Fix a broken and loneliness hearth

Por SakuraCorazón
Furia. ¿Cuánta furia puede desencadenar una tormenta? Mucha. Esa es la furia con que azota la tormenta sin misericordia a la ciudad de Konoha. La fuerte brisa unida a frío hace que todos los aldeanos se resguarden dentro de sus hogares paralizando sus actividades cotidianas. Solo los ninjas con actividades de vigilancia y misiones especiales andan en ese clima tan nefasto.

Algo alejado de las calles principales, el bosque interno de la ciudad se encuentra cubierto de la blanca nieve. Escondido entre los árboles, una casa se encuentra. Dentro de esa casa dos personas duermen. ¿Placenteramente? Posiblemente sí, posiblemente no.

La forma en que llegaron a esa casa abandonada, no fue la mejor forma. No. Las circunstancias que rodean la llegada de ellos a esa casa no es la preferible.

La recamara principal, con su chimenea brindando calor es la única habitación habitada por el momento. Sobre el futon, dos cuerpos semidesnudos duermen. Los suaves cabellos de la mujer se mezclan entre los cobertores que la cubren. El rostro escondido en el masculino cuello del hombre muestra paz, una paz que hace mucho no sentía, pero aun así hay algo que la disturba. Se gira escapando del abrazo en que su delicado cuerpo se hallaba envuelto.

Un bostezo se escucha. El mover de sábanas y cobertores se aprecia y el levantar de ese cuerpo masculino se observa. Un traquear de cuello resuena tenue.

La mirada cansada del hombre se posa en los restos del fuego consumido que yace enfrente del futon donde descanso la noche. Se sorprende que aun ardan. Su mente no registras cuantas horas ha dormido. Aun se siente agotado. Gira la cabeza hacia una de las ventanas adyacente para contemplar como aun la tormenta se encuentra en pleno apogeo. Un bufido fastidiado escapa de esos labios.

El kimono negro que yace a un costado de la cama. Lo toma, con pereza se lo coloca. El frío le está ganando la batalla al fuego. Se vuelve a traquear el cuello. Al mirar sobre su hombro recordó que no estaba solo como siempre. Que estaba con Tsunade. Un suspiro cansado se escapa mientras recuerda lo sucedido el día anterior.

Verla ahí durmiendo tan apaciblemente le hiere el espíritu. Quita la mirada para posarla nuevamente a donde esta lo que queda del fuego.

No tiene ganas de enfrentar nada ni a nadie en ese momento. ¿Cómo lo podría hacer¿Cómo podría enfrentar a alguien en ese momento sí no esta en sus cinco sentidos?. ¿Cómo hacerlo? Si hay confusión en su mente y lagrimas en su corazón solitario. Todavía están frescos los acontecimientos de su ultima misión, demasiados fresco. Traga en seco.

Cierra los ojos. Recuerda con nitidez la mirada vacía de esa mujer a quien salvo del palacio. Es la misma mirada que vio en Tsunade antes de partir a esa misión, y sabe que es la misma que vera cuando ella despierte y no quiere observarla.

Decide levantarse para buscar mas leña, ya que el fuego prontamente se extinguirá y eso no sería bueno. Además, necesita salir del cuarto. Siente por primera vez claustrofobia. Con cuidado de no despertarla la arropa un poco más.

Al correr la puerta del cuarto, la fría brisa del corredor cala sobre su cuerpo. Retrocede cerrando la puerta. Posa la vista en el baúl del que saco el kimono. Saca un haori blanco. Se abriga bien y sale de la habitación.

El pasillo en penumbra guía el caminar del hombre hasta una hermosa sala de estar. No le pone mucha importancia a lo que observa. Su mente anda perdida en ella misma. Sigue caminando hasta que llega a la cocina. Ni siquiera se fija si ahí algo para comer. Monótonamente recoge la madera que necesita de la esquina en donde se encuentra. Retomando los pasos dados regresa a la habitación. Coloca la madera en sobre el fuego, se asegura que prenda bien.

