Disclaimer: como siempre X3

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Special Chapter 3º (o capítulo 8º): Una Navidad en La Guarida

Una mujer de unos 70 años, con su cabello negro recogido en un moño y gafas de montura cuadrada, vestida con una bonita túnica color verde esmeralda, leía un libro sentada al lado de una chimenea. En el rostro de la mujer se podía percibir que estaba completamente aburrida. Y sólo leía para poder pasar el rato.

De repente, el fuego de la chimenea dejó de tener su tono anaranjado para pasar a ser de color azul y una voz salió de él:

-"Minerva, preséntate en mi despacho. Por favor."

-Ahora mismo, Albus -dijo la mujer mientras se ponía en pie y dejaba el libro en el sillón. McGonagall prefería correr todo el castillo a pata coja antes de estar más tiempo allí, leyendo.

Salió de su despacho y se encaminó hacia el despacho del director de Hogwarts. Por el camino se encontró con un hombre que vestía una túnica negra que al andar hacía fru-fru y que tenía una corta melena grasienta.

-¿A ti también te ha llamado, Severus? -preguntó la profesora para hacerse notar por el hombre. Éste se giró y la miró con sus profundos ojos negros. (NdH: joer, qué poético. Sus profundos ojos negros XD )

-McGonagall -dijo él monótonamente. -Sí. A saber qué quiere Dumbledore.

-Esta es la Navidad más aburrida que hemos tenido -dijo McGonagall andando al lado de Snape. -Ningún alumno se ha quedado en Hogwarts. ¡Ninguno!

-¿Y eso te desagrada?

-¿Qué quieres que te diga? Al menos se podía ver algún alumno corriendo o jugando en la nieve. Pero ahora Hogwarts está muerto. No hay nada de celebración en el aire. Irónico si se piensa que estamos en Navidad.

-Mmmm. Te estás volviendo una sentimental, McGonagall.

-Muy gracioso, Severus.

Los dos profesores llegaron ante la gárgola de piedra que daba al despacho de Dumbledore. Dijeron la contraseña ("Unicornio sin cuerno") y subieron por las escaleras de caracol. Cuando llegaron al despacho vieron a Dumbledore hablando con el profesor Flitwick y la profesora Sprout.

-Minerva. Severus. Hola, ¿cómo están? -los saludó el director con una cálida sonrisa.

Snape y McGonagall se miraron de reojo. Esa forma de saludar no era normal en el director de Hogwarts. Bueno, él era alegre y amable. Pero de aquella forma sin previo aviso. Algo ocurría.

-Pero qué caras habéis puesto. ¿Ni que hubiera dicho algo malo?

-Verá... Albus... -comenzó a decir McGonagall.

-Tranquila, Minerva. Nosotros nos hemos quedado igual cuando nos saludó de esa forma -dijo Flitwick que le colgaban sus pies del asiento. McGonagall sonrió tranquila.

-¿Qué ocurre, Dumbledore? -preguntó Snape que tenía ganas de volver a su mazmorra.

-Nada grave, señores y señoras. Sólo que os doy las vacaciones de Navidad libres. Así que podéis iros con vuestras familias.

La profesora Sprout y el profesor Flitwick sonrieron abiertamente. Mientras que McGonagall suspiró y Snape giró los ojos en forma de desesperación.

-¡Fantástico! Podré ir a ver a mis sobrinos Pol y Lop. Ja ja ja ja. ¡Qué bien! ¡Qué bien! ¡Muchas gracias, Dumbledore! -dijo el pequeño profesor mientras que daba saltitos. En pocos segundos se había marchado para hacer las maletas.

-Yo también voy a hacer el equipaje, Dumbledore. Creo que voy a ir con mi prima del sur de Europa. Creo que unas temperaturas menos frías me vendrán muy bien. Además hace tiempo que no la veo -dijo la profesora Spout saliendo del despacho. Dumbledore la despidió con una sonrisa. Al final se quedó a solas con dos profesores que por sus caras lo iban a matar.

-¿Qué les pasa? -preguntó el director de Hogwarts con una sonrisa.

-Albus, sabes perfectamente que nosotros no tenemos familias ni nadie a quien visitar en Navidad. Bueno, yo sí tengo. Pero por motivos que no vienen al caso no puedo ir a verlos...

-¿Son alérgicos al pelo de gato? -preguntó Snape sarcástico.

-Cierra el pico, Snape. Si no quieres verte transformado en una babosa.

El profesor de Pociones cerró la boca a duras penas. Dumbledore se levantó de su asiento y se acercó a McGonagall y a Snape.

