Aquí tienen un nuevo capitulo de la historia.
Como siempre, espero que les guste (y si quieren dejar comentarios, lo agradecería mucho :D... pero lo importante es que les guste y disfruten con esto :D... con eso me basta) Por cierto, muchísimas, muchísimas, muchísimas gracias a todas las personas que dejan sus comentarios /review (ya saben, al final del capitulo están las contestaciones… gracias miles)
Ah, y antes de que se me olvide, este es el penúltimo capitulo de este fic. El siguiente, por lo tanto, es el ultimo (aunque quizás haya algo de "propina" al final) y ya se termina esta parte de la trilogía.
En fin, que paro ya de hablar, y espero, de nuevo, que disfruten con el capitulo.
Besos miles.
Lady Lily
Pd: Tener a mano un par de pañuelos ;) (y quien avisa no es traidor) Besos.
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Capitulo 8: Despertar
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Molly Weasley entró en la casa. Como siempre desde hace algunos meses, paseaba su vista por la ordenada entrada, por los objetos, por los trofeos, por los adornos... y se centraba en un espacio vacío, allí, cerca de la chimenea, donde antaño estuviese una fotografía. Ahora, ese lugar se estaba llenando de polvo, y nada más había cambiado. Desde lejos podría parecer que algo fallase en toda esa composición, que a las personas que vivían allí se les hubiese escapado ese leve trozo de decorar, pero ella sabía que no, que lo que antes estaba en ese lugar era lo más importante de la casa… o lo había sido.
Cómo recordaba todo tan nítidamente en su mente, cómo recordaba la primera vez que entrase a la casa y viese esa fotografía. Para ella había sido muy duro de aceptar, pero lo había hecho. Para todos lo había sido, todos excepto para él.
Desde el primer instante en que se rindió ante la evidencia, podía ver esa imagen sin sentir pinchazos en el corazón, podía observar los tres rostros felices en ella, sin saber el destino que les esperaba a cada uno de ellos. Su hijo, su nuera… y Harry. Si, podía recordarlo todo sin sentir mucha pena, pues sabia que, mientras no lo olvidase, él seguiría cerca de todos. No lo olvidaban, pero era alguien que había sido, alguien que ya se había marchado para no volver. Desaparecido no… ya no, ya muerto.
¿Cuántos años se necesitaba para dar por difunta a una persona cuando todos han visto que desaparecía?. ¿Cuántos se requerían?
Ella, a los dos años ya le había reservado un hueco en su corazón, allí donde estaban las personas a las que había despedido, allí donde se juntan los recuerdos de lo pasado, no de lo presente.
Alguien le tiró de la túnica.
Bajó la vista y le vio.
Si, era su querida nietecita. Una delicia de niña. La primera hija de Ron… aunque no la primera niña de esa generación. Eran ya tantos, y para todos tenia un momento, un instante, un pensamiento agradable. Pero, de momento, esa era la más pequeña de todos sus nietos, la más mimada, aunque no seria por mucho, pues su madre pronto le proporcionaría un hermanito con el que jugar.
Catorce años ya, y muchos nietos. Cómo pasaba el tiempo.
Y, también, catorce años (y un poco más) desde que todo cambiase, desde que la paz llegase… a través de ese sacrificio.
No tenia dudas, él se había sacrificado por los demás, por los que más quería, y por ello, no estaba triste por su perdida cuando la aceptó, pues sabia que seria feliz con gente que le quería a su lado… como ella, como todos. Cada uno disfrutando de lo que tenía a su manera.
De nuevo, otro tirón a la túnica: la pequeña quería atención, siempre estaba igual, y eso ella se lo podía dar. Le cogío en brazos mientras cerraba la puerta de la casa.
Ron.
Su hijo.
No le reconocía ahora. Había cambiado de tal forma que ya no quedaba ni rastro de aquel muchacho que fue. Ya no quedaba nada de aquel que fuera antes: se había convertido en una sombra.
Ron.
Tenia que arreglarlo.
Tenia que hacer algo.
No podía permitir que siguiera así, ahora, ya después de tres meses de aquello que le ocurriese, fuera lo que fuera, pues a nadie, ni siquiera a su esposa, a Hermione, le había dicho nada. Sólo, desde aquel día, había dejado de ser él… hasta convertirse en una sombra irreconocible.
Dios sabia que todo el mundo había sufrido lo indescriptible al aceptar la perdida de Harry, todo el mundo, incluso ella, pero lo que le pasaba a su hijo no era normal. No, no lo era. Y por ello tenia que hacer algo, lo que fuera. Además, y eso era lo más importante, iba a ser padre de nuevo, tenia obligaciones, responsabilidades, y no podía estar así, de esa manera, dejándose sólo vivir, sin sentir. Tenía una esposa, tenía una hija (la que llevaba ahora en sus brazos), tenía un futuro. No había nada más malo que sólo vivir en los recuerdos, que no vivir en el presente y no pensar en el futuro… Ese lugar vacío tenia que rellenarse.
