Notas: No entiendo por qué, cada vez que escribo a Peter Pettigrew pienso en Yuki Souma xD quiero decir... ambos son ratas o.oU... Nya, como sea. Le dedico este epílogo a Gi-chan, my sweet honey o.o porque siempre me aguanta hablándole de fanfics y no se queja xDD gracias cookie. Eres una porno(8). Ah, y sobre todas esas divagaciones sobre lechuzas... pues no sé. Creo que necesitaba meter relleno :P
WUNDERDING
Epilogue. Sum your feelings for me…
Remus se incorporó sobre la cama cuando escuchó que la puerta del pasillo se abría, suavemente, y alguien entraba por ella.
—¿Sirius?
No obtuvo por respuesta más que la brillante mirada gris de dos ojos que se levantaron hacia él desde el otro extremo de la habitación.
Y aún así sabía bien que Padfoot estaba sonriendo. Siempre lo hacía…
—¿En dónde estabas?
Sirius caminó dentro de la habitación, desabotonándose la camisa y deshaciendo el nudo de su corbata ya bastante flojo de por sí con un movimiento perezoso.
—Fui… a practicar un poco…- respondió, señalando el arco y las flechas en su espalda con un movimiento de su hombro derecho.
Mirándole fijamente, con una expresión hueca en su rostro, el licántropo le recibió en la cama vecina a la suya.
—¿Acaso…?
—James recibió tu carta...
Remus inclinó la cabeza, tosió ligeramente y después sonrió, de forma monótona.
—No pensé que fuera a hacer después de...
Riendo, el joven animago se tendió sobre la cama, boca arriba.
—No sé por qué te pedí que lo hicieras.- declaró, sinceramente. -En el momento en que nos viste en el corredor, lo más lógico era que ambos nos hubiéramos dado cuenta, pero...
—Creo que lo hiciste porque en el fondo no deseabas que se enterara.- suspiró Remus, girando el rostro. -Si los veía a ti y a él en el mismo lugar al mismo tiempo, lo más seguro era que terminara confundiéndose...
—Y se confundió.- volviéndose hacia él, Padfoot sopló fuera de su rostro un desagradable mechón de pelo. -Lo vi esa misma noche. Me di cuenta por la forma en la que me miraba...
—Pero aún así...
—James siempre ha sido muy curioso.- Sirius sonrió y cerró ambos ojos. No era de día, pero la luz de la luna creciente estaba molestando su desarrollada vista canina. -Pero...
—Yo tampoco pensé que fuera a ir.- los brazos del licántropo circularon sus rodillas delgadas. En la otra cama Peter roncaba audible y desagradablemente. -Pensé que en ese momento le habrías dicho algo...
—¡LE PEDÍ QUE NO FUERA!- se defendió el perro, lanzando una mirada adolorida a su amigo lobo. -Casi... casi le rogué que no lo hiciera... porque no deseaba que me odiara...
—...y ahora...
El rostro pálido de Sirius se enterró entre la tela suave de su almohada, ligeramente.
—...me da miedo, Remus...
Mirándole con sus afligidos ojos azules, Lupin se encogió de hombros.
—...tengo miedo de que me odie... tengo miedo de no poder volver a verlo a la cara, de tocar sus labios, de saber que nunca más estará ahí para mí cuando lo necesite a mi lado...
—...Sirius...
—...todo esto ha sido tan estúpido...- una carcajada insípida y desagradable se escapó de los labios de Black, pero se vio amortiguada por el colchón bajo su rostro. -Desde un principio sabía que no debía hacerlo... sabía que tarde o temprano James se daría cuenta, y entonces nada volvería a ser igual...
—Pero entonces¿Por qué lo hiciste?
—¡Y yo que sé!- Padfoot se incorporó de un salto. Tenía el rostro desencajado en una mueca de enfado y tristeza mezclados. -No sé, no sé... al principio todo era un juego... creí que sería divertido ver el rostro de James cuando recibiera la primera flecha; verle desesperarse tratando de descubrir quién podía ser...- sus ojos grises se enterraron en la ventana abierta frente a él. -...pero entonces... cuando menos me lo esperaba...
—Entonces comenzaste a verlo con otros ojos.
Sirius se limitó a cabecear.
—Jamás pensé que alguien pudiera entregarse con tanta pasión a una búsqueda... a algo... su simple deseo, la necesidad de saber de quién se trataba... ruborizándose levemente, movió la cabeza hacia un costado. -...y el sabor de sus labios... el dulce sabor de esos besos que jamás consideré, ni remotamente, que algún día llegarían a ser míos...
Remus sonrió ligeramente.
—Pero James te ha amado desde siempre...
Un silencio incómodo siguió a sus palabras, mismo que Sirius rompió con una risita entrecortada. Tan irónico todo...
—Lo sé... y por eso me dolió tanto cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo... cuando me di cuenta de que James no era la clase de persona con la que podía jugar, y que de uno u otro modo terminaría enganchándome a él como nunca antes...
