Hello!!!
Después de un mes, regreso con un nuevo chapter .
Muchas gracias a todos los que han dejado sus amables y lindos comentarios (muchas gracias, muchas gracias, muchas gracias, y de nuevo, disculparme por el tremendo retraso…)
Espero que ahora, al tener mas tiempo libre por las vacaciones, pueda ir mas rapido con esta historia… ademas, ya esta super encaminada y tengo todo controlado J Ya veran.
Perdonen por no poder contestar los reviews… espero hacerlo el proximo capitulo (por cierto, ya esta a la mitad, por lo que no tendran que esperar otra eternidad)
Ahora, a disfrutar y dejen, si quieren, reviews (lo agradecere mucho si lo hacen)
Besos y espero que les guste el capitulo.
Pd: Todo lo que reconozcan no es mio, sino de las correspondientes editoriales que existen a lo largo del mundo y de la magnifica escritora llamada JK. Yo sólo lo utilizo porque me gusta mucho dejar volar mi imaginacion :)
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Capitulo 2: "Volviendo al pasado I"
Tiempo.
Misterioso concepto para definir el trascurrir de la vida.
Misteriosa medida.
Culpable de todo y de nada… de lo que hacemos y lo que dejamos de hacer, de las alegrías, de las tristezas, de los llantos… de los recuerdos.
Culpable y a la vez inocente.
Esta ahí, pero es a la vez intangible, inoloro, incoloro… Esta, pero no está.
Culpable de los recuerdos que pueblan las mentes, culpable de que, al mirar hacia atrás, comprendas que lo pasado, pasado está, que ya no volverá.
Culpable al ver que todo avanza… y no puedas hacer nada por evitar su avance impasible…
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¿Que mejor manera para recordar que trasladarse al mismo lugar donde todo sucedió, donde todo ocurrió? Las sombras del pasado se funden con el presente, los gritos de antaño y el silencio del ahora se confunden… fantasmas de una era que ahora parecen que vuelven…
Y, en esos momentos, cuando caminaba por esos pasillos, los mismos donde vivió largos años, donde había trascurrido tantas aventuras, tantas fatalidades, tantas alegrías… le parecía retroceder, retornar a esos días… y volver a ser lo que fueron una vez.
Ver, en cada piedra, en cada rincón, un recuerdo de sus siete años de escuela. Visiones que se amontonaban en su mente al caminar por el lugar que había considerado un día su hogar…
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Sus pasos le llevaron al vestíbulo de entrada, iluminado por antorchas, debido a la débil luz que se colaba por las ventanas a aquella hora de la mañana. Seguía siendo el mismo lugar de entonces. Ahí el tiempo no pasaba, no como en el hombre que observaba, silencioso, alrededor suyo. Se detuvo, mirando en derredor, cuantos recuerdos, cuantas imágenes almacenadas que ahora se fundían.
Niños, de diez y once años, con uniforme de escuela, y cara asustada, pasaban a través de él, siguiendo a otro fantasma del pasado… y él mismo se distinguió ahí, en su primer día de escuela. Reconocía a cada uno de los que veía, entonces no sabía todavía lo que la vida le tenía preparado, tanto a él como a los demás… Nunca se hubiera imaginado cada desenlace de la historia de cada uno de ellos. Nunca se hubiera imaginado que él llegaría a ser lo que era ahora, que alguien a quien entonces odiaba, ya incluso desde el primer segundo en que le conoció, llegaría a ser una persona tan querida, tan apreciada, a pesar de ya no estar con vida…
Volvió la vista hacia atrás, girando la cabeza. Mientras divagaba en sus recuerdos, una sombra, un poco más oscura que las demás, el pelo inconfundible, los ojos que los reconocerían en cualquier sitio… le habían traspasado de parte a parte y ahora seguía caminando, junto a su versión de niñez. Ahí estaba, lo que andaba buscando, y, en ese momento, la línea de la historia se formó claramente en su mente.
Corrió rápido, siguiendo a las sombras, recorriendo el mismo camino que ellas, estando sólo unos metros más atrás que las sombras…
Vio y recordó la selección. Vio y recordó su primer año, el segundo, el tercero… el cuarto. El quinto, sexto y séptimo pasaron igualmente, como soplos, como sueños, como las visiones que eran.
