Estooo… mejor tarde que nunca U dejé la historia un poco colgada en medio de la trama òó que mala soy! Por eso estoy en Azkaban XD Bueno, dejo las coñas y me centró en reviews y eso:

Maniatica Lovegood: joooope, estás a favor de Voldemort? (Hikaru se esconde detrás del sillón) óò que miedo tia! En fin, aquí hay truenos, pero no es Snape quien muere U

Zeisse: perdón! Pero lo que se dice pronto no lo seguí U Pero ahora que me he picado lo seguiré más seguido

jeanneKst: perdón perdón perdón perdón¿he dicho perdón? Pues eso, perdón por la tardanza U

the angel of the dreams: (Hikaru se siente amenazada por una varita) Estoooo… ¿perdón? U Y bueno, sobre lo que me cuentas, también a mí me parece increíble XD pero el alcohol hace maravillas, no creas, asi que podría haber una buena explicación xD

Kary Anabell Black:me alegro de que te gustase el capítulo anterior grachas por esperar y tal.

DS: wajajajajajajaja! Aquí le sigo! A ver si te gusta

Mica-redfield: no te gusta lo que está pasando ahora? Menos te va a gustar como acaba ··

Akirah, la nieta de Vegeta y l: Ôo Insinuais que me parezco a un dementor? ¬¬ con lo bella que soy (ego Sirius) XD Y por cierto, si quereis saber como acabó el conejito rosa… acabó en la olla! XD WAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA

Seishiro: (Hikaru coge un cuaderno y anota) Seishiro quiere venganza. Lo tendré en cuenta XD

Flopy-Black: Me alegro de que te esté gustando gracias por el review

Kaosblack: me alegro muchisimo de que te guste mi fic . me animas muchisimo! Y muchas gracias por el review


Capítulo 22º: "Mi fin"

Voldemort estaba eufórico ante el pánico de su gran rival Harry Potter, un simple niño de seis años, que cuando tenía sólo un año lo había derrotado. Y verlo de ese modo, paralizado del miedo lo llenaba de un gran gozo.

Harry lo miró a los ojos un instante pero tuvo que apartar la vista, porque sentía que sus ojos lo iban a perforar. Su cuerpo temblaba de pies a cabeza, sin poder controlarlo.

-Bueno, bueno, bueno –dijo Voldemort, tenía cierto tono de emoción en su voz. Harry sintió un escalofrío recorriéndole la espina dorsal. –Harry Potter… cuánto tiempo.

Harry retrocedió un par de pasos, pero el cerco de encapuchados no le permitió ir más lejos.

-¿No me saludas, Harry? –preguntó Voldemort, burlón.

-Ho… hola –dijo Harry con voz aguda. Tragó saliva y alzó la mirada, pero no lo suficiente para mirarlo a los ojos.

-Así me gusta. Hydra –la encapuchada que estaba a su lado se inclinó. –Adelante.

-Sí, mi señor.

La mujer se reincorporó y miró a uno de los encapuchados del círculo, le hizo un movimiento con la cabeza y este se acercó a Harry. Se colocó delante de él, impidiéndole la visión de Voldemort. Sin esa molestia, Harry alzó la cabeza para mirarlo, y se quedó en blanco. Bajo aquella capucha estaba Sirius¿o no? Ya no sabía si era él o no, porque sus ojos, que Harry recordaba alegres y llenos de vida, estaban vacíos y lo miraban con un profundo odio.

-¿Sirius?

Le sonrió de una forma totalmente distinta a como lo haría su padrino, entonces supo que no era él y comenzó a tener más miedo. El mortifago sacó un puñal de su túnica y comenzó a jugar con él, pasándoselo de una mano a otra. Harry retrocedió un par de pasos, no se fiaba de ese hombre y mucho menos con un puñal entre las manos. Lo agarró por el brazo derecho, levantándole la manga del pijama, dejando al descubierto su muñeca.

-¿Qué haces? –preguntó Harry, asustado, intentando soltarse. -¡Déjame¡Suéltame!

