TITULO: REBELDE
Capitulo Nueve
Libro: Harry Potter
Pairings: S/B
CategorySlash
Raiting: G, R.
DisclaimerYo no poseo a los personajes de Harry Potter. Ellos pertenecen a J. K. Rowling y a sus respectivos socios comerciales. Esta solo es una historia escrita de fan para fans, sin fines lucrativos.
TiempoHistoria en AU.
LugarLondres, Inglaterra. hubo dormido intranquilo. Por ello antes de que su despertador sonara ya estaba de pie, caminando en pantalón de pijama hasta la habitación del fondo.
Con un poco de incomodidad, algo impropio en él, tocó a la puerta. Solo esperaba que no acudiera en mal momento.
Aguardó solo un poco hasta que la perilla se movió y la puerta fue abierta con todas las precauciones de no hacer ruido.
-Buenos días. Saludó el pelirrojo. Esperando que su sonrisa al menos aminorara la parca atmósfera de la habitación.
-Hola. Obtuvo por respuesta y de inmediato una invitación a entrar.
Nada en el interior lucía fuera de lo normal a excepción de algunas cajas de medicina y paños que se secaban junto a la ventana por donde comenzaba a filtrarse el sol.
-¿Qué tal la noche?.
El muchacho de anteojos, ojeroso pero amable suspiró, retomando su lugar junto a la cama donde un muchacho dormía con sueño aparentemente tranquilo.
-Hasta hace media hora es que duerme tranquilo. Tubo mucha fiebre. Inquirió el joven tras reclinarse en la silla que ya no resultaba tan cómoda desde su perspectiva.
Bill suspiró y acercándose al rubio acarició su frente, mientras el fleco mojado jugaba con sus dedos.
-Es un terco. Murmuró el ojiazul.- Pero es un buen amigo.
Sean miraba con detenimiento al pelirrojo. Él había querido permanecer con Steve de guardia a pesar de que sus otros dos compañeros habían repelado demasiado.
Todos se sentían en cierta manera en deuda con el Australiano. El muchacho dormido podía ser un terco sin remedio pero como dijera Bill, era un buen amigo.
-Ojalá que esto le sirva de experiencia. Intervino Sean para después cerrar los ojos y apoyarse en la pared a su espalda.
-Te vez cansado¿no quieres dormir un poco?.
Pero Sean negó, abriendo los cansados ojos de inmediato.
-Estoy bien. Ya tendré tiempo de descansar un poco.
Bill no se veía muy convencido pero el arribo de Lidia a la habitación dejó su objeción en sus labios.
-¿Cómo sigue?. Cuestionó la chica tras mirar al durmiente.
-Estable. Esperemos que esa lluvia no lo enferme de gravedad. Respondió el de anteojos quien era el que lo había cuidado.
-Si. Aunque tú también deberías de tomar algo. Anoche te mojaste igual que el cabezota. Inquirió la muchacha y los tres rieron por lo bajo. Definitivamente los tres coincidían en aquel apelativo.
-Gracias, lo haré más tarde.
-Por cierto...creo que al menos uno de nosotros no debería asistir a clases hoy.
Los tres se miraron. Habían sucedido demasiadas cosas para priorizar en la escuela.
Una larga charla nocturna, arcadas por parte de Steve y al final una fiebre muy alta producto del cambio brusco de temperatura y la lluvia en el cuerpo.
Noche movida, de alegrías, reconciliaciones y cuidados.
Si aquello no los unía como amigos un poco más, no habría nada en realidad que lo hiciera y concientes los tres estaban de ello.
-Nadie irá. Comunicó tajante el pelirrojo quien miró a sus amigos obteniendo aceptación al respecto.- Nadie se moverá de esta casa hasta que Steve esté mejor o en su defecto que comience a gritarnos por nuestra falta de responsabilidad.
Volvieron a reír. Lo único bueno era el sentido del humor del pelirrojo que aunque sabía a nadie retaban más que a él, quiso aminorar un poco la atmósfera que existía en el lugar.
Pero el silencio siempre hace reflexionar por lo que el trío de amigos guardó sus palabras solo para ellos.
Los tres pensaban en muchas posibilidades y en lo mucho que habían cambiado.
La amistad ante todo pero si aquello iba a ocasionar tragedias como aquella entonces debían comenzar a pensar mejor las cosas.
-¿Alguien desea desayunar?.
Lidia habló y el duo asintió. Nada ganaban no comiendo nada. Era mejor recobrar energías a permanecer varados en la nada.
Por ello se limitaron a pasar una mañana diferente: sin gritos ni molestias pero meditando perfectamente sobre aquel pequeño suceso que había cambiado sus vidas un poco.
Remus se desenredó de los brazos de su pareja y respiró profundamente antes de incorporarse de la cama.
Era su último día fuera de Londres e iba a disfrutarlo como nunca en su vida.
Pero siempre hay algo que enturbia un poco esa desobligada pose que el muchacho no tenía. En una palabra: Trabajo.
Se sentía un poco presionado por los de la Editorial. Había conseguido un plazo más largo para su amigo, pero aun así el trasfondo era mucho más complicado que el expuesto.
La editorial era una de las más importantes y no podía darse el lujo de ir pidiendo prorroga tras prorroga para un escritor novato cuyos sueños de gloria se veían reducidos al libro que estaba "redactando".
Hasta ese momento él no había visto siquiera una línea del afamado escrito y comenzaba a desesperarse un poco ante la pasividad de su amigo.
Si, él quería mucho a Sirius. Era su hermano aunque la sangre no los uniera, pero si en verdad deseaba triunfar y hacer su sueño realidad debía comenzar a enfocarse en sus prioridades o en otra opción olvidarse de publicar en una editorial que le había dado una oportunidad gracias a influencias que en ese momento no deseaba recordar.
Le había dado al pelinegro tiempo valioso para continuar con su trabajo pero dado el recuerdo de unos días antes, no creyó que Sirius Black en realidad hubiera aprovechado esos días para laborar.
Por ello fue que pidiendo una llamada internacional aguardó por la respuesta del otro lado de la línea.
