Personajes principales, propiedad de J K Rowling.
Capitulo 2
Caminaba tranquilo por el pintoresco callejón. Era un soleado día de agosto.
Observó una vez más la lista de cosas que había ido a comprar. Ya no le faltaban muchas. Sólo un par de libros.
Siguió caminando y entró en Flourish y Blotts. Pidió sus libros y luego de un par de minutos, el vendedor apareció detrás de una estantería, cargando lo que él le había pedido. Pagó la suma y, tomando sus compras, volvió a salir al callejón.
Miró su reloj. 10:40. Como aún faltaban 20 minutos para encontrarse con sus amigos, decidió ir a su local favorito: el de artículos de Quidditch.
Cruzó de vereda y paró en la vidriera del local. Ahí, tal como la había visto tres años atrás, había una reluciente Saeta de Fuego. La miró con nostalgia. Ya había olvidado la sensación de volar en una así. Un par de días atrás, le habían devuelto la suya, pero como no estaban en período escolar, no le estaba permitido usar magia. Y eso incluía el volar en escoba.
Es una gran escoba, no?.- escuchó que le preguntaba una voz. Giró la cabeza hacia la izquierda. Allí, parada mirando la Saeta de la vidriera, estaba una hermosa chica que, aproximadamente y según sus apreciaciones, tenía su edad. Se preguntó por qué una chica como ella le hablaría a él. Decidió que sería poco caballeroso no responderle o evadir su pregunta.
Si, una excelente.- contestó finalmente. De pronto, su habitual inseguridad se esfumó. Por algún extraño motivo, se sentía cómodo al lado de esa desconocida.- Yo tengo una, pero hace tiempo que no puedo volarla.- No sabía por qué le contaba eso. Ella era una completa extraña. No había razón para entablar una conversación con ella, pero aún así lo hizo. Algo en el dulce tono con el que ella le había hablado le impulsaba a hacerlo.
Y eso porqué?.- preguntó ella con total naturalidad, como si hablara con todos los chicos que se encontraba en las vidrieras de los locales. Él la escuchó muy segura, confiada. Tuvo la impresión de que era una gran chica. No sabía que era lo que le hacía pensar eso, pero su voz le transmitía mucha seguridad. Las palabras saltaron de su boca antes de que pudiera siquiera pensarlas.
Me suspendieron del equipo el año pasado y me la quitaron. Me la devolvieron hace un par de días, pero como vivo en una zona muggle, no puedo usarla hasta que vuelva al colegio.- explicó, como si le estuviera hablando a uno de sus compañeros de cuarto.
Eso es una lástima.- hizo una breve pausa.- Anne Wilson. Mucho gusto.- le dijo, extendiéndole una mano, a modo de saludo y presentación. Él no dudó ni un instante.
Harry Potter.- se presentó, tomando el saludo.
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Caminaban apresurados por el aeropuerto. Si no se apuraban, Anne perdería el avión.
¿Puerta?.- Pregunto Harry, buscando con la mirada las puertas de aborde, en algún lado de aquel inmenso lugar. Había estado sólo una vez anteriormente en un aeropuerto muggle. Sólo una vez, hacía ya ocho años, y en el mismo que estaba ahora. Aquella situación había sido una completamente diferente a la del presente.
67.- escuchó la voz de su esposa responderle. Siguió buscando con la mirada la bendita puerta sesenta y siete. No podía entender como los muggles podían encontrarlas fácilmente. Según su opinión, Anne podría haberse aparecido simplemente en Roma y no pasar por toda la incomodidad de un viaje en avión. Pero a ella le gustaba viajar a lo muggle. Decía que así podía disfrutar de paisajes que normalmente no podría ver. Claro que desde arriba de un avión el único paisaje que puedes ver son nubes, pensó Harry cuando ella le dijo que prefería viajar en avión. No le retrucó nada. Sabía que era mejor así. Cuando algo se le metía en la cabeza, no había cómo combatirlo.
Es por allí.- indicó Anne, señalando algún punto que Harry no pudo distinguir. Él sólo se limitó a seguirla. Ella estaba acostumbrada a todo el ajetreo que los aeropuertos. Siempre que tenía la posibilidad de elegir, prefería el avión a cualquier otro medio de transporte.
Última llamada para el vuelo de las 12:30, abordando por la puerta 67, con destino a Roma.- Se escuchó una voz distorsionada que salía de los parlantes.
Harry y Anne ya habían llegado a la puerta para ese momento. Anne le estaba entregando al guardia de la puerta su pasaporte y pasaje para abordar el avión.
Muchas gracias, señorita.- Le dijo el guardia, devolviéndole los papeles a Anne.
Pero ella estaba concentrada en otra cosa.
Te voy a extrañar mucho, amor.- Le decía melosamente a Harry, colgada a su cuello. Acto seguido, lo besó como si fuera la última cosa que fuera a hacer en toda su vida. Y él le respondía el beso encantado.
