parece?

***

En la Mansión de los Potter era notorio que para ellos el día había amanecido bien temprano. Había un elfo doméstico en la sala donde se encontraba la chimenea, limpiado, que en susurros bajos maldijo cuando Ron, Lily y Draco se aparecieron a través de los polvos flu. Tenía que volver a limpiar…

Hermione, que en ese momento estaba subiendo las escaleras con pilas de pergaminos, se volteó extrañada por las visitas adelantadas y les sonrió débilmente, bajando hasta ellos. Su cabello estaba levemente mojado porque probablemente hacía poco que se había duchado, mientras que la túnica que llevaba puesta estaba impecable.

- ¿No es muy temprano para la reunión? – Hermione cuestionó su reloj de muñeca mientras bajaba.

- Ajá. Pero no podíamos aguantar hasta la reunión para informar de lo sucedido. – Dijo Draco, al mismo tiempo que saludaba a Herm con un beso en la mejilla.

- ¿Qué pasó? – Preguntó la señora Potter temblorosa.

- ¿Dónde está Harry? – Cuestionó Lily, intentando mantener su voz inexpresiva. Su amiga emitió una mueca antes de contestar.

- Lo llamaron desde el ministerio. Parece que han localizado tres esencias mágicas que no deberían estar en un pueblo al norte.

- ¿Tres esencias? – Preguntaron al mismo tiempo los otros tres aurores.

Un endeble destello reveló la llegada de Harry a la mansión, apareciéndose en el medio de la sala. Draco y Ron levantaron una ceja, ambos maliciosos ante su formal presencia. Su amigo llevaba el uniforme de auror del Ministerio, que en teoría no debía vestir hasta fines de ese mes.

- ¿No estabas de vacaciones? – Preguntó Draco socarronamente.

- Estaba. – Le contestó el Gryffindor con una amplia sonrisa. Los otros cuatro adultos le miraron atónitos. Harry no solía sonreír de esa manera en tiempos sombríos como los que estaban pasando. – Así que Dan y Jo han escapado... – Dijo, levantando una ceja, observando a sus compañeros. - ¿No era que los iban a vigilar para que no sucediera?

- ¿Cómo…? – Empezó su pregunta Ronald, pero fue interrumpida por una exclamación alegre de Hermione, que abrazaba ahora fuertemente a su esposo.

- ¡Los han encontrado! ¡Los han encontrado! – Empezó a sollozar de la felicidad. Draco y Lily intercambiaron sonrisas, adivinando.

- Pero Moody no ha podido hacer que nos otorguen algunos aurores para la misión de rescate. Sólo estamos los de la Orden. – Notificó Harry seriamente.

- Entonces, ¿qué estamos esperando?

***

Había una figura indefinida que se movía entre las sombras con extremo cuidado, analizando cada movimiento de las personas que estaban planeando cómo torturar a los tres muchachos que tenían en sus manos. Ellos no le veían, pues había también que admitir que la figura estaba siendo muy astuta, escondiéndose entre muebles y lugares en los que ellos no se fijaban.

No tenía una gran altura. Y tampoco un gran ancho. El color de su pelaje se fundía sutilmente con la oscuridad. No era negro, era más claro. Un grisáceo, tal vez. Pero sus ojos fulguraban como los de un gato, cazando en la noche a un roedor. 

Hasta que finalmente se dio cuenta de que esa figura tenía un gran parecido a aquellos felinos con los que acababa de compararlo. Pero no era uno de ellos, porque… porque simplemente su conocimiento se lo indicaba. Un gato era eficaz en ocultamiento, pero no tanto como aquella criatura. Se preguntó a dónde quería llegar. Quiso ver la dirección que adquirían los ojos del infiltrado. Confirmando sus pensamientos, vio que atendían constantemente a la puerta que conducía a la celda de los tres jóvenes.

Ahora, ¿cómo esa criatura podía ser tan inteligente? ¿Acaso sería un animago? ¿Tal vez un animal hechizado por magia negra para servir de espía? ¿O sencillamente se trataba de un gato (o una especie de…) en busca de su amo y su bienestar?

En fin, los mortífagos seguían discutiendo mientras comían algunas suculentas comidas que habían preparado anteriormente, por lo tanto no se percataban de nada de lo que hacía ese animal, el cual ahora estaba enfrente de la cerrada puerta. Pero, ¿qué era lo que podía hacer para abrirla sin llamar la atención de los mortífagos? ¿Qué tan sagaz podía llegar a ser esa criatura?

En ese mismo momento, la puerta se abrió con un crujido sonoro, saliendo de la celda uno de esos impuros y robustos hombres. Cuando iba a cerrarla, la criatura colocó disimuladamente su delgada cola como interrupción. Pero al ser tan delgada, el humano dio por hecho que la puerta estaba absolutamente atrancada. Lo que le valió a continuación a la criatura para abrirla lo suficiente e ingresar, dejando nuevamente su cola como estorbo del otro lado.

***

- ¿Dan, es mi imaginación o ese es tu Kneazle? – Inquirió Joanne que miraba absorta hacia la puerta, donde había una figura demasiado y aborreciblemente familiar.