Era temprano y si conocía a Sirius este probablemente no había salido a la Universidad aun.
-¿Diga?.
Remus sonrió. Al fin escuchaba la voz de su amigo.
-Vaya, hasta que respondes. He tratado de llamarte durante tres días y nada.
-A mi también me da gusto saludarte Remus. ¿Qué como he estado?. Bien, gracias. Solo trabajando en la universidad y en mis asesorías sobre algunos estudiantes.
-Muy gracioso. Gruñó Remus tras escuchar reír a su amigo.
-Lo siento Remus, pero es grato escucharte después de tanto tiempo.
-¡Oye, pero sino me fui a la Patagonia. Simplemente estoy a unos países de distancia. Se quejó el de ojos dorados.
-Aja, si. Con ese espécimen extraño a tu lado. ¿A caso te dejó para que hablaras conmigo o tuviste que hacerle una buena...?
-¡Sirius!. Retó Remus antes de que este terminara la frase.
-¿Qué, yo solo iba a decir que si tuviste que hacerle una buena "tarea" para que te permitiera hablar conmigo a esta hora.
El pelinegro rió estruendosamente cuando ningún sonido salió de los labios de su amigo, algo que a Remus causó sopor al recordar unas cuantas "tareas" realizadas la noche anterior.
-Bueno, no hablé para decirte lo que hago con Severus o no.
-¿Lo vez?. Tú mismo lo dijiste.
-¡Sirius!.
-Bien, bien, ya entendí. ¿Qué es lo que se te ofrece querido?.
Aquel tono estaba mejor.
-Solo llamé para recordarte que mañana regreso a la ciudad y que quiero al menos ver cinco capítulos terminados de tu obra.
-Pero Remus¿qué tal si mi obra solo tiene cinco capítulos?. Inquirió con voz infantil el ojiazul, provocando que el de faz pálida rotara los ojos.
-Entonces será mejor para ti que lo tengas ya terminado Sirius Black. Recuerda que la editorial no va a esperarte de por vida. Gracias deberías de dar que te he conseguido...
-Y te las doy amigo. Pero simplemente la inspiración viene y va. No puedo evitarlo.
Remus gruñó, eso no se escuchaba muy bien proviniendo del hombre más amable del mundo.
-Al menos quiero ver un avance Sririus. Y estoy hablando en serio.
Si, definitivamente Remus estaba enfadado.
-De acuerdo. Pasado mañana tendrás tú avance.
-Mañana llego temprano. Puedo pasar ha...
-No, es que mañana tengo algo que hacer.
Remus negó con la cabeza y suspiró. Los placeres de Sirius siempre tenían que anteponerse a todo lo demás, incluyendo lo importante. Pero así había conocido al pelinegro y así lo quería. Aunque en ocasiones fuera bastante tonto.
-Bien, te veré pasado mañana. Pero más te vale tener algo Sirius o de lo contrario...ya sabes lo que puedo hacer.
-¿No me traerás recuerditos?. Que malo eres. Bufó Sirius mostrando un puchero en sus labios que Remus imaginó y le hizo sonreír.
-Hasta luego, Sirius.
-Bye. Me saludas a quejicus...aunque pensándolo bien no ceo que le agrade que lo saludes cuando se esté quejando. De esa manera harías alusión a su apodo y él...
Remus miró a su amante parado a su lado el cual y con simpleza había tomado el auricular y cortado la comunicación.
-¿Con quien hablabas?. Reclamó el de cabellos y mirada negra, mirando alternativamente a su pareja y teléfono.
-Con Sirius. Exclamó el de ojos dorados mirando el gesto molesto salir de los labios de su pareja.
-Ya se me hacía raro que no intentarás comunicarte de nuevo con él cuando jamás en estos días te respondió.
-Oh, Sev. No lo tomes a mal, sabes que es mi trabajo...
-Pero estamos juntos. ¿No puedes olvidarlo aunque sea un maldito día?.
Alarma. Severus Snape estaba enfadado y no era buena señal.
Pero no por nada tenía por pareja a la persona que más le conocía en el mundo y sabía tratar cada una de sus facetas.
Remus sonrió y acercándose a su amante lo besó con intensidad en los labios, dejando que sus manos vagaran descaradamente por ese espacio que tanto anhelaba y disfrutaba.
Severus tembló pero no se dejó intimidar demasiado rápido por aquello.
-No Remus. Quiero que me escuches. Habló el de ojos negros tras separarse renuentemente de su pareja.
-Yo también quiero escucharte Sev. Pero escucharte gemir cuando te haga eso que tanto amas.
Severus parpadeó y dejó un paso de distancia entre él y su depredador amante, cuyos ojos brillaban de manera extraña.
-Remus...
-Es nuestro último día amor, disfrutémoslo y no te preocupes de nada más que nosotros. Te prometo que será un día que jamás olvidarás.
¿Cómo enfadarse con tan deseosa criatura que de inmediato desató la ligera bata que lo cubría y dejó expuesto su deseo?.
Severus no podía. Por algo lo amaba tanto y por algo también se abalanzó hacía él, importándole muy poco lo que sucedió o sucedería. Eso sí, ya después aclararía los puntos sobre el entrometido Sirius Black y su amante. Lo importante en esos momentos era amarse y olvidarse de todo.
El pelinegro escuchó el como la línea se cortaba y sonrió un poco.
Ya le había extrañado que Remus no se comunicara con él pero ciertamente lo que encontró la noche anterior le hizo sospechar que cierto pelirrojo tenía mucho que ver con ello.
El cable del teléfono desconectado. Con razón nadie le había molestado durante esos días. No era que se quejara pero la idea "maquiavélica" debía provenir de su amante.
Sonrió ante los recuerdos felices y placenteros y dejó el auricular en su lugar.
Si, debía finalizar su libro o mejor dicho, avanzar porque desde hacía muchos días que la misma palabra parpadeaba en la pantalla cada vez que se sentaba tras su computador y como obra milagrosa del destino no había poder humano que la hiciera desaparecer o si lo hacía regresaba como por arte de magia.