-Tranquilos. Claro que sabía eso, Minerva. Por eso mismo, he hecho planes para nosotros tres y para Hagrid. Que tampoco tiene familia -dijo mientras se ponía en medio de ellos y los rodeaba con sus brazos. -Vamos a ir a La Guarida.

La reacción de McGonagall fue de escándalo.

-¡Por favor, Dumbledore! ¡Nunca lo hubiera pensado de usted! ¡La Guarida! ¡¿A tú edad?! ¡Madre mía! ¡Además, yo soy una mujer! ¡¿Qué hago yo en un lugar de esos?!

Dumbledore se quedó callado y la miraba con los ojos muy abiertos. Por su parte Snape se había sonrojado y se había puesto a toser de forma discreta.

-¡Ja ja ja ja ja! ¡Por favor, Minerva! ¿En qué estás pensando?

-Pues yo... -dijo McGonagall que sentía que se ponía muy roja.

-¡Ja ja ja ja ja!

-McGonagall, creo que has sacado las cosas de quicio muy pronto -dijo Snape.

-¡Ja! Deberías ver tu cara, Snape -respondió la profesora de Transformación malhumorada y avergonzada.

-La Guarida es la casa de un conocido amigo mío. He pensado en hacerle una visita. Para ver como se encuentran.

-¿Mmm?

-Vamos, Minerva. Snape. Id a por algo de abrigo que partimos ya mismo. Dentro de poco es la hora de comer. Venga. Vamos -los apresuró Dumbledore. Snape y McGonagall salieron confundidos del despacho del director.

-¿Tú sabes dónde queda esa casa? -le preguntó McGonagall a Snape.

-No. Y a saber qué amigo vamos a visitar.

Los dos profesores cogieron sus capas y se reunieron con Dumbledore en la entrada del castillo.

-¿Listos?

-Sí.

-Pues entonces, vamos. ¡Ah! ¡Hagrid! -dijo Dumbledore al ver llegar corriendo al gigante. Tenía puesto su viejo abrigo y una larga bufanda. En una mano llevaba un regalo.

-¡Perdón el retraso, profesor! ¡Pero ya estoy! -dijo Hagrid con una gran sonrisa.

-Te veo muy contento, Hagrid.

-Sí. Sí.

-¿Y eso?

-Porque vamos a...

-¡Vamos! ¡Tenemos que pasar antes por Hogsmeade! -lo atajó Dumbledore. El director comenzó a caminar con paso rápido. Hagird lo alcanzó en pocos pasos y se colocó a su lado. Snape y McGonagall se miraron con caras extrañadas y luego siguieron a Dumbledore.

-¿Para qué tenemos que ir a Hogsmeade, Albus?

-Para comprar unos regalos.

-¿Regalos?

-Sí. Es que en la casa a la que vamos vive un niño de 6 años. No es plan de presentarse sin comprarle un regalo al pequeño.

-Entiendo.

-Por favor, director...

-Nada, nada. Tú también, Severus.

Los cuatros adultos anduvieron hasta llegar al pequeño pueblo mágico de Hogsmeade. Se dirigieron especialmente a una tienda de regalos para que McGonagall y Snape compraran el regalo para aquel niño.

-¿Y tú no compras nada, Albus?

-No, Minerva. Yo ya lo tengo -dijo Dumbledore sacando un paquete de su túnica.

-Oh vaya. Sinceramente -dijo McGonagall mirando a los estantes de la tienda -no sé qué comprarle. Nunca le he regalado a un niño de 6 años.

-Acuérdate de cuando tenías 6 años y piensa qué te gustaba a ti -le dijo Dumbledore.

-Seguramente un palo para afilar las uñas -dijo Snape por lo bajo. Pero no lo suficientemente bajo para que McGonagall no lo oyera. En una fracción de segundos, el profesor de Pociones de Hogwarts estaba entre una pila de peluches de osos y McGonagall tenía que ser aguantada por Hagrid. Que la retenía a duras penas.

-¡Ya me tienes harta, Severus Snape! -gritaba la profesora sin importarle que todo el mundo en la tienda la miraran escandalizados.

-¡Cálmese, profesora! -dijo Hagrid.

-¿Te encuentras bien, Snape?

-Más o menos... Profesor...

-¿Cuántos dedos ves aquí? -le preguntó el director levantando cuatro dedos.

-18...

-No estás bien, Snape.

Después de haber conseguido calmar a McGonagall y Snape recuperado, siguieron con las compras.