Acercó el puñal hasta su muñeca. Harry sintió el frío metal sobre su piel, seguido de un intenso dolor al sentir como su piel se desgarraba. Gritó todo lo fuerte que le permitían sus pulmones y con todas sus fuerzas intentaba soltarse, pero el mortifago era muy fuerte y lo sostenía con suma facilidad.

-Cygnus, tráeme el frasco.

Una de las mortifagos se adelantó al círculo y sacó un pequeño frasco de cristal y lo puso debajo del brazo de Harry, llenándose poco a poco de su sangre.

Harry gemía y sollozaba, incapaz de hacer nada más. Escuchaba como Voldemort se regodeaba de su sufrimiento, y las risas del resto de mortifagos coreaban a la suya. Cuando el frasco estuvo casi a rebosar, la mortifaga lo cogió, cerrándolo. El mortifago soltó a Harry, éste se quedó acurrucado a un lado, apretando la herida que le habían hecho y que no paraba de sangrar.

-Ahora apartaos –ordenó Voldemort. –Me gustaría jugar un poco con el pequeño Harry. –Alzó su varita y apuntó con ella a Harry. –Cruci… -Una vibración sacudió toda la casa. Voldemort y los mortifagos se movieron inquietos. Harry también pudo sentirla.

-¿Qué ha sido eso? –preguntó Voldemort, en un siseo lleno de odio.

-Alguien ha entrado¿pero quién? –añadió Hydra, sorprendida.

-Señora, señora –un pequeño ser, con orejas de murciélago y hocico de cerdo entró en la habitación con paso raudo. -¡Ha vuelto¡Ha vuelto!

-¿Qué dices¿Quién ha vuelto?

-Su hijo, mi señora.


Sirius se detuvo ante la oxidada verja de su antiguo hogar. Podría pasar por una normal y corriente si no fuera por la cabeza de gárgola, la cual era ancha y deforme y con la boca llena de afilados dientes, que había en medio de esta. Sirius se fijó en su boca. Para entrar en la mansión de los Black se debía introducir una mano con el anillo de la familia colocado en un dedo, si en el caso contrario no lo llevabas puesto, la gárgola cobraría vida y te arrancaba la mano de cuajo. Sirius se quitó el guante de la mano derecha, en el cual llevaba el anillo e introdujo su mano dentro de la boca de la gárgola. Durante unos segundos no ocurrió nada, entonces una onda sacudió el espacio, desde la gárgola, se escuchó un pequeño click y la verja se abrió, dejándole paso. La puerta principal también se abrió, mostrándole el interior de la casa, tan oscura como la boca del lobo. Sirius metió la mano dentro de la capa. Un gato atigrado salió del interior de esta, alejándose calle abajo, con el anillo en la boca.

Sirius respiró hondo y atravesó la verja hasta llegar a la puerta principal. Cuando estuvo de pie en medio del recibidor la puerta se cerró de un portazo, el eco retumbó por toda la casa. Aquella casa no había cambiado nada a lo largo de los años. Un sentimiento de odio lo invadió por dentro. Si no tuviese un gran motivo para ir allá no habría vuelto. Porque aquella casa le traía muy malos recuerdos.

Pensó en Harry y en donde podía estar. Recordó todos los lugares de la mansión y se acordó de las mazmorras que había en el sótano. Se dirigió hacía la puerta del fondo del recibidor pero escuchó varios pasos en el piso de arriba. Se detuvo en seco y alzó la vista. Cambió su rumbo y subió las escaleras, lo más silencioso que pudo, pero aquellas escaleras no daban para más. Llegó a la primera planta, deteniéndose ante la puerta del salón. Estaba un poco abierta y de ella salía un poco de luz. Empujó levemente la puerta y esta cedió con un crujido.

La luz en el salón era muy tenue, iluminada por velas. Los sillones, sillas y la mesa auxiliar fueron colocados en un rincón del salón. Aparte de eso, allí no había nadie. Dio media vuelta cuando escuchó un leve sollozo que hizo que se sobresaltase. Entró al salón, colocándose en medio de éste. Miró hacia todos lados buscando el origen del sollozo pero no veía a nadie. Entonces, de debajo del gran mueble que había en una pared del salón vio una sombra. Se acercó a él y se arrodilló. Allí debajo, encogido, estaba Harry, sollozando y temblando.

