Disclaimer

Esta historia está basada en

Harry Potter, de J.K. Rowling.

Toda ella está escrita sin ánimo

de lucro para divertir a los

lectores y por supuesto, a

mí misma. Cirinde Stevenson,

Arean Knox y otros personajes

son de mi propiedad.

Capítulo tres: Las sombras

''Pero al llegar la noche

todo cambia

escucho esas voces

son amenazas

¿Qué pasa ahora?

No entiendo nada,

he visto sombras

que me alcanzaban''

Alex Ubago

Cirinde despertó y al instante se arrepintió de haber recuperado la consciencia. Un calambre le recorrió la espalda, arrancándole un gemido de dolor. Se incorporó con dificultad en la incómoda camilla, frotándose la cabeza y preguntándose, confusa, cómo había llegado hasta allí. Los recuerdos llegaron a su mente como un latigazo fustigador, pero sólo lograron confundirla aún más. Por mucho que rebuscó en su memoria, no pudo recordar nada después de aquel insulto que Weis le había dedicado. Tal vez se había desmayado…

La cortina del biombo que aislaba su camilla del resto de la enfermería ondeó hacia un lado, dejando paso a un profesor alto y delgado de nariz aguileña y pelo grasiento, seguido de cerca por una anciana fornida de rostro bondadoso.

-¿Señorita Stevenson?

-¿Por qué estoy aquí?- Cirinde los miró, primero a Snape y luego a madame Pomfrey, deteniéndose más en el rostro preocupado de ésta última.

Snape apretó los labios.

-Usted… ¿usted no recuerda nada?

-¿Debería recordar algo?- la muchacha abrió los ojos hasta que sus párpados se empezaron a resentir.

Snape giró sobre sus talones y dirigió una mirada apesadumbrada a la enfermera.

-Me temo que no nos hemos equivocado pero, si en verdad no sabe nada, este caso es aún más grave. Tal vez…

-¿Podrían dejar de hablar de mí como si no estuviera?- exclamó la ravenclaw, temblando de exasperación.

Snape chascó la lengua. Sus ojos penetrantes se clavaron en la joven, con un rictus cruel en las duras facciones de su rostro.

-Bien, Stevenson¿quiere saber qué ha sucedido?- la pregunta no esperaba respuesta y Severus continuó- Ha agredido a un profesor, con una maldición imperdonable y si la profesora Thewlis no la hubiese detenido, seguramente estaríamos tratando un homicidio.

Pomfrey se tapó la boca con las manos, ahogando un grito de sorpresa y horror. La cara pálida de Cirinde adoptó un alarmante tono ceniciento. Abrió la boca, pero sólo emitió unos balbuceos nerviosos.

-No… no puede ser, yo nunca…

Snape sonrió con sarcasmo.

-Sí, señorita. Usted. Pero, dadas las circunstancias, puede que no sea más que una víctima. Sospechamos que ha sido controlada por la magia de alguien externo a este colegio.- El profesor hablaba como si escupiese las palabras, con asco- No es el primer caso que se presenta, pero he de preguntarle si en alguna ocasión le había sucedido algo semejante a la inversa, si ha podido controlar el cuerpo de su agresor.

Cirinde movió los dedos inconscientemente. Se pasó la lengua por los labios resecos y titubeó.

-No, no he podido- aseguró, consciente de que, aunque no mentía, tampoco estaba siendo completamente sincera.

El rostro del profesor permaneció impasible, como si la pregunta hubiese sido formulada por estricto protocolo y no esperara otra respuesta.

-Este asunto excede mi autoridad. Debo consultar con el jefe de su casa y con el mismo director antes de tomar una decisión. Abandonará la enfermería cuando Pomfrey lo crea conveniente y mañana se le avisará de lo que decidamos.- dijo y, sin más, giró sobre sus talones y se encaminó a la salida.

-Profesor.

-¿Si, Stevenson?

-¿No me pregunta si sé quién es ese desconocido capaz de controlarme?

