TITULO: REBELDE
Cinco
Libro: Harry Potter
Pairings: S/B
CategorySlash
Raiting: G, R.
DisclaimerYo no poseo a los personajes de Harry Potter. Ellos pertenecen a J. K. Rowling y a sus respectivos socios comerciales. Esta solo es una historia escrita de fan para fans, sin fines lucrativos.
TiempoHistoria en AU.
LugarLondres, Inglaterra.
WarningEste Capitulo contiene escenas Lemon. Si no te agrada este tipo de lecturas, entonces ya sabes que hacer un poco en verificar el cómo aquella preciosa máquina se echaba ha andar.
Era un poco compleja a pesar de ser un auto.
Más olvidaba que cuando de carreras se trata, los simples autos son modificados especialmente para tener más velocidad y requisitos de victoria.
Aquel "Pegoute" gris era exactamente lo que los requisitos de carreras debían de llevar, por lo que prender el motor y verificar la gasolina no era todo lo que se hacía en aquella ocasión.
"Cuídalo con Tú Vida".
Había dicho Steve por séptima ocasión antes de convencerlo de que se retirara de su lado o de lo contrario continuaría mojándose con la lluvia que ese día no había parado.
Cuando la pequeña lap top a su lado se encendió, supo que estaba listo para su siguiente paso, por ello y teniendo precaución de apagar las luces y mantener la mano derecha sobre la palanca de velocidades, simplemente se limitó a esperar.
Para llegar a ese momento había pasado por alto sus dos últimas clases de ese Viernes torrencial, pues Steve, su rubio amigo había cumplido con su palabra de conseguirle el veloz y bello auto sobre el cual estaba sentado.
Debía admitir que le causaba una enorme pena que autos tan lindos como el "Pegout" fueran modificados para simples deleites de sus dueños estrambóticos.
Esto señoras y señores, es tener dinero.
Musitó, sintonizando una estación de radio donde las "oldies" se dejaron escuchar por mucho rato.
Como amaba ver la lluvia, los autos o su misma carrera, amaba también la música antigua, esa que poco a poco y a consecuencia de los "cover" volvían a brillar sobre el mundo.
Nada como la voz original del cantante para deleitar sus oídos y perderse por un momento en los tiempos de aparente calma donde habían sido procreados tan tremendos éxitos.
"I'm not in love
so don't forgotten
is just a simple free
I'm going true"
(No estoy enamorado
no deben olvidarlo
es solo simple libertad
te digo la verdad)
Recitaba la voz pausada y melancólica del cantante, el cual al parecer y sobre todas las cosas solo negaba lo innegable.
Suspiró de pronto, sabiendo de antemano que él jamás había estado enamorado pero que los primeros versos de la canción realmente decían la verdad.
Cada vez que tenía un encuentro o encontraba solo diversión, depositaba cargas de simple estrés o deseo en las personas, las cuales al igual que él hacían lo mismo.
Ya no existía el amor en ese mundo tan cambiante y en ocasiones retorcido, donde más valía un auto, que la "simple" frase de decir "te amo".
Los sentimientos poco a poco escaseaban.
Recordó a sus propios padres. Ambos continuaban casados aun después de muchos años y cada vez que los miraba a escondidas, por el simple impulso del chiquillo travieso que aun existía en él, miraba el amor verdadero en el par de pupilas azules que por nada en el mundo dejaban de adorarse.
Él no podía entender algo que jamás había llegado a su corazón...o tal vez lo había hecho, solo que en su tiempo había sido tan niño y tan dolorosos, que lo había reprimido de buena fe.
No pienses en eso Bill, no ahora. Solo limítate a disfrutar tú vida a tú modo y a olvidar que estas..."completamente solo". Susurró, como la canción que le siguió a la anterior.
Por poco, decirse de verdad, estuvo a punto de bajar del auto y llamar a Steve diciéndole que había cambiado de parecer y que podía efectuar sus "cosas" con ayuda de sus dos pies o del "bus".
Pero la silueta que reconoció perfectamente a pesar de los vidrios empapados, le hizo retornar a la realidad, y arder con la sola idea de lo que estaba seguro sucedería.
Así que aguardando, cual leona en caza, se limitó a observar el cómo una de las profesoras agitaba desesperadamente su mano dentro de un auto frente a él y la figura corría hacia la puerta del copiloto, intentando no mojarse demasiado.
Pocos segundos después el auto de enfrente se puso en marcha, por lo que él esperando unos segundos más, realizó lo propio.
El sonido del parabrisas era para él un tanto frustrante, pues las canciones en la radio en nada aminoraban su ambivalencia.
"Whithout you", "heaven", "I will always love you", eran solo unas de las muchas melodías que la radiodifusora estaba emitiendo sin parar a considerar si era debido o no hacerlo.
Bill gruñó enfadado y sin perder de vista al auto que a pesar de la recia lluvia avanzaba deprisa, oprimió el buscador del equipo para encontrar algunas melodías más modernas y movidas.
Estaba comenzando a entrar en su elemento, donde el depredador se estaba preparando para atacar.
Por ello olvidando sus dudas, pisó el acelerador un poco más, confiado en que lograría llegar a su destino sin ser detectado.
¿No me digas que no te gusta esta música?.
El copiloto negó y sonrió cordialmente.
Claro que me gusta, pero me hace sentir anciano y más con esta lluvia. ¿Quieres a caso que me siente en mi mecedora con café al lado y recuerdos de mi vida?.
La mujer que conducía lanzó una carcajada, alcanzando a desviar por muy poco un buzón en la calle.
Afortunadamente y debido a la lluvia no había demasiados autos.
Cálmate Charlotte o no voy a llegar a mis "recuerdos".
No puedo evitarlo. Es que hablas como si tuvieras cincuenta años Sirius, cuando es probable que ni a los treinta llegues.
El aludido ensanchó su sonrisa, sintiendo orgullo por aparentar menos edad.
Te agradezco la adulación mi querida Charlotte, debemos recompensar eso. Guiñó y a pesar de saber que probablemente la conductora no le había visto, quiso creer que el sonrojo de la maestra de historia era evidencia de lo contrario.
Es...extraño mirarte sin tú motocicleta. Señaló la mujer, tratando de cambiar el tema para que su sopor se amortiguara un poco.
No pude sacarla del garaje. Hace un clima del demonio. Al parecer alguien allá arriba está sufriendo mucho. Indicó el de cabello negro, mientras alzaba su celeste mirada al cielo negro.
Charlotte solo sonrió. Debía reconocer que para ser un gran filósofo, en ocasiones Sirius Black era demasiado "devoto religiosos".
Era eso o simplemente quería divertirse.
La mujer giró en varias calles, hasta arribar a un pequeño complejo donde casas y departamentos se erigían.
¿Vives solo?.
