Mis más sinceras disculpas Lo siento de verdad, de verdad de verdad. No pensaba dejar aparcado mi fic tanto tiempo, en serio. Pero es que no tenía ganas de seguirlo y escribía sin ganas y no me gustaba como me estaba quedando. Hasta que hace poco he vuelto a tener ganas de seguirlo y esta vez me gustó como me quedó este capítulo. Lo tenía escrito de hace tiempo, pero me parecía realmente soso y estúpido. Hasta que hoy me he puesto y el final del capítulo me pareció más satisfactorio, así que he decidido quedarme con este.
De verdad, que no volverá a ocurrir, esta vez me propongo seguir el fic cuando pase por lo menos una semana (para pensar ideas y desarrollarlo). Porque esta vez me he pasado de tiempo, y más de lo que yo creía. Estaré más atenta la próxima vez .
Muchas gracias a Sorasaku-yoleiHermi (espero que no me falles más), EmmaFrost-RB (vaya, también de Cádiz?? Qué alegría saber que hay una gaditana al menos por aquí XD), Kary Anabell Black (perdona la tardanza UU), Akirah, la nieta de Vegeta (Espero que vengais pronto a sacarme de aquí XD), DS (aquí ya se dice quienes podrían ser los encapuchados. Y perdona la tardanza U), the angel of the dreams (veo que has sido suspicaz y has descubierto uno de los encapuchados U y no hace falta que venga Voldemort… ya vino XD), samtrom (me alegro de que te guste y perdón por la tardanza), nuriko sakuma (me alegro de que te guste), Arwi (gracias loca por el review XD pero me lo dejaste en el capi 2), Zeisse (ya verás que en este capítulo Voldemort no tiene ganas de quedarse en casa), Tina (sé que Tonks tiene 7 años más que Harry, pero es un personaje que me gusta mucho y tenía ganas que saliera como auror, por eso le cambié la edad )y a todos que leen el fic sin dejarme un review. Muchas gracias a todos
Disclaimer: Harry Potter y su mundo todo de Rowling, yo solo escribo porque estoy aburrida y porque me parece que Harry se merecía otra oportunidad UU
Capítulo 21º: Hay recuerdos que nunca se olvidan
Sirius entró trastabillando en la casa de los Anderson. Al ver el cuerpo del señor Anderson en el suelo, cubierto con una manta, hizo que muchos recuerdos desagradables aparecieron de repente en su cabeza, mareándolo. Escuchó la voz de Dumbledore en la habitación de al lado, en el salón, y fue hacia allí. Remus entró en la casa detrás de él y lo siguió hasta el salón.
-¿Este era su estúpido plan? -bramó Sirius al ver a Dumbledore, quien estaba hablando con un par de hombres que vestían el uniforme de los aurores.
-¡Sirius, no hagas una locura! -dijo Remus.
-Tranquilízate, Sirius… -intentó calmarlo Dumbledore.
-¿Qué me calme? ¡Por su culpa, por no haber hecho más de lo que podía, ha pasado esto!
-¡Sirius, la culpa es de nadie!
-¡Tú, cállate!
-Así que el sereno Sirius Black nos ha honrado con su presencia.
Sirius miró sobre su hombro y vio a Snape en la puerta.
-¡Muérete!
-Qué sensato -añadió Snape. -Echarles las culpas a otros, en vez de asumir tu responsabilidad al no colaborar en las guardias.
-¡Te voy a cerrar esa bocaza para siempre, Snoopy! -Sirius sacó su varita y se dirigió hacia él. Pero antes de que pudiera hacer nada, sintió que las fuerzas se iban y cayó de rodillas.
-No deberías ser tan impulsivo, Black, algún día te perderás -Moody acababa de llegar y era él que había encantado a Sirius.
-Pues si me pierdo, que me encuentren, pero un día Snivellus se arrepentirá de sus palabras.
