Disclaimer: (los anteriores se me olvidaron XD) todo de J.K.Rowling y de la Warner.
Paula Moonlight: ¿Cómo crees que acabará? O.o mmmm... me haces muchas preguntas que no puedo responderte aún XD ya se verá más adelante... Muchas gracias.
Jessy tonks: todo el mundo pendiente de la vista UoU aquí se revela X3 Muchas gracias.
the angel of the dreams: ays, no soy mala, solo me gusta complicar las cosas, nada más XD Y bueno, Harry feliz... uuuuuuh??? ·· Visitaré tus fics X3 Muchas Gracias.
Anita Puelma: tu pregunta... más adelante lo verás... Muchas gracias n.n
Sorasaku-yoleiHermi: XDDD Me gusta verte tan traumatizada por la vista, ¿y cómo acabará? Sigue leyendo pues XD Y bueno, los Malfoy son odiosos por naturaleza UoU irremediables. Muchas gracias.
Zala Black: (Hikaru retrocede ante Zala) óò sí, sí, actualizaré más seguido... Hikaru buena... lo haré ToT XDDDDDDD Ya estoy de regreso, tranquila.
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Capítulo 18º: No todo es para siempreLa mañana del veinte de mayo le estaba resultando a Harry la más raras de todas las que había vivido en "La Guarida". Sirius y Remus apenas hablaban, solo comían sin hacer nada y el resto del día fue parecido.
Sirius se sentaba en el salón mirando a un punto y de repente se ponía en pie y andaba de una lado para otro para después volver a sentarse. Remus por su lado, se pasaba el tiempo en su cuarto, escuchando música clásica, mirando el reloj cada cinco minutos y repasando lo que iba a decir en la vista. Confuso, Harry se sentó al pie de las escaleras de caracol, abrazado a el Señor Padfoot, observando a Sirius en el salón.
Sobre las cuatro y media Remus se asomó por el hueco de las escaleras, avisando a Sirius quien cogió a Harry en brazos y lo llevó a su cuarto.
-Hay que dar una buena impresión –murmuraba mientras que elegía la ropa idónea para Harry. La cual fue al final un pantalón beige, una camisa celeste y un jersey cian oscuro.
Cuando estuvo vestido, Sirius cogió un peine e intentó la difícil tarea de peinar a Harry.
-Nada... el mismo pelo que James, ni modo de domarlo –comentó Sirius. Intentó sonar tranquilo pero en su voz se denotaba cierta nota de nerviosismo.
-Sirius –Remus entró en el cuarto ya vestido con sus mejores galas: un traje de chaqueta verde oscuro y encima una larga capa negra, pero algo desgastada. –Es mejor que te empieces a vestir. Yo me encargo de Harry.
-Está bien –y salió de la habitación con paso rápido.
Remus cogió el peine y siguió peinando a Harry, pero consiguió lo mismo que Sirius
-Harry, hoy probablemente te harán unas cuantas preguntas en la vista –lo miró a los ojos- quiero que respondas sinceramente, ¿vale?
-Vale –asintió el pequeño.
Remus lo peinó un par de veces y lo dejó.
-No sé para qué lo intento, este pelo es indomable.
Las campanas sonaron en ese momento.
-Vamos, Harry.
-Tío Remus, ¿me puedo llevar al Señor Padfoot?
-Claro que sí, cógelo.
Harry cogió su peluche y bajó junto a Remus, quien al llegar abajo abrió la puerta y Shinsen entró. A diferencia de las veces que Harry la había visto con su típica túnica cian, ahora llevaba una túnica de color rojo pálido y una capa granate. Su pelo castaños rosado estaba peinado en un informal recogido en la nuca.
-Buenas tardes –saludó al entrar.
-Buenas tardes.
-¡Hoolaa!
-Hola Harry, ¿cómo estás?
-¡Muy bien!
-Hola, Shinsen –saludó Sirius que acababa de bajar, vestido con unos pantalones de cuero con varias correas, una camiseta negra sin mangas y con un línea blanca central, guantes y una larga capa negra.
-Sirius –le reprochó Remus al ver sus pantalones y correas -¿No tenías algo mejor? ¿Más elegante?
