Hola de nuevo. Perdonen la tardanza en subir el capítulo 11, pero es que he estado ocupada con los estudios, y he tenido que escribir en mis ratos libres. En fin... Pero al fin tengo el capítulo 11. ^_^ Espero que lo disfruten.

Cygni: Sí, todo el mundo odia a los Dursley ¬_¬ Asquerosos... Muchas gracias por tu review ^^

Gochi Sakurazukamori: me alegro de que te guste el fic. ^^ Muchas gracias.

Disclaimer: como siempre... de Rowling...

*^*^*^*^*^*

Capítulo 11º: El regreso de Aquel

Remus leía tranquilamente en el salón de la mansión. Desde el incidente en casa de los Dursley todo había sido tranquilo en "La Guarida". Los días transcurrían con calma, y Harry olvidaba los malos momentos que había pasado y era feliz viviendo con Sirius y Remus.

Remus pasó una hoja del libro que estaba leyendo cuando Harry entró en el salón mirando a todos lados. Remus dejó de lado su lectura y prestó atención al pequeño.

-Hola Harry -le saludó con una cálida sonrisa.

-Hola tío Remus.

-¿Estás jugando?

-Sí -afirmó con la cabeza, -con tío Sirius. Estamos jugando al escondite, ahora es mi turno.

-Pues mucha suerte. Espero que lo encuentres.

Harry buscó bajo las mesas, detrás de las cortinas y en cualquier lugar en el que una persona adulta pueda ocultarse. Iba a darse por vencido y a ir a otra habitación cuando unos ruidos procedentes de un gran armario le llamaron la atención. Harry se acercó con cautela, puso una de sus pequeñas manos en el pomo y tiró de él. Sirius, transformado en perro, salió de un salto de dentro del armario, tirando a Harry de espaldas al suelo.

-¡Cuidado! -gritó Remus. Dejó a un lado el libro y corrió a atender a Harry, pero Sirius, de nuevo en su forma original, se le había adelantado, y había tomado a Harry en brazos.

-¿Te encuentras bien? -le preguntó Sirius bastante preocupado. Harry se frotaba la cabeza con las dos manos.

-Sí. Pero me duele un poquito la cabeza.

Sirius frotó con suavidad la zona de la cabeza donde Harry se había golpeado.

-¿Te duele mucho?

-Ya no.

-Así me gusta. Que se note que eres un niño fuerte.

Harry sonrió a su padrino. Remus lanzó un pequeño suspiro. Tenía que reconocer que Harry era un niño muy valiente, no lloraba ni flaqueaba por unas simples caídas. Harry cada día era más vivaz.

-Ahora que te he encontrado, te toca buscarme a mí, tío Sirius.

-Jo, bueno -Sirius puso cara de cachorro resentido. -Cuento hasta 30, ¿vale?

-Vale. -Harry salió corriendo del salón, en busca de un escondite, y Sirius contó hasta 30 con los ojos cerrados.

-28... 29... 30... ¡Allá voy, Harry! -gritó Sirius, para luego salir a buscar a su ahijado. Remus por su parte, volvió a la lectura de su libro.

Los días pasaron en "La Guarida", hasta que llegó la primavera, y con ella, empezó a derretirse la nieve y aparecieron las primeras flores. La enorme extensión de los terrenos de la mansión dejaron atrás el manto blanco y pasó a un vivo color verde, lleno de distintas tonalidades de colores.

Un día de abril, Harry se preparaba para un día de escuela, y Sirius elegía su ropa del enorme ropero.

-Creo que este conjunto te irá bien -dijo Sirius cogiendo un mono vaquero y una blusa azul marino, con dos franjas blancas en cada manga. -¿Qué te parece?

-A mí todo me parece igual -añadió el pequeño.

-¡Ays, Harry! Creo que voy a tener que enseñarte algo de moda. La ropa es algo esencial en cada uno. -Harry frunció el entrecejo y movió levemente su cabeza a la derecha. -En fin -suspiró Sirius, -vamos a vestirte y a desayunar.

Remus preparaba el desayuno en ese momento. Estaba muy pálido y tenía ojeras bajo los ojos, pero a causa de que esa noche era luna llena. Colocó en la mesa una jarra de zumo de calabaza cuando la puerta de la cocina se abrió y Sirius y Harry entraron por ella.

