Perdón el retraso, de verdad. Pero es que estaba ocupada con los estudios y solo me puedo conectar los fines de semana. ;_; Pero por fin logré subir este capítulo.
Reviews:
Cygni: necesita que ellos dos ya se conocieran para un futuro fic ^_~ Y puse la madre de Hermione asi para darle gracia al asunto XD Muchas gracias por tu review.
Sorasaku-yolei*Hermi: ays sis, aunque tú lo creas no hay slash, por favor XD Y ¿has dicho eso de que no esperabas que fuese Hermione de coña, eh? XD Gracias por tu review, cielito.
Tania Chang: ._. Muchas gracias por tu review. Me alegro de que te guste este fic ;_;
Por cierto, la idea de este fic fue de bunny1986 Muchas gracias por la idea ;_;
Espero vuestras sugerencias para próximos capítulos ^^
Disclaimer: de rowling... como siempre... -_- Pero la señora Smith es una invención mia o
*^*^*^*
Capítulo 10º: Visita
El pequeño Harry jugaba solo en su cuarto. Tío Remus había salido a comprar a un tal Callejón Diagon, y tío Sirius estaba ocupado preparando una poción para tío Remus. Harry se quedó jugando con su peluche en su habitación. Harry jugaba a lanzar una pelota a la pared y recogerla.
-Mire, señor Padfoot, no se me cae -dijo Harry feliz a su peluche mientras recogía la pelota otra vez. -Vamos a intentarlo más lejos.
Harry se alejó un poco de la pared, lanzó con fuerza la pelota, pero por desgracia, dio con la puerta de cristal que daba al balcón, rompiendo unas cuantas vidrieras. El rostro de Harry palideció rápidamente y sus ojos perdieron su brillo infantil. Después de mirar durante unos segundos los cristales en el suelo, salió corriendo de su habitación.
Mientras tanto, en otra habitación, Sirius removía una poción con un cucharón y miraba un libro que había en una mesa cercana.
-Bien, solo falta que Moony traiga el ingrediente que falta y estará listo.
En ese momento, alguien llamó a la puerta y Remus entró por ella.
-Ya estoy aquí. Toma, lo que faltaba. Muchas gracias, Padfoot. A mí nunca se me dio bien preparar pociones.
-No hay de qué, viejo amigo. Aunque me sorprende que el inteligente Moony no sea bueno en algo.
-No todos somos tan asombrosos como el gran Sirius Black -gruñó Remus cruzándose de brazos.
-Lo sé, Moony -dijo Sirius echándose el pelo hacia atrás. -Yo soy la perfección en persona.
-La perfección no sé, pero la vanidad seguro que no. En fin -resopló Remus -creo que me voy a ir con Harry. Te dejo a solas con la poción.
-¡No vale, Moony! Encima de que la poción es para ti. Yo también quiero jugar con Harry.
-Se siente -canturreó el lupino.
Remus salió del cuarto de Pociones y se dirigió al cuarto de Harry. Se sorprendió al ver que el pequeño no estaba allí, y se sorprendió aún más al ver los cristales rotos.
-¡Sirius! -gritó Remus.
Sirius apareció por la puerta muy asustado.
-¿Qué ocurre? ¿Por qué gritas?
-¿Dónde está Harry?
-¿No está aquí? -preguntó Sirius desconcertado.
-No.
Sirius y Remus buscaron por toda la habitación al pequeño Harry.
-Es muy raro, se ha dejado su peluche.
-Mira, Sirius, el cristal está roto.
Los dos se acercaron al cristal.
-Alguien lo ha roto.
-¿Crees que alguien lo ha roto y ha entrado?
-Debería ser pequeño.
Ambos se miraron y sus caras palidecieron.
-Él no puede ser...
-No creo, ¿no? -dijo Remus entrecortadamente.
Sirius se llevó las manos a la cabeza y caminó de un lado a otro de la habitación.
-No, no, no... -repetía una y otra vez.
-Tranquilicémonos. Debemos buscar ayuda y pensar por donde empezamos a buscar.
-¡Cuándo hagamos todo eso a saber qué le habrá pasado a Harry!
Remus comenzó a mirar por toda la habitación, buscando alguna pista sobre Harry. Miró a los restos de cristales en el suelo, y se dio cuenta de que una pelota estaba también allí.
-La pelota...
-¿Qué pelota?
-Esa pelota... -Remus tomó el balón.
-¿Y qué le pasa a la pelota?
-Estaba al lado de los cristales rotos.
-¿Y?
-Padfoot, une los cabos. Creo que Harry rompió los cristales y luego se escondió.
-¿Tú crees?
-Sí. -Remus comenzó a olfatear.
-¿Qué haces ahora?
-La luna llena está cerca, asi que mis sentidos del olfato y del oído están más desarrollados que nunca.
Remus anduvo por la habitación siguiendo el rastro de Harry, y salió del cuarto al notar que su rastro era más fuerte afuera. Remus siguió olfateando a Harry por toda la guarida, seguido muy de cerca por Sirius.
-Espera -dijo de repente Remus al pasar una puerta y retroceder hasta ella. -Aquí.
-¿Ahí está Harry?
-Yo diría que sí.
Sirius y Remus abrieron la puerta. Era un cuarto de invitados, amueblado con una cama, un armario, una cómoda y un escritorio. La habitación estaba totalmente a oscuras. Sirius prendió la luz con un movimiento de su varita.
-¿Harry? ¿Estás aquí?
No hubo ninguna respuesta.
-¿Estás seguro de que está aquí?
-Sí, lo huelo con claridad.
-Harry, soy tío Sirius. Tranquilo.
-Calla, ¿no lo oyes?
Sirius escuchó atentamente. En medio de silencio se escuchaban unos pequeños sollozos.
-¿Viene de debajo de la cama?
Remus asintió. Sirius se agachó y miró debajo de la cama. Allí, encogido boca abajo, y con las manos en la cabeza, estaba Harry llorando.
-¿Harry, qué haces aquí?
El pequeño miró a Sirius con los ojos llenos de lágrimas.
-Venga, Harry. Sal de ahí.
-He jugado a la pelota -dijo Harry lentamente y entre sollozos.
-Muy bien. Me alegro, Harry. Ahora sal de ahí, anda -le dijo Sirius, que empezaba a preocuparse.
-Y he roto los cristales de la puerta.
-No pasa nada. Eso se arregla con magia y listo -Sirius le tendió la mano a su ahijado. Harry se alejó un poco de él. -Vamos, Harry.
-¿No estás enfadado?
-¿Y por qué he de estarlo?
-Porque he roto el cristal.
-No tiene importancia, mi niño. -Sirius estaba empezando a impacientarse y a preocuparse cada vez más.
-¿No me vas a...?
-¿El qué?
-¿A reñirme... o a... pegarme?
Sirius sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Y un nudo se formó en su garganta.
-Por supuesto que no. Yo nunca te pegaría, Harry.
Harry asintió levemente y salió de debajo de la cama. Sirius le tomó en brazos y se lo llevó al cuarto del pequeño. Remus intentaba asumir lo que acababa de escuchar, y sacar una conclusión diferente a las que las palabras de Harry siempre lo llevaban por pensar.
-¿Tal vez ellos...? -susurró mientras se ponía una mano en la boca. Salió del cuarto de invitados con la intención de ir con Harry y Sirius.
Sirius se sentó en la cama de Harry, y lo meció mientras le acariciaba el pelo y le tarareaba una canción. Remus miraba la escena bastante inquieto.
-Sirius...
-Remus, mándale una lechuza a Shinsen, que venga inmediatamente.
La mirada decidida y penetrante de Sirius hizo que Remus no se lo pensase dos veces y salió de la habitación con paso decidido.
Horas después la señora Smith se presentó en La Guarida.
-¿Qué ocurre? ¿Qué es eso tan urgente? -preguntó mientras entraba en la mansión. -Estaba a punto de irme a mi casa. Había acabado mi jornada en el Ministerio.
-Harry se ha comportado de una forma muy extraña. Y yo me temo lo peor...
-¿De una forma muy extraña? -La señora Smith empezó a inquietarse.
Se sentaron en un sofá del salón, Remus le sirvió una taza de té, y esperaron a que viniese Sirius, que no tardó en aparecer. Su rostro estaba apagado y en su mirada se podía percibir que estaba furioso.
-Sirius, ¿y Harry?
-Tranquilo Moony, está durmiendo.
-¿Qué ha ocurrido? -preguntó la señora Smith.
-Creo que olvidaste contarnos unos cuantos detalles, Shinsen -gruñó Sirius sentándose delante de ella.
-¿Ah, sí? -añadió ella nerviosa.
-Sí. -Sirius se inclinó hacia ella, mirándola fijamente a los ojos. -Dime, ¿pegaron alguna vez los Dursley a Harry?
A la señora Smith casi se le cae su taza de té. Remus tembló levemente mientras que su rostro palideció. Lo que él temía también lo creía su amigo, y eso lo inquietaba.