-Esto es lo más decente y arreglado que tenía en mi armario.
-Mucha ropa, mucha ropa pero al final no tienes nada decente para acudir a una vista.
-Por favor, tenemos que irnos ya –dijo Shinsen mirando su reloj de bolsillo. –Vamos, es casi la hora.
Salieron todos juntos hasta el puente sobre el estanque, donde se detuvieron. A Harry le extrañó que no siguieran caminando, ya que supuestamente ya era la hora. Iba a preguntar el motivo de su parada cuando Shinsen sacó una pluma grisácea, desgastada y con la punta rota, mientras que seguía mirando su reloj.
-Tóquenlo. Ya solo faltan un par de minutos.
-Ven aquí, Harry –le dijo Sirius y lo cogió en brazos. –Toca la pluma con un dedo.
Harry hizo lo que le pidió Sirius, quien también lo hizo, al igual que Remus.
-Bien...3, 2, 1...
Entonces Harry sintió que algo lo agarraba por el ombligo y tiraba de él, llevándolo a través de un torbellino de colores y fuerte viento zumbando en sus oídos. Aún estaba sujetado por el brazo de Sirius, pero éste también iba con él e impulsado por la misma fuerza. Su dedo índice estaba pegado a la pluma. Se preguntó cuánto tiempo iban a estar viajando cuando los colores se esfumaron y se encontraron en un estrecho callejón lleno de cubos de basuras viejos y cajas de cartones mohosas. Sirius trastabilló pero consiguió mantenerse en pie.
-Odio viajar en traslador –masculló- ¿Te ha gustado, Harry?
-¡Sí! –respondió el niño risueño. -¿Pero qué son los crastadores?
-Trasladores. Suelen ser objetos inservibles que son encantados para que nos hagan aparecer en un lugar a una hora en concreto.
-Sirius, tenemos que darnos prisa –dijo Shinsen.
Salieron a una calle destartalada llena de edificios de oficinas ordinarios. Se encaminaron hacia una cabina telefónica, la cual tenía los cristales rotos, como si una banda de gamberros se hubieran enzarzado con ella. Los cuatros entraron dentro, Harry aún en brazos de Sirius. Los tres adultos estaban apretados dentro de la pequeña estancia, excepto Harry. El teléfono estaba torcido, casi para caerse. Shinsen cogió el teléfono y marcó:
-Bien... seis... dos... cuatro... otro cuatro más ... y dos... Qué raro se me hace esto, nunca había venido de esta forma...
-Buenas tardes –dijo una gélida voz femenina dentro de la cabina. Harry pegó un respingo y miró a todos lados buscando la fuente de aquella voz. –Por favor, diga su nombre y el motivo de su visita.-
-Shinsen Smith, Remus Lupin, Sirius Black y Harry Potter –dijo Shinsen al auricular,-venimos a la vista convocada en el Departamento de Asuntos Sociales del Mundo Mágico.
-Gracias. Por favor, cojan las placas y colóquenselas en un lugar visible.
Del hueco de donde solían aparecer el cambio aparecieron cuatro chapas, Shinsen las cogió y se las pasó a los demás. Harry al tener la suya pudo leer: "Harry Potter. Vista de asuntos sociales".
-Póntela en el jersey, Harry –dijo Remus.
Harry, nervioso, se la colocó como pudo, pero al final la tenía torcida.
-Te la has puesto al revés –sonrió Remus. –Trae –se la quitó y se la puso derecha.
Entonces la cabina comenzó a descender. Harry vio como el suelo se acercaba cada vez más y se quedaban poco a poco a oscuras.
-No veo nada –musitó asustado.
-Tranquilo, no es nada –lo calmó Sirius.
Una franja de luz apareció por la parte de debajo de la cabina y comenzó a hacerse más grande por momentos, hasta mostrarles un atrio imponente. Cuando la cabina se detuvo la puerta se abrió.
-Bienvenidos al Ministerio de magia. Que tengan un buen día –dijo la gélida voz femenina.
Salieron de la cabina al atrio, el cual Harry admiró asombrado. Era un atrio enorme, el suelo y las paredes eran de madera oscura. El techo era de un color azul cielo y estaba adornado con runas antiguas que cambiaban. En ambos lados de las paredes había una hilera de chimeneas apagadas.