Pasó a la cocina, depositó a la pequeña en un pequeño rinconcito que tenían habilitado para ella especialmente, para que jugase con sus cosillas de niña, y pudiese andar sin hacerse nada. Una especie de parque delimitado.
Y se puso a pensar¿Qué podía hacer?
Habían intentado todo, y todo había sido en vano.
Habían intentado hacerle ver que no valía la pena lamentarse… y fue en vano.
Durante esos últimos tres meses, Ron seguía estando, sin remedio, en una desesperación profunda, y sin querer salir, sin querer atender a las ayudas que le tendían… como si no quisiese salir.
Tenia que hacer algo, pero ¿el qué?
Molly abrió inconscientemente uno de los estantes de la gran cocina. Iba a preparar la cena para su hijo y para su esposa. Hermione estaba en el medico, por eso ella estaba al cargo de la pequeña. Ya le hubiera gustado acompañarla, pero como la vez anterior había ido ella, ahora le tocaba a Ginny. Se llevan muy bien, como hermanas desde que ambas saliesen de la escuela.
Como cambia el tiempo a las personas, pensó.
Quién le hubiera dicho que la primera persona que le daría un nieto fuera la menor de sus hijos.
Se sentía orgullosa de toda su familia, del primero al último de ellos. Desde el mayor, Bill, hasta Ginny. Todos y cada uno tenían su personalidad, su forma de ser: desde los bromitas Fred y George, después de Charlie, hasta el responsable y metódico Percy. De todos se sentía orgullosa.
Y ahora, uno de ellos necesitaba su ayuda más que nunca.
Lo intuía. Sabia que, si
nadie había podido arrancarle de la desesperación que le embargaba, ella, el
amor de una madre, la cabezonería de una madre, la tozudez de una madre… lo
lograría. Nada podía contra la voluntad de una madre.
Tendría que ser ella quién le ayudase a salir de ese negro pozo.
Pero… todavía no sabía cómo.
Si, ya antes lo había intentado.
Pero quizás…
Podría ser…
Antes habían existido demasiadas personas a su alrededor, ahora sólo estaba ella.
Si, quizás lo pudiera lograr.
Terminó de preparar el biberón para la pequeña Helena. En su punto. No había perdido sus facultades. Se lo tendió y, decidida, se dirigió hacia la habitación del fondo, aquella donde la luz estaba apagada (como en las demás) pero que ella sabía que no estaba vacía. Nunca lo estaba, siempre tenia un ocupante. Siempre estaba allí.
Siempre estaba Ron en esa habitación desde hacia semanas.
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ooooOOOOoooo
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.-. No se que puede pasar – el rostro angustioso del doctor no dejaba lugar a dudas: algo grave ocurría. El sudor le bajaba por la frente mientras, frenético, repasaba y repasaba los apuntes. Por todo el lugar, las enfermeras corrían a buscar más información, los doctores se detenían, y quedaban perplejos ante lo que leían, se preguntaban… pero nadie sabia lo que pasaba… y como solucionarlo.
Desde la camilla, Hermione les miraba, y después a Ginny, quién le cogia la mano fuertemente. Nadie sabia nada. De repente, unos dolores muy fuertes habían empezado a invadirla, pero no era como en su primer parto, el de su pequeña, no, estos eran más escalofriantes, como si algo le desagarrase por dentro. Se tensaba, no podía más, no podía respirar… y notaba que los latidos de su interior, los de su hijo, poco a poco iba debilitándose.
.-. ¡Doctor, haga algo! – chilló Ginny al ver a Hermione contraerse en una ola de dolor. Lo podía sentir a través de la mano que le daba, sentía el dolor recorriéndole por dentro… y si ella, que no era la que lo sufría, lo sentía… cómo estaría Hermione.
.-. Lo siento – se disculpó el doctor, con una mirada llena de tristeza – Hasta que no sepamos que le ocurre exactamente, no podemos hacer nada. No podemos aplicarle magia, ni métodos muggles – la convivencia entre los dos mundos había llegado a ser realmente buena en esos años – No hasta que sepamos que le ocurre exactamente. No queremos dañar a la madre ni al bebe – concluyó para embarcarse de nuevo, junto a sus colegas, en la marea de folios y resultados.
Hermione, de nuevo, sintió que algo le ocurría, le desgarraba por dentro, le recorría de arriba abajo y no pudo reprimir un grito de dolor.
.-. Shh, Hermione – sólo pudo decir Ginny, agachándose a su lado, y secándole el sudor con la mano vacía – Pronto, muy pronto encontrarán lo que te ocurre.
.-. El niño… el niño… – Hermione deslizó una de sus manos hacia abajo – Sufre… - una oleada más de dolor le invadió y, queriendo no chillar para no perturbar la concentración de los doctores, se mordió los labios, saliendo un pequeño hilillo de sangre de ellos – Yo… yo no quiero que sufra… - de nuevo, una oleada de dolor le impidió continuar. Era tan cantidad de sufrimiento lo que sentía…
.-. ¿Que están haciendo?. ¿Se puede saber?. ¡Está sufriendo! – Ginny se encaró a los doctores, no podía dejar que la vida de la que consideraba ahora su hermana se fuera, junto a la de uno de sus sobrinos – Ambos están sufriendo. Denle algo para el dolor, para que no sufra más… por favor… - suplicó al final, sin impedir que un par de lágrimas escapasen de sus ojos.