En pocas palabras se encontraba sin inspiración y eso que tenía placer al por mayor.
Le daba la razón a su amigo. Oportunidades como aquellas no cualquier persona las tenía, más sin embrago no era su culpa no poder avanzar más de lo que tenía, era decir cuarenta hojas más o menos.
-Eres patético Sirius Black. Se dijo pero al respecto no podía hacer nada más que esperar o en su caso rogar porque la bendita inspiración llegara a presentársele a la puerta.
-¿Señor Black?. Tocó el casero a su puerta.
-No es precisamente lo que pedí pero se comienza con algo. Murmuró abriendo y saludando al "comunicativo" hombre que como todos los meses "pedía amablemente la renta" a los inquilinos.
-Otro día...otro suceso. Murmuró el pelinegro dirigiéndole una sonrisita amplia al hombre que no inmutó sus serias facciones.
Lo primero que vio Steve al despertar fue a sus amigos reunidos en su habitación. Se encontraba un poco mareado y su vista era nublosa pero podía percibir las siluetas de sus compañeros de casa.
-¿Qué hacen...?
Su excesiva ronca voz le imposibilitó continuar hablando pero ya no necesitaba llamar la atención de sus acompañantes pues ya tenía sobre él toda la que se podía conseguir.
-Steve, ya despertaste. Chilló Lidia y el rubio estuvo seguro que le caería en cima.
-Qué alegría. Estábamos tan preocupados. Exclamó el de anteojos el cual sonrió como era su costumbre.
-¿En donde...?.
-En tú habitación Steve. En casa y con todos nosotros. Explicó Bill quien con toda libertad tomó una de las manos de su amigo y le sonrió. Expresando de esa manera lo que verdaderamente sentía en esos momentos.
La noche anterior se había dado una reconciliación pero tras una recaída y un miedo a perder lo que se tiene no estaba de más rectificar nada.
El australiano no quiso indagar más simplemente apretó la mano sobre la suya y sonrió a medias o al menos lo que el cuerpo de "Doris" le permitió emitir debido a que como lo predijo la chica se lanzó hacia él.
El único que permaneció un poco apartado de todo fue Sean que con una sincera sonrisa miraba el intento de Steve por safarce de la casi histérica Lidia y los alegatos de esta al denegar la petición.
Como el de anteojos lo supuso, todo regresaba a la normalidad pero con cierto aire teñido de advertencia.
-¿Sean?. Llamó Bill al mirarlo tan ausente. Él más que nadie debía participar en esa calurosa "bienvenida".
-¿Dime?.
-Ven, has estado muy pensativo. ¿Ocurre algo?.
Sean dedujo que la jovialidad en el rostro del pelirrojo jamás se extinguiría con nada pues la sonrisa brillante de siempre estaba jugando con sus facciones de manera común y con creces.
Él entonces deseó poder tener tanta disponibilidad a cambios bruscos de sentimientos. Aun no terminaba de acostumbrarse a que Steve abriera los ojos cuando ya la habitación estaba impregnada de efusivas palabras, intentos de riña y risas.
Él era diferente más sin embargo complementario.
-No. Exclamó tras intentar sonreír con despreocupación.- Es solo que estoy un poco cansado. Será mejor que vaya por un vaso de agua para la siguiente medicina de Steve.
Sin más el de anteojos desapareció de la habitación dejando a un Bill bastante conmocionado.
Sean no era de los que se comportaban tan extrañamente. Tal vez algo le ocurría y como el nuevo y renovado pacto de amigos él ayudaría.
De reojo miró a Lidia retando a Steve por querer incorporarse de la cama y concluyó en que estarían bien cinco minutos fuera de supervisión. Lo que en ese momento le importaba era su otro camarada.
Deslizándose por el corredor de aquel acogedor hogar supuso encontraría a Sean en la cocina, tratando de servir con exactitud el agua en un vaso o incluso mirando si era mejor una píldora o un jarabe para su recién despierto amigo, pero lo que encontró al llegar a la sala no fue precisamente lo que tenía en mente.
-No Brandon, no lo he olvidado.
La cansada voz del de anteojos le dio mucho en que pensar por ello se ocultó de la vista de su inquisidor compañero.
Su madre, una amante de las normas de urbanidad siempre le había dicho que escuchar conversaciones ajenas era la peor falta de educación del mundo.
Pero teniendo por hermanos un par de gemelos traviesos y busca problemas, los malos hábitos se contagiaban, por eso pensó seriamente en el rostro de su madre mirándolo ahí, tratando de escuchar algo que no le incumbía.
-Si, estoy bien...no, claro que no te miento... ¿cómo se te ocurre decir eso?.
La faz encendida de Sean dio mucho que pensar al pelirrojo, sobre todo a la exclamación que sobrevino.
-¿En verdad!. Wow, en realidad...no se que pensar Brandon...si, claro que te veré pero...no ahora. No puedo.
Musitó el cerebro del grupo mirando por el pasillo que daba a las habitaciones.
Bill entonces frunció el seño. Aquello ya no le gustaba demasiado.
-Tuve mala noche...no voy a decirte el porque. ¿Qué te has creído?.
Un pequeño reto y después una risa que confortó el anterior tramo.
-No, bueno hubiera sido pero...tal vez cuando te vea te lo diré...si, mañana. Llegaré temprano. En verdad se ve que no me conoces...bien...de acuerdo...hasta mañana.
El pelirrojo miró a Sean colgar el auricular y suspirar como liberándose de un gran peso. Después de eso le vio introducirse en la cocina con aire cansino.
Solo entonces y hasta que se sintió seguro es que salió de su escondite llegando a la inmediata conclusión de que ahí ocurría algo.
No era común que el genio del grupo se trajera algo entre manos, excluyendo los proyectos sorpresa, pero esa vez Bill estaba seguro que no se trataba de ningún proyecto. Le daba mala espina todo eso.
Se encaminó entonces también a la cocina y se encontró con un Sean tratando de decidir que era lo mejor: píldoras o jarabe. Eso hizo sonreír al ojiazul un poco, pero desvaneció su mueca al recordar la conversación escuchada.