Anduvieron por el atrio hasta llegar a una fuente donde había las figuras doradas de un mago y una bruja rodeados de unos seres que Harry no sabía qué eran.
-Tío Sirius, ¿qué son?
-¿Las figuras de la fuente? Pues ese que es un hombre con medio cuerpo de caballo es un centauro, lo que está a su lado es un duende y lo de más allá es un elfo doméstico.
Harry observó admirado la fuente durante unos segundos hasta que tuvo que apartar la vista porque se alejaban de ella e iban a una mesa apartada donde estaba un mago que leía El Profeta, cuando estaban justo delante de él dejó de leer el periódico.
-Hola, Eric –lo saludó Shinsen.
-Buenas tardes –respondió, aburrido. –Bien. –Se puso en pie, llevaba en la mano una vara dorada parecida a la antena de una radio, la cual pasó por cada uno de ellos, incluso por Harry. Al ver la cicatriz en su frente se quedó mirándolo, interesado.
-Tú eres...
-Eric, sigue con lo tuyo, ¿quieres? Tenemos prisa –lo atajó Shinsen, molesta. El hombre apartó su vista de Harry y miró a los demás.
-Vuestras varitas –les ordenó y se las entregaron.
Puso la varita de Shinsen sobre una especie de balanza pero con un solo platillo, en la parte inferior, donde había una pequeña franja, salió un pequeño pergamino.
-Cuarenta centímetros, fibra de corazón de dragón, madera de sauce, ¿correcto?
-Sí.
Después colocó la de Remus.
-Veintidós centímetros, pluma del ala de un fénix, madera de caoba.
-Así es.
Y por último la de Sirius.
-Treinta centímetros, pelo de la cola de un unicornio, madera de acebo.
-Sí.
-Bien, yo me quedo con esto –dijo, refiriéndose a los pergaminos- y vosotros con las varitas.
-Gracias, Eric.
Se alejaron de la mesa en dirección a los ascensores. Pudieron coger uno fácilmente porque a esa hora no había mucho afluyente de personas.
Shinsen pulsó un botón de los que había allí, las puertas se cerraron y comenzaron a ascender poco a poco, con el sonido de los engranajes girando. Pasaron por delante de varios pisos hasta que el ascensor se detuvo y la voz gélida femenina anunciaba:
-Quinta planta, Departamento de Cooperación Mágica Internacional que incluye el Organismo Internacional de Normas de Instrucción Mágica, la Oficina Internacional de Ley Mágica, el Departamento de Asuntos Sociales del Mundo Mágico y la Confederación Internacional de Magos, Sede Británica.
Las puertas se abrieron y salieron del ascensor, anduvieron por el largo corredor hasta llegar ante una gran puerta pero la dejaron atrás y torcieron a la derecha hasta llegar a una puerta azulada de donde salió un hombre vestido con una túnica de color azul cian.
-Hola, Smith –saludó el hombre y se colocó un sombrero de mago y una capa. –Te echamos de menos en el departamento. ¿Qué haces por aquí? ¿Vas a volver?
-Me temo que no, he venido a una vista. ¿Sales por algún asunto?
-Sí, en el norte, en la ciudad de Castledim.
-Pues mucha suerte, Berk.
-Gracias, hasta pronto –y se marchó, sacando una escoba de su maletín de cuero.
-Adiós. Por aquí –Shinsen abrió la puerta y los condujo al interior de la estancia, llena de mesas con magos y brujas que trabajan en ellas y que andaban de un lado para otro. Anduvieron a través de una hilera de mesas hasta llegar a la puerta del fondo. Había unas cuantas silla de distintas clases a ambos lados del marco. Dumbledore estaba allí, sentado, charlando con dos hombres vestidos con las mismas túnicas que el hombre que se habían encontrado antes.
-¡Buenas tardes! –los saludó muy efusivamente al verlos y se puso en pie. ¿Cómo estáis?
-Bien, dentro de lo que cabe –arguyó Sirius con la garganta seca.
-¿Y cómo está el joven Potter? –Dumbledore se arrodilló ante el niño, quien sonrió.