.-. Señorita Weasley – uno de los doctores más jóvenes se acercó a ella y le susurró al oído, para que no le oyeran desde la camilla – No es tan fácil. Existen complicaciones muy graves. Algo ocurre y no sabemos nada. Sólo que – en ese instante miró como la mano que sostenía la pelirroja se contraía en un ademán de dolor – Sólo que si aplicamos un hechizo, y eso seria lo mejor que podíamos hacer para que el bebe no sufriese… la madre quizás… existen altas probabilidades que no resista… muy altas… y que…– el doctor no quería decirlo, y tampoco mirar a Hermione. Por lo que sabían, la magia de ella era la que sostenía al niño… y uno de los dos no lograría salir vivo de allí. Era algo que nunca antes se había visto, algo inaudito, un caso extraño entre todos los que tenían.
Vio la cara de sorpresa de Ginny, y la mirada de tristeza que lanzó en torno a los doctores y a su amiga.
.-. Y no…
Un gesto del doctor le indico que ellos estaban haciendo todo lo posible…
Notó como alguien le tiraba de la mano, era Hermione, que en su estado enfebrecido y llena de sudor por el esfuerzo que hacia, le quería decir algo.
.-. Yo… he oído lo que decíais… - murmuró entre espasmos de dolor al oído de Ginny, que se había inclinado hasta ella – Sólo… dile a Ron… que le quiero… Siempre le he querido… aunque este ahora así… Se que algún día cambiara… - una nueva oleada de dolor le recorrió – Y que… pase lo que pase… yo siempre estaré a su lado… Y…. mi niño – sus manos, junto a la que sostenía, la de Ginny, se posaron en su vientre – Mi niño… tiene que crecer sano y fuerte… Espero que sea como él… Si, seguro que lo será… y se llevará bien con su hermana… Será mi recuerdo… Yo le quiero mucho… a ambos… a todos… Quiero que viva su vida… Yo… Sólo dile… cuando sea mayor… que su madre siempre le quiso mucho… Promételo… prométeme que cuidaras de él… Se que lo vas a hacer… eres una madre estupenda… Te lo dejo a ti…. Que seas tú su madre… Prométemelo… dejó a Alfeo a tu cargo…
.-. Alfeo… Alpha… primero… - murmuró Ginny al escuchar, por primera vez, el nombre de su sobrino. Le gustaba… Continuó escuchando, ahora cada vez la voz era más débil.
.-. Promételo Ginny… que cuidaras de mis hijos… y de Ron… Se que… él comprenderá… él sabrá… - la voz le falló en ese ultimo instante. Su vida se le iba… sin remedio.
.-. Hermione… Si, te lo prometo. Te prometo hacer todo lo que me has dicho. Pero… tú, tú saldrás de esta… y veras crecer a tu hijo. Veras sus primeros pasos, como con Helena. E irás a despedirles a los dos a la estación, rumbo a Hogwarts… y veras… les veras crecer… Y cuidaras de sus hijos, tus nietos… y…
.-. No Ginny… - dijo Hermione, ya con la voz rota e inundada de dolor – No, no veré ninguna de esas cosas… ya no… se que me tengo que marchar, dejar sitio a mi hijo. He oído al doctor. Se lo que ocurre. Lo he sentido desde el momento en que entramos en el hospital. No, yo no saldré de aquí – ahora la voz estaba llena de calma… de paz – Sólo… sólo dile a Ron que siempre le he querido… – Y dicho esto, se desplomó en la camilla, la mano que sostenía Ginny se soltó… sin fuerzas…
Los doctores, al oír la ultima frase, llena de dolor, pero también de paz (y el grito que diera Ginny al comprender), supieron lo que ocurría e inmediatamente, se dirigieron hacia ella, rodeándola, llevándola a toda prisa a un quirófano… No había tiempo. Ahora la vida del niño dependía de un minúsculo hilo.
Ginny se quedó sola en medio de la habitación.
Sola y sabiendo que había perdido a una persona muy querida para ella.
Una más a la interminable lista de seres que le habían dejado sola.
El joven doctor, aquel que le informase al inicio, se acercó a ella, tampoco le habían permitido la entrada, ya había demasiada gente dentro. Se acercó, le tendió, sin saber que hacer más, un pañuelo de seda y se marchó por el pasillo… dejándole de nuevo sola.
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ooooOOOOoooo
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Parpadeó. La luz le dañaba. Había desterrado todo lo que era luminoso hacia tiempo. Vivía en las sombras, convirtiéndose, poco a poco y sin darse cuenta, en una parte de ellas. Detestaba la luz que empezaba a apoderarse de toda la habitación.
Retrocedió en la cama, se hizo un ovillo y se cubrió con las sabanas.
