¡¡¡Hola!!!
Lady Kenobi: el título es raro, pero no me lo he inventado. ¿Has visto "Una mente maravillosa"? Pues el prota, John F. Nash, era matemático, ¿recuerdas? Bueno, pues al principio, cuando está en el bar con sus amigos y dice aquello de "Adam Smith estaba equivocado" te explica lo que sería su teoría económica que le valdría el Nobel en 1994. Pues bien, esa teoría se llama Teoría de los Juegos de Suma Distinta de Cero y viene a decirte que la gente no decide buscando el máximo beneficio, sino que la gente decide teniendo en cuenta sus posibilidades y negociando con otras personas de manera que nadie pierda del todo. No se si me explico, pero puedes verte la peli otra vez y fijarte en esa parte si quieres. Es como dice Harry: Elegir de lo malo lo mejor... o lo menos malo. Por eso yo no estaría tan segura de que... mejor me callo que me espoileo.
Eva Vidal: Ha de ser digna segunda parte de un fic que rayaba el angst, chiquilla. Aunque pronto se anima, no te preocupes.
Sacralo: ¡Hola! Pues ya ves. La verdad es que en cuanto terminé la primera parte aquí me puse con esta y en tres tardes ya tenía dos capítulos. Eso sí, a partir del tercero tardaré más en atualizar, lo siento. Oye, ¿recibiste mi mail?
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La espera
"La diferencia fundamental entre los jóvenes y los viejos es que simplemente sus vidas van a velocidades diferentes.
Muchas veces se ha tachado a los jóvenes de impulsivos, temerarios, egoístas incluso. Y a los viejos de conservadores, cobardes, estáticos. Famosa es la frase de "En los ojos del joven arde la llama y en los del viejo brilla la luz", pero, ¿qué luz? Se sobrentiende que es la sabiduría, pero se olvidan ambos bandos de una cosa fundamental: de conocerse mutuamente, pues el joven no sabe lo que es ser viejo y el viejo no suele acordarse de lo que es ser joven."
Paseos con Lillian Baker. Carlotta di Ciaro.
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El tiempo era muy relativo.
Tras años de experimentar la elasticidad de aquella cuarta dimensión, podía asegurar, sin temor a equivocarse, que si algo tan fundamental en el universo podía ser tan sensible a los cambios de humor de los seres humanos, ¿qué hacía que otras cosas más mundanas no se vieran igualmente afectadas?
Como por ejemplo el valor.
¿Por qué ahora que sabía lo que tenía que hacer el tiempo corría tan deprisa? Parecía que lo hacía sólo para atormentarle, para restregarle en la cara que si iba tan rápido era porque él lo había decidido, porque no tenía valor suficiente como para hablarles a sus amigos con franqueza.
Pero el valor estaba muy influido por otra cosa, aún más primaria, aún más básica.
El miedo.
Temía por ellos.
Tras su periplo interdimensional había llegado a la conclusión de que llegado el momento de la verdad, si tuviera que morir, lo haría si así librara al mundo de alguien como Voldemort. Y lo haría para que al menos sus amigos pudieran vivir en paz. Harry sonrió. ¿Era quizá su complejo de nobleza atacando de nuevo? Quizá, pero realmente pensaba así y no podía ni quería hacer nada por evitarlo.
Ahora, mientras miraba sin ver el libro de Historia de la Magia, pensaba en multitud de maneras de acercarse a sus amigos.
Quizá entrar directamente a su habitación y soltarlo sin más. También podía apartar a Ron y Ginny y decírselo primero a ellos... aunque le parecía cruel para con Hermione. Si hacía eso lo más seguro fuera que no le volviera a hablar nunca. Se le había ocurrido escribirles una carta, pero le parecía cobarde estando en la misma casa... aunque habían pasado un par de días en los que habían conseguido evitarle con una eficacia pasmosa y casi no se habían visto.
No querían verle y eso le dolía. Había vuelto por ellos, pero su vuelta había causado mucho dolor. Una vuelta que no aseguraba la solución a los problemas de todos ellos. Una vuelta que, simplemente, ponía entre comillas las vidas de todos. Le dolía, pero no podía culparles por ello. Llevaba meses detestándose.
Aquel trabajo para Binns era insoportable.
Cerró el libro y miró hacia la puerta del salón en el que se había encerrado a estudiar. Se preguntó si a partir de entonces todo iba a costar tanto.
Se levantó y subió lentamente las escaleras. Llamó a la puerta de la habitación de las chicas. Las voces que se habían oído hasta hacía un momento cesaron inmediatamente.
