. Todo lo que reconozcan... no es mio, es de sus respectivos propietarios
Espero que les guste y dejen sus comentarios.
Besos
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Capitulo 3: "Volviendo al pasado II"
Es difícil contar los recuerdos que pueblan la mente cuando son tantos y tan importantes.
Es difícil centrarse en algo concreto cuando sabes que, quizás, valga para más adelante.
Es difícil condensar los pensamientos y plasmarlos en un pergamino en blanco.
Es difícil querer escribirlo pues no sabes si, el que va a estar en el otro lado, leyéndolo, sabrá imaginarse en esas situaciones, sabrá sumergirse… tal y como tu lo sentiste.
Es difícil… pero no hay otra manera, sólo así se podrá guardar durante mucho tiempo y trasmitirlo a las siguientes generaciones…
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Con un movimiento de varita desvaneció la figura del perro de tres cabezas que había aparecido entre la bruma gris perla que emanaba del pensadero. Se encontraba en su escritorio, sentado frente a la ventana, pero esta vez ya no perdido en el infinito paisaje, sino que ahora estaba dando un descanso a su mente, pues se había pasado parte de la noche escribiendo, en los múltiples pergaminos que abarrotaban la habitación, una parte de sus vivencias en la escuela.
Podría haber utilizado, como mucha gente que conocía, una pluma vuelapluma, pero había descubierto que escribir de puño y letra era mil veces más gratificante que dictar las palabras. De este modo, podía ver como se formaba cada palabra, cada frase, como se rellenaba cada hoja… y sentir la satisfacción de haber sido el causante de eso, que con su esfuerzo estaba haciendo lo que quería y como quería.
Un ultimo vistazo a lo ultimo escrito, y, con un sencillo hechizo, encuadernó el montón que había terminado, así, poco a poco, estaba redactando los pasajes que se iba acordando de su paso por la escuela.
De momento, y era bastante para él que no estaba acostumbrado a trabajar la mente de esa forma, había llegado hasta casi finales de su primer año en Hogwarts: lo siguiente sería los últimos días, desde el inicio del rescate de la piedra filosofía… por eso había estado Fluffy (el perro de tres cabezas) flotando en el pensadero, había llegado hasta ahí, exactamente hasta el momento en que se encontraron con el animal, el comienzo de esa gran aventura y del rescate…
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Consideró que había sido suficiente, que por esa vez había hecho más de lo que esperaba, ahora, a descansar y a disfrutar del descanso que proporcionaba el sueño. Mañana seguiría escribiendo más, cuando se quedase de nuevo con su pequeña hija y le contase lo sucedido en el pasillo prohibido de primer año…
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Como si le esperase, la pequeña Helena abrió los ojos al oír entrar a su padre por la puerta de su habitación, estaba apoyada en los hombros de su madre, de cara a la puerta, y fueron sus ojos marrones los primeros que le vieron, luego le siguieron otros dos idénticos.
- ¿Cómo van mis dos mujercitas? – preguntó, a la vez que los tres se fundían en un gran abrazo. Había recuperado la alegría, y, de la añoranza y tristeza que había desprendido hasta entonces, no quedaba nada. Era una nueva persona, con una nueva visión de la vida, mas optimista y segura.
- Como siempre – respondió la única de las dos que podía hablar claramente, la otra sólo llegaba a articular balbuceos ininteligibles, no por algo era muy pequeña – Intentando que Helena se duerma. Tengo que ir a la escuela y la quiero dejar dormida antes.
- ¿Por qué no descansas? Estas muy estresada
- Son los últimos días del curso – posó la mano que tenia libre en la mejilla de Ron, acariciándole dulcemente, y, acercándose a él, le depositó un tímido beso en los labios - Ya disfrutaremos después.
- ¿Qué…? – le había dejado sin palabras que decir.
Cuando recuperó el habla, pues esas muestras de cariño espontáneo le dejaban en ese estado, a pesar de llevar ya bastantes años juntos y casados, ambos seguían enamorados como el primer día.
- No te preocupes, ya lo averiguaras – fue lo último que alcanzó a oír antes de que Hermione abandonara la habitación dejándole a su hija para que la durmiera.
Y se puso a hacer lo que sabia, le encantaba a la niña: se sentó en el confortable sofá que tenían en el salón, y le siguió contando sus recuerdos.