Su mano subió hasta su pelo y sus dedos se enredaron entre los mechones de suave cabello negro. El mismo cabello entre los cuales las manos de un pequeño y excitado Prongs se habían enroscado horas antes, entre juegos.
—...y cuando me di cuenta me sentía tan mal... porque comprendí lo mucho que le amaba, lo mucho que necesitaba sentir su cuerpo estremeciéndose junto al mío, ver su rostro enrojeciendo y su voz quebrándose cuando le hablaba...- suspiró. Estaba siendo demasiado sincero para su propio gusto, incluso si se trataba de Remus Lupin. -...y ese sujeto... yo... me resultó tan sencillo apoderarme de sus besos siendo él... me resultó tan cómodo abrazarlo, susurrarle lo que sentía sin temor a verme descubierto y saber que, de todos modos, él seguía siendo fiel a sus sentimientos por mí, hasta que... hasta que...
—¿Comenzó a corresponder?
—¡Pensé que no lo haría! Se supone... se supone que me amaba, a mí...- girándose bruscamente, su cuerpo volvió a golpear pesadamente el colchón. —...eso pensé... fui tan egoísta... tan ególatra... tan... tan...
—Imbécil...
—Gracias, Remus.
Moony sonrió, ligeramente, y poniéndose de pie se sentó junto a Padfoot, en su cama.
—Te entiendo, Sirius.
—¿En serio?- la pregunta había sonado más como una carcajada seca, mezcla de un ladrido y un suspiro, pero de todos modos Lupin siguió sonriendo.
Conocía tan bien a Sirius Black.
—Lo que debes hacer en estos momentos es dejar que las cosas se enfríen. James y tú tienen muchas cosas en que pensar. Al menos él... estoy seguro de que en estos momentos se encontrará más perturbado que nunca, sin decidirse entre odiar o amar a quien jugó por tanto tiempo con él, pero lo más probable es que tarde o temprano, si lo que dice sentir por ti resulta ser verdad, lo pensará dos veces y verá que así es mucho mejor... no hay nadie a quien lastimar, no hay nadie a quién odiar... sólo tú y él, que es lo que importa...
Sirius no respondió. Había girado el rostro hacia el costado contrario, en donde la cama vacía de James le miraba acusadoramente.
—Si no se acerca él mismo a ti, intenta acercarte tú... pero por ahora deja que todo pase como debe de ser. Cuando todo esté más relajado y ambos puedan ver las cosas con claridad, estoy seguro de que la solución parecerá mucho más sencilla de lo que pueda presentársete en este momento.
Nada. Remus se inclinó hacia Sirius y palpó su cabeza cariñosamente, como quien acaricia a un perrito.
—Y no vayas a buscarlo... él regresará cuando sea prudente...
Los labios de Padfoot parecieron torcerse en alguna clase de sonrisa en ese momento.
Estaba a punto de decir algo, alguna clase de comentario sarcástico, seguramente, pero sus palabras se vieron interrumpidas por el sonido de una puerta abriéndose, una serie de ligeros pasos entrando a la habitación con un movimiento suave y detrás de él el leve arremolinar de la tela áspera de la túnica negra.
Los ojos avellanos de James se levantaron entonces, ligeramente, y se encontró a Remus, que le miraba con una expresión neutra en su rostro.
Y a su lado, sobre la cama...
Giró la cara hacia un costado como una acción reflejo.
—James.- saludó Moony, sonriendo. -¿En dónde habías estado?
Prongs se encogió de hombros.
—...yo... fui a dar una vuelta por el bosque...- declaró, con voz apagada. -...tenía muchas cosas en qué pensar.
—Me imagino.- repuso Lupin, sin dejar de sonreír. -Vamos, acuéstate de una vez. Mañana tendremos una excursión a Hogsmeade temprano y no creo que te agrade quedarte dormido.
Asintiendo vagamente, James terminó de entrar y cerró la puerta a su espalda.
Sus ojos borrosos se dirigieron por instinto hacia Sirius, quien permanecía echado boca abajo sobre la cama y sin ninguna intención aparente de levantarse para saludar.
Es más, ni siquiera estaba viéndolo...
Sintió cómo su corazón se aceleraba entonces. El rostro apacible y de ojos cerrados de Padfoot siempre le había gustado mucho, pero en aquellos momentos casi podía vislumbrarle con un antifaz sobre la nariz, sonriendo irónicamente mientras se burlaba de él.
Sacudió la cabeza, bruscamente, y sin más se dirigió al baño, donde se perdió con un portazo.
La mirada cerúlea del licántropo le siguió, vagamente, y en silencio Sirius entreabrió sus propios ojos grises para ver cómo la espalda de Prongs desaparecía tras cerrar la puerta.
—...Sirius...
—Buenas noches, Moony.
Esa era la señal más obvia de que Black no pretendía seguir hablando al respecto.
No al menos con James ahí.
Lupin cabeceó, ligeramente, y se puso de pie. Luego lanzó una mirada despreocupada al animago adormilado sobre la cama.