Se deja caer sobre ese piso suave. En el mismo lugar donde anteriormente estaba sentado. La vista al fuego. Un intenso dolor de cabeza se anuncia. Se concentra en respirar con calma, en despejar su mente para poder meditar y no prestar atención a lo que ahí a su alrededor. Se masajea la sien para aliviar el dolor que cede con lentitud.

Como sí de una muerte anunciada se tratara Jiraiya desea que Tsunade no despierte. Desea poder llevarla, así dormida, al hospital y dejarla al cuidado de los médicos y no ver esa mirada muerta.

Sabe que si despierta tendrá que confrontarla, y no lo desea. No, porqué confrontarla significara el confrontarse a si mismo. De entender realmente el porqué de su soledad. La razón de estar siempre solo por voluntad propia; de poner al anbu como una excusa para no interesarse en nadie. Y eso, le aterra sobremanera.

Entiende qué tendrá que prestarle atención a ese sentimiento que ha sepultado en su corazón hace tanto tiempo. Sentimiento relacionado directamente con ella, a Tsunade. Sentimiento que enterró vivo en su pecho cuando observo esa mirada de amor en ella hacia Dan esa noche después de la reunión. Y a pesar de haberlo enterrado en lo más profundo de su corazón, como mala hierba se pego con fuerza negándose a morir.

Suspira agotado. Y escucha a su espalda el movimiento de alguien despertando. Cierra sus párpados pesadamente sabiendo lo que sucederá. La respiración se hace aun más lenta.

Tsunade quieta mira hacia a delante. Parpadea. No reconoce el lugar, esta muy oscuro. Baja la vista para encontrarse con los cobertores níveos que abriga suavemente las piernas. Repara en su muñeca, puede ver la cicatriz reciente que lleva. Débilmente la toca con sus dedos finos. Aparta la mirada. Se da cuenta de que ahí alguien en el lugar donde esta ella. Distingue una espalda amplia y fuerte de hombre cubierta con un kimono negro, también ve ese largo cabello níveo resaltar con nitidez contra la tela suave.

Confusión. Parpadea nuevamente. Todo se vuelve blanco. Su mente piense que es un engaño lo que observa. Jiraiya no esta ahí delante de ella. Que no puede ser. Trata desesperada de recordar en donde se encuentra realmente. Solo blancura inmaculada es lo que contempla a su alrededor.

Intenta con mas fuerza. Un susurro se revela inseguro y una sombra pálida, casi transparente al horizonte aparece. Y Tsunade corre, corre detrás ese espejismo que se aleja.

Otro susurro se revela en esa brisa que roza el rostro con sufrimiento. Ella sigue corriendo. Su corazón se lo exige vehemente.

Y un nombre suelto en el susurro llega afilado a sus oídos, dagas asesinas en el corazón herido.

- "Dan" - Y el horror viste esa alma adolorida.

Se tropieza. Cae pesadamente. Trata de levantarse; de seguir corriendo tras esa sombra que se aleja más y más de ella; no puede hacerlo. Algo la mantiene sujeta al piso. La sombra a lo lejos desaparece. El blanco piso se vuelve agua y roja. Un cuerpo flotando se acerca hasta ella. Los cabellos lilas teñidos de rojos enredados entren sus dedos finos. El peso muerto de esa cabeza amada sobre su regazo. Pupilas dilatadas observan ese cuerpo amado, reparan el abdomen lleno de sangre. Tiembla hoja de otoños muerto. Esos ojos amados se abren de pronto. La miran inquisidores. Los labios llenos de sangre se mueven, palabras brotan de ellos.