Si. ¿Por?. El guiño sensual de Sirius hizo sonrojar nuevamente a la mujer, quien virando la vista se interesó bastante con el efecto que las gotas de lluvia hacían al bajar por el vidrio.
Sirius sonrió. Le gustaba ser coqueto cuando podía.
Es solo que no me puedo imaginar en donde guardas tú preciada motocicleta cuando vives, si mal no me dijiste, en un departamento.
Si, pero para ello me valgo de mañanas. Sonrió el pelinegro, señalando del otro lado de la calle una casa, cuya luz se veía desigual a través del vidrio.-Ahí vive una pareja de viejecillos que fueron siempre muy amables conmigo desde que vivo por aquí.
Cuando compré la motocicleta, ellos amablemente me permitieron guardarla en su garage con todo y las cosas que no necesitara y no cupieran en mi departamento.
He ahí, Miss Charlotte, el secreto oculto de mi motocicleta.
La mujer rió, imaginando al par de viejecillos sobresaltados ante el sonido estridente de una motocicleta saliendo de su garage.
Bueno, antes que nada te agradezco el "paseo". Habría muerto ahogado antes de conseguir un taxi.
No fue nada. Después de todo solo me desvío unos cuantos kilómetros de mi hogar.
Sirius sonrió y con total confianza plató un beso sonoro en la mejilla de la muchacha, la cual no evitó obviamente sentir que el rojo era ya muy leve para lo que sentía.
Te veré...el Lunes. A ver si este diluvio mejora.
Sí...esperemos. Murmuró la aun anonadada muchacha.
Ella sabía el efecto paralizante que el profesor de Filosofía efectuaba en sus alumnos y otras personas, pero hasta ese momento jamás lo había sentido con tal nitidez.
Sirius era muy apuesto y mientras se alejaba por la calle vecina, se preguntó del porque de su soltería.
No existía rumor que no aludiera a Sirius Black como a un rompecorazones o Rebelde sin causa, pero a la opinión respectiva de la muchacha, el de ojos azules era una persona encantadora que tal vez estaba buscando la estabilidad que necesitaba.
Por un momento deseó ser ella esa estabilidad, pero después un acceso de risa borró su repentino pensamiento.
Tú y muchos más, Charlotte.
Sirius corrió hasta la puerta de los departamentos y con total confianza haló de ella hasta introducirse en el reconfortable y seco pasillo.
El clima en realidad no le favorecía en nada y a pesar de vivir en un lugar tranquilo, deseó por primera vez vivir más cerca de la Universidad.
Pero como todo escritor buscaba el silencio y estabilidad que solo una zona apartada y cálida como aquella le podía proporcionar.
Rebuscó entre su atuendo mojado las llaves de su apartamento, entrando en él minutos después.
Tenía frío, uno muy intenso a pesar de no haberse mojado demasiado y con enfado se percató de que la calefacción no servía.
¿Señor Tou?. Si, Sirius Black, disculpe que lo moleste pero acabo de llegar y al tratar de encender la calefacción me percaté de...Oh, entiendo. ¿Tardará mucho?...está bien. Gracias.
Apagó el auricular y gruñó un poco.
Era buena hora para que el siempre inservible calefactor se volviera a descomponer y por la voz también molesta del casero, los demás pisos sufrían del mismo dilema, por ello optó por despojarse de sus ropas y tomar un rápido y caliente baño, ese que le haría por lo pronto entrar en calor.
No tenía planeado salir y menos con la lluvia que a su parecer cada vez arreciaba más.
Por ello se enfundó en unos viejos pants y decidió caminar descalzo. Al menos el parquet amortiguaba el frío de un piso convencional.
El único lujo dentro de su sencillo departamento.
Regresó al recibidor y extrajo de su empapada mochila una carpeta, donde en el interior se encontraban varios proyectos y trabajos que había pedido a una de sus varias clases.
Tenía una noche atareada, por ello sin demasiada hambre decidió colocar un CD que opacó el ruido de gotas estrellándose en las ventanas.
Usualmente nadie se concentraba con música metálica o rock, pero como Sirius no era nada normal, decidió que entre Nightwish y Era, la primera era la mejor opción para comenzar.
No tardó demasiado tiempo para que la voz de la bonita vocalista emitiera sus primeras notas roncas, tal y cual una soprano lo haría.
Así que sonriente y tras poner la tetera en el fuego, se sentó cómodamente a leer el trabajo de sus queridos alumnos.
Cantar no era su fuerte, pero ciertamente acompañar los susurros de la sonata con la simulación de una batería, era exactamente lo que a Sirius le había costado en sus años de estudiante, toda la noche para concentrarse en lo que leía.
En ese momento no era la excepción, por lo que golpeando la mesa con un lápiz, imitó los perfectos movimientos que el chico de la banda efectuaba en los platillos y tambores.
No se percató de que repentinamente la puerta era golpeada, leve en un principio, con firmeza en la última ocasión.
Él se hallaba casi sumido en la melodía y mientras leía lo que la "Revolución filosófica" había llevado al mundo, se escuchó nuevamente el golpear de la puerta, esa vez con algo de brusquedad.
Tardó un poco en prestar atención a lo que ocurría, pero cuando lo hizo bajó el volumen de su mini componente y se acercó a la puerta.
Tal vez el "buen" señor Tou por fin se había apiadado de él e iba a solucionar su problema con el calefactor, dejando de lado a sus demás inquilinos.
Por ello con la mayor de las confianzas abrió la puerta.
Justo en ese momento la tetera sonó y solo alcanzó a balbucear un "pase" antes de correr de regreso a la cocina y apagar la llama.
No era conveniente que el agua se tirara en su desvencijada estufa.
Sonrió al ver que había logrado el record en velocidad y sin girarse aun pero escuchando la puerta cerrarse, sirvió dos tazas de agua hirviendo.
Pensé que no vendría. ¿De naranja o de limón?. Indicó el pelinegro un par de cajas de té de sabor.
En realidad me gusta el de manzanilla, pero el de limón estará bien.
Aquella voz le hizo dar un pequeño brinco y al instante giró para encontrarse a alguien que no exactamente lucía arrugado, cansado y con un carácter fuerte debido a la molestia de arreglar calefactores.
Bill. Susurró sin creer aun que su estudiante pelirrojo estuviera ahí, en su departamento.
Hola. Saludó el muchacho que lucía una gabardina negra empapada. -Linda noche¿verdad?.
Sirius parpadeó y después frunció el entrecejo. No sabía si por molestia o por el repentino sobresalto.
¿Qué haces aquí?. Fue la cuestión que se escuchó demasiado seria en labios del siempre sonriente y bromista hombre.
Bill, que con total confianza se desprendió de su gabardina, alzó los brazos.
¿Cree en las coincidencias, profesor Black?.
