Alone
Por: Sakuracorazonn
- ¿Cuánto uno puede soporta el estar solo¿Qué la soledad sea la única constante en la vida¿La única que te acompaña siempre¿Qué te entiende como nadie mas lo hace¿Hasta te ame a su manera muy particular?.
- Esas preguntas siempre me la hago cuando regreso de las misiones. Y siempre recibo la misma respuesta.
- "No hay forma de saberlo. Solo uno mismo es quien sabe la respuesta a esas interrogantes".
- Y esas respuestas me molesta mucho.
- ¿Porqué me molesta, por que parece una verdad absoluta, y eso de las verdades absolutas no va conmigo, nunca ha ido, y nunca ira.
- Quisiera pensar que algún día dejare de estar solo. Que encontrare a alguien que esté dispuesta a soportar la carga que representa estar unido a un anbu de elite.
- No es que pida mucho o me crea la tapa del coco, pero el vivir con alguien que en cada misión que realice pueda ser la última, es una carga muy pesada. Demasiada.
- Es injusto y egoísta atar a alguien de esa manera a uno. Especialmente si sabes el riesgo que conlleva pertenecer al grupo. Eso pienso yo. Pero al final del camino, regreso la misma pregunta.
- ¿Cuánto puede uno aguantar estando solo?
- En días como hoy, que he regresado de una misión, creo que muy poco. En días como hoy, mi mente flaquea y desea estar acompañado de alguien a quien poder contarle todo lo que piensa y desea. En días como hoy, me gustaría disfrutar el abrazar alguien con dulzura y ahuyentar los temores de mi alma con su dulce aroma. De poder hacerle el amor con locura desenfrenada y saciar mi sed de afecto con sus labios. De poder dejarme llevar de la mano sin importar el destino con tal de estar con ella y lograr arrancar esté dolor de mi corazón.
- Sin embargo, cuando veo a mis compañeros regresar de sus misiones. Cuando veo esas caras marcadas por los horrores visto, por las experiencias vividas pienso que es lo mejor. Que vivir en soledad es lo mejor.
- He vistos cosas que me hacen desear el haberme sacado los ojos para no haberlas visto nunca; y no me siento muy orgullo tampoco de los horrores que he realizado en algunas misiones. De la sangre que ha tocado mi rostro, de las vidas que he arrebatado con mi espada. No, eso horrores no me gustaría que ella lo supiera. Siento vergüenza de esos actos cometidos.
- ¿Para qué darle a alguien inocente esa carga?. La carga de lidiar con fantasmas del pasado y por los venideros. ¿Para que destruir una vida inocente con horrores no vividos. ¿Para qué involucrarla con el peligro innecesariamente¿Para qué hacerlo? Por el hecho de sentirte solo no lo justifica, nunca.
Y eso lo entiendo claramente.
- Si deseo estar con alguien, que sea por la razón correcta, el motivo correcto. No por quitar esta soledad que consume mí interior día a día y de manera sistemática. No para callar los demonios que me desgarran con sus afiladas garras mí corazón fragmentado.
- No... Debe ser por amor.
- ¿El amor lo puede todo?... ¿No?... ¿No es así?... ¿No lo es?...
- ¿El amor podrá acabar con la soledad que se halla en mi corazón, en mi mente, en mi alma?
- ¿Podrá hacerlo?
Jiraiya deja de ver por la ventana el ambiente sombrío que se forma, que anuncia una gran tormenta para esa noche. Siente dentro de su corazón que debe salir a dar una vuelta, a pesar de lo que se avecina. Y por primera vez obedece ese sentir.
Delante de la puerta toma su fiel abrigo rojo. Se lo coloca, revisa los bolsillos para ver si tiene algo de dinero, aunque sabe que no lo necesitara, y que tenga sus guantes negros. El invierno está próximo a reventar, lo siente en sus huesos. Sale de la casa.
Camina por esas calles lóbregas, desierta para esa hora de noche, sin mucho apuro. Contempla a los comerciantes cerrar sus puestos de venta. Observa como parte un par de grupo de shinobis a misiones en la frontera.