- "Me Mataste" -

Y grita de horror por lo que contempla sus ojos, por lo que escucha su mente. Desesperada se saca de encima las sabanas y se aleja lo mas que puede de ese cuerpo muerto. Su espalda choca contra una de las paredes del cuarto. Parpadea aterrada. La habitación reaparece. El oscuro ambiente asfixiante. El crepitar del fuego a lo lejos. La figura de Jiraiya inmóvil siendo iluminada por la lumbre. Se queda quieta respirando estremecida.

Jiraiya silencioso escucha ese gemido doloroso. Siente como se aleja desesperada, cuando choca contra la pared, mas no se voltea para verla. No puede hacerlo. Sabe que si la mira sus barreras caerán con fuerza. No ha abierto los ojos para nada. Prefiere quedarse escondido en esa oscuridad por mientras. Tanto problema hay en confrontar sus sentimientos y anhelos, deseos y esperanzas, y los horrores y miedos.

Diminutas lagrimas resbalan por esa piel cremosa. Esconde entre sus manos el rostro. Su cuerpo se estremece violentamente. Su llanto es silencioso. El cabello cae como cascada sobre el rostro ocultando aun más el dolor que siente.

El crepitar del fuego es lo único que se escucha adentro de la habitación, mientras que afuera la tormenta arremete aun con mas fuerza.

Jiraiya coloca otro madero al fuego. Silencioso sigue. No ha movido ningún músculo. Su mente sigue divagando. Una palabra curiosa para él rebota en ella. Miedo. ¿Miedo a que? Se pregunta. La respuesta curiosamente se manifiesta cuando escucha el sollozo ahogado. Miedo a ver dolor en ese rostro que significa tanto para él. Y cae en cuenta de que el sentir por ella aun esta latente en su corazón. Traga en seco. Eso nunca se lo espero.

- ¿por qué no me dejaste morir? – susurra de pronto, voz rota.

- No podía – simplemente responde.

- ¡No podías! – aprieta con fuerza sus párpados.- ¡No podías! - Las lagrimas caen solitarias sobre el kimono malva – ¡No podías! – histeria inundada esa mente extraviada. – ¡No podías! - Se sostiene con fuerza la cabeza; se jala el cabello, pequeños mechones quedan entre los dedos de su mano. Es como sí el dolor la mantuviera cuerda en ese momento.

Tigre herido le salta encima para matarlo. Lo golpea débilmente una y otra vez, esas manos fuertes no tiene vigor. Jiraiya forcejea un rato con ella, no la quiere lastimar. La somete entre sus brazos sin problema.

- yo quiero morir – solloza entre lagrimas vivas. Intenta pegarle de todas formas. Es como si él tuviera la culpa de que Dan hubiera muerto. Jiraiya aplica mas fuerza para controlarla. Un quejido ahogado.

- ¿Por qué deseas renunciar así a tu vida Tsunade? – duramente le pregunta el hombre. Esos ojos negros que muestras desolación y soledad profunda la miran estoicamente. – Dan no dio su vida por alguien débil. - Esas palabras golpean con furia la desequilibrada mente de la mujer.

Silencio.

Silencio doloroso se genera en el cuarto. Jiraiya no se a movido del lugar donde se encuentra. Tsunade quita está, sus puños descansa sobre ese pecho cálido. Jiraiya afloja el agarre, no desea lastimarla mas de lo que la ha lastimado. Sabe que lo que acaba de decir es despiadado y cruel. La sutiliza no es uno de sus fuertes.

Ella se encoge entre esos brazos para reventar a llorar dolosamente al entender lo que él le ha dicho, al comprender que si muere la memoria de Dan será mancillada. Él la atrae hacia sí para abrazarla con ternura. Tsunade se deja abrazar niña indefensa mientras vierte todo el dolor contenido en su corazón por la perdida de Dan sobre ese torso fornido.

Él simplemente la deja llorar - sabe que lo necesita - mientras la protege de sus demonios, sin importarles siquiera los suyos propios, demonios que le muerden las entrañas con saña.