Snape paró en seco y se volvió, con una sonrisa sarcástica en sus finos labios.

-Para realizar una hazaña semejante es necesario un poder mágico excepcional, o eso o poseer un vínculo de sangre muy fuerte con el implicado. En su caso hay pocos candidatos, por no decir que sólo una persona cumple los requisitos.- Snape exhaló un largo suspiro que Cirinde no supo si atribuir al cansancio o a la falta de interés -Así que no, no me hace falta preguntar.

Cirinde lo vio alejarse y se revolvió en la camilla, cruzándose de brazos con frustración. No sabía por qué, pero aquel profesor siempre lograba que se sintiera pequeña e insignificante.

Pomfrey regresó con una taza que desprendía un fuerte olor casi visible en el aire puro y limpio de la ventilada habitación. La joven suplicó en silencio no ser la destinataria de tan nauseabundo mejunje.

-¿Te encuentras mejor?- dijo, con una sonrisa bondadosa en su rostro surcado de arrugas.

-Sí, perfectamente- mintió, haciendo caso omiso de un dolor punzante en la espalda- ¿Puedo irme ya?

-Hum… -Se frotó la barbilla con aire pensativo, sopesando la gravedad de su estado- Bueno, en realidad sólo ha sido un golpe, si no presenta molestias no hay razón para… ¡Espera¿Adónde vas?

La ravenclaw había saltado de la camilla y ya atravesaba el umbral, sin ninguna intención de volverse a discutirlo.

-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-

Las gotas caían del techo causando un estruendo de ecos por los pasillos de las mazmorras. Nathan se frotó las manos en un intento de entrar en calor, preguntándose de dónde procedían aquellas filtraciones. El lago, tal vez. Sus pasos se detuvieron ante un trecho de pared vacía y llena de humedad, un muro de aspecto tan lamentable que nadie le hubiese prestado demasiada atención.

-Intervigilium - susurro con voz fría y lacerante, casi tanto como su propio carácter.

La pared se abrió, dejando paso a una sala alargada e iluminada pobremente por unas lámparas que colgaban del techo, firmemente unidas a unas cadenas. Éstas emitían un agudo sonido metálico al son del vaivén del viento en la gélida estancia. Frente a la hoguera, una docena de figuras le observaban, instaladas cómodamente en los sillones oscuros de aspecto sobrecargado. Todos dibujaron suaves sonrisas complacientes, todos menos Arean Knox, que se limitó a dirigirle una mirada astuta e impasible.

-¿Llego tarde?-dijo Nathan, sonriendo abiertamente.

Arean azuzó las llamas de la chimenea.

-En realidad no esperaba más por tu parte. Pero la próxima vez…-clavó sus grises ojos en los de Nathan- tal vez decida prescindir de tu presencia.

El slythering apretó los dientes, conteniendo la rabia que ardía en su interior.

-Bueno, ya que estamos todos- exclamó otro slythering, tratando de calmar la tensa situación- deberíamos proceder al motivo de la reunión. ¿Knox?

Arean asintió con gesto ausente, con los ojos clavados en la pequeña fogata.

-Como sabéis, desde hace años corren ciertos rumores sobre que…

-¿Hemos venido a cotillear como viejas inútiles?- preguntó Nathan, alzando una ceja sarcástica. Los slytherings le miraron, asombrados por su osadía y las consecuencias que ésta podía ocasionarle, consecuencias que todos conocían. Knox chascó la lengua, levantándose del sillón. Sus pasos apenas resonaron en el duro suelo de piedra: el muchacho era silencioso como su propia sombra.

Sus largos dedos se cerraron en torno a la muñeca de Nathan.

-Puede que fuera de Hogwarts tengas un brillante futuro en el bando del señor Oscuro, un privilegio que sin duda tu padre se encargará de proporcionarte, Nathan- las palabras salían de su boca en un susurro casi inaudible para los demás- pero entre estos muros no eres más que una sombra, una sombra a mi merced.

