TITULO: REBELDE

Capitulo Seis

Libro: Harry Potter

Pairings: S/B

CategorySlash

Raiting: G, R.

DisclaimerYo no poseo a los personajes de Harry Potter. Ellos pertenecen a J. K. Rowling y a sus respectivos socios comerciales. Esta solo es una historia escrita de fan para fans, sin fines lucrativos.

TiempoHistoria en AU.

LugarLondres, Inglaterra. Había tenido un sueño bastante...¿cuál era la palabra exacta para describirlo?.

Perfecto. Susurró, tras frotarse los ojos.

Pero todo, incluso el aroma a sexo era solo parte de una cuidadosa treta de su razón que se había ensañado con él tras haber deseado huir del pelirrojo que claramente había poseído solo en sueños.

Por eso medio sonrió con ironía. A él en realidad le habría encantado que la noche desenfrenada y de pasión que había vivido en sus sueños, hubiera sido real.

Más no todo se podía tener en la vida, así que dispuesto a comenzar aquel sábado, se levantó de la cama.

O al menos eso habría querido. Algo lo detenía.

Miró con asombro a su lado, encontrándose con una mano posesiva sobre su cintura y unos cuantos mechones rojos que salían de entre las revueltas mantas.

Eso no podía ser verdad, así que con total cuidado miró por debajo de las mantas, encontrándose el rostro sereno de aquel con quien había soñado tan plácidamente.

No. Solo fue un...

Sintió de pronto un pequeño ardor en el cuello y al pasar su mano por el mismo, no tuvo que buscar un espejo para confirmar su respuesta.

Volvió a recostarse boca arriba, mirando el techo y el foco que no recordaba haber apagado.

No fue un sueño. Murmuró y por extraño que pareciera, sonrió.

Había sido verdad, no había soñado que pasaba la noche más maravillosa de su vida en compañía de un demonio sexual igual que él.

No había soñado que se perdía en la frescura de una melena roja y que el dueño de esta le hacía experimentar oleadas de placer con tan solo susurrar, mejor dicho, gemir muy despacio en su oído.

Todo había sido real y aunque habría querido reprenderse por ello, simplemente no pudo.

Había disfrutado como nunca en su vida.

¿Ya despertaste?.

Escuchó el susurro ronco de una voz recién despierta.

Él, asintió, acercándose aun más a la mano que lo aferraba con más fuerzas que antes.

Vuelve a dormir. Anoche hicimos mucho ejercicio.

La risa contagiosa de Bill se distinguió un tanto hueca por las mantas.

Ya lo sé. Jamás lo había hecho en tal magnitud...¿y sabes qué?.

No. ¿Qué?.

El pelirrojo al fin emergió de su guarida y con total confianza apoyó su cabeza en el denudo y cálido pecho de Black, donde encontró un lugar acogedor para si.

Me gustó mucho. Aun más...despertar aquí.

Sirius habría jurado que un niño había hablado en voz de su rebelde Bill, pero al sentir que este le besaba la mejilla con algo de melosa intención, supo que no estaba durmiendo.

A mi también me...agradó.

Bill asintió, quedándose entonces muy quieto, disfrutando del constante subir y bajar del pecho del pelinegro que comenzó a acariciarle los cabellos.

Ninguno de los dos habló por un largo momento. Preferían escuchar sus respiraciones y perderse en la somnolienta sensación que la noche de desvelo había dejado en sus cuerpos.

¿Tienes planes?. Inquirió Sirius rompiendo el silencio.

No. ¿Y tú?.

Tampoco.

¿Entonces podemos quedarnos aquí toda la mañana?.

Al pelinegro le pareció una buena idea, no obstante él si tenía mucho que hacer, aunque eso no incluyera "planes".

Quédate, pero yo si tengo que hacer.

Bill gruñó algo inteligible y cual niño pequeño se aferró al cuerpo de Sirius para dejarlo justo como estaba.

Más Sirius no pretendía dejarse convencer tan fácilmente, por ello bajó sus manos por el torso ya conocido del pelirrojo y suavemente comenzó a inmiscuirse y a encontrar el lugar que solo una mano experta sabe localizar.

El efecto llegó segundos después, cuando Bill emitió una sonora carcajada para después sentir el cuerpo de su "agresor" encima suyo.

