TITULO: REBELDE

Capitulo Siete

Libro: Harry Potter

Pairings: S/B

CategorySlash

Raiting: G, R.

DisclaimerYo no poseo a los personajes de Harry Potter. Ellos pertenecen a J. K. Rowling y a sus respectivos socios comerciales. Esta solo es una historia escrita de fan para fans, sin fines lucrativos.

TiempoHistoria en AU.

LugarLondres, Inglaterra. Este chap contiene Lemon. Pues al parecer este par no conoce el descanso ''' Disfrútalo.

Usualmente los sábados por la mañana eran días de levantarse tarde o de salir al parque o instalaciones deportivas del campus y empezar a ejercitarse.

Había personas que preferían simplemente sentarse frente al televisor y mirarlo toda la mañana, sin la mayor conciencia de que debían de realizar algo.

Por otra parte están los obsesivos, quienes limpian y decoran todo en ese su tiempo libre más preciado, o hay otros que aun en fin de semana, no descansan de la escuela.

Bill podía ser calificado entonces en el primer cuadro, en donde la más maravillosas de las cosas, llámese dormir, era para él lo mágico de la existencia.

Vamos Bill, ya son las diez y...

Lidia, la hacendosa del hogar, tenía que lidiar por las mañanas con el dormilón pelirrojo, llevándose en esa ocasión la sorpresa de que la cama estaba vacía y hecha, como no solía estar. Al menos que Bill no hubiera dormido en ella.

¿Steve?. Llamó la muchacha cerrando la habitación de su amigo.

¿Dime?.

¿Durmió Bill aquí anoche?

Si¿por?.

El rubio comía entretenido en la cocina, esperando que su cereal se ablandara por completo con la leche.

No...creo que salió al parque. Musitó la muchacha, quien aun no sabía el cómo interpretar la repentina desaparición del dormilón más flojo de la universidad.

Pero bien sabido era que en cuestiones de William Weasley, Steve no se quedaba de brazos cruzados.

¿Por qué preguntaste si Bill había dormido aquí, Lidia?.

No...es que...no está en su cama. Es todo. Tal vez salió a hacer ejercicio o simplemente se levantó temprano...mejor creo lo primero. Medio sonrió la muchacha, ganándose un gruñido por parte del rubio.

¿No dejó notas?.

Oh, olvídalo Steve, no debí preguntarte, pero dado que eres el único que se queda en casa conmigo los sábados en la mañana, pensé que al menos...Hey¿a dónde vas?.

El australiano no atendió a la muchacha, entrando precipitadamente entonces en la habitación del pelirrojo, en dónde precisamente la cama estaba hecha y todo en su lugar, aparentemente.

¿Se puede saber que es lo que haces?. Sabes que no le gusta que fisgoneemos en sus cosas. Musitó Lidia, como si el pelirrojo fuera a salir de algún lugar repentinamente.

Lo sé, pero si algo le ha sucedido, entonces...

Argg. Gruñó la joven, saliendo de la habitación.- Sabía que no debía decirte nada. ¿Ya recordaste a caso que no eres su mamá?.

El rubio cerró la puerta tras de si con lentos movimientos y siguió a la muchacha de regreso a la cocina.

Ya sé que no soy su mamá, pero al menos me preocupo por él, cosa que al parecer tú no haces.

Steve. Masculló la chica, quien estaba a punto de explotar.- Grávate algo en tu linda cabeza: Bill es mayor y si decide irse a Kualalumpur o al Tibet sin consultarnos, entonces lo hará. Nuestra única función es ser amigos, no detectives privados de SU VIDA.

El australiano simplemente resopló y regresó a comer su cereal, mientras miraba la televisión con un dejo marcado de enfado.

Hola, buen día. Saludó Sean sonriente, tomando la caja del cereal con soltura.

Pero en lugar de voces felices, no escuchó la respuesta a su saludo, por lo que imaginó otra común riña, solo que en esa ocasión no había pelirrojo de por medio.

¿Qué ocurre?.

Nada, lo mismo de siempre. Este tonto preocupado por Bill.

Error. Si era por un pelirrojo.

¿Y ahora porqué?. Suspiró cansadamente el de anteojos, mirando los verdes ojos del rubio rehuir a los suyos.

Bill no está y ya sabes lo demás.

Ah. Bueno.

Sean continuó comiendo, ignorando las miradas enfadadas que sus dos amigos se lanzaban entre si.

El de anteojos sonrió para si al recordar que muy temprano, cuando salía hacia la unidad deportiva, el pelirrojo William se había cruzado en su camino.

"Voy a salir. Después te veo".

Había dicho el muchacho, que enfundado en unos sencillos jeans y una chaqueta ligera, hablaba entre susurros para no despertar a los demás.

Sean era tal vez el único, por su dote de observador, que había mirado el brillo distinto que las orbes azules del pelirrojo mostraban todos los días sin excepción.

Era el único de los tres tal vez, que había mirado un sentimiento distinto en la faz blanca de Bill y que pese a desconocer el origen se sentía conforme por ello.

A su parecer ya era hora de que el pelirrojo comenzara a experimentar lo que él tan secreta y celosamente resguardaba en su corazón.

"Tal vez al fin podré verlo sonreír con felicidad completa".

Sintió un cálido aliento en su mejilla y sonrió al saberse besado con total tranquilidad y dulzura en la misma.

Cuando sus ojos se acostumbraron a la luz, miró al ángel rojo que yacía a su lado, mirándole como siempre con una sonrisa.

Buen día, profesor. Argumentó Bill al mirar la sonrisa matutina de Black.

¿Qué haces aquí?. Quiso saber el pelinegro, incorporándose un poco de la cama.

Solo quise venir a saludarte. Hoy es sábado¿lo recuerdas?.

Por toda respuesta el pelirrojo obtuvo un largo bostezo y la sonrisa sincera de alguien recién despierto.