Sirius gruñó. Por alguna razón solo unos pocos conocían la dirección de su domicilio y entregarla a alumnos jamás había sido conveniente.
¿Qué haces aquí?. Volvió a repetir, dejando la tetera y caminando hasta situarse muy cerca del pelirrojo.
Bill entonces frunció el entrecejo y se caló de nueva cuenta su empapada gabardina. Después de anudarla y abotonarla giró sobre sus pasos y se dirigió a la puerta sin más.
Sirius por alguna extraña razón tuvo deseos de detenerlo y así lo hizo.
Espera. Aun no me...
Mi auto se averió. Iba de camino de una fiesta, pero tuve la maldita suerte de...
¿Tú tienes auto?. La pregunta salió igual de rápida como tardó el profesor en darse cuenta de la indiscreción que había cometido con su comentario, por eso al mirar los azules ojos de Bill heridos, quiso que la tierra lo tragara.
Yo...lo siento, es solo que...me sorprendió...
Es de un amigo. Admitió el pelirrojo con cierto aire herido.- Se descompuso justo del otro lado de la calle y como nadie abrió en las casas que toqué, decidí probar por aquí y¡Oh, sorpresa!. La residencia del profesor Black. Pero descuide, será mejor que pida ayuda en otra puerta.
Sirius supo que la palabra "herido" era demasiado corta para lo que el pelirrojo estaba experimentando, por eso se sintió culpable.
Después de todo él había sido el encargado de eso.
Yo...te ayudaré. Es solo que me sorprendió verte, es todo. Trató de aclarar el pelinegro, esperando que su rostro de verdadero arrepentimiento fuera el que propiciara el perdón del pelirrojo.
Bill enarcó una ceja y después suspiró.
Gracias. En verdad se lo agradecería. Recalcando una sonrisa sencilla y tan simple que en otros labios jamás habría resultado bella.
¿Y en dónde exactamente dices que paraste?. Recalcó Black, al sentir que comenzaba a dejar volar muy alta su imaginación.
Justo al lado contrario de la calle...espere. Dijo el muchacho, acercándose a una de las ventanas.- Ahí está. Señaló el auto que perfectamente se podía mirar desde esa distancia.
Sirius se acercó y tras limpiar el repentinamente vidrio empañado, admiró la bella máquina que su alumno llevaba.
Fiuuu. Silbó el pelinegro.- Esa es una belleza de auto. ¿No me digas que corres?.
Bill rió, negando con la cabeza en el trayecto.
En realidad me atraen los autos, pero no me agradan las carreras. Creo yo que es un desperdicio de capacidades y autos. Aseguró el muchacho, comenzando a titiritar.
¿Te estuviste mojando?.
Lo necesario para ver lo que el auto tenía. Pero como debe saber a este tipo de vehículos se les modifica todo y mi "cultura" sobre mecánica no es suficiente para esto.
Sirius asintió, indicándole a Bill que se desprendiera de la empapada gabardina, mientras entraba y salía rápidamente de la única habitación del departamento.
Cuando volvió pudo darse cuenta que efectivamente Bill iba a una fiesta.
Su atuendo de esa noche lucía arrebatador y sintió cómo de pronto tuvo ganas de acompañarle o en su defecto, de no dejarle ir.
Ten. Propuso Black extendiéndole una toalla al muchacho que la aceptó y que al instante colocó su chaqueta en el respaldo de una silla.
Mientras el pelirrojo secaba su cabello y parte de sus brazos, Black pensó si acaso el joven tendría la menor idea de lo que el cuero sobre su cuerpo efectuaba en sus curvas.
Obviamente la respuesta era afirmativa, pero viéndole de cerca, cómo en ese momento se encontraban, tuvo que hacer un gran esfuerzo por reprimir el deseo de acercarse, sujetarlo y...
¿Quieres té?. Invitó el hombre, que sin esperar respuesta caminó de regreso al lugar en donde todo había comenzado.
Se lo agradezco. Hace un frío terrible.
Si, están arreglando los calefactores y hasta el momento la única zona cálida es la cocina. Sonrió el pelinegro, un poco más dispuesto a quedarse en la realidad y no vagar en fantasías indebidas.
Bill tomó asiento en la pequeña mesa y cubrió sus desnudos brazos con la toalla que momentos antes le había servido para secarse un poco.
Lo que él necesitaba era calor.
Me dijiste Limón¿verdad?.
Si. Gracias. Fue la cortés respuesta del pelirrojo, dejando pauta entonces a un repentino silencio que solo hacía contraste con los movimientos de loza que Sirius efectuaba.
Es un té un poco fuerte, pero espero que al menos sirva para mitigar el frío.
Bill asintió, tomando la taza blanca que le ponían en frente.
Mientras el muchacho bebía como concentrado en descubrir el verdadero sabor del té, Sirius pudo observarlo mejor.
Su cabello húmedo caía seductoramente por el rostro blanco del pelirrojo, llegando a formar figuras que contrastaban perfectamente con el par de ojos azules que seguían pendientes de su bebida.
Los labios de un color pálido, poco a poco retomaban su color rosa, pero en este caso fue el rojo quien hizo acto de aparición, imprimiéndole un erótico ambiente a la persona que cubría sus hombros con la toalla húmeda.
Los ojos azules de Sirius continuaron bajando, hasta posarse en la zona baja y descubierta, donde un par de pantalones cafés realizaban una singular forma sobre las piernas largas del muchacho.
Al pelinegro la visión se le antojó deseable, innegable y muy apetecible.
Sin darse cuenta se lamió los labios con ansiedad, mientras de nuevo recorría aquello que seguía llamando su atención pese a todo.
¿Profesor?.
Aquella palabra desvaneció las fantasías que se había formado, dejándole en la dura realidad.
¿Si?.
Perdón si le he interrumpido con mi presencia, solo...¿puede prestarme su teléfono?. Olvidé el celular en el auto.
¿Cómo negarle al muchacho algo, cuando su sonrisa denominada "bonita" se formaba en sus labios rojos?.
Cual autómata asintió y le pasó el teléfono que había dejado junto al refrigerador, riñéndose mentalmente por parecer un tonto frente a su alumno.
Así que dándole privacidad al joven, se incorporó y se introdujo en su habitación, o al menos eso había intentado hacer quedando como resultado a un hombre en pants parado en el pasillo.
¿Charlie?.
Escuchó el pelinegro que su joven visitante preguntaba, sintiendo que algo dentro de él se removía con fuerza.
Por ello se acercó aun más a la puerta, esperando escuchar más de esa interesante conversación.
El auto...si, pensé que lo habías llevado al mecánico...si, si, lo sé, pero contaba con que...¿Diablos Charlie, has visto siquiera el diluvio que es allá afuera?...