¿Ahora me dejarás?. Preguntó con rostro "amenazador" el pelinegro.

No. Murmuró el pelirrojo, consiguiendo aun más cosquillas de las que habría podido concebir.

Vamos, es inútil que te resistas. Sonreía Sirius, sintiéndose repentinamente feliz de escuchar una voz más en su solitaria habitación.

No...ja..más...lo...haré. Pronunciaba con dificultad el pelirrojo, dejando que sus pocas fuerzas se diluyeran en la risa.

Poco tiempo después Sirius fue quien se rindió a la imposibilidad de ganar, por ello sentándose en la cama, miró al exhausto Bill que continuaba sonriendo pese a todo.

Te gané. Susurró el pelirrojo, incorporándose y besando el cuello de Sirius, quien sonrió y alcanzó los suaves labios de quien había compartido con él una noche maravillosa.

¿Qué te apetece desayunar?.

Bill se lamió los labios con un poco de deseo y Black supo que despertar con el chico Weasley no era nada sano para su salud física.

Dos horas más tarde, Sirius estaba parado frente a la estufa, canturreando una canción que en nada se parecía a sus estrambóticos gustos musicales.

Pero extrañamente se sentía diferente y la sonrisa que hacía juego con sus brillantes ojos azules no se miraba en él todos los días.

Por lo regular era alegre ante las personas y muy pocas veces se daba el gusto de serlo en la intimidad.

Ese día extrañamente así era y no podía negar que todo se lo debía al muchacho que se estaba duchando.

Sirvió un par de vasos con jugo amarillo, el desayuno que más pasaba casi a ser almuerzo y recogió sus objetos de estudio que la noche anterior solo lo habían llevado a una cosa.

Sonrió aun más y sin percatarse, un pequeño llavero en forma de llanta calló al piso.

Las llaves del auto. Murmuró, olvidando por completo la actividad que estaba realizando.

Fue en ese preciso momento en que todo se aclaró y pese a que por ley debía estar molesto, simplemente no pudo.

Eres muy astuto William. Sonrió, colocando las llaves junto al componente de música que también había quedado olvidado.

Minutos después Bill hizo acto de presencia, iluminando así el lugar con su sola sonrisa.

Huele delicioso. ¿Qué es lo que preparaste?.

Sirius le miró sentarse, el chico se relamía los labios con glotonería, cosa que le hizo gracia pese a todo.

Nada fuera de lo común, pero...

Bill se preparaba ya para ensartar su tenedor en el plato cuando el pelinegro lo retiró, dejando un seño fruncido en la bonita faz del pelirrojo.

¿Sabes lo que he estado pensando?.

¿Qué si no me alimento moriré?.

No. Negó el mayor, alejando el suculento platillo matinal que hizo rugir el estómago de Bill.-Que todo esto estaba planeado.

William tardó un momento en prestar completa atención a su interlocutor. Se moría de hambre.

¿Y si hubiera sido así?. Repeló Bill con rudeza.

Entonces te pediría de la manera más atenta que salieras de mi casa en este instante.

La inusual seriedad de Sirius sobresaltó al pelirrojo, quien por ropa solo llevaba la misma que la noche anterior no le había servido para nada.

Oh, bien. Alabada sea la culpa entonces. Se mofó el pelirrojo mientras se incorporaba.

¿Culpa?.

Si, culpa. Ahora es cuando la sientes después de haberte saciado conmigo. Pero es lógico¿qué esperaba de ti?.

Sirius se sintió súbitamente enfadado.

Al menos fui directo, no como tú que inventaste toda esa historia de la fiesta y el auto descompuesto para que te diera acceso a mi departamento.

No negaré nada, pero si de la fiesta se trata, déjame decirte que si había una y que obviamente me la perdí por coger contigo.

Obviamente ninguno de los dos cedería por eso Bill prefirió emprender la retirada, ya que tenía tiempo.

Te agradezco que no me lanzaras cual prostituta barata a la calle después del acostón, pero ahora debo irme. Aun debo disculparme con alguien por no haber llegado a la fiesta.

Pero Sirius no iba a permitir eso, menos, cuando estaba sintiéndose estallar por dentro.

¿Si, a tú "Joseph" querido?.

Pero como diablos sabes...