-Sirius, ya basta -lo reprochó Remus.
-Albus -dijo Ojoloco- he encontrado una marca sobre el cuerpo de Andy.
-¿La marca tenebrosa?
-No, otra, aunque no sé cual es.
Moody y Dumbledore fueron hacia el cuerpo del señor Anderson que estaba ante la entrada, Moody le quitó la sábana y le enseñó a Dumbledore la marca que tenía en la frente.
-Fueron muy cuidadosos en no emplear la magia para no alarmar al ministerio, pero uno de ellos olvidó quitarse el anillo que tenía en la mano.
Dumbledore observó atentamente la marca. Era un sello con la letra B, que se veía de modo contrario, rodeado de dos serpientes que se enredaban en la cola y con la boca sostenían, seguramente en el original, una piedra preciosa.
-Desencanta inmediatamente a Sirius -dijo Dumbledore, muy serio.
Ojoloco se quedó confuso ante la reacción de Dumbledore, pero sacó su varita y, con un rápido movimiento con ella, desencantó a Sirius.
-Sirius, ven aquí. Quiero que me confirmes una cosa -dijo Dumbledore.
Sirius se puso en pie, pasó por al lado de Snape y lo empujó con el hombro. Se arrodilló junto a Dumbledore y observó la marca.
-¿Te resulta familiar? -le preguntó Dumbledore, en un susurro.
De súbito, el rostro de Sirius palideció y sus ojos se abrieron lo máximo posible. Miró a Dumbledore, como si eso no fuera real y le confirmara que era una broma pesada.
-Es… es la marca de…
-Lo suponía -añadió Dumbledore, sabiendo la respuesta de Sirius, se frotó los ojos, cansado.
Lentamente, abrió los ojos. Sentía un dolor punzante en la cabeza, podía sentir los latidos de su corazón, y su labio estaba más hinchado de lo normal. Se encontraba en una celda oscura de piedra, húmeda y lóbrega. La leve luz que había en el lugar entraba por debajo de la puerta de madera de la celda.
Se puso en pie, pero tan rápidamente que se mareó, se acercó a la puerta y la golpeó, débilmente.
-¿Hola? ¿Hay alguien? -gimió. -Por favor, sacadme de aquí...
Pero nadie respondió a su llamada. Lloró, angustiado, y se apoyó en la puerta, ocultando su cabeza entre sus rodillas. Pidió, imploró, a Sirius que viniese a por él.
Mientras tanto, varios pisos más arriba, en un salón tétrico y oscuro, Lucius Malfoy estaba en un sofá, a juego con el resto de la decoración, y acompañado de una mujer entrada en edad pero muy hermosa. Tenía su pelo negro azulado recogido en un elaborado peinado y un par de tirabuzones caían a ambos lados de su rostro. Sus ojos fríos, como el hielo, tenían un brillo malicioso. Ambos, Lucius y ella, sonreían triunfantes mientras charlaban.
-¿Así que el plan marcha a las mil maravillas?-preguntó Lucius.
-Así es. Creo que al Señor le agradará la idea.
-Desde luego. Cuando se lo comunicaron se puso muy contento y eufórico.
La mujer sonrió, satisfecha de la noticia, y cogió una copa de plata que había en una mesita camilla cercana.
-Aunque sigue habiendo una duda que no para de rondarme –añadió Lucius, entornando los ojos. -¿Por qué decías que de esta forma ibas a hacer sufrir también a Sirius Black?
-Pienso pedirle a nuestro Señor que me dé la cabeza del niño cuando haya acabado con él, para enviársela a Sirius Black dentro de un paquete acompañado de un ramo de rosas negras.
Lucius y la mujer rieron estridentemente. Sus risas llegaron a todos los rincones de la casa, incluso Harry pudo oírlas en el interior de su mazmorra, y se estremeció al escucharlas.
-Tienes unas ideas muy retorcidas, Hydra.