-¿Es eso cierto, Shinsen? -dijo Remus entrecortadamente.
-Bueno -la señora Smith comenzó a jugar con sus manos muy nerviosa. -Puede que ocultase algunos detalles.
-¿Qué detalles? -gruñó Remus mirando a Shinsen, furioso.
-¡Contesta!
-Está bien... está bien... a ver... ¿Cómo lo diría? Harry, el pequeño -Remus y Sirius la escuchaban atentamente- dormía en una... en una... alacena...
-¿QUÉ? -gritaron ambos merodeadores a la vez.
-¿EN UNA ALACENA? ¿EN UNA ASQUEROSA ALACENA? -bramó Sirius.
-Hay más -susurró la señora Smith que no se atrevía a seguir. -A veces lo dejaban sin comer... le daban la ropa vieja de Dudley... no le regalaron nada durante todo el tiempo que vivió con ellos... y... bueno... le pegaron algunas veces...
-¡Argh! -gritó Sirius y golpeó la mesita central con ambos puños. Remus andaba de un lado a otro muy confuso y a la vez enojado.
-Lo siento -añadió la señora Smith sin saber qué decir.
-¿Por qué no nos dijiste nada? -gruñó Sirius.
-El profesor Dumbledore me ordenó que no dijese nada.
-¿Y por qué? -preguntó Remus.
-¡Por esta misma razón! Es mejor olvidarlo y seguir adelante.
-¡No es tan fácil olvidar esas cosas! -bramó Sirius. -¡Dime, ¿cómo le explicas eso a mi niño?! ¡¿Cómo le dices que tiene que olvidar todo eso?! ¿Eh? ¡Es solo un niño! ¡Maldita sea! -Sirius volcó la mesa de una patada.
-Tío Sirius... -dijo una débil voz desde la puerta del salón.
Harry estaba allí de pie, vestido con un pijama rojo pálido.
-Harry, ¿qué haces ahí? -preguntó Sirius mientras se acercaba a él rápidamente.
-Un fuerte ruido me despertó y ya no pude volver a dormirme -respondió mientras se frotaba un ojo con una mano.
-Vamos otra vez a la cama. -Sirius lo cogió en brazos. -Shinsen -se giró antes de irse- gracias por haber venido. Remus, mándale una carta a Dumbledore. Creo que sabrás lo que tienes que decirle. -Remus asintió levemente. -Hasta luego.
Sirius se marchó escaleras arriba, hacia el cuarto de su ahijado.
Al día siguiente todo volvió a la normalidad en La Guarida. En su mayor parte, porque Sirius y Remus no podían olvidar lo que descubrieron el día anterior. Sirius jugaba con Harry en una alfombra en el salón, cuando una lechuza golpeó la ventana con el pico.
-¡Una lechuza! -exclamó Harry entusiasmado.
Sirius se levantó y abrió la ventana. La lechuza voló hasta posarse en la mesa. En cuanto Sirius le quitó el sobre que llevaba atado en la pata, el ave se marchó volando por donde había venido. Sirius desgarró el sobre, y sacó el pergamino de su interior, y lo leyó atentamente.
Sirius bufó: -Como siempre. Dumbledore y su palabrería. -Sirius apretó el sobre que tenía en su mano.
-¿Ha llegado una lechuza? -preguntó Remus asomando la cabeza por la puerta de la cocina.
-Sí, de Dumbledore.
-Déjame leer. -Sirius le pasó la carta y la leyó rápidamente. -Dumbledore...
-¿Quién ha escrito? -preguntó Harry tirando del pantalón de su padrino.
-Del profesor Dumbledore.
-¿Del hombre de la larga barba blanca?
-Sí, él mismo -rió Remus.
-Moony, creo que acabo de tener una estupenda idea -dijo Sirius mientras se rascaba la barbilla. En sus ojos había un brillo especial.
-Harry, ve a la cocina. Dentro de poco vamos a comer.
Harry se marchó, y Remus y Sirius se quedaron a solas.
-¿Qué se te ha ocurrido?
-Vamos a visitar a los Dursley.
-¿Qué? No podemos... Dumbledore no nos dejaría.
-¿Has leído bien la carta de Dumbledore?
Sirius le señaló unas líneas específicas: "Entiendo como os sentís. Comprendo si queréis desahogaros de alguna forma."
-Sabe que vamos a hacerlo.
-¿Y con quién dejamos a Harry? No podemos dejarlo solo.
-Dumbledore nos dice en la carta que si necesitamos ayuda que le avisemos. Eso haremos.
Sirius se fue a un escritorio que había en el salón, y escribió un par de frases en un pergamino.
-Voy a la lechuzería a mandar esta carta.
Remus suspiró y regresó a la cocina. Harry estaba sentado a la mesa esperando.
-Hola, Harry, ¿tienes hambre?
-Sí.
-Esperemos a Sirius y comenzaremos a comer, ¿vale?
-Vale.
Ese mismo día, a las 6 de la tarde, Remys y Sirius estaban preparando los preparativos para su visita de ese día. Harry estaba sentado en la cama de su padrino, viendo como él metía varios frascos con pociones que había preparado esa tarde, una cuerda dorada y fina, y con varios petardos de bromas.
-¿Adónde vas, tío Sirius?
-Moony y yo vamos a hacerle una visita a unas personas.
-¿Y yo?
-Tú te quedarás aquí mientras nosotros estamos fuera.
-¿Solo? -Harry empezó a preocuparse.
-Claro que no. -Sirius le revolvió el pelo. -Vendrá alguien a cuidarte.
-¿Quién?
-Pues... Alguien que mandará Dumbledore. -En ese momento sonaron las campanas del timbre de La Guarida.
-Voy yo -dijo Remus mientras bajaba las escaleras de caracol.
Abrió la puerta principal, y cual fue su sorpresa al ver a la profesora McGonagall y a Snape.
-Buenas tardes, Lupin -saludó McGonagall.
-Buena tardes. ¿Vosotros sois los que ha mandado el profesor Dumbledore?
-No creas que nos agrada, Lupin. Dumbledore nos obligó -gruñó Snape.
-Nos dijo que usted y Black tenían cosas que hacer. ¿De qué se trata?
-Vamos a hacerle una visita a los Dursley.
-¿Los Dursley? -preguntó Snape.
-Los Dursley era la familia que se ocupaba de Harry. Creo que la señora Dursley era la hermana de Lily Potter.
-Así es -corroboró Remus.
Los tres entraron en el salón a esperar.
-¿Y por qué la visita ahora?
-Hemos descubierto el trato que le daban a Harry.
-¿Cómo?
-Puede decirse que no le trataron muy bien.
-¿A qué te refieres, Lupin? -le preguntó McGonagall.
-Obligaban a Harry a dormir en una alacena, lo dejaban sin comer, no le daban nada que no fuese viejo y usado y -Remus tragó con dificultad- le pegaban.
McGonagall y Snape miraron a Remus sin poder creer lo que acababan de oír.
-¿Está seguro, Lupin?
-Sí.
-¡Cielo santo! -exclamó McGonagall. -¡Qué bestias!
-¿Y supongo que vuestra visita será una especie de castigo?
-Así es, Severus.
-Me lo temía -dijo Snape mientras ponía los ojos en blanco.
-¡Y a mí me parece una estupenda idea! Tenéis todo mi apoyo, Lupin.
-Gracias, profesora -dijo Remus que no se creía el comportamiento de su antigua jefa de casa. -Bueno, nosotros regresaremos entrada ya la noche. En la cocina está la cena -Remus señaló una puerta- solemos cenar a las 8, y acostamos a Harry a las 10 de la noche.
-Está bien.
-Me siento raro dándole órdenes a usted, profesora.
-Recuerde que ya no soy su profesora -le respondió McGonagall con una sonrisa cordial.
-Ah, sí... Por supuesto...
Sirius bajó las escaleras llevando de una mano a Harry, llevaba en el hombro la bolsa que había preparado anteriormente.
-¿Moony, quién...? preguntó Sirius cuando entraba al salón, pero se calló al instante al ver las visitas. -¿Profesora McGonagall? ¿Snape? ¿Qué hacen aquí?
-¡Profesora! -Harry se soltó de la mano de su padrino y corrió a saludar a McGonagall, quien le abrazó.
-Son lo que van a cuidar de Harry.
-¿Ellos? Perdón, profesora -se disculpó rápidamente Sirius- no tengo nada contra usted. ¿Pero él? -Sirius miró a Snape con desprecio.
A Snape le empezó a latir fuertemente una vena en la sien.
-Dumbledore nos dijo que viniéramos -añadió McGonagall.
-El abuelete chochea -gruñó Sirius.
-¡Black! ¡No hable así de Dumbledore!
-Chochea hace años -añadió Snape.
-¡Snape!
-Es mejor que nos vayamos ya -añadió Remus.
Todos salieron a la entrada de la casa. Sirius invocó a su moto, que apareció delante de él en pocos segundos.
-Harry -le dijo Remus- la profesora McGonagall y Severus se encargarán de ti hasta que volvamos, ¿vale?