No importa si lo sé, lo único que cuenta es saber ya la clase de fácil mustia que eres. Claro, después de acostarte con el profesor, ahora irás y te burlaras con tus amigos. Pero déjame decirte que la palabra que más cuenta aquí es la mía, no de un estudiante que...

El pelinegro sintió entonces que su mejilla ardía.

Bill lo había golpeado con fuerza y había evitado pegar contra el piso debido a sus reflejos.

Mirar al pelirrojo en tal estado de enfado y verdadera humillación lo había hecho caer en la cuenta de que la aparente broma que había querido dar a conocer, se había salido de control, quedando como resultado la hiriente mirada azul del muchacho que había caminado hasta la salida y cerrado la puerta con un estrepitoso sonido.

Sirius contempló entonces que para ninguno de los dos era fácil dejarse humillar por el otro, más sin embargo el de más experiencia verbal era él y sin mancha alguna de delito había conseguido su objetivo, que era precisamente conseguir lo que ya no quería.

Antes siquiera de imaginarse algo salió corriendo de su apartamento, alcanzando por muy poco al pelirrojo que ya ponía en marcha el Pegout gris estacionado.

Bill. Golpeó Sirius el vidrio por donde se podía mirar a un muchacho enfadado.

Bill. Llamó de nuevo, esperando que algún milagro le hiciera el favor de detener aquello y al parecer estaba realmente en su día de suerte.

Inesperadamente el motor se apagó y por más intentos que el pelirrojo realizó por encenderlo, no pudo.

Al final el muchacho golpeó el volante y terminó saliendo del vehículo, pero por nada en el mundo permitió que la voz de Sirius lo detuviera.

Bill...espera...yo...

Si pretende herirme nuevamente con sus palabras, ahórreselas. En verdad no me conoce, Black.

Desprecio y rudeza había en la voz del usualmente amable y Sexy William Weasley.

El pelinegro supo que se lo tenía propiamente merecido.

Tu tuviste la culpa. Si me hubieras dicho todo anoche, entonces...

Entonces se habría ahorrado el tener que despertar conmigo y claro, la follada de su vida. Ahora sé que cometí un enorme error que JAMÁS, volveré a repetir.

Sirius sintió que el alma se iba a sus talones cuando el joven paró un auto negro al llegar a la cuadra siguiente, cosa inequívoca de que se trataba de un taxi.

Bill. Llamó desesperado ya.

No se moleste con el auto, enviaré a su dueño por él y sobre mi ropa...quémela que yo haré lo mismo con esta. Al campus Universitario. Sección F por favor. Pidió al chofer que con sonrisa en labios asintió a las palabras del joven.

Pero antes de que el buen hombre pudiera avanzar, Sirius se interpuso entre el Auto, creando casi un fuerte impacto.

¿Pero que diablos piensa?. Si pretende suicidarse que sea en otro lugar, no frente a mi. Reclamó el muchacho, quien había sido halado fuera del auto por un movimiento brusco del pelinegro.

Debemos hablar primero. Inquirió Sirius sin soltar la muñeca del muchacho que se quejaba por lo rudo del trato.

¿Todo bien?. Escucharon que el taxista preguntaba y antes de que el pelirrojo argumentara algo Sirius realizó una señal no muy cortés con el dedo, cosa que hizo enfadar al hombre y alejarse del lugar, murmurando algo sobre los locos sueltos.

Bill fue llevado nuevamente al edificio de departamentos, más no fue tarea sencilla para el ojiazul, pues el muchacho se movía con fuerza optando al final por cargarlo y llevarlo en el hombro.

...Frío...descalzo. ¿Cómo se te ocurre salir así?.

Había escuchado Bill, quien intentaba a toda costa bajarse de los brazos de Black.

Al final arribaron nuevamente al departamento del mayor, en dónde Bill fue depositado no tan gentilmente sobre el piso y posteriormente enfrentado por sus casi iguales.

¿Qué planeabas¿Huir cual muchacha berrinchuda?.

Tengo dignidad y usted en dos ocasiones ha magullado mi orgullo. ¿Pretendía a caso que pasara por alto lo que...

El pelirrojo no pudo proseguir, pues los labios calmos de Black se apoderaron de los suyos, sumergiéndolo al principio en algo indeseado y al final en un bello momento.