¿Quién seria a esas horas?. (por pensarlo de alguna manera, pues el concepto de tiempo ya no existía para él) No sabia, quien fuera, que no quería ver a nadie, que no quería la compañía. Quería estar solo, solo con su pena y con su no esperanza… desde entonces.
Quien entró a la habitación, no contento con encender la luz, también abrió las ventanas de par en par, dejando entrar algo de viento del exterior.
Ron refunfuñó en la cama, acurrucándose un poco más entre las sabanas. ¿Por qué no le dejaban en paz?
Oyó ruidos diversos, pisadas de aquí a allá, por la habitación. No paraba nunca fuera quién fuera.
¿Por qué no le dejaba y se iba, como habían hecho todos?
Notó un tirón en las sabanas, ese alguien estaba intentando quitárselas.
Sin fuerzas para luchar por ellas, quedó tendido, acurrucado, hecho un ovillo, en el colchón, vestido todavía con aquella ropa que llevaba hacia semanas, con el aspecto más descuidado que nunca había tenido.
La luz le impactó fuertemente en el rostro. Intentó taparse, impedir que llegase a sus ojos acostumbrados a la oscuridad, más no podía, la claridad era más fuerte y se colaba entre los minúsculos espacios que creaban sus manos.
Y la oyó.
Su madre.
La voz de su madre.
Así que era ella quien causaba todo ese desastre.
Se acurrucó todo lo que pudo, buscando apartarse de la luz, sin dejar la cama, buscando un rincón donde la luz, la claridad, la voz de su madre no le llegase… pero no lo encontraba, por más que buscaba una esquina, siempre había luz allí antes.
Gimoteó, suplicó, quería regresar a la oscuridad, perderse donde los sentimientos no hacían daño, buscando olvidar por encima de todo.
Su aspecto era descuidado: los ojos, habituados a la negrura, le escocían como nunca; la barba, bastante desarreglada, le picaba como nunca; y la mente, la mente, poco habituada a escuchar, estaba empezando a dolerle como nunca, por las palabras que empezaba a comprender… muy poco a poco.
.-. Ronald Bilius Weasley, levántate ya de la cama – decía su madre una y otra vez mientras limpiaba toda la ropa tirada por el suelo, sacudía las sabanas y empezaba a organizar todo.
Abriendo un ojo la vio… y en un flash de su memoria, le pareció tener de nuevo once años, cuando todo lo importante consistía en estudiar y disfrutar. Le parecía ser de nuevo un niño al que su madre regaña por levantarse tarde… pero eso ya había pasado: él no era ya un chiquillo.
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Molly Weasley continuó recogiendo todo, como siempre hacia en las habitaciones de sus hijos, cuando eran pequeños, y hablándole una y otra vez con aquel tono que todas las madres ponen para regañar a sus hijos al hacer algo mal y para que aprendieran de ese error.
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Ron gimoteó de nuevo al sentir a su madre a su lado: se había sentado en la cama, en el extremo contrario a él, pero podía percibir su colonia. Ya no tenia ese tono autoritario… parecía más bien pensativa y melancólica.
.-. Sabes Ron, yo también lloré al aceptar su marcha… pero no por ello deje de vivir. No me abandoné a la desesperación porque sabía que tenía mucha gente a mi alrededor. Llore y me entristecí como si os hubiera perdido a uno de vosotros. Harry era como un hijo para mí. Llore durante días y días después de lo que pasó, después de que nadie supiera nada de él. Pero lo superé. Tardé dos años en darme cuenta de que no regresaría, pero una vez que lo hice, le deje marchar… como a todos – Molly tenía sus ojos llenos de lágrimas – Muchos me han dejado. Muchas personas que conocía, muchas personas que yo quería han muerto. Tú no los has llegado a conocer, pero tuve familiares que murieron a manos de mortifagos en la primera guerra contra Voldemort. Mis dos únicos hermanos murieron. Pero no, no desfallecí, si no que me sobrepuse y me uní a la Orden del Fénix. No los recuerdas porque nunca he hablado mucho de ellos. Si Ron, no me mires con esa cara, yo también he sufrido perdidas muy grandes, mayores que las que puedas imaginar, pero ya me ves aquí, nunca me he rendido. Gideon y Fabian eran los mejores hermanos que una persona pueda tener… y los perdí cuando todavía era muy joven. No tendría todavía la edad que tú tienes ahora. Me abatí completamente, pero no por ello me deje caer en la oscuridad y el desconsuelo. No. Tenía una familia y unos hijos por los que luchar. Y después, al entrar en la Orden, les conocí… - los recuerdos se agolpaban en la mente de la madre Weasley, hacia tantos años ya de eso, pero no podía dejar paso a la tristeza… como entonces, tenia que ser fuerte y luchar. De reojo vio que su hijo Ron estaba prestándole algo de atención, y eso era bastante bueno.