-¿Harry? –dijo Sirius, sonriendo por primera vez en mucho tiempo. –Harry, menos mal que estás aquí. Vamos, Harry. –Su ahijado se echó hacia atrás, asustado. –Harry¿te pasa algo? –Sirius extendió una mano y lo agarró por la muñeca herida, Harry gritó de dolor y Sirius, asustado, apartó la mano rápidamente. Se asustó cuando vio que estaba manchada de sangre. -¡Harry, vamos sal, por favor! –gimió Sirius.

-Nooo… -sollozó.

-Mira, Harry –Sirius sacó de su capa al Señor Padfoot, mostrándoselo a Harry. –Por favor, Harry, sal.

Harry lo observó desde su escondite, esa forma de preocuparse, de hablarle con tanta suavidad, sus ojos… Tenía que ser su padrino, no tenía ninguna duda.

-¿Tío Sirius?

-Sí, mi niño, soy yo. Vamos, sal.

Lentamente, Harry salió de su escondite debajo del mueble, se lanzó a los brazos de Sirius, quien lo estrechó entre ellos. Hacía mucho tiempo que Harry no se sentía tan protegido. Ya nada podía ir mal, volvían a estar juntos, volverían a La Guarida, junto a Remus y nadie los volvería a separar otra vez. Ahora lo que tenía que hacer era sacarlo de allí y todo iría mejor.

-Harry, Harry¿estás bien? –dijo Sirius, revolviéndole el pelo y besándolo. –No te preocupes, mi niño. Te voy a sacar de aquí.

Sirius se separó de él y vio la herida en su muñeca que no tenía buen aspecto y no paraba de sangrar.

-¿Cómo te has hecho eso? –le preguntó Sirius, preocupado. Harry sollozó, incapaz de responderle. –Debemos curártela. –Sirius rompió un gran trozo de su capa y con ella vendó la muñeca de Harry. –No sé mucho sobre primeros auxilios, pero creo que esto bastará hasta que lleguemos con los demás y puedan curártela. Vamos, Harry –Sirius iba a coger a Harry en brazos cuando se dio cuenta de que éste estaba mirando sobre su hombro, aterrorizado.

-¿Ocurre algo? –preguntó Sirius, iba a darse la vuelta cuando sintió que lo apuñalaban por la espalda. Sirius gritó y cayó de rodillas, apretando fuertemente los dientes a causa del dolor.

-¡Tío Sirius¡Tío Sirius! –gritó Harry, echándose a llorar y abrazándolo.

-No te preocupes, Harry –Sirius hizo un amago de sonrisa para calmarlo. Miró sobre su hombro y un escalofrío lo recorrió de pies a cabeza. Detrás de él estaba el mortifago que era idéntico a él. Sostenía el puñal con una mano, lanzándolo al aire y recogiéndolo para volver a lanzarlo otra vez.

-¿Regulus? –preguntó Sirius.

-Cuanto tiempo, hermanito –dijo el mortifago con sorna.

-¿Qué pasa¿Siempre me tuviste tanta envidia para acabar pareciéndote a mí? –dijo Sirius, sarcástico. Pero sabía que las cosas no iban nada bien, tenía la impresión de que se iban a poner muy feas si no salía deprisa de allí, o si los demás no venían a tiempo.

-Je, je, muy gracioso. Pero aunque no lo creas, todo esto es cosa de la genética –respondió Regulus.

-Pero creo que de aquí te has ido completamente –añadió Sirius, señalando su cabeza, -aunque nunca estuviste en tus cabales.

Regulus pareció molestarse con el último comentario de Sirius, agarró el puñal dispuesto a lanzarse contra él.

-¡Detente, Regulus! –gritó Hydra desde la puerta. Regulus se detuvo en seco. –Aún podemos jugar un poco más. Has cambiado mucho, Sirius –le dijo.

-Es lógico, no nos vemos desde que tenía 18 años.

-Tienes razón –Hydra se acercó lentamente hacia él. –Pero sigues siendo tan estúpido como de costumbre. Involucrándote en los asuntos de ese viejo estúpido y de esos Potter.