-Creo que yo compraré esto -dijo McGonagall cogiendo un estuche de colores. -"Colores Mágicos Infantiles. Pinte un dibujo y vea como cobra vida."

-Perfecto, Minerva -la profesora sonrió complacida. -¿Tienes pensado tu regalo, Snape?

El profesor de pociones se giró a Dumbledore.

-Ésto.

-¿Qué es eso?

-Una peonza.

-Magnífico -dijo McGonagall con sarcasmo.

-Es una peonza estelar. Al hacerla girar aparecen estrellas.

-Muy buen regalo también, Snape. Ahora vayamos a pagar.

Salieron de la tienda de regalos con los presentes envueltos en papel infantil y se dirigieron a las afueras de Hogsmeade.

-Ahora iremos a Mongrelville.

-¿Y dónde queda eso? -preguntó Snape que empezaba a estar harto.

-Al norte. Tranquilo, nos aparecemos. Asi que llegaremos rápidamente.

Y en cuestión de pocos segundos estaban a las afueras de una ciudad enteramente muggle llamada Mongrelville.

-Tenemos que ir a esa colina -dijo Dumbledore mientras señalaba una colina cubierta por la nieve. Encima de ella había una gran casa.

-Bonito lugar para vivir -dijo Snape sarcástico.

-A mí me gusta. En medio de la naturaleza seguro que deben vivir muy tranquilos haya arriba.

-Sí. Seguramente.

-Bien. ¡En marcha!

*^*^*

¡¡BOOOOOM!!

-¿Qué demonios? -exclamó un hombre de cabello castaño veteado de gris que se despertó de repente, abriendo unos hermosos ojos dorados. Se puso una bata verde, sus zapatillas, cogió su varita y bajó corriendo las escaleras de caracol de La Guarida.

Llegó al salón empuñando su varita. Dispuesto a entrar en acción en cualquier momento. Pero lo único que encontró fue un gran árbol de Navidad rodeado de regalos, un hombre alto, de ojos azules penetrantes y melena negra azulada, sentado junto a un niño pequeño que tenía unos ojos verdes brillantes ocultos tras unas gafas de montura redonda, de pelo negro azabache y alborotado.

-¿¡Qué ha sido ese ruido!? ¿¡Estáis bien!?

-¡¡Feliz Navidad, tío Remus!! -dijeron los dos a la vez. El pequeño se levantó y se acercó a Remus para abrazarlo.

-Pe. Pero. ¿Y el ruido?

-Lo hice yo -dijo el hombre moreno sacando su varita. -Como no despertabas recurrimos a eso -acabó diciendo encogiéndose de hombros.

-¡¡SIRIUS!! -gritó enfadado Remus. Entonces apuntó a su amigo con la varita y un rayo de luz plateada salió de ella. Después de un ruido sordo, ya no había hombre alguno, sino un enorme perro negro.

-¡¡Tío Sirius!! -exclamó asustado el niño.

-Tranquilo, Harry. Solo lo he obligado a transformarse en su forma de animago -dijo Remus apoyando una mano en el pelo del pequeño.

-¿Pero entonces está bien, no?

-¡Guau! ¡Waf! -dijo el perro y en pocos segundos volvió a ser Sirius. -Sí. Estoy bien, Harry.

El pequeño salió corriendo hacia Sirius y lo abrazó. Sirius miró de forma severa a su amigo, dándole a entender que eso había molestado a Harry. El pequeño se separó de su padrino y se giró a Remus.

-Tío Remus, ¿lo puedes hacer otra vez?

-¡¿QUÉ?! -gritó Sirius molesto.

-¡JA JA JA JA JA JA JA!

-Pe. Pero ¿¡Harry!? -exclamó Sirius. El niño se giró a su padrino y le sacó la lengua de forma traviesa. -¿Asi que quieres bromear? Bien... ¡Yo también tengo ganas de bromear! -Sirius cogió a Harry y empezó a hacerle cosquillas, lo que hizo que Harry riera a carcajadas.

-¡JA JA JA JA! ¡TÍO SIRIUS! ¡JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA!

-¡Ja ja ja ja! -Remus reía contemplando la escena.

¡Tolo~~~~~~ng! ¡Tolo~~~~~~ng!

Remus, Sirius y Harry se callaron de repente.

-¿Esperabas a alguien? -le preguntó Remus a Sirius.

-No. ¿Quién será?

-¿No será ningún mortífago ni nada por el estilo? -preguntó Remus algo asustado.

-Tranquilo. La puerta está encantada con un hechizo. Solo se abre si la persona que ha llamado tiene buenas intenciones.

-Entiendo.