No me hagas esto, estoy varado en un vecindario desconocido para mi y...no importa de dónde te estoy llamando, lo importante es que vengas a recogerme a mí y al auto, de lo contrario Max va a matarme...¿quieres que lo haga?. Charlie, a veces eres muy malo conmigo.
La última frase provocó que Sirius sonriera.
Bill se había escuchado igual que un niño desilusionado de una sorpresa.
Charlie...Charlie...está bien, comunícame con Joseph.
Hubo un momento de silencio, en los que Sirius agudizó el oído y se preguntó con un poco de molestia sobre la identidad del tal "Joseph". Cosa que escuchó pálidamente segundos después.
Joseph, lindo¿ya te contó Charlie lo que me ocurrió?. Si, lo se amor, una desgracias enorme.
El tono meloso de Bill, más el calificativo "amor", hicieron que el pelinegro se pegara completamente a la puerta entreabierta de la cocina.
Aquello no le sonaba muy bien.
Si, si, sé que el clima es horrible, por eso llamo. ¿No podrías venir a recogerme?. Planeamos esta noche desde hace semanas. No puede echarse a perder solo porque el inútil de Max confió en Charlie...pero...pero amor, no puedes dejarme así. Sabías que hoy sería nuestra noche...Joseph...Joseph...si, lo entiendo. Suspiró el pelirrojo con amargura.-Yo vuelvo a llamarte. Esperemos entonces que la lluvia tenga compasión de nosotros.
Deberíamos reclamar sobre esa inundación...descuida, estoy bien, afortunadamente encontré ayuda. Si...hasta pronto amor.
Después el silencio, lo que indicó que el pelirrojo había terminado con su llamada.
Sirius entonces se precipitó a su habitación y del armario extrajo una pequeña manta que llevó consigo de regreso a la cocina, en donde un Bill un tanto abrumado le esperaba.
Escuchar la conversación del muchacho había sido un tanto extraño para sus buenos modales, pero también necesaria.
No podía sacarse de la cabeza la imagen creada de "Joseph", ni el sonido meloso, abrumado y desilusionado del pelirrojo, el cual había hecho mención a una "Noche".
¿Era por esa razón que Bill ya no le buscaba?.
¿Era a caso por ese tal "Joseph" que el pelirrojo le había olvidado?
Tuvo que contener su enfado y la reclamación que en otras circunstancias tal vez efectuaría.
Después de todo, él había sido el creador de todo eso.
Te traje una manta. Espero al menos que guardes un poco de calor con ello. Argumentó el profesor, cediéndole el objeto a un Bill que agradeció infinitamente.
Le agradezco su molestia, profesor Black. Le aseguro que no es mi intención interrumpirle. Si gusta puedo...
No molestas, en realidad solo estaba calificando algunas cosas.
Bill asintió, cubriendo su cabeza también con la manta.
Sirius sintió de pronto que todo le dolía e hizo fuerza de su autocontrol para no dejar escapar un grito que lo liberara de todo eso.
Coincidencias, había dicho Bill al entrar en esa casa y Sirius no sabía si creer o no en ellas.
Por un momento ambos jóvenes guardaron silencio, escuchando que de fondo la música aun sonaba a nivel bajo y casi inaudible.
¿Le gusta Nightwish?.
Sirius asintió. Era natural que los alumnos por creerlo profesor, se olvidaran de que también era joven.
Por regla innata siempre discriminaban a un docente solo por serlo.
Y muchas bandas más que puede te gusten a ti también. Añadió el pelinegro, sabiendo que desde que el pelirrojo entrara en su apartamento, él lo tuteaba.
Pero Bill no agregó ni desmintió nada, simplemente se limitó a escuchar atentamente la canción que en ese momento sonaba.
"She is my Sin". Una excelente canción. Sonrió el pelirrojo, mirando que el hombre frente a él asentía.
Después y olvidando el auto que continuaba bajo la lluvia y apartado de ahí, ambos comenzaron a conversar de música y actividades que les gustaba realizar cuando no estaban en la escuela.
Bill supo entonces que a Sirius le gustaba leer tanto, como a un alcohólico la bebida.
Supo también que amaba las motocicletas y que en su adolescencia "Bono" había sido el amor platónico del pelinegro.
Le disgustaba el ajedrez, pero le gustaba el pool, la cerveza Alemana, el wiskie Escocés y mirar la lluvia con la tonada de una bella música de fondo.
Sirius por el contrario supo que Bill amaba la Historia antigua y que había elegido ser "Saqueador de tumbas" debido a que su familia había visitado Egipto alguna vez.
Su pasión por el rock tomaba forma física en el zarcillo de su oreja, mientras que el café era para él el equivalente y reactivo a varias horas de baile o diversión.
Ferviente admirador de "Aeroesmith", así como de las novelas de acción y de las películas de terror.
Culminando con su amor por los autos y en completo secreto, por las plantas.
Habían pasado horas conversando sin que uno recordara lo que el otro significaba.
Sin recordar siquiera las circunstancias que los habían llevado a hurgar en sus recuerdos o compartir secretos.
Simplemente eran dos personas conociéndose, cuya finalidad era solamente pasar el tiempo.
Cielos, se ha hecho tarde. Añadió repentinamente el pelirrojo, deteniendo la charla sobre los embarazosos momentos más grandes de su vida.
¿Si?. No lo había notado. Exclamó el pelinegro, verificando que pasaban de las diez.
No ha dejado de llover. Al parecer allá arriba alguien está sufriendo demasiado.
Aquella frase hizo exaltar a Sirius. Era la misma que él solía utiliza cuando la lluvia se prolongaba más de lo normal. En una tentativa indirecta hacia el poder religioso que en realidad hacía años no profesaba.
Yo...
Pensará que es una frase tonta, pero cuando era niño y mamá me arropaba para ir a dormir, siempre me decía que la lluvia era parte de Dios y que era lanzada al mundo porque estaba regando sus plantas.
Sirius rió un poco, observando la sonrisa y el sonrojo del pelirrojo.
Yo siempre lo creí y cuando le preguntaba sobre la lluvia que cae como ahora, respondía entonces mi padre, el cual miraba al cielo con cansancio y pena.
"Cuando llueve demasiado, es señal inequívoca de que alguien, allá arriba, está sufriendo demasiado por algo importante de la tierra".
Jamás entendí eso, pero siempre pienso que tal vez Dios es el que sufre por tanta maldad que existe aquí.
Sirius guardó silencio, observando el perfil del joven que acababa de ponerse en pie para mirar por la ventana.
Su propia filosofía era semejante a la del pelirrojo, con la diferencia del sarcasmo o incluso estupidez que pensaba de ella.
Creo que es mejor que me vaya. Tal vez el motor solo estaba sobrecalentado y ahora puede ser que arranque.
Sirius miró él cómo el pelirrojo dejaba la manta perfectamente doblada sobre una silla y caminaba para recoger su húmeda gabardina.