. . . Si no lo sabias, los padres de Harry llegaron a ser muy buenos amigos nuestros. James Potter también había perdido a bastante familia en la guerra, y quizás fuera por eso que inmediatamente nos sentimos comprendidos. Lily era, bueno, era especial. Había crecido en un ambiente bastante malo. Su hermana le odiaba por lo que era y sus padres… bueno, nunca les llegamos a conocer, murieron cuando ella estaba en Hogwarts todavía. Estaba muy unida a ellos, quizás fuera por eso que nos llevásemos muy bien las dos, pues éramos muy amantes de la familia. Por entonces ya tenía a tus hermanos mayores, y venia a cuidarlos. No tengo fotos de ellos, pero si que muchas veces celebramos fiestas y ellos estaban siempre con nosotros – Molly se acercó a su hijo, y viendo que este no le rechazaba, le acarició su descuidado y desaliñado pelo – ¿No te has preguntado nunca quien es tu padrino? Si, es James, el padre de Harry. Tu bautizo fue unas semanas antes de que él naciera. Todavía puedo recordar las caras alegres de ellos dos al tenerte a ti en brazos, y las caricias de Lily ante el hijo que esperaban. En ese día tan especial, los cuatro reíamos y pensábamos que quizás, los dos, fuerais grandes amigos, que creceríais juntos, y seriáis como hermanos. No nos equivocamos, lo fuisteis. Harry y tú llegasteis a ser los mejores amigos que nunca he conocido – Ron se sentía extrañado y confuso por todo lo que oía, y el tono con el que lo decía su madre, sus lagrimas, su tono entristecido, su sinceridad…
. . . No sabes todo lo que llore y suplique a Dumbledore cuando sucedió el desastre, cuando James y Lily murieron. No sabes todo lo que desesperé y grite, diciéndole que aquí, junto a mis hijos, podía yo cuidarlo. Por entonces acababa de nacer Ginny, tendría sólo unos meses. Pero yo podía cuidaros a todos. Llore y llore. Le suplique. Le dije que era como un hijo para mí… pero no pudo ser. Me entristecí al saber que iba a ser cuidado por sus tíos, por la hermana de Lily, por aquella que le había despreciado. Supe que le esperaba un largo tiempo de sufrimiento antes de llegar a Hogwarts… si le dejaban. No sabes la alegría que tuve cuando tus hermanos, en tu primer día de colegio, me dijeron quien era aquel chico delgaducho que habíamos conocido unos instantes antes, justo en la barrera. Rece y rece para que le pusiesen en la misma casa que tú, para que os conocierais y cumplierais nuestros deseos. Y después, conforme pasaba el tiempo, no sabes la alegría que tenia cuando me hablabas de vuestras aventuras y de todo lo que hacíais juntos. Todos nuestros deseos se hacían realidad. Pero… llegó ese día.
. . . Llore como nunca antes había llorado. Sentí que mi corazón se partía al ver desaparecer a una persona que consideraba, más que nunca, un hijo mío. Me sentí como te sientes tú ahora, embargada de desesperación Pero, igual que cuando murieron mis hermanos, tuve que ser fuerte, por mi familia, por todos los que me rodeaban. Y pude volver a ser como era antes. Nunca antes había contado esta historia a nadie, sólo tu padre sabe todo lo que sufrí al enterarme de la muerte de mis hermanos, de James, de Lily… y finalmente de Harry. Y siempre he salido adelante, siempre he luchado por la gente que me quedaba. Como tienes que hacer tú ahora. Tienes que recuperarte cariño – Molly le acariciaba tiernamente la cabeza, igual que hacia cuando sus hijos eran pequeños – Tienes que dejar los recuerdos tranquilos, tienes que mirar hacia delante. Eres un Gryffindor, de la casa de los valientes. Demuéstralo una vez más. Se valiente y mira a la vida a la cara, mira al futuro. No te escondas más en la oscuridad y en el pasado. Ron, cariño. Tienes una hija preciosa, una esposa que te quiere, un niño que va a nacer muy pronto… Tienes suficientes motivos por los que vivir. No dejes que la desesperación te gane… - Y dicho eso, dejó a Ron en la cama, aturdido. Sabia que todo lo que se podía decir ya estaba dicho, ahora sólo faltaba esperar.
Se dirigió hacia la cocina, dejando la puerta abierta. Por las ventanas entraba un aire calido, y en la cama, una figura acurrucada empezaba a parpadear, como si estuviera, en ese instante, despertando de un gran letargo, de un gran sueño…
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ooooOOOOoooo
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Llevaba tres meses en esa estancia.
Tres meses desde aquella tormenta… y de su fin.
Sabía que ya no podía regresar.
No, ya no, el pacto había sido ese, y ahora… ahora sólo le restaba cumplir con el resto.