-Pero de todos modos. ¿Quién será?

*^*^*

-¿Queda mucho, Albus? Llevamos más de media hora caminado -dijo McGonagall casi sin aliento.

-Tranquilos. Ya queda poco.

-Sería mucho más fácil si el camino estuviese mejor. Ni que fuéramos a una casa abandonada.

Hagrid andaba al final del grupo bastante cansado. Mientras que Snape lanzaba leves gruñidos de vez en cuando.

-¡Pero qué adultos más quejicas! -exclamó Dumbledore de forma divertida.

-No somos quejicas. Solo que esto de caminar sobre un camino mal hecho no es agradable para nadie.

-Pues deberían saber, para su satisfacción, que ya hemos llegado.

Ante ellos aparecieron unos enormes muros que rodeaban la colina. Solo se podía entrar por unas verjas de hierros que eran flanqueadas por dos columnas que estaban coronadas por estatuas de perros de piedra.

-Magnífico -gruñó Snape sarcástico.

-Bien. Llamemos -dijo Dumbledore mientras tiraba de una cadena.

¡Tolo~~~~~~ng! ¡Tolo~~~~~~ng!

Los cuatro adultos aguardaron a que las puertas se abrieran. En pocos segundos, éstas se abrieron y comenzaron a subir por unas largas escaleras.

-Más camino...

-Vamos, Severus, debes fortalecer esas piernas.

-Mira quién fue a hablar. McGonagall, la que hace poco se quejaba del camino.

-Snape... -dijo la profesora que enseñaba su varita por debajo de su capa.

-Está bien. Está bien -dijo Snape de malas ganas.

Después de subir escaleras, pudieron ver una espléndida mansión de color azul oscuro con ventanales. Llegaron ante la puerta principal, que estaba cerrada.

-Muy hospitalario tu amigo, Dumbledore -dijo Snape que empezaba a perder la paciencia.

¡Toc! ¡Toc! Dumbledore llamó a la puerta.

*^*^*

¡Toc! ¡Toc!

-Sirius, la puerta principal no se abre sola, ¿verdad?

-Ups, no.

-¡Yo voy! -dijo Harry que se levantaba de un salto y corría hacia la puerta.

El pequeño abrió la puerta y se encontró cara a cara con cuatro adultos bastante extraños. Se ocultó levemente tras la puerta. Mientras que dijo tímidamente:

-Hola...

*^*^*

Después de que Dumbledore hubiese llamado los adultos esperaron. Escucharon una voz infantil decir: "¡Yo voy!" Uno pasos y luego un niño pequeño, de pelo revuelto negro azabache, ojos verdes esmeralda y con gafas les abrió la puerta. El niño les miró extrañado y luego se ocultó un poco tras la puerta y los saludó.

-Hola...

Snape se paralizó de repente. Por su parte, McGonagall abría la boca y la cerraba intentando hablar y señalando al pequeño. Dumbledore sonrió al niño. Y Hagrid comenzó ponerse contento y saludaba con la mano.

-Hola Harry -lo saludó Dumbledore.

-¡Hola! -gritó Hagrid.

Snape y McGonagall seguían sin pronunciar ninguna palabra

-¡Harry! ¿Quién es? -se escuchó la voz de un hombre y luego unos pasos. Por el marco de la puerta apareció un hombre alto, de pelo negro azulado y ojos azules penetrantes. Miró a los cuatro adultos y luego dio un grito y señaló a Snape. -¡TÚ!

El profesor de Pociones despertó del trance y también miró al hombre moreno con furia.

-Yo estoy tan sorprendido como tú, Black.

-¿Qué haces aquí?

-Me han obligado a venir. Pero si llego a saber que es tu casa no me hubiese dejado.

Black miró a Dumbledore.

-¡¿Profesor?!

-Por favor, por favor. Sirius, que estamos en Navidad. Vamos a dejar los rencores y las discusiones para otro día.

Un gritito sobresaltó a los cuatro hombres. La profesora McGonagall se había acercado corriendo a Harry y comenzó a hablar con él muy emocionada.

-Hola Harry. Pero qué niño más lindo.

Harry se puso algo rojo y sonrió tímidamente.

-¿Qué ocurre? -preguntó un hombre pelo castaño veteado de gris que acababa de llegar. Sirius se giró hacia él mientras que señalaba a Snape.

-¡REMUS, MIRA!

-Snape... -dijo Remus sorprendido.

-Lupin.

-Señores, señores -dijo Dumbledore poniéndose en medio. -¿Por qué no dejamos las discusiones para otro momento? Perdona que te diga, Sirius, pero llevamos toda la mañana andando. Y aquí afuera hace mucho frío.