¿Cómo olvidarlo?. Espera solo un poco, me ducharé y...

Espera, no tan deprisa. Rió Bill, empujando al pelinegro de regreso a la cama.- Te he traído el desayuno. ¿Para qué desperdiciar algo que no suelo hacer todos los días?.

Sirius miró el apetecible desayuno que yacía a su lado en una mesa y tuvo que reprimir el sin fin de preguntas que revoloteaban en su cabeza.

Si te preguntas el cómo entré...digamos que tienes un casero bastante amable. Nada que una sonrisa Weasley no pueda vencer. Guiñó el muchacho, ganándose un almohadazo que hizo reír a ambos hombres.

Black no tenía intenciones de preguntar o responder nada, por ello en acuerdo unánime y silencioso se permitieron continuar con el inesperado desayuno que trajo bastante buenos recuerdos al mayor sobre los días en los que aun estaba con su familia.

Estuvo exquisito. Añadió el profesor cuando hubo finalizado.

¿Si?. Qué bueno que te ha gustado. Cómo aun no se tus gustos matutinos, no supe si había acertado o no.

La sonrisa de Bill desapareció tras la puerta, mientras el pelirrojo trasladaba los trastos sucios de regreso a la cocina y el profesor optaba por un relajante baño.

Sorpresa real había resultado para el pelinegro el mirar al menor a su lado al despertar, pero ciertamente mejor regalo matutino nadie jamás le había realizado.

William por otra parte lavó la loza y puso en orden lo que debía permanecer como tal mientras su amante se preparaba para salir.

No había sido su intención preparar el desayuno pero ciertamente y en cuanto sus ojos contemplaron el rostro apacible de Black mientras dormía, un sentimiento cálido se alzó sobre cualquier otro, quedando al final el detalle en la cama, que si bien no había llevado demasiada charla, sabía estaba cargado de agradecimiento y sorpresa tanto para Black como para él mismo.

Tal vez es...algo natural. Se dijo así mismo, recordando que jamás había tenido una relación semejante a la que sostenía con el pelinegro.

El teléfono fue quien le sacó de concentración, haciéndole pensar seriamente sobre contestar o no al insistente aparato.

Optó al final por hacerlo, llevándose una no muy grata sorpresa.

Sirius¿en dónde estabas?. Tengo la mitad de la mañana tratando de comunicarme contigo, pero conociendo lo dormilón que eres prefiero saber que es eso y no la verdadera intención de dejarme esperando por escuchar tú "linda" voz.

Bill frunció el entrecejo. Esa voz no le agradaba pese al tono dulce que se imprimía en ella.

Bueno, pasando a lo importante¿cómo amaneció mi hombre favorito?. Espero que no de mal humor, porque ya sabes que no me gusta...

Lo siento, pero él no puede atenderle en este momento. Contestó Bill, cuando sintió que la melosidad sobrepasaba incluso la suya.

Oh, lo lamento muchísimo, pensé que Sirius estaba...

Si deja su nombre en cuanto se desocupe le diré que llamó.

Ah...claro. Dile que llamó Remus.

Un nuevo gesto de enfado por parte del menor. El nombre de Remus le llevó a recordar al hombre que había mirado demasiado cerca de su amante.

Ya recordaba entonces porque tanto desagrado.

Descuide.

El pelirrojo no permitió que Remus terminara su frase cuando extrañamente la llamada se cortó y para menos interrupciones, Bill decidió que dejar el teléfono desconectado no le haría mal a nadie.

¿Sonó el teléfono?. Indagó Sirius, quien lucía más despierto y fresco.

No. Ideas tuyas. ¿Nos vamos?.

Black asintió y como toque coqueto tal vez recibió un beso tierno en su mejilla, mientras sentía la necesidad de aferrarse a alguna parte del cuerpo cálido de su Rebelde estudiante que le había prometido diversión garantizada ese día.

Remus miró el auricular con desconcierto.

¿Sucede algo, amor?.

El muchacho pálido negó, esperando que su desconcertante estado no alertara demasiado a su pareja, quien aun esperaba por él en la cama.

¿Entonces porqué no regresas a mi lado?. Hace frío.

Remus asintió. Amaba la manera en que su novio se dirigía a él con intimidad y cariño y supo entonces el porqué le había elegido a pesar de la oposición de algunas personas.

"Creo que un día de diversión no le hace daño a nadie, ni siquiera al rebelde de Sirius. Pero aun me pregunto sobre la identidad de esa voz. Sé que la he escuchado antes".

Fue lo que pensó, antes de dejarse envolver por las plácidas caricias de su amante, pareja y único amor, Severus Snape.

Sirius ciertamente tenía contemplado otro tipo de diversión, más cuando miró el rostro sonriente y verdaderamente complacido de su amante, no pudo más que suspirar y hacerse a la idea de que pasaría todo el día en nada más y nada menos que en un Parque de diversiones.

¿Esta es tú idea de diversión?. Inquirió el de cabellos negros tras mirar la enorme fila para la compra de boletos.

¿Algún reclamo?. Inquirió el pelirrojo tras avanzar un paso hacia delante.

No…bueno…yo esperaba…

Eres un "viejo" amargado Black. No sabes divertirte. ¿Crees que toda la vida es motocicletas, rebeldes necesidades, fiestas descontroladas y sexo?. Bueno, déjame decirte que estás equivocado. Esto, señor mío, es vida.

Sirius arrugó el entrecejo. Su idea de diversión al máximo era algo mucho muy diferente a lo que contemplaba, pero tras regresar su vista al joven pelirrojo que ya había avanzado tres lugares más supo que no cambiaría la bella sonrisa en el rostro del muchacho por nada en el mundo.

Bill lucía bello en la más pura expresión. Como un niño encantado con la idea de pasar todo el día en un parque de diversiones con los juegos de su elección delante de él y con la posibilidad de correr, reír y llorar cuando lo deseara.