Desde que llegase a ese lugar se había sentado en una esquina, todavía sin poder creerse que todo había terminado… había acabado…
Le resultaba muy duro aceptarlo, pero así era… Todos y cada una de las personas que le habían conocido le habían dejado ir. Ya no formaba parte de sus vidas actuales. Era algo que había sido, no algo que era…
Y ese había sido el trato: "cuando todos te dejen en el pasado, cuando ya no existas es su presente y en su futuro, cumplirás el trato y cruzarás la puerta"
Si, ese había sido el último pacto que había tenido con la Muerte, justo antes de desaparecer. Justo antes de marcharse y vagar entre los caminos de la vida y la muerte. Le dejaba una ultima y única oportunidad… y un plazo. Y si, en esa fecha todavía había alguien que creyese en su regreso, podía volver… pero… si todos y cada uno dejaba de creer (tal y como lo habían hecho), tendría que ir a ese lugar y cumplir con lo prometido.
Había estado tan cerca… al alcance de su mano.
Enterró de nuevo la cabeza entre sus rodillas. Hoy se cumplía el tiempo pactado, y hoy tendría que cruzar al otro lado, hacia la eterna inmensidad, pues todos le habían abandonado… incluso Ron. Él había sido el último, pero, como todos, también le dejó marchar, dejo de creer en su regreso…
Hacia tres meses que se encontraba allí, justo después de ese ultimo encuentro, la única oportunidad que había tenido para pisar la tierra… pero no había servido para nada. Todos le habían abandonado.
Habían sido catorce largos años vagando por la delgada línea que separaba la vida y la muerte. Sin estar vivo, pero tampoco sin estar muerto. No era un fantasma, ni estos le veían. Era como un rayo de sol que pasaba sin dejar rastro. Nunca había abandonado a sus amigos, siempre había estado a su lado, en los momentos malos y en los buenos. Siendo una presencia imperceptible.
Compartió con ellos su romance, su boda, el nacimiento de su primera hija…
Cuánto habría dado por estar presente, por felicitar en persona a Ron, y estrecharle la mano. Por ser el padrino de la niña (honor que se había ganado Sirius). Cuanto habría dado por estar en todos y cada uno de los momentos más importantes de la vida de todos los que había conocido en su estancia en la escuela… Pero no, se tenía que cumplir el plazo impuesto por la Muerte: catorce años y unos cuantos meses más, y unas condiciones especiales para que pudiera regresar…
Y justo, cuando casi se cumplía el tiempo… todo había acabado.
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Al oír un leve sonido en la habitación, Harry levantó la mirada y le vio: era la hora.
Se secó las lágrimas de su rostro. Así que… ahí acababa todo. Ya era la hora de desaparecer para siempre.
Sin decir nada, la figura alta señaló hacia una de las blancas paredes de la habitación, y un momento después, una gran puerta circular apareció allí. La Muerte esperó, como siempre lo hacia, rígida e imponente, con su túnica negra y la capucha encima de su calavera, señalando, con uno de sus blancos y huesudos dedos hacia la puerta que había abierto.
"Cumple el trato. Cruza la puerta", escuchó en su mente Harry.
Mientras se levantaba, los recuerdos de todo lo vivido se agolpaban en su cabeza: desde la primera vez que descubriese quien era realmente, hasta las expresiones ilusionadas de sus amigos antes su graduación.
Dirigió una mirada hacia la negra figura, que destacaba sobre la blancura de la habitación.
"¿Que me pasará?" preguntó en su mente a la vez que se dirigía, titubeante, hacia la puerta.
"Lee y comprenderás" le dijo la Muerte.
Harry se paró a escasos centímetros de la puerta y la observó detenidamente: era circular, y a lo largo de su contorno había una serpiente. No había ningún espacio entre ella, pues el animal se mordía la cola, creando un perfecto circulo. En el interior había una luna, mejor dicho, todas las lunas existentes, desde la luna llena hasta la menguante superpuestas una encima de la otra. Y, en lo más destacado de todo, unos símbolos: "Alpha" y "Omega". Esto le hizo recordar, con nostalgia, a Hermione. "Principio" y "Fin"
Se giró hacia la Muerte: había entendido…
"¿Recordaré algo?"
La figura negó.
Harry bajó la mirada hacia el suelo. Había tenido esa mínima esperanza, pero sabia, en lo profundo de su corazón, que no podría ser así. Nadie recuerda lo que había sido en su anterior vida.
"Dime… ¿estarán bien sin mí?"
La Muerte no le contestó, sólo se limitó a seguir señalando hacia la puerta.
"Cumple el trato. Cruza la puerta" dijo finalmente.
Y, dando un paso hacia ella, Harry se dirigió hacia el lugar del que no sabia nada.
Ese era el trato que había hecho, y tenía que cumplirlo, quisiese o no, tenía que dejar a sus amigos.
Una luz dorada y radiante envolvió todo su cuerpo y el lugar entero…
Y, cuando desapareció todo rastro de luz, la habitación se reveló vacía… se había cumplido el trato.
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Muy lejos de allí, pero a la vez muy cerca (pues en los confines del limite del tiempo todo estaba lo lejos o lo cerca que se quisiera), un niño respiró por primera vez. Abría los ojos y miraba la vida que le esperaba con ilusión. En la cama del quirófano, su madre, una joven con los cabellos castaños respiraba trabajosamente, con dolor, sabiendo que ya le quedaba muy poco de vida…
Las fuerzas le empezaron a fallar… se desmayó… y se vio cayendo.