-¿Quién es?- preguntó la voz de Ginny.
-Soy yo.- no hubo respuesta. Harry deglutió y volvió a hablar.- ¿Puedo entrar?
-¿Acaso lo mereces?- esa voz era de Hermione. Harry bajó la mirada recibiendo la puñalada en pleno pecho. Pero ya que estaba no se rendiría. Levantó la mano y accionó el picaporte.
-No recuerdo que nadie te haya dado permiso para entrar.- dijo Ron mirándole fijamente.
-Chicos, yo...- empezó Harry.
-Insisto.- cortó Ron con firmeza.- ¿Alguien te ha dado permiso?
-No.
-Pues ya sabes dónde está la puerta.
-Ron, he venido a explicaros...
-¿Explicar el qué? ¿La increíble razón súper poderosa que te obligó a poner en peligro a todo el Mundo Mágico? ¿O quizá sólo has venido para tratar de justificar un comportamiento egoísta y estúpido que ha matado a casi 80 personas, entre ellos dos miembros de mi familia?
-Exactamente. He venido a contaros la razón por la que volví sabiendo lo que podía ocurrir aquí.
-¿Ahora lo merecemos?- preguntó Hermione suspicaz.
-Oh, Hermione...- protestó Harry.- Sabes que no lo dije en serio.
-¿Seguro? Porque te salió de la boca con una naturalidad envidiable.- replicó la chica cruzándose de brazos.
-¡No es cuestión de merecerlo o no, por favor! ¡Eso lo dije sin pensar!- Harry levantó las manos y se frotó los ojos cansados después de varias horas forzando la vista en las letritas del libro de texto. Luego las dejó caer a ambos lados del cuerpo.- No os lo he dicho porque temo por vosotros.
-Ya estamos...- bufó Ron.- Harry, parece mentira que después de lo que ocurrió en Junio sigas con eso de "soy el salvador de los débiles y los oprimidos". En serio, ese papel cansa, tío.
-No lo entiendes...
-¡Pues no, mira, no lo entiendo!
-¡Pues déjame explicártelo!
Ron se había incorporado y miraba a Harry lívido de furia con los puños apretados y a un suspiro de lanzarse a su yugular. Ambos respiraban agitados. La situación era tan tensa que hasta Hermione sintió la necesidad de intervenir.
-Déjale, Ron. No creo que lo que tenga que decir empeore las cosas.
Los dos chicos miraron a Hermione para después lanzarse sendas miradas de desafío. Pero Ron se apartó y se apoyó en el armario, con las manos en los bolsillos y tratando de mirar a cualquier otra parte excepto a Harry.
-Gracias, Hermione.
-No me des las gracias.- respondió con un tono que no le había escuchado ni cuando insultaba a Malfoy.- Sólo he evitado que destrozarais la habitación.
-Ya bueno...- dijo Harry vagamente. Tomó aire y comenzó.- Volví arriesgando una respuesta tan violenta de Voldemort porque no tenía otro remedio. Aunque habría vuelto de todas formas.
-¿Por qué?- escupió Ron.- Allí tenías a tu familia, ¿no?
-Sí, pero no os tenía a vosotros.
-Se me va a partir el corazón.- dijo el pelirrojo haciendo un gesto de desdén.
-Aquella no era mi realidad, ¿no lo entendéis? Simplemente yo no encajaba allí porque no pertenecía a aquel lugar. No podría haber durado mucho en todo caso.
-¿Aun teniendo a tu familia?- preguntó Ginny.
-Aun teniendo a mi familia.- asintió Harry. Suspiró y negó con la cabeza.- Eran mis padres y Sirius y Kate... ellos eran una familia. Yo era un extraño. No había sitio para mí. Ya no, después de tanto tiempo. Crecí aquí, os conocí a vosotros... vosotros sois mi lugar. Sólo aquí estoy en casa.
-Muy bonito, pero no es razón suficiente.- dijo Ron.
-Sí... quizá no parezca suficiente. Y no lo era, la verdad. Al menos para darme tanta prisa.- Harry recibió una mirada de rabia de sus amigos, pero la ignoró y se encogió de hombros.- La verdadera razón que lo justificó es la profecía que se rompió en junio.
-¡Tú conoces su contenido!- exclamó Hermione.
-¿Cuándo...?- preguntó Ron confuso.
-Aquella misma mañana. Dumbledore me lo contó. Él había escuchado la profecía que hizo Trelawney.
-¿Trelawney?- dijo Ron incrédulo. Luego se rió.- Mira, tío, o te inventas una mentira mejor o te saco a patadas de este cuarto.