Hasta que de nuevo se encontró allí, en el comedor, en su ultimo día de escuela. Primer lugar que viera, y el sitio donde se despidiera de la escuela…
Y de nuevo, las sombras del pasado traspasaron su cuerpo. Ahora ya no eran niños, eran adolescentes, jóvenes de dieciocho años, algunos menos que la primera vez debido a sucesos acaecidos semanas antes, que se encaminaban a su graduación. Los rostros maduros, los nervios se palpaban en el ambiente… esa seria la última vez que pisarían la escuela en calidad de estudiantes…
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Recostándose en la pared, dejándose resbalar, observó la puerta de la habitación que ocupara en la torre, allí donde tantas cosas ocurrieron durante esos siete años… recordando la ultima vez que estuviera en ese lugar todavía como miembro del cuerpo de estudiantes…
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- ¿Nervioso?
- No - respondió Harry rápidamente, tumbado en su cama mientras veía el atrejeo generado en la habitación. No lo confesaría, pero, en su interior, muchas mariposas volaban a sus anchas. Esa seria una noche especial, pero no por la graduación, sino por las cosas que iban a suceder… a partir de entonces todo cambiaria, ya nada seria igual que antes…
- Yo si – volvió a hablar el pelirrojo, confesando su temor. Metía a toda prisa las cosas acumuladas en el transcurso del año, y veía, con gran envidia, la tranquilidad que parecía embargar a Harry, el único que no se encontraba empaquetando las cosas, los demás estaban nerviosos y encima de sus baúles.
- ¿No preparas el equipaje, Harry? – preguntó Neville, al darse cuenta, tras un largo rato, de que era el único que se encontraba descansando, los demás iban y venían preparando las cosas.
El aludido dio una vuelta en su cama, hasta colocarse cerca de la mesilla de noche que poseía, y, mirando la fotografía que conservara de sus padres, la arrancó del marco y se la metió a la túnica que iba a llevar a la graduación. Nadie vio la mirada de nostalgia que dirigió a la habitación.
- Esto es todo lo que necesito – murmuró, y seguidamente se dirigió a los demás, antes de salir por la puerta – El baúl ya lo preparare cuando vuelva – esa fue la ultima vez que se le vio en ese lugar.
El resto de sus compañeros y amigos se miraron a los ojos, pero como desde el ataque todo y todos eran distintos, no le dieron mayor importancia, si él quería hacer eso, que lo hiciera, nadie obligaba a empaquetar las cosas antes de la graduación, si lo hacían era por comodidad y por hacer transcurrir el tiempo mas rápido. Después de unos segundos de silencio, continuaron con su tarea, sin darle mayor importancia a este hecho, salvo que unas horas más tarde lo comprendieron todo tristemente.
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Si, ahora ya todo tenia sentido, todas las miradas nostálgicas que vieron aquellos días, todos esos suspiros que captaban, al pasear por el castillo… ahora todo cobraba su significado. Y, lo que un día tomaron por despedida a causa de la graduación… se trasformó en despedida para siempre…
Se apoyó en la pared, cansado de los recuerdos, había sido toda una experiencia, los siete años condensados, y todavía faltaba lo más difícil de superar, lo más complicado: el final de la historia.
Resbaló de nuevo hasta sentarse en mitad del pasillo, no, no podía entrar todavía… solo no, aun no.
No supo cuanto tiempo trascurrió allí, pero ya era mediodía cuando le fueron a buscar.
Y quien le encontró, vio ante si la imagen de alguien agotado, la cabeza dormida encima de su pecho, agarrando firmemente un cuenco de barro entre sus manos: un pensadero, donde las imágenes se formaban en las brumas de cristal. E inclinó la cabeza lentamente, hasta casi tocar con la cara las imágenes. Sonrió ante lo que vio, recuerdos de la niñez del pelirrojo, recuerdos de un tiempo lejano…
Vio un enorme trol, una piel de basilisco, la casa de los gritos, el lago... los siete años trascurridos, almacenados para que el tiempo no les afectase tanto… una sonrisa asomó en el cansado rostro…
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Días mas tarde de aquella vista que hiciera a lo que un día consideró su hogar, se encontraba apoyado encima de la cuna de su niña, de su querida y preciosa hija. La veía dormir tranquila, ajena a lo que le rodeaba, ajena a las preocupaciones que atormentaban la mente de sus padres, ajena a los temores y a los miedos de los adultos, solamente durmiendo en un apacible sueño.