-Muy bien.
-Me alegro. Vaya, mira, ¿qué tiene en el bolsillo el señor Padfoot?
Harry miró el bolsillo del peluche y vio que estaba lleno de ranas de chocolates.
-¡Vaya!
-Son todas para ti –revolvió el pelo de Harry con una mano y se puso en pie. –Tendremos que entrar uno por uno, así que tened cuidado con lo que decís. Si metéis la pata no podré ayudaros.
-Lo tendremos en cuenta –dijo Remus.
-Aún falta una hora, sentémonos mientras tanto.
El profesor Dumbledore parecía muy tranquilo y de muy buen humor, pero Sirius y Remus estaban aterrorizados y no podían entender cómo estaba tan calmado. Se sentaron a ambos lados de Dumbledore, Shinsen se quedó en pie, hablando con los dos hombres que estaban acompañado antes a Dumbledore. Y Harry se limitó a comer chocolatinas ya jugar con el señor Padfoot.
-¿Cuándo va a empezar esto? -preguntó Sirius la octava vez en un cuarto de hora, dando golpecitos en el suelo con un pie.
-Tiene que empezar dentro de poco –dijo Dumbledore sacando su reloj de bolsillo.
-Sí, tiene usted razón, profesor Dumbledore –dijo uno de los hombres, moreno y de ojos negros y risueños y con una amplia sonrisa afable. –Bien, me presentaré, me llamo Tim Graham, y él es mi compañero Billy York.
Billy hizo un movimiento con la cabeza en forma de saludo. Era más bajo que su compañero y delgado, tenía aspecto de ser tímido. Tenía el pelo castaño, levemente despeinado, con gafas y ojos de color violeta.
-Nosotros nos encargaremos de esta vista y os haremos las preguntas.
-Billy y Tim son muy comprensivo –añadió Shinsen- nos juzgarán como es debido.
-Gracias, Shin –dijo Tim.
-Ya están aquí –añadió Dumbledore de repente y se puso en pie, mirando al frente. Sirius y Remus intercambiaron miradas, miraron al director y se pusieron en pie, sintieron un renovado nerviosismo al ver acercarse a Fudge acompañado de un gustoso Lucius Malfoy.
-No puede ser –añadió Sirius al ver a éste último.
-Buenas tardes –saludó Fudge.
-Buenas tardes, señor ministro. ¿Qué tal está usted hoy?–respondió Dumbledore. Remus y Sirius solo lograron musitar inaudibles "Buenas tardes". Shinsen solo inclinó la cabeza en modo de respeto.
-¿Y tú debes de ser el gran Harry Potter? –dijo Fudge, inclinándose hacia Harry.
-Sí, pero aún soy pequeño.
-Ja, ja, ja, qué niño más inocente –rió Fudge. –Es mejor que comencemos con la vista. La señora Kirtkle debe de estar esperándonos.
-Tiene razón, ministro. Usted es el primero, señor Dumbledore –dijo Tim.
-De acuerdo.
Dumbledore, Fudge, Malfoy, Tim y Billy entraron en el despacho de la señora Kirtkle. Los demás se quedaron esperando.
Una hora tardó en salir Dumbledore y luego llamaron a Shinsen.
-¿Cómo le ha ido? –preguntó Remus.
-Bien, he dicho lo justo para que supieran la verdad sin añadirle más detalles de lo necesario. Es mejor no nombrar el secuestro, no nos serviría de mucho en esta situación.
A la media hora salió Shinsen y Sirius fue llamado, palideció y entró con la mirada en alto.
-Son unos traicioneros. Maldito Malfoy... asqueroso...
-¿Qué ha pasado? –preguntó Remus.
-Sabe bien como liarte para que digas lo contrario y lo que le conviene. Aunque no sé de qué me sorprendo, es una vil serpiente. Espero que no la tomen con él... –Shinsen miró a Harry, que estaba muy tranquilo jugando con su peluche.
-Todo saldrá bien, no os preocupéis –dijo Dumbledore y sonrió de forma tranquilizadora. Sirius salió algo nervioso y pálido, Remus fue el siguiente en entrar.