Apretó la mano con fuerza hasta que los huesos crujieron y el joven emitió un agudo grito de dolor. Jadeante, Nathan apretó los dientes, reteniendo una oleada de ira que luchaba por emerger. Una sonrisa se dibujó en el rostro casi inexpresivo de Arean, que soltó la mano con una mueca de desprecio.

-¿Alguien más piensa interrumpirme?

Las sombras se revolvieron, nerviosas, pero ninguna se atrevió a romper el silencio sepulcral. Arean sonrió con placer.

-Corren ciertos rumores sobre que la descendiente del Lord estudia en esta misma escuela, lo cual siempre se ha sospechado y resulta predecible, teniendo en cuenta quien dirige Hogwarts- el joven hablaba rápido para evitar que los murmullos de asentimiento o incredulidad se alzasen por encima de su voz- La ''niña'' del señor ha permanecido desde su nacimiento en el anonimato, y sería muy beneficioso para nosotros que pudiésemos encontrarla y convertirla a nuestra ''inocente'' causa.

-¿Y vamos a ponernos a perseguir un simple rumor?- preguntó Nathan, que aún se frotaba la muñeca inerte- Lo que deberíamos hacer es abandonar esta maldita pasividad y empezar a actuar en serio.

-¿Insinúas que deberíamos efectuar una ''limpieza''?

Los ojos oscuros del slythering brillaron con sed, una sed que tal vez nunca llegaría a saciar.

-No estaría mal, para empezar.

Knox rió.

-¿De veras piensas que tú podrías completar una obra que el mismo señor tenebroso no pudo?- Su risa era cada vez más estridente, burlándose- No, no podemos arriesgarnos a ser descubiertos, ni tampoco debemos provocar el cierre de Hogwarts- Arean entrecerró los ojos, divertido con la expresión iracunda de Nathan- No conviene que te dejes llevar por tu espíritu camorrista, la discreción es vital. Fuera de esta sala somos sólo sombras.

-¿Y qué me decís de captar aliados?

Esta vez la pregunta había sido formulada por un slythering de rostro afilado y oscuro pelo crespo.

-No debemos preocuparnos por eso¿verdad querida?- dijo en tono sardónico, señalando a una joven que permanecía en un rincón en sombras, con el rostro oculto por una cortina de cabellos rubios. La chica asintió levemente, daba la impresión de, en realidad, el asiento que ocupaba estaba vacío y sumido en la oscuridad.

-Parece que lo tienes todo muy controlado, Knox.

Malfoy se subió la capucha dejando entrever sus pupilas azules. Arean giró el rostro, aparentando esa impasibilidad tan común en él, como si nada ni nadie inspirase la más mínima emoción en su ambiciosa alma. Pero no era así, su mirada se había vuelto ígnea, llameante de un odio imposible de esconder. Su puño cerrado temblaba de ira contenida. Sí, odiaba a ese Draco, pues el pasado nunca es fácil de olvidar y, para su desgracia, sus destinos no sólo se habían unido, sino que se entrelazaban formando nudos complejos que no podían ceder. Lo odiaba, porque Draco Malfoy era la única persona capaz de hacer aflorar odio y rabia en sí mismo, venciendo la inmunidad emotiva que tan agradable le resultaba.

Malfoy rió entre dientes, con la vista oculta bajo la capa.

-Bien, entonces supongo que debemos dar por concluida la reunión- anunció Lisa, una muchacha que cursaba su quinto curso en Slythering. Arean la miró con irritación, preguntándose por qué tendría siempre esa expresión de asco, como si el aire que respiraba le resultase repugnante. Los slytherings le observaron, expectantes, esperando su consentimiento. Arean asintió levemente con la cabeza.

-No olvides- dijo Malfoy, cuando todos hubieron desaparecido tras el muro encantado- que siempre estoy aquí, esperando que des un paso en falso… y entonces no podrás salvarte.