Algo dentro de él deseó detenerlo.
No quería que se fuera. Por ello y sin ser conciente de lo que hacía, buscó cualquier excusa para que el bello muchacho desistiera de su idea.
Pero sigue lloviendo y...De pronto algo sobre la mesa, ese algo que había olvidado por completo llamó su atención, teniendo entonces la excusa perfecta para Bill.-¿Qué te parece si aprovechamos el tiempo y estudiamos?.
El pelirrojo miró al pelinegro con extrañeza, mientras este sonreía ampliamente por su tan "excelente" idea.
Pero...
De esa manera podemos avanzar a las asesorías que tenemos pendientes para la próxima semana.
Sirius miró con gusto el cómo Bill suspiraba cansadamente y volvía a depositar su chaqueta en la silla.
Parece que se ha obstinado verdaderamente a que pase esta materia. ¿Verdad, profesor?.
Por supuesto. Un valioso alumno como tú vale la pena.
Bill recibió el guiño de Sirius con solo una sonrisa "bonita", haciéndole ver al pelinegro que en todo ese momento el pelirrojo no había desplegado sus "armas letales" de seducción, sino que simplemente era él.
"Una coraza". Pensó el profesor.-"Una coraza como la mía que en este momento ninguno de los dos tenemos. Tal vez...nos sentimos bien en compañía del otro".
Fue lo que Sirius meditó mientras ponía sobre la mesa varios libros, hojas y lápices.
Después de todo ambos muchachos no eran tan diferentes el uno del otro.
Lidia miraba con desesperación el ir y venir de Steve, el cual seguramente terminaría por realizar un agujero enorme en la alfombra de la sala.
¿Quieres calmarte?. Bill ya no es un niño para que te sigas preocupando de esa manera por él.
Lo sé, lo sé pero...¿y si le ocurrió algo?. No responde al celular y el auto...
Dime una cosa Steve. Cuestionó "Doris" con voz calma.-¿Qué es lo que te preocupa más, el dichoso auto ese o Bill?.
¿Por qué preguntas eso?. Lidia, sabes perfectamente que lo más importante para mi es...
¡GANE!. Gritó Sean, quien recostado sobre el extremo opuesto jugaba "Bagammon" por la internet con un ciber amigo.
Sean¿quieres callarte?. Riñó la muchacha a su amigo, quien aun hacía fiesta por su inminente victoria.
No. ¡Gané, gané!. ¿Sabes lo que significa eso?. Cuestionó con emoción el de anteojos.
Si, que si no te callas yo misma te estampo esa lap top en la cara.
Sean parpadeó para después guardar silencio, más en su mente aun seguía festejando la victoria que durante un mes completo no había podido ganar a su ciber compañero.
Lidia gruñó y regresó la vista a un rubio que optó finalmente por sentarse y mirar por la ventana.
Aquel departamento era exacto y justo lo que cuatro amigos necesitaban para vivir, por eso y en cuanto la idea de vivir juntos les cruzó por la cabeza, ninguno dudó jamás que aquella había sido una excelente idea.
Por ello en tardes de aburrimiento o de lluvia como aquella, los cuatro solían encerrarse en la sala y hablar o leer en la simple compañía del otro.
Pero esa tarde había faltado Bill. El pelirrojo había alegado tener algo importante que hacer y tras agradecer a Steve por conseguirle un auto, era hora de que aun no sabían nada de su paradero.
Tranquilízate Steve. Sabes que Bill sabe cuidarse bien y si asistió a una fiesta, lo más probable es que haya perdido la noción el tiempo. Además no es la primera vez que no regresa a casa. Recordó la muchacha, que miraba impaciente los verdes ojos del australiano que asintió tras un doloroso suspiro.
Lidia jamás había obtenido la respuesta del porqué de entre ellos tres, Steve era el único que velaba intensamente por el pelirrojo.
Sean solo le había dicho que más evidente no podía ser y ella, aunque quería negarlo, debía aceptar la realidad.
Lo más difícil era tal vez, imaginar el dolor que algún día directamente Steve tendría en su jovial rostro. Un dolor que no se comparaba con el que experimentaba cada vez que Bill salía o no regresaba a casa.
Steve...
Ya, olvídalo. Tienes razón Lid, tal vez el tonto ni siquiera ha escuchado el movil.
La sonrisa de Steve no terminó por complacer a la muchacha, más sin embargo sabía que era todo lo que miraría en el rostro de uno de sus mejores amigos.
¿Les apetece una pizza?. Señaló Sean repentinamente.
¿Con esta lluvia?. Creo que esa máquina alteró tu cerebro. Bromeó Steve, en una tentativa de demostrar que ya estaba "mejor".
Claro. Estás viendo aquí al shef número uno del mundo.
Tanto Steve como Lidia lanzaron una carcajada, haciendo enfadar al de anteojos.
Oh, Sean, no te ofendas querido, pero tú naciste para ser "cerebrito", no cocinero.
Ante la risa de sus compañeros, Sean se incorporó del piso y se introdujo en la cocina.
Estaba seguro de demostrarles a sus compañeros que él sabía cocinar perfectamente.
Lidia miró a Steve y este alzó los hombros.
Qué dices "Doris"¿le ayudamos?.
La muchacha asintió, dejando así y por unos momentos las tensiones y si, la preocupación y el deseo que cómo siempre, lanzaban al cielo a favor del rebelde William Weasley.
Ya era tarde, pero ambos continuaban enfrascados en la fina línea que dividía a la Filosofía de las ramas más exactas y objetivas de la vida.
Podía mirarse a los dos muchachos teniendo un pequeño debate, en el que tanto uno como otro defendían perfectamente su punto de vista.
Pero al parecer solo uno de ellos estaba completamente entregado en aquella airada pero deleitante "discusión".
El restante lo contempló con detenimiento mientras hablaba y no le cupo duda de que el hombre era un apasionado de su trabajo.
Se apreciaba desde lejos el amor y la vida que la Filosofía implicaba para el de cabello negro, así como el deleite y el olvido del mundo exterior.
En su vida solo había visto a dos personas tratar o defender una idea con tanto fervor como el profesor Black lo estaba haciendo.
Uno de ellos su hermano Percy. El muchacho era capaz de mover a la mismísima corte suprema para hacer escuchar su voz.
Y la otra, su madre. Quien a pesar de tener una apariencia amable y delicada, resultaba ser todo lo contrario en el momento de la defensa de un punto en común.
Pero al parecer y fuera del ámbito sencillo de su familia, existían hombres que se conjugaban todos en el nombre y cuerpo de Black.
Le resultaba sumamente curioso mirar la estética y llamativa anatomía del pelinegro envuelta en un simple accesorio que él mismo utilizaba para ejercitarse.
