Profundo en la oscuridad, husmeando

Largo tiempo estuve ahí, preguntando,

temiendo,

dudando,

soñando sueños que ningún mortal había soñado antes...

- Edgar Allan Poe, El cuervo.

Capitulo seis: De vuelta al drenaje.

Raphael

Algo me estaba llamando.

Por un momento, vacilé entre el sueño y la vigilia, luchando contra la presencia que me cosquilleaba en la mente.

Un olor, un sabor, una voz...

Un toque.

Frío. Congelado. Sentía como se alejaba mientras yo trataba desesperadamente de retenerlo...

¡No!

Me senté erguido de una sola vez, con las manos firmemente apoyadas en el suelo para mantenerme a mi mismo firme. Era tan brillante.

Entrecerrando los ojos, sentí que recobraba la compostura y recordé dónde estaba: en la bodega de Casey.

.- ¿Estás bien?.- la voz de Donatello estaba envuelta en preocupación. Sus ojos estaban inyectados en sangre y tenía los párpados caídos por la falta de sueño.

Comenzó a levantarse, pero le hice un además para que volviese a sentarse.

.- Estoy bien.- sacudí mi cabeza y respiré lentamente. Dos días de estar atascados en esa prisión y estaba miserable. Bordeando la locura. El aire estaba tan denso que sentía que no podía respirar y la peste del cuerpo muerto allá afuera no estaba ayudando tampoco.

Sólo un mal sueño

No. Era más que eso. Lo mismo ocurría cada vez que trataba de dormir. Algo andaba mal.

Necesitaba salir de ahí. Ya. O iba a salirme de control.

.- Donnie...

.- Shhht.- Donatello señaló a Casey, dormido a mi lado. Roncaba débilmente.- Dale un tiempo más de sueño, después podemos irnos.

Su respuesta me sorprendió. Había insistido tanto en que nos quedásemos al menos tres días.

.- Raph... yo también lo siento...- la mirada de Donatello se conectó con la mía y nuestros pensamientos se cruzaron. Preocupación, intranquilidad, miedo. Encontré mutuo entendimiento.

Los dos supimos que nos necesitaban. No habían más razones para esperar.

.- Sentir qué...- preguntó Casey algo aturdido. Se cambió de lado, estudiándonos con ojos nebulosos y el pelo todo enredado.

.- Nada, cabeza hueca.- mantuve mi voz libre de emociones.- Mejor has algo con esa chasca tuya.- hice una pausa, dándole una sonrisa maliciosa.- Vamos a ir a encontrarnos con Abril. Nunca dormirá contigo si ve que luces así.

Miguelangel

Había llovido unas doce horas. Medio día. Incuso después que se detuvo, el aire se puso de un frío que no era para nada natural en esa época del año. El sol nunca apareció esa primera mañana, ni la siguiente, dejando los días grises y nublados bajo una gruesa cubierta de nubes. No podía imaginar nada peor para Leonardo.

Tenía una aguda fiebre. El sudor corría en torrentes por su cara, inmutable a pesar de todo lo que tratábamos de hacer por él.

Sus sueños eran tormentosos, cargados de delirios producto de sus heridas. No podía entender porqué no estaba mejorando, porqué no podía despertar. Habíamos detenido la sangre... había dormido por dos días...

Abre tus ojos, Leo... si sólo pudieras abrir los ojos...

De todos los eventos de mi pasado: la ira de nuestros enemigos, el calor de la batalla, la posibilidad de que nos descubrieran... ninguna de esas cosas podía igualar el miedo que había sentido en los últimos dos días.

Incluso si el mundo se desplomara a mi alrededor, no haría ninguna diferencia.

Me encontré a mismo vigilándolo constantemente, necesitando el acompasado subir y bajar de su pecho para convencerme de que aún estaba vivo.

Unas cuantas veces, vi a Abril y a Tara husmear por encima del edificio, la curiosidad las llevaba a querer saber que estaba pasando allá abajo.

Cuando regresaron, supe que Abril quería hablar conmigo. Necesitaba hablar conmigo. Pero se mantuvo en silencio, entendiendo que en realidad no estaba del todo ahí.