Así era la imagen que el profesor miraba en ese momento. Cuadro que jamás podría sacar de su cabeza y que sería el elemento clave para futuras pasiones.

¿Sirius?. Llamó Bill por cuarta vez.

¿Si?.

Te preguntaba si compro treinta o cuarenta boletos. No deseo regresar a formarme de nuevo.

Una pequeña gotita de ansiedad cubrió la faz del profesor.

Eso no se preguntaba. En realidad no sabía que hacía formado comprando boletos, pero de nuevo esa sonrisa y ese rostro de "todo es sencillo" que le hizo cabecear de forma automática para reprenderse segundos después ante lo idiota que estaba pareciendo.

¿Qué era lo que le sucedía?.

Y bien¿Cuál es el primer juego seleccionado?.

Ah, no. Yo no pienso decidir eso. Gruñó Black, tras cruzar los brazos y mirar que la mayoría de las personas estaban conformadas por niños y padres que obviamente tenían porque estar ahí en lugar de él.

Sirius. Musitó Bill en tono lamentero.

No. Ya te dije que no.

Sirius. Por favor. Solo uno¿si?.

No. No quiero. Es más, no pienso ni siquiera poner un pie en una maldita máquina de esas.

Sirius.

No lo haré. No lo haré y no lo haré.

Los ojitos luminosos de Bill junto a la pose retante de Sirius complementaban un cuadro de lo más gracioso existente, pero al cabo de diez minutos de alegata, el profesor más asediado de filosofía se encontraba gritando desinhibidamente a todo pulmón mientras la "Montaña del terror" jugaba con sus cabellos y rostro a desfigurarlo en tensiones impredecibles por la velocidad.

Más rápido. Gritaba el pelinegro, tras haber dado una voltereta impresionante que a más de un ocupante hizo vomitar.

Bill, quien iba a su lado hizo todo lo posible por no reír a pulmón abierto. Se lo impedía la velocidad y también el mareo que poco a poco se intensificaba conforme las curvas eran tomadas con mayor velocidad.

Fue el momento apropiado para decidir que no había sido buena idea el subir primeramente a aquel juego mecánico.

Cuando la ronda terminó, un efusivo Sirius gritaba aun de emoción haciendo sonreír a varías personas que temerosas miraban los pequeños vagoncitos del juego.

Estuvo fenomenal. Jamás pensé que una cosa de estas pudiera asemejar la velocidad de una motocicleta. Que digo, es aun mejor.

¿Si?. Qué bueno que te gustó. Susurró el pelirrojo tras apoyarse en el barandal de los escalones y tomar mucho aire. Estaba a punto de hacer algo incorrecto.

¿Y qué sigue?. Porque aun tenemos 28 boletos e infinidad de juegos. ¿Por qué todos son así de rápidos verdad?.

Bill no había permitido que Sirius se enterara de su malestar, por lo que forzando una amplia sonrisa es como respondió.

Unos cuantos, como por ejemplo ese de sillas voladoras. Es en realidad semejantes al que acabamos de…

Si bien no terminó la frase ya era arrastrado por el de cabello negro hasta las instalaciones del juego, donde una fila menor se encontraba aguardando turno.

El de cabellos rojos hizo todo lo posible por controlar su mareo.

¿Más cómo decir algo cuando la complacida y emocionada sonrisa de Black lo podía todo?.

En un principio le había parecido que tendría que sufrir bastante ante la idea de convencer al profesor para que subiera a algún juego.

Pero en esos momentos y tras sentirse confortado por esa emoción limpia en el mayor, supo que ni su malestar momentáneo ni todo el mareo del mundo sería jamás lo suficientemente poderoso para hacerlo cambiar de lugar.

El cuadro de un Sirius fascinado era todo lo que él buscaba desprender de esa personalidad tan semejante a la suya.

Lidia miró a Steve una vez más antes de suspirar, tomar sus llaves y salir sin decir nada.

Ambos habían tenido una riña bastante fuerte donde al final la indiferencia había sido el factor decisivo para que uno de los dos abandonara la casa por algunas horas mientras la cabeza se enfriaba.

¿Por qué había sido esa vez?.

Por el factor de siempre, el cual no tenía más descripción que un cabello color fuego y penetrantes ojos azules.

Steve continuaba reacio en "ir a buscar al chico" mientras que Lidia terca en su proceder había dicho la palabra clave para que la bomba se desatara.

"Él no te necesita".

Dura y cruda realidad para el rubio, quien tras suprimir una gama de insultos y morderse la lengua optó al final por sentarse frente al televisor, encenderlo y aguardar a que Lidia se retirara. Cosa por la que no tuvo que esperar demasiado.

Por eso cuando el australiano se vio solo, apagó el aparato que solamente amortiguaba el doloroso sonido de su corazón.

¿Por qué las cosas eran tan crudas para él?.

Si bien no era el mejor hombre del mundo, al menos tenía sentimientos.

No se consideraba un promiscuo, como la mayoría de las personas decía. En sí y en realidad jamás tenía "sexo" si la persona en la cual se fijaba no cumplía ciertas características que se perdían tras la lucidez del siguiente día.

Podía ser que fuera un poquitín exagerado en cuanto al consumo de alcohol, que si bien su cerebro no caía en la embriaguez completa, si se desconectaba del mundo solo y cuando en verdad lo quería.

Se consideraba una persona moderada en muchas cosas como en la incursión a círculos sociales o amigos. Eran contados los que en realidad lo eran y muestra de ello eran las personas con las que vivía.

Cierto, lo hacían enfadar, reñían y terminaban como en ese momento: hiriendo con verdades. Pero al final y como decía el poema: "Los amigos te hieren con la verdad para no heriste con la mentira".

Una prosa bastante descarada que no servía más que para poner en tela de juicio la amistad.

Movió la cabeza de lado a lado tratando de deshacerse de todo y nada a la vez.