-¡Bueno días, tío Remus! -le saludó Harry abrazándolo.

-Buenos días, Harry. Vamos, el desayuno casi está listo.

-Vale.

-Buenas, Moony -dijo Sirius sentándose a la mesa.

-Buenos días a ti también, Padfoot.

-¿Qué hay hoy de desayunar? -preguntó Harry.

-Pues algo que te gusta mucho: tortitas.

-¡Qué bien!

Desayunaron tranquilamente, y cuando hubieron acabado, Remus fue a despedir a Harry y a Sirius que iban en motocicleta a la escuela. Cuando por fin se marcharon, Remus volvió a la cocina para limpiar los platos. Al cuarto de hora, las campanas de "La Guarida" sonaron.

-¿Qué extraño? -murmuró Remus. -Tal vez se han olvidado algo.

Al poco tiempo, llamaron a la puerta y Remus fue a abrir.

-Hola de nuevo -dijo Remus. -¿Qué se os ha olv...? -Remus enmudeció al ver que no se trataba de Sirius ni de Harry.

Quienes acababan de llegar era un hombre de piel morena, alto y robusto, con una argolla en la oreja. Vestía una blusa y un pantalón bajo una túnica corta, una capa, botas y guantes, todo con distintas tonalidades de gris. A su lado, había una chica bajita, de pelo rosado y de punta, y vestía ropas idénticas a la del hombre, pero las de ella eran de color lila.

-¿Qué hacéis aquí?

Sirius aterrizó suavemente a las afueras de Mongrelville y se adentraron en ella por carretera.

-Hoy vamos a hacer tazas de barro en la escuela -dijo Harry, quien estaba sentado detrás de Sirius y agarrado a su cintura.

-¿De verdad? Qué divertido, Harry.

-Sí, voy a hacer dos y os la llevaré a ti y a tío Remus.

Sirius esbozó una cálida sonrisa.

-Seguro que me va a encantar.

Se detuvieron a la puerta del colegio, donde había muchos niños y padres despidiéndose de sus hijos. Sirius aparcó la moto, bajó de ella y luego cogió a Harry en brazos.

-Bueno, Harry -Sirius dejó al pequeño en el suelo. -Nos vemos por la tarde. Hasta pronto. -Sirius lo besó en la frente.

-Adiós, tío Sirius. Ahora despídete del Señor Padfoot -le dijo Harry, enseñándole el peluche.

-Hasta luego, Señor Padfoot -dijo Sirius tomando una pata del peluche.

Harry sonrió a su padrino, lo besó en la mejilla y entró corriendo en la escuela.

Sirius se quedó mirando por donde se había ido Harry, cuando al final esbozó una leve sonrisa, se montó en su moto y se marchó.

Harry entró en su clase, saludando a todo el mundo. Iba a ir a su sitio cuando Hermione saltó hacia él.

-¡Buenos días, Harry!

-¡Buenos días, Hermione!

-¿Qué tal estás?

-Muy bien, ¿y tú?

-Bien también. ¿Sabes que han montado un circo en la ciudad? A mí me encanta el circo. ¿Te apetecería ir?

-Pues no sé... Nunca he ido a uno.

-¡Es muy divertido! Puedes decirle a tu padrino que te lleve.

-Vale -asintió Harry, -se lo preguntaré. Y podemos ir juntos.

-Sí.

Sirius aparcó su moto en el garaje y por una puerta trasera entró en la mansión. Anduvo pensativo por los pasillos, mirando un medallón que le colgaba del cuello. Entró en el salón y un grito chirriante le hizo volver a la realidad.

-¿Pero qué demo...? -exclamó Sirius.

-¡Hola primito!

-¿Eh? ¿Tonks? -masculló Sirius, refiriéndose a la chica del pelo rosado y de punta.

-¡Así es primito! -Tonks se lanzó a sus brazos.

-¿Qué haces aquí?

-Estamos en una misión especial -añadió Tonks, separándose de su primo y muy orgullosa.

-¿Estáis?

-Sí, Kingsley Shacklebolt y yo.