Simple y sencillo. Así era Sirius Black cuando se le conocía mejor y él no dudó de que a vista de cualquiera el ojiazul se veía ordinario y simple, pero para él resultaba la más atrayente de las criaturas sobre la tierra. Por ello y antes de resultar un depredador insatisfecho, decidió que era momento de parar y retirarse.
Por ese día, había sido todo. Una pérdida tal vez en el terreno que esperaba, pero una ganancia máxima en lo que a otros aspectos se referían.
¿Profesor?. Llamó Bill, siendo cuidadoso de no parecer rudo o descortés.
Sirius aun continuaba hablando.
¿Si?.
Yo...
Cielos. ¿Te aburrí?. Lo siento mucho, pero cuando me enfrasco en debates es muy fácil que pierda la noción del tiempo y espacio.
La sonrisa de Sirius hizo sonreír también al pelirrojo, quien se apresuró a negar la frase del pelinegro.
No, nada de eso, es solo que ahora si, es tarde. No pretendía quitarle su tiempo, pero a sabiendas que el clima no mejorar�, será más propio que me retire y busque un auto.
Pero el campus queda lejos de aquí.
Bill sonrió. Él jamás había dicho que vivía en el campus. ¿Sería a caso que Sirius se había molestado en averiguar eso de él?.
Lo sé. Pero será mejor irme a permitirme robarle más tiempo. Le agradezco lo que ha hecho por mi y no dude de que he aprendido bastante esta noche.
Bill se levantó con movimientos pequeños, escudriñando la azul mirada que por algún motivo pareció temblar a su incorporación de la mesa.
Pero...
Me siento mal estando aquí, profesor Black. Créame que ha sido un gusto pero...ya debo irme.
A Sirius no le cabía duda de que aun no regresaba por completo a la "realidad", por ello realizó algo que estando en sus cinco sentidos probablemente jamás habría hecho.
Quédate. Pronunció tan firme y tan convincentemente que Bill tuvo que escudriñar un par de veces para saber si no había escuchado mal.
Pero...
Vamos. ¿Qué son unas horas?. Por la mañana alguien podrá ayudarte con el auto y mientras el diluvio se soluciona, tú no tendrás que arriesgarte a una posible gripe, que por cierto no dudo ya esté alojada en tu sistema.
El pelirrojo se miró y supo entonces que su ropa húmeda había sido la aliada indiscreta de aquella respuesta.
Pero profesor, yo no...
¿A caso temes algo?.
Sirius no tuvo tiempo de reprenderse por la pregunta, pues las pupilas azules de Bill relampaguearon con magia.
Claro que no. ¿Por qué habría de tenerlo?.
El pelinegro simplemente negó y cerrando un grueso volumen que abierto aguardaba en la mesa, también se incorporó.
Mientras avanzaba hacia su habitación, tuvo la ligera sospecha de estar flotando.
Era eso o aun no pensaba con lucidez.
Lo que fuera le parecía que tener a Bill en su apartamento no era tan "terrible" como quiso suponer cuando tuvo enfrente la cruda realidad.
Black había buscado algunas ropas que prestarle al pelirrojo, propiciando entonces que una intimidad más grande se creara entre ellos.
Es todo lo que puedo ofrecerte mientras tú ropa se seca. Añadió el pelinegro, tendiéndole un viejo pants y una camiseta de mangas largas holgada.
Bill aceptó el gesto con un asentimiento, mirando por primera vez la habitación privada de su profesor.
Un lugar para alguien solitario, pero después de todo ordenado, que le daba un aire de cierta seducción a lo que los azules ojos del pelirrojo miraban.
Sirius pensó entonces que estaba recobrando la cordura, por lo que introduciéndose en el baño, se miró en el espejo, cuestionando su inesperada y tonta actitud.
Ya no puedo retractarme. Se dijo, al pensar en una escapatoria de aquel embrollo provocado por él.
La única alternativa que tenía era, obviamente, mandar a Bill al sofá de la sala, pero dado el frío en el apartamento y lo acogedor de su habitación después de cerrarle, dudaba enormemente si compartir una cama matrimonial era la mejor solución a todos sus problemas.
Sintió que se ahogaba en sudor, por lo que quitándose la camisa que cubría su torso, se dejó envolver por el fresco del cuarto de baño.
Lo que necesitaba con urgencia era un baño frío, pero en esas condiciones sabía que poco iba a durarle el efecto.
Se racional. Compórtate como un adulto. Él lo está haciendo.
Se dijo una vez más, volviendo a poner sobre su cuerpo la arrugada camiseta con el símbolo de "paz" en el centro.
Respiró varias veces con profundidad antes de atreverse a girar la manija de la puerta y volver a sentir el perfume que su inesperado visitante llevaba en su cuerpo.
Era la misma fragancia que desde que lo había conocido hacía unos meses, lo había enloquecido, hasta el extremo de desear solo aspirar aquella delicadeza que efectuaba en su portador un efecto etéreo.
Se reprendió una vez más por sus pensamientos, pero tuvo que parar de hacerlo, pues en cuanto miró la escena que se llevaba a cabo frente a él, pensó que había muerto y estaba en el paraíso.
La piel blanca y fuerte del pelirrojo se extendía bajo la luz de la habitación, jugando con sus formas y haciéndolas donde nada más que materia existía.
Sirius no recordaba haber mirado el desnudo tórax de Bill tan blanco o tan deseable como lo hacía en ese momento en que la camisa de brillante color se apartaba por completo de la piel que parecía agradecer la acción.
Deseó, fuera de la realidad nuevamente, tocar o en su caso, saborear el espacio que aquella blanquecina y hermosa figura tenía para sí, para después dejarse envolver por la demencia de la lujuria.
Haber salido del cuarto de baño había sido un error, pero más había sido dejar a sus pies avanzar sin consentimiento, perdiéndose en la imagen del ángel pelirrojo que en ese momento sacudía su bella cabellera para tratar de secarla por completo.
Se detuvo a escasos pasos del muchacho y sonrió al mirar cómo una de las largas y finas manos recorría uno de los brazos, erizando los bellos y la piel ante el cambio drástico de clima.
Pero para él, un hombre ajeno ya a la realidad, el frío era algo que pasaba a segundo plano, pues comenzó a sentir que todo a su alrededor subía de temperatura con gran rapidez.
Lo último que supo tras sentir con cordura una vez más, fue que si Bill no hubiera retirado su rojo cabello de su cuello para dejarlo al descubierto en una simple acción que cualquiera hubiera hecho, él no se habría decidido a realizar aquello con lo que había luchado tanto tiempo y que aun, a pesar de los milímetros de separación, continuaba recriminando una voz ya alejada y "tonta".
Sintió a la lechosa piel sucumbir a su caricia, que más que una era solo un toque, que había acarreado las mismas sensaciones que había mirado segundos antes.