Cayendo por un lugar del que no veía la salida…
Cayendo y cayendo sin remedio…
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ooooOOOOoooo
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Ron se levantó de la cama todavía un poco aturdido. Las palabras de su madre le habían hecho reaccionar. No podía dejar que la oscuridad ganase. Era cierto: tenía una familia, tenía una hija, tenía a Hermione…
Salió de su dormitorio, extrañado de que los ruidos que normalmente hacia su madre al preparar la comida no se escuchasen. No oía, ni siquiera, las risas infantiles de su pequeña. Todo estaba, extrañamente, sumergido en un silencio sobrenatural.
Corrió hacia la cocina, y lo primero que vio fue el biberón todavía en movimiento en el parquecillo de su hija, como si lo acabaran de tirar, o dejaran caer al suelo. Allí no había nadie.
Y, de repente, se fijó en la nota que su madre había escrito a toda prisa en un trozo de folio: con letra nerviosa y temblorosa ponía sólo las palabras "Hospital" y "Hermione"… nada más.
Inmediatamente, se dirigió hacia la chimenea de la cocina, y pudo ver los últimos resquicios de las llamas en ella: su madre y su hija se acababan de ir.
Sin pensarlo más, cogio un puñado de polvos flu y se dirigió hacia el mismo lugar…
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Nunca antes le habían parecido los pasillos tan largos y tan vacíos. Parecía que estaba en un sueño irreal o, mejor dicho, una pesadilla, pues la forma en la que estaba escrito el nombre de Hermione le hacia temer lo peor…
Que no fuera nada grave, por Dios, que no le pasase nada.
Ahora que había conseguido aceptar la perdida de su "hermano", no podría superar una más… No, no podría. Ojala no le pasase nada malo… ni a ella ni a su hijo.
Dobló una esquina, ya había perdido la cuenta de cuantos pisos y cuantas puertas había tenido que cruzar. Sabía a donde se dirigía, y dejaba que su cuerpo avanzase por inercia, y su mente empezaba a conjeturar teorías a causa de esa breve y angustiosa nota.
Y, al fin… llegó a su destino.
Paró de golpe su desenfrenada carrera al encontrarse de frente con todos sus hermanos y sus familias, con sus padres, con los padres de Hermione… y todos con la cara contraída de dolor. No, eso no podía estar pasando. No ahora, no jamás, no nunca… No, Hermione no podía abandonarle ahora…
Quiso retroceder, más sus pies estaban clavados en el suelo, obligándole a mirar todos los rostros con detenimiento. Uno a uno, bajaban la cabeza cuando notaban que Ron les observaba. Nadie quería que leyera en su cara lo que sucedía. A todos les había sorprendido su repentina aparición, y se alegraban porque al fin hubiese despertado de su estado, pero en esos instantes existía un asunto aun más grave por el que preocuparse.
La que se veía más afectada era Ginny, que lloraba sentada en una de las sillas del pasillo. Lloraba y lloraba, sin que nadie pudiera calmarla. Todos estaban afectados por lo que sucedía, pero ella era la que más. El joven doctor había vuelto, aquel que le contase lo que ocurría, aquel que le dejase el pañuelo, y se encontraba acompañándola en su dolor…
.-.
Las puertas del quirófano se abrieron, y de él salieron varios doctores con rastros de sangre en sus batas. Todos levantaron la cabeza al oír el ruido. El más anciano de los médicos se dirigió hacia Ron, le conocía de toda la vida, y era el mismo doctor que ayudara a nacer a su primera hija. Se acercó hacia él.
.-. Señor Weasley – le tendió la mano a la que acababan de quitar el ensangrentado guante – Acaba de ser padre de un niño sano y fuerte…
.-. ¿Hermione? – logró balbucear Ron mientras miraba al doctor… Este no le respondió, pero su cara reflejaba más que sus palabras… - No puede ser. Noooo – gritó al comprender mientras miraba como el medico volvía a entrar en el quirófano – No… Ahora no… - y se dejó caer de rodillas al suelo, llorando.
No oía nada, no escuchaba nada más que su angustia.
Todo se transformó, definitivamente, en una mala pesadilla de la que quería despertar, más no podía, pues todo era real, cruelmente real.
Los demás también se derrumbaron, lloraron al entender…
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Una manita le tocó el pelo, le acarició el rostro.
Ron levantó la vista y vio a su pequeña hija: ella era la única que no comprendía lo que sucedía.
Le estrechó entre sus brazos.
.-. Helena, cariño. Ahora tenemos que ser fuertes los dos – dijo entre lloros – Yo nunca te dejare. Y cuidare de ti y de tu hermanito… Juntos lograremos… - la pequeña no le dejó acabar y, con una sonrisa en su cara, se puso a correr hacia el otro extremo del pasillo, hacia el mismo lugar por el que había aparecido su padre unos minutos atrás.
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Era increíblemente lo rápido que corría la niña. Ron iba detrás de ella, pero siempre, al llegar al pasillo por donde se había metido, sólo lograba ver un trocito de su vestido antes de desaparecer por la otra esquina.
