Parte II: "En medio de la sal, el lirio florece"

La música retumbaba en los parlantes del lugar que Benimaru había elegido para celebrar el fin de la soltería de Kyo. Todos parecían divertirse a montones, todos menos el festejado. Porque a medida que más avanzaba la noche a Kyo se le hacía más y más agobiante el peso de su inminente matrimonio y por sobretodo, que se iba a casar con alguien que no amaba. Deseaba en ese momento y no sabía bien por que, que Yagami apareciera y lo matara de una vez por todas o tal vez luchar con él hasta quedar inconsciente. La imagen del fiero pelirrojo se formaba en su mente, más nítida ahora que otras ocasiones, porque debía admitir que el testarudo de Yagami siempre estaba en su pensamiento, todos y cada uno de los días desde que lo conoció. Siempre se preguntaba qué estaría haciendo y dónde, qué pensaba y qué sentía. Se había convertido ya en parte importante de su vida, pero el se afanaba en negarlo, adjudicándole el carácter de costumbre. Pero lo cierto es que lo esperaba cada día, con ansias de verlo, como un niño que espera la llegada de la Navidad. Terminó de beber el poco de cerveza que quedaba en su vaso y se maldijo por pensar que Yagami sería un escape a su estúpida vida y a aquel aterrorizante futuro que le esperaba. Debía aceptar de una vez por todas que nunca sería libre para decidir, esa era su suerte. Se levantó despacio, como queriendo que la noche no acabara nunca y se dirigió a la terraza, necesitaba mirar el cielo, la luna.

Estaba realmente decepcionado, porque nada había resultado como el había querido. Realmente deseaba que Kyo se divirtiera, pero tal vez la fiesta había acentuado su tristeza. Porque el sabía que Kyo no estaba nada contento con su matrimonio con Yuki y que sólo quería olvidar que existía. Tampoco había logrado acercarse a el para besarlo, porque su desgano lo detenía. De pronto miró hacia donde estaba Kyo y lo vio salir. Seguramente quería alejarse de todos, típico del castaño. Pero el no se dejaba vencer así de fácil, si no podía besarlo, lograría que le contara lo que le estaba pasando. Tenía la rara sensación de que todo tenía que ver con el pelirrojo endemoniado, por que hacía cuatro días que no retaba a Kyo.

¡Mierda! dijo por lo bajo Te le has metido bajo la piel imbécil y se dirigió a la terraza.

Beni se le acercó por la espalda, muy despacio, con aquellos movimientos felinos propios de su persona. Kyo parecía absorto, con la vista perdida en la redonda y pálida luna que se elevaba en el estrellado cielo. Tenía las manos aferradas a la barandilla de la terraza y parecía no haberse dado cuenta de la presencia del rubio. Largo rato se quedó Benimaru contemplando a su amigo, sin atreverse a interrumpir su silencio. Todo el ímpetu que tenía hace tan sólo unos momentos se había desvanecido. La espalda del joven castaño tembló ligeramente y Benimaru comprendió, que esta vez sólo tendría el papel de mejor amigo.

¿Por qué no ha venido? la voz temblorosa de Kyo cruzó el aire, perdiéndose Se suponía que el debería retarme, luchar, ¡maldito cobarde, un sollozo ahogó sus palabras¡imbécil, mil veces imbécil Yagami! Benimaru estuvo ahí para abrazarlo y que llorara cuanto quisiera. Lo rodeó con sus cálidos brazos, mientras Kyo ocultaba su azorado rostro en el pecho del que era su confidente.

No tengo respuesta Kyo, yo ya no sé nada dijo acariciando los cabellos del joven Kusanagi Sólo se que deberías admitir lo que te empeñas en negarte a ti mismo, tu lo sabes Kyo se aferró todavía más a su pecho, tanto que podía oír el latido del corazón de Benimaru. Las palabras de su amigo lo herían, lo herían profundamente. Pero sabía exactamente a qué se refería.

No te cases para escapar Kyo, no es malo temer, pero peor sería perderlo ¿no crees? Le levantó el rostro y pudo ver los hermosos ojos ámbar de Kyo hinchados por la pena No seas cobarde ahora

Esto no debería haber pasado, ¡mierda Beni! dijo con impotencia yo simplemente debería amar a Yuki bajó el rostro avergonzado, lastimado Pero yo soy un iluso si creo que la vida es simple una sonrisa de resignación y tristeza se formó en su rostro. No quería que Yagami desapareciera de su vida, le era imposible concebir una vida sin el. Lo necesitaba como a respirar, aunque el sólo quisiera matarlo. No había tenido miedo de morir, sino de que aquel pelirrojo lo despreciara y no soportaba la idea de amar solo, de que no lo quisiera. Había pedido un escape a este sentimiento que lo ahogaba en conclusiones claustrofóbicas y ahí había estado Yuki, su salida. Pero ahora estaba confundido y todo su cuerpo gritaba que estaba equivocado, porque nunca sería feliz a su lado. Los rostros de su padre y su madre se acrecentaron en su pensamiento, el deber, su clan, todo para lo que había sido educado, no podía fallarles, su matrimonio era lo correcto. Pero si era lo correcto ¿por qué se sentía tan mal, ¿por qué le dolía tanto? Había maldecido a Yagami más veces de lo que podía recordar, por robarle la fe, la calma. Pero no podía sentir por el más que ganas de tenerlo cerca, respirando a su ritmo, tal vez tocando su pálida piel. Hubiese muerto dichoso, si Yagami hubiese sido su verdugo. Y ahora, aquí abrazado a Benimaru, al fin reconocía que eso era lo que deseaba y siempre se había negado: ser asesinado por Iori Yagami. Por que si ese era el único contacto que tendría con el, lo quería y sin arrepentimiento, sin dudas. Pero el pelirrojo no estaba ahí, hacía días que no estaba ahí para el y solamente podía amarlo con odio, con odio por haberlo abandonado.

La fiesta ya había terminado y con ella su esperanza, porque había decidido seguir con su destino y casarse, ya no había más por hacer. Beni se había enfadado con el por no hacer nada con respecto a lo que sentía, pero al fin lo había consolado, dejándolo llorar en su pecho. Estaba enormemente agradecido de el, por no abandonarlo, por estar siempre ahí para el. Tal vez era egoísta pero no podía evitar sentirse hambriento de cariño, de atención. Por que en el fondo por más grandiosa que pareciese su vida, no era cierto, era una mierda. Siempre se sentía solo, aunque el salón que ocupara estuviese lleno de gente. Era una soledad crónica, que solamente desaparecía con Yagami, con aquellos duelos, por que era lo único suyo. Claro que el cariño de Benimaru lo reconfortaba, pues eran cómplices en la soledad. Y ahora en este momento deseaba que su corazón fuese otro y tal vez amar a Benimaru, eso hubiese sido menos doloroso. Pero no se podía, tenía a Yagami diluido en la sangre. Suspiró y siguió caminando, le había dicho a Beni que quería estar solo. A su amigo le costó para dejarlo ir, pero al fin comprendió que debía hacerlo. Estaba a punto de subir a su automóvil, cuando algo lo hizo subir la mirada y abrir los ojos de par en par. El corazón quería quebrársele ahí mismo, bombeando con fuerza sangre a sus mejillas.