-Me meto donde me da la gana –replicó Sirius.

Hydra le lanzó una mueca de asco.

-¡Protion¡Cygnus!

Otros dos mortifagos entraron al salón, colocándose a ambos lado de Hydra. Sirius se colocó ante Harry, protegiéndolo. El pequeño vio como la capa de su padrino se manchaba cada vez más de sangre a causa de la herida.

-Tío Sirius…

-Tranquilo, no te va a pasar nada, Harry.

-¿Qué desea que le hagamos, madre? –preguntó el mortifago que respondía la nombre de Protion.

-Jugad un poco con vuestro querido hermano. Hace mucho que no os veis, tenéis que recuperar mucho tiempo perdido.

-Claro, madre –respondieron los tres mortifagos a la vez.

Regulus agarró el puñal, con el que estaba jugando, por la hoja y lo lanzó hacia Sirius, clavándoselo al hombro. Sirius gritó de dolor, echándose hacia atrás. Intentó sacarse el puñal pero estaba bien clavado y cuando lo intentó el dolor se volvió aún más insoportable.

-No lo mates aún, Regulus –añadió la mortifaga Cygnus. –La diversión es para todos. –Se adelantó y sacó su varita, sonrió a Sirius y lo apuntó con ella. –Accio Puñal! –El puñal salió disparado, desgarrando piel a su paso. Sirius volvió a gritar de dolor, se agarró el hombro con la mano, intentando contener el dolor. –Perdona, Sirius, solo quería ayudarte, parecía que estabas sufriendo. –Sirius la fulminó con la mirada.

-Esto es tuyo –Cygnus le pasó el puñal a Regulus quien lo cogió por la hoja.

-Gracias –dijo Regulus, con una sonrisa, y lo lanzó de nuevo, clavándolo esta vez en el otro hombro de Sirius.

-¡Aaargh¡Mierda! –gritó Sirius. -¡Seréis…¡Hijos de perra!

-¡Un respeto, traidor! –lo reprendió Protion, hizo un movimiento con su varita y el puñal se movió hacia arriba, ensanchándole la herida.

-¡Aaargh¡Cerdo! –Sirius le escupió. –Tienes suerte que esté acorralado. Te arrancaría los ojos su pudiera.

-Tsk, tsk, Sirius, qué mal hablado –añadió Hydra, fingiendo estar molesta y echándole un sermón a su hijo pequeño. –Tendré que castigarte –lo apuntó con su varita, sin evitar sonreír -¡Crucius!

Un dolor insoportable recorrió a Sirius de cabeza a pies. Se retorció, gritando de tal forma que se desgarraba las cuerdas bocales y apretando los dientes con tanta fuerza que un hilo de sangre corrió por la comisura de su boca. Harry se quedó paralizado de terror al ver como su padrino estaba sufriendo. Se agarraba a su peluche, sin saber qué otra cosa hacer. Se le llenaban los ojos de lágrimas al ver como su padrino sufría y él no podía hacer nada. Y todo por su culpa, porque Sirius había ido allí a por él y ahora estaba pasando por todo eso. Una y otra vez fue torturado, hasta que Sirius acabó recostado boca abajo en el suelo, respirando irregularmente, con la mirada perdida y temblando.

-Tienes mucho aguante, digno de un estúpido como tú –Hydra alzó de nuevo su varita.

-¡No! –gritó Harry y se interpuso entre Sirius y la varita.

-Je, insolente niño –rió Hydra. –Eres tan estúpido como él.

-No disparé, madre –la avisó Cygnus. –Tiene el peluche y sirve como escudo.

-Veo que os estáis divirtiendo –dijo Voldemort, los mortifagos que se habían escondido con la llegada de Sirius habían vuelto, y con ellos Voldemort. –Pero recordad que Potter es solo mío.

-Lo sabemos, Señor –dijo Hydra, haciendo una reverencia.