Con las manos dentro de los bolsillos del abrigo, continua caminando. No tiene un rumbo fijo que seguir. Simplemente camina por esas calles viendo como termina la rutina del día.
Unos shinobis pasan a su lado, saludos corteses se reparten. Él se detiene, y observa el rostro de cada uno de ellos. Tan jóvenes, apenas unos adolescentes. Advierte en esas miradas jóvenes, llenas de vidas, tantas ilusiones y sueños para un mejor futuro, tantos deseos por cumplir, tantas cosas por hacer; más él, con sus años encima puede ver en la sombra de esos jóvenes, ha esa sombra maldita y despiadada que es la muerte. Muerte que le ha sonreído más de una vez de manera dulce.
Sabe que no puede hacer nada. Esa es la vida que ellos escogieron para preservar la calma en que viven las demás personas de la aldea. Esa también es su vida. Una vida solitaria. Traga en seco, en esa garganta se ha formado un nudo.
Algo húmedo cae sobre el rostro. Se lleva la mano al rostro y remueve la gota. Levanta la vista al cielo para maravillarse al ver como se mueven las nubes. Otra gota cae sobre el rostro tostado al sol. Un bufido suave sale de esa garganta. Sin mucho preámbulo la lluvia se revela. El abrigo lo aprieta mas sobre su cuerpo. Ve como corren los hombres en busca de refugio contra la lluvia.
La lluvia sigue precipitándose como si nada mas importara esa noche. Ella trata descorazonada de lavar la sangre derramada en el suelo sucio, manchado. De lavar de las almas de los héroes anónimos esos pecados cometidos en sus duras batallas. Pecados horribles, sin nombre, pecados obrados para preservar la relativa paz en que viven sus niños queridos, sus mujeres amadas, y sus familias.
Jiraiya retoma su caminar lento y suave, sin rumbo. Llega hasta la entrada del bosque. La lluvia continua cayendo con su melancolía usual.
De pronto, siente que alguien lo llama de esa espesa oscuridad. Sin pensarlo dos veces entra al bosque, siente que debe hacerlo. Observa todo a su alrededor. Nada fuera de lugar. Se da la vuelta para regresar por donde anduvo pensando que es una locura meterse en un bosque un día de lluvia.
Jiraiya – susurra el viento. Se voltea. Nada. Solo la negra noche jugando con los sentidos.
Jiraiya – otra vez es llamado. Y corre, corre hacia donde escucha es voz tan clara. Y descubre, con asombro un puente que no debería estar ahí y al río enardecido correr raudo y veloz por su caudal.
¿Qué me está pasando? – se pregunta mientras se sacude un poco de agua de su blanca y larga cabellera.- Me he vuelto loco. Aquí no hay nada. ¿Qué demonios hago metido en medio del bosque a estas horas de la noche?
Camina hasta el puente y aprecia la hermosura que desprende, a pesar del clima nublado. De su boca escapa algo de vapor. La temperatura ha bajado considerablemente.
Solo falta que nieve – murmura, al tiempo que se frota las manos con fuerza para darles algo de calor. Recuerda que tiene sus guantes en la parte interna del abrigo. Se los pones.
La lluvia para. El cielo se despeja un poco. Él extasiado contempla el cielo que se muestra soñador, aunque un poco tímido después de la lluvia. Se recuesta contra la baranda del puente a observar absorto el espectáculo que le ofrecen.
Baja la vista sobre el río que sigue con fuerza llevándose todo a su paso. Se traquea el cuello y bosteza. Esta a punto de retirarse para buscar el calor de su hogar cuando divida algo que es arrastrado por la corriente. Con espanto descubre que es una persona, mejor dicho una mujer. Se quita el abrigo. Y sin pensarlo se tira a esa corriente brava. Ve como la mujer se hunde por completo en ella.
Un par de brazadas y llega al lugar donde la vio hundirse. Él se sumerge para encontrarla. Lo logra sin mucho esfuerzo. La toma por la mano y jala hacia él. La corriente los arrastra, él como puede se pega a una piedra, y logra salir del río con el cuerpo de la mujer a cuesta.