Yo también, cariño.- le aseguró, abrazándola por última vez antes de que se fuera.
Señorita. Señorita!.- apremió el guardia. –Si no entra ahora, ya no podrá abordar.- amenazó, con tono autoritario.
Esta bien, está bien.- aceptó ella resignada. –Nos mantenemos en contacto, Harry.- Le dio un corto beso y caminó hacia la puerta, tomando los papeles que le extendía el guardia. –Te amo.- dijo, enviándole un beso con la mano, una vez en el pasillo del avión.
Yo también, Anne. Cuídate, amor.- se despidió Harry, saludándola con la mano. Cuando la perdió de vista en el pasillo del avión, se giró y emprendió el regreso a su casa.
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Esto no puede seguir así, Harry.- le dijo ella en un tono entre resignado y terminante. –Tú le estas haciendo mal a tu esposa, y yo a mi...- No terminó la frase. De repente, se dio cuenta de que no le había contado nada de su pareja en Argentina desde que se habían encontrado.
Tu que?.- le preguntó Harry, resentido. La idea de que no le había contado algo que tuviera que ver con su relación, tal como habían quedado que harían, no le agradaba para nada.
Además, se sentía muy celoso. Siempre la había sentido suya, siempre la había querido, sólo que en los ocho años que habían estado distanciados, se había refugiado en Anne. Había terminado amándola realmente, o al menos eso había pensado; pero en un principio, ella sólo había sido una posibilidad de no estar completamente sólo.
Pero la realidad era que hacía sólo dos años se había dado una posibilidad de considerar a Anne de otra forma, más que como la amiga fiel que siempre había sido. Antes de eso, durante los seis años anteriores, su corazón se había quedado con ella, con la mujer que tenía enfrente. Su corazón se había ido con ella a la Argentina hacía ya ocho años. Y sólo había regresado hacía un escaso mes.
Fue esa tarde de finales de marzo, cuando volvió a verla después de tanto tiempo, que se dio cuanta de que nunca había dejado de amarla. Simplemente había abierto la puerta a una posibilidad con Anne porque se había cansado de esperarla, se había cansado de esperar por alguien que tal vez nunca regresaría.
El hecho de que la mujer que nunca había dejado de amar estuviera con otro actualmente, no le hacía la más mínima gracia.
Mi pareja.- declaró ella, con cierta cautela. Sabía que debería haberle sido sincera desde el primer momento, como él lo había echo. Harry nunca había negado que se había casado, nunca había intentado engañarla ni mentirle. Sabía que debería haberle dicho que estaba en pareja, pero por algún extraño motivo, sintió que lo mejor era no hacerlo. Ahora se daba cuenta de que ése había sido un comportamiento totalmente erróneo, a juzgar por la expresión con la que Harry la miraba. Lo notaba resentido, y la verdad era que no podía juzgarlo.
Reconozco que estuve mal, que debería haberlo dicho, pero ése no es realmente el punto. Lo que estoy diciendo es que no es justo para con ellos. El que nosotros sigamos sin... –sigamos sintiendo lo mismo de siempre- tengamos ganas de estar juntos, no significa que podamos hacerlo. No es correcto. Ellos confían en nosotros, y los estamos traicionando. Esto debe terminar ahora.- agregó, dando a entender que no iba a aceptar ningún tipo de réplica.
Esta bien.- dijo él, enojado. Que ella quisiera reprimirlo por algo que hacían juntos, algo que sabían desde el principio no debían hacer, le ponía los nervios al máximo. -Como quieras. Esto se termina en este preciso momento. Adiós.- dijo hirientemente. Sabía que ella tampoco quería terminar con lo que tenían, pero tampoco iba a permitir que se hiciera la inocente.
Se levantó bruscamente de la mesa que compartían en el bar habitual y dejó un bar de billetes muggles en la mesa a forma de pago. Inmediatamente después, se dirigió con paso seguro a la salida. Una vez en la calle, se giró a la derecha y caminó –siguiendo un camino que había recorrido repetidas veces en las últimas cinco semanas-.
Había transitado dos cuadras, cuando sintió una mano sobre su hombro. Se giró, sabiendo a quién encontraría. No se equivocaba.
Tenía lágrimas en los ojos. Como pidiéndole disculpas por el injusto discurso que le había echo hacía escasos minutos, ella le colocó las manos detrás del cuello y le dio un cálido beso, representativo de las maravillosas e ilegales cinco semanas que habían pasado juntos.
Él no pudo resistirse y le puso las manos alrededor de la cintura, acercándola más a su cuerpo.
Cuando se separaron, sin palabras y mirándose a los ojos, decidieron de mutuo acuerdo ponerle un broche de oro a aquella aventura.
Vamos.- le susurró al oído. La abrazó por la cintura y la guió por un camino completamente conocido por ambos.