Harry abrazó a su peluche aún más fuerte, buscando protección. Voldemort había vuelto y aquel miedo irracional volvió a apoderarse de él. Sirius, con las pocas fuerzas que le quedaban alzó la cabeza para mirar al montón de trapos en los que estaba envuelto Lord Voldemort. Sonrió irónicamente al pensar en que eso era el mayor mago oscuro de todos los tiempos. Dejó caer la cabeza al suelo, el esfuerzo que le costaba mantenerla en alto le resultaba insoportable. El salón se iluminó de repente por una brillante luz, seguido de un enorme estruendo. Afuera estaba empezando a formarse una gran tormenta y muy cerca de la casa.

-Hemos perdido mucho tiempo con esto –siseó Voldemort. –Acabad con él de una vez. Seguro que será una gran experiencia para Potter ver morir a alguien más de los suyos.

-¡No! –gritó Harry, echándose sobre Sirius. -¡No vais a hacerle daño!

-¡Je¡Se cree que puede hacer algo! –dijo Regulus y se echó a reír, coreado por otros mortifagos, para la sorpresa de todos Sirius también se estaba riendo.

-¿Qué le pasa a éste?

-¿De qué te ríes estúpido? –gritó Regulus, enfadado. -¡Estás a punto de morir!

-Me rio de lo estúpidos que habéis sido –añadió Sirius, empleando todas sus fuerzas. Comenzó a moverse, rebuscando algo dentro de su capa. -¿Pensáis que había entrado solo para buscar a Harry? –Lanzó una especie de canica negra más grande que una normal, rodó hasta llegar a los pies del mortifago que llevaba a Lord Voldemort a cuestas. Algunos mortifagos no sabían que estaba pasando, pero Voldemort el resto sí intuyeron qué estaba pasando.

-¡Estúpidos¡Tenemos que huir! –gritó Voldemort, furioso.

-¡No os mováis! –gritaron dos encapuchados que aparecieron ante la puerta del salón con las varitas en alto. Harry no podía verle los rostros pero estaba seguro de que no se trataba de más mortifagos.

En pocos segundos el salón era un caos absoluto. Más encapuchados había aparecido y se enfrentaban a los mortifagos, quienes los enfrentaban o huían. La habitación era el escenario de una gran batalla. Harry se había quedado junto a Sirius para protegerlo de los demás, hasta que alguien lo cogió y se lo llevó a la fuera.

Sirius pudo escuchar como su ahijado gritaba desesperado, pidiendo que lo soltasen. Miró hacia el otro lado y pudo ver como su madre lo llevaba en brazos contra su voluntad. Hydra Black se había apartado a un rincón de la habitación, desapareciendo a través de una puerta oculta en la pared. Como si un resorte lo hubiera impulsado, Sirius sacó fuerzas de donde antes creía no tener y se lanzó tras ella. No iba a dejar que se lo quitaran de nuevo.

-¡Sirius, espera!

Pudo reconocer la voz de Remus que lo llamaba, pero ni loco iba a detenerse.

Corrió a través de un pasadizo de piedra a oscuras. Las fuerzas comenzaron a fallarle poco a poco. A cada paso que daba le costaba el doble que el anterior. Las heridas de ambos hombros sangraban sin parar, en un gran esfuerzo se arrancó el puñal que aún llevaba clavado en un hombro, tirándolo al suelo. Pero lo peor era la herida de la espalda, que era mucho más grave de lo que pensaba. Su respiración se volvió dificultosa y se le nublaba la vista. Pero seguiría adelante, aunque estuviese moribundo; aunque no le quedase una gota de sangre¡aunque su espíritu tuviese que salir del cuerpo! No pararía hasta que Harry estuviese sano y salvo. Podía escuchar más adelante los pasos de su madre hasta que cesaron de repente. Pensó que había perdido hasta el sentido del oído pero podía escuchar claramente sus propios pasos. Dobló una esquina y se encontró en un callejón sin salida, sin nadie. Sintió que lo embargaba un odio irracional. En un último esfuerzo arremetió contra la pared, para su sorpresa esta cedió y Sirius estuvo a punto de caer al vacío. Alargó un brazo y se agarró a una gárgola. Una fuerte lluvia lo empapó en pocos segundos. Estaba en el tejado. Un rayo cayó muy cerca de la casa, iluminándola a esta y sus alrededores. Sirius pudo ver la silueta de Hydra corriendo por el tejado.