- No quiero estar sola – musita entrecortada por el llanto.

- No lo estas – la aleja de su cuerpo para mirarla al rostro. Diminutas lagrimas ruedan cuesta abajo por esas mejillas rojas. Con ternura las retira con sus pulgares. – Tsunade a diferencia mía, tienes gente que te quiere y preocupa por ti. Esta el maestro, Orochumaru, tus amigos y amigas de las apuestas. Tus demás compañeros.

- y sabes que es lo más importante, Dan siempre está a tu lado. - El escuchar esas palabras la hacen reaccionar, a darse cuenta de que no esta sola realmente. De que ese dolor que siente se borrara algún día de su ser, de que volverá a reír y a ser feliz. De que hay esperanza aun. Que el cielo azul brillara nuevamente, y no yacerá mas rota muñeca de cristal.

De pronto, esas lagrimas que no paran de brotar raudas son removidas con suaves besos de esos cálidos labios de seda pura. Tsunade silenciosa se abandona, se deja curar por esos besos tiernos que son dado con entrega. Esos besos tiernos uno a uno van borrando el miedo que habita en el corazón herido. Ese miedo a estar sola, sin nadie a su lado. Ese miedo a no volver ha ser capaz de amar nuevamente.

- Jiraiya – gime. Su delicada mano toca ese rostro marcado de rojo tan inconfundible. Quiere saber si es real.

Él se detiene, no se había percatado de lo que hacia realmente. La aleja un poco algo afectado por lo que ha hecho. La mira, la observa tan frágil entre sus brazos, pero no como la noche anterior que era debilidad y dolor, no, sino observa esa fragilidad que es belleza. y hermosura. y poder.

No necesitan palabras, solo bastan esas miradas heridas para saber que se necesitan por ese día. Que ambos se necesitan para sanar las heridas que se alojan en sus corazones y espíritus indómitos. Que nadie más los puede entender. No como ellos se entienden en ese momento. Ambos bajan sus barreras de protección inconscientemente.

Ella levanta la cabeza y posas sus dulces labios sobre los de él. Y ese contacto le quema. No son los labios de su amado. No, estos son diferentes. Donde Dan era fuego ardiente, fogosidad impetuosa y lujuria querida; Jiraiya es calidez generosa, y calma tentadora, y dulzura que raya en el deseo. Le pasa sus delicados brazos por el cuello y se ciñe demandando mas contacto. Dedos curiosos que se enredan entre esos largos cabellos blancos.

Jiraiya pasa sus brazos por la cintura de ella y la estrecha aun más contra su cuerpo vibrante. Necesita sentirla, necesita ese contacto cálido que ofrece el cuerpo femenino cuando se entrega sin temor.

El suave kimono de él resbala sinuoso por la espalda ancha y masculina. Dedos anhelantes de tocar esa piel curtida. Hambre es lo que anida en esos labios ardorosos que besan con calma descuidada el cuello terso. Un gemido ronco brota de los labios de él, cuando los labios de ella encuentran ese punto sensible el lóbulo de la oreja. Ella juega con su lengua un rato por esa quijada maciza, para después ir delineando un camino hasta los labios de él que la reciben dispuesta a saciarse en ellos. Viajeros perdidos en el desierto.

Las manos de él viajan cadenciosas sobre esa tela ligera que cubre la piel de ella. Sus manos se posan sobre esas caderas amplias y placenteras. Desea sentirla aun más cerca de lo que esta ahora. Jala el cinturón que sujetan la tela así liberando el kimono de ella, que se escurre sinuoso por esa piel nívea. La aproximación de esa piel febril lo empuja a hacerse de ella, de marcarla como de su propiedad.