-¡Ah! Pasen, pasen -dijo Sirius invitándoles. Aunque McGonagall ya estaba dentro con Harry. Sirius le lanzaba a Snape miradas furtivas. Mientras que éste último lo miraba de reojo y gruñía.

Los invitados entraron al salón que estaba lleno de papeles de regalos. En la chimenea había un fuego acogedor. McGonagall se sentó en un sillón con Harry mientras que seguía hablando con el pequeño.

-¿Cómo se llama? -le preguntó Harry a la profesora.

-Mi nombre es Minerva McGonagall.

-Yo me llamo Harry Potter.

-Ya lo sabía, Harry -dijo McGonagall con una sonrisa.

-¿Ya lo sabía? ¿Cómo lo sabía?

-Pues...

-McGonagall, sabes que no puedes tener predilección por ningún alumno -dijo Dumbledore bromeando.

-Por favor, Albus. Harry aún no es alumno de Hogwarts. Y además, yo no tengo predilección por ningún alumno. Al contrario que otros... -acabó diciendo mientras miraba a cierto profesor de Pociones.

-¿Insinúas algo, McGonagall?

-¿Yo? Qué va -dijo mientras hacía un gesto con la mano.

-Que sepas que yo...

-Pfff...

Snape miró a quien había soltado una risa por lo bajo. Se encontró con Sirius que miraba divertido la escena.

-¿Y a ti qué te pasa, Black?

-Sinceramente, Snape, que no puedas enfrentarte a tu antigua profesora de Transformación me parece deprimente -dijo Sirius con una gran sonrisa traviesa.

-¿Qué? ¡Que se sepas que yo no me dejo manejar por esta profesora! -gritó señalando a McGonagall.

-¡Snape, a mí no me señales con el dedo! -y se transformó en un gato atigrado y le mordió el dedo a Snape.

-¡¿PERO QUÉ DEMONIOS?! -gritó Snape mientras movía la mano para liberarse del gato. Harry salió corriendo para refugiarse en su padrino, mientras que éste se reía a carcajadas.

-¿Qué ocurre aquí? -preguntó Remus que acababa de llegar con unas cervezas de mantequilla y con unos aperitivos.

-Nada del otro mundo -dijo Dumbledore tranquilamente mientras que tomaba una jarra de cerveza de mantequilla.

-¡SUELTA! ¡SUELTA! ¡SUELTAAAAAAAAAAAAAA! -gritaba Snape una y otra vez.

-¿Alguien me puede decir qué ocurre aquí? -preguntó otra vez el licántropo esta vez dirigiéndose a Sirius. Pero éste solo reía sin parar.

-La señora McGonagall está mordiendo a ese señor -dijo Harry con voz temblorosa.

-¿Profesora McGonagall? -exclamó Remus.

-¡SUELTAMEEEEEEE! -gritó Snape y la profesora McGonagall salió volando hasta caer dentro del árbol de Navidad que había en el salón.

-¡La señora McGonagall! -gritó Harry corriendo hacia el árbol. Rebuscó entre las ramas sacando a la profesora McGonagall que estaba muy mareada. -¿Se encuentra bien, señora?

-Miauuuuu...

-Por favor, Snape. Debería darle vergüenza tratar a una mujer así -dijo Dumbledore tomando un sorbo de cerveza de mantequilla.

-¿VERGUENZA? ¿A MÍ? ¡LA QUE HA EMPEZADO HA SIDO ELLA!

-¡Ja ja ja ja ja ja!

-¡Y TÚ CÁLLATE, BLACK!

-Ya, ya. Sirius ya -dijo Remus intentando tranquilizarlo.

-¡Ja ja ja ja ja ja!

-Snape, guarde su varita -dijo Dumbledore como si tal cosa.

-Grrrrrrr...

-¿Profesora McGonagall, una cerveza de mantequilla?

-Sí... Gracias... -dijo la profesora de Transformaciones, que había vuelto a su estado original, dando tumbos dirigiéndose a los sillones con los demás. Harry iba detrás de ella.

-Tome.

-Gracias.

Se sentó otra vez en su sitio y Harry a su lado.

-¿Parece que esté borracha, profesora? -le dijo Hagrid.

-¿Yooo? ... Nulnca... -dijo McGonagall efusivamente. Snape seguía mirando su dedo lastimado.

-¿Quieres algo para curarte ese dedo, Severus? -le preguntó amablemente Remus.