-No es ninguna mentira, Ron.- dijo Harry con una voz tan grave que hasta a él le sorprendió. Ron se calló y le miró atentamente.- La hizo Trelawney el invierno anterior a mi nacimiento y Dumbledore la escuchó de primera mano.
-¿Y qué decía?- preguntó Hermione olvidando que debía estar enfadada con él.
-En resumidas cuentas, que yo era el único que podía matar a Voldemort... si él no me mataba a mí antes.- Se produjo un profundo silencio en la habitación. Los tres gryffindors le miraban fijamente. Volvió a suspirar y continuó.- Por eso tenía que volver.
Pero seguían sin decir una palabra aunque ahora parecían haber recuperado la movilidad. Hermione se llevó una mano a la boca, Ginny seguía mirándole mientras se mordía el labio inferior con expresión angustiada y Ron seguía apoyado en el armario, con las manos en los bolsillos y mirando al vacío. Harry se sintió incómodo y de una manera metafórica, desnudo. Quiso salir de allí inmediatamente.
-Lo siento mucho, Ginny. Ron... - el pelirrojo ni se movió.
Harry asintió y salió del cuarto en dirección al salón donde su trabajo de las banshees y los leprechauns le esperaba. No sabía si le habían creído o si les parecía suficiente razón. Realmente ya poco podía hacer. Les había contado toda la verdad. Si no la aceptaban, él ya no sabía qué argumento podría convencerles.
Al llegar al rellano del vestíbulo vio a Tonks entrar silenciosamente por la puerta principal con paquetes y bolsas del Callejón Dragón. Harry supo qué era todo aquello y la ayudó.
-No sé si he acertado con la talla de las túnicas.- dijo susurrando la joven auror.- Tendrás que probártelas.
La siguió hasta el cuarto que él y Ron compartían y dejaron todo en la cama.
-Pruébate las túnicas. Así si las tengo que descambiar me dará tiempo antes de que cierren.
-Vale.
-Esperaré fuera.- Harry asintió y desenvolvió la ropa.
Mientras se vestía con las familiares ropas de Hogwarts pensó en lo raro que había empezado ese curso para él. Bueno, técnicamente aún no había empezado. Una vez vestido abrió la puerta y Tonks entró para ver el resultado.
-Mmmhh... Sí, creo que te vienen bien.
-Siento tenerte de la Ceca a la Meca. Hubiera sido mejor que hubiera ido contigo.
-No.- zanjó Tonks.- Es muy peligroso.
-Ya...- Harry echó un vistazo a sus libros.- ¿Cuándo volveremos a Hogwarts?
-La semana que viene. No te preocupes.- Harry asintió y Tonks salió del cuarto. Entonces su voz le llegó desde las escaleras por la puerta abierta.- Va a venir Remus con Molly y Arthur. Díselo a Ron y a Ginny, ¿vale?
-Vale...- dijo no muy contento con la idea de tener que volver a hablarles.
Empezó a reorganizar su baúl colocando los libros y las ropas nuevas. Se cambió y continuó su trabajo. Entonces unos golpecitos en el marco de la puerta le hicieron girar la cabeza. Ron, Hermione y Ginny estaban en el umbral. Quien había llamado era el chico.
-¿Por qué llamas? Es tu cuarto.- dijo sin ningún tono de voz en concreto. Ron se miró el puño aún cercano a la madera algo incómodo y entró. Las chicas le siguieron.
-Oye, Harry...- dijo Ron vacilante.- Verás...
-Harry, lo sentimos mucho.- dijo Hermione al final echándole una mirada de impaciencia al pelirrojo.- De hecho... te agradecemos muchísimo que hayas vuelto.
Harry miró a los dos Weasleys.
-Van a venir vuestros padres.- Ron y Ginny se miraron e intercambiaron una fugaz sonrisa. Ninguno sabía qué hacer o qué decir a continuación. Así que Harry se dio la vuelta y siguió recogiendo sus cosas.
-¿Cuándo volvemos al colegio?- preguntó Ginny.
-La semana que viene.- respondió Harry.- O eso me ha dicho Tonks.
-Tío, ¿cómo lo haces?
-¿El qué?- dijo perplejo Harry mirando a Ron.
-Soportar toda esta mierda de Quien Tú Sabes.
Harry sonrió inconscientemente y siguió metiendo cosas en el baúl. Entonces se acordó de algo.
-¿Y Hedwig? No la he visto desde que estoy aquí.
-Está en Hogwarts.- dijo Hermione.- Pero no cambies de tema.
-¿Qué queréis que os diga?