—Sólo piensa bien las cosas... y no vayas a hacer ninguna estupidez.
Sirius no respondió, y estirando los brazos Moony regresó hasta su cama, donde se dejó caer pesadamente. Vaya, pues, que incluso los hombres lobo debían descansar al menos una vez al día. Unas cuantas horas... y era ya pedir demasiado.
Sobre su cama, Padfoot se mordió fuertemente la lengua, irritado. Le costaba tanto trabajo contenerse de ponerse de pie, caminar hasta el baño y forzar la puerta de ser necesario... y es que en aquél instante, tras verle entrar a la habitación sin siquiera dirigirle una mirada, no pudo evitar darse cuenta de que nada era igual sin él. De que no deseaba permanecer ni un segundo más alejado, de que necesitaba con todas las ansias del mundo sentirle apretado contra él, con su cuerpecito delgado temblando entre sus brazos mientras una vez más volvía a tocar sus labios con los suyos.
Lo necesitaba tanto...
—James...
Suspirando, se aferró a la almohada.
No se trataba del cálido cuerpo de su querido ciervo, pero de algún modo era reconfortante respirar el suave y agradable aroma que el cuerpo de un adormilado Prongs había dejado sobre ésta, entre las mantas y por toda la cama momentos antes, cuando aún se encontraban ambos ahí, abrazados...
Estaba resultando todo más difícil de lo que pudo haber llegado a imaginar...
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El chaser salió del baño algunos minutos más tarde, en silencio, vestido ya con la pijama negra y verde que Remus le había obsequiado hacía dos años, por navidad. La habitación entera se encontraba nuevamente en calma, y no podía escuchar nada más que el suave sonido pausado de tres respiraciones dispares y el lejano vaivén del péndulo de un reloj.
Caminó a pasos cortos dentro de la habitación, dejando la puerta del baño abierta detrás de él. Sus ojos marrones y libres de anteojos no podían ver más allá de dos metros, pero aún así la silueta de su cama era bastante visible para él, por lo que no tuvo que hacer más que arrastrarse hacia ella con calma.
O algo así...
De cualquier modo todo estaba resultándole muy incómodo. No podía dejar de pensar que en la cama de al lado se encontraba Sirius Black, y se sorprendió a sí mismo jadeando audiblemente cuando la necesidad de volverse para verlo comenzó a hacerse cada vez más pesada.
Se detuvo a un par de pasos de su cama, cerca del pie de ambas, y sin saber bien por qué se giró hacia la izquierda. Sus pasos le llevaron hasta el costado de Sirius, quien dormitaba tranquilamente abrazado a la almohada en la que horas antes él mismo se había encontrado apoyado.
Se ruborizó ligeramente.
Hacía menos de 2 horas todo había sido tan perfecto... tan... hermoso...
Se maldijo mentalmente entonces por no haber hecho caso de la petición de Sirius respecto a no acudir a aquella estúpida cita, pero entonces nuevamente la idea de un Padfoot burlándose de él le atacó y terminó mordiéndose la lengua para no gritar.
Sentándose a su lado, giró el rostro. Las mejillas aún le ardían en rubor.
—Sirius...- balbuceó, en voz baja, pero no obtuvo respuesta. -..yo... sobre lo que pasó hace rato...
Nada. Comenzaba a preguntarse si debía esperar a que despertara o continuar con su monólogo.
Su mirada castaña se topó con la apacible faz del animago durmiente y sintió cómo los latidos de su corazón se aceleraban.
Sentía tantos deseos de inclinarse para besarle...
—...Sirius, te amo...- aquellas palabras no estaban pensadas realmente como parte de su discurso, pero no pudo evitarlo. Se ruborizó todavía más, inclinando el rostro, y sin más se puso de pie y se metió en su propia cama con un movimiento brusco.
Detrás, los ojos grises de Black se abrieron.
No sabía bien por qué había fingido estar durmiendo en aquél momento, pero tal vez así había sido mejor para ambos... torciendo una pequeña sonrisa volvió a cerrar sus ojos.
—Yo también te amo, James...
Otra vez Moony tenía razón, y ahora sabía bien por qué era a él el único a quien le había contado todo.
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Cuando despertó ya era de día. La luz blanca de la mañana entraba por la ventana, opaca, y caía de forma etérea sobre cada una de las camas y muebles dentro de la habitación de los alumnos de séptimo grado.
Era extraño que hubiera amanecido haciendo frío, o algo parecido, puesto que afuera el cielo se había cubierto por una gruesa cortina de nubes oscuras y los árboles se mecían con especial ansiedad, agitándose y siseando de forma brusca.
—Seguro que llueve...- murmuró James, cubriéndose el rostro con un brazo.
No sentía ningún deseo de levantarse; en realidad todo el cuerpo le estaba pidiendo por un poco más de descanso, dado que la noche anterior se había acostado muy tarde, pero aún así...