Arean se recostó en el sillón mientras Draco se perdía en las mazmorras, con una sonrisa mordaz en los labios. No habría pasos en falso, no habría ningún fallo. Todo estaba calculado hasta el más mínimo detalle y no se admitían errores, tenía suficiente capacidad como para no cometerlos y ya no quedaba nada en el mundo que lograse volverlo atrás…

Flashback

El niño jugueteaba con un coche de plástico, haciéndolo girar por la mesa de la cocina y abriendo caminos entre la harina desperdigada. Eve colocó cuidadosamente la pasta de las galletas en el molde, creando nubes, estrellas y corazones comestibles espolvoreados de azúcar glass. Exhaló un profundo suspiro, introduciendo la pequeña bandeja en el abochornante calor del horno. Casi involuntariamente, se pasó la mano por la frente sudorosa, evitando que las gotas cayeran en sus ojos pardos.

-Mamá- rió el pequeño- ¡te has manchado la cara de harina!

Eve sonrió, envolviendo entre sus brazos el frágil cuerpecito de su hijo y acariciando su suave cabello oscuro.

-Mmm… ya debemos cortar esa cabellera rebelde.

-No mamá, quiero tener el pelo largo, como el de papá- dijo, señalándose los hombros con los dedos- ¿Puedo?

Su madre le dio un sonoro beso en la mejilla.

-Claro que puedes.

El pequeño dibujó una enorme sonrisa en su cara infantil, entornando los dulces ojos grises en los que aún se distinguía la sombra de su inocencia.

Sonó un timbrazo impaciente. Eve dio una ligera palmadita en el hombro de Arean y salió de la cocina, restregándose las sucias manos en el delantal. Los goznes chirriaron y un hombre alto de largo cabello rubio platino la saludó desde el umbral con voz helada y firme.

-Buenas tardes, Eve.

-Hola, Malfoy- respondió ella, con una sonrisa forzada.

-¿Puedo pasar? Debo hablar contigo sobre un asunto muy serio, se trata de mi hermanastro.

Eve titubeó, pero finalmente asintió con la cabeza, haciéndose a un lado para permitirle el acceso a la vivienda.

-¡Hola tío Malfoy!- exclamó Arean, acercándose a Lucius entre saltos de alegría. Él lo miró con desconcierto. Un tic nervioso asomó en su mejilla izquierda mientras se agachaba hasta colocarse a la altura del pequeño.

-Vaya, vaya, como creces, Arean- dijo, con una mueca de desagrado.- Tienes los mismos odiosos ojos de tu padre, pero me alegra ver que has heredado el sedoso cabello de Eve.

Cerró los dedos en torno a los largos mechones oscuros, aspirando su olor con aire nostálgico. El niño intentó desasirse del agarre, gritando desesperadamente que le hacía daño.

-¡Ya está bien, Malfoy!- dijo Eve, apartando a su hijo- Arean, vete arriba, a tu habitación.

-Pero mamá, yo…

-¡He dicho que te vayas a tu habitación!

El niño dio un respingo, sorprendido por el tono imponente de su joven madre. Subió las escaleras a desgana, pero no obedeció la orden, sino que permaneció oculto en el pasillo, atento a lo que se decía bajo sus pies.

-Di lo que hayas venido a decir, Malfoy, y vete. No eres bien recibido en esta casa.

Malfoy se acomodó en el sillón, extendiendo sus brazos sobre el respaldo de tela amarillenta.

-Eve, Eve… siempre tan sincera. No hay un atisbo de falsedad en ti. Tal vez fue eso lo que me resultó tan atractivo, quién sabe.

-¿Has venido a remover el tórrido pasado? Porque si es así, ya sabes donde está la puerta.

Malfoy rió entre dientes.

-No, he venido a comunicarte que mi querido ''hermano'' fue desenmascarado.

La mujer lo miró con el ceño fruncido, incrédula.