-Por supuesto -gruñó Snape. Sirius volvió a recobrar la compostura, pero de vez en cuando soltaba alguna risita.

-Grrrrr...

-Aquí tienes. Vendas y una pomada para la mordedura. Anda, pero qué profunda. ¿No?

-Buenos dientes, profesora.

-Muchlas glaciasl, Siliuis...

-¿Se encuentra bien?

-Estuplendamente...

-Harry, ven para acá.

-Yo estoy bien con la profesora.

-Asil mle glusta, Halrry...

-... Harry... Ven acá -susurró Sirius.

-Sabía que venir a La Guarida iba a ser muy divertido.

-Sí. Divertidísimo -dijo Snape sarcástico.

-Yo creo que voy a seguir preparando el almuerzo.

-¡Oh! Se me olvidaba -dijo Dumbledore sacando un paquete de su túnica. -Un regalo para ti, Harry.

-¿Para mí? -dijo Harry avergonzado. Tomó el regalo que le ofrecía el director de Hogwarts.

-No tenía que haberse molestado -dijo Sirius.

-Tranquilos. Es un pequeño detalle.

Harry abrió el regalo con manos temblorosas. Era una bufanda y unos guantes de color rojo oscuro con el símbolo de Hogwarts.

-Muchas gracias, señor...

-Albus Dumbledore.

-¡Ah! Su nombre me suena -dijo Harry señalándolo de pronto. -La señora Smith lo mencionó.

-Harry, no se señala -dijo Sirius a su ahijado mientras le bajaba la mano.

-Perdón -dijo tímidamente.

-No pasa nada.

-¡Yo también tengo un regalo! -gritó Hagrid emocionado mientras le acercaba a Harry un regalo. -Yo me llamo Hagrid.

-Muchas gracias, Hagrid.

Harry abrió el regalo que le había dado el semi-gigante. Que resultó ser varios dulces de Honeydukes.

-No sabía cuáles te gustaban. Asi que...

-No importa. Muchas gracias... -dijo Harry con una sonrisa.

-Je je je...

-Yo tamblién tengo algol plara ti, Halrry... -dijo la profesora McGonagall dándole un regalo a Harry.

-¡Muchas gracias, profesora! -dijo Harry. Abrió el regalo rápidamente. Se alegró mucho cuando vio los colores mágicos.

-En serio. No debieron -añadió Sirius.

-No pasa nada. Bueno, Severus, ¿y tú qué?

-¿Yo qué de qué?

-El regalo.

-Grrrr... -esta vez fue Snape quien le ofreció un regalo a Harry. Pero antes de que el pequeño lo tomase, Sirius se había abalanzado sobre el regalo y lo examinaba detenidamente.

-¿Se puede saber qué haces, Black?

-No me fío de ti ni un pelo -dijo Sirius.

-Tranquilo, Sirius. El regalo es seguro -dijo Dumbledore.

-Sí, claro.

-Estoy perdiendo la paciencia -gruñó Snape mientras se pasaba una mano por la cara.

-Por favor, Sirius -le dijo Dumbledore.

-Está bien. Está bien -dijo Sirius mientras entregaba el regalo a su ahijado. -Harry, si ves que sale humo o huele raro, suéltalo inmediatamente -le susurró Sirius.

-Te he oído, Black.

-¿De verás, Snape?

Harry abrió el regalo tranquilamente. No sabía porqué tenía que tenerle miedo a aquel señor. A excepción de verle lanzar a la profesora McGonagall por los aires, no había echo nada malo. El pequeño sacó el regalo de la caja y le dio las gracias a Snape.

-No hay de qué, Potter -gruñó Snape. Sirius le miró de reojo, luego tomó el regalo. -¿Qué haces?

-Viendo si tiene truco.

-Eres un hombre muy desconfiado, Sirius -dijo Hagrid burlonamente.

-No tiene truco -dijo Snape apretando los dientes.

-Bien. Veamos si es cierto -dijo Sirius mientras le acercaba la peonza a Snape. -Hazla girar.

Snape tomó la peonza, a regañadientes, por supuesto. Lió la cuerda alrededor del pequeño juguete y ágilmente la hizo girar en el suelo. Cuando la peonza dio su primera vuelta, una pequeña constelación llenó la sala. Harry soltó un gritito de exclamación, y contemplaba boquiabierto el pequeño firmamento que se había formado en el salón de La Guarida.

-Bonito juguete, Snape.

Snape sonrió triunfalmente al darse cuenta de que a Harry le gustó mucho. Lo que enfadó a Sirius.

¡¡BOOOM!!

-¿Qué ha sido eso? -preguntó Dumbledore alarmado.