Ahí estaban, Bill recargado en una pared y Sirius devorando sus labios en una silenciosa disculpa que no podía efectuar en voz alta dada su condición.

Al finalizar el pelirrojo bajó la mirada, no sabía que hacer.

Si pretende que lo disculpe con esto...no creo que haya funcionado del todo. Argumentó el joven tras suspirar un poco.- Me atraes, me atraes mucho, pero si reunirme contigo implica este tipo de escenas, creo que es mejor que atendamos a tus palabras y dejemos esto por la paz. Además tú y yo somos tan iguales que podríamos resultar gravemente dañados y...

Otro beso. Al parecer era la única manera pacífica que el profesor de filosofía había encontrado para acallar la boca del muchacho que pese a todo respondía de corazón al contacto.

El mismo Black no sabía si estaba haciendo mal o no en aquel silencioso pacto. Estaban acordando, dejando de lado la reciente disputa y el real carácter de los dos, que continuarían frecuentándose, lo que incluía por supuesto un silencio anónimo por su parte y un deleite en sus cuerpos.

Se qué aparentemente somos iguales, pero si recapacitas un poco podemos complementarnos a la perfección. Todo depende de ambos y por mi parte créeme, que ya no puedo continuar negándome que me atraes.

Bill rió, esperaba otro tipo de proposición pero al parecer las más sencillas resultaban perfectas.

De acuerdo. Intentemos entonces un "free"¿te parece?.

Sirius asintió, una relación de "ami-govios" era probablemente lo que ambos necesitaban para apagar el deseo que aun sentían el uno por el otro.

Pensaban que tal vez después de unas semanas todo acabaría y ambos regresarían a su vida de siempre.

Por tal en ese momento, mientras uno recibía un cálido beso en la mejilla en manera de compensación por el rito berrinchudo anterior, se sentaron a la mesa a conversar y a olvidar las disputas.

Después de todo ambos sabían que de no haber sucedido las cosas como la noche anterior, aun continuarían deseándose y planeando un acercamiento en silencio.

Idiomas era una de sus muchas materias favoritas, por lo que al término de la clase aguardó un poco para entablar un pequeño diálogo con la profesora, que en su natal lengua Catalana le respondió sus dudas.

Sean era la clase de "cerebrito" que lo único que pretendía era atender aun más a sus clases, en lugar de ganar puntos con los profesores tal y cual la clase entera decía.

Él muchacho de ojos calmos y de anteojos era originario de un pequeño poblado al sur de la capital londinense.

Sus padres, dueños de una fábrica lechera, habían obtenido su capital de esto y por consiguiente podía decirse que era el "provinciano más rico" que algunos conocían.

Pero a Sean no le interesaba este tipo de cosas, por ello y desde que descubriera la importancia de la arqueología, había querido realizar eso en su vida.

Ciertamente sus padres insistían en que alguna carrera administrativa resultaría mejor para continuar en el negocio que les daba de comer todos los días, pero Sean era diferente.

Desde muy corta edad había hecho alusión a su ingenio, leyendo pesados volúmenes olvidados en la biblioteca y llenando las cabezas de sus atareados padres con preguntas que ni ellos mismos podían responder.

Sean Connor era especial, aun más sabiendo lo dulce y comprensivo que resultaba tras su máscara aparente de intelectual.

Por ello había sido que después del primer día de Universidad, supo que durante el resto de su vida las tres personas que vivían con él serían las perfectas para llamarles "amigos".

Su condición de "nerd" le había obsequiado la soledad durante muchos años, por ello al acercarse a la cafetería y mirar al rubio Steve, al pelirrojo Bill y a la casi gritona Lidia, supo que no tenía que preocuparse más por la dura palabra que había hecho de su infancia la más lúgubre de todas.

Pero si es don "cerebro piensa rápido". ¿Cómo te fue?.

Bien, gracias "Doris". Señaló el muchacho quien dejaba sus cosas en una silla vacía junto a su australiano amigo Steve, quien como siempre reñía algo a Bill.

¿Y ahora que sucede?.

Lo mismo de siempre. Informó la muchacha, alzando los hombros como quien cansado está de la misma cuestión.

Sean asintió, pidiéndole al amable camarero una taza de café americano.

¿Es todo lo que vas a almorzar?.