-Vale. -Harry asintió.
-Bien. Antes de irme os daré algunas explicaciones más: Harry se baña con agua templada; no le dejen andar por la casa a solas, aún se pierde; si necesitan algo de comer hay una pequeña despensa en la cocina; Severus, te agradará saber que hay una biblioteca en la primera planta; y si tienen alguna urgencia o duda de algún tipo hay una pequeña lechuzería en el jardín de atrás.
-Lupin, recuerde que yo he cuidado de usted, de Black y de Potter cuando iban a Hogwarts.
-Cierto, y lo hizo muy bien, profesora.
-¡Ya está todo listo! -avisó Sirius. -Harry- extendió los brazos a su ahijado, quien corrió hasta él y lo abrazó- volveremos por la madrugada. Asi que no te preocupes, ¿vale? -El pequeño asintió. -Pórtate bien. Hasta pronto, -y le besó en la mejilla.
Sirius soltó a Harry, se montó en su moto y la puso en marcha.
-¡Vamos, Moony!
-¡Ya va! -Remus se giró a McGonagall y a Snape. -Odio ese trasto -gruñó por lo bajo. -Se acercó a Harry y lo abrazó. -Hasta luego, Harry.
-Hasta luego, tío Remus.
Remus se montó detrás de Sirius, sacó un pañuelo de su bolsillo y se lo colocó alrededor de los ojos.
-¿Se puede saber qué haces? -gruñó Sirius.
-Prefiero no ver las piruetas que harás cuando estemos en el aire.
Sirius puso los ojos en blanco mientras que la moto comenzó a elevarse.
-Hasta luego.
-Adiós.
-Adiós a los dos.
-¡Hasta pronto! -se despidió Harry agitando los dos brazos.
La moto se alejó hasta perderse en la oscuridad.
-Harry -lo llamó McGonagall. El pequeño se giró hacia ella -vamos adentro. Aquí hace frío.
Harry asintió y entraron a la casa.
-Aún quedan dos horas para la cena. -¿Quieres hacer algo mientras tanto, Harry?
-Mmm -el pequeño pensó por unos instantes.
-Aún tengo que hacer unas cuentas para la escuela.
-¿Vas a la escuela?
-Sí, una muggle. Está en la ciudad de aquí al lado.
-Está bien, subamos a hacer las cuentas. -McGonagall tomó una manita de Harry.
-Yo iré a la biblioteca -gruñó Snape.
Ya en la planta de arriba.
-¿Cuál es tu cuarto, Harry?
-Ese de ahí -Harry señaló una puerta cercana.
-¿Y dónde queda la biblioteca, Potter?
-Por el pasillo de la izquierda. Pero tenga cuidado, puede perderse.
-Tendré cuidado, Potter -añadió Severus mientras caminaba por el pasillo que le había indicado Harry.
McGonagall y Harry entraron en el cuarto de éste.
-Tienes un cuarto muy bonito, Harry -le dijo McGonagall. El pequeño sonrió complacido. Harry llevó a la profesora McGonagall hasta su pequeño escritorio. Minerva cogió una silla y se sentó junto a Harry para ayudarle con sus deberes.
Sobre Surrey, una moto volaba en dirección hacia Privet Drive.
-¿Vas bien, Moony?
-¡No! ¿Cómo quieres que vaya bien si cada dos segundos estás dando vueltas de campana como un loco desquiciado? -gritó Remus.
-Me aludes, Moony.
-Maldito seas, Padfoot.
-Je je je je.
-¡No te rías! Sabes que le tengo pánico a las alturas.
-¿Ah, sí?
-¡Sí!
-Lo olvidé.
-Grrrr...
-¡Mira! Ya hemos llegado.
-¡No pienso mirar! Asi que ve bajando.
Sirius descendió en picado, dio un par de vueltas y aterrizó delante del nº4 de Privet Drive.
-¡Final de trayecto! Brujas y niños primero...
-Padfoot, estás loco -gruñó Remus bajando de la moto y quitándose el pañuelo. -Eres un temerario.
-Yeah.
-Y no tienes remedio. Aparca ese trasto y vamos a hacer lo que hemos decidido.
-¡A la orden, mi capitán!
Sirius apagó su moto y se reunió con su amigo, que miraba por una ventana de la casa, que daba al salón. En él estaban la tía Petunia que jugaba con su hijo, Dudley, si se le puede decir jugar a arrojar juguetes y a insultarla; tío Vernon estaba en el sofá leyendo el periódico. Había una mujer igualita a Vernon que parecía reír las trastadas de Dudley.
-¿Pero qué es esto?
-La estampa ideal de una familia perfecta -dijo Remus sarcástico.
-Y yo que pensaba que estaba mirando a un corral, con tanto caballo y cerdo suelto.
Remus soltó una risa ante el comentario de su amigo.
-Creo que debemos empezar, Padfoot. Es mejor que empecemos por poner una barrera alrededor de la casa. El Ministerio podría presentarse si detecta algún tipo de magia en un barrio muggle.
-Tienes razón.
Sirius levantó su varita sobre su cabeza, dijo un par de palabras y de su varita salió una pequeña burbuja que creció hasta cubrir la casa entera.
-Listo -dijo Sirius satisfecho.
-Y ahora cortemos la línea telefónica. De ese modo no alarmaran a sus guardias.
-¿Los policlas?
-Sí, creo que se llamaban así.
Cortaron los cables del teléfono y entraron en la casa dispuestos a hacer pagar a los Dursley todo...
-Y esta es la última -dijo McGonagall. Harry cerró su cuaderno.
-Muchas gracias.
-No hay de qué, Harry. Creo -la profesora McGonagall sacó un reloj de bolsillo y lo miró- que ya es la hora de cenar. ¿Tienes hambre?
-¡Sí!
-Pues vamos.
McGonagall tomó una manita de Harry y ambos salieron del cuarto.
-Tenemos que avisar a Severus -dijo McGonagall mirando a ambos lados del pasillo.
-No te preocupes por mí, Minerva.
McGonagall miró sobre su hombro, y vio como Snape se acercaba a ellos, estaba pálido y cansado, y traía un libro bajo el brazo.
-¿Qué te ha pasado?
-Me perdí -dijo Snape entrecortadamente.
-Pero mira qué gracioso es el pequeño Dudley. Mira con que ganas juega -dijo tía Marge.
-¿Pequeño? Esa cosa debe pesar lo mismo que yo.
-Chist. Calla, Padfoot.
Sirius y Remus estaban escondidos afuera del salón, escuchando atentamente.
-Dudley ha salido a mí -añadió tío Vernon muy orgulloso.
-Desde luego.
-Sobretodo en la gordura -susurró Sirius.
Tía Marge tomó un largo sorbo de té y se limpio la boca con el dorso de la mano.
-Y ahora que caigo, ¿dónde está esa molestia que vivía antes aquí?
No había dicho ningún nombre, pero Sirius y Remus sabían perfectamente que estaba hablando de Harry. Sirius sintió el odio que crecía dentro de él y aumentaba por momentos. Remus apretó su varita y siguió escuchando con atención.
-Logramos deshacernos de él -dijo tío Vernon que parecía no querer tocar el tema.
-¿Ah sí? Me alegro mucho. Ese niñato solo era una molestia. No sé porque tuvisteis que cargar con él. Y todo por culpa de tu desagradable hermana, Petunia, que se casó con ese desgraciado.
-¡Ahora sí, Remus! ¡Estos me la pagan! -gruñó Sirius.
-Espera, Padfoot.
Sirius ignoró la advertencia de Remus y entró en el salón. Los Dursley gritaron de sorpresa al ver a Sirius aparecer por la puerta.
-¡Aaaaaaaahhhhhhh! -gritó Petunia cogiendo a Dudley en brazos.
-¿Q... quién es usted? -preguntó Vernon poniéndose en pie.
-Yo -dijo Sirius lentamente y con odio. -Soy Sirius Black. El mejor amigo del que llamáis desgraciado y de la hermana de tu estúpida mujer. Y padrino del pequeño Harry.
La cara de Vernon y Petunia palideció, por su parte, Marge que no entendía nada, encaró a Sirius.
-¿Quién se cree usted para entrar en esta casa? ¡No tiene ningún derecho!
-¡Marge, cállate! -le dijo Petunia apretando los dientes.
-Hazle caso, espécimen de hipopótamo a dos patas.
-¿Cómo se atreve a llamarme así? -gritó Marge. Cogió su bolso e iba a golpear a Sirius cuando éste sacó un frasco de la bolsa que llevaba y lo lanzó dándole al bolso de tía Marge.
-Antes de golpearme debería revisar su bolso.
Marge se quedó confusa al oír las palabras de Sirius. Miró su bolso y lanzó un grito agudo. De él empezaron a salir montones de cucarachas que le recorrían el brazo.
-¡Marge! -gritó Petunia.
-¡Tú! -bramó Vernon señalando a Sirius. -Tú eres... tú eres... un... un... -tío Vernon no podía decirlo, la palabra no le salía de la boca.