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Harry empujó la puerta.
Después de los crujidos que dio oyeron los gruñidos. Los tres hocicos del perro olfateaban en dirección a ellos, aunque no podía verlos.
- ¿Qué tiene en los pies? - susurró Hermione.
- Parece un arpa - dijo Ron- . Snape debe de haberla dejado ahí.
- Debe despertarse en el momento en que se deja de tocar - dijo Harry- Bueno, empecemos...
Se llevó a los labios la flauta de Hagrid y sopló. No era exactamente una melodía, pero desde la primera nota los ojos de la bestia comenzaron a cerrarse. Harry casi ni respiraba. Poco a poco, los gruñidos se fueron apagando, se balanceó, cayó de rodillas y luego se derrumbó en el suelo, profundamente dormido.
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Dicen que la música amansa a las fieras, en este caso, eso mismo fue lo que nos permitió adentrándonos en la oscura trampilla que ocultaba el perro de tres cabezas bajo sus garras. Primero con temor y miedo nos fuimos aproximando, y, después de comprobar que nada malo sucedía, nos sumergimos de lleno en la siguiente estancia, donde nos esperaba otra extraña prueba…
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- ¿Qué es esta cosa? - fueron las primeras palabras de Ron al aterrizar junto a Harry.
- No sé, alguna clase de planta. Supongo que está aquí para detener la caída. ¡Vamos, Hermione!
La música lejana se detuvo. Se oyó un fuerte ladrido, pero Hermione ya había saltado. Cayó al otro lado de Harry.
- Debemos de estar a kilómetros debajo del colegio - dijo la niña.
- Me alegro de que esta planta esté aquí - dijo Ron.
- ¿Te alegras? - gritó Hermione- . ¡Miraos!
Hermione saltó y chocó contra una pared húmeda. Tuvo que luchar porque, en el momento en que cayó, la planta comenzó a extenderse como una serpiente para sujetarle los tobillos. Harry y Ron, mientras tanto, ya tenían las piernas totalmente cubiertas, sin que se hubieran dado cuenta.
Hermione pudo liberarse antes de que la planta la atrapara. En aquel momento miraba horrorizada, mientras los chicos luchaban para quitarse la planta de encima, pero mientras más luchaban, la planta los envolvía con más rapidez.
- ¡Dejad de moveros! - ordenó Hermione- . Sé lo que es esto. ¡Es Lazo del Diablo!
- Oh, me alegro mucho de saber cómo se llama, es de gran ayuda - gruñó Ron, tratando de evitar que la planta trepara por su cuello.
- ¡Calla, estoy tratando de recordar cómo matarla! - dijo Hermione.
- ¡Bueno, date prisa, no puedo respirar! - jadeó Harry, mientras la planta le oprimía el pecho.
- Lazo del Diablo, Lazo del Diablo... ¿Qué dijo la profesora Sprout?... Le gusta la oscuridad y la humedad...
- ¡Entonces enciende un fuego! - dijo Harry.
- Sí... por supuesto... ¡pero no tengo madera! - gimió Hermione, retorciéndose las manos.
- ¿TE HAS VUELTO LOCA? - preguntó Ron- . ¿ERES UNA BRUJA O NO?
- ¡Oh, de acuerdo! - dijo Hermione. Agitó su varita, murmuró algo y envió a la planta unas llamas azules. En segundos, los dos muchachos sintieron que se aflojaban las ligaduras, mientras la planta se retiraba a causa de la luz y el calor. Retorciéndose y alejándose, se desprendió de sus cuerpos y pudieron moverse.
- Me alegro de que hayas aprendido bien Herbología, Hermione - dijo Harry, mientras se acercaba a la pared, secándose el sudor de la cara.
- Sí - dijo Ron – y yo me alegro de que Harry no pierda la cabeza en las crisis. Porque eso de "no tengo madera"... francamente...