-¡Vieja bruja! –gritó Sirius, haciéndose oír a través del ruido de la lluvia. Hydra se detuvo cuando llegó a un extremo del tejado, no podía ir a ningún lado. Sirius la alcanzó en pocos segundos.

Hydra lo encaró. Todo su maquillaje se había echado a perder con la lluvia dándole un aspecto lamentable, y su alborotado moño no ayudaba mucho a su imagen. Harry intentaba soltarse pero Hydra lo tenía bien sujeto, clavándole las uñas en el costado.

-¡Suéltalo! –gritó Sirius. -¡Sabes que no puedes desaparecerte con él!

-¿Crees que voy a desobedecer una orden de mi Señor¡Él lo quiere y se lo voy a llevar!

-¡Pero a él le da igual si tú caes en el intento!

Hydra se quedó callada, sabía que su hijo tenía razón.

-¡Devuélvemelo!

-¡Jamás! –Hydra trastabilló pero pudo mantenerse en pie. Miró a Sirius, sonriendo con burla. -¡Me das pena, hijo mío¡Mira en lo que te has convertido¡En un estúpido sensiblero que da su vida por un mestizo¡Eras un Black¡Sirius Black¡Eras el que más porte y carisma tenía de todos, podrías haber sido un gran mago, Sirius¡Pero no, tuviste que juntarte con este maldito Potter que te metió esas ideas absurdas en la cabeza¡Te echaste a perder completamente! –gritó Hydra a pleno pulmón.

-Crees que puedes engañarme –gruñó Sirius. -¡No caeré en tus estúpidas trampas!

-¡Está bien¡Tú lo has querido! –Hydra iba a sacar su varita cuando un rayo cayó entre ella y Sirius, del susto se echó hacia atrás, cayendo al vacío. Sirius corrió hasta ella, cogiéndola de la muñeca. –Vaya, parece ser que al final la sangre siempre se rebela.

-No te confundas. Solo te he ayudado porque llevas contigo a Harry, si por mí fuera te habrías matado.

Hydra crispó su rostro de rabia. Harry se agarraba fuertemente a la túnica de la señora Black, estaba suspendido a varios metros de altura, sobre un invernadero de cristal. Una caída desde esa altura podría matarlo.

-Este niño es muy importante para ti¿verdad?

-Así es. Asi que ya me lo estás entregando.

-Je, si lo quieres ve a por él.

Las palabras de su madre le hicieron estremecerse, y en cuestión de segundos vio como Hydra lanzaba a Harry a un lado. Por impulso, Sirius soltó a su madre y se lanzó a por Harry, acogiéndolo entre sus brazos. El pequeño se agarró a su capa, asustado y temblando. Luego, todo era una caída precipitada, el grito de su madre le perforaba los oídos. Sirius casi perdió el conocimiento al sentir como su cuerpo rompía el cristal del tejado del invernadero, para luego acabar con un fuerte golpe sobre un jardín de rosas negras.


-¡Profesor Dumbledore! –gritó Remus, bajando las escaleras atropelladamente. El director estaba en la puerta hablando con Shackelbolt, McGonagall y Snape.

-Señor Lupin¿dónde está Harry¿Y Sirius? –preguntó Dumbledore.

-¡Eso es lo que quiero contarle! –respondió Remus, nervioso. -¡Hydra Black se escapó a través de un pasadizo con Harry a cuestas, Sirius los siguió…!

El relato de Remus se interrumpió cuando todos escucharon del exterior un grito seguido del ruido de cristales rompiéndose y unos golpes secos. Intercambiaron miradas, todas muy sombrías y salieron corrieron en busca del origen de los ruidos.


Harry se movió lentamente, le dolía todo el cuerpo a causa de la caída pero no tenía ningún hueso roto. Los brazos de Sirius que lo rodeaban cayeron a los lados cuando se reincorporó. Entonces se dio cuenta de que él lo había protegido de la caída. Se echó a llorar, sabía que desde esa altura no había salvación posible.