—¡James!- frunció el cejo prolongadamente al escuchar la vocecita chillona de Peter Pettigrew desde el otro extremo de la habitación. -Remus me pidió que te esperara. Recuerda que tenemos que estar en el Great Hall antes de las 8 y ya todos bajaron.
—¿Y qué?- gruñó Potter, girándose perezosamente. No tenía deseos de ir a Hogsmeade, de todos modos.
Lo más probable era que les pusieran a todos ellos en el mismo carruaje, y entonces habría tenido que ver a Sirius...
—Mañana que vayamos a Hogsmeade voy a comprarte cualquier cosa que desees.
Se ruborizó ligeramente al recordar las palabras de Black, la noche anterior, cuando se encontraban acostados en la misma cama, uno junto al otro y con los dedos del joven cánido acariciando sus cabellos revueltos con cariño.
Mordiéndose un labio, volvió a preguntarse si haber acudido a aquella última cita había sido la decisión correcta.
—¿James?
—No voy a ir.- respondió el animago, con un gruñido que se vio amortiguado por la almohada debajo de él.
—¿Qué?
—¡Ya vete, Peter!- ordenó James, levantando la voz. -No voy a ir porque pretendo quedarme aquí hasta que me duela la espalda! Dile eso a Remus, dile que no me interesa la estúpida excursión y que...- suspiró. -Sólo dile que no iré.
La rata permaneció un momento de pie, mirando a su amigo como si no acabara de comprender lo que acababa de decirle, hasta que, momentos después, saliera apresuradamente de la habitación con su torpe trotar.
Y James se quedó en la cama, imaginando que tal vez Moony se enfadaría con él. Pero aún así, él debía de darse cuenta de que no se encontraba en la mejor situación de todas... menos aun dado que la noche anterior, cuando volvió, le encontró hablando con Sirius de algo que no pudo oír pero que estaba casi seguro que le incluía.
Y eso quería decir que lo más probable era que Remus hubiese estado al tanto desde un principio. Partícipe él del juego de su seducción, sabiendo bien que tarde o temprano terminaría siendo lastimado.
- No creo que sea imposible... Quiero decir... ustedes han estado juntos siempre... sería casi normal que... sucediera.
Remus le había dicho eso en aquél momento, como si nada. Y él le había creído... había albergado la ligera posibilidad, incluso después de saberse envuelto dentro de los juegos de Black, rodeándole repetidas veces con sus brazos, besando provocativamente su cuello, sus hombros... todo.
¿Qué pretendías en aquellas ocasiones?
Porque incluso si nada hubiera pasado, Sirius acababa de decirle que le amaba, independientemente del juego en el que se habían mezclado.
¿Pero por qué? Era que realmente le amaba, o sólo que estaba asustado de ver que su amor podría ser debilitado por la presencia de alguien más?
—Incluso si se trataba de ti mismo...- suspiró James, abrazándose a sí mismo.
—Sin embargo, ahora puedo decir que me he derrotado a mí mismo...
Él se lo había dicho en aquella ocasión. Y era tan obvio que se preguntó cómo era posible que no se hubiese dado cuenta antes.
—Es que eres un tonto.- se dijo, sonriendo y enterrando todavía más su rostro dentro de la funda de la almohada. Se estaba tan bien ahí... tan suave, tan cómodo. Aunque, de todos modos, sabía que no hubiera podido dormir más. Era sólo que deseaba estar solo y pensar...
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Afuera venteaba y estaba haciendo frío. La larga bufanda dorada y roja se agitó con el viento y, aunque James la apartaba de su rostro con una mano enguantada, ésta se empeñaba en enredarse todavía más alrededor de su cuello, hasta que cansado tiró de ella y la echó toda hacia atrás, donde se agitó violentamente antes de decidirse a quedarse allá, hondeando con el viento como si fuesen dos delgadas y retorcidas banderas bicolores.
Que incómodo resultaba todo. Y aún así, Prongs podía considerar que le gustaba el día. Con todo y su cielo nublado y su amenaza de lluvia semicongelada, y su viento que arrastraba basura que chocaba contra los cristales de sus anteojos y se le enredaba en el pelo.
Movió su cabeza para saludar a Lovegood, que iba por ahí corriendo con una red de mariposas mientras buscaba alguna loca y extraña criatura de la que seguramente James no habría escuchado nunca.
Había además cerca del lago algunos otros estudiantes de séptimo, o los pequeños de primero y segundo grado que se arrastraban sobre el pasto aún contentos con poder pasearse por los terrenos de Hogwarts.
¿Y él? Bueno, había decidido que era el momento de la carta mensual de rigor para su madre, que estaría preguntándose si pretendía ir a pasar las vacaciones de invierno en casa...
Invierno.
Vaya, qué rápido pasaba el tiempo... Había recibido la primera carta apenas empezado el verano, y ahora el invierno casi les caía sobre la espalda...
—Hug.-balbuceó, reprimiéndose mentalmente por décima vez en el día.
Otra vez las malditas cartas...