- Correcto. Yo sabía que nos iba a ayudar. ^o^

- De hecho, te habías olvidado que tu mascota no entró a la ex casa de los mortífagos y por eso consiguió huir. – Le contradijo Jo, ligeramente malhumorada. James miraba al Kneazle, que estaba sentado cómodamente, esperando que ellos hicieran algo.

- Podríamos escapar, finalmente la puerta está abierta. Pero las cadenas… - Susurró James, mirando a las mismas con furia.

- Si tuviéramos una varita… - Deseó Dan mientras miraba insistentemente a Jo, que estaba pensativa. - ¿Alguna idea, genio?

- James, ¿alguna vez oíste hablar de los herederos de los fundadores? – Indagó Jo mirando concentradamente el suelo, evadiendo las perplejas miradas de sus dos amigos.

- Sólo leyendas. ¿Por qué, Joanne? – Respondió James, frunciendo el entrecejo.

- Tienes el poder para retirarlas. – Weasley levantó su mirada y vieron que sus ojos centelleaban enérgicamente. Algo innatural estaba revelándose ante ellos.

- ¿Qué? – Chilló James, sin comprender. La conversación que días antes los mortífagos habían tenido retumbaba en su mente como un veredicto.

Él tenía el poder… Sólo tenía que dejarlo fluir, liberarlo de la prisión en la que estuvo recluido durante tantos años. Podría salvarse, podría salvar a sus amigos. Podría volver a sentirse feliz y esperanzado. Ver la luz del día nuevamente. Sólo tenía que permitirle el acceso a su cuerpo y su adaptación a éste. Tardaría menos de cinco segundos. Allí estaba la salida.

Pero había algo que le alertaba. ¿Cuál sería el costo de abrirle los brazos al poder? ¿Acaso no pediría nada a cambio? ¿No tendría venganza de su prisión? Él mismo tenía la culpa, ¿no le dañaría? ¿No le pediría a cambio algo que él no estaba dispuesto a concederle? ¿Realmente valía la pena volver a ver la luz, si la oscuridad te iba a cautivar?

 ¿Pero por qué estaba tan seguro que le iba a cobrar por el poder? ¿Acaso no era un regalo de la sangre, no era su herencia? ¿Acaso él no se lo mecería gratuitamente? Él estaba listo para volver a sentir los rayos cálidos del sol sobre su piel. Del mismo modo que estaba dispuesto a sacrificarse por sus amigos.

- Finite Incantatem.

***

Dan percibió como la presión de las cadenas aflojaba hasta extinguirse completamente. No pudo quitar sus ojos de la figura que James, que parecía ahora verdaderamente exhausto. Joanne sonreía con complacencia, como si acabara de probarle al mundo su existencia. Potter había hecho magia sin varita teniendo tan sólo… ¿cómo era posible? Hasta los quince no podían recibir ninguna clase de magia sin varita porque precisamente hasta esa edad no se publicaba esa cualidad de ciertos magos.

¿Quizá su amigo era heredero de algún fundador? ¿Y si eso era verdad, qué significaba? Significaba que James era especial. Que su sangre era auténtica y efectivamente pura. Que era un gran mago o que lo sería en un futuro no muy lejano.

Bueno, debía admitir que ese no era el momento ideal para ponerse a filosofear sobre todo eso. Tenían unos mortífagos que deshonrar. Y al parecer Joanne también se había dado cuenta de ese detalle, pero James, que aún no creía lo sucedido, saltaba de un lado para otro, emocionado y excitado. En sus ojos se leía claramente su sorpresa y su deseo de volver a hacerlo, a pesar de eso, pronto cayó en cuenta que ese no era el momento más oportuno.

- ¿Alguna otra idea, genio? – Preguntó Daniel, sonriéndole a Joanne expectantemente.

- Bien. Tenemos que conseguir nuestras varitas y fugarnos. – Comenzó su amiga a estudiar las circunstancias. – Son cinco mortífagos o tal vez más. Y si ven que nos libramos, tendremos una linda tortura esperándonos. Ellos tienen nuestras varillas, sin ellas no tenemos posibilidad de llegar a nuestros hogares. No tenemos capa de invisibilidad (que apropósito, nos la confiscaron) y no hay hechizos que James pueda hacer que cooperen con la situación.

- Joanne, ¿cómo supiste que yo tenía esa clase de poderes? – Preguntó su amigo, intrigado, anhelando saber la respuesta. Jo se quedó paralizada ante la pregunta, escuchando una voz en su cabeza.

También hay un secreto que involucra a tu familia.

Se había olvidado de lo que le había dicho su tía Mione ese día en el que le había retenido el diario… ¿Sería posible que ella también tuviera poderes? ¿En qué consistirían? ¿Podría ayudarlos?

Pero no tuvo el suficiente tiempo para meditar aquello. Un gruñido del Kneazle de Dan les advirtió que los mortífagos venían hacia allí, armados con sus varitas y listos para… hacer algo. Observó a sus amigos. Dan se tensó en su lugar, pero permaneció con su decisiva y provocadora mirada hacia la puerta. James no estaba en una pose muy diferente, a decir verdad. ¿Y ella?