-¿Todo bien?. Inquirió dispersando el silencio.
-Si. Solo que aun no se que es lo adecuado. Steve acaba de despertar y...
-Lo que sea estará bien. Ese cabezota es capaz de tragar moscas si tú se las das.
Y William Weasley jamás se imaginó que una simple y bromista intervención suya fuera a resultar ciertamente desconcertante.
Sean se había sonrojado con furia mientras trataba de que la mano que sujetaba el vaso de agua no temblara demasiado.
-¿Sean te sientes bien?. Inquirió el pelirrojo con sorpresa.
-Si, si, es solo que...debe ser que también estoy enfermando. Creo que me tomaré una de esas pastillas o...¿jarabe?.
Si, definitivamente algo curioso ocurría con su amigo y Bill lo iba a descubrir aunque tardara toda la vida en encontrar las causas.
Obviamente Sean rehuiría a la verdad pero no por nada había nacido con el intrépido ingenio Weasley. Aquella era una tarea digna para él.
Lidia cabeceaba de vez en cuando, dejando que sus párpados se cerraran al compás de la voz de la profesora de historia.
Tenía un sueño espantoso pero al menos estaba segura de no causaría malestar si se dormía o lo intentaba.
Bill a su lado jugaba con un lápiz a empujarlo arriba y abajo del pupitre, generando un rudito que al cabo de los segundos se volvía cada vez más molesto para los que permanecían a su lado.
Más la clase era aburridísima y él, acostumbrado a interrogar o buscar millones de "porques" estaba comenzando a hartarse de estar en esa clase.
Era el primer día desde lo ocurrido con el australiano que asistían a clases y en realidad era extraño y cansado.
Ambos, no podían quejarse demasiado en ese aspecto. Verdad que habían tenido tareas que realizar mientras el rubio estaba en cama pero el verdadero héroe de todo aquel embrollo se hacía llamar Sean Connor.
El muchacho de facciones siempre apacible había sido el encargado de velar dos días seguidos a su amigo que si bien no tomó sus medicinas volvió a caer en un sueño que había durado hasta esa mañana cuando el de anteojos les sugirió que él continuaría cuidándolo.
Si, ambos debían reconocer que no eran demasiado equitativos con su amigo el cerebrito, pero al menos les había dado la oportunidad de despejarse un poco.
Cuando la campana sonó no hubo chico más agradecido que Bill y rió a todo pulmón cuando Lidia calló y se golpeó contra la mesa. La pobre se había asustado con el ruido y sin querer había despertado de su corto pero placentero sueño.
-No te rías. Retó la muchacha tras acariciar su frente roja.
-Es que te viste tremendamente graciosa. Fue de caricatura.
Doris gruñó. Cuando Bill en realidad reía con gracias nadie lo hacía detenerse salvo su estomago excesivamente adolorido, por eso la muchacha y con la dignidad que le quedaba se incorporó de su lugar y tomó las cosas para retirarse del salón.
-Espérame. Llamó el pelirrojo al seguir a su amiga.
-Si vas a continuar burlándote de mi. Olvídalo. No te quiero a mi lado. Respondió la chica en tono aun ofendido.
-Vamos, vamos, como si fuera algo de otro mundo. Tú misma te burlas de todos cuando lo crees conveniente. ¿Por qué no he de hacerlo yo?.
La muchacha bufó pero no pudo expresar más porque una gallarda y hasta sensual voz los interrumpió.
-Buenos días.
Ambos estudiantes sonrieron a su profesor de Filosofía, el cual y tal vez lucía mucho más atractivo ese día. Lástima que no tenían clase con él.
-Hola. Murmuraron ambos jóvenes como saludo "casal".
-¿Bonita mañana?. Indagó Black tras saludar con la mano a un par de jovencitas rezagadas.
-En lo que cabe. Asintió Lidia sonriendo un poco.
-Me alegra. Aunque he de decirles que ayer lo era más aun.
Bill sonrió de lado. Ya adivinaba lo que el "profesor" quería dar a entender.
-Tuvimos un pequeño inconveniente. Habló Lidia tras entender también el mensaje.
-Nos impidió venir. Fue más fuerte que nosotros. Aclaró el pelirrojo, mirando dentro de los azulinos ojos de su amante.
-Oh. Comprendo. Masculló el de cabellera negra sin terminar de crees aquella excusa.
Un silencio incómodo los rodeó y los tres supieron que era por algo más que una simple falta a clases.
-Lidia...quisiera conversar un poco con el profesor Black. ¿Podrías?. Preguntó Bill tras excusarse un momento con el pelinegro y susurrar a su amiga.
-¿De qué?. Quiso saber Doris con total curiosidad.
-Me tiene...advertido.
La muchacha entonces comprendió. A Bill no se le daba mucho la filosofía por lo que era muy probable que el profesor tuviera condicionado a su amigo.
De ser ese el caso, por supuesto que le permitiría hablar con él.
-Claro. Espero que no tengas consecuencias.
-Créeme. Nada que no me merezca. Guiñó el pelirrojo y tras despedirse de la muchacha caminó de regreso hacia donde estaba su profesor.
-Sígueme. Ordenó Black cerciorándose que la amiga de su amante había desaparecido de la vista.
Caminaron por los pasillos. Uno al lado del otro y sin mediar palabra.
Bill no sabía a donde lo dirigía Black, simplemente que sus rasgos nunca serios le hicieron pensar en muchas cosas.
Sirius permaneció casi inmutable solo y cuando arribaron a un aula bacía fue que las cosas cambiaron un poco.
-Sirius, dime qué...
Pero el pelirrojo fue atacado por la ávida boca del pelinegro, impidiendo la oración que murió dentro de un apasionado beso.
-Me preocupé. Como no tienes una idea. Susurró el profesor sobre los labios de su amante.
-¿Preocuparte?. ¿Por qué razón?.
-Nadie me dio razón de ti. Nadie sabía en dónde estabas o si te había sucedido algo. Ni tus amigos o tu en la escuela. ¿Después de eso que querías que pensará?.