Para llevar el control de sus días, para ubicar una fecha en el calendario, para contar las horas que habían pasado desde un momento hasta el otro tomando como base el instante en que la nueva flecha se incrustara en algún punto específico que más tarde tal vez usaría para referirse a la distancia del sitio que alguien más estuviese buscando.
Todo... todo en su vida había estado girando últimamente en torno a esas cartas. En torno a esas flechas. En torno a la cínica sonrisa que aquél joven le dedicaba cada vez que podían encontrarse.
En torno a Sirius, y nada más...
—¿Por qué no puedo dejar de pensar en él?- se preguntó, gimiendo en voz alta y llevando una mano hasta su rostro. El crujir de la armazón de sus anteojos le comunicó que estaba presionando demasiado fuerte, pero no prestó atención. De todos modos, no era como si fuese incapaz de poder comprar unos nuevos.
Es sólo que se sentía tan enfermo de sí mismo. De su constante obstinación por torturarse dedicando el día entero a pensar en aquél imbécil que se había estado burlando descaradamente de él desde el primer momento.
Todo el tiempo...
No pudo evitar recordar el momento en que la primera flecha llegó, y con un chillido Peter le había avisado de tal suceso.
Sirius no había estado ahí en aquél instante, y él, estúpido, le había creído la pobre mentira sobre el proyecto escolar que había estado realizando en aquél momento. Como se habría reído Black de él después de eso...
Y la segunda carta... y la tercera... Sirius jamás estaba cerca cuando aquello sucedía, e incluso aquella noche, en la biblioteca, cuando se topó con su admirador por primera vez desde que las invasiones habían comenzado, Sirius fortuitamente se tomó el tiempo para extraviarse dentro de la sección de libros prohibidos de la que casualmente no necesitaba dado que debería conocer los libros de magia negra mejor que nadie en Hogwarts (no por nada era un Black, después de todo).
¿Y cómo es que no se había dado cuenta de esto¿Cómo no había podido percatarse de las sonrisas burlonas que Padfoot le dedicaba¿Cómo fue capaz de hacerse de la vista gorda, incluso después de haberle visto practicando arquería en aquél momento?
No cabe duda de que no existe peor ciego que el que no quiere ver...
Imbécil, imbécil, imbécil...
Y en medio de sus cavilaciones, había llegado a la lechucería, con el pergamino apretado entre su mano libre y la vista perdida dentro de algún punto cualquiera de sus párpados cerrados.
Así que no se dio cuenta del par de profundos ojos grises que le miraron, en silencio, entrar dentro de la tela de metal que rodeaba la enorme jaula avícola.
—Apolo.- llamó, y su joven lechuza macho descendió desde uno de los percheros más altos, dando chillidos contentos de verle tras todo un mes entero y batiendo sus amplias alas bermejas repetidas veces. –Te ves un poco mal.- declaró James, sonriendo, y viendo cómo su mascota inclinaba la cabeza una vez agarradas las patas alrededor de su mano derecha. –Tal vez deba pedirle a Hagrid que te revise más tarde.- pero mucho más tarde, porque en aquellos momentos seguramente su madre estaría poniéndose histérica y era urgente enviar la carta mensual, asegurándose de incluir en ella la aserción para una navidad más en casa de sus padres. –Llévala con mi madre.- dijo, en voz baja y acariciando la cabeza de plumas erizadas de su llameante lechuza, quien ululó, alegre, antes de batir una vez más las alas y salir por la parte superior, volando delicadamente.
Era tan parecida a James, todo mundo lo decía, pero aún así, él no podía dejar de observar cuán equivocados estaban todos: Apolo era más como Sirius... o tal vez era que sentía tantos deseos de verle, que le encontraba por todos lados...
Quién sabe.
Suspirando, se dio la media vuelta, pensando en que sería buena idea ir a darse una vuelta por las cocinas antes de devolverse a su habitación y retornar a sumirse en su depresión...
Aunque claro, cuando se volvió, no esperaba encontrarse con Sirius Black de pie justo frente a él, recargado contra la pared de una esquina oscura de la lechucería y con su pequeña mensajera apoyada sobre uno de sus hombros, mirándole también con sus sombríos ojitos ambarinos.
Tragó saliva sonoramente en ese momento, congelado en su sitio y sin saber si echarse a correr o arrojarse sobre él, golpearle, gritarle, chillarle, y virtualmente, muy virtualmente, terminar besándole una vez más mientras pedía que le perdonara... que no volvería a hacer ninguna tontería... que no importaba cómo, pero estaba dispuesto a olvidarse de todo, y permitirle que siguiera jugando con él como hasta ahora... porque lo necesitaba tanto...
Pero no.
James Potter tenía su orgullo.
Ese estúpido orgullo que le había valido la clase de persona que era hasta ahora, y que tampoco pedía nada al de Sirius, quien le observaba también, expectante, y acariciando con una mano cubierta de vendas el suave y brillante plumaje negro de las alas de su lechuza.