-Vamos a perder... vamos a perder... –musitó, sentado en una de las sillas. Harry se acercó a su padrino, preocupado.
-Tío Sirius...
-No pasa nada –respondió como pudo porque las palabras se le atoraban en la garganta.
-¿Ha ido mal? –preguntó Dumbledore.
-¿Mal? Ha ido fatal... ha sido... ¡desastroso! Me hacían preguntas una tras otra, hasta que perdí los papeles y acabé gritando a Fudge.
-¿QUÉ? –exclamó Shinsen.
Dumbledore negó lentamente con la cabeza y comenzó a andar por la estancia, sumido en sus pensamientos.
-¿Qué has gritado al ministros? –preguntó Shinsen, irritada. -¿Pero tú sabes lo que has hecho? ¡Has metido la pata hasta el fondo! Es que... tú... eres...
-¡Ya lo sé! –bramó Sirius, poniéndose en pie. -¡No hace falta que me lo digas!
-Tío Sirius –Harry se agarró al pantalón de su padrino. No le gustaba que se enfadara y mucho menos que gritara.
-Harry... yo... –Sirius volvió a sentarse, pálido y preocupado. –Lo he echado todo a perder... por mi culpa... todo... –Puso una mano en el pelo desordenador de Harry y la deslizó hasta tocar su mejilla.
-No todo está perdido –musitó Shinsen, ya calmada y solidarizándose con la pena que sentía Sirius en ese momento.
-Eso espero –y con su otra mano tomó la cara de Harry para mirarlo directamente a los ojos.
Eso a Harry le estaba pareciendo lo más extraño que había vivido desde que estaba con su padrino. Antes, cuando no tenían todos esos problemas, el rostro de Sirius era joven y alegre y rebosante de una confianza y energía que Harry admiraba; pero en ese momento, el rostro de su padrino era triste y apagado y aparentaba muchos años más de los que tenía. Era un rostro de una persona consumida por la pena.
-Tío Si...
La puerta del despacho de la señora Kirtkle se abrió y Remus salió, sonriendo aunque algo pálido.
-Adelante, Harry –dijo.
Tim Graham se asomó y miró a Harry.
-Es tu turno, vamos –sonrió.
Harry miró a Sirius, buscando una respuesta a lo que tenía que hacer.
-Ve, no pasa nada –musitó su padrino y le dio un leve empujoncito en la espalda.
Anduvo hasta Tim, mirando a Dumbledore, a Shinsen, a Remus y a Sirius, quien intentaba sonreírle. Tim lo cogió de la mano y lo llevó dentro, cerrando la puerta detrás de ellos. Harry estaba muy nervioso y lo estuvo más al ver allí tantas personas desconocidas para él. Se aferró más a su peluche, su único apoyo en ese momento.
-Harry, siéntate aquí –le dijo Tim, refiriéndose a una silla delante de la mesa de la señora Kirtkle y entra una silla vacía y una en la que estaba sentado Fudge.
-¿Quieres algo, Harry? –le preguntó Billy, afable. -¿Un zumo de calabaza? ¿Ranas de chocolate?
-No, gracias. No tengo ganas –dijo Harry y se abrazó más fuerte al Señor Padfoot.
-Bien, entonces podemos empezar a interrogarle.
Tim se sentó en la silla vacía, Billy cogió un portapapeles con varios pergaminos y mojó su pluma. Lucius Malfoy estaba en pie, al lado de Fudge, mirando a Harry con malicia y complacido. La señora Kirtkle estaba sentada detrás de su escritorio que estaba repleto de pergaminos.
-¿Cómo te llamas? –le preguntó Tim.
-Harry Potter.
-¿Y tu segundo nombre? –preguntó Billy.
-Creo que es James –respondió Harry, tocando la nariz del Señor Padfoot que en ese momento le parecía fascinante.
-¿Es cierto? –preguntó la señora Kirtkle a Billy quien comenzó a hojear los pergaminos que tenía.
-Sí, es correcto.
-Bien –añadió Tim. -¿Cuántos años tienes?
-Seis años.
-¿Cuándo es tu cumpleaños?
-El treinta y uno de julio.
-¿Te gusta celebrar tu cumpleaños?