Era absurdo lo que Lidia le había dicho y sin más no lo toleraría dentro de su cabeza, por eso se incorporó del sofá y caminó hasta su habitación donde encendió su estéreo y a todo volumen aguardó a que "Metalica" y su canción más estridente le reventara los tímpanos o en su excepción terminara por borrar la gama de sensaciones que en ese momento estaba percibiendo.

Pero desgraciadamente ni Metalica, ni Korn, ni mucho menos Marilyn Manson pudieron hacerle olvidar las únicas palabras que cual daga se hallaban incrustadas en su corazón.

"Él no te necesita".

Gritaba una y otra vez su alma y en la enésima vez tuvo entonces que resignarse a la dura realidad.

Bill no lo necesitaba y jamás lo había hecho a pesar de que siempre se empeñaba en tratar de ayudarle.

Siempre, desde que lo había conocido la sensación de protección hacia su pelirrojo amigo se había evidenciado sin un motivo factible a ello.

Solo sabía que debía resguardarlo de lo que fuera y para ello nadie mejor que él.

Pero la realidad era otra: Bill jamás lo había necesitado como protector y la verdad era que jamás lo requeriría como tal.

Suspiró dolorosamente antes de hundir la cara contra la almohada y buscar un sustento que jamás obtendría.

Era el unigénito de un afamado arquitecto Australiano y por ende muy rico. Tanto que todo lo que él deseaba se le cumplía.

Había tenido siempre desde trenes reales hasta edificios completos repletos de juguetes a los cuales recurría siempre que lo necesitaba.

Había sido un poco remilgoso y muy mimado, pero conforme la edad apareció Steve Dixon supo hacer su vida de otra manera.

Sus padres siempre ausentes, había probado entonces desde los vinos más refinados hasta los más adulterados, pasando en el proceso por drogas y alguno que otro cigarrillo de mala calidad.

Había pasado su cumpleaños número dieciséis en una clínica de desintoxicación para finalizar dos largos años en compañía de un tío abuelo que radicaba en Escocia y que por pasatiempo tenía la colección de monedas antiguas.

Un "vejete" a fin de cuentas que todo lo que hacía era aburrido y un chico que por tormento tenía solo escucharle.

Ese había sido su castigo por entrar en lo prohibido.

Pero las cosas al final no habían sido tan malas pues en su estadía en casa de su tío había aprendido demasiadas cosas, que eran las que lo habían guiado hacia el terreno de la "egiptología".

Se enteró después de unos meses de arribar a donde su tío, que este era socio del Museo central de la capital y que tras una gira mundial una exposición de hallazgos antiguos pasaría una buena temporada en tierras casi Inglesas. A regañadientes había asistido al dichoso montaje de la exposición y sus ojos habían quedado fascinados ante la belleza de una corona perteneciente a un antiguo faraón.

Desde ese momento lo quiso saber todo sobre esa cultura y teniendo en cuenta que contaba con el dinero suficiente como para financiarse sus propias búsquedas arqueológicas, decidió entonces estudiar aquella rama que le permitiría devorar una y otra vez culturas antiguas.

Ese había sido el paso al cambio de Steve que paso a paso se evidenció en el muchacho.

Un par de años después ingresó en una prestigiosa Universidad Inglesa, donde el aire tan excéntrico y distinto se le antojó ideal para el comienzo de su estudio, pero también el escenario digno de lo que sería su perdición más oculta.

Caminaba atrasado. No quería causar mala impresión, pues se había prometido firmemente cambiar de vida radicalmente.

Más en el trayecto de cambio de salón topó con una persona que aterrizó justamente frente a sus ojos y que modificó todo el panorama de lo que significaba "cambio".

"Lo siento. Creo que me resbalé con algo".

Había sido la excusa del muchacho que si bien se levantó ligeramente lo ayudó a él a incorporarse.

Fue en ese momento que sus ojos se toparon con unos azules extremamente brillantes y con un cabello rojo y penetrante.

Más fue la dulce sonrisa quien lo hechizó de por vida.

"No. Fui yo el idiota".

Fue su disculpa, ocasionando una risita en el pelirrojo.

"Tu acento es diferente…¿Irlandes?".

"No. Australiano".

Reveló con cierto sopor.

"Ah. Bien, yo debo irme aunque…en realidad pensé que llegaría más seguro por aquí. Hay un par de brabucones que no me dejaba pasar. Pero ya verán cuando los tome por sorpresa".

Rebeló el muchacho y tras despedirse no pudo más que seguirlo y mirar que un par de chicos lo molestaban.

Ahí era cuando el sentimiento de protección había nacido, pero también el de admiración hacia alguien más pues el muchacho pelirrojo había podido solo con el par de brabucas y después sonreído con angelical pose.

Desde ese momento le siguió siempre, forjando una amistad más tarde y cuando Lidia y Sean se les unieron.

"William Weasley. Pero todos me dicen Bill. Bueno, cuando no están molestos conmigo".

El inicio de una amistad pero también el de un tormento poderoso y brutal.

Despegó la cabeza de la almohada y se sentó contemplando el cielo.

Un bonito día, fresco y casi perfecto.

¿Por qué cuidar de alguien que si disfrutaba de la vida?.

La respuesta se reducía a una sola palabra que si bien dolía endemoniadamente no se atrevía a pronunciar en voz alta.

Así que apagando la música buscó las llaves de su auto y pensó que un pequeño paseo fuera de aquella casa lo veneficiaría.

Aunque jamás aliviaría, pues la frase: "Él no te necesita", llegaba tan cargada de dolor a su corazón como muy pocas cosas en esa vida lo habían hecho estremecer de impotencia y malestar.

Era el boleto numero dieciocho y Bill, el chico más efusivo del mundo no podía más ni con sus piernas ni con su cuerpo.

Había sido en definitiva mala idea llevar a Sirius al parque de diversiones pues al parecer se estaba divirtiendo más que él.