Necro. A pesar de ser una lechuza hembra, Sirius había decidido bautizarla así por razones que James no supo ni quiso saber nunca.
De hecho, por algún tiempo Apolo estuvo bastante interesado en ella, e incluso James llegó a creer que de algún modo era cierto eso de que las cosas se parecen a sus dueños, viendo los constantes rechazos que su pobre mascota recibía, uno tras otro, indiferencia, indiferencia y más indiferencia...
Y él se había sentido incluso más derrotado y patético que su mascota, quien al menos lo había intentado y parecía no querer darse por vencido... o al menos hasta que la lechuza de Remus Lupin había entrado en escena y la atención que Apolo dedicaba a Necro pareció desvanecerse y tomar otros rumbos, de la noche a la mañana, hacia la pequeña y delicada bolita de plumas blancas y doradas que acababa de llegar.
—'Tal vez es una señal', - había dicho Sirius en aquél momento, riendo a expensas de ambos rostros ruborizados y encargándose de alimentar a la oscura lechuza que había elegido por encima de todas las demás aquella tarde en la tienda de mascotas.
Pero olvidándose de todo el "enramamiento" dentro del que se había sumergido sólo para hacer tiempo y distraerse, supo que Sirius aún seguía ahí, de pie frente a él y observándole con ese par de penetrantes ojos grises que en todo momento, sin importar cómo estuviese sintiéndose, eran capaces de congelarle en su lugar y hacerle estremecerse por completo...
Todavía el doble, considerando la situación por la que estaban atravesando en aquellos momentos...
Así que haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad, se dispuso a abandonar aquél pequeño lugar, a pasos largos, rogando por al menos poder ponerse a una distancia segura de él o ya de perdido hacer que dejara de mirarle, pero oh sorpresa, no esperó que repentinamente la puerta se cerrara delante de él, y con un movimiento rápido, Padfoot se situara a su espalda, aprisionándole dentro de un abrazo que, aunque hubiera querido romper, no hubiese sido capaz de lograrlo.
—S-Sirius...- gimió, estranguladamente, conforme aquellos brazos le apretaban todavía más contra el cuerpo firme que había a su espalda, reduciendo a nada el poco espacio que había hasta el momento entre ambos. –S-suéltame...
No iba a convencer a nadie con aquél suspiro, y mucho menos a Sirius, que le conocía mejor de lo que se conocía él mismo.
—Por favor...
—¿De verdad lo deseas?
No se esperaba aquella pregunta, del mismo modo que el hecho de que el animago estuviese hablando a tan escasa distancia de su oído derecho, consiguiendo con esto que una serie de atronadoras sensaciones le recorriera la columna vertical.
—Yo...
—James...- las manos de Sirius se cerraron todavía más fuertemente sobre su cintura, ocasionando un nuevo y profundo jadeo proveniente de los labios de Prongs. –Sólo mírame... mírame y dime que no quieres que vuelva a tocarte... y lo voy a entender...
—Y-yo...
—James...
Era tan perversamente excitante, y se estaba maldiciendo mentalmente en aquellos instantes por no poder simplemente alejarle con un empujón y marcharse de ahí del modo digno que había estado planeando desde que todo ocurrió.
Pero es que... ¿cómo podría negarse al tacto de aquellos dos brazos, de aquél torso firme contra su espalda, de aquél cálido aliento sobre su nuca y al golpeteo apresurado de su propio corazón dentro de su cuerpo? Definitivamente era más sencillo ponerle en su lugar dentro de una imaginación pasajera que dentro de una realidad aplastante que le ahogaba.
Y Sirius lo sabía... lo había sabido desde el principio... Era sencillamente imposible que le dijese que no, y por eso ahora era que estaba besándole el cuello, de una forma tan suave y lánguida que James Potter jamás creyó posible de labios de alguien tan impetuoso como Sirius Black.
—N-no podría Sirius...- consiguió jadear, con la voz entrecortada y las manos aferrándose a las de su amigo, quien sonrió contra la piel de su cuello. –Tú sabes que no podría... y por eso quiero que seas tú quien se detenga...
—¿Por qué habría de hacerlo? Se siente muy bien...
—Sirius...
—¿O es que no habíamos llegado ya a un acuerdo¿Tan pronto lo has olvidado?
—N-no, pero...
—¿Por qué le das importancia a asuntos tan triviales como alguien arrojándote flechas nada más porque sí?
—Cínico...
—James...- dejando momentáneamente su lugar dentro del cuello de su compañero, el cánido levantó la cabeza hasta poder posar sus labios sobre la mejilla ruborizada del otro. –Si tan sólo me dejaras explicarte...
—¿Y qué es lo que me dirás?- gruñó Potter, inquieto. –¿Vas a relatarme lo divertido que era verme buscándote con tanta desesperación siendo que te tuve junto a mí todo ese tiempo?
—James...