-Sí, somos magos -terminó Remus entrando en el salón.
-¿Sorprendido, Dursley? -dijo Sirius sarcástico.
Vernon se colocó delante de su esposa y de su hijo. Marge intentaba librarse de las cucarachas que tenía en el brazo. Entonces, el bulldog de tía Marge apareció y comenzó a ladrar a los intrusos.
-¿Pero qué es esto? ¿Un perro? -dijo Sirius mirando al animal. -¡Vaya, birria! Moony, ¿les enseño a estos lo que es un perro?
-Adelante, Padfoot.
Sirius sonrió triunfal y se convirtió en un enorme perro negro. El bulldog de tía Marge calló al instante. Sirius enseñó sus enormes colmillos y gruñó. El perro salió corriendo del salón. Sirius torció la boca formando una singular sonrisa perruna, y se transformó en humano otra vez.
-Menudo perrito -añadió triunfal.
-¡Vosotros! -gruñó tía Marge cuando logró librarse de las cucarachas. Se lanzó sobre Remus y lo levantó sobre su cabeza.
-¡Madre mía! -exclamó Remus.
-¿Esto qué es? ¿Una vaca o un luchador de sumo?
Marge lanzó a Remus, cayendo sobre una pequeña mesa de té, rompiéndola.
-Moony, ¿estás bien?
-Más o menos -dijo Remus frotándose la espalda.
-¡Ahora verá!
-Espera, Padfoot. Yo me encargo de ella.
-¿Estás seguro?
-Sí, me las va a pagar.
-Toda tuya, Moony.
Remus se puso de pie y se colocó delante de tía Marge, la cual parecía un toro furioso.
-Ven aquí, vaquita.
Tía Marge lanzó un mugido y corrió hacia Remus, quien levantó su varita y dijo:
-"La femme transformun in hipopotamus".
Y con un chasquido y una luz blanca, Marge se transformó en un hipopótamo.
-Ja, ja, ja, ja. ¡Le va que ni pintado esa transformación! -rió Sirius.
-Así aprenderá -añadió Remus.
-Muy bien, Moony. Por cierto, ¿dónde están los demás? -preguntó Sirius, cuando le rompieron una escoba en la cabeza. -¡Auch! ¡Me ha roto una escoba en la cabeza!
Tía Petunia seguía golpeando a Sirius con lo que le quedaba de escoba.
-¡Maldita chiflada!
-¡Sirius!
-¡Todos quietos! -gritó Vernon, que apuntaba a Remus y a Sirius con una escopeta.
-Todo muy bueno -dijo McGonagall soltando el cuchillo y el tenedor. Harry seguía comiendo su último trozo de filete. Y Severus tomaba un vaso de agua.
-No estuvo mal -argulló Snape.
-¡Yo ya he terminado! -anunció Harry.
-Bien, y ahora hay que lavar los platos.
McGonagall hizo un movimiento con su varita, y mágicamente, los platos flotaron hasta la pila y comenzaron a limpiarse solos.
-¿Después de comer qué haces, Harry?
-Suelo jugar con tío Sirius y tío Remus.
-Entonces, juguemos nosotros también. -McGonagall se puso de pie, al igual que Harry y tomó su mano. -¿Y tú qué, Severus?
-¿Hum?
-¿Que qué vas a hacer?
-Yo me quedaré en el salón, leyendo.
-De eso nada. Tú te vienes con nosotros.
-¿QUÉ? -A Snape se le agrió el rostro.
-Lo que oyes. Vamos.
-Me niego rotundamente.
-Venga con nosotros, señor Snape.
Snape enmudeció y se quedó perplejo. McGonagall sonrió ante la escena. El pequeño Harry tiraba de la manga de la túnica de Snape y le invitaba a jugar con él y con la profesora McGonall.
-No te resistas, Severus -bromeó McGonagall.
Snape lanzó un pequeño gruñido y se puso de pie.
-Está bien, Potter.
-¡Qué bien! -Y el pequeño salió corriendo de la cocina.
-Borre esa sonrisa, Minerva.
-Es que me parece increíble que tengas tu corazoncito.
-¡Cállese! Y ni una palabra a nadie.
-Por supuesto...
-¿Por qué no suenas del todo creíble?
-¿Piensas atacarnos con eso, Dursley?
-¡Quietos! ¡No hagáis daño a mi familia!
-¿QUÉ? ¿QUE NO HAGAMOS DAÑO A TU FAMILIA? -bramó Sirius fuera de sí.
-Sirius, es mejor que te controles.
-¡No pienso controlarme! ¡TÚ! ¡VERNON DURSLEY! -Sirius se acercaba a Vernon, lentamente, mientras que él retrocedía. -¡TÚ ME PIDES QUE NO HAGA DAÑO A TU FAMILIA PERO TÚ HICISTE DAÑO A MI NIÑO! ¿CREES QUE ES JUSTO LO QUE ME PIDES? ¿EH? ¿LO CREES?
-Fuera de mi casa -dijo entrecortadamente Vernon.
-Nos iremos cuando tú aprendas la lección.
Sirius apuntó con su varita a la escopeta de Vernon y ésta explotó. Vernon salió corriendo del salón y subió las escaleras hacia el piso de arriba.
-¿Asi que quiere jugar? -Sirius desapareció del salón, y Remus se quedó a solas. Corrió fuera del salón e iba a seguir a Sirius cuando escuchó unos gritos que venían de la cocina y fue a ver. Petunia estaba empuñando lo que le quedaba de la escoba, y Dudley intentaba esconderse detrás de su madre.
-¡Largo! -gritó Petunia, dando un par de pasos hacia atrás.
-Creo que le enseñaré la lección a usted. Tranquila, pondré a su hijo en un lugar seguro. ¿Qué tal... en la alacena?
Remus apuntó a Dudley, quien comenzó a flotar, entre gritos y pataleos, fue hasta la alacena y se quedó encerrado dentro, golpeando la puerta con los puños.
-Harry durmió muchos años en ella. No sé porqué tu hijo se pone así por un simple cuarto pequeño y lleno de polvo -susurró Remus.
Petunia, aterrada, nerviosa y furiosa, se lanzó a golpear a Remus, pero Remus la esquivó y apuntó a su cara.
-Hipo transformun.
La cara de tía Petunia comenzó a deformarse y bultos empezaron a aparecer por ella. Su boca comenzó a alargarse, y su piel se tornaba de un color marrón oscuro. Su cara se había convertido en una cabeza de caballo. Intentó lanzar varios gritos de auxilio, pero lo único que hacía era el sonido de un caballo asustado.
Mientras tanto, Vernon se encerró en su dormitorio e intentó llamar por teléfono, pero no daba señal.
-Yo si fuera tú, desistiría.
Vernon se giró, horrorizado, y se encontró cara a cara con Sirius, quien lo fulminaba con la mirada.
-¡Argh! -gritó Vernon cayendo de espaldas.
-Creo que ya es la hora de tu castigo.
Sirius levantó su varita hacia Vernon, quien empezó a engordar cada vez más, como si fuese una masa gelatinosa de color carne. La camisa y los pantalones se rompieron, al igual que el suelo, cayendo hacia el piso de abajo.
-Je, demasiado para la pobre casa.
Sirius se lanzó por el agujero, y cayó en la cocina, la cual ahora estaba destrozada.
-¡Padfoot, avisa! ¡Casi me aplasta!
Remus estaba en una esquina de la cocina, pegado a la pared y lleno de polvo que había levantado Vernon con su caída.
-Perdona, Moony.
-¿Crees que han aprendido bien la lección?
-Hum -Sirius meditó unos segundos. -Creo que sí.
-Entonces devolvámoslos a la normalidad.
-Hola, Severus, ¿qué tal todo? -preguntó Remus amablemente. Snape bajaba las escaleras decidido a marcharse.
-Supongo que bien -gruñó Snape.
-Muchas gracias por todo. Sirius, dale las gracias también.
-¡Bah! -Sirius siguió su camino escaleras arriba.
Entró en el cuarto de Harry, el cual estaba a oscuras a excepción de una pequeña lámpara en una mesita de noche. McGonagall estaba sentada en una silla al lado de la cama, con un libro entre las manos. El pequeño Harry estaba dormido.
-Buenas noches, profesora, ¿hace mucho que se durmió? -susurró Sirius.
-Buenas noches, Black. Acaba de dormirse. -La profesora McGonagall se puso de pie.
-¿Y cómo se ha portado?
-Muy bien. Es un niño muy bueno.
-Muchas gracias por cuidarle.
-No importa, Black. Ha sido un placer. Creo que es mejor que me marche.
-Adiós, profesora.
-Adiós, Black. -La profesora McGonagall salió del cuarto, cerrando la puerta tras ella.
Sirius se sentó en la silla en la que había estado McGonagall. Sirius alargó una mano hasta el pelo de su ahijado, y le quitó unos cuantos mechones del rostro.