 Joanne estaba ligeramente atontada, sintiéndose lejos de esa situación, como si no le estuviera pasando a ella, insensible a todo. ¿Qué importaba verdaderamente que los mortífagos supiesen que habían encontrado una forma de escapar de ellos? Al fin y al cabo, ellos no tenían nada que ver eso, era pura venganza a sus padres. A medida que pensaba aquello, creía que el tiempo estaba circulando con más lentitud del normal… Para ese entonces los mortífagos ya deberían haber abierto la puerta y haberles lanzado un par de cruciatus.

Se volteó a ver a sus amigos, que a su vez no quitaban los ojos, los cuales destellaban en desconcierto, de su figura. Estuvo a punto de preguntarles qué sucedía, cuando ella misma se detuvo a prestar atención a sus manos. Un aura azulada le envolvía el cuerpo y Jo sentía cómo una tranquilidad ilógica empezaba a establecerse dentro de ella. Estaban a salvo.

- ¿Qué sucedió? – Preguntó Dan en un murmullo. - ¿Por qué nada de aquí se mueve excepto nosotros y mi mascota?

- ¡Detuve el tiempo! – Soltó Joanne, mientras se acercaba velozmente a la puerta y la abría de par en par, ocasionando una exclamación de precaución de James y Dan. Pero no había nada que temer: los mortífagos estaban rígidos, como si les hubieran arrojado un hechizo de paralización total. Habían sido afectados por la parada de tiempo.

- ¿Qué? – Exclamó sorprendido Daniel, a su lado, ojeando la sala principal. - ¿Pero cómo lo has hecho?

- No sé, sólo… sólo surgió.

- En fin, mejor recojamos las varitas y vayámonos de aquí. No sabemos cuánto tiempo puede durar y yo no estoy dispuesto a que me vuelvan a torturar. – Les propuso James.

Sus varitas estaban sobre la mesa donde anteriormente los mortífagos habían almorzado. Cada uno agarró la suya y antes de dirigirse a la puerta de salida, buscaron sus mochilas con los mapas (que habían sido inspeccionados por los mortífagos horas antes), el dinero y la capa de invisibilidad de James.

Tuvieron que destruir los encantamientos de magia oscura puestos en la puerta, lo cual les llevó algún tiempo y cooperación de parte de los tres. Cuando finalmente pudieron salir de la prisión, una brisa cálida les dio la bienvenida. James sonrió, disfrutando nuevamente de la libertad, mientras que Dan miraba curioso como su Kneazle olfateaba el suelo. Joanne, al ver esto, explicó.

- Está buscando tu casa, Dan. Los Kneazles siempre guían a sus dueños, no fallan nunca. – Daniel sonrió, orgulloso de tener una mascota así.

- Bueno, muchachos, marchémoslos.

- ¿Llamamos al autobús noctámbulo? – Cuestionó Joanne.

- Creo que no será necesario. – Sonrió ampliamente James, señalando hacia el pueblo que no estaba a más de dos kilómetros de distancia. – Parece que nos tienen rodeados.

Dan y Joanne le devolvieron la sonrisa alegremente y en seguida se dirigieron corriendo hacia el círculo de aurores de la Orden del Fénix, que les aguardaba en el límite del pueblo. Las túnicas chillonas rojizas y doradas eran claramente visibles desde el lugar donde se habían encontrado.

Estaban a salvo…

~*~*~*~

¿Avances del siguiente capítulo? Una visita a San Mungo (por James), el cumpleaños de Harry y de Robert y… pasaremos Agosto ligeramente volando (incluyendo capaz solamente una visita al Callejón.) para volver a Hogwarts… ^^ Aunque no sé si antes de eso escribiré un capítulo bonus de recuerdos (las vacaciones HHr luego de Prakigam…)

Les quería agradecer a ustedes por todo el apoyo que me brindaron en los Premios Anuales, consiguiendo así tres de los cuatro que había sido nominada. (Y quedando en el restante en segundo puesto, que para mí es todo un orgullo, habiendo sido la ganadora Danyliz.) No sólo a los que me votaron o hicieron el esfuerzo para hacerlo, sino también a ti, que estás leyendo esto, sin haberme votado. Porque lees mis ficts y los disfrutas. ^^ *Se ve a Parvati ponerse sentimental y agarrar un pañuelo*

Este capítulo va dedicado a mi mejor amiga, Iris, la cual me ayudó cuando la musa parecía haberse ofendido T.T Agradézcanle a ella que este capítulo esté ahora frente a ustedes. ^^ Porque ella es la mejor amiga que yo pude haber deseado!! *Otro pañuelo xD*

Gracias también a mis betas Arien y Kris.

Gracias por la paciencia y espero regresar pronto con ustedes con el capítulo 27. ^^ Por fiss, Reviews!! Beshos a todos!! ^^

~*~ Parvati ~*~