-Venga, Harry...- dijo Ron.- En junio... bueno... Sirius... ya sabes. Y aquella misma mañana Dumbledore te contó lo de la profecía. Te vimos los días siguientes muy deprimido, pero nunca pensamos que... fuera por otra cosa que no fuera Sirius. Y luego este verano, perdido en a saber qué mundo extraño, pero con tu familia y una oportunidad de alejarte de todo. Y aún así volviste.
-Eso parece, ¿no?- dijo tratando de quitarle hierro al asunto con una triste sonrisa. Se sentó en la cama frente a sus tres amigos.
-Y no lo entiendo.
-No hay mucho que entender.- dijo Harry encogiéndose de hombros.- Tenía que hacerlo.
-No sé cómo puedes hacerlo.- sentenció el pelirrojo. Luego bajó la mirada.- Ahora que... se han ido... Sé que no podría hacer lo que tú has hecho.
-Tranquilo, no tienes que hacerlo.- dijo Harry.
-Pero Voldemort es el mayor mago de este siglo además de Dumbledore.- dijo Hermione.- ¿Cómo podrás enfrentarte a él?
-No lo sé. La profecía hablaba de algo así como que tengo un poder que Voldemort no conoce. Pero ni lo conoce él ni yo, así que estamos en las mismas. Dice Dumbledore que fue lo que me salvó cuando me poseyó en el Ministerio.
-¿Quién conoce la profecía?- preguntó la castaña.
-Dumbledore, vosotros tres y yo, que yo sepa.- contestó Harry. Luego se encogió de hombros.- Y supongo que los mortífagos que nos encontramos en el Ministerio aquella noche. Pero sólo conocen el principio.
-¿Qué dice exactamente?- preguntó Ginny. Harry la miró un momento antes de contestar. Respiró hondo y recitó:
-"El único con poder para derrotar al Señor Tenebroso se acerca...nacido de los que lo han desafiado tres veces, vendrá al mundo al concluir el séptimo mes...Y el Señor Tenebroso lo señalará como a su igual, pero él tendrá un poder que el Señor Tenebroso no conoce...Y uno de los dos deberá morir a manos del otro, pues ninguno de los dos podrá vivir mientras el otro siga con vida..."
Todos se quedaron callados, pensando en los versos que acababa de pronunciar el joven.
-Es un poco vaga, ¿no?- dijo Ron. Todos le miraron.- Bueno, es vidente que eres tú por... por la cicatriz. Pero cualquiera que hubiera nacido a finales de Julio del 80 podría estar en tu lugar, ¿no? Potencialmente, al menos.
-Sí.- contestó Harry.- De hecho hay otro al que podía haber correspondido la profecía.
-¿Quién?- preguntó Ginny.
-Neville.
-¿Longbottom?- preguntó Ron.
-¿Qué otro Neville conoces?- preguntó Hermione.- Tiene sentido. Su cumpleaños es el día 30 de julio. Y la profecía se refiere a finales del séptimo mes.
-Pero, ¿entonces? ¿Qué le hizo atacar a tu familia y a ti?- preguntó Ginny.- ¿Cómo podía saber qué niño sería el adecuado?
-No lo sabía.- contestó Harry.- Creedme, a mi tampoco me entra en la cabeza porqué se precipitó de esa manera. Pero creo que me eligió a mí porque mi madre tenía padres muggles y él también. Dice Dumbledore que se vio en mí por nuestros orígenes. Si queréis que os diga la verdad, eso me da lo mismo.- Harry suspiró pensando en lo distintas que hubieran sido las cosas si hubiera elegido a Neville y siguió recogiendo.
-Harry.- dijo Hermione. El chico se volvió.- Quiero que sepas que no estarás solo, ¿vale?
-Pase lo que pase.- corroboró Ron. Ginny asintió enérgicamente.
-Gracias.- dijo Harry sonriendo.- ¿Y qué tal están todos en el colegio? ¿Cómo es sexto?
-Dificilísimo.- dijo Ron sentándose en su cama.- Y nos quejábamos de los TIMOS.
-Di que no.- negó Hermione mirando al pelirrojo como si éste estuviera exagerando.- Lo que pasa es que es el primer curso de preparación para los EXTASIS y claro...
Mientras la conversación giraba a temas menos trascendentales, Harry se iba sintiendo cada vez más a gusto.
Sentaba bien volver a casa.
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Ron y Ginny se habían ido con sus padres a uno de los salones de la casa. Necesitaban hablar después de los dos días de vértigo después de la muerte de Bill y Percy. Prácticamente no se habían visto