-Puedes dormir tranquilo, mi niño, yo te protegeré y te cuidaré.
Continuará...
Reviews:
Cygni: necesita que ellos dos ya se conocieran para un futuro fic ^_~ Y puse la madre de Hermione asi para darle gracia al asunto XD Muchas gracias por tu review.
Sorasaku-yolei*Hermi: ays sis, aunque tú lo creas no hay slash, por favor XD Y ¿has dicho eso de que no esperabas que fuese Hermione de coña, eh? XD Gracias por tu review, cielito.
Tania Chang: ._. Muchas gracias por tu review. Me alegro de que te guste este fic ;_;
Por cierto, la idea de este fic fue de bunny1986 Muchas gracias por la idea ;_;
Espero vuestras sugerencias para próximos capítulos ^^
Disclaimer: de rowling... como siempre... -_- Pero la señora Smith es una invención mia o
*^*^*^*
Capítulo 10º: Visita
El pequeño Harry jugaba solo en su cuarto. Tío Remus había salido a comprar a un tal Callejón Diagon, y tío Sirius estaba ocupado preparando una poción para tío Remus. Harry se quedó jugando con su peluche en su habitación. Harry jugaba a lanzar una pelota a la pared y recogerla.
-Mire, señor Padfoot, no se me cae -dijo Harry feliz a su peluche mientras recogía la pelota otra vez. -Vamos a intentarlo más lejos.
Harry se alejó un poco de la pared, lanzó con fuerza la pelota, pero por desgracia, dio con la puerta de cristal que daba al balcón, rompiendo unas cuantas vidrieras. El rostro de Harry palideció rápidamente y sus ojos perdieron su brillo infantil. Después de mirar durante unos segundos los cristales en el suelo, salió corriendo de su habitación.
Mientras tanto, en otra habitación, Sirius removía una poción con un cucharón y miraba un libro que había en una mesa cercana.
-Bien, solo falta que Moony traiga el ingrediente que falta y estará listo.
En ese momento, alguien llamó a la puerta y Remus entró por ella.
-Ya estoy aquí. Toma, lo que faltaba. Muchas gracias, Padfoot. A mí nunca se me dio bien preparar pociones.
-No hay de qué, viejo amigo. Aunque me sorprende que el inteligente Moony no sea bueno en algo.
-No todos somos tan asombrosos como el gran Sirius Black -gruñó Remus cruzándose de brazos.
-Lo sé, Moony -dijo Sirius echándose el pelo hacia atrás. -Yo soy la perfección en persona.
-La perfección no sé, pero la vanidad seguro que no. En fin -resopló Remus -creo que me voy a ir con Harry. Te dejo a solas con la poción.
-¡No vale, Moony! Encima de que la poción es para ti. Yo también quiero jugar con Harry.
-Se siente -canturreó el lupino.
Remus salió del cuarto de Pociones y se dirigió al cuarto de Harry. Se sorprendió al ver que el pequeño no estaba allí, y se sorprendió aún más al ver los cristales rotos.
-¡Sirius! -gritó Remus.
Sirius apareció por la puerta muy asustado.
-¿Qué ocurre? ¿Por qué gritas?
-¿Dónde está Harry?
-¿No está aquí? -preguntó Sirius desconcertado.
-No.
Sirius y Remus buscaron por toda la habitación al pequeño Harry.
-Es muy raro, se ha dejado su peluche.
-Mira, Sirius, el cristal está roto.
Los dos se acercaron al cristal.
-Alguien lo ha roto.
-¿Crees que alguien lo ha roto y ha entrado?
-Debería ser pequeño.
Ambos se miraron y sus caras palidecieron.
-Él no puede ser...
-No creo, ¿no? -dijo Remus entrecortadamente.
Sirius se llevó las manos a la cabeza y caminó de un lado a otro de la habitación.
-No, no, no... -repetía una y otra vez.
-Tranquilicémonos. Debemos buscar ayuda y pensar por donde empezamos a buscar.
-¡Cuándo hagamos todo eso a saber qué le habrá pasado a Harry!
Remus comenzó a mirar por toda la habitación, buscando alguna pista sobre Harry. Miró a los restos de cristales en el suelo, y se dio cuenta de que una pelota estaba también allí.
-La pelota...
-¿Qué pelota?
-Esa pelota... -Remus tomó el balón.
-¿Y qué le pasa a la pelota?
-Estaba al lado de los cristales rotos.
-¿Y?
-Padfoot, une los cabos. Creo que Harry rompió los cristales y luego se escondió.
-¿Tú crees?
-Sí. -Remus comenzó a olfatear.
-¿Qué haces ahora?
-La luna llena está cerca, asi que mis sentidos del olfato y del oído están más desarrollados que nunca.
Remus anduvo por la habitación siguiendo el rastro de Harry, y salió del cuarto al notar que su rastro era más fuerte afuera. Remus siguió olfateando a Harry por toda la guarida, seguido muy de cerca por Sirius.
-Espera -dijo de repente Remus al pasar una puerta y retroceder hasta ella. -Aquí.
-¿Ahí está Harry?
-Yo diría que sí.
Sirius y Remus abrieron la puerta. Era un cuarto de invitados, amueblado con una cama, un armario, una cómoda y un escritorio. La habitación estaba totalmente a oscuras. Sirius prendió la luz con un movimiento de su varita.
-¿Harry? ¿Estás aquí?
No hubo ninguna respuesta.
-¿Estás seguro de que está aquí?
-Sí, lo huelo con claridad.
-Harry, soy tío Sirius. Tranquilo.
-Calla, ¿no lo oyes?
Sirius escuchó atentamente. En medio de silencio se escuchaban unos pequeños sollozos.
-¿Viene de debajo de la cama?
Remus asintió. Sirius se agachó y miró debajo de la cama. Allí, encogido boca abajo, y con las manos en la cabeza, estaba Harry llorando.
-¿Harry, qué haces aquí?
El pequeño miró a Sirius con los ojos llenos de lágrimas.
-Venga, Harry. Sal de ahí.
-He jugado a la pelota -dijo Harry lentamente y entre sollozos.
-Muy bien. Me alegro, Harry. Ahora sal de ahí, anda -le dijo Sirius, que empezaba a preocuparse.
-Y he roto los cristales de la puerta.
-No pasa nada. Eso se arregla con magia y listo -Sirius le tendió la mano a su ahijado. Harry se alejó un poco de él. -Vamos, Harry.
-¿No estás enfadado?
-¿Y por qué he de estarlo?
-Porque he roto el cristal.
-No tiene importancia, mi niño. -Sirius estaba empezando a impacientarse y a preocuparse cada vez más.
-¿No me vas a...?
-¿El qué?
-¿A reñirme... o a... pegarme?
Sirius sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Y un nudo se formó en su garganta.
-Por supuesto que no. Yo nunca te pegaría, Harry.
Harry asintió levemente y salió de debajo de la cama. Sirius le tomó en brazos y se lo llevó al cuarto del pequeño. Remus intentaba asumir lo que acababa de escuchar, y sacar una conclusión diferente a las que las palabras de Harry siempre lo llevaban por pensar.
-¿Tal vez ellos...? -susurró mientras se ponía una mano en la boca. Salió del cuarto de invitados con la intención de ir con Harry y Sirius.
Sirius se sentó en la cama de Harry, y lo meció mientras le acariciaba el pelo y le tarareaba una canción. Remus miraba la escena bastante inquieto.
-Sirius...
-Remus, mándale una lechuza a Shinsen, que venga inmediatamente.
La mirada decidida y penetrante de Sirius hizo que Remus no se lo pensase dos veces y salió de la habitación con paso decidido.
Horas después la señora Smith se presentó en La Guarida.
-¿Qué ocurre? ¿Qué es eso tan urgente? -preguntó mientras entraba en la mansión. -Estaba a punto de irme a mi casa. Había acabado mi jornada en el Ministerio.
-Harry se ha comportado de una forma muy extraña. Y yo me temo lo peor...
-¿De una forma muy extraña? -La señora Smith empezó a inquietarse.
Se sentaron en un sofá del salón, Remus le sirvió una taza de té, y esperaron a que viniese Sirius, que no tardó en aparecer. Su rostro estaba apagado y en su mirada se podía percibir que estaba furioso.
-Sirius, ¿y Harry?
-Tranquilo Moony, está durmiendo.
-¿Qué ha ocurrido? -preguntó la señora Smith.
-Creo que olvidaste contarnos unos cuantos detalles, Shinsen -gruñó Sirius sentándose delante de ella.
-¿Ah, sí? -añadió ella nerviosa.
-Sí. -Sirius se inclinó hacia ella, mirándola fijamente a los ojos. -Dime, ¿pegaron alguna vez los Dursley a Harry?
A la señora Smith casi se le cae su taza de té. Remus tembló levemente mientras que su rostro palideció. Lo que él temía también lo creía su amigo, y eso lo inquietaba.
-¿Es eso cierto, Shinsen? -dijo Remus entrecortadamente.