Cansado respira, la mira para ver quien es la persona a quien ha salvado. Consternación. Descubre que es su compañera de equipo y no respira.
Su mente se blanquea por un momento. Nunca espero encontrarse en esa situación.
No – solo bastó esa negación para saber que hacer, como actuar. La tendió correctamente sobre el paso húmedo. Inclino hacia atrás el cuello para despejar las vías respiratorias. Junto sus manos, empezó a masajear con fuerza el corazón y los pulmones. Nada.
¡Respira! – Implora enérgico – ¡vamos respira! – impotencia tiñe la voz masculina. Su mano se cierra en un puño y midiendo la fuerza lo deja caer sobre ese pecho inmóvil.
¡Vamos Tsunade¡ No te atrevas a rendirte ahora¡ No lo hagas! – replica vehemente, mientras golpea por segunda vez el torso quieto. – ¡Vamos respira!
¡Respira¡ No te atrevas a darte por vencida. No te mueras – Otro golpe asesta con ímpetu.
La desesperación inicia a bañar la mente del hombre. ¿Cuánto tiempo estuvo sumergida en el agua helada, Sé pregunta impotente al ver que sus intentos por reanimarla no funcionan en lo mínimo. Está por desistir, cuando encaja otro fuerte golpe. Su suplica es escuchada.
Tos. La mujer tose con fuerza escupiendo el agua que hay en sus pulmones. El sonido de una fuerte inhalación se escucha. Tos mezclada con agua sale de ese cuerpo frío. Inhala con fuerza nuevamente, tose otra vez.
Dan – escucha gimotear de pronto de esos labios azulados.
Eres una idiota – murmura al tiempo que la estrecha con fuerza entre sus brazos aliviado de que no la perdería. No, aun no la perdería. Siente como ella tirita del frío. Sin problema la levanta entre sus brazos y regresa hasta el puente. La recuesta contra una de las pilastras. Toma del piso el abrigo y lo coloca sobre los hombros de la mujer. Se frota enérgicamente sus brazos ya que los siente algo entumidos. Se agacha, le toca la frente a la mujer. No le gusta lo que siente, frío.
Levanta la mirada hacia el cielo en busca de alguna respuesta, mas el cielo por respuesta deja caer un copo de nieve sobre su nariz.
¡Lo que falta! – exclama.
Jiraiya intuye que sus fuerzas se acabaran pronto. Ya ha bostezado varías veces en un periodo corto de tiempo. También, advierte como su cuerpo le cuesta moverse; le duelen las articulaciones, en especial los dedos y las muñecas. Así mismo, el aire frío se le incrustar con rabia y saña a través de su ropa mojada.
Mira a Tsunade con preocupación. Contempla la piel tornarse algo azulada. Su vista recae en las manos de la mujer. Se fija en los dedos amoratados, al igual que los labios y la nariz. La respiración es demasiado superficial y lenta.
No le gusta en lo mínimo la situación en la que se encuentra. Sabe que sé encuentra presentando síntomas de hipotermia leve, al igual que Tsunade, aunque la de ella es más severa. Y sobre todo sabe que si no encuentra un refugio pronto ambos serán historia. La levanta del piso y la coloca sobre la espalda para poder cargarla mejor. Sabe que el abrigo le brindara algo de calor a Tsunade, hasta que llegue a un refugio. Inicia a caminar.
El infierno blanco se desata con su violencia impetuosa sin impórtale nada con nadie. En un parpadear, todo el bosque queda cubierto con la blanca nieve, que cae con rabia de ese cielo cargado de nubes plomizas. La brisa furibunda pasa entre los árboles sin mucha resistencia. ¿Cómo la brisa gélida encontrara resistencia a su paso si no hay ninguna hoja para estorbar?.
Escogiste un excelente día Tsunade – suspira fatigado, mientras camina con pasos lentos y pesados por ese manto de nieve que le llega hasta los muslos. De pronto, cae en cuenta de algo muy malo. Está perdido. Cuando entro al bosque no realizo ningún tipo de marca para indicarle el camino de vuelta, y ahora que la nieve ha caído, sus huellas han sido borradas.