Mucho tiempo había trascurrido desde entonces, desde su último día de escuela, más del que imaginaba, ¿cuántos?, no sabia, pero el tiempo no perdonaba y, en su rostro, las arrugas y la edad se perfilaban. A sus treinta y dos años todavía seguía creyendo en una fugaz esperanza que atesoraba muy profundamente en su corazón… a esas alturas casi todos daban por seguro que ya nunca mas volverían a ver a su amigo, a Harry, no hasta que la hora de partir de ese mundo se cumpliese, pero… él no lo creía así, sabia, no, mas bien esperaba el verlo algún día, como si nada hubiese ocurrido… y era el único que todavía seguía con esa ilusión, con esa esperanza en el corazón…los demás hacia tiempo que habían aceptado lo innegable… Harry ya no estaba, y nunca volvería: se había ido para siempre.
Un movimiento, proveniente de la cuna, hizo que sus ojos se posasen en la pequeña figura: pelo rojo, una gran y graciosa mata de pelirrojo cabello, los ojos cerrados anteriormente se abrieron para concentrarse en el rostro de su padre, y, pudo comprobar que estos eran el vivo reflejo de los de su madre.
Sin palabras, se acercó a su pequeña y la sacó de la cuna, acunándola entre sus brazos, susurrándole palabras, contándole, pues sabia que ella, aunque pequeña, escuchaba atentamente todo lo que dijese…. una niña de unos pocos tres meses le miraba, con esos ojos castaños, llenos de curiosidad y ternura.
Así comenzó a contarle, por vez primera, sus sensaciones, sus recuerdos más íntimos, aquello que estaba plasmando, de una manera más formal, en unos arrugados pergaminos para que, ni el tiempo, ni los años, se olvidasen de lo sucedido en una época no muy lejana…
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Eran las primeras semanas que pasábamos en el castillo. Tu tío Harry y yo todavía estábamos maravillándonos de todas las cosas que nos encontrábamos: las escaleras cambiantes, los cuadros que se movían, los mágicos pasillos… si, ya se que te he contado alguna vez su aspecto, pero cuando cierro los ojos, retrocedo a ese tiempo y me parece ser de nuevo aquel niño despreocupado que fui entonces.
Ya lo veras, mi querida Helena, ya lo veras cuando cumplas los once años y te toque ir a la escuela. Seguro que te quedaras con la boca abierta y contemplaras entusiasmada las maravillas que atesora el castillo, y, aunque yo te las describiera… son mil, no, millones de veces más sorprendentes de lo que te puedas imaginar. Ya lo veras, mi pequeña…
De aquellos días, los primeros del curso, los únicos recuerdos que se pueden señalar como importantes fueron la expectación que despertó Harry al llegar a Hogwarts (ya conoces porqué, no es necesario que te lo cuente de nuevo, ser el niño-que-vivió no fue fácil para él, es muy duro que te consideren un héroe por algo que no recuerdas siquiera…), un duelo a medianoche y… Halloween.
Ay, si, tu tío Malfoy no era precisamente amable con nosotros por esa época, éramos lo que se denomina enemigos irreconciliables. Siempre andaba metiéndose con nosotros, insultándonos, despreciándonos (¿Quién hubiera creído que terminaría así?, yo no por cierto, pero ya ves lo que puede hacer cambiar a las personas el amor)… y en primer año incluso tuvimos un duelo, mejor dicho, Harry y él, que eran los combatientes:
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-¿Comiendo la última cena, Potter? ¿Cuándo coges el tren para volver con los muggles?
-Eres mucho más valiente ahora que has vuelto a tierra firme y tienes a tus "amiguitos" – dijo fríamente Harry.
-Nos veremos cuando quieras – dijo Malfoy – Esta noche, si quieres. Un duelo de magos. Sólo varitas, nada de contacto. ¿Qué pasa? Nunca has oído hablar de duelos de magos, ¿verdad?
- Por supuesto que sí – dijo Ron, interviniendo – Yo soy su segundo. ¿Cuál es el tuyo?
Malfoy miró a Crabbe y Goyle, valorándolos.
- Crabbe – respondió – A medianoche, ¿de acuerdo? Nos encontraremos en el salón de los trofeos, nunca se cierra con llave.