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Si, realmente fue muy bueno, por un momento nos habíamos olvidado de la magia y luchábamos, indefensos, contra una planta que nos quería devorar… hasta que el cerebro privilegiado de tu madre dio con la solución. No se como se podía acordar de todas las cosas que nos enseñaban, la mayoría de ellas no parecían interesantes, por eso en las clases desconectábamos muchas veces: jugando a las cartas, escribiendo en los márgenes… o simplemente, soñando despiertos, alejarnos del lugar…
Ahora lo añoró, niños queriendo ser adultos para no tener que enfrentarse a clases, deberes, exámenes… y, ahora, después de todos estos meses, quisiera volver a ser aquel niño que se quejaba de todo… No sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos: infancia, niñez, inocencia…
Pero, de nuevo estoy divagando en cuestiones que, seguro, no entiendes todavía, eres demasiado pequeña para comprender estas palabras…
Sigamos pues, con aquellos tres niños que no podían adivinar a lo que se tenían que enfrentar mas adelante, después del Lazo del Diablo, un tintineo les aguardaba:
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Llegaron hasta el final del pasillo y vieron ante ellos una habitación brillantemente iluminada, con el techo curvándose sobre ellos. Estaba llena de pajaritos brillantes que volaban por toda la habitación. En el lado opuesto, había una pesada puerta de madera.
- ¿Crees que nos atacarán si cruzamos la habitación? - preguntó Ron.
- Es probable - contestó Harry- . No parecen muy malos, pero supongo que si se tiran todos juntos... Bueno, no hay nada que hacer... voy a correr.
Respiró profundamente, se cubrió la cara con los brazos y cruzó corriendo la habitación. No sucedió nada. Alcanzó la puerta sin que lo tocaran. Movió la manija, pero estaba cerrada con llave.
Los otros dos lo imitaron. Tiraron y empujaron, pero la puerta no se movía, ni siquiera cuando Hermione probó con su hechizo de Alohomora.
- ¿Y ahora qué hacemos? - preguntó Ron.
- Esos pájaros... no pueden estar sólo por decoración - dijo Hermione.
Observaron los pájaros, que volaban sobre sus cabezas, brillando... ¿Brillando?
- ¡No son pájaros! - dijo de pronto Harry- . ¡Son llaves! Llaves aladas, mirad bien. Entonces eso debe significar... - Miró alrededor de la habitación, mientras los otros observaban la bandada de llaves- . Sí... mirad ahí. ¡Escobas! ¡Tenemos que conseguir la llave de la puerta!
- ¡Pero hay cientos de llaves!
Ron examinó la cerradura de la puerta.
- Tenemos que buscar una llave grande, antigua, de plata, probablemente, como la manija.
Cada uno cogió una escoba y de una patada estuvieron en el aire, remontándose entre la nube de llaves. Trataban de atraparlas, pero las llaves hechizadas se movían tan rápidamente que era casi imposible sujetarlas.
Pero no por nada Harry era el más joven buscador del siglo. Tenía un don especial para detectar cosas que la otra gente no veía. Después de unos minutos moviéndose entre el remolino de plumas de todos los colores, detectó una gran llave de plata, con un ala torcida, como si ya la hubieran atrapado y la hubieran introducido con brusquedad en la cerradura.
- ¡Es ésa! - gritó a los otros- . Esa grande... allí... no, ahí... Con alas azul brillante... las plumas están aplastadas por un lado.
Ron se lanzó a toda velocidad en aquella dirección, chocó contra el techo y casi se cae de la escoba.
- ¡Tenemos que encerrarla! - gritó Harry, sin quitar los ojos de la llave con el ala estropeada – Ron, ven desde arriba, Hermione, quédate abajo y no la dejes descender. Yo trataré de atraparla. Bien: ¡AHORA!
Ron se lanzó en picado, Hermione subió en vertical, la llave los esquivó a ambos, y Harry se lanzó tras ella. Iban a toda velocidad hacia la pared, Harry se inclinó hacia delante y, con un ruido desagradable, la aplastó contra la piedra con una sola mano. Los vivas de Ron y Hermione retumbaron por la habitación.
Aterrizaron rápidamente y Harry corrió a la puerta, con la llave retorciéndose en su mano. La metió en la cerradura y le dio la vuelta... Funcionaba. En el momento en que se abrió la cerradura, la llave salió volando otra vez, con aspecto de derrotada, pues ya la habían atrapado dos veces.
- ¿Listos? - preguntó Harry a los otros dos, con la mano en la manija de la puerta.
Asintieron. Abrió la puerta.