Sus pensamientos hacia Hermione todavía estaban en su mente, pero ahora no podía pararse y lamentarse, ahora tenia una gran preocupación hacia lo que le pasaba a su hija. ¿Por qué corría¿Por qué reía en un momento como ese?
Y, finalmente, llegó a un pasillo desierto: allí no había nadie excepto… el corazón le dio un vuelco: había una puerta abierta al final… y tras ella se veía… el cielo. Nada más y nada menos que cielo y una gran caída hacia la calle… nada más.
No, no podía ser eso.
No podía abandonarle ella también, la persona a la que se sentía más unido, después de Hermione.
El viento entraba ferozmente por la puerta abierta.
Ron se acercó tembloroso hacia ella, descubriendo que uno de los lazos del vestido de su niña se había quedado enganchado al marco. No, no podía ocurrir eso ahora.
Se apoyó, tembloroso de mirar hacia abajo.
El sol le daba de pleno al rostro. Un sol que no había visto desde hacia meses. Un sol que no había salido desde… desde que empezase su depresión. Brillaba radiante y feliz en el cielo, como si fuera un despertar de la naturaleza… aunque estuvieran en septiembre. Los rayos surgían y se esparcían en todas direcciones
Ron tuvo que cerrar los ojos a causa de tanta y tanta luminosidad… y por ello escuchó el leve sonido de una risa… una risa infantil… y alguien que le hablaba a la pequeña.
.-. En esto no eres igual que tu madre – decía la voz con tono muy alegre, terriblemente contenta, y su hija respondía riendo, una risa clara y limpia, como si estuviese con un gran amigo – Pequeña Helena…
La voz se escuchaba lejos, pero parecía que se acercaba a él rápidamente. Esa voz… esa voz…
.-. Ya veras que cara se le pone a Hermione cuando se lo contemos… - dijo esa persona, y la pequeña respondió con más risas infantiles.
Ron abrió los ojos.
La voz…
Reconocía la voz… y no se podía creer que fuera verdad…
Allí estaba, frente a él, una persona junto a su hija, volando en una escoba, agarrando fuertemente a la niña, y disfrutando del viento… siendo uno con el aire.
Esa persona, al verle, se acercó hacia la puerta.
El sol todavía le daba en la cara a Ron, pero este bien podía distinguir en su cara esos ojos inconfundibles… esos ojos que nunca, nunca, nunca podrían olvidarlos…
.-. Hola Ron
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Contestaciones a los comentarios (muchísimas, muchísimas, muchísimas gracias por ellos)
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. . cervatilla . . Hola guapetona :D Espero que esta vez no hayas inundado la habitación (este si que es un capitulo trágico y muy, muy… emotivo) Sobre los sentimientos de Ron… se que mucha gente se ha sentido identificada, pues todo el mundo, en un momento u otro, ha pedido a gente querida… y eso no es fácil de olvidar. Era necesario que "desesperase" de esa manera, pues era lo necesario para este capitulo :P (soy un poco mala, lo se… y lo siento, pero realmente, me encanta hacer sufrir a los personajes) Y gracias mil por el piropo (a mi musa le ha encantado… yo todavía no acabo de acostumbrarme 0.0) Espero que este capitulo te haya gustado, además, ya se acerca el fin de la historia… y todo tiene que ser perfecto :D Ah, y me apunto lo de leer alguno de tus fics… cuando saque tiempo, que eso es un bien del que escaseo. En fin, un gran besote y nos vemos. Pd: Ahora mismo estoy infinitamente feliz, acabe el otro fic que tenia entre las manos (aquí, también haciendo publicidad, jejeje) y como han sido unas "poquitas" hojas (léase con tono muy irónico) estoy súper descansada de haber acabado con él…. Siii, ya me despido definitivamente. Nos vemos y un gran besazo muy grande.
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. . sarah-keyko . . Muchas gracias :D Espero que este capitulo también te haya gustado (a mi, por lo menos, me ha encantado cierta parte del final… la ultima frase la tenia casi pensada desde muchas semanas atrás… es genial :D) Sobre lo de hacer sufrir a los personajes… es que me encanta... un montón (como habrás visto en este capitulo… y casi siempre lo hago en mis historias… soy muy mala, lo se, y no tengo remedio), De esa manera, tienen que demostrar muchas cosas… y que mejor manera que ponerles dificultades (aunque con ello me gane la ira de las personas que leen, jejeje) En fin, que espero que te haya gustado el capitulo y nos vemos en el siguiente (que será ya el ultimo) Besos mil.
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. . ophelia dakker . . Si, ya se repone, ya se repone (y mira quien le ayuda a "despertar") Tenia que tocar fondo… y después, ya sólo queda subir. Ah, y ya veremos que cosas le esperan después, pero creo que, a partir de ahora (exceptuando un par de cosillas) no creo que vuelva a "desesperarse" como antes ¿o si?... ya veremos. Un besazo y nos vemos. Pd: Espero que te haya gustado el capitulo. Besos mil.
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