-No lo sé... nunca lo he celebrado –musitó, triste.
-¿Nunca? –exclamó Tim. Billy empezó a escribir en un pergamino.
-No... A los Dursley no les gustaba que yo estuviera viviendo con ellos asi que nunca celebraron mi cumpleaños ni me regalaron nada.
-¿Black y Lupin te han regalado algo?
-¡Sí! –exclamó Harry, y en ese momento su rostro se iluminó. –En navidades me hicieron muchos regalos. Y antes de ir a vivir con ellos Sirius me regaló el Señor Padfoot –y enseñó su peluche.
-Ya veo... ¿Quieres mucho a Lupin y a Black?
-Sí –dijo Harry muy feliz.
-¿Pero Lupin es un hombre lobo, verdad? –preguntó Malfoy, con malicia.
-Sí –titubeó Harry.
-¿Has estado frente a frente a Lupin en su versión lobezna?
-Sí, una vez...
-¿Ah, sí? –añadió Malfoy, triunfante. Miró a la señora Kirtkle quien se recargó en su silla con expresión hermética; Fudge miró a Harry, fijamente.
-¿Te hizo algo? –preguntó la señora Kirtkle.
-No.
-¿De verdad?
-Sí.
Malfoy gruñó levemente pero luego sonrió y decidió volver a la carga.
-¿Cómo llegaste a estar ante Lupin lobo?
-Un señor me secuestró y me dejó en medio del bosque.
-¿Qué te secuestraron? –preguntó Tim y Billy volvió a escribir. -¿Quién?
-Un hombre... creo que se llamaba... Peter Pettigrew...
-¿Peter Pettigrew? –exclamó Fudge.
-¿Pettigrew está desaparecido, no? –añadió la señora Kirtkle, perpleja.
-Increíble, ¿no les parece? Black tiene a su cargo al famoso Harry Potter y deja que lo secuestren.
-Sirius, no... –titubeó Harry.
-¿Creen que una persona así merece cuidar de Harry Potter? –añadió Malfoy, cortando a Harry.
-Yo quiero...
-Conviviendo también con un licántropo, lo más bajo que haber en la sociedad.
-Tío Remus...
-¡No debería decir esos comentarios tan racistas, Malfoy! –le espetó Tim.
-Yo solo digo la verdad. Los licántropos sueles ser personas amargadas y decadente, incapaces de mantener un empleo durante un largo periodo de tiempo.
-Eso ocurre porque nosotros le negamos su derecho a trabajar.
-¡Tío Remus no es malo! –gritó Harry. Todos se callaron y contemplaron a Harry, quien temblaba.
-Harry, ¿quieres algo para calmarte? –preguntó Tim, acercándose al niño, quien negó, asustado.
-Yo solo me quiero ir de aquí –gimió.
-Ya acabamos, tranquilo. Bien, Harry, si te dieran a escoger entre Black y Lupin y una familia normal y corriente, ¿cuál elegirías?
Harry miró al suelo pensativo.
-¿Dentro de la familia están tío Sirius y tío Remus?
-No, ellos no están.
-Entonces quiero a tío Siriys y tío Remius.
Tim sonrió pero Malfoy no parecía satisfecho con la respuesta.
-Sigo pensando que esos dos hombres no son idóneos para el cuidado de este niño –añadió. –Lupin es un licántropo. Y recuerden que Black perdió la custodia de este niño hace cinco años, por alguna razón, supongo.
-Fue por motivos de salud –dijo Billy, examinando sus pergaminos.
-¿Ven? ¿Quién les dice que no volverá a ocurrir otra vez? ¿Y quién estará a cargo de Potter? ¿Lupin? ¿Y si coincide con la luna llena?
-Tío Sirius no ha estado...
-Creo que una familia compuesta por un padre y una madre haría más bien a Potter –anunció Malfoy, convenciendo a Fudge y a la señora Kirtkle con ese comentario. Tim y Billy intercambiaron miradas sombrías.
-Pequeño –dijo la señora Kirtkle, Harry la miró. –Puedes salir.
Harry estaba confundido. A su joven edad no entendía de juicios, ni de vistas, ni de nada relacionado con la justicia, ni siquiera sabía si había salido bien o mal. Tim acompañó a Harry hasta la salida, lo dejó con los demás y volvió dentro sin decir nada.