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Creo que esa fue de las pocas veces que vi a tu madre subida a una escoba, fuera de las obligadas clases de vuelo, claro. Para ella, cualquier cosa que no se pudiera aprender en los libros era tarea imposible, y quieras que no, volar en escoba no se aprende sólo con teoría. Es una sensación indescriptible, sentir el viento soplando a través de tu pelo, sentirte suspendido sobre la tierra, sobre el cielo… sentir que eres libre y que nada te puede pasar mientras tú disfrutas de esa libertad que sólo eso te puede dar… Harry y yo lo comprendimos muy bien… y Hermione mas adelante, cuando, ya en el viaje de novios que hicimos, la sorprendí con algo en especial… pero, ya llegaremos algún día a ello, de momento seguimos con aquellos tres chiquillos que ahora se tenían que enfrentar a una insólita partida de ajedrez.
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- Harry, tú ocupa el lugar de ese alfil y tú, Hermione, ponte en lugar de esa torre, al lado de Harry.
- ¿Y qué pasa contigo?
- Yo seré un caballo.
Las piezas parecieron haber escuchado porque, ante esas palabras, un caballo, un alfil y una torre dieron la espalda a las piezas blancas y salieron del tablero, dejando libres tres cuadrados que Harry, Ron y Hermione ocuparon.
- Las blancas siempre juegan primero en el ajedrez - dijo Ron, mirando al otro lado del tablero- . Sí... mirad.
Un peón blanco se movió hacia delante.
Ron comenzó a dirigir a las piezas negras. Se movían silenciosamente cuando los mandaba. A Harry le temblaban las rodillas. ¿Y si perdían?
- Harry... muévete en diagonal, cuatro casillas a la derecha.
La primera verdadera impresión llegó cuando el otro caballo fue capturado. La reina blanca lo golpeó contra el tablero y lo arrastró hacia fuera, donde se quedó inmóvil, bocabajo.
- Tuve que dejar que sucediera - dijo Ron, conmovido- . Te deja libre para coger ese alfil. Vamos, Hermione.
Cada vez que uno de sus hombres perdía, las piezas blancas no mostraban compasión. Muy pronto, hubo un grupo de piezas negras desplomadas a lo largo de la pared. Dos veces, Ron se dio cuenta justo a tiempo para salvar a Harry y Hermione del peligro. Él mismo jugó por todo el tablero, atrapando casi tantas piezas blancas como las negras que habían perdido.
- Ya casi estamos - murmuró de pronto- . Dejadme pensar... dejadme pensar.
La reina blanca volvió su cara sin rostro hacia Ron.
- Sí... - murmuró Ron- . Es la única forma... tengo que dejar que me cojan.
- ¡NO! - gritaron Harry y Hermione.
- ¡Esto es ajedrez! - dijo enfadado Ron- . ¡Hay que hacer algunos sacrificios! Yo daré un paso adelante y ella me cogerá... Eso te dejará libre para hacer jaque mate al rey, Harry.
- Pero...
- ¿Quieres detener a Snape o no?
- Ron...
- ¡Si no os dais prisa va a conseguir la Piedra!
No había nada que hacer.
- ¿Listo? - preguntó Ron, con el rostro pálido pero decidido- . Allá voy, y no os quedéis una vez que hayáis ganado.
Se movió hacia delante y la reina blanca saltó. Golpeó a Ron con fuerza en la cabeza con su brazo de piedra y el chico se derrumbó en el suelo. Hermione gritó, pero se quedó en su casillero. La reina blanca arrastró a Ron a un lado. Parecía desmayado.