Vamos¿ya te cansaste?. ¿Quién es el viejo ahora?.

El pelirrojo gruñó pero al instante sonrió. Jamás en su vida había conocido a alguien que se divirtiera tanto en un lugar como aquel.

Debía admitir que el llevar al profesor a ese lugar había sido más por fastidiarlo que por otra cosa, pero al final su propio plan se había saboteado encontrando que Sirius disfrutaba enormemente de aquel llamativo parque.

Cierto, él tenía muchísima energía pero en esos momentos en los que su estómago comenzaba a sentirse mejor y el moverse cual desquiciado de aquí para allá habían terminado con su reserva de adrenalina, haciéndole ver bastante apesadumbrado.

¿Ya te cansaste?. Preguntó Sirius tras sentarse al lado del pelirrojo y mirarlo fijamente.

Mmm

Oh si, ya lo hiciste. ¿Quién es el viejo ahora¿quién¿quién?. Canturreó el profesor, haciendo enfadar un poco al más joven quien terminó por reír ante los gestos graciosos del mayor.

Creo que no pensé que en verdad tendrías tanta energía Sirius. Eres increíble. Murmuró con sinceridad el pelirrojo haciendo que el ego del otro se incrementara.

Lo sé, por algo soy yo.

Bill sonrió y desinhibido tal y cual era se acercó lentamente a su compañero y lo besó larga y pausadamente en los labios, recibiendo el mismo gesto de un Sirius que todo lo que tenía en mente en esos momentos era saborear más de la dulce boca del muchacho frente a él.

Cuando ambos sintieron que el simple beso llegaba a más, decidieron separarse con cierta renuencia. Más por la salud cardiaca de algunos mirones que por desearlo en si.

¿Y bien, qué toca ahora?.

Te propongo que mejor vayamos a otro lugar y guardemos esos boletos para otra ocasión¿te parece?.

¿Y qué lugar sería ese?. Cuestionó el de cabellos negros en tono sensual.

Mmmm, no sé, déjame ver...¿te gustan las camas?.

Sirius sonrió diabólicamente y asintió, mordiendo levemente el labio inferior de un pelirrojo que sonrió y se abrazó a él besándolo nuevamente y con más emoción.

Entonces sígueme. Susurró el pelirrojo quien tomó la mano de su compañero y lo haló lejos de las miradas y del ruidoso parque. Lo que necesitaban en esos momentos era un poco de paz, tranquilidad y una cama que pudiera darles eso y mucho más.

Pero como siempre en la vida de William Weasley todo era hasta cierto punto impredecible, por lo que esa vez el entusiasmado Sirius tuvo que caer de nuevo en los "dobles" mensajes de su compañero, cayendo en cuenta media hora después cuando un bonito edificio los recibió.

¿"Sala de masajes"?. Inquirió Sirius al leer el letrero luminoso del lugar.

Aja. Un lugar silencioso, apacible y con camas. ¿No es lo mejor para relajarte de todo el estrés del mundo?.

El pelinegro sonrió con fingida calma, sabiendo que la sonrisa de Bill era de broma pura.

De nuevo había caído pero ya se las pagaría el pelirrojo después.

Sin más se introdujeron en el edificio en donde una linda recepcionista les facilitó una habitación y también manos fuertes para el relajante masaje el cual resultó agradable para el pelirrojo y doloroso para su acompañante.

Relájate Sirius, estas demasiado tenso.

¿Si?. No lo había notado. Gruñó el muchacho quien de vez en cuando se quejaba cuando efectuaban presión sobre sus hombros adoloridos.

La música de fondo, relajante y muy oriental hacían que el pelirrojo que sonreía y se sentía completamente relajado tuviera una nueva idea, por ello le pidió a su masajista que detuviera lo suyo y se incorporó, teniendo cuidado de ocultar eso que no deseaba que ojos fisgones miraran.

Sirius era un nudo completo de dolores. La tensión, el estrés y las cosas sin importancia estaban haciendo de su vida un completo embrollo. Jamás había percibido tales cosas pero ya que un experto masajista estaba haciendo su trabajo él estaba comenzando a entender que debería relajarse aun más de lo que supuestamente estaba.

Su única preocupación y tal vez la que lo tenía en ese estado era su bendito libro. Remus insistía demasiado y aun fuera del país procuraba enviarle mensajes a su móvil para recordarle su plazo y que debía continuar con lo suyo.

Pensaba que en ocasiones y en lugar de ser divertido, el escribir se tornaba tormentoso. Pero era su pasión, casi su vida por algo había decidido estudiar filosofía y sumergirse en ese mundo místicos que la mayoría de las personas no comprendían.

Pero la inspiración se iba y hasta no conseguirla entonces se encontraba en el dilema de ser presionado y muchas cosas más que lo llevaban a estresarse.

Gimió con un nuevo toque y agradeció de corazón que las bruscas manos se separaran de él y lo dejaran respirar un poco.

Más no pasó demasiado cuando unas manos, más suaves y pequeñas reemplazaron a las duras, las cuales fueron mucho más cuidadosas en su trato hacia su adolorida espalda.

Demasiado tenso profesor. ¿Qué no le enseñaron a relajarse?.

El aludido sonrió. Aquellas manos pertenecían a Bill y fácil era reconocerles. Su roce erótico era quien muchas noches lo habían hecho estremecer gratamente.

Tú podrías ayudarme. Tanta diversión me ha dejado exhausto.

¿Y qué desea que haga yo para complacerlo?.

Un par de sonrisas, una coqueta y encantadora. Otra depredadora y animal. Un complemento que en ocasiones variaba en desmedida.

Bill no aguardó la respuesta de Black por lo que removiendo la toalla que cubría la cintura del de cabellos negros y la suya misma, realizó el siguiente paso.

El pelirrojo subió con confianza hasta la mesa de masajes, en donde y con casi felinos movimientos se sentó en las caderas de su profesor, percibiendo un pequeño pero agradable estremecimiento que le hizo sonreír con creces.