La recuesta sobre el futon. Admira ese cuerpo de alabastro níveo que siempre a querido para sí. Tan dispuesto, deseoso de lo que él ofrece. Jiraiya descubre esos dúctiles labios entre abiertos, preparados para ser tomados. El cuello tentador, largo y fino expuesto. Ese busto hermoso y erecto, dispuesto para ser sometido por su boca deseosa. El lunar cerca del ombligo, y la cicatriz que casi la parte en dos. Deja que sus labios rueden con dominio por esa piel no explorada, juega con ella.

Pequeños gemidos retoñan de la boca de ella a medida que los labios de él se deslizan ondulantes por el cuerpo besando, lamiendo, succionando con delectación y delicadeza esa piel maravillosa. Experimenta esos labios que reconocen puntos sensibles, que se esfuerzan por dar satisfacción, dar placer. Siente esa boca apasionada sobre sus pechos, jugando con ellos, mordiéndolos delicadamente, es éxtasis total. Percibe como tortuosamente y con lentitud delirante baja por su abdomen esos labios ardientes para perderse en su intimidad de mujer. Y gime de placer. Se abandona mas lo de que está a ese éxtasis delirante que es único; que solamente es capaz de darlo alguien que entrega sin medida lo que habita en su corazón.

Él, al sentirla temblar de éxtasis por sus caricias, escucharla gemir ansiosa, sin vergüenza a roce de su lengua traviesa lo excita a un más. Regresa a esos labios que lo llaman cual sirena deseosa. La besa con ardor, pasión, se entrega a esos labios que lo domina y sanan a cada roce su alma herida. Sus dedos se enredan con locura entre esa madeja de cabello rubio que yace mar hermoso de verano extendía entre las sábanas. Disfruta la textura delicada, sedosa; el olor a jazmines que desprende.

Tsunade lo empuja suavemente sobre el futon, ahora es ella quien esta sobre él. Y le sonríe, como hacia tiempo no sonría. Sus manos delicadas juegan con los cabellos blancos mientras se dedica observarlo detenidamente, se maravilla con lo que vislumbra por primera vez. Ese rostro de quijada amplia y profunda, marcado en rojo, nariz recta, labios gruesos. Procura en besarlo como nadie lo ha besado antes. Sentada sobre su abdomen con curiosidad va esbozando cada músculo de ese torso fornido a punta de besos tersos y caricias inflamadas de pasión.

Él se deja llevar por la sensación que esas manos delicadas le proporcionan, cierra sus párpados, se deja hacer. A cada roce de esos dedos amados, una deliciosa descarga de placer inunda su esencia llevándolo a la embriaguez total.

Experimenta los pequeños mordiscos sobre su clavícula, y arde en un fuego que nunca pensó poseer. Los percibe bajar rítmicamente sobre el brazo izquierdo, y delinear con toques ligeros y mordiscos delicados ese tatuaje negro que envuelve tanto misterio. Labios húmedos delineando cada músculo, cicatriz. La siente jugar sobre su torso recio; detenerse en cada cicatriz que adorna como marca recordatoria de los pecados cometidos; y los besos que otorgar para exorcizar esos demonios, que ruedan maliciosos sobre esa piel, sin darse cuenta. Esas manos sobre sus caderas afiladas desatando las amaras de su pantalón. Manos delicadas posarse sobre su hombría.

Jadea ante ese contacto, ante el placer que llena impetuosamente todo su cuerpo. El sutil ritmo que llevan lo vuelven loco de éxtasis. Se está abandonando a ese placer, mas de pronto, su mente grita que no está bien lo que pasa. Que no puede ser.

La detiene.

Con cuidado la sienta a su lado. La cordura regresa levantando esas inexorables barreras de protección que tanto tiempo ha llevado. Se cuenta de lo que esta ha punto de pasar si no se contiene. Él la desea, pero no pagara el precio que implica tenerla. No la va a herir mas de lo que se encuentra. No lo hará. Tampoco puede manchar de esa manera la memoria de un compañero de armas que dio su vida por su país, por su mujer, por su amor. Reprime todos esos sentimientos que revolotean cual mariposa sobre la luna llena. Y le duele hacerlo, pero no la va a lastimar.