Muy conmovido, Harry se movió tres casilleros a la izquierda. El rey blanco se quitó la corona y la arrojó a los pies de Harry. Habían ganado. Las piezas saludaron y se fueron, dejando libre la puerta. Con una última mirada de desesperación hacia Ron, Harry y Hermione corrieron hacia la salida y subieron por el siguiente pasadizo…
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Hay veces en la vida en que hay que hacer sacrificios, enormes sacrificios para que otros puedan llegar a su meta… Yo me sacrifique para que, tanto Harry como Hermione, pudieran traspasar la siguiente puerta, y, así el primero, conseguir rescatar la piedra filosofal…
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Ahora, recordando todo esto, siento que la vida no es tan dulce o cruel como nos la presentan, sino que existe de todo: sufrimiento, dolor, muerte, esperanza, amor… vida. No existe nada sin lo contrario. No existe luz sin sombra. No existe día sin noche. No existe vida sin muerte… todo tiene que tener su opuesto y, aunque pensemos que no es justo, eso es precisamente lo que es totalmente la existencia: un cúmulo de sensaciones, de sentimientos…
Unos tienen que dejar paso a los que siguen, abandonar la vida para que otros ocupen su lugar, irse, dejar su existencia para que los siguientes puedan gozar de ella: tres fuimos en la escuela, Harry, Hermione y yo; tres somos ahora, aunque uno de los anteriores ya no esta, tú, Helena, supliste con tu cariño, el espacio vacío que nos dejó el amigo perdido…
Espero que algún día lo conozcas, no por los relatos, ni por lo que oigas, sino que le veas de frente, cara a cara, y ahí, en ese momento, le daremos las gracias por todo lo que hizo, por su sacrificio… por dejar un mundo mejor, sin las penalidades, sin la guerra… a costa de irse y perderse todo eso…
Quizás lo hagas, pues todavía no dejo de creer que volverá, algún día: mañana, la semana que viene, el año que viene… no se cuando, pero mi corazón me dice que sigue vivo. Tuvimos, no, tenemos un vinculo de amistad muy especial, somos hermanos, no de sangre, pero si de vida…
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Las palabras quedaron suspendidas en el aire, hasta que el sonido se desvaneció y quedaron en profundo silencio, ambos, adulto y niña, sentados en el sofá, pensando en los últimos murmullos escuchados en el salón…
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Una muda presencia les observaba a los dos, silenciosas lágrimas se deslizaban por su mejilla. De pie, junto al marco de la puerta había escuchado las ultimas palabras, y también ella regresó a aquella época en que nada mas que las clases parecía importante, también ella regresó y recordó esos hechos tan lejanos y, a la vez, tan cercanos y nítidos en su memoria: clavado estaba en su alma el momento en que vio caer al pelirrojo y descubrió que algo se estaba forjando en su interior, no era una simple amistad, no era eso por lo que brincó su corazón y dejó salir de su boca un grito.
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Antes de que alguno de los dos se diera cuenta, Hermione se limpió cuidadosamente las gotas saladas de su rostro, tenían que ser fuertes en la vida, aunque por dentro no lo estuviera, aparentar seguridad, firmeza… no dejarse desfallecer ante la tristeza, ser fuertes y enfrentarse a la vida y a todos los retos que se pusiesen por delante. No caer. Tenían muchas cosas por las que vivir…
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Unos días mas tarde, en aquella misma casa, otra escena muy distinta se desarrollaba:
- Anoche termine de leer lo que me dejaste. Es increíble la manera en que te acuerdas tan nítidamente de todo, de lo ocurrido en nuestro primer año en Hogwarts y que lo describas tan bien que me ha parecido volver a estar allí, junto al trol, junto a Fluffy, en el Lazo del Diablo, con las llaves, en el ajedrez… junto a Harry… – dijo Hermione abrazándole por detrás y dándole un beso en la mejilla, acababa de entrar a la cocina donde su marido y su hija estaban empezando a cenar.
- Pero… ¿no llegabas mas tarde hoy? – le contestó intrigante Ron, normalmente siempre cenaban los tres juntos, después de que ella llegase de sus clases, y él terminase los entrenamientos (algo que ahora tenían menos) y ese día se suponía que Hermione, en calidad de jefa de la casa de Gryffindor, iba a estar revisando los últimos exámenes del curso.
- Si, pero le dije a Ginny que me sustituyera. Hoy es un día muy especial ¿recuerdas?
- ¿Hoy? ¿Qué es hoy? – dijo interrogante el pelirrojo, a la vez que le hacia un gesto y un guiño a su niña de pocos meses, algo que Hermione no percibió.
- ¿No te acuerdas? – su tono estaba elevándose en enfado – Dios, Ron, eres lo peor, siempre pensado en ti mismo, nunca en los demás. Siempre preocupándote de ti, sólo de ti – se había puesto enfrente de él, con ambos brazos en sus caderas y la voz cada vez más alta, el rostro lleno ya de ira - ¿Qué no sabes que día es hoy? Pues bien, yo no te lo voy a decir, pero lamentarás haberte olvidado.
- Hermione, calma, calma. – ahora se había levantado y se encontraba de pie enfrente de ella, las manos apoyadas en sus hombros - No será tan grave ¿verdad? – le miró a los ojos y vio furia reflejada en ellos.