Bill no supo que fue lo que accionó sus sentimientos, solo que la ternura que en muy pocas ocasiones se permitía expresar había aparecido en ese momento permitiéndole que se abrazara al pelinegro con intensidad y lo besara una y otra vez con sonrisa enorme en los labios.
-¿En verdad te preocupaste por mi?. Indagó nuevamente el pelirrojo tras ser besado con dulzura en el cuello.
-¿Parezco de las personas que mienten?.
Definitivamente no. Sirius lo podía ser todo menos mentiroso. Así pues ambos sonrieron y se encargaron de borrar el mal rato del profesor con besos y caricias leves pero que expresaban más de lo que podían haber imaginado.
-¿Me dirás entonces lo que ocurrió?. Cuestionó Black tras sentar a su amante en su regazo y acariciarle la espalda con lentitud.
-Steve...se enfermó.
Después de ello el pelirrojo relató todo lo que había sucedido con respecto al australiano y sus propios sentimientos.
Habló calmada y hasta sonrientemente pues al final las cosas se habían solucionado y él alegre por ello se encontraba.
Sirius lo escuchó todo en total silencio y comprensión, acariciando de vez en cuando las caderas que en esa ocasión no se movían desenfrenadas buscando más.
Era un momento cálido y simplemente catalogado como único, por ello ninguno se atrevía a profanarlo con otra cosa que no fuera el silencio.
O al menos eso pensaba Bill cuando se recostó en el hombro de su amante y cerró los ojos con paz.
-¿Bill?.
-¿Dime?.
Sirius sonrió. Su muchacho estaba cansado y si no se equivocaba en esos momentos tendría los ojos cerrados.
Eso le hizo experimentar dulzura y recordar la desesperación que había sentido el día anterior al no ver al pelirrojo.
Indagar sobre un alumno no era fácil, por ello había tenido que aguardar hasta ese día y en cuanto sus clases matutinas terminaron se dedicó a buscar al objeto de su angustia.
Al encontrarlo, todo había disminuido, quedando solo el deseo de estrecharlo contra si como en esos momentos.
-¿Recuerdas lo que te dije antes de ayer?.
-Mmm...
Bill efectuó un sonido gracioso que hizo sonreír a Black.
-Ah, si.¿Qué me ibas a invitar a no se donde?.
-Eso mismo. Asintió el profesor tras besarle la mejilla a su compañero.
-¿Y a dónde exactamente me invitarás?. No estoy con mucho ánimo hoy.
-¿Seguro?. Te divertirás. Ofreció tentativo el pelinegro y Bill entonces tuvo un pequeño debate interno entre divertirse o descansar como su cuerpo se lo pedía.
-¿A dónde, Sirius?.
El aludido sonrió y atrapó los labios del menor cuando este viró hacia él.
Un beso obraba como buen convencedor. Mucho más los suyos pues cuando se separaron el suspiro profundo del pelirrojo lo evidenció a Black.
-Solo puedo decirte que te divertirás. Será algo para que tu adrenalina explote.
-De acuerdo.
La palabras del mayor terminaron por convencer a Bill por lo que sonriendo y asintiendo se permitió nuevamente abordar los labios del profesor que en ese momento no solo hicieron por él labor de convencimiento, sino que provocaron chispas insaciante de calor y excitación.
Se vio en el espejo y no era él a quien miraba.
Estaba acostumbrado a utilizar ropas sencillas, algunas de marca pero casi siempre sencillas y que delataran lo que era: un amante del estudio.
Pero en esa ocasión no lucía precisamente como un Universitario o alguien que se distinguiera de ser un cerebrito.
Continuaba utilizando sus lentes de armazón. Los de contacto habían terminado por parecerle demasiado.
Sus ropas negras y ajustadas dejaban ver que no era un simple muchacho delgado y hasta sin chiste. Sean tenía mucha gracia y cualquiera que lo mirara en esos momentos podría constatarlo.
Se sintió extraño. Solo con Steve se había atrevido a vestir de manera diferente, sabiendo que él estaría acompañándolo buena parte del tiempo.
Pero por primera ocasión saldría solo y sin compañía de sus amigos.
Todo era confuso y fuera de lo normal.
Suspiró y retiró de su frente un flequillo de castaños cabellos que comenzaba a hacerse intolerable.
Lucía más que bien y sus piernas torneadas así se lo dijeron en el espejo.
Dio una vuelta sin terminar de gustarse y al final solo suspiró sonoramente para después apartarse del espejo, salir de su habitación y dirigirse a la de Steve.
El australiano aun dormía. Profunda y mansamente.
Lucía encantador y toda su belleza se desplegaba innatamente sobre la cama.
Sean sonrió y se acercó a él, posando una de sus manos sobre la frente que ya no más fiebre tenía.
Su amigo dormía apaciblemente y a él le gustó eso.
Con sumo cuidado acarició la piel que volvía a su color blanco habitual y sin dejar de sonreír peinó las hebras rubias que conformaban el cabello siempre atractivo de su amigo.
Otro suspiro y tuvo que retirar su manos por el miedo a despertarle.
-¿A dónde vas?.
Sean estaba ya en la puerta cuando la voz adormilada de Steve le cuestionó.
-Voy a salir.
Fue todo lo que dijo. Al final era solo la verdad.
El australiano restregó sus ojos y terminó por enfocar sus verdes pupilas en el de anteojos, más cuando lo miró volvió a repetir su anterior acción.
¿Ese que vestía de negro ajustado era Sean?
Tal vez la fiebre lo hacía alucinar, por ello intentó incorporarse de la cama ganándose un mareo repentino.
-No te levantes. Aun estas débil. Aconsejó el de anteojos, acercándose al rubio para obligarle a regresar a la cama.
Desde su posición Steve miró con más claridad la imagen de su amigo y definitivamente lo que veía no era ninguna ilusión.
-Es Jueves.
-Lo sé. Asintió el de anteojos tras cubrir el cuerpo del rubio con las mantas.