Harry se lanzó a los brazos de Sirius, quien lo estrechó entre ellos. Observó a los demás y a su padrino, parecían más preocupados que antes. Dumbledore se acercó a Harry.
-Dime, Harry, ¿qué te han preguntado?
-Muchas cosas –dijo, como si tal cosa. –Cómo vivía con los Dursley, si me gustaba estar con tío Sirius y tío Remus, sobre aquél señor...
-¿Sobre Pettigrew?
-Sí.
Los rostros de Sirius y Remus palidecieron. Dumbledore se pasó una mano por la barba un par de veces.
-Me lo temía. Sabía que Malfoy sacaría el tema en cuanto tuviera la oportunidad.
-Esto no es nada bueno, ¿verdad? –preguntó Shinsen.
-Me temo que no.
Estuvieron esperando durante más de media hora cuando la puerta se abrió y Billy llamó a Dumbledore, a Sirius y a Remus. Harry se quedó a solas con Shinsen.
-¿Cuándo salgan podremos volver a casa? –preguntó Harry, inocentemente.
-Sí, supongo –musitó Shinsen.
Poco tiempo después Dumbledor, Sirius y Remus salieron acompañados de Tim, Billy, Fudge y Malfoy, quienes se despidieron y se marcharon de allí.
-¿Qué ha pasado? –preguntó Shinsen.
-Harry, ven –le dijo Sirius, llevándoselo a un sitio apartado, con Remus.
-¿Qué pasa? ¿Ya nos vamos a casa?
-Verás, Harry –Sirius se puso de rodillas ante su ahijado. –Tú... no puedes volver con nosotros.
-¿Eh? –Harry miró a Sirius, sus palabras no agradaron a Harry. -¿Por qué no puedo volver?
-Harry –Sirius tragó saliva. –Te van a llevar a otra casa... con otra familia...
-Noo... –gimió Harry, poco a poco sus ojos se llenaron de lágrimas. –Yo no me quiero ir –se agarró a la camisa de su padrino, suplicante.
-Harry, lo sentimos pero no podemos hacer nada. Eso es lo que han decidido –dijo Remus, su voz sonaba ahogada y entrecortada. –A donde te van a llevar vas a estar muy bien, ya lo verás.
-¡Noo! ¡No quiero!
Tim y Billy se acercaron a ellos.
-Es mejor que nos marchemos ya, antes de que las cosas empeoren.
Billy iba a coger a Harry pero éste se aferró más a Sirius, quien miró a Tim, suplicante.
-Lo siento, Black. Es lo que se ha sentenciado.
Sirius miró a Harry y lo abrazó, consolándolo.
-Lo siento, no puedo hacer nada...
Se puso en pie con Harry en brazos.
-Te echaré de menos, mi niño –estrechó al niño entre sus brazos y le besó en la frente. Harry lloraba angustiado.
-Te mandaremos tus cosas cuando te hayas acomodado en tu nuevo hogar –le dijo Remus, cogiéndolo de los brazos de Sirius. –Y te escribiremos, Harry. No perderemos el contacto –Harry gimió y ahogó un grito entre las lágrimas. –Hasta pronto.
Tim se lo quitó de entre sus brazos, Harry hizo un movimiento para aferrarse al brazo de Remus, pero falló y gritó desesperado.
-Bien, vamos –le dijo Tim a su compañero. Hicieron una leve reverencia con la cabeza y desfilaron entre las mesas en dirección a la salida. El llanto de Harry y sus gritos se apagaron cuando atravesaron la puerta y se cerró.
Sirius se llevó una mano a la cara y comenzó a llorar, apoyándose en la pared. Remus lloraba en silencio, y Shinsen retenía sus lágrimas, pero poco a poco se escapaban.
-Intentaré averiguar a donde se lo llevan -dijo Shinsen, entre sollozos. –Haré lo que pueda, profesor.
-Muchas gracias, Smith. –Dumbledore suspiró y una mejilla se resbaló por su mejilla.
Continuará...
Hikaru
Miembro de la Orden Siriusana