Sirius se sintió relajar cuando las manos de Bill se situaron en sus hombros y al ritmo de la apacible música comenzaron a moverse creando un efecto embriagador y sub realista que le fascinó en desmedida. No solo por su efecto tranquilizador, sino porque era Bill quien se movía acompañando su cadera al ritmo de sus manos.

¿Mejor?. Susurró el pelirrojo al oído del mayor.

¿Tú que crees?.

Dímelo.

Sigue. Ordenó el de cabellos negros tras un gemido de satisfacción cuando Bill se recostó completamente en su espalda y comenzó a moverse lenta y acompasadamente, moldeando su figura a la del profesor.

Sirius cerró los ojos y suspiró con fuerza. Amaba esa faceta erótica en el pelirrojo, pero sobre todo las locuras o ideas que podían llegar sin previo aviso.

Eso era tal vez lo que más emoción le daba a su "relación".

Bill continuaba "bailando" sobre la espalda del de cabello negro. Sentía perfectamente el aceite impregnado en su pecho, así como también ciertos movimientos que el profesor efectuaba para tratar de acompañarlo en aquel vaivén sensual.

Sirius. Jadeó el pelirrojo cuando las manos del pelinegro aferraron sus brazos y efectuó un movimiento que rozó cierta parte más que despierta del muchacho.

Gírate. Musitó el mayor y el pelirrojo no se hizo esperar demasiado por lo que en pocos minutos el profesor de filosofía estaba sobre su alumno besándole depredadoramente mientras las caricias subían en intensidad.

Sirius acariciaba cada extensión de cuerpo. Cada pequeño espacio que tan perfectamente conocía más que sin embargo le encantaba pues era un cuerpo hermoso y tan moldeable como lo deseara.

Bill gimió alto cuando el pelinegro tocó su erección. Cualquier malestar mañanero había completamente desaparecido y aquel lugar tan tranquilo y divino era perfecto para al menos calmar la impetuosa lívido que ambos jóvenes tenían.

Nos verán. Susurró el pelirrojo quien mordió el cuello de Sirius el cual acariciaba con deleite inigualable su pezón derecho.

¿Y?. Jamás te has preocupado por las "visitas".

El más joven rió más cambió radicalmente su sonido por uno de placer puro cuando el hombre que le besaba con ímpetu bajó radicalmente hasta su vientre y comenzó a besar y a lamer su sensible ombligo quien se contrajo en maravillosas descargas.

Sirius. Volvió a susurrar el pelirrojo, esa vez sin importarle realmente si alguien los descubría o no.

El aludido se encontraba vivo y ansioso de lo que fuera y lamiendo solo la punta de la erección bajo él, se preparó a aliviar tan intenso jaleo.

Adoraba cuando su pelirrojo tomaba la iniciativa, pero sabía que pese a la facha de hombre fatal del muchacho, siempre era él quien terminaba y eso fascinaba a ambos por igual.

Bill. Murmuró el mayor tras lamer el lóbulo e indicarle que entraría en él rápida, certera y casi sin dolor. Esto último obviamente incierto.

Pero al muchacho no le importó nada. Se encontraba tan excitado que lo único que deseaba era sentir al hombre en su interior y aliviar el sopor que comenzaba a ser insoportable en su cuerpo.

Por ello entrelazó las piernas en la cintura del pelinegro y reclamó sus labios nuevamente, esa vez jadeando y moviéndose al ritmo fogoso que el mayor le pedía.

Sirius gimió cuando poco a poco y sin preparación entró en Bill sabiendo que el muchacho soportaba el dolor mientras le mordía con fuerza el labio y se aferraba a sus hombros con intensidad.

Todo rápido, sin nada más que discutir, solo la necesidad de pertenencia que al mirarse a los ojos podían discutir.

Bill arqueó la espalda cuando sintió a Sirius en su interior, sobre todo cuando este tocó el punto exacto de su éxtasis, importándole ya un rábano si la intrusión había dolido o no.

Cuando estés listo muévete. Susurró el profesor, dejando la pauta abierta para algo más.

Hazlo tú. Esta vez quiero que lleves el ritmo. Sonrió el muchacho con un gesto entre inocente y diabólico que terminó por enloquecer a Sirius y en el acto efectuó lo que el muchacho le había pedido.

Gemidos largos, ahogados, fuertes y silenciosos. Ambos cambiaban de sonidos conforme la intensidad del momento se evidenciaba.

Sirius trataba de soportar un poco más. Le gustaba sentir a su amante jadear su nombre, besarlo, aferrarse a él de tal manera que la unión fuera recíproca.

Bill se estremecía con cada movimiento, con cada arremetida. Tanto que su cuerpo vibraba involuntariamente y no podía dejar de gemir el nombre del hombre quien tanto placer le daba. Más debía regresarle algo por lo que sus manos subieron por el tórax del profesor y con el aceite que hacía brillar sus cuerpos debido al movimiento y al sudor, comenzó a deslizar cada uno de sus largos dedos por aquel pecho apetecible y varonil.

Cada forma estilizada fue recorrida por él, haciendo temblar al hombre que como obsequió acarició también su hombría quien agradeció y veneró el contacto tan deseado.

Terminaré, no soporto más.

Hazlo. Hazlo.

Gimieron ambos a sabiendas que no podían retener por demasiado tiempo la eyaculación por ello con una última envestida por parte de Sirius y una largo grito de placer extraído con devoción de la garganta de Bill, ambos amantes terminaron en un orgasmo digno de tan apacible y desestresante lugar.

Ambos cayeron uno sobre el otro, jadeando, mirándose, sonriéndose pícaramente por lo que acababan de hacer. Por la mesa floja que dejaban a un edificio que probablemente los había escuchado pero que no les importaba demasiado.

Deberíamos practicar esto más seguido. Susurró Sirius cuando su respiración se normalizó y besó la nariz del pelirrojo.