-Tú nunca sales en Jueves...tú nunca sales así. Insistió el rubio con aire un tanto alarmado.
-Lo sé. Volvió a responder el otro, sonriendo levemente a las palabras de su amigo.
-¿Vas a salir con Bill?. Interrogó el enfermo borrando momentáneamente la sonrisa del otro.
-No. Aclaró tras verificar que el ojiverde había tomado sus medicinas.
-¿Entonces?.
Sean sonrió entonces un poco. ¿Desde cuando Steve le interrogaba tanto?.
Pero la respuesta que apareció en su cabeza fue la que le obligó a girar y a suspirar con amargura.
-Bill estará bien Steve. Salió hace un rato, pero Lidia te vigilará mientras yo regreso.
Steve enarcó una ceja y su acompañante simplemente volvió a sonreír como si nada ahí hubiera ocurrido.
-Solo entré a verificar que la fiebre había bajado. Me da gusto saber que te estás recuperando. Continua durmiendo. Te hará bien para recuperar fuerzas.
Pero el aludido no quedó tan conforme con la respuesta del otro, por ello frunció el entrecejo.
-Sean...
-Bill estará bien. Prometió llegar temprano y en cuanto lo haga verás que se reportará contigo.
-Sean...
-Debo irme o llegaré tarde a mi compromiso.
-¿Cita?.
Bueno, en realidad lo que Sean tenía podía catalogarse como tal, así que asintió.
-¿Con quién?. Cuestionó el rubio al parpadear incrédulo.
-Eso es algo que en estos momentos no te diré. Pero cuando todo termine te contaré. ¿Si?.
¿Todo?. Eso no le gustó mucho al australiano.
-¿Por qué Bill no te acompaña?.
-Porque el tiene otras cosas que hacer Steve. Respondió tras un suspiro.- Pero te prometo que él estará aquí para que tú estés menos preocupado. Ahora si debo irme. Pórtate bien y no hagas enfadar a Lidia. Ella en verdad no ha tenido un buen día.
Después de eso y de indicarle al rubio la dosis de medicina que debía tomar dentro dos horas salió de la habitación de su amigo, dejando un aire extraño dentro de ella.
Sean se recostó en la puerta antes de comenzar a caminar hacia la salida.
Todo era tan evidente que su corazón dolió libre por primera vez en todo ese tiempo.
Pero así debía de ser. Él no estaba en ese mundo para otra cosa que no fuera estudiar. Lo demás y aunque su alma doliera no era para él.
-Eso me saco por poner mis esperanzas en algo inalcanzable.
No era la primera vez que sentía la adrenalina a ese grado, pero tal vez si sobre una motocicleta tan veloz como la de Sirius.
Mientras él se aferraba con fuerza a su cintura, el pelinegro aceleraba dejando atrás a autos que solo el claxon hacían sonar a modo de indignación.
En pocos minutos tomaron una curva y a pesar de llevar casco protector podía sentir el viento helado jugando con su piel y con sus cabellos, los cuales se fusionaban cada vez que él se pegaba a la ancha y firme espalda del conductor.
Un rechinido más y el motor ronroneó cual bebé león recién despierto. Un sonido fabuloso para quien amaba la velocidad extrema como él.
-¿Y bien?. ¿Te gustó el viaje?.
Sirius bajó de su motocicleta al estacionarla y esperó la respuesta del pelirrojo mientras se quitaba el casco.
Bill realizó lo mismo con el suyo y tras eso una sonrisa mayúscula se formó en su rostro.
-¿Lo dices en serio?. Me fascinó. Jamás pensé que fueras tan bueno en esta cosa. ¿Desde cuando la conduces?.
-Veamos...creo que desde los quince. Antes tenía una Honda pero los modelos van cambiando, al igual que mis gustos. Guiñó el pelinegro, ganándose una sonrisa coqueta por parte del que aun permanecía sobre el vehículo.
El paraje era un tanto oscuro y se encontraban a unos quince kilómetros de la autopista más cercana por lo que el pelirrojo intuyó que aquella carretera o estaba en construcción o pertenecía a uno de esos suburbios nuevos que pronto abrirían al público.
El cielo despejado, estrellas brillantes y todo habría pasado a ser romántico y silencioso de no ser por el ruido de música y motores que se aproximó a ellos casi en el acto.
-Hey, hey, hey. Pero miren a quien tenemos aquí. Si se trata del Señor "Padfood".
Un chico alto, fornido y que vestía de cuero en pantalones y camisa sin manga se dirigió al profesor con total confianza, sacando algunas risas de sus compañeros quienes vestían de similar forma.
-Nadie más que yo Fred. El único y el irremplazable.
Ambos hombres se estrecharon la mano y a continuación un barullo se formó alrededor del profesor que chicas y chicos acapararon por igual.
-Pensé que no vendrías, Padfood. Comenzábamos a pensar que el carril cinco se vería nuevamente reemplazado por Dean.
Un coro de porra llegó a sus oídos desde una esquina, en donde un hombre corpulento y rodeado de chicas elevaba sus brazos mostrando sus impresionantes pectorales.
-Lastima Dean. Suerte a la próxima. El cinco es mío. Guiñó Black tras mostrar su dentadura blanca y elevar su pulgar en dirección al hombre que gruñó a modo de juego.
-Que bueno que te decidiste. En esta ocasión son "ocho" y competimos con nada más y nada menos que con los de la zona trece.
-Oh. ¿Al fin se decidieron a salir de su agujero?. Bromeó Sirius y unas cuantas risas y palmadas le dieron la razón.
-Al parecer traen una buena máquina. Pero son rumores. Eso lo veremos cuando llegue la hora. Claro que nadie puede con mi "terminator". Guiñó el de nombre Fred, señalando una motocicleta equipada y evidentemente modificada de lo que en su tiempo había sido una "simple" BMW.
-No lo creo. Ya veremos si tu Terminator puede con mi demoledor. Aclaró otra voz y a esa le siguieron muchas más y coros de victoria que obviamente apostaban contra el mejor.
Bill había descendido del vehículo y miraba todo a cierta distancia.