Sean asintió, extrayendo de su pesada mochila un grueso ejemplar que dictaba: "Las antiguas religiones nórdicas. Un pequeño vistazo a la fantasía y realidad".

Fue esto lo que sacó al dúo que discutía de la misma.

¡Sean!. Dime que no piensas leer eso para mañana. Exclamó Bill, que a pesar de leer sus volúmenes de historia, ninguno competía con el que su intelectual amigo mostraba.

Claro que no. Sonrió el de anteojos, mirando divertido el suspiro de sus camaradas.- En realidad lo termino hoy.

Y dicho esto les mostró las escasas hojas que un separador mantenía señaladas.

El trío sonrió con un poco de nerviosismo, en ocasiones Sean se comportaba demasiado "inhumano".

Sabes algo Sean, deberías de olvidar un poco tus estudios y divertirte más. Hace tiempo que no salimos y la última vez, déjame decirte, que del aparentemente tímido Sean Connor no quedaba nada.

El aludido se sonrojó recordando las copas de más que había tomado para mitigar su sed, pero que habían causado que el mareo y la casi inconsciencia se apoderaran de él.

Steve habría tenido que llevarlo hasta el departamento en brazos, mientras él recitaba canciones incoherentes en un dialecto hindú casi perdido.

Yo...

Vamos, vamos, eso nos ha ocurrido a todos. Señaló Lidia, sonriendo con deleite al sonrojo de su amigo.

Eso es verdad Sean, no eres el único que ha hecho tonterías. Aquí mismo tenemos la muestra de ello.

Steve frunció el entrecejo cuando Bill lo señaló y a eso le siguió una nueva discusión sin importancia.

Sean y Lidia negaron con la cabeza, mientras que el primero agradecía su café y proseguía en el término de su lectura.

Por cierto y hablando de diversión¿qué les parece si salimos este fin de semana?.

La voz entusiasmada de la muchacha dio por terminada la "discusión" entre el rubio y pelirrojo, los cuales y por unos momentos no dijeron nada.

A mi me parece una excelente idea. Hace tiempo que no nos divertimos y creo yo que estos meses han sido bastante duros en las clases. Opinó Steve con excelente ánimo.

Podría hacer un espacio en mi agenda. Indicó Sean, quien miraba a sus amigos sobre su libro.

Excelente. Chilló la única mujer del grupo.- He escuchado de una nueva disco en el centro de la ciudad. Mi amiga Catherine dice que es excelente y que la especialidad de la casa es una bebida que...

Yo no puedo.

Los tres amigos miraron a Bill con incertidumbre.

¿A caso el más revoltoso de los cuatros había argumentado no poder divertirse?.

Dios, tuve un pequeño lapsus. ¿Dijiste que no podías?.

Si "Doris", dije que no podía. Aclaró el pelirrojo, sabiendo que verdaderamente hacía tiempo que no salía con sus amigos.

Pero...pero...

Lo sé y lo siento Lidia. Ya será en otra ocasión.

¿Pero qué cosa te impide pasar un tiempo con tus amigos?. Desde hace unas semanas te noto demasiado extraño, William.

El aludido sonrió, sabiendo que Steve se había molestado verdaderamente.

Nada que no pueda solucionar, créeme. Aunque de verdad no puedo.

Steve estaba a punto de ser apoyado por Lidia para amarrar al pelirrojo y obligarle a asistir, pero el siempre oportuno Sean detuvo las acciones casi homicidas de sus compañeros.

Si Bill tiene planes, entonces debemos respetarlos. Él siempre lo hace con nosotros.

Tanto el rubio como la chica gruñeron, más sabían que su intelectual amigo tenía razón.

Muchas veces Bill había asistido solo a varias reuniones provenientes de rectoría u organización que respaldaba su beca, pues ellos ocupados estaban.

Era justo que en ese momento el pelirrojo se "desquitara".

Gracias Sean, eres un ángel. Musitó Bill, incorporándose de la silla para besar la mejilla del de anteojos y momentos después desaparecer de la cafetería con rumbo desconocido.

¿Sabes lo que acabas de hacer?.

Si Sean, acabas de darle alas a ese muchacho para que realice sus barbaridades. Desde hace días que investigo el porqué de su comportamiento tan misterioso.

Pero Sean no atendió, simplemente sumergió su rostro en el libro y dejó que el sonrojo en sus mejillas se disipara poco a poco.