-Harry…

Se volvió rápidamente, Sirius lo miraba con los ojos entreabiertos y media sonrisa. Una enorme alegría lo reavivó por dentro y lo abrazó, llorando de alegría.

-¿Cómo estás mi niño? –le preguntó, entrecortadamente. La voz de su padrino sonaba débil y pausada.

-Bien¿y tú? –Harry se dio cuenta de que no debió de preguntar eso al ver como sus manos y brazos se llenaban de la sangre de Sirius. Se las miró, temblando, estaba fresca. Su padrino estaba gravemente herido y aún sonreía. Las lágrimas se confundieron con la lluvia que caía sobre ellos, se llevó las manos a la cara para llorar desconsoladamente. Una mano le revolvió el pelo mojado, miró a su padrino que sonreía con sus típicas sonrisas tranquilizadoras.

-¿Por qué lloras, pequeño?

-Sirius…

-¿Lloras por mí? –el pequeño asintió. –No debes, se lo prometí a tus padres, a James… Le prometí que cuidaría de ti para que no te pasase nada malo y yo siempre cumplo mis promesas…

-No te mueras… -lloró Harry. –No me dejes… No quiero estar otra vez solo…

-No estarás solo… -susurró Sirius. –Tienes a Remus, a Tonks, a Shinsen, a Dumbledore y al resto… ellos cuidarán bien de ti. –Harry lloró más fuerte, frotándose los ojos para apartar las lágrimas. –Harry, mírame… -el niño hizo lo que le dijo y lo miró con el rostro empapado de lágrimas y de la lluvia. -¿Te lo has pasado bien conmigo?

Harry asintió, frotándose los ojos.

-Me alegro… ¿Te acuerdas cuando nos escondimos dentro de un armario para gastarle una broma a Remus?... Menudo susto se pegó…

Harry rió entre sollozos, acordándose de aquel momento.

-Así quiero verte… -susurró Sirius, cerrando lentamente los párpados. –Por última vez…

La cabeza de Sirius cayó a un lado, sin vida. Harry lo miró y gritó todo lo fuerte que le permitieron sus pulmones.


Remus corrió delante de los demás, alrededor de la casa. No sabía porqué tenía que dirigirse por ese camino. El grito de Harry atravesando la noche le llegó claramente y no le auguraba nada bueno, aceleró el paso hasta llegas al invernadero. Abrió la puerta y el espectáculo que se encontró hizo que le temblasen las piernas. El cuerpo de la señora Black yacía atravesado por una enredadera de madera, su cuerpo yacía sin vida en el suelo, rodeada de sangre. Pero lo que más le aterrorizó estaba en el lado opuesto del invernadero, en un parterre de rosas negras yacía el cuerpo de Sirius, que no se movía, y Harry abrazado al cuello de su padrino, llorando desconsoladamente. Con paso tembloroso se acercó hasta Harry, que le costó una barbaridad soltarlo de su padrino, para cogerlo en brazos. En ese momento llegaron Dumbledore, Snape, McGonagall y Shackelbolt, McGonagall se quedó paralizada ante la puerta, tuvo que aguantarse a ella para no caer y Snape contemplaba la escena como si fuese algo surrealista. Dumbledore y Shackelbolt se acercaron al cuerpo de Sirius, Dumbledore le tomó el pulsó y de repente el rostro se le ensombreció, miró a Remus, que miraba el cuerpo de Sirius sin pestañear y a punto de desmayarse. Dumbledore negó lentamente con la cabeza, entrecerrando lo ojos y volviendo la vista al cuerpo sin vida de Sirius. Remus agachó la cabeza y se echó a llorar, abrazó más a Harry, quien lloraba sobre su hombro llamando a Sirius. Remus también quería llamarlo, pero su tristeza y congoja no se lo permitieron.

Continuará…

Sencillamente, la muerte de Sirius en el quinto libro es pésima, se merece una más digna úù

Probad a leer con una música triste fondo, yo lo hice y lloré TT y es la primera vez que me pasa escribiendo el fic… en fin, nos vemos!

Hikaru in Azkaban

Presa 19985ψ∆ de la prisión de Azkaban

Miembro de la Orden Siriusana