Al parecer su amante tenía muchas cosas secretas que él desconocía y una de ellas era aquella.
Si mal no entendía todo aquello se trataba de una competencia clandestina de motocicletas.
Una mas de tantas que se realizaban en la ciudad y sin permiso policial.
Los hombres y mujeres que animadamente charlaban con el pelinegro debían de ser competidores y espectadores que comenzaban ya ha realizar sus apuestas a su favorito.
-¿Y quién lo hubiera creído?. Se cuestionó a si mismo al mirar la otra faceta Rebelde de su amante.- Esto luce emocionante.
Sonrió con amplitud. Necesitaba adrenalina y nada mejor que una competencia de ese estilo.
Todo resultaba realmente excitante, tal y como Sirius se lo había dicho.
-Hola, Padfood.
Una sensual voz habló al oído de Sirius. Se trataba de una chica bella y en mini falda, que dejaba poco a la imaginación de quien la miraba.
Demasiado atractiva pero no fuera de lugar.
-Hola, Johanna. Hace tiempo. Sonrió el pelinegro, permitiendo que la chica lo abrazara.
-Lo mismo digo. ¿Qué ha hecho el fiero Padfood durante este tiempo?. Te extrañé.
La voz melosa y sensual de la mujer jugó con el aire permitiéndose así misma pegarse aun más al cuerpo del pelinegro y lamerle la mejilla con total descaro.
Una actividad que resultaba normal entre el grupo.
-Cuando ganes la carrera celebraremos. Verás que recordamos muy buenos y viejos tiempos.
Ronroneó la mujer, haciendo sonreír a Black quien denegó con la cabeza.
-Lo siento Johanna, hoy no será.
-Oh, Padfood. No seas malo conmigo. Si he venido hoy especialmente por ti. Musitó ella, haciendo un puchero que terminó en un beso efímero sobre los labios del profesor.
Sirius se sintió halagado. La mujer realmente le había hecho pasar noches de intensa pasión y mucho más, pero definitivamente ese día no sería.
Por eso y con total caballerosidad como solo él podía hacer, se retiró de la exuberante chica que había comenzado a besarle el cuello con verdadera ansiedad.
-Hoy no Johanna. Tal vez alguien por aquí pueda suplirme.
La mujer volvió a hacer un puchero pero no se acercó más al pelinegro.
Por otro lado Bill lo miraba todo desde su misma posición y optó al final por recargarse en un poste de luz y aguardar a que Sirius dejara de jugar.
La descarada mujer esa no terminaba por gustarle en nada, mucho menos cuando se acercó de más a su amante y lo besó con total familiaridad.
Por un momento sintió arder las entrañas, pero al segundo siguiente prefirió ignorar las cosas y aguardar a que Sirius lo recordara.
-Hola. ¿Nuevo por aquí?.
Un chico de rasgos finos y ojos grises se acercó a su lado.
Su sonrisa era bastante llamativa pero a Bill no terminó por gustarle su coqueteo.
-Digamos que acompaño a alguien.
-Entonces es tú primera vez. Digo, de una carrera.
El pelirrojo sonrió ante la broma del desconocido, admitiendo que no era tan malo conversar después de todo.
Si Sirius lo hacía¿por qué él no?.
-¿Cómo te llamas?. Cuestionó el desconocido, acercándose bastante al pelirrojo.
-William.
-Bonito nombre, Bill. Yo soy Carl. Compito también. Se presentó el muchacho cerrando la poca distancia que quedaba entre él y el pelirrojo.
-¿De veras?. Eso suena interesante.
-Digamos que tengo la mejor marca por aquí. Por eso muchos me envidian y me...desean. Murmuró con sensualidad al oído de un Bill que solo sonrió.- Pero no soy fácil. Digamos que solo permito que los mejores se me acerquen y...¿sabes qué?.
-No, dime. Sonrió el menor tras sentir las manos del desconocido en sus nalgas.
-Haz sido seleccionado para darme mi premio cuando gane esta noche.
-¿De verdad?. ¿Y qué premio es ese?. Continuó con el juego.
-Un beso, claro. Y...una noche inolvidable.
Bill sonrió con seducción al sentir las manos del otro recorriendo su anatomía, más sus labios se ensancharon cuando una mano apartó con molestia al seductor desconocido.
-Hola, Carl. Masculló Sirius con molestia. Apenas se había apartado de Johanna había buscado a su acompañante, encontrándolo en las garras de aquel sujeto que no soportaba.
-Padfood, hola. Bueno verte después de tanto tiempo. ¿Cómo has estado?. Sonrió Carl al mirar la furia dentro de los azulados ojos del pelinegro.
-Aléjate de él. Sentenció el profesor estrujando la camisa del otro para después dejarlo.
-¿Molesto, Black?.
-¿Con basuras como tu?. No lo creo. No vales mi tiempo.
Carl, un chico que gustaba del multicolor en el cabello, gruñó. Friccionando sus manos en puños.
No le agradaba Sirius por lo "presuntuoso" que podía llegar a ser en ocasiones, mucho menos cuando acaparaba toda la atención.
Sabía que el desagrado era mutuo pero nada como el suyo.
-Aceptó ser quien de el "segundo premio".
Sirius enarcó una ceja en señal de enfado.
Los segundos premios obviamente consistían en cosas que el dinero ganado no podía dar.
-¿Ah si?.
-Claro. No podrás evitarlo cuando me lo de a mi. Dio su palabra.
Sirius imitó al otro en el friccionar de sus manos pero la oportuna aparición del pelirrojo en escena evitó que efectuara un homicidio.
-Tranquilo. Susurró Bill acercándose a su amante.- Todo está bien.
El pelinegro sintió el beso en su cuello y solo le bastó mirar los azules ojos del muchacho para controlar su enfado.
-Tienes razón, yo ganaré.
Sin mas el profesor haló a Bill y se encaminó con él a otro lugar en donde no hubieran chicos con colores extraños en el cabello o sonrisa cínica en el rostro.
-Esto es personal, Black. Murmuró Carl al ser abrazado por Johanna.