Estaba perdiéndome junto con Leonardo.

La sensación de sin sentido era indescriptible.

Jake, así era como Tara le había llamado, vino hacia nosotros después de que la tormenta se había detenido. Al principio pensé que debía ser su novio, descubrí después que era el tío de ella y de Abby.

Al principio actuó tan erráticamente como antes, gritando aterrorizadas obscenidades y por poco y lo knockeo de nuevo. Pero gracias a un calmante de Abril, el tipo había logrado tranquilizarse.

Cuando estuvo finalmente despierto, ella les dio a los tres una corta versión de que era lo que éramos Leo y yo y como era que habíamos llegado a existir.

Mientras contaba la historia, me sentí como un animal de circo bajo intermitentes miradas. Sobretodo la de Jake me parecía especialmente difícil de soportar.

Desde entonces, Jake se la pasó mayormente dormido. Le había provocado una fea contusión y el dolor de cabeza era lo suficientemente malo como para mantenerlo recostado en el piso.

Se había estado disculpando a cada rato desde que despertara, pero yo sólo podía asentir en respuesta. Hasta no estar seguro de que mi hermano viviría, no podía aceptarlas.

Miré al cielo, la tarde estaba comenzando a convertirse en noche. No sabía si podría soportar otra.

Abril y Tara estaban de pie a cierta distancia de mi y me di cuenta que Abril estaba sosteniendo el celular junto a su oído de nuevo.

Dios, córtala con eso Abril. La maldita cosa no ha funcionado en dos días.

Quise tirar el estúpido teléfono por encima del edificio. Si tan sólo pudiera llamar a Raph y a Don...

Los necesitaba tanto que dolía.

Nunca antes tuve que tomar las decisiones, siempre había alguien más para hacerlo. Era difícil de admitir, pero no estaba acostumbrado a confiar sólo en mí mismo.

Anhelaba la protección de Raphael, la capacidad de Donatello de comprenderlo todo.

Demonios, todavía estábamos confundidos acerca de que estaba pasando exactamente allá afuera, Abril y yo habíamos escuchado trozos de conversación pero había sido Leo quien había escuchado toda la explicación de Don.

.- ¿Se va a morir?- la pregunta me sobresaltó. Abby. Ni siquiera había notado cuando se me acercó.

La pequeña niña se sentó con las piernas cruzadas cerca de la cabeza de Leo, mirándome con sus grandes ojos cafés.

Estaba usando unos pantaloncitos de pijama, una camiseta rosada y unos calcetines sucios sin zapatos.

Su pelo color arena estaba todo desaliñado, los largos rizos formaban motas de pelo enredado.

Se veía tan joven. Tan inocente.

.- De ninguna forma, chiquilla. No lo dejaré.

Se volvió a mirar a Leonardo, satisfecha con la respuesta.

Era la primera vez que le hablaba y era la primera vez que ella se acercaba tanto sin Tara.

Había pasado la mayor tiempo agarrada de su hermana mayor, observando, quedándose quieta.

No podía evitar sentir compasión por ella.

Todo esto era mucho más de lo que ningún niño debería experimentar jamás.

Vacilante, Abby estiró el brazo, recorriendo suavemente la mejilla de Leo con sus dedos. Examinó todo su rostro, explorando su rasgos como lo haría una persona ciega.

.- Su piel es más suave de lo que pensé que sería. Para nada como la piel de la tortuga que mi amiga tiene de mascota.- dijo asombrada.

Yo simplemente miraba.

Pasando por alto su hombro sangriento, reposó su mano en su pecho. Leo se revolvió ligeramente, un débil resoplido escapó de su nariz.

.- ¿Sientes cosas aquí¿en esta parte?.- sus manos se esparcieron en su pecho.

.- Casi todo, pero no muy bien. Es algo insensible.

.- ¿Qué hay de aquí?.- se movió hacia su costado, hacia el área entre las dos partes de nuestra caparazón.

.- Ahora, eso...- sonreí ante su curiosidad, tratando de alisarle el cabello.- Da unas cosquillas horribles, peor que en la planta de tu pie...- Ella se río.

.- Tal vez si le haces cosquillas, despierte...