No pudo contener la sensación de acariciar el hombro y el brazo derecho, percibiendo con exquisita realidad lo que su mano tan hábilmente había proporcionado: un temblor exquisito que disfrutó sin contratiempos.
Por eso y antes de arrepentirse o de que el pelirrojo se alejara, decidió sucumbir por completo a sus instintos más primarios y satisfacer lo que desde hacía tiempo no hacía.
Dejó que sus labios hicieran contacto con la suavidad del cuello, experimentando las oleadas que propiciaban en su propia anatomía.
Sirius. Exhaló Bill, en un suspiro que le erizó los cabellos y lo guió a continuar su recorrido.
Besos, quería llenar el cuerpo del pelirrojo con besos. Así que comenzó a hacerlo, saboreando de vez en cuando con la lengua el maravilloso sabor que no se había perdido y que recordaba perfectamente cada noche al fundirse en sus sueños más ocultos.
Dejó que sus manos le ayudaran en el proceso de reconocimiento territorial, por lo que al llegar a la espalda baja, decidió que los holgados pants que el pelirrojo se había ya puesto, no eran más necesarios en ese momento.
Se encontró entonces con que después de liberar las piernas de aquel impertinente intruso, no había nada más que dificultara su paso, por lo que pudo deleitarse completamente con el sabor de las piernas y de los muslos que continuaban erizando sus extensiones hasta finalizar en suspiros que la ronca voz de Bill dejaba libres.
Bill cerró los ojos. Desde que percibiera a Black tras él que se preparaba para un posible asalto, más nada lo había preparado para la oleada exquisita que su piel había efectuado nada más sentir las manos del pelinegro en su brazo.
Oleadas de calor, de deseo, de lujuria, mutaron para simplemente desearlo todo y olvidar al mundo.
Supo, cuando sus suspiros eran ya exhalados cual aire, que había esperado demasiado ese momento y que en el intento había dejado olvidado a su cuerpo, quien agradecía felizmente aquel acercamiento que tanto bien le hacía.
Por ello siguió suspirando hasta que un pequeño gemido se escapó de sus rojos labios al sentir que su miembro era besado también por los labios expertos del pelinegro.
No pudo soportar arquear la espalda y volver a sentir el efecto tranquilizados que solo el cuerpo consigue después de obtener lo deseado.
Sirius. Volvió a repetir sin siquiera recordar si ya lo había hecho o no. Todo lo que le importaba era continuar sintiendo las oleadas de calor y placer que ahora los labios y lengua del pelinegro le daban a sus pezones, convirtiéndolos en un par de diminutos volcanes dispuestos a explotar si se lo ordenaban.
Sirius no se detuvo demasiado tiempo en el erguido miembro del pelirrojo, por lo que ascendiendo por el frente, besó calmadamente el vientre que se contraía y cedía a su toque en una danza perfecta que lo hizo excitar de sobre manera, apresurándose a subir y encontrar el tórax que lo esperaba ya atento y deseoso como el par de pezones que degustó con orgullo.
Después el cuello, quien como supo desde la primera vez, era la zona que más acceso erótico podía dar a una persona totalmente entregada a la pasión y que en ese momento no era la excepción.
Sintió con gusto el cómo las manos de Bill comenzaban a danzar sobre su espalda, provocándole la misma clase de estremecimientos que el pelirrojo había sentido.
Eso terminó por desquiciar al pelinegro, por lo que exigiendo la boca de Bill, se adentró en ella, degustando la suavidad, la calidez y la dulzura que solo en esa descarreada y promiscua vida había obtenido en el pelirrojo, quien guió su lengua a succionar la suya, provocando así que su dureza, se hiciera aun más firme.
El pelirrojo no tuvo que obtener permiso para lanzar a Sirius sobre la cama y comenzar a retirar ante todo, la estorbosa camiseta que no le dejaba sentir el cuerpo caliente de su amante.
Porque eso habían sido, amantes y de cuya palabra había sido imposible escapar nuevamente.
Por eso Bill besó descontroladamente los labios del pelinegro y los invadió en una búsqueda desesperada de recobrar todo ese tiempo perdido y de avivar la llama que jamás y a pesar del aparente alejamiento, no se había olvidado.
Sus manos eran serpientes vivas, que recorrían el pecho de Black cual si fuera su territorio de nacimiento, exigiendo el acceso que no le era negado.
Bajó y desprendió él mismo los pantalones que comenzaban a parecerle solo un accesorio innecesario que cubría tan llamativa y hermosa anatomía.
Dos cuerpos desnudos que respiraban agitadamente, pero que no podían dejar de acariciarse o besarse en la búsqueda completa de la reclamación absoluta.
Bill...yo...
Shhh, no pienses. Solo siente. Susurró el pelirrojo al hombre que comenzaba a sentir que la lucidez combatía con más fuerza con su deseo.
Pero al final como era obvio, ganó este último y con férrea decisión.
El pelirrojo sentía claramente el ardor en el cuerpo que sucumbía momentáneamente al suyo y no pudo pasar tampoco por alto el deseo latente que no podía ser contenido por más tiempo.
Te deseo. Susurró Bill en un claro suspiro que contenía todo la sensualidad del universo, cerrando ese pequeño abismo que aun los separaba.
Black entonces se sintió un loco y tomando las muñecas del pelirrojo lo hizo girar con algo de violencia, mirando el mismo sentimiento en los ojos azules de su prisionero.
¿Para que negarse a lo que no podía contener?.
Supo que inútilmente había huido del hábil muchacho que había sido el único racional en aquel asunto.
Se gustaban, se atraían mutuamente y a nadie dañaban con apagar lo que cualquier humano haría en un estado semejante.
Así que olvidándose completamente de todo lo que no perteneciera al dueño de cabellos rojos, dio paso libre a sus instintos que voraces hicieron nuevamente sucumbir al delgado cuerpo que se movía con seductiva maestría a sus caricias y mordiscos, que inevitablemente dejaba sobre la lechosa piel de Bill.
Oh, Sirius. Sirius.
El aludido de pronto pensó que su nombre saliendo de los rojos labios del pelirrojo eran la sonata más clara de la seducción y pasión que jamás había escuchado, por ello separando los muslos de Bill, se deleitó con el recital de suspiros y quejidos que se alzaban solo y especialmente para él.
Lamió y mordió con sensible sutileza, dejando a su paso marcas de las cuales no se arrepentía sino que por el contrario deseaba dejar para proclamar suyo aquel cuerpo que en cada caminar, en cada mirada, en cada cercanía lo hacían excitar como nada en la vida.
Mordió la inquieta cabeza del pene que jugaba con intenciones desconocidas pero que él con tan solo una caricia, pudo comprender y llenarse los sentidos una vez más del salado sabor del muchacho que lo enloquecía como nadie antes había podido.