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Esta fue de las primeras veces que nos hablo tu madre. Hasta entonces estaba tan abstraída en sus libros, y en ser la mejor, que poco contacto habíamos tenido los tres (excepto por el encuentro del tren)… y esta vez no fue para decirnos palabras de ánimos, no, sino que fue para reñirnos (cosa rara en ella, ¿no es verdad?) Se metía en todo lo que hacíamos, pero después, visto lo que ocurrió y sucedió en los siguientes años… lo reconozco, sin ella no hubiéramos llegado a ninguna parte…
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- Disculpad.
Los dos miraron. Era Hermione Granger.
- ¿No se puede comer en paz en este lugar? – dijo Ron.
Hermione no le hizo caso y se dirigió a Harry
- No pude dejar de oír lo que tú y Malfoy estabais diciendo...
- No esperaba otra cosa – murmuró Ron.
- ... y no debes andar por el colegio de noche. Piensa en los puntos que perderás para Gryffindor si te atrapan, y lo harán. La verdad es que es muy egoísta de tu parte.
- Y la verdad es que no es asunto tuyo – respondió Harry.
- Adiós – añadió Ron.
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Fui muy seco, lo reconozco, pero en esa edad no piensas en lo que las palabras pueden herir a la gente… los niños son muy sinceros y directos, no se cortan en decir lo que piensan… y en ese momento pensábamos mas en otras cosas que en la responsabilidad de nuestros actos. Aquí fue, podíamos decir, cuando comenzó nuestra gran aventura de primer año:
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- No puedo creer que vayas a hacer esto, Harry.
Una luz brilló. Era Hermione Granger; con el rostro ceñudo y una bata rosada.
- ¡Tu! – dijo Ron furioso - ¡Vuelve a la cama!
- Estuve a punto de decírselo a tu hermano – contestó enfadada Hermione – Percy es el prefecto y puede deteneros.
- Vamos – le dijo Harry a Ron. Empujó el retrato de la Dama Gorda y se metió por el agujero.
-No os importa Gryffindor; ¿verdad? Sólo os importa lo vuestro. Yo no quiero que Slytherin gane la copa de las casas y vosotros vais a perder todos los puntos que yo conseguí de la profesora McGonagall por conocer los encantamientos para cambios.
- Vete.
- Muy bien, pero os he avisado. Recordad todo lo que os he dicho cuando estéis en el tren volviendo a casa mañana. Sois tan...
Pero lo que eran no lo supieron. Hermione había retrocedido hasta el retrato de la Dama Gorda, para volver; y descubrió que la tela estaba vacía. La Dama Gorda se había ido a una visita nocturna y Hermione estaba encerrada, fuera de la torre de Gryffindor.
- ¿Y ahora qué voy a hacer? – preguntó.
- Ése es tu problema – dijo Ron – Nosotros tenemos que irnos o llegaremos tarde.
No habían llegado al final del pasillo cuando Hermione los alcanzó.
- Voy con vosotros – dijo
- No lo harás.
- ¿No creeréis que me voy a quedar aquí, esperando a que Filch me atrape? Si nos encuentra a los tres, yo le diré la verdad, que estaba tratando de deteneros, y vosotros me apoyaréis.
- Eres una caradura - dijo Ron en voz alta.
- Callaos los dos. He oído algo.
- ¿La Señora Norris? - resopló Ron, tratando de ver en la oscuridad. No era la Señora Norris. Era Neville. Estaba enroscado en el suelo, medio dormido, pero se despertó súbitamente al oírlos.
- ¡Gracias a Dios que me habéis encontrado! Hace horas que estoy aquí. No podía recordar el nuevo santo y seña para irme a la cama.
- No hables tan alto, Neville. El santo y seña es "hocico de cerdo", pero ahora no te servirá, porque la Dama Gorda se ha ido no sé dónde.
- ¿Cómo está tu muñeca? - preguntó Harry
- Bien - contestó, enseñándosela- . La señora Pomfrey me la arregló en un minuto.
- Bueno, mira, Neville, tenemos que ir a otro sitio. Nos veremos más tarde...
- ¡No me dejéis! - dijo Neville, tambaleándose- . No quiero quedarme aquí solo. El Barón Sanguinario ya ha pasado dos veces.
Ron miró su reloj y luego echó una mirada furiosa a Hermione y Neville.
- Si nos atrapan por vuestra culpa, no descansaré hasta aprender esa Maldición de los Demonios, de la que nos habló Quirrell, y la utilizaré contra vosotros.
Se deslizaron por pasillos iluminados por el claro de luna, que entraba por los altos ventanales. En cada esquina, esperaban chocar con Filch o la Señora Norris, pero tuvieron suerte. Subieron rápidamente por una escalera hasta el tercer piso y entraron de puntillas en el salón de los trofeos.