Suspirando, James decidió que tal vez era tiempo de comenzar a resignarse... Después de todo, nada iba a perder con escucharlo, salvo sus únicas y apagadas ilusiones, así que limitándose a cabecear descuidadamente, sintió cómo su amigo le abrazaba aún más fuerte.
—Gracias...
Bien. Eso definitivamente estaba convirtiéndose en un día memorable, y todo lo que había estado escuchando en los últimos minutos tal vez más adelante le serviría para escribir algún cuaderno entero lleno de "cosa que Sirius Black nunca diría" o algo por el estilo...
Sonrió entonces.
No era definitivamente tan malo conservar el buen humor en situaciones como aquella.
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Los dedos de la mano izquierda de Sirius acariciaron suavemente su espalda desnuda, y gimiendo entrecortadamente, James se aferró a las sábanas, enterrando su rostro ruborizado dentro de las fundas blancas de las almohadas a las que se sujetaba con ahínco.
¿Cómo habían llegado a estar así?
Ni él mismo hubiera podido responder esa pregunta...
Nada podía acudir en aquellos momentos a su desordenada cabeza, salvo el caminar de ambos dentro de la habitación sumidos en el más incómodo silencio, un par de palabras más, una simple mirada, y después...
Después se encontraba a sí mismo y a su mejor amigo tendidos uno junto al otro sobre la cama, sin ninguna ropa sobre sus cuerpos y la piel humedecida por el sudor que como fruto de sus actividades recientes habían obtenido.
Un hurra por tu fuerza de voluntad, James Potter, ironizó, sonriendo fatigadamente contra la almohada.
—Te ves especialmente hermoso así...- susurró una voz cerca de su oído, y enterrando aún más su rostro en la cama, un gemido afligido se escapó de sus labios. –No te puedes imaginar, James...
No quería seguir oyendo. No una más de sus mentiras...
—Tan exquisitamente hermoso...
Bueno, tal vez un poco más...
—Tan dulce... todo tú... y todo mío...
Y cuando los labios calientes de Sirius se posaron sobre uno de sus hombros desnudos, supo que todo se acababa. Se había derretido una vez más dentro de sus brazos, y dudaba seriamente ser capaz de volver a soldarse de la noche a la mañana después de eso.
—S-Sirius...
—No sé por qué lo hice.- interrumpió la voz apagada de Black, y James se detuvo también en su reproche, girando sus ojos castaños para poder ver el perfil nublado de su amigo. –El tío Alphard me envió aquellos libros, aquél equipo... y me pidió que los utilizara de forma correcta...- sonriendo, Padfoot levantó su mirada gris hasta toparse con los ojitos borrosos de su pequeño amante, quien se ruborizó al saberse descubierto. –Me imagino que no pensó la "forma correcta" que iba yo a darle... pero es que en ese instante, viéndote ahí, dormido... no pude evitarlo...
—¿Pero por qué yo?- inquirió Prongs, en voz baja y agachando su mirada tímidamente. –Es lo único que deseo saber... ¿Por qué yo¿Hubiese dado lo mismo si se tratase de Remus, o incluso de Wormtail?
Sirius se quedó callado un momento, buscando el doble sentido dentro de la pregunta de James, que como era obvio deseaba abarcar mucho más significados en la respuesta que un simple "te veías lindo durmiendo".
Su sonrisa se ensanchó débilmente.
—No. Tendrías que haber sido tú en cualquier caso...
—¿Por qué¿Por qué empeñarte en jugar de aquél modo conmigo?
—Porque ni Remus ni Peter me amaban del modo en que lo hacías tú...
Y aquella simple respuesta, misma que James no hubiera esperado encontrar, fue lo suficiente para que, levantando el rostro, fuese capaz de enfrentar la dulce mirada que el insensible de Sirius Black le estaba dedicando en aquellos momentos.
A él...
—¿T-tú ya lo...?
—No sabes fingir, mi pequeño cervatillo.- rió Padfoot, con su risa entrecortada y consiguiendo que las ya ruborizadas mejillas de Prongs se encendieran todavía más.
—¿E-entonces por qué no sólo me lo dijiste y ya¿Por qué dejar que me enloqueciera de aquél modo¡Sirius, tú...!
Sirius no supo lo que James deseaba decirle, porque en aquél instante se inclinó para besar los labios abiertos en exaltación que James, aunque no se hubiese percatado de esto, le estaba ofreciendo.
Se quedaron un momento así, besándose, en silencio, con las manos de Black sujetando suavemente el pequeño rostro cobrizo del chaser, quien gimió dócilmente dentro de su boca.
—Remus no estaba de acuerdo...- susurró el más alto, una vez se hubiesen separado lo suficiente para poder respirar. –Él se dio cuenta desde la primera vez, y no estuvo de acuerdo... dijo que estaba siendo muy cruel contigo...
Los párpados cerrados de James se abrieron ligeramente, para poder mirarle.
—P-probablemente...
Riendo, Sirius rodó sus ojos grises hacia un costado.
—Pero Remus no está de acuerdo nunca con lo que yo hago, eso ya deberías saberlo...