-Cleo que venlía de allá -dijo McGonagall señalando a una puerta que era la cocina.

-¡Ups!

-Tío Sirius, creo que tío Remus acaba de descubrir donde guardaste aquellos petardos tan peligrosos.

En pocos segundos, apareció Remus con la cara negra y con unos petardos en las manos.

-¡SIRIUS BLACK! ¡TE DIJE QUE TIRARAS ESTOS MALDITOS PETARDOS!

-Los escondí pensando que no los encontrarías -dijo Sirius ocultándose tras la profesora McGonagall.

-Sí, claro. Y el mejor escondite era el tarro de los condimentos, ¿no?

-Estoooo... ¿Lo siento? -dijo Sirius angelicalmente.

Remus regresó a la cocina entre gruñidos y quejas.

-¡La comida está lista!

-¡Bien!

-Lo que me faltaba. Una comida echa por el licántropo.

-Seguro que yo cocino mejor que tú -dijo Remus.

-¿Me estás retando?

-¡Ja! Esto quiero verlo. Snape cocinando. Debe ser todo un show.

-Profesora McGonagall, acaba de quitarme las palabras de la boca -dijo Sirius sorprendido. Llevaba en brazos al pequeño Harry.

-Me siento rodeado de Gryffindors.

-Es que TODOS somos Gryffindors -dijo McGonagall altivamente.

-Incluso yo -dijo Hagrid.

-Pero aún falta Potter -susurró Snape.

-¿Es que dudas de qué casa va a ser? -dijo Sirius con orgullo mientras miraba a su ahijado.

-En absoluto.

-Una pequeña serpiente entre tanto león. Estás en peligro, Snape -dijo McGonagall.

-Por favor. Por favor. Compórtense -dijo Dumbledore aplacando los ánimos.

Todos se sentaron a la mesa. Por supuesto, Snape se sentó lo más lejos posible del licántropo y del animago. Acto que ellos dos se lo agradecieron. Para no perder la costumbre, Sirius obligó más que propuso, al director de Hogwarts que se sentara encabezando la mesa.

-¿Los que se sientan ahí no son los que pagan? -preguntó McGonagall. Dumbledore casi se atraganta con un trozo de pastel de carne.

-Tranquilo, profesor. Que no va a tener que pagar nada -dijo Remus entre risas.

-¿Ah, no? -preguntó Sirius.

-No.

-Ah. Claro que no.

Remus giró los ojos en señal de desesperación.

-Todo está muy bueno, Remus. ¿Me das la receta?

-Por supuesto -exclamó Remus. Entonces se dio cuenta de que Sirius lo miraba de reojo con cierto temor. -¿Qué pasa?

-Eres una maruja...

-A palabras necias oídos sordos -dijo Remus. Aunque tenía una vena en la frente que palpitaba fuertemente.

-¿Usted no se aburrirá, verdad Lupin? -le preguntó Dumbledore.

-¿Yo? Nunca. El otro día cierta persona -Remus miró descaradamente a Sirius, mientras que él miraba a otro lado -hizo volar el tercer piso completo. Estuvimos arreglándolo durante toda la tarde.

-El que hizo volar el desván fue tío Sirius -dijo Harry por si alguien no se había dado cuenta de quién era esa "cierta persona".

-Harry... -susurró Sirius mirándolo.

-Perdón -el pequeño miró al suelo con tristeza. Sirius le desordenó el pelo para tranquilizarlo.

-No pasa nada.

-Bueno... -dijo Dumbledore para quitarle importancia a lo sucedido. -Prueba el pastel de carne, Harry. Está muy bueno.

Cuando acabaron de comer. Remus hizo aparecer una gran tarta de manzana que todos devoraron con gusto. Después de reposar la comida, Harry le pidió a Sirius salir fuera a jugar con la nieve.

-Está bien. Pero abrígate.

Harry se colocó una pequeña capa. Y estrenó los guantes y la bufanda que le había regalado Dumbledore. Hagrid y McGonagall lo acompañaron al jardín.

-¿Usted también va a jugar, profesora? -preguntó Remus asombrado.

-Bueno, solo a hacer un muñeco de nieve -dijo McGonagall con las mejillas rojas. Harry ya estaba haciendo una gran bola de nieve para el cuerpo del muñeco. Que Hagrid acabó en un abrir y cerrar de ojos.

-A mí lo que me gusta de la nieve es la guerra de bolas de nieve -dijo Sirius haciendo una pequeña bola de nieve. Snape se ocultó disimuladamente detrás de Dumbledore. Remus pensó en hacer lo mismo, pero antes de poder moverse ya había recibido una bola en la cara.