Malfoy y Crabbe todavía no habían llegado. Las vitrinas con trofeos brillaban cuando las iluminaba la luz de la luna. Copas, escudos, bandejas y estatuas, oro y plata reluciendo en la oscuridad. Fueron bordeando las paredes, vigilando las puertas en cada extremo del salón. Harry empuñó su varita, por si Malfoy aparecía de golpe. Los minutos pasaban.
- Se está retrasando, tal vez se ha acobardado - susurró Ron.
Entonces un ruido en la habitación de al lado los hizo saltar. No era Malfoy.
- Olfatea por ahí, mi tesoro. Pueden estar escondidos en un rincón.
Era Filch, hablando con la Señora Norris. Aterrorizado, Harry gesticuló salvajemente para que los demás lo siguieran lo más rápido posible. Se escurrieron silenciosamente hacia la puerta más alejada de la voz de Filch. Neville acababa de pasar, cuando oyeron que Filch entraba en el salón de los trofeos.
- Tienen que estar en algún lado - lo oyeron murmurar- . Probablemente se han escondido.
- ¡Por aquí! - señaló Harry a los otros y, aterrados, comenzaron a atravesar una larga galería, llena de armaduras. Podían oír los pasos de Filch, acercándose a ellos. Súbitamente, Neville dejó escapar un chillido de miedo y empezó a correr, tropezó, se aferró a la muñeca de Ron y se golpearon contra una armadura.
Los ruidos eran suficientes para despertar a todo el castillo.
- ¡CORRED! - exclamó Harry, y los cuatro se lanzaron por la galería, sin darse la vuelta para ver si Filch los seguía. Pasaron por el quicio de la puerta y corrieron de un pasillo a otro, Harry delante, sin tener ni idea de dónde estaban o adónde iban. Se metieron a través de un tapiz y se encontraron en un pasadizo oculto, lo siguieron y llegaron cerca del aula de Encantamientos, que sabían que estaba a kilómetros del salón de trofeos.
- Creo que lo hemos despistado - dijo Harry, apoyándose contra la pared fría y secándose la frente. Neville estaba doblado en dos, respirando con dificultad.
- Te... lo... dije - añadió Hermione, apretándose el pecho- . Te... lo... dije.
- Tenemos que regresar a la torre Gryffindor - dijo Ron- lo más rápido posible.
- Malfoy te engañó - dijo Hermione a Harry- . Te has dado cuenta, ¿no? No pensaba venir a encontrarse contigo. Filch sabía que iba a haber gente en el salón de los trofeos. Malfoy debió de avisarle.
- Vamos.
No sería tan sencillo. No habían dado más de una docena de pasos, cuando se movió un pestillo y alguien salió de un aula que estaba frente a ellos.
Era Peeves. Los vio y dejó escapar un grito de alegría.
- Cállate, Peeves, por favor... Nos vas a delatar.
Peeves cacareó.
- ¿Vagabundeando a medianoche, novatos? No, no, no. Malitos, malitos, os agarrarán del cuellecito.
- No, si no nos delatas, Peeves, por favor.
- Debo decírselo a Filch, debo hacerlo - dijo Peeves, con voz de santurrón, pero sus ojos brillaban malévolamente- . Es por vuestro bien, ya lo sabéis.
- Quítate de en medio - ordenó Ron, y le dio un golpe a Peeves. Aquello fue un gran error.
- ¡ALUMNOS FUERA DE LA CAMA! - gritó Peeves- . ¡ALUMNOS FUERA DE LA CAMA, EN EL PASILLO DE LOS ENCANTAMIENTOS!
Pasaron debajo de Peeves y corrieron como para salvar sus vidas, recto hasta el final del pasillo, donde chocaron contra una puerta... que estaba cerrada.
- ¡Estamos listos! - gimió Ron, mientras empujaban inútilmente la puerta- . ¡Esto es el final!
Podían oír las pisadas: Filch corría lo más rápido que podía hacia el lugar de donde procedían los gritos de Peeves.
- Oh, muévete -ordenó Hermione. Cogió la varita de Harry, golpeó la cerradura y susurró- ¡Alohomora!
El pestillo hizo un clic y la puerta se abrió. Pasaron todos, la cerraron rápidamente y se quedaron escuchando.
