DESPERTANDO

Cuando Alex sintió que se despertaba pensó que estaba muerta. Alguien estaba refrescándole la cara con un pañuelo levemente humedecido, y era una sensación agradable; tan agradable que sintió como una amarga sonrisa se dibujaba en sus labios. Abrió los ojos, pero la luz era demasiada intensa y los cerró con fuerza intentando huir del resplandor. Suspiró, y fue entonces, mientras el aire quemaba sus pulmones, cuando descubrió que no estaba muerta. Irónico, pensó, pues le había parecido que era un ángel quien le humedecía el rostro. Espera. Un ángel que parecía una mujer. ¿Pero los ángeles no son asexuales? Espera otra vez. Si son asexuales, a que se parecen ¿a un hombre¿a una mujer¿o son una mezcla¿Y porque estoy pensando esto cuando tengo un gran dolor de cabeza, si de todas formas nunca he creído los cuentos sobre ángeles?

Suspiró otra vez mientras entreabría los ojos para poder ver a la persona que le había estado atendiendo tan solícitamente. Antes sus ojos se perfiló la silueta de una mujer joven con unos ojos resplandecientes del color zafiro, con una interminable cabellera azabache que enmarcaba un rostro que era, a falta de palabras, exquisito. Desde el elegante arco de sus cejas, pasando por las largas pestañas, las mejillas levemente ruborizadas, la nariz pequeña y simétrica y los unos labios sensuales y aterciopelados hacían de esta mujer, más que un ángel, una diosa. Y entonces la diosa sonrió y se volvió para volver a humedecer el pañuelo, dejándole observar un oreja puntiaguda. ¿Oreja puntiaguda? O fiebre. Tenía fiebre y estaba delirando. Delirando que estaba muerta y que un ángel la atendía. Un ángel cuya muestra de ser asexual eran las orejas puntiagudas. No seas crítica contigo misma, se reprochó, si llevas tanto tiempo sin comer no esperarás que tu imaginación haga milagros mientras tu cuerpo está empezando a digerirse a si mismo. La visión se volvió a girar y la sonrisa en su cara se ensanchó.

¿Estás despierta?

No.

La diosa la miró divertida y continuó:

¿Estas segura?

Absolutamente.

Entonces el más dulce de los sonidos salió de los labios de su cuidadora en forma de risa y por un momento Alex sintió que ella también reiría. Aunque solo duró un momento.

Yo creo que sí lo estás, así que me presentaré. Mi nombre es Arwen, hija de Elrond.

Las palabras cayeron entre ellas como un oscuro velo.

¿Y el tuyo es ...? – dijo arqueando una de sus aristocráticas cejas.

Yo soy la reina de Saba. – respondió Alex con una mueca escéptica en la cara.

Nunca oí del reino de Saba. - respondió pensativa. - No me dijiste tu nombre.

¿Estas hablando en serio¿O me he golpeado la cabeza?

Puede que te golpearás la cabeza, uno de los guardias que nos acompañan te encontró en medio del camino, Ada te examinó, y yo te cuidé. No creo que el golpe haya sido muy grave.

El golpe ha sido terrible, créeme. Más que terrible.

Aún no se tu nombre.

Alex.

Arwen sonrió y llevo una vez más el pañuelo humedecido a su cara mientras tarareaba una extraña canción, que aunque rara era dulce y tranquilizadora. Alex sintió como su cuerpo se relajaba lentamente y dejó que la melodía la envolviera.

¿Has dicho que me encontró uno de los guardias que nos acompañan?

Sí.

¿Nos estamos moviendo? – preguntó mientras se sentaba de repente.

Sí. Estamos en un carruaje- respondió sorprendida por la reacción de su acompañante.

Pero no noto nada. – dijo escépticamente- no noto como nos movemos.

Nos llevan caballos élficos.

Una sonrisa divertida se dibujó en su cara de nuevo y se volvió hacia una de las ventanilla, que la convaleciente no parecía haber observado, para retirar los cortinajes. Más luz entró en el compartimiento y Alex se incorporó para mirar. El paisaje que apareció ante ella era maravilloso, pero ni siquiera le prestó atención. Sus ojos miraban los maravillosos caballos montados por a su vez resplandecientes jinetes. Todos con el cabello largo y las orejas puntiagudas. Es decir¿todos asexuales? Alex sacudió la cabeza, algo en la línea de argumentación con su yo interior había fallado. Pero realmente se estaban moviendo. Con una mueca de dolor por el esfuerzo volvió a recostarse en su anterior posición.

¿Hacia donde nos dirigimos? – preguntó pensando si de verdad quería saberlo.

Hacía la capital de Gondor- la sonrisa en la cara de Arwen podía cegar a quien la mirase directamente sin protección en esos momentos.

¿Algún acontecimiento en especial?

Mi boda. – respondió con su inmutable sonrisa 100 profident.

Alex iba a darle sus felicitaciones cuando la puerta del carruaje se abrió de repente y uno de los seres asexuales entró en él. Aunque este era diferente. Los ojos del ser se posaron en ella y se quedó muda. Al observar por la ventanilla todos los jinetes eran rubios, diferentes tonos de rubio claro está, pero todos rubios. Y las facciones delicadas y femeninas. Sin embargo éste tenía el pelo de negro tan oscuro como una noche sin luna, y sus rasgos estaban lejos de ser afeminados. Alex observó su mandíbula cuadrada y masculina, los labios carnosos que gritaban a los cuatro vientos que los devoraran, los pómulos orgullosos y los ojos levemente hundidos. Y sus ojos, oh sus ojos, todas las palabras que le venían a la mente para describirlos simplemente no le hacía justicia. Y en su frente lucía una peculiar diadema. Alex no podía dejar de mirarlo sorprendida y notó como la expresión de su cara pasaba de seria a levemente divertida.

Espero que te encuentres mejor.

Su voz profunda, grave y terriblemente atractiva, sacaron a Alex de sus pensamientos. Suspiró otra vez, y el dolor volvió haciendo que su rostro se contorsionara. Inmediatamente encontró el rostro de su nuevo acompañante a muy pocos centímetros del suyo y sintió sus manos buscando con mucha delicadeza heridas profundas en su vientre y espalda.

No logró encontrar ninguna herida importante que pueda causarle dolor. – dijo con una mirada extrañada que dirigió a Arwen.

Pues el dolor ha aparecido en su rostro varias veces desde que despertó, Ada.

Así que esté era el misterioso Ada quela había examinado cuando la encontraron. Aun así su cabeza no dejaba de decirle que para ser asexual era terriblemente masculino.

¿Cuál es tu nombre?

Alex.

¿Me puedes decir exactamente que te duele¿O donde? – le preguntó. Alex sintió como sus ojos se sumergían en los suyos.

El alma. – su voz fue a penas un susurro pero llegaron hasta los oídos de quien ahora le sostenía la mirada y Alex vio comprensión pasar a través de ellos.

Será mejor que te recuestes e intentes dormir. Falta poco para llegar a nuestro destino. Quizás allí el tiempo y yo seamos capaces de ayudar.

Alex asintió y se dejó llevar por la suave y reconfortante sensación que las manos del ser provocaban sobre ella. Y por momento pensó que sus delirios le dejarían ver como Morfeo le envolvía y le susurraba al oído. Canciones de su infancia. Caricias entre risas. Risas entre plumas. Plumas volando. Como las promesas. Promesas incumplidas.