- Ronald Weasley llevo toda la semana diciéndotelo, pero si, el quiddicth es mas importante que eso, los entrenamientos son mucho mas importantes… TODO ES MAS IMPORTANTE QUE YO – lo ultimo lo dijo con la voz tan alta que las paredes parecieron retumbar.
- Herm… cariño…
- Nada de Herm, y nada de cariño. No te voy a perdonar lo que has hecho…- se sentó en una de las sillas de la cocina y empezó a sollozar con la cabeza entre las manos – Llevó… llevó días preparándolo… días… y te olvidas… es… es una de las cosas más importante… para mí… de lo mas importante.
- Herm… - Ron se había agachado hasta quedar a su altura.
- Déjame… no quiero saber nada de ti.
- Herm…
Te he dicho que me dejes… - con una mano intentó apartarle, pero lo pudo, ya que algo se lo impidió, algo que llevaba el pelirrojo en las manos.
- Hermione, ¿Cómo iba a olvidarme de nuestro aniversario? – dijo mientras le mostraba un gran paquete que había sacado de debajo de la mesa – Te quiero con locura y tu lo sabes – le dio un beso en la mejilla, allí donde antes habían corrido lagrimas saladas, seguía todavía de rodillas, abrazándole ahora desde esa posición – Nunca, nunca me olvidaría de este día. Nunca nada haría que no me acordara del día de nuestra boda…
- Oh, Ron… perdóname, sólo… es que estoy un poco nerviosa… sólo eso – le correspondió el beso, moviendo la cabeza, hasta que sus labios se posaron en los del pelirrojo.
- No ha pasado nada. Fui yo el que se pasó, no sabia que en ciertos días estas así de especial… Cosas de mujeres, ¿verdad?
- Si – respondió Hermione con un hilo de voz, muy bajito y casi tan imperceptible que Ron tuvo que acercarse mucho para escucharlo, parecía no muy segura de decir eso…
- Estas bien, ahora – adelantó su mano para que se aferrara a ella y poder así ayudarla a levantar del suelo – vamos, tenemos un compromiso. He reservado mesa en "Le Gavroche" (n/a: Restaurante muy famoso y de mucha categoría en el Reino Unido), nos esperan.
- ¿En "Le Gavroche"? Pero eso es imposible, tienen una lista de espera de mas de ocho meses, y… hay que ir de etiqueta – agachó la cabeza – No tengo nada apropiado para…
- Shhh, no tienes por qué preocuparte de eso – se acercó a ella, sin casi dejar espacio para nada mas, y le susurró al oído – Tu estas muy guapa te pongas lo que te pongas de ropa, pero si quieres deslumbrar y que todos se queden anonadados por tu belleza… abre el paquete – dio un ligero mordisco en la oreja, todavía seguía abrazado a ella – y lo demás… Encanto Weasley, querida.
- ¿Y Helena? – la pequeña estaba siguiendo atentamente la escena que estaban desarrollando sus padres, yendo sus ojos de uno a otro y, a pesar de ser de tan corta edad, sonriendo y haciendo palmas como podía, animándoles a seguir. En ese momento Ron se dio cuenta de su presencia, se había abstraído tanto que había olvidado que no estaban solos… menos mal que Hermione le advirtió a tiempo, sino hubiera ocurrido algo más que besos y abrazos en la cocina…
- Uhm… ¿Qué podemos hacer contigo? – dijo el pelirrojo riendo y alzándola de la cuna donde estaba tumbada, le maravillaba lo atenta y madura que parecía, no lloraba tanto como el resto de los niños que él conocía (bueno, realmente conocía a muy pocos) y se portaba de maravilla. Ahora, en esos instantes, una sonrisa apareció en la boca de la pequeña y extendió las manos hacia su madre.
- Creo que quiere comer – fue lo que dijo esta cuando recibió en sus brazos a su hija – Después, creo que Ginny estaría encantada de cuidar de su querida sobrina. Ves a llamarla mientras atiendo a Helena – y como despedida le dio un beso en los labios, uno ligero y breve pero que dejó su sabor en la boca de Ron… que permaneció sumido en una nube hasta que se dio cuenta de la ultima frase y de lo que tenia que hacer inmediatamente. Así que corrió raudo y veloz para cumplir con el encargo…
Lo que no sabia él era que, en la cena, le esperaba una gran y sorprendente noticia…