- ¿Adónde han ido, Peeves? - decía Filch- . Rápido, dímelo.
- Di «por favor».
- No me fastidies, Peeves. Dime adónde fueron.
- No diré nada si me lo pides por favor - dijo Peeves, con su molesta vocecita.
- Muy bien... por favor.
- ¡NADA! Ja, ja. Te dije que no te diría nada si me lo pedías por favor. ¡Ja, ja!
- Y oyeron a Peeves alejándose y a Filch maldiciendo enfurecido.
- Él cree que esta puerta está cerrada - susurro Harry- . Creo que nos vamos a escapar. ¡Suéltame, Neville! ¿Qué pasa?
Harry se dio la vuelta y vio, claramente, lo que pasaba.
No estaban en una habitación. Era un pasillo. El pasillo prohibido del tercer piso. Y ya sabían por qué estaba prohibido.
Estaban mirando directamente a los ojos de un perro monstruoso, un perro que llenaba todo el espacio entre el suelo y el techo. Tenía tres cabezas, seis ojos enloquecidos, tres narices que olfateaban en dirección a ellos y tres bocas chorreando saliva entre los amarillentos colmillos.
Estaba casi inmóvil, con los seis ojos fijos en ellos, y Harry supo que la única razón por la que no los había matado ya era porque la súbita aparición lo había cogido por sorpresa. Pero se recuperaba rápidamente: sus profundos gruñidos eran inconfundibles.
Retrocedieron y Harry cerró la puerta tras ellos. Corrieron, casi volaron por el pasillo. Filch debía de haber ido a buscarlos a otro lado, porque no lo vieron. Pero no les importaba: lo único que querían era alejarse del monstruo. No dejaron de correr hasta que alcanzaron el retrato de la Dama Gorda en el séptimo piso.
- ¿Dónde os habíais metido? - les preguntó, mirando sus rostros sudorosos y rojos y sus batas desabrochadas, colgando de sus hombros.
- No importa... Hocico de cerdo, hocico de cerdo - jadearon, y el retrato se movió para dejarlos pasar. Se atropellaron para entrar en la sala común y se desplomaron en los sillones.
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Si, fue una trampa de Malfoy para hacer que nos expulsaran a ambos de la escuela, pero lo que, en principio pareciera una pequeña aventura por los pasillos una noche, eso fue el desencadenante de todo lo que ocurrió mas adelante… pero, no adelantemos acontecimientos.
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Ahora llegamos a Halloween, fecha en que, durante los siete años que fuimos a Hogwarts, siempre tenia que ocurrir algo extraordinario: ese fue nuestro bautismo aventurero: un enfrentamientos contra un trol… y el nacimiento de una amistad muy especial… pues hasta entonces Hermione no quería ni dirigirnos la mirada a causa de la excursión nocturna… nos ignorábamos totalmente y seguíamos con la enemistad declarada…
Pero… comencemos por el principio, todo tiene una razón para que, al final, nos convirtiéramos en los mejores amigos, aunque antes dijéramos lo contrario…
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Día de Halloween. Clase de Encantamientos.
- ¡Wingardium leviosa! - gritó alguien, agitando sus largos brazos como un molino.
- Lo estás diciendo mal. Es Win-gar-dium levi-o-sa, pronuncia gar más claro y más largo.
- Dilo, tú, entonces, si eres tan inteligente - replicó Ron con rabia.
Hermione se arremangó las mangas de su túnica, agitó la varita y dijo las palabras mágicas. La pluma se elevó del pupitre y llegó hasta más de un metro por encima de sus cabezas.
- ¡Oh, bien hecho! - gritó el profesor Flitwick, aplaudiendo- . ¡Mirad, Hermione Granger lo ha conseguido!
Al finalizar la clase, Ron estaba de muy mal humor.
- No es raro que nadie la aguante - dijo a Harry, cuando se abrían paso en el pasillo- . Es una pesadilla, te lo digo en serio.
Alguien chocó contra Harry. Era Hermione. Harry pudo ver su cara y le sorprendió ver que estaba llorando.
- Creo que te ha oído.
- ¿Y qué? - dijo Ron, aunque parecía un poco incómodo- . Ya debe de haberse dado cuenta de que no tiene amigos.