-Bueno -la señora Smith comenzó a jugar con sus manos muy nerviosa. -Puede que ocultase algunos detalles.
-¿Qué detalles? -gruñó Remus mirando a Shinsen, furioso.
-¡Contesta!
-Está bien... está bien... a ver... ¿Cómo lo diría? Harry, el pequeño -Remus y Sirius la escuchaban atentamente- dormía en una... en una... alacena...
-¿QUÉ? -gritaron ambos merodeadores a la vez.
-¿EN UNA ALACENA? ¿EN UNA ASQUEROSA ALACENA? -bramó Sirius.
-Hay más -susurró la señora Smith que no se atrevía a seguir. -A veces lo dejaban sin comer... le daban la ropa vieja de Dudley... no le regalaron nada durante todo el tiempo que vivió con ellos... y... bueno... le pegaron algunas veces...
-¡Argh! -gritó Sirius y golpeó la mesita central con ambos puños. Remus andaba de un lado a otro muy confuso y a la vez enojado.
-Lo siento -añadió la señora Smith sin saber qué decir.
-¿Por qué no nos dijiste nada? -gruñó Sirius.
-El profesor Dumbledore me ordenó que no dijese nada.
-¿Y por qué? -preguntó Remus.
-¡Por esta misma razón! Es mejor olvidarlo y seguir adelante.
-¡No es tan fácil olvidar esas cosas! -bramó Sirius. -¡Dime, ¿cómo le explicas eso a mi niño?! ¡¿Cómo le dices que tiene que olvidar todo eso?! ¿Eh? ¡Es solo un niño! ¡Maldita sea! -Sirius volcó la mesa de una patada.
-Tío Sirius... -dijo una débil voz desde la puerta del salón.
Harry estaba allí de pie, vestido con un pijama rojo pálido.
-Harry, ¿qué haces ahí? -preguntó Sirius mientras se acercaba a él rápidamente.
-Un fuerte ruido me despertó y ya no pude volver a dormirme -respondió mientras se frotaba un ojo con una mano.
-Vamos otra vez a la cama. -Sirius lo cogió en brazos. -Shinsen -se giró antes de irse- gracias por haber venido. Remus, mándale una carta a Dumbledore. Creo que sabrás lo que tienes que decirle. -Remus asintió levemente. -Hasta luego.
Sirius se marchó escaleras arriba, hacia el cuarto de su ahijado.
Al día siguiente todo volvió a la normalidad en La Guarida. En su mayor parte, porque Sirius y Remus no podían olvidar lo que descubrieron el día anterior. Sirius jugaba con Harry en una alfombra en el salón, cuando una lechuza golpeó la ventana con el pico.
-¡Una lechuza! -exclamó Harry entusiasmado.
Sirius se levantó y abrió la ventana. La lechuza voló hasta posarse en la mesa. En cuanto Sirius le quitó el sobre que llevaba atado en la pata, el ave se marchó volando por donde había venido. Sirius desgarró el sobre, y sacó el pergamino de su interior, y lo leyó atentamente.
Sirius bufó: -Como siempre. Dumbledore y su palabrería. -Sirius apretó el sobre que tenía en su mano.
-¿Ha llegado una lechuza? -preguntó Remus asomando la cabeza por la puerta de la cocina.
-Sí, de Dumbledore.
-Déjame leer. -Sirius le pasó la carta y la leyó rápidamente. -Dumbledore...
-¿Quién ha escrito? -preguntó Harry tirando del pantalón de su padrino.
-Del profesor Dumbledore.
-¿Del hombre de la larga barba blanca?
-Sí, él mismo -rió Remus.
-Moony, creo que acabo de tener una estupenda idea -dijo Sirius mientras se rascaba la barbilla. En sus ojos había un brillo especial.
-Harry, ve a la cocina. Dentro de poco vamos a comer.
Harry se marchó, y Remus y Sirius se quedaron a solas.
-¿Qué se te ha ocurrido?
-Vamos a visitar a los Dursley.
-¿Qué? No podemos... Dumbledore no nos dejaría.
-¿Has leído bien la carta de Dumbledore?
Sirius le señaló unas líneas específicas: "Entiendo como os sentís. Comprendo si queréis desahogaros de alguna forma."
-Sabe que vamos a hacerlo.
-¿Y con quién dejamos a Harry? No podemos dejarlo solo.
-Dumbledore nos dice en la carta que si necesitamos ayuda que le avisemos. Eso haremos.
Sirius se fue a un escritorio que había en el salón, y escribió un par de frases en un pergamino.
-Voy a la lechuzería a mandar esta carta.
Remus suspiró y regresó a la cocina. Harry estaba sentado a la mesa esperando.
-Hola, Harry, ¿tienes hambre?
-Sí.
-Esperemos a Sirius y comenzaremos a comer, ¿vale?
-Vale.
Ese mismo día, a las 6 de la tarde, Remys y Sirius estaban preparando los preparativos para su visita de ese día. Harry estaba sentado en la cama de su padrino, viendo como él metía varios frascos con pociones que había preparado esa tarde, una cuerda dorada y fina, y con varios petardos de bromas.
-¿Adónde vas, tío Sirius?
-Moony y yo vamos a hacerle una visita a unas personas.
-¿Y yo?
-Tú te quedarás aquí mientras nosotros estamos fuera.
-¿Solo? -Harry empezó a preocuparse.
-Claro que no. -Sirius le revolvió el pelo. -Vendrá alguien a cuidarte.
-¿Quién?
-Pues... Alguien que mandará Dumbledore. -En ese momento sonaron las campanas del timbre de La Guarida.
-Voy yo -dijo Remus mientras bajaba las escaleras de caracol.
Abrió la puerta principal, y cual fue su sorpresa al ver a la profesora McGonagall y a Snape.
-Buenas tardes, Lupin -saludó McGonagall.
-Buena tardes. ¿Vosotros sois los que ha mandado el profesor Dumbledore?
-No creas que nos agrada, Lupin. Dumbledore nos obligó -gruñó Snape.
-Nos dijo que usted y Black tenían cosas que hacer. ¿De qué se trata?
-Vamos a hacerle una visita a los Dursley.
-¿Los Dursley? -preguntó Snape.
-Los Dursley era la familia que se ocupaba de Harry. Creo que la señora Dursley era la hermana de Lily Potter.
-Así es -corroboró Remus.
Los tres entraron en el salón a esperar.
-¿Y por qué la visita ahora?
-Hemos descubierto el trato que le daban a Harry.
-¿Cómo?
-Puede decirse que no le trataron muy bien.
-¿A qué te refieres, Lupin? -le preguntó McGonagall.
-Obligaban a Harry a dormir en una alacena, lo dejaban sin comer, no le daban nada que no fuese viejo y usado y -Remus tragó con dificultad- le pegaban.
McGonagall y Snape miraron a Remus sin poder creer lo que acababan de oír.
-¿Está seguro, Lupin?
-Sí.
-¡Cielo santo! -exclamó McGonagall. -¡Qué bestias!
-¿Y supongo que vuestra visita será una especie de castigo?
-Así es, Severus.
-Me lo temía -dijo Snape mientras ponía los ojos en blanco.
-¡Y a mí me parece una estupenda idea! Tenéis todo mi apoyo, Lupin.
-Gracias, profesora -dijo Remus que no se creía el comportamiento de su antigua jefa de casa. -Bueno, nosotros regresaremos entrada ya la noche. En la cocina está la cena -Remus señaló una puerta- solemos cenar a las 8, y acostamos a Harry a las 10 de la noche.
-Está bien.
-Me siento raro dándole órdenes a usted, profesora.
-Recuerde que ya no soy su profesora -le respondió McGonagall con una sonrisa cordial.
-Ah, sí... Por supuesto...
Sirius bajó las escaleras llevando de una mano a Harry, llevaba en el hombro la bolsa que había preparado anteriormente.
-¿Moony, quién...? preguntó Sirius cuando entraba al salón, pero se calló al instante al ver las visitas. -¿Profesora McGonagall? ¿Snape? ¿Qué hacen aquí?
-¡Profesora! -Harry se soltó de la mano de su padrino y corrió a saludar a McGonagall, quien le abrazó.
-Son lo que van a cuidar de Harry.
-¿Ellos? Perdón, profesora -se disculpó rápidamente Sirius- no tengo nada contra usted. ¿Pero él? -Sirius miró a Snape con desprecio.
A Snape le empezó a latir fuertemente una vena en la sien.
-Dumbledore nos dijo que viniéramos -añadió McGonagall.
-El abuelete chochea -gruñó Sirius.
-¡Black! ¡No hable así de Dumbledore!
-Chochea hace años -añadió Snape.
-¡Snape!
-Es mejor que nos vayamos ya -añadió Remus.
Todos salieron a la entrada de la casa. Sirius invocó a su moto, que apareció delante de él en pocos segundos.
-Harry -le dijo Remus- la profesora McGonagall y Severus se encargarán de ti hasta que volvamos, ¿vale?
-Vale. -Harry asintió.