¡Grandioso! – exclama furiosos por la situación. Y como si fuera escuchado por la tormenta, una violenta ráfaga de viento lo avienta sin impórtale para nada el metro noventa de altura y los noventa y siete kilos que pesa. Concentra su chakra en los pies para anclarse en el piso cuente lo que cueste. Mira sobre su hombro para ver como se encuentra su compañera. Ella está igual nada mas le ha pasado. Un suspiro cansado brota de sus labios.
Dan – susurra de pronto la mujer. La brisa sigue azotando con brío ese masculino cuerpo. Jiraiya, no le ha quitado la vista de encima. Le duele verla así.
Regresa la mirada al frente para encontrarse con una solitaria vivienda en medio de la nada. Mira para todos lados en busca de algún movimiento extraño, trampa o algo similar, pero no encuentra nada. Un crujido en su rodilla lo hace reaccionar y entrar a la vivienda.
Corre la puerta y la cierra con la mayor brevedad que le permiten sus manos. Un hermosísimo genkan lo recibe. Se da cuenta que es la casa de campo de algún noble. Y deduce que hace mucho tiempo nadie va por esos lados por la película de polvo que ve en el suelo. Recuesta a Tsunade contra una de las pilastras que sostiene la entrada. Un gemido bajo brota de los labios de la mujer. Le palpa nuevamente la frente y la siente aun más fría que antes.
Entra a la residencia sin medias tintas. Para su sorpresa y alegría encuentra una buena cantidad de madera en la cocina. La prende sin demora necesita calentarse las manos. La madera no se resiste mucho y a los minutos un abundante fuego baña con su calor el cuarto.
Busca a Tsunade y la deja en la cocina no muy cerca del fuego, pero lo suficiente para que se caliente. Prende una vela he inicia a investigar la casa.
Después de revisar toda la casa y asegurarse que no había nadie en la casa, regreso al cuarto que le parecía mas apropiado para pasar la noche. A cada paso que daba por el pasillo los tatami crujían con delicadeza. Corrió la puerta del cuarto principal. Entró para revisar que no hubiera ningún tipo de alimaña rondando.
Por suerte, al revisar los estantes inmediatos a la puerta encontró varios baúles. Dentro de los baúles halló prendas para invierno. Saco varios kimonos de algodón, hakamas y haoris. Para sorpresa del hombre, el primer kimono que tomó es de su talla.
Torpemente y con algo de dificultad se saca toda la ropa mojada. Logra secarse lo mejor que puede con una toalla que halló en otro baúl. Un suspiro cansado brota de ese cuerpo fatigado mientras se coloca primero la hakama y después el kimono negro. La suave tela del kimono resbala sutil por la piel del hombre para ajustarse a la perfección cuando ajusta el cinturón sobre la cintura.
Toma otro kimono del baúl. Juzga que ese sería el perfecto para ella. De otro baúl saca varías colchas gruesas. Tomas las colchas y el kimono, lo deja sobre el futon que ahí colocado en el cuarto.
Se dirige hacia la cocina en busca de la mujer. La encuentra en la misma posición en que la dejo. La levanta sin problemas, aunque su espalda traquea un poco. Regresa al cuarto donde a prendido el fuego.
Se sienta en el piso con ella aun en brazos. Le toca la frente y el cuello, aun siente la piel fría. Le revisa las manos para observar con satisfacción que los dedos han dejado de estar azulados. Pellizca en centro de la palma de la mano para descubrir con agrado que reacciona ante el dolor. Por fin empieza a ver una luz de esperanza.
Con cuidado inicia quitarle la ropa mojada y secarla. No hay tiempo para ser pervertido. La termina de desnudarla para colocarle el kimono para después acostarla sobre el futon y cubrirla con las colchas.
Recoge toda la ropa mojada que hay en el suelo del cuarto y regresa a la cocina. La cuelga cerca de la chimenea para que se seque con el calor que desprende los últimos leños que quedan ardiendo. Da una última revisada a la casa para asegurarse que no ahí nadie. También lo hace para cerciorarse de que ninguna puerta o ventana esté abierta. Suficiente tiene ya con el frío que hay en la casa a pesar del fuego que arde en la recamara o en la cocina, como para dejar que se cuele mas por una puerta o ventana mal cerrada. Todo se encuentra en orden.