Sirius miró a los sillones del salón, donde estaban sentados Remus y el hombre que había venido acompañando a Tonks, ambos saludaban a Sirius con la mano.

-¡Caray! Cuanto tiempo, Kingsley -le saludó Sirius, acercándose a él y ofreciéndole la mano. Shacklebolt se puso de pie y estrechó la mano de Sirius.

-Lo mismo te digo, viejo amigo.

-¿Qué os trae por aquí?

-Hemos venido por trabajo, Sirius -dijo Shacklebolt, que de repente se había puesto serio.

-¿Qué?

-Verás -empezó a decir mientras que él, Sirius y Tonks se sentaban. -Vamos siguiendo la pista de "él", y nuestras pistas nos han traído hasta esta zona.

-De... "él" -las palabras salieron con dificultad de la boca de Sirius.

Era la hora del descanso en la escuela de Mongrelville, todos los niños se encontraban en el patio y en los jardines jugando. Harry y Hermione estaban sentados en el césped, pintando.

-Mira -le dijo Hermione a Harry, enseñándole su cuaderno. -Es un gatito.

-Qué bonito, Hermione.

-¿Y tú qué estás dibujando? -Hermione se acercó a ver el dibujo de Harry.

-A Snuffles.

-Ah, ¿el perro de Sirius?

-Sí.

En ese momento el timbre sonó, dando por terminado el recreo.

-Vamos a recoger esto -dijo Hermione, refiriéndose a los colores. Iba a coger la caja cuando ésta saltó muy lejos, como si fuese arrojada por alguien invisible.

-¿Eh?

-¿Qué ha sido eso?

-No lo sé.

-Yo voy a recogerlos. Tú coge los dibujos y ve a clase, Hermione. Ahora te alcanzo.

La niña asintió e hizo lo que le había dicho Harry. Mientras que él, empezó a recoger los colores, cuando iba a coger la caja, ésta comenzó a moverse hacia él. Asustado, Harry, dejó caer los colores, cogió su peluche y se ocultó tras un árbol. Asomó un poco su cabeza, y vio a la caja acercarse hasta él, hasta quedarse a escasos centímetros. Harry, armándose de valor, le dio una patada, volcándola, y descubriendo a una rata gorda. Harry soltó un leve suspiro.

-Hola, pequeñita -dijo y se acercó a ella. Iba a tocarla, cuando una luz brillante lo deslumbró, escuchó un chasquido, una voz aguda decir "Desmaius" y cayó al suelo, inconsciente.

Sirius corría todo lo que le permitían sus piernas. Se apareció en Mongrelville, cerca de la escuela, después de haber escuchado la información de Shacklebolt, y sólo pensó en una cosa: Harry. Tenía un presentimiento. Un terrible y agudo presentimiento, que le decía que algo no iba bien. Remus, Tonks y Shacklebolt seguían a Sirius lo más rápido que podían. Se inquietaron cuando al llegar a la escuela y vieron a los aurores muggles en la puerta de ésta, conocidos como policías. Iban a entrar, cuando varios policías les cortaron el paso.

-¿Quiénes son?

-¡Déjenme en paz! ¡Vengo a por mi ahijado! -bramó Sirius fuera de sí, intentando librarse de un par de policías.

-¿Cómo se llama su ahijado?

-¡Harry! ¡Se llama Harry Potter!

-¿Entonces usted es el tutor del niño que ha desaparecido? -preguntó un policía.

En ese momento, el corazón de Siris se detuvo, y sintió que el mundo se caía a sus pies.

Harry despertó envuelto en una manta andrajosa, acostado en el suelo de una cueva. Había encendido una pequeña hoguera. Miró por toda la cueva, y vio a su lado su peluche, lo abrazó con fuerza y comenzó a sollozar.

-No llores, pequeño -dijo una voz aguda desde lo más profundo de la cueva. Harry dio un respingo. Acercándose a él, desde la oscuridad, un hombre, bajo y gordo. Con el pelo castaño. Sus ojos y su nariz eran muy parecidos a los de una rata.

-¿Quién es usted? -preguntó Harry asustado.

-No tienes que tenerme miedo, Harry. Soy yo, tío Peter.

Continuará...