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No la volvimos a ver en el trascurso de ese día. Nadie la vio, ni la oyó cuando se encerró a llorar por las palabras hirientes de un niño inconsciente. Igual que antes, cuando somos pequeños no nos damos cuenta de lo que se puede llegar a traumatizar a las personas…
Inconsciente… menos mal que al final no pasó nada grave y si algo importante:
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- Un trol... en las mazmorras... Pensé que debía saberlo – después de entrar rápidamente en el comedor, dejando a todos los presentes con la comida del banquete a medio llevar a la boca, el profesor Quirell logró pronunciar estas palabras y se desplomó en el suelo.
Causó un gran revuelo, pues nadie se había esperado tal horror en un lugar que se consideraba seguro. En el tumulto creado por los prefectos, los alumnos iban y venían asustados, dos personas se acababan de dar cuenta de un dato importante:
- ¡Acabo de acordarme... Hermione!
- ¿Qué pasa con ella?
- No sabe nada del trol.
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Lo vimos allí, enfrente nuestro: más de tres metros y medio de alto, de color gris piedra, un descomunal cuerpo deforme, una pequeña cabeza pelada, piernas cortas, gruesas como troncos de árbol, y pies achatados y deformes. Y con un gran bastón de madera que arrastraba por el suelo debido a sus largos brazos
Nos quedamos parados, congelados en el sitio, dos niños de once años no pueden hacerle frente a una criatura de esas características y salir vivos ¿o si?
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El monstruo se detuvo en una puerta y miró hacia el interior. Agitó sus largas orejas, tomando decisiones con su minúsculo cerebro, y luego entró lentamente en la habitación.
- La llave está en la cerradura - susurró Harry- . Podemos encerrarlo allí.
- Buena idea - respondió Ron con voz agitada.
Se acercaron hacia la puerta abierta con la boca seca, rezando para que el trol no decidiera salir. De un gran salto, Harry pudo empujar la puerta y echarle la llave.
- ¡Sí!
Animados con la victoria, comenzaron a correr por el pasillo para volver, pero al llegar a la esquina oyeron algo que hizo que sus corazones se detuvieran: un grito agudo y aterrorizado, que procedía del lugar que acababan de cerrar con llave.
- Oh, no
- ¡Es el cuarto de baño de las chicas!
- ¡Hermione! - dijeron al unísono.
Volvieron a toda velocidad hasta la puerta y dieron la vuelta a la llave, resoplando de miedo. Harry empujó la puerta y entraron corriendo.
Hermione Granger estaba agazapada contra la pared opuesta, con aspecto de estar a punto de desmayarse. El personaje deforme avanzaba hacia ella, chocando contra los lavamanos.
- ¡Distráelo! - gritó Harry desesperado y tirando de un grifo, lo arrojó con toda su fuerza contra la pared.
El trol se detuvo a pocos pasos de Hermione. Se balanceó, parpadeando con aire estúpido, para ver quién había hecho aquel ruido. Sus ojitos malignos detectaron a
Harry Vaciló y luego se abalanzó sobre él, levantando su bastón.
- ¡Eh, cerebro de guisante! - gritó Ron desde el otro extremo, tirándole una cañería de metal. El ser deforme no pareció notar que la cañería lo golpeaba en la espalda, pero sí oyó el aullido y se detuvo otra vez, volviendo su horrible hocico hacia Ron y dando tiempo a Harry para correr.
- ¡Vamos, corre, corre! - Harry gritó a Hermione, tratando de empujarla hacia la puerta, pero la niña no se podía mover. Seguía agazapada contra la pared, con la boca abierta de miedo.
Los gritos y los golpes parecían haber enloquecido al trol. Se volvió y se enfrentó con Ron, que estaba más cerca y no tenía manera de escapar.
Entonces Harry hizo algo muy valiente y muy estúpido: corrió, dando un gran salto y se colgó, por detrás, del cuello de aquel monstruo. La atroz criatura no se daba cuenta de que Harry colgaba de su espalda, pero hasta un ser así podía sentirlo si uno le clavaba un palito de madera en la nariz, pues la varita de Harry todavía estaba en su mano cuando saltó y se había introducido directamente en uno de los orificios nasales del trol.
Chillando de dolor; el trol se agitó y sacudió su bastón, con Harry colgado de su cuello y luchando por su vida. En cualquier momento el monstruo lo destrozaría, o le daría un golpe terrible con el bastón.
Hermione estaba tirada en el suelo, aterrorizada. Ron empuñó su propia varita, sin saber qué iba a hacer; y se oyó gritar el primer hechizo que se le ocurrió:
- ¡Wingardium leviosa!