-Gracias, Lucius.
Y brindaron con sus majestuosas copas de plata-
Sirius entró a trompicones en el desván de La Guarida. Estaba igual que siempre, oscura y llena de trastos inservibles y viejos por todos lados. Sin tiempo que perder, sacó su varita y la alzó sobre su cabeza.
-¡Accio Anillo!
De un rincón oscuro, un objeto pequeño y plateado voló hasta la mano de Sirius, que atrapó fácilmente, y bajó de nuevo al salón.
-Aquí está –dijo Sirius, enseñándole el anillo a Dumbledore, que estaba en medio de la habitación acompañado por Remus, Snape, Ojolo, Tonks, McGonagall, Shinsen y varios magos más.
-Déjemelo ver –le dijo Dumbledore, mientras que cogía el anillo.
Lo puso en la palma de la mano. Era un anillo de plata, que brilló a la luz de las velas de la sala. Tenía un sello con una letra "B" gótica, rodeada de dos serpientes que la rodeaban y que aguantaban una gema de color rojo sangre con sus bocas.
-Es idéntico –murmuró Dumbledore. –Así que todo apunta a que los que entraron a la casa de los Anderson fueron de tu familia.
Sirius sintió de repente una ola de sensaciones contradictorias entre sí, temor, odio, miedo… ¿Por qué habían hecho eso? ¿Pensaban amargarle la vida después de haber renunciado a ellos? Y sobretodo, ¿pensaban hacerle daño a Harry?
…Jamás…
Apretó fuerte sus puños, hasta sentir las uñas clavarse en las palmas de sus manos. No lo iba a permitir. Antes mataría a toda su familia, sin importarle su vínculo de sangre.
-Así que se lo habrán llevado a mi antigua casa de Londres.
-Seguramente –añadió Dumbledore. –Tenemos que actuar de inmediato –se volvió hacia los demás, el anciano rostro del director de Hogwarts había cambiado y ahora era serio y rudo. –Aparte de los Black, deben estar implicados otros magos que ya sabemos que artes practican.
-Iremos de inmediato y sacaremos de allí a Harry –dijo Kingsley, levantando un puño con decisión. Otros magos asintieron, apoyando la idea.
-No debemos precipitarnos –añadió Remus.
-Debemos actuar enseguida, Harry nos necesita –dijo Shinsen.
-Aunque lo intentéis no podréis entrar en la mansión –comentó Sirius. –Mi padre trazó miles de trampas y conjuros para que solos los pertenecientes a mi familia pudieran entrar a ella. Pocos, aparte de nosotros, podrían entrar sin morir antes. Solo esta joya te permite el paso –Sirius levantó su mano derecha, donde se había puesto el anillo de plata. –Si cualquiera lo intenta, que se prepare para lo peor.
-Podríamos hacer copias –propuso Tonks, triunfante.
-¿Es posible? –preguntó Dumbledore a Sirius.
-El que fabricó esta joya fue un joyero especializado del callejón Knockturn y luego fue embrujado por mi padre. Dudo mucho que ese joyero decida colaborar con nosotros sin poner en preaviso a mi madre y de que mi difunto padre se levante de la tumba para encantar otro anillo.
-Oh, vaya –gimió Tonks.
-¿A todo ser viviente le está prohibida la entrada? –añadió Dumbledore.
-¿Eh? ¿A qué se refiere?
-Me preguntaba si un delicado pajarito podría entrar sin correr peligro o un simple gato.
-No, que yo sepa nunca les ha pasado nada a un animal. ¿Por qué lo pregunta?
-Porque eso nos ayuda a colarnos en esa casa. ¿No piensas lo mismo, McGonagall?
-¿Cómo?
Pasó horas y horas dentro de aquella mazmorra. A veces se quedaba en un rincón llorando y otras se levantaba a mirar por todos los rincones para buscar una salida. Por una pequeña gatera que tenía la puerta le habían pasado tres platos de comidas a distintas horas, por lo que Harry pensó que solo había pasado un día allí dentro y que en ese momento debía de ser de noche.