Si. Me fascinó. Sonrió el muchacho acariciando las bien formadas nalgas del pelinegro quien besó los hinchados labios del menor.

Podríamos probar en otra ocasión.

Aja. Aunque...Musitó el muchacho dándole emoción a las cosas.- Aun queda el sauna.

Sirius sonrió cómplice acariciando las curvas del muchacho y atacando nuevamente la boca juguetona que lo recibió con creces, haciendo partícipes a las lenguas de tan singular beso.

Más tarde y cuando el lugar de masajes retó al par de locos "sexuales" la pareja se dirigió al centro comercial con una sonrisa en labios después de haber jugado un poco en dominios casi públicos. Algo que hacía mucho más emocionantes sus actos.

¿Y qué haremos aquí?. Cuestionó Bill quien sin inhibición alguna tomaba la mano del pelinegro quien no se molestó en apartarlo.

Lo que quieras.

Tengo hambre. El "sauna" me dejó exhausto y sediento. Ahora estoy enterado de lo que el humo, vapor y buen sexo pueden llegar a provocar.

Sirius sonrió con seducción innata y con algo de rebeldía haló la cintura de su compañero besándole posesivamente. Un beso que duró minutos enteros donde labios y manos saborearon lo que en la intimidad degustaban con ímpetu.

Entonces regresemos a mi departamento. ¿Te parece?.

¿Comeremos allá?.

Musitaron ambos sin despegar demasiado sus labios.

Lo verás cuando lleguemos.

Bill sonrió con infantilismo y de inmediato haló a su compañero en una clara y propia muestra de impaciencia y curiosidad.

Sirius arribó a su departamento con una inusual sonrisa en los labios, siendo precedido por el pelirrojo quien le relataba algunas anécdotas de la universidad.

¿Así que ese tal Steve sabe tomar?.

¿Qué si sabe?. Huy, ni que lo digas. Una vez nos corrieron de una fiesta por hacer concursos de bebidas. Claro, él ganó y yo tuve que llevarlo cargando a casa. Por cierto que recibí varios golpes porque creía que era una clase de fantasma que lo estaba raptando. Rió el muchacho al recordar una de las clásicas escenas con uno de sus mejores amigos.

Se ve que lo estimas mucho. Inquirió el pelinegro cuando ambos entraban en la cocina.

Un sentimiento parecido al desconcierto lo asaltó de repente.

Si, lo estimo...no, lo quiero mucho. Es uno de mis mejores amigos junto con Lidia alias "Doris finding Nemo" y Sean, el cerebrito del grupo. Sin ellos...creo que no sería quien soy. Musitó el pelirrojo sonriendo especialmente a su última frase.

Sirius miró a su amante de soslayó y percibió ese sentimiento tan claro y nítido como la lluvia que comenzaba a caer en el exterior.

Bill tenía muchas facetas. Podía ser rebelde, quebranta reglas, hiperactivo sin moderación, un inteligente estudiante y una persona con mucho orgullo y coraje, pero cuando se refería a la amistad él podía mirar el brillo que sus azules pupilas formaban. Un sentimiento que envidió más le agradó saberlo dentro de aquel muchacho tan multifacético.

Bueno¿y qué se supone que harás?. Preguntó el de cabellos rojos cuando el profesor divagaba en sus recuerdos.

Ah, eso es un secreto. Guiñó a modo de respuesta y en el acto se dispuso a sacar hoyas e ingredientes que hicieron medio sonreír al visitante.

¿Vas a cocinar?.

Lo preguntas como si temieras. Agregó el pelinegro quien ya picaba algunos ingredientes.

No, no¿cómo crees?. Yo solo pregunto. Fue la respuesta del menor quien sonrió de manera inocente y se ganó un gruñido de indignación por parte del "chef".

Durante una hora más o menos ambos hombres se dedicaron a hacer bromas o a relatar más sobre su vida, mientras Sirius cocinaba y no permitía que su amante pusiera mano en donde no debía.

Al poco rato una cena Italiana estuvo servida, en donde el espagueti a la boloñesa fue la más clara muestra de los excelentes dotes culinarios del profesor de filosofía.

Oh, Sirius, esto está delicioso.

Qué bueno que te gustó. Sonrió el aludido con orgullo.

De haberlo sabido antes te pongo a cocinar todos los días.

Sirius se hizo el indignado por lo que le lanzó a su amante una toalla de cocina el cual rió estrepitosamente mientras detenía el vaso de agua que estaba por caer de la mesa.

Si continuas con tus comentarios no tendrás la otra mitad de la sorpresa.

Ah, que malo. Murmuró el muchacho efectuando un puchero que a Sirius hacía reír y en ocasiones experimentar demasiada ternura.

Hablemos pues de otra cosa. Propuso el mayor a sabiendas de sus sentir.

Mmm, háblame de tu familia. Solo se que te fuiste de casa a muy corta edad pero no se los motivos.

A Sirius no le gustaba hablar mucho de su familia, mucho menos con desconocidos. Pero Bill no lo era, por ello le fue un poco más sencillo responder esa pregunta que en el pasado. Tal vez era por la mágica aura del pelirrojo.

Mi familia es un caos. Sinceramente creo que lo mejor que he hecho en mi vida es salir de casa y buscar mi camino.

¿Si?. ¿Por qué?. Preguntó el muchacho realmente interesado.

Digamos que...es una familia adinerada. De abolengo, de esas que conservan el apellido desde hace años. Reveló el profesor, teniendo en cuenta que ni siquiera a Remus le había revelado todo eso en el acto. Habían pasado años para que el de cabellera negra pudiera abrirse al de ojos dorados.

Comprendo. ¿Demasiada presión a caso?. Inquirió Bill tomando una pose más madura y comprensiva.

Digamos que si. Son personas que lo desean todo sin modificaciones. Resguardan el apellido y lo único que desean es continuar haciéndolo.