El bastón salió volando de las manos del trol, se elevó, muy arriba, y luego dio la vuelta y se dejó caer con fuerza sobre la cabeza de su dueño. El trol se balanceó y cayó boca abajo con un ruido que hizo temblar la habitación.
Harry se puso de pie. Le faltaba el aire. Ron estaba allí, con la varita todavía levantada, contemplando su obra.
Hermione fue la que habló primero.
- ¿Está... muerto?
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No estaba muerto, no, pero si lo sumamente aturdido. Fuimos unos inconscientes en ese momento, no pensamos nada antes de actuar: lo hicimos y ya está… ahora, al cabo de tantos años pienso en que si salimos de esa situación fue por eso mismo: por nuestro instinto.
Cuando llegaron los profesores también se quedaron anonadados por este hecho… pero más nos quedamos nosotros al oír decir unas palabras de boca de alguien que nunca hubiéramos creído que las diría:
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- ¿En qué estabais pensando, por todos los cielos? - dijo la profesora McGonagall, con una furia helada. Harry miró a Ron, todavía con la varita levantada- Tenéis suerte de que no os haya matado. ¿Por qué no estabais en los dormitorios?
Entonces, una vocecita surgió de las sombras.
- Por favor; profesora McGonagall... Me estaban buscando a mí.
- ¡Hermione Granger!
Hermione finalmente se había puesto de pie.
- Yo vine a buscar al trol porque yo... yo pensé que podía vencerlo, porque, ya sabe, había leído mucho sobre el tema.
Ron dejó caer su varita. ¿Hermione Granger diciendo una mentira a su profesora?
- Si ellos no me hubieran encontrado, yo ahora estaría muerta. Harry le clavó su varita en la nariz y Ron lo hizo golpearse con su propio bastón. No tuvieron tiempo de ir a buscar ayuda. Estaba a punto de matarme cuando ellos llegaron.
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Hermione era la última persona que haría algo contra las reglas, y allí estaba, fingiendo una infracción para librarnos del problema….
A partir de ese momento, un vínculo irrompible se creo entre nosotros tres. Harry y yo aprendimos a aceptar a Hermione tal y como era, con sus faltas y sus virtudes; y ella aprendió con nosotros a disfrutar de los placeres de la vida, y a no estar tan metida en los libros que se olvidase de su propia existencia.
Un trol, una criatura a la que todos desprecian, nos sirvió para aprender una gran y valiosa lección…
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Lentamente, abrió los ojos, la ultima parte la había estado recordando con ellos cerrados, rememorando las sensaciones vividas… igual que en su excursión a Hogwarts días antes, cuando anduvo por aquellos mismos lugares, cuando se encontrase con los fantasmas del pasado, con los recuerdos que había estado buscando y almacenando…
¿Cuántos años habían pasado ya de eso? Muchos… aunque pareciese que no, que hubiera ocurrido ayer.
Pero no, mucho tiempo había pasado desde entonces, y todo eso ya no volvería, ya sólo quedaría como recuerdo de lo que fue… de lo que sucedió una vez entre las paredes de un lugar llamado Hogwarts.
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Giró muy despacio la cabeza hasta la pared mas cercana del salón de su casa, sin apenas moverse del lugar, pues en sus brazos llevaba a su pequeña hija, a su mas preciado tesoro, lo que le había permitido empezar una tarea que ya llevaba mucho tiempo demorando: contar su historia. Y así, girándose despacio, comprobó que las horas habían pasado más rápidamente de lo esperado, que, cuando te pones a recordar, el tiempo pasa volando…
Abandonó la habitación, y se encaminó a depositar en su cuna a su pequeña niña, había estado escuchando atentamente toda su aventura y, ahora, es cuando pequeños bostezos asomaban por su pequeña carita: era hora de descansar y dejarse llevar por el sueño a lugares donde nada puede hacer daño y donde se disfruta de múltiples aventuras, igual que la que le había contado él hasta unos segundos atrás…
- Duerme pequeña Helena, duerme. Tu padre vela por tu sueño – le dijo antes de depositarle un tierno beso en la frente.
Y se quedó, de nuevo, apoyado en un lateral de la cuna, viéndole dormir tranquila, ajena a lo que le rodeaba, ajena a las preocupaciones que conllevaba el crecer… durmiendo en un sueño apacible… durmiendo sabiendo que dos personas cuidaban de ella día y noche: sus padres que tanto la querían.