-¡Sirius!

-¡No fui yo!

Remus miró al frente y se encontró con la profesora McGonagall, que tenía en sus manos una bola de nieve. Y Harry se ocultaba detrás de la profesora, ya que él había tirado la bola que había dado a Remus.

-Profesora... -dijo nerviosamente Remus.

-Ja ja ja ja. Hace mucho que no juego a una guerra de bolas de nieve -dijo Dumbledore mientras hacia una bola de nieve. -¿A ver a quién le lanzo pri...? -McGonagall acababa de lanzarle la bola que tenía en las manos.

-¡Eys! ¡Sigamos con el juego! -dijo Sirius animado viendo la oportunidad de lanzarle a Snape una bola de nieve. Remus también se había unido y hacia una bola de nieve junto a Harry, mientras que decidían a quien se la iban a lanzar.

-¡Vamos, Severus! ¡Únete!

-Por favor...

-¡Aguafiestas! -dijo Hagrid y acto seguido le lanzaba una bola gigante a Snape. Que lo dejó K.O.

-Hagrid, creo que te has pasado...

-Lo siento, Dumbledore...

-Parece que está dormido -susurró McGonagall.

-Sí. Estaba agotado.

Harry se había quedado dormido abrazando al Señor Padfoot sobre las piernas de su padrino.

-Tenemos que irnos. Despídele de nuestra parte -susurró Dumbledore.

-Está bien. Adiós.

-Los acompaño a la puerta -se propuso Remus. -Espero que se lo hayan pasado bien -dijo cuando ya habían llegado a la puerta principal

-Estupendamente -dijo McGonagall.

-Ya nos veremos otra vez, Lupin.

-Eso espero profesor.

-Bueno, ya nos vamos. Adiós.

-Adiós a todos.

Los cuatro adultos bajaron por las enormes escaleras del jardín de La Guarida. Cuando Remus los perdió de vista cerró la puerta y regresó al salón. Sirius miraba al pequeño Harry cariñosamente. Remus entró en el salón con una gran sonrisa.

-¿Qué pasa? -susurró Sirius al ver la cara de su amigo.

-Nada. Solo que se ven muy tiernos así.

-¿Estás sentimental hoy, Moony?

-¿Qué quieres? -dijo Remus encogiéndose de hombros. -Estamos en Navidad.

-Santa Remus. Te falta la barba y estar más gordito.

Remus solo le sonríe en modo de respuesta.

Mientras tanto, Dumbledore, McGonagall, Snape y Hagrid andaban por el camino perdido que daba a Mongrelville.

-¿Qué tal te lo has pasado, Snape? -dijo McGonagall con tintín en la pregunta.

-¿Qué? ¿Cómo?

-Me has escuchado perfectamente.

-Vamos, Severus. Aquí no pueden oírte -lo animó Dumbledore.

-Pues -Snape giró la cabeza a los demás- no estuvo mal -acabó diciendo con un leve rubor en las mejillas.

-¡Ja ja ja ja ja!

-Minerva, cállese. Por el bien de Severus -dijo Dumbledore con una risita.

-Sabía que esto acabaría así.

-¡El corazoncito de Snape! ¡Ja ja ja ja ja!

-Grrrrrr... Gatucha....

-¿Mande?

En pocos segundos, Snape ya estaba intentando librarse de un gato atigrado que le mordía un dedo. Mientras que Dumbledore y Hagrid reían a carcajadas.

Continuará...

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Perdón el retraso... Pero el curso ya ha comenzado y he estado ocupada con las pruebas de selectividad U_U Ays... Y además mi cumpleaños... T-T Ya soy mayor de edad...

Reviews:

Cygni: Muchas gracias por tu review. Y gracias también por aclararme cuál era cada manzana ^^U

Sorasaku*Yolei_Hermi: Gracias por tu review sis ^^ Y en realidad saqué la receta de una dirección de internet. Yo nunca he preparado una tarta de manzana. Y como mucho un bizcocho que me salió de pena. Aunque sí sé preparar una tarta de galleta y flan, que está muy buena *o*

Eva Vidal: me alegro de que te guste el fic ^^ Gracias por tu review.

¡¡DEJEN REVIEW!!

Por cierto, pueden darme ideas para hacer otro capítulo. Ya que este es el penúltimo. Solo queda otro más y ya está. Si me dan ideas, las exprimiré y haré un capítulo ^^ Y por supuesto, os dedicaré el capítulo.

¡¡SEE YA!!