-¿Peleando de nuevo, Padfood?. Ese es nuestro chico. Guiñó Fred cuando el aludido llegaba a su lado.
-Es un insoportable. Gruñó el hombre tras apretar aun mas su agarre en la cintura del pelirrojo.
-Pero Padfood, vienes acompañado. ¿No nos presentarás a tú atractivo novio?.
Bill sintió de repente que el color de su cabello se incrustaba en su rostro.
-Yo no soy...
-Fred, chicos, él es Bill. Presentó Black sin denegar o afirmar nada sobre el apelativo lanzado hacia su compañero.
-Wow, Padfood. Tienes encantadores gustos. Es monísimo. Una chica se acercó a Bill y le besó ambas mejillas sonriendo cuando el carmín en el muchacho aumentó.
-Pero vamos, vamos, no te ves con la pinta de tímido. Padfood no tiene ese estilo. Guiñó Fred al estrechar la mano del menor y al instante un coro de risas llenó el aire.
William se encontraba un tanto en shock con lo que había escuchado pero al cabo de un rato y cuando las charlas lo adentraron en ese nuevo mundo que Sirius le invitaba a conocer, lo olvidó todo. Incluso el azoramiento que en muy pocas veces dejaba ver.
-Bien. Llegamos. Anunció la voz de Brandon cuando descendió del auto convertible.
Sean miró en derredor y si en un momento estuvo convencido de que lo que hacía era aceptable, ya no estaba tan seguro de eso.
-Manos a la obra "maestro", aun tenemos que darle los últimos toques a nuestro bebé. Él ganará. Guiñó el acompañante del de anteojos, haciéndole sentir útil en todo eso.
Sean bajó del auto y siguió a Brandon quien se unió a un grupo de chicos que eran por decirlo de alguna manera: la porra oficial.
-Bien, hemos trabajado mucho para lograr llegar hasta aquí y gracias al "maestro" hoy lograremos vencer de una vez por todas a esos patanes. ¿Quién está conmigo?.
De sobra estaba decir que todos los presentes apoyaron las palabras de Brandon, el cual abrazó fuertemente a Sean y hasta le besó de manera efusiva en la mejilla.
El de anteojos solo se ruborizó y recibió las alabanzas del concurrido grupo con algo parecido al gozo y al nerviosismo.
-Vamos, "maestro". El resultado de la competencia está en sus manos.
Sean sonrió. Estaba en su momento de gloria y aunque no lo compartía con sus amigos, podía decirse que era un buen y nuevo cambio para él.
Brandon resultó ser un corredor de motocicletas, la cual había sido demolida prácticamente en una riña callejera.
Steve había prometido ayudar en su reparación pero Sean había resultado más que el mejor para el trabajo.
Una buena paga que no necesitaba pero si mucha paciencia para reparar una máquina que tenía por logo: Ser el vencedor.
Ese tipo de competencias no eran de su agrado, mucho menos porque estaban vetadas por la ley. Pero había dado su palabra que repararía la dichosa motocicleta de Barndon y así lo haría.
Desde el momento en que había aceptado le apodaban "maestro" y él pensaba que era una clase de mofa que a pesar de eso lo llenaba de orgullo.
Había pasado parte de la tarde ensamblando las piezas finales y añadiendo dispositivos que Brandon le había pedido.
Todo estaba listo, solo faltaban los retoques finales y al fin la siempre denigrada zona trece acabaría con su racha de mala suerte.
Al menos estaba en su meta desbancar a Carl Roquet de su engreimiento personal.
-Hey, Brandon, ahí está ese sujeto.
-¿Carl?. ¿Y ahora ese idiota de que color lleva el cabello?. ¿Fucsia?.
Risa general y Sean sonrió de solo imaginar tal color de cabello en un hombre.
-No, verde y al parecer está enfadado.
-Mejor. Así le saldrá el tiro por la culata.
Inquirió Bandon al acercarse a unos de sus amigos.
-Vaya, parece que hoy tenemos competencia buena. Padfood regresó.
Sean, quien verificaba algunas cosas por medio de una portátil miró en dirección a Brandon. Aquel "apodo" resultaba interesante.
-Si, ya lo vi.
-¿Por qué Padfood?. Inquirió el de anteojos sin apartar la mirada de lo que hacía.
-Dicen que cuando el hombre era más joven, era el terror de las carreras clandestinas. Relató Brandon al reunirse con Sean.- Dicen que su modo de correr era tan sublime que llegado el momento podía hacer una maniobra tan espectacular que incluso el rugir de la motocicleta guardaba silencio. De ahí su sobre nombre, que es algo como "sigiloso".
-¿Es muy viejo a caso?. Indagó Sean repentinamente interesado.
-No, para nada. Pero se dice que comenzó a correr a los quince años y a una semana de haber adquirido una motocicleta.
-O sea que todo lo que cuentas son leyendas urbanas.
-No, es verdad. Solo que hacía tiempo que no se presentaba a correr. No contaba con eso. Musitó el chico de color al pensar las cosas con detenimiento.
El de anteojos terminó su labor por lo que cerrando la portátil sonrió a Brandon.
-Ánimo. Esta preciosidad fue hecha para ganar. Siempre ten eso en mente.
El de color sonrió asintiendo, atreviéndose a robarle un efímero beso al de anteojos que si bien se sonrojó, lo aceptó como una muestra solo de afecto.
Después de ello se acercó a donde el resto de las personas miraban y se encontró con que la carrera estaba a punto de iniciar.
Sería bueno mirarlo todo más de cerca. Comenzaba a mirar placentera la velocidad y estaba preparado para todo. Menos, para lo que miró al terminar la carrera.
Continuará...
Antes de partir realicé un chap más. Espero de su agrado
Espero que al regresar de mi rehabilitación todas las ideas sigan como hasta hora en mi cabeza.
Por el momento es todo lo que puedo ofrecer pero como siempre de corazón.
Todo comentario es bien recibido así como también crítica.
Cuídense mucho y espero verlos muy, muy pronto.
Con mis mejores deseos siempre su amiga:
KLF