Si tan sólo fuese verdad...

RAPHAEL

.- ¿Tienes un plan?.- pregunté a Don, ayudándole a levantar las cajas lejos de la puerta. Se encogió de hombros.

.- No realmente. Estaba pensando que podríamos robar un auto. No tengo mucha confianza en la camioneta de Casey.

.- ¡Hey, Don, no hay nada malo con mi vieja Myrtle.- Gruñó Casey. Estaba luchando por arrastrar un pesado archivador, de nuevo contra la pared.- Pero creo que no voy a rechazar unas ruedas nuevas- Agregó sonriendo.- Uno de mis vecinos tiene un Mustang de miedo, siempre he querido manejar esa cosa.

.- Odio tener que destruir tus sueños, Case, pero necesitamos un auto grande- Donatello le dio de palmaditas en el hombro. Una van o una SUV, algo como eso, especialmente si vamos a tratar de salir de la ciudad.

Casey frunció el ceño, visiblemente decepcionado.

.- ¿Te acuerdas de cómo juntar los cables, Donnie°?

Yo tenía una vaga idea de cómo hacerlo, pero no estaba seguro de que ese fuese el momento para probarme a mi mismo.

.- Si. Mientras no tenga algún extraño aparato antirrobo.

En el barrio de Casey, probablemente no.

Donatello dio un paso hacia atrás, con los ojos fijos en la puerta frente a él. El paso estaba libre.

.- ¿Están listos, chicos?

Definitivamente. Más que listo.

Lo empujé al pasar junto a él, agarrando el pomo de la puerta.

.- Vamos a ver que lío de mierda está quedando allá afuera.

Pero la puerta no se abrió, por lo menos, no toda. Golpeó algo a medio camino de abrirse.

Bajé la mirada.

Era nuestro amigo el cadáver.

El olor era absolutamente rancio. Era un chico. No podía ser mayor de dieciséis. Su piel tenía un color amoratado y moretones pintaban sus piernas.

Sentí como mi cara se contraía al ver su rostro.

No había demasiada sangre, pero eso no hacia ver la muerte menos dolorosa. Una traza roja surcaba su cara, proveniente de un oscuro pozo dentro de su oído.

La boca del chico estaba abierta, de la cual salía una espuma teñida de rojo. Había un gran pedazo de piel necrótica en su cuello.

Con un gruñido de asco, cargué mi peso en la puerta, haciendo que el cuerpo cayese en la entrada de la bodega.

Casey y Don me siguieron. Mi hermano se detuvo observar el cuerpo.

.- Debió morir al lanzarse a sí mismo contra la puerta.- comenzó monótono, toqueteando el cadáver con un dedo del pie.- Eso o el virus acabó con él. Todo ese espumarajo debe ser de su glándula salivar y...

.- ¿A quien le importa, Donnie¡esto no es CSI!- le grité. Mi voz sonó ruda, pero no me importó. Cada hueso de mi cuerpo estaba gritando irritado. Quería encontrar a Miguel y a Leo.

Donatello se quedó en silencio, decidiendo no comenzar una pelea.

Con el sótano libre de peligros, los tres subimos silenciosamente las escaleras. Yo guiaba, agachándome al alcanzar el marco vacío de la puerta de la cocina. Me quedé escuchando.

Ya que estábamos por encima del nivel del suelo otra vez, la mezcla de sonidos caóticos fueron de nuevo evidentes a través de las ventanas de los cuartos.

El distante ulular de una sirena, el coro de bocinas de vehículos...

Me acerqué al cristal de la ventana, mirando a través de las trazas de saliva seca en su superficie.

La trastornada mujer se había ido, pero había dejado su marca.

.- eh... ¿Don?.- susurré, observando de la escena en el exterior.

.- ¿Qué...?.- se deslizó a mi lado. No tuve que formular el resto de mi pregunta. Inmediatamente vio el problema.

La calle estaba saturada. Autos por doquier, doblando en todas las direcciones, algunos incluso volcándose a los lados.

Los cuerpos cubrían el césped; la gente emergía desesperada a través de ese pandemonio...

La ciudad se había vuelto una jungla de cemento. Una zona de batalla. No había forma de que pudiésemos conducir hasta el apartamento de Abril.