Cuando al fin había encontrado una pequeña piedra suelta y la había quitado, la puerta de la mazmorra se abrió. Dos encapuchados de negro entraron en la mazmorra y lo cogieron de los hombros, arrastrándolo contra su voluntad.
-¡Suéltenme! ¿Adónde me llevan? ¡Déjenme en paz! –gritó Harry.
-¡Calla, estúpido mocoso!
-Cuando veas al Señor no serás tan valiente –rió un encapuchado.
Lo subieron por las estrechas escaleras de las mazmorras hasta llegar a un rellano oscuro y solitario. Subieron otras escaleras, pero estas estaban más cuidadas. Una fila de cabezas cortadas de seres con orejas puntiagudas, que Harry nunca había visto, estaban colgabas en la pared. Se preguntó adonde lo llevaban cuando la cicatriz de su frente le empezó a quemar con un dolor agudo e insoportable.
Se detuvieron ante una puerta del primer piso y la traspasaron. Harry vio que se encontraban en un salón imponente, lleno de muebles exquisitamente caros pero con un aspecto muy siniestro. Había un grupo de magos vestidos con túnicas negras y encapuchados. Había un sillón de respaldo alto en el centro de la sala, y en él, una maraña de trapos que se agitaba levemente. A ambos lados del sillón había dos encapuchados, que lo miraban fijamente, uno era pequeño y gordito, y se movía nervioso; y el otro era alto y esbelto, como el de una mujer.
Los dos que lo habían llevado hasta allí lo lanzaron y Harry cayó al suelo boca abajo. Se reincorporó rápidamente, mirando a todos lados. Los encapuchados se cerraron en corro entorno a él, dejándolo sin escapatoria. Miraba de un lado a otro, buscando un modo de escape, pero era imposible. Miró a cada rostro, oculto bajo la capucha, hasta que su mirada se topó con los trapos sobre el sillón.
No supo qué le pasó, pero de repente, el dolor de su cicatriz incrementó y comenzó a marearse y a tener ganas de vomitar. Voces e imágenes lejanas inundaron su mente. Recuerdos de un pasado que él creía olvidado y oculto en su memoria.
Quería gritar… Llamar a sus padres… para que lo socorrieran como aquella vez que se encontró ante él…
Quería gritar… llamar a Sirius… a Remus… a Dumbledore… a cualquiera que lo sacara de allí…
Pero no tenía fuerzas y el temor lo paralizaba por completo. Cayó de rodillas sobre una alfombra persa, con la mirada fija en aquel montón de trapos que se removía cada vez más.
Una pequeña mano de bebé, deforme, con dedos desproporcionados apareció entre las telas viejas, apartándolas.
Y Harry lo pudo ver… una cabeza pequeña, como la de un bebé… horrible… tan pálida que las cientos de arterías y venas podían percibirse a simple vista. Y unos ojos, rojos, fríos, siniestros, lo miraron.
-Volvemos a vernos, Harry Potter –dijo con una voz muy parecida a la de una serpiente.
Y de entre las patas del sillón apareció una serpiente, que se movía lentamente, rodeando a Harry, mientras que lo miraba, interesada.
Un recuerdo llegó claramente a la mente de Harry. Un hombre, alto y moreno, gritaba… le gritaba a él… o a otra persona…
"¡Corre! ¡Lily, escapa, es él! ¡Es Voldemort!
-Vold…
Y luego la imagen de aquellos mismos ojos, que lo miraban directamente a él, dentro de una cuna de bebé. Y sonreían, triunfantes y llenos de odio.
-Voldemort…
Continuará
Hikaru in Azkaban
Presa 19985ψ∆ de la prisión de Azkaban
Miembro de la Orden Siriusana