-Bien. Antes de irme os daré algunas explicaciones más: Harry se baña con agua templada; no le dejen andar por la casa a solas, aún se pierde; si necesitan algo de comer hay una pequeña despensa en la cocina; Severus, te agradará saber que hay una biblioteca en la primera planta; y si tienen alguna urgencia o duda de algún tipo hay una pequeña lechuzería en el jardín de atrás.
-Lupin, recuerde que yo he cuidado de usted, de Black y de Potter cuando iban a Hogwarts.
-Cierto, y lo hizo muy bien, profesora.
-¡Ya está todo listo! -avisó Sirius. -Harry- extendió los brazos a su ahijado, quien corrió hasta él y lo abrazó- volveremos por la madrugada. Asi que no te preocupes, ¿vale? -El pequeño asintió. -Pórtate bien. Hasta pronto, -y le besó en la mejilla.
Sirius soltó a Harry, se montó en su moto y la puso en marcha.
-¡Vamos, Moony!
-¡Ya va! -Remus se giró a McGonagall y a Snape. -Odio ese trasto -gruñó por lo bajo. -Se acercó a Harry y lo abrazó. -Hasta luego, Harry.
-Hasta luego, tío Remus.
Remus se montó detrás de Sirius, sacó un pañuelo de su bolsillo y se lo colocó alrededor de los ojos.
-¿Se puede saber qué haces? -gruñó Sirius.
-Prefiero no ver las piruetas que harás cuando estemos en el aire.
Sirius puso los ojos en blanco mientras que la moto comenzó a elevarse.
-Hasta luego.
-Adiós.
-Adiós a los dos.
-¡Hasta pronto! -se despidió Harry agitando los dos brazos.
La moto se alejó hasta perderse en la oscuridad.
-Harry -lo llamó McGonagall. El pequeño se giró hacia ella -vamos adentro. Aquí hace frío.
Harry asintió y entraron a la casa.
-Aún quedan dos horas para la cena. -¿Quieres hacer algo mientras tanto, Harry?
-Mmm -el pequeño pensó por unos instantes.
-Aún tengo que hacer unas cuentas para la escuela.
-¿Vas a la escuela?
-Sí, una muggle. Está en la ciudad de aquí al lado.
-Está bien, subamos a hacer las cuentas. -McGonagall tomó una manita de Harry.
-Yo iré a la biblioteca -gruñó Snape.
Ya en la planta de arriba.
-¿Cuál es tu cuarto, Harry?
-Ese de ahí -Harry señaló una puerta cercana.
-¿Y dónde queda la biblioteca, Potter?
-Por el pasillo de la izquierda. Pero tenga cuidado, puede perderse.
-Tendré cuidado, Potter -añadió Severus mientras caminaba por el pasillo que le había indicado Harry.
McGonagall y Harry entraron en el cuarto de éste.
-Tienes un cuarto muy bonito, Harry -le dijo McGonagall. El pequeño sonrió complacido. Harry llevó a la profesora McGonagall hasta su pequeño escritorio. Minerva cogió una silla y se sentó junto a Harry para ayudarle con sus deberes.
Sobre Surrey, una moto volaba en dirección hacia Privet Drive.
-¿Vas bien, Moony?
-¡No! ¿Cómo quieres que vaya bien si cada dos segundos estás dando vueltas de campana como un loco desquiciado? -gritó Remus.
-Me aludes, Moony.
-Maldito seas, Padfoot.
-Je je je je.
-¡No te rías! Sabes que le tengo pánico a las alturas.
-¿Ah, sí?
-¡Sí!
-Lo olvidé.
-Grrrr...
-¡Mira! Ya hemos llegado.
-¡No pienso mirar! Asi que ve bajando.
Sirius descendió en picado, dio un par de vueltas y aterrizó delante del nº4 de Privet Drive.
-¡Final de trayecto! Brujas y niños primero...
-Padfoot, estás loco -gruñó Remus bajando de la moto y quitándose el pañuelo. -Eres un temerario.
-Yeah.
-Y no tienes remedio. Aparca ese trasto y vamos a hacer lo que hemos decidido.
-¡A la orden, mi capitán!
Sirius apagó su moto y se reunió con su amigo, que miraba por una ventana de la casa, que daba al salón. En él estaban la tía Petunia que jugaba con su hijo, Dudley, si se le puede decir jugar a arrojar juguetes y a insultarla; tío Vernon estaba en el sofá leyendo el periódico. Había una mujer igualita a Vernon que parecía reír las trastadas de Dudley.
-¿Pero qué es esto?
-La estampa ideal de una familia perfecta -dijo Remus sarcástico.
-Y yo que pensaba que estaba mirando a un corral, con tanto caballo y cerdo suelto.
Remus soltó una risa ante el comentario de su amigo.
-Creo que debemos empezar, Padfoot. Es mejor que empecemos por poner una barrera alrededor de la casa. El Ministerio podría presentarse si detecta algún tipo de magia en un barrio muggle.
-Tienes razón.
Sirius levantó su varita sobre su cabeza, dijo un par de palabras y de su varita salió una pequeña burbuja que creció hasta cubrir la casa entera.
-Listo -dijo Sirius satisfecho.
-Y ahora cortemos la línea telefónica. De ese modo no alarmaran a sus guardias.
-¿Los policlas?
-Sí, creo que se llamaban así.
Cortaron los cables del teléfono y entraron en la casa dispuestos a hacer pagar a los Dursley todo...
-Y esta es la última -dijo McGonagall. Harry cerró su cuaderno.
-Muchas gracias.
-No hay de qué, Harry. Creo -la profesora McGonagall sacó un reloj de bolsillo y lo miró- que ya es la hora de cenar. ¿Tienes hambre?
-¡Sí!
-Pues vamos.
McGonagall tomó una manita de Harry y ambos salieron del cuarto.
-Tenemos que avisar a Severus -dijo McGonagall mirando a ambos lados del pasillo.
-No te preocupes por mí, Minerva.
McGonagall miró sobre su hombro, y vio como Snape se acercaba a ellos, estaba pálido y cansado, y traía un libro bajo el brazo.
-¿Qué te ha pasado?
-Me perdí -dijo Snape entrecortadamente.
-Pero mira qué gracioso es el pequeño Dudley. Mira con que ganas juega -dijo tía Marge.
-¿Pequeño? Esa cosa debe pesar lo mismo que yo.
-Chist. Calla, Padfoot.
Sirius y Remus estaban escondidos afuera del salón, escuchando atentamente.
-Dudley ha salido a mí -añadió tío Vernon muy orgulloso.
-Desde luego.
-Sobretodo en la gordura -susurró Sirius.
Tía Marge tomó un largo sorbo de té y se limpio la boca con el dorso de la mano.
-Y ahora que caigo, ¿dónde está esa molestia que vivía antes aquí?
No había dicho ningún nombre, pero Sirius y Remus sabían perfectamente que estaba hablando de Harry. Sirius sintió el odio que crecía dentro de él y aumentaba por momentos. Remus apretó su varita y siguió escuchando con atención.
-Logramos deshacernos de él -dijo tío Vernon que parecía no querer tocar el tema.
-¿Ah sí? Me alegro mucho. Ese niñato solo era una molestia. No sé porque tuvisteis que cargar con él. Y todo por culpa de tu desagradable hermana, Petunia, que se casó con ese desgraciado.
-¡Ahora sí, Remus! ¡Estos me la pagan! -gruñó Sirius.
-Espera, Padfoot.
Sirius ignoró la advertencia de Remus y entró en el salón. Los Dursley gritaron de sorpresa al ver a Sirius aparecer por la puerta.
-¡Aaaaaaaahhhhhhh! -gritó Petunia cogiendo a Dudley en brazos.
-¿Q... quién es usted? -preguntó Vernon poniéndose en pie.
-Yo -dijo Sirius lentamente y con odio. -Soy Sirius Black. El mejor amigo del que llamáis desgraciado y de la hermana de tu estúpida mujer. Y padrino del pequeño Harry.
La cara de Vernon y Petunia palideció, por su parte, Marge que no entendía nada, encaró a Sirius.
-¿Quién se cree usted para entrar en esta casa? ¡No tiene ningún derecho!
-¡Marge, cállate! -le dijo Petunia apretando los dientes.
-Hazle caso, espécimen de hipopótamo a dos patas.
-¿Cómo se atreve a llamarme así? -gritó Marge. Cogió su bolso e iba a golpear a Sirius cuando éste sacó un frasco de la bolsa que llevaba y lo lanzó dándole al bolso de tía Marge.
-Antes de golpearme debería revisar su bolso.
Marge se quedó confusa al oír las palabras de Sirius. Miró su bolso y lanzó un grito agudo. De él empezaron a salir montones de cucarachas que le recorrían el brazo.
-¡Marge! -gritó Petunia.
-¡Tú! -bramó Vernon señalando a Sirius. -Tú eres... tú eres... un... un... -tío Vernon no podía decirlo, la palabra no le salía de la boca.