Succionó, lamió, deleitó e hizo sufrir al pelirrojo que con fuerza y placer se sostenía de las arrugadas mantas que servían de cálido amortigüe para sus desnudos cuerpos.
Bill. Mi hermoso pelirrojo. ¿A esto querías llegar?. ¿A qué te revelara mi deseo por ti?.
El muchacho no contestó, se encontraba sumido en un exquisito placer que solo se hacía evidente con los gemidos implacables que su garganta lanzaba.
Amaba la sensación de las manos de Sirius sobre su cuerpo, pero más amaba lo que fuera que estaba efectuando en su hombría.
El deseo de explotar cada vez se hacía más evidente y solo podía responder a su momentánea inmovilidad enarcando la espalda en búsqueda de un mayor deleite que llegó tras otro pequeño mordisco y un descargue descomunal de placer.
Sintió colores. Olores delicados de los que se había olvidado que existían.
Pero simplemente el sentir que su amante disfrutaba de eso, le hizo respirar profundo y aun mareado por el fabuloso orgasmo, fue él quien atrajo a sus labios los de Sirius, uniéndose en un cálido beso que juntó esencias, pero también mucho más placer.
Me encantas. Se atrevió Sirius a murmurar, sintiendo el cómo una vez más su pelirrojo amante se posaba sobre él.
Y tú a mi...me fascina tú forma de follarme. Extendió el muchacho, sonriendo y lamiendo un dejo de saliva que la comisura de los labios hinchados de Sirius habían dejado cual estela.-Me encantas completamente Sirius Black y quiero que...me poseas una vez más.
Bill jamás había dicho aquello. Simplemente se limitaba mecánicamente a realizar o no lo que su cuerpo le pedía, pero esa vez era diferente, pues el deseo fundido de días de "celibato" se había terminado al estar junto al hombre y cuerpo que no había podido sacarse de la cabeza pese a todo.
Le deseaba tanto dentro de él, como el de cabellera negra deseaba poseerlo.
Un acto que a simple vista destello en sus ojos azules.
Antes de que Sirius se decidiera a realizar algo, la urgente necesidad del pelirrojo se antepuso de nuevo, recordándole al joven profesor lo rebelde y diestro que era su alumno.
Sintió la boca húmeda de Bill sobre dos de sus dedos y posteriormente, cuando se recostó sobre su pecho, sintió cómo el muchacho lo guiaba a adentrarse en una pequeña caverna que ya antes había conocido pero que ardía en deseos por volver a explorar.
Con tal confianza entonces se adentró y sintió el pequeño quejido que el pelirrojo lanzó al aire antes de morderle el cuello y comenzar un placido vaivén que reanimaba todas las células de su cuerpo.
No sabía por qué, pero le encantaba la manera en que el fiero William se postraba ante él, mostrándole una dominación que en otras circunstancias jamás permitiría.
Ambos eran igual de reacios en ceder, pero en ese momento solo uno disfrutó del poderío que el otro gratamente ayudó en fusionar, complementándose nuevamente minutos después.
Sirius no soportó demasiado aquel ritmo, por lo que volviendo a girar, hizo que Bill enredara sus piernas a su cintura y dejó que sus instintos lo guiaran en ese momento.
El sudor, la luz o el ambiente efectuaron el cuadro más apetecible para ambos.
Sirius vio a su ángel dentro de una nueva luz, donde y mientras lo penetraba con urgencia y delicadeza, el aire fantasmal de su presencia lo hacía aun más atrayente a sus ojos.
Bill miró al hombre más perfecto sobre la faz de la tierra que con delicadeza y un poco de ansia lo tomaba para complementarse a la perfección, como tal vez ni siquiera en la primera noche lo habían conseguido.
Les tomó solo un poco volver a acostumbrarse a la invasión y a la estreches de un cuerpo que pedía a gritos atenciones que no le fueron negadas, mientras el ritmo lento de los amantes se desplegaba en su totalidad como mariposa danzante con el aire.
El pelirrojo cerró los ojos y obligó a Sirius a sentarse, para que de esa forma la penetración fuera aun más atrayente y deliciosa para ambos.
De esa manera mordió una vez más el cuello de Black y mientras este llevaba el control del ritmo, se dedicó a estremecerlo aun más con sus caricias pequeñas pero llenas de sentido sexual.
Black cerró los ojos, mordiendo el hombro de Bill.
El pelirrojo estaba ronroneando en su oído cual plácido gatito experimentando una caricia.
No contuvo el éxtasis e invistió más fuerte, modificando el suave y gracil ronroneo por gemidos que despertaban sus más bajos instintos, por ello sus manos se aferraron con violencia a la estrecha cadera del pelirrojo y acariciaron la piel de la cual definitivamente había quedado prendado.
Así entonces entre gemidos que ninguno podía controlar y la lluvia que había comenzado a apagarse poco a poco, fue que ambos explotaron, reviviendo la fiera noche que antes de esa habían tenido por simple "casualidad".
Sirius dejó que Bill se aferrara a su cuerpo para regular sus respiraciones.
Ambos estaban agotados y era imperativo que terminaran de disfrutar las sensaciones que sus aun sensibles pieles retenían.
Seductor innato. Susurró Sirius al oído de un adormilado Bill, quien rió ante el apelativo.
Me esperaba más de ti.
¿Cómo?.
¿No recuerdas a caso que somos iguales?. Fuimos hechos para estar juntos. Jamás había conocido la delicia del Sexo en otras manos.
Te confieso, que es la primera vez que me siento satisfecho. Murmuró el pelirrojo, acariciando la cabellera ébano que había resultado un tanto ignorada en aquel acto.
Pero contrario a lo que Bill esperaba, Sirius le acarició la mejilla y posteriormente le besó larga y delicadamente, como si ambos acabaran de descubrir la mejor de las maravillas del mundo.
¿Sabes algo?. Habló el pelinegro mirando a su ángel recostado seductoramente sobre sus almohadas.- Yo también me siento satisfecho y...completo.
La noche era aun demasiado joven, por lo que después de sonreírse se besaron, acariciaron y volvieron ha fusionarse en solo un acto que verdaderamente jamás habían experimentado tan profunda y sinceramente.
Más ninguno de los dos rebeldes se percató de que era el inicio de algo que de haber estado concientes, jamás habrían permitido.
Continuará...
Gracias por la espera, sobre todo dejenme decirles que aprecio mucho sus comentarios, sobre todo con esta historia que no es tan asediada.
Pero he prometido terminarla y así espero continuar.
Ya saben para que quería Bill el auto, ahora espero que este capitulo les haya gustado.
Nos vemos en el próximo y a ustedes, quienes siguen esto, muchas gracias nuevamente.
Ha sido bastante difícil escribir sin inspiración, pero al menos he cumplido.
Katrinna Le Fay