Tengo parientes locos y enfermos, por ejemplo mi prima Narcisa...

Bill rió por lo bajo y Sirius le sonrió en respuesta.

Lo siento, es que el nombre es gracioso.

Ni lo menciones, hay cada nombre en mi familia. Como Bellatirx hermana de Narcisa, las dos están locas y no me quiero ni imaginar cómo es que criarán a sus hijos si es que los tienen.

Comprendo. Murmuró el pelirrojo tras retirar su plato y tomar la mano de su amante. Él intuía que a pesar de que la historia no se escuchaba del todo fatalista, era duro para el pelinegro hablar de ello. Por eso no deseaba forzarlo. Si Sirius quería hablar entonces lo escucharía, sino, entonces lo entendería.

Me fui de casa porque querían casarme.

¿Cómo?. Preguntó Bill tras la repentina revelación.

Querían comprometerme con una muchacha de renombre antiguo también. Según las costumbres de mi familia debían realizar el compromiso cuando yo tuviera los quince pero por actos del destino jamás pudo llevarse a cabo tal cosa por ello a los dieciocho salí huyendo de casa. Sin apoyo, dinero ni respaldo de por medio.

Entre los Black está la creencia de que si abandonas la familia, esta te abandona a ti. Por ello...no hablo demasiado de eso.

Bill sintió pena por su amante, más todo lo que hizo fue acariciarle la mano a modo de respaldo. Él lo comprendía aunque jamás hubiera vivido una situación como esa.

¿Y qué pasó con la chica en cuestión?.

Mi hermano fue el "afortunado". Al menos eso supe antes de fugarme de casa.

Oh, comprendo.

Un minuto de silencio en donde las caricias entre las manos no cesaron.

Tampoco comprendían que no deseaba seguir la tradición y convertirme en administrador de los negocios. Odio todo lo relacionado a ello, como odio también que no comprendan...que no comprendieran mis ideas.

Jamás recibiste apoyo.

Sirius asintió. Las palabras de Bill tenían muchas cosas de cierto. Recordar a su familia y la desastrosa relación solo le hacía mal. Mucho más cuando vivía en soledad, con unos cuantos amigos y la seducción de su parte.

No era una tan mala vida, pero siempre deseaba que el seno familiar se abriera un poco a sus pensamientos y volviera a recibirlo. No precisamente con amor y fanfarrias, pero al menos para tener un poco de ese calor que nadie jamás supliría.

William Weasley no quiso continuar con el tema, por lo que incorporándose de la mesa haló a su amante y lo llevó a su habitación en donde ambos se recostaron simplemente sintiendo la cercanía y las caricias del otro.

El pelirrojo entendía el adolorido corazón de su amante, por ello y aunque quería hacer algo por ayudarlo solo podía darle su compañía y entendimiento. Dos factores que el de apellido Black valoraba como nada en la vida.

¿Quieres tú otra sorpresa?. Inquirió Sirius veinte minutos después cuando un adormilado Bill reposaba sobre el pecho del pelinegro.

Si tiene que ver con movimiento...prefiero esperar hasta mañana. Respondió. Estaba un poco cansado.

No. Rió el mayor y en el acto extrajo de uno de sus cajones un par de cajas que extendió al pelirrojo para que las mirara.- ¿Qué opinas?.

Los azules ojos de Bill centellaron y Sirius no tuvo que repetir dos veces la pregunta para tener al muchacho casi gritando de jubilo ante lo que veía.

¿Pero cómo supiste que me fascinan estas películas?. Cuestionó un Bill emocionado, mirando las portadas de ambas películas.

Mmm, tengo mis fuentes. Guiñó el pelinegro tras quitarle las cajas de las manos a su amante y colocar el DVD en el reproductor que la T.V del profesor tenía.

El pelirrojo estaba sorprendido. Él sabía de buena fuente aunque no se lo hubiera preguntado al mayor, que este amaba las películas de acción y suspenso.

Pero él jamás le había hablado sobre sus gustos cinematográficos, que a pesar de ser variados no podía ocultar a nadie que amaba las películas tristes y románticas. Un serio trauma que sus melosos padres le habían pegado cuando niño.

Por eso cuando los títulos de: "Pídele al tiempo que vuelva" y "Sabrina" con Harrison Ford, tocaron sus ojos no supo en realidad que pensar o hacer.

Simplemente era la manera perfecta de terminar tan loco Sábado.

Gracias. Musitó el pelirrojo tras mirar a Jane Seymour con traje de época y a su incondicional "enamorado" Christopher Reeve hacerlo todo con tal de conseguir su amor.

Es un placer. Susurró el pelinegro tras besarle los cabellos y sentir el cómo los brazos del muchacho lo envolvían mientras la cabeza roja se apoyaba en su tórax.

¿Qué era lo que ocurría con ambos?.

Ninguno lo sabía, simplemente que la paz experimentada entre si no podía ser cambiada por nada del mundo.

Algo que crecía a cada segundo y sin que los Rebeldes se percataran de ello.

Continuará...

Sip, no tienen quien los detenga jeje, pero me encanta su modo tan...igual de acercarse el uno con el otro.

Espero que les haya gustado el capitulo. Cualquier comentario y duda estoy a su disposición.

Sobre las películas favoritas de Bill...si, si, lo confieso, son mis favoritas también sobre todo Sabrina, una bella historia de amor digna de ser siempre recordada (ah, suspiro general jeje).

Sobre la pregunta del Catalán...no, no soy Española pero me gusta ese dialecto. Creo que deberían preservarse todos alrededor del mundo y como una de mis más queridas amigas habla Catalán pues solo quise honrarla con este pequeño detalle (Si Rebeca eres tú)

Bueno, nos vemos en la próxima entrega y muchísimas gracias a quienes siguen esta loca historia. De veras, sin su apoyo no serían ya 7 los chaps

Su amiga:

KLF