Regresa al cuarto. Sentándose cerca del fuego se pone a observar a Tsunade dormir. Un suspiro apagado brota de sus labios, ya no siente frío y eso le agrada mucho. De pronto escucha a Tsunade hablar. Al principio no entiende que dice, por lo que decide acercarse a ella para escucharla mejor.
Dan no te mueras por favor. – suplica la mujer en voz bajita y afligida. Sin embargo el hombre claramente la escucha.
El rostro despreocupado se vuelve sombrío. Sabe que nunca la amo de verdad – eso es lo que él se dice para ocultar ese sentimiento que agazapado cruel sombra yace en el corazón herido -. Es por ello que le duele presenciar como ella se está dejando matar por la perdida de su amor.
Le toca la frente y el frío no la ha dejado del todo. La observa estremecerse ante el contacto de su mano cálida. Decide utilizar su último recurso. Se suelta el kimono y se mete debajo de las colchas. Le suelta el kimono a ella y pega el semidesnudo cuerpo femenino contra su cuerpo. La siente estremecerse con fuerza, hasta siente algo de resistencia al contacto. Un gemido triste brota de ella.
Eres una tonta. En la muerte no hay respuesta, solo preguntas sin responder – le susurra al oído. Otro gemido triste se manifiesta.
Le pasa el brazo por la cintura, recuesta su cuerpo macizo contra el de ella. El contacto de esa piel gélida contra la suya le quema. Enrosca sus piernas con las de ella para maximizar el contacto de sus cuerpos. La escucha murmurar el nombre de ese amor perdido. Descansa su mejilla contra la cabeza de ella. Ahora es él quien suspira con pena.
De verdad eres una tonta Tsunade -
Levanta el rostro cuando siente algo de humedad en su cuello. Lo que descubre, le hiere mas aun el corazón lastimado que porta en secreto. La ve llorando. Los párpados apretados lleno de lagrimas cristalinas que se deslizan silentes por esas mejillas pálidas. Los labios entre abiertos siguen murmurando en cruel letanía ese nombre.
Fragilidad es lo que contempla en su máxima expresión Jiraiya. Esa fragilidad que destruye sin miedo al portador, fragilidad que hace cometer locuras sin pensar en las consecuencias. De igual forma observa en ese rostro pálido la desesperación de saber que no podía hacer nada para salvar a ese ser amado y aun así culparse de que lo sucedido es su culpa.
¿Dónde está su compañera¿Dónde está su amiga, la que siempre le pega por ser pervertido y metido en lo que no le importa?. ¿Dónde está?
Esta viendo a simple vista el dolor que siente el corazón destrozado de la mujer que tiene entre brazos. Y le duele verlo; le duele saber lo; le duele reconocerlo. Ya que él, también tiene ese mismo dolor incrustado en su corazón. La única diferencia, es que su dolor se debe a la soledad en que vive desde el día que trato de matar ese sentimiento. Soledad en la que se encuentra por decisión propia desde el día que se convirtió en anbu.
El control que siempre a portado Jiraiya se quiebra por primera vez en muchos años. Se deja llevar por lo que dicta su corazón. Con tiernos besos limpia esas lagrimas tan dolorosas, lagrimas que sabe a hiel agria. Tsunade se queda quieta y lentamente deja de llorar al sentir las suaves caricias.
No te encuentras sola amiga, aquí estoy yo – le susurra con dificultad. – Yo también sufro igual que tu - La aprieta mas contra si. Aspira el perfume que desprende el cabello.
Cierra los párpados con pesadez. El sueño lo ha alcanzado y con el corazón en la mano se deja llevar a ese mundo extraño y confortable, donde el dolor es remplazado con esperanza.
Mientras afuera de la casa, la tormenta de nieve se deleita cayendo con fuerza sobre la región.
fin capitulo 2