Donatello desenvainó el bo de su espalda. Habló en voz baja.

.- Al drenaje. Movámonos rápido.

Abrí la ventana y nuevamente fui saludado por el hedor estancado de la muerte. Aterricé en la gravilla, moviéndome instantáneamente hacia la pared y corriendo hacia la parte de atrás del callejón.

La cacofonía de las voces me hizo erizar la piel. Podía escuchar las palabras en sus gritos y desesperadamente le ordené a mis oídos acallarlas.

Cuando alcancé la tapa de la alcantarilla, un nudo retorció mi estómago. La cubierta ya había sido removida.

Me quedé mirando la oscuridad del agujero, entrecerrando mis ojos y tratando de ver en su profundidad.

Oooohhhh, mierda.

¿Había alguien allá abajo?

Supongo que no importaba. No teníamos más alternativa.

Lanzando la precaución al viento, salté hacia la oscuridad, agarrando la escalera de metal y girando hasta el piso del drenaje.

Examiné el túnel, adelante y detrás mío.

Nada.

Segundos después se me unieron Don y Casey. Donatello empujó la cubierta de vuelta a su lugar y luego se detuvo a vigilar si alguien trataba de seguirnos.

.- Vamos a tener que trotar por un rato.- murmuró Don.- Creo que algunos de ellos nos vieron bajar aquí.

Estuve de acuerdo.

.- Bien... ¿qué tan lejos estamos exactamente de Abril? quiero decir¿es más corto por aquí que por la calle?.- preguntó Casey, comenzando a correr torpemente.

.- No es tan malo.- contestó Don.- Sólo son seis kilómetros.

.- ¿Sólo seis kilómetros!.- gritó Casey exasperado. Donatello alzó una mano para hacerlo callar.- Don, no soy un corredor de maratón.- su voz era más baja está vez.

.- Seis kilómetros es difícilmente una maratón. ¿te das cuenta que nosotros hacemos un viaje de nueve kilómetros ida y vuelta cada vez que venimos aquí..- Don sonrió, dándome una mirada de reproche.- Y si tu eres Raph, la mitad de eso no lo haces sobrio...

Empujé a Don ligeramente en el hombro. Se fue hacia los lados y después volvió a recuperar el balance y me empujó de vuelta. Me volví a mirar a Casey, quien ya estaba desfalleciendo tras nosotros.

.- Deja de quejarte, CJ. Tu sabes, las cosas podrían ser peor.

.- Está bien Raph, pero también podrían ser un montón mejor. Una playa en Cancún, sorbiéndome un margarita, mirando a todas las chicas en bikini... chicas que no espumean por la boca y tratan de arrancarte la cabeza...

Tenía que darle al chico puntos por sarcasmo.

Riendo con Casey, me di cuenta repentinamente que Donatello había dejado de correr. Cuando lo escuché jurar por lo bajo, supe que estábamos en problemas. Inmediatamente saqué mi sai del cinturón.

Se escucharon ruidos de chapoteos viniendo de adelante. El volumen y los pasos aumentaron, acercándose y en la escasa luz comencé a vislumbrar formas humanas.

Un montón de formas humanas, pero ¿estaban infectados?

Un horrible y estridente chirrido hizo eco en el túnel.

Creo que eso contestaba mi pregunta.

Por un minuto, Donatello se vio como si debatiera tomar otro camino. Los dos sabíamos que esa no era una opción. Incluso si tratábamos de huir, el esfuerzo sería inútil. No había a donde ir.

Íbamos a tener que pelear.

Le di a Don una sonrisa.

Pelear estaba bien por mi.

Iban a ser unos seis kilómetros muy largos.

Si lográbamos llegar tan lejos...

Continuará.

°"Hotwire", el típico truco de arrancar los cables en el panel de detrás del manubrio para conectar directa "a la mala" y llevarse el auto.

Lo peor ha pasado.

Se me han acabado los capítulos para traducir.

Así es...

La autora aún no termina la historia.

Por lo tanto, sigue en suspenso.

Si les gustó, me avisan, para yo comenzar a hincharla a punta de mails para que termine la historia...