Siempre le había parecido que de entre sus tres amigos, Bill era el más cariñoso con él.

Darle un poco de libertad y sacarlo de la sobreprotección de Lidia y Steve, mejor dicho del rubio, era solo algo de lo mucho que haría por el pelirrojo pues había sido él quien le hubo hablado el primer día de Universidad. Un momento que aun recordaba con inmenso cariño.

Bill se dirigió entonces hasta el aula B del segundo edificio, en donde los salones más grandes y clases más asediadas se localizaban.

Miró el reloj que se situaba sobre el punto de reunión de los alumnos y suspiró aliviado al saber que solo faltaban cinco minutos para que la campana sonara, dando término a ese módulo.

Por ello se recargó en una de las paredes y aguardó pacientemente sin pensar realmente en nada.

Me pregunto el porqué un alumno está fuera de clases.

La voz áspera le hizo sobresaltar, encontrándose frente a frente con el temido profesos Elenin.

Porque yo no estoy en este módulo. Respondió con firmeza, llegando casi al reto. Algo que hizo enfadar al profesor de filosofía.

Señor...Weasley. Me veo obligado a recordarle que soy su superior y merezco todo el respeto y rectitud de un alumno como usted, así que no olvide que el poder que tengo no lo goza usted.

Bill sonrió un poco, sabiendo que el hombre era inteligente, pero no tanto como en realidad daba a entender.

Oh, lo lamento tanto profesor Elenin, pero si mal no recuerdo la política que sita se da dentro del salón de clases y en este caso, si no se había percatado, nos encontramos en un pasillo. Así que su "reclamo" está fuera de lugar, más cuando en realidad no he hecho nada.

Marco Elenin tembló de rabia, pero se limitó a advertir con su dura mirada y a proseguir con su camino.

Bill simplemente se rió de él.

Qué hombre más exasperante. Se dijo, mirando que las diferentes puertas de las aulas comenzaban a abrirse ya.

Tuvo que esperar diez minutos antes de que los respectivos alumnos dejaran el aula, pero sobre todo a cierto hombre que con sonrisa en labios y amabilidad respondía y negaba a las cuestiones de sus alumnos.

Bill se dio cuenta de que la leyenda de que alumnos "veteranos" en la materia seguían estando en el aula de Introducción a la Filosofía, era cierta.

Algunos dirían que las clases eran demasiado complicadas o que el sistema de la universidad no era el correcto. Pero para quienes conocían los verdaderos motivos de eso, sabían que el encanto natural de Black tenía mucho que ver en ello.

No, no señorita Loohard. La diferencia entre los postulados de Santo Tomas y San Pedro no tienen nada que ver.

Uno era un apóstol, la "la piedra" de la iglesia católica, mientras que el otro pensaba que las diferentes crisis de la vida provenían de enfermedades.

¡Ah!. Con razón el libro que conseguí no me explicaba eso.

Ahora ya sabe el porqué.

¿Entonces tampoco tiene nada que ver el que el Karma sea la máxima autoridad del Dalai-lama y que los chinos creyeran que...

No señorita Loohard, tampoco tiene nada que ver.

Bill sonrió procurando acallar su risa al mirar la desesperación en los ojos bonitos de Black, mientras le explicaba pacientemente a una muchacha un tema que hasta un niño podía sacar por lógica.

Se dio cuenta de que la muchacha simplemente lo hacía por ganar tiempo y puntos con su profesor, cosa que no hacía nada mal pero que irremediablemente y a pesar de su esfuerzo, nada conseguiría.

Él está conmigo. Susurró, recordando entonces que de aquella noche lluviosa y de la mañana de aparente guerra, habían pasado varias semanas en las cuales sus encuentros se habían vuelto más frecuentes, sellando con eso la pasión desenfrenada que por más que satisfacían no podían apagar.

Ambos pensaban y Bill no tenía que preguntar a Sirius, que aquellos encuentros no iban a pasar más allá de la semana, pero los hechos hablaban y el pelirrojo debía reconocer que no le preocupaba demasiado que todo aquel pequeño secreto durara mucho más tiempo.

Se sentía singularmente contento, como si la vida de pronto se hubiera puesto de su lado.

Para él, descubrir cada día una nueva faceta de Sirius era mágico, más aun sabiendo que el profesor lo permitía.