-Sí, somos magos -terminó Remus entrando en el salón.
-¿Sorprendido, Dursley? -dijo Sirius sarcástico.
Vernon se colocó delante de su esposa y de su hijo. Marge intentaba librarse de las cucarachas que tenía en el brazo. Entonces, el bulldog de tía Marge apareció y comenzó a ladrar a los intrusos.
-¿Pero qué es esto? ¿Un perro? -dijo Sirius mirando al animal. -¡Vaya, birria! Moony, ¿les enseño a estos lo que es un perro?
-Adelante, Padfoot.
Sirius sonrió triunfal y se convirtió en un enorme perro negro. El bulldog de tía Marge calló al instante. Sirius enseñó sus enormes colmillos y gruñó. El perro salió corriendo del salón. Sirius torció la boca formando una singular sonrisa perruna, y se transformó en humano otra vez.
-Menudo perrito -añadió triunfal.
-¡Vosotros! -gruñó tía Marge cuando logró librarse de las cucarachas. Se lanzó sobre Remus y lo levantó sobre su cabeza.
-¡Madre mía! -exclamó Remus.
-¿Esto qué es? ¿Una vaca o un luchador de sumo?
Marge lanzó a Remus, cayendo sobre una pequeña mesa de té, rompiéndola.
-Moony, ¿estás bien?
-Más o menos -dijo Remus frotándose la espalda.
-¡Ahora verá!
-Espera, Padfoot. Yo me encargo de ella.
-¿Estás seguro?
-Sí, me las va a pagar.
-Toda tuya, Moony.
Remus se puso de pie y se colocó delante de tía Marge, la cual parecía un toro furioso.
-Ven aquí, vaquita.
Tía Marge lanzó un mugido y corrió hacia Remus, quien levantó su varita y dijo:
-"La femme transformun in hipopotamus".
Y con un chasquido y una luz blanca, Marge se transformó en un hipopótamo.
-Ja, ja, ja, ja. ¡Le va que ni pintado esa transformación! -rió Sirius.
-Así aprenderá -añadió Remus.
-Muy bien, Moony. Por cierto, ¿dónde están los demás? -preguntó Sirius, cuando le rompieron una escoba en la cabeza. -¡Auch! ¡Me ha roto una escoba en la cabeza!
Tía Petunia seguía golpeando a Sirius con lo que le quedaba de escoba.
-¡Maldita chiflada!
-¡Sirius!
-¡Todos quietos! -gritó Vernon, que apuntaba a Remus y a Sirius con una escopeta.
-Todo muy bueno -dijo McGonagall soltando el cuchillo y el tenedor. Harry seguía comiendo su último trozo de filete. Y Severus tomaba un vaso de agua.
-No estuvo mal -argulló Snape.
-¡Yo ya he terminado! -anunció Harry.
-Bien, y ahora hay que lavar los platos.
McGonagall hizo un movimiento con su varita, y mágicamente, los platos flotaron hasta la pila y comenzaron a limpiarse solos.
-¿Después de comer qué haces, Harry?
-Suelo jugar con tío Sirius y tío Remus.
-Entonces, juguemos nosotros también. -McGonagall se puso de pie, al igual que Harry y tomó su mano. -¿Y tú qué, Severus?
-¿Hum?
-¿Que qué vas a hacer?
-Yo me quedaré en el salón, leyendo.
-De eso nada. Tú te vienes con nosotros.
-¿QUÉ? -A Snape se le agrió el rostro.
-Lo que oyes. Vamos.
-Me niego rotundamente.
-Venga con nosotros, señor Snape.
Snape enmudeció y se quedó perplejo. McGonagall sonrió ante la escena. El pequeño Harry tiraba de la manga de la túnica de Snape y le invitaba a jugar con él y con la profesora McGonall.
-No te resistas, Severus -bromeó McGonagall.
Snape lanzó un pequeño gruñido y se puso de pie.
-Está bien, Potter.
-¡Qué bien! -Y el pequeño salió corriendo de la cocina.
-Borre esa sonrisa, Minerva.
-Es que me parece increíble que tengas tu corazoncito.
-¡Cállese! Y ni una palabra a nadie.
-Por supuesto...
-¿Por qué no suenas del todo creíble?
-¿Piensas atacarnos con eso, Dursley?
-¡Quietos! ¡No hagáis daño a mi familia!
-¿QUÉ? ¿QUE NO HAGAMOS DAÑO A TU FAMILIA? -bramó Sirius fuera de sí.
-Sirius, es mejor que te controles.
-¡No pienso controlarme! ¡TÚ! ¡VERNON DURSLEY! -Sirius se acercaba a Vernon, lentamente, mientras que él retrocedía. -¡TÚ ME PIDES QUE NO HAGA DAÑO A TU FAMILIA PERO TÚ HICISTE DAÑO A MI NIÑO! ¿CREES QUE ES JUSTO LO QUE ME PIDES? ¿EH? ¿LO CREES?
-Fuera de mi casa -dijo entrecortadamente Vernon.
-Nos iremos cuando tú aprendas la lección.
Sirius apuntó con su varita a la escopeta de Vernon y ésta explotó. Vernon salió corriendo del salón y subió las escaleras hacia el piso de arriba.
-¿Asi que quiere jugar? -Sirius desapareció del salón, y Remus se quedó a solas. Corrió fuera del salón e iba a seguir a Sirius cuando escuchó unos gritos que venían de la cocina y fue a ver. Petunia estaba empuñando lo que le quedaba de la escoba, y Dudley intentaba esconderse detrás de su madre.
-¡Largo! -gritó Petunia, dando un par de pasos hacia atrás.
-Creo que le enseñaré la lección a usted. Tranquila, pondré a su hijo en un lugar seguro. ¿Qué tal... en la alacena?
Remus apuntó a Dudley, quien comenzó a flotar, entre gritos y pataleos, fue hasta la alacena y se quedó encerrado dentro, golpeando la puerta con los puños.
-Harry durmió muchos años en ella. No sé porqué tu hijo se pone así por un simple cuarto pequeño y lleno de polvo -susurró Remus.
Petunia, aterrada, nerviosa y furiosa, se lanzó a golpear a Remus, pero Remus la esquivó y apuntó a su cara.
-Hipo transformun.
La cara de tía Petunia comenzó a deformarse y bultos empezaron a aparecer por ella. Su boca comenzó a alargarse, y su piel se tornaba de un color marrón oscuro. Su cara se había convertido en una cabeza de caballo. Intentó lanzar varios gritos de auxilio, pero lo único que hacía era el sonido de un caballo asustado.
Mientras tanto, Vernon se encerró en su dormitorio e intentó llamar por teléfono, pero no daba señal.
-Yo si fuera tú, desistiría.
Vernon se giró, horrorizado, y se encontró cara a cara con Sirius, quien lo fulminaba con la mirada.
-¡Argh! -gritó Vernon cayendo de espaldas.
-Creo que ya es la hora de tu castigo.
Sirius levantó su varita hacia Vernon, quien empezó a engordar cada vez más, como si fuese una masa gelatinosa de color carne. La camisa y los pantalones se rompieron, al igual que el suelo, cayendo hacia el piso de abajo.
-Je, demasiado para la pobre casa.
Sirius se lanzó por el agujero, y cayó en la cocina, la cual ahora estaba destrozada.
-¡Padfoot, avisa! ¡Casi me aplasta!
Remus estaba en una esquina de la cocina, pegado a la pared y lleno de polvo que había levantado Vernon con su caída.
-Perdona, Moony.
-¿Crees que han aprendido bien la lección?
-Hum -Sirius meditó unos segundos. -Creo que sí.
-Entonces devolvámoslos a la normalidad.
-Hola, Severus, ¿qué tal todo? -preguntó Remus amablemente. Snape bajaba las escaleras decidido a marcharse.
-Supongo que bien -gruñó Snape.
-Muchas gracias por todo. Sirius, dale las gracias también.
-¡Bah! -Sirius siguió su camino escaleras arriba.
Entró en el cuarto de Harry, el cual estaba a oscuras a excepción de una pequeña lámpara en una mesita de noche. McGonagall estaba sentada en una silla al lado de la cama, con un libro entre las manos. El pequeño Harry estaba dormido.
-Buenas noches, profesora, ¿hace mucho que se durmió? -susurró Sirius.
-Buenas noches, Black. Acaba de dormirse. -La profesora McGonagall se puso de pie.
-¿Y cómo se ha portado?
-Muy bien. Es un niño muy bueno.
-Muchas gracias por cuidarle.
-No importa, Black. Ha sido un placer. Creo que es mejor que me marche.
-Adiós, profesora.
-Adiós, Black. -La profesora McGonagall salió del cuarto, cerrando la puerta tras ella.
Sirius se sentó en la silla en la que había estado McGonagall. Sirius alargó una mano hasta el pelo de su ahijado, y le quitó unos cuantos mechones del rostro.
-Puedes dormir tranquilo, mi niño, yo te protegeré y te cuidaré.
Continuará...