-¿Desenmascarado¿A qué te refieres, Malfoy?

-Quiero decir que los aurores descubrieron que era leal al señor tenebroso.

Eve soltó un bufido.

-No, eso fue hace mucho tiempo, Lucius. Brian ha cambiado mucho, él ya no…

-¿Eso te dijo?- su risa se tornó estridente, casi dolorosa- ¿Y dejaste que te engañase? Brian nunca dejó de ser un mortífago, Eve.

La mujer se llevó una mano al pecho, apretando entre sus dedos el collar que pendía de su cuello. Cerró los ojos con frustración, negándose a creer lo que aquel hombre le decía con una sonrisa de horrible placer en los labios.

-No se sale tan fácilmente de las garras de quien-no-debe-ser-nombrado. Aunque tu esposo lo hubiese intentado, nunca lo habría logrado.

-Pero¿qué van a hacerle¿Lo llevarán a Azkaban? Primero se celebrará un juicio, no?

Lucius no contestó, y el silencio fue la peor de las respuestas. Un escalofrío recorrió la espalda de Eve.

-¿Ma… Malfoy?

-Me temo… me temo que el Wizengamot no celebrará ningún juicio, no será necesario. Brian ha muerto.

Eve se derrumbó sobre una silla. Su respiración se volvió entrecortada y un gemido lastimero escapó de su garganta.

-No…- murmuró, luchando por contener las lágrimas que amenazaban con ahogarla en la desesperación.- ¡Mientes!

Escondió el rostro entre las manos sollozando, derrotada por el dolor. Lucius trató de acercarse a ella.

-¡No me toques!-grito, apartándose de él- ¡Sé que has tenido algo que ver, Lucius¿No podías dejarnos en paz¿Tenías que odiarle eternamente?

-Vamos Eve, estas dolida, te entiendo, pero no te confundas. Yo no tuve nada que ver…

-¡No me mientas, Malfoy!

Lucius rió a desgana, alzando las cejas con resignación.

-El tiempo pone a cada uno en su lugar: a ti, a mí… y a Brian.

La mujer se levantó y le dio un sonoro bofetón.

-Eres una rata, una sucia rata nauseabunda, Malfoy. ¡Ojalá acabes con tus huesos en Azkaban!

Los gélidos ojos del mortífago la atravesaron como dagas afiladas. Casi sin dejarle tiempo para defenderse, la agarró por las muñecas y la apretó contra la pared, arrancándole un grito de dolor.

-Elegiste al hombre equivocado, Eve. Sí, tal vez tuve algo que ver. Te sorprendería lo tremendamente fácil que resulta tender una emboscada pero¿puedes demostrarlo acaso?- los labios de Lucius se torcieron en una mueca macabra que pretendía ser una sonrisa- No vuelvas a tocarme, querida. No me desafíes si en algo aprecias tu vida y la de tu propio hijo.

Malfoy la soltó de un empujón, haciéndola caer sobre la larga y mullida alfombra. Le dirigió una última mirada y volvió la espalda, saliendo de la casa con un fuerte portazo que hizo estremecer los cimientos.

Eve, sin fuerzas para levantarse, se miró las marcas rojas de los dedos del mortífago en su piel blanquecina. Las lágrimas amargas corrían sin control por sus mejillas para ir a morir a su cuello.

-¿Mamá?

Levantó la vista y se topó con la frágil silueta de Arean, asomando temerosamente su cabeza entre los barrotes de la escalera.

-¿Mamá, estás bien?

Eve, incapaz de hablar, extendió los brazos hacia el pequeño, que corrió a esconderse en su cálido abrazo.

-Papá volverá, lo sé. Tío Malfoy es un mentiroso.

Ella lo apretó con fuerza contra su pecho, sollozando desesperadamente.

-No, hijo, tu tío le ha matado- susurro casi para sí misma, y al instante se arrepintió de haberlo dicho, esperando que Arean no la hubiese escuchado.

Pero él la oyó.