Habían cruzado rápidamente la barrera de ser simples amantes a casi amigos, completando con eso una relación que continuaba siendo solamente de "free".

Cuando sintió que la insistente muchacha salía del aula, pudo apreciar el silencio que por fin se hizo dentro de la misma.

Al fin. Suspiró Sirius, caminando a su encuentro.

Parece que estás más asediado que de costumbre.

¿Tú crees?.

Por favor. ¿A caso no viste el cómo se te insinuaba?. Si yo tuviera senos, los usaría de mejor manera y no con un escote que se ve espantoso en su figura.

Sirius rió con agrado, envolviendo la cintura del pelirrojo con sus brazos.

Puede ser, pero tú no necesitas de senos para que te haga caso.

Bill sonrió y abrazándose al cuello del pelinegro, se fundió en un beso con el que compartían noches de fuego.

Mañana es mi día libre. Murmuró el pelinegro entre el beso que comenzaba a aumentar su intensidad.

¿De veras?. Inquirió el pelirrojo, importándole muy poco que alguien pudiera verlos. Por lo regular eran bastante prudentes en sus encuentros.

Si y quisiera que...

Yo tengo clases. Recuérdalo.

Sirius gruñó, mordiendo alevosamente el labio inferior de Bill, quien se quejó despacio y en el tono que hacía excitar al profesor.

¿Qué haces conmigo Bill?.

¿Cómo?. Preguntó sorprendido el muchacho, alejándose un poco del cuerpo del mayor.

¿Qué es lo que haces para desearte aun más cuando puede ser que lo sepa ya todo de ti?.

Las palabras hicieron apenar al muchacho, quien sintió una cálida caricia en su mejilla y un súbito calor que jamás había experimentado.

Puede ser...¿qué simplemente soy irresistible?.

Sirius rió, asiendo aun más las estrechas caderas que perfectamente se complementaban con las suyas.

No lo sé, pero créeme que cada vez que te veo, algo en mi se dispara cual dinamita y solo puedo apagar la llama en...

No, no profesor, aquí no hable así o puede que contagie a otros de su lenguaje que solo puede y debe utilizar conmigo mientras me coge.

Los labios volvieron a unirse, sintiendo necesario aquel contacto.

Entonces mañana no te veré. Hasta el Viernes.

Mmm, y yo que tenía pensado hacer un montón de cosas. Sonrió el pelirrojo, quien ronroneaba entre los brazos aprehensivos del mayor.

Lo reservamos entonces para después. Ya viene el fin de semana y...

No, el fin de semana no. Argumentó rápidamente el pelirrojo, haciendo exaltar a su compañero.

¿Tienes planes?.

Digamos que...si.

Mmm, me suena demasiado loco para mi gusto.

Oh, Sirius, tú no conoces en realidad la palabra locura. Si crees que una moto es sinónimo de eso, aun no has vivido.

El profesor frunció el entrecejo. Aquel juego le gustaba.

¿Me estás retando?.

¿Yo?. Por supuesto que no. Sería incapaz de hacer eso.

El rostro "inocente" de Bill solo hizo que Sirius quisiera besarlo hasta el cansancio y así lo hizo, al menos hasta que el pelirrojo rogó por oxígeno.

Bien, bien, solo te puedo decir que este fin de semana será una experiencia que jamás podrás olvidar. Así que cancela incluso el cumpleaños de tu abuela.

¿De mi abuela?. Pobrecita. Pronunció Sirius con ironía, ganándose una limpia carcajada por parte del pelirrojo.

Oh Sirius, de haber conocido tus dotes de bromista, ya habría ganado dinero con tu talento.

Pero si eres un pequeño...

Ya, shhh, mejor te dejo, antes de que me des la paliza de mi vida y no pueda resistirla. Así que te veo el sábado.

Bill tomó sus cosas y antes de salir del aula besó efímeramente los labios del pelinegro, quien lo apresó un poco más de tiempo del que tenía contemplado.

Cuando el profesor se vio solo, suspiró, grabándole a sus labios una sonrisa que llevaba impregnada en el alma desde la noche fogosa de lluvia en su habitación.

Semanas habían transcurrido desde la propuesta a Bill, en los cuales no se agotaba de él ni mucho menos de conocer las locuras que el muchacho llevaba en mente cada vez que lo veía.