—¡A-al menos él se dio cuenta de...!
—Bien, el caso es que le pedí que no te lo dijera. Le prometí que yo mismo te lo diría, si no eras capaz de darte cuenta por ti mismo dentro del siguiente mes... y muy en contra de sus principios, él aceptó.
»Pero...- ahora fue Sirius quien enrojeció, reacomodándose sobre la cama lo suficiente como para poder evitar la mirada curiosa de su joven amante. –Y no quiero que te enfades conmigo... pero la verdad... en aquél instante, cuando todo comenzó y yo decidí tomarte a ti como blanco de mis entrenamientos, nunca pensé que el fuerte batir de mi corazón tuviese un significado distinto a la simple emoción del juego...
—¿A... a qué te...?
—Cuando me di cuenta de que estaba asustado de perderte por mi propia estupidez... cuando supe que deseaba quitarme la máscara y dejar que me vieras, y que supieras que era yo quien estaba haciéndolo todo, como un modo inconsciente de llamar tu atención... fue en ese momento...
»Justo entonces... fue que me di cuenta de que me había enamorado de ti... y tuve miedo... porque no quería que una vez que lo supieras me odiaras, y te alejaras de mí...- viéndolo de reojo, la expresión confiada en el rostro del animago se desplomó, dando paso a una de vergüenza absoluta que James jamás creyó poder llegar a encontrar en él. –Por eso no te lo dije todo en ese momento... por eso me resultó más sencillo decírtelo, evitando mencionar el asunto de las cartas, porque creí que de ese modo te olvidarías de él y regresarías y te quedarías conmigo... como al principio...
Sirius respiró profundamente después de terminar de hablar, con la mirada fija en el techo de la cama, sus manos fuertemente cerradas alrededor de las sábanas y sintiendo cómo su corazón palpitaba con fuerza.
Ya estaba dicho.
Ahora era sólo cosa de que James se decidiera a perdonarlo, a olvidarse o, en el peor de los casos, a no volver a dirigirle la palabra... pero era todo. Él ya había puesto todo lo que pudo de su parte, como le aconsejó Moony aquella mañana, antes de marcharse a Hogsmeade con Peter y dejarle solo en las puertas del castillo. Y ahora, si volvían a ser amigos o no volvían a dirigirse la palabra el resto de sus vidas quedaba sólo dentro del criterio de la decisión que James tomara en aquél momento...
Y nada más.
—No puedo creerlo,- se dijo a sí mismo, sonriendo irónica e internamente. –El gran Sirius Black, por el que medio Hogwarts lo daría todo a cambio de una simple mirada, rogando por el perdón de su pequeño mejor amigo...
Era divertido, si te ponías a analizarlo.
—Sólo una cosa más...- dijo la voz de James, y Sirius se volvió para mirarle, curioso. -¿Cómo hiciste lo de la biblioteca? Es decir... cuando estabas conmigo, y enfrente al mismo tiempo...
Girando el rostro monótonamente, Sirius movió una mano sobre el aire.
—Remus, con un hechizo para el color de pelo. Le dije que sería la última, y por eso accedió...- luego guardó silencio, esperando alguna clase de insulto de parte de Prongs, pero éste no dijo nada. -¿Alguna otra cosa?
—Sí... una...
—¿Y qué es?
Un suspiro llenó los pulmones de Potter, antes de que se incorporara sobre la cama, hasta quedar sentado, y dando aún la espalda a Sirius, preguntó:
—¿De verdad me amas?
Bien, eso era algo que Padfoot no se esperó. Pero siendo James, sinceramente¿Qué más podría haber sido? Se sonrió, levemente, por encontrarse momentáneamente dentro de la encrucijada con la que hacía un par de días rogaba con no tener que enfrentarse nunca, pero que ahora, repentinamente, parecía ser una pregunta tan sencilla de responder.
Así que se incorporó también, suspirando, antes de que sus brazos se cerraran en torno a la cintura delgada del cuerpo que se tensó al sentir el contacto de sus pieles desnudas, pero sólo por un par de segundos, hasta que sus labios se toparon con la suave y caliente piel de su mejilla izquierda.
—No te imaginas cuánto...
Era tan reconfortante escucharle decir eso, ahora que muchas de sus dudas estaban aclaradas... entonces bien, sonriendo, James se giró dentro del abrazo, acomodándose dentro de las rodillas de Sirius y entrelazando sus propios brazos alrededor del torso de éste, quien le sonreía con diversión.
—Yo tengo una gran imaginación, Sirius Black.- declaró, devolviendo la sonrisa de un modo que aturdió levemente al otro. –Así que empieza a tratar de convencerme con algo mejor...
Y por alguna razón, cuando sus bocas volvieron a encontrarse, Sirius tuvo el presentimiento de que aquello no iba a resultar tan difícil como lo esperó.
Porque finalmente James parecía haberle perdonado.
FINISH (Y ya no me pidan más, porque no lo voy a continuar ¬¬)