Ambos respiran agitados. Un bello tono rosa cubre esos rostros hermosos. Ambos cuerpos destilan luz propia al reflejarse la luz del fuego que arde con fuerza. Ambos cuerpos están dispuestos a continuar, mas la férrea voluntan de él detiene lo que sucede.

Ella se sorprende ante la acción que ha cometido Jiraiya. No comprende porqué. De pronto, en ese rostro familiar descubre algo que nunca pensó ver de nuevo. Soledad. La misma soledad que vio en Dan. Soledad destinada para los que aman, pero se contiene por ese mismo amar. Ve esa herida tan abierta la suya y sangrante que no cicatriza, que sigue supurando, que no tiene paz. Asimismo lee el temor que siente él; el temor de lastimarla, de herirla nuevamente, de denigrarla. Tsunade toma una decisión. Decide curarlo como él la ha curado. Decide amarlo, aunque sea solo un instante. Porque es mejor amar y sintieres amada un momento simplemente, a nunca haber sido amado. Y ambos merecen ser amados. Tocados por esa paz. Ella así lo desea en ese momento, por qué el mañana no tiene nada que ver con el presente y ahora es presente.

Lo mira directamente a los ojos, esos posos negros, pantano oscuro, y al final de ellos, se maravilla con ese fuego que arde en llama viva, salvaje animal en cautiverio. Solo basta su mano en el rostro dando permiso para continuar. Rogando silenciosa que no pare, que no se detenga. Pidiendo que no temiera, que continuara. Suplicando por ese amor naciente. Amor que cura las heridas, mitiga el dolor, que da esperanza.

Solamente ese toque necesita la conciencia Jiraiya para acabar con las barreras que tanto le a costado erigir.

Un beso tierno en la mano sella la promesa silenciosa. Y entrega es lo que contemplan esas cuatros paredes cuando los amantes se tocan dóciles entre ellos.

Jiraiya la estrecha entre sus brazos. La toma por la cintura, sentándola en su regazo la acaricia exorcizando esos demonios que no la dejan. Tsunade se abandona antes las caricias que recibe, y de paso se lo lleva a él mientras roza ese cuerpo fuerte con sus manos y su cuerpo, al mismo tiempo, también alejando esos demonios malditos que habitan en la oscuridad de su pensamiento.

Se besan con vehemencia desmedida mientras sus cuerpos se unen por primera vez en intimidad. Un gemido dulce brota de los labios al sentirlo tan dentro de sí. Hermosa flor de primavera expuesta sin miedo, entregada en su totalidad a su amado sol de medianoche. Cadenciosos movimientos acompasados; jadeos de hombre extasiado; brazos gráciles aferrándose a esa espalda musculosa; labios intensos sobre ese busto de gloria; caricias sublimes prodigadas con anhelo; besos íntimos dispendidos con delirio; gemidos de mujer ardiente.

Entrega sin medida. Rendición total. Perdón a los pecados cometidos. Gozo sin medida. Amor naciente. Gloria y paz y redención. Sanción y cordura y salvación. Bendición y bálsamos para las lesiones. Luz en esa oscuridad abrumadora.

Ella sobre él, caen rendidos, encima de esas cándidas sábanas, para gradualmente entregarse a ese sueño que primavera en invierno. Un ágil movimiento y ambos son envueltos por las sábanas cálidas. Un cariñoso beso en la frente, sobre el cristal que ella porta orgullosa. Una sonrisa de niña complacida en ese rostro hermoso. Un abrazo que indica propiedad. Y duermen con la certeza que el mañana será un mejor día.

La tormenta ya no cae con furia. No, ahora es una delicada brisa que lleva esos inmaculados y perfecto copos de nuevo sobre las praderas blancas y hermosas.

Fin del Capitulo 3