Era para él un suspiro entre tanta responsabilidad, sobre todo después de lidiar con muchachos que todo lo que hacían era simplemente darle vuelta a las cosas.

Amaba su trabajo y con amabilidad explicaba, pero en ocasiones la presión inminente le daba deseos de gritar o de dejarlo todo lejos para poder respirar.

Bill era ese respiro que necesitaba y juntando las dos jovialidades, aunque la edad sobrepasara un poco las mentalidades, podían entonces envolverse en un mar de lujuria o de noches de conversación sobre la acogedora cama matrimonial del pelinegro, en dónde habían comenzado con aquella aventura que cada día resultaba aun más emocionante.

El temor de ser descubiertos no estaba en realidad en sus mentes, pero la manera de pasar más tiempo juntos, si que lo estaba. Por ello Sirius había puesto como lugar de reunión su solitario departamento, al cual le sacaban verdaderamente provecho.

Es solo sexo. Eso que ambos necesitamos para seguir funcionando. Pero de ser así¿por qué razón cada día él me parece más...maravilloso?.

Era la pregunta del millón, que si bien no valía su peso en oro, lo valía para la cabeza del profesor, que lo único que terminaba sabiendo al estar junto al pelirrojo, era que no le importaba que el tiempo de estar juntos aumentara.

Salió del aula con su usual mochila al hombro y saludando a algunas personas, entre las cuales sus alumnos no podían faltar.

Se dio cuenta entonces, mientras se acercaba a la sala de maestros, que no había avanzado absolutamente nada en su libro y la sola idea de un Remus molesto, le erizó los cabellos de la nuca.

¿Al fin tus querido alumnos te dejaron libre?. Que interesante ha de resultar que te asedien¿verdad Black?.

Claro. No es por alardear, pero eso me trae popularidad. Pero claro, tú no sabes de eso¿verdad Elenin?.

El hombre que bebía de su taza ignoró al pelinegro, quien con su usual sarcástica sonrisa avanzaba hasta su locker y guardaba algunos libros que no necesitaba.

Marco le seguía muy de cerca, aguardando como el depredador que estudia los movimientos de su presa antes de saltar.

¿Se te perdió algo en mi trasero?. Se que es hermoso, pero no me gusta gastarlo, mucho menos en personas que no valen la pena. Así que si ya terminaste de "mirarme" y fantasear conmigo, me retiro.

Marco gruñó cuando Sirius salió. Si, no negaba que el atractivo físico de Black era grande, pero para él no existía cosa más anormal que un hombre admirando a otro hombre. Explicado de mejor manera, los "homosexuales".

Él los aborrecía y la sola imagen de ver a Black en tales situaciones lo hacían asquear verdaderamente.

No contaba con las herramientas necesarias para hacer expulsar a Sirius de la institución, pero si contaba con la información detallada de lo que a las jergas del pelinegro se referían.

Sabía precisamente que gustaba más de hombres que de mujeres y aunque le habían mirado demasiado "unido" a chicas, los varones predominaban en el currículo oculto de Black.

Él podía atacar con facilidad en ese aspecto, de ahí probablemente también radicaba su odio hacia el pelinegro, pero era conciente de que si quería ganar verdaderamente la posición de "honorable" entre la escuela, los "chismes" no iban a ser precisamente quienes impulsaran su carrera.

Por ello y tratando de despejar su usualmente enfadado carácter, se concentró en un libro que reposaba tranquilamente sobre su regazo, para de esa forma al menos, pensar con cordura sobre las armas que debía comenzar a emplear en el acto si quería que pronto Sirius Black estuviera fuera de su vida.

Continuará…

Si, se que ha sido un capitulo pequeño, pero al menos no quiero dejar abandonada esta historia.

Muchísimas gracias por su apoyo. Lo que inició siendo otra de mis locuras es ahora muy importante para mi , espero no tardar en la siguiente entrega pero los que siguen I wish a baby saben que estoy totalmente sumergida en esa historia que ya debe terminar.

Un saludo muy grande, gracias de nuevo y espero no les haya parecido demasiado flojo este capitulo.

Recibo toda clase de comentario así como tu e-mail, es indispensable para que me comunique contigo.

Hasta la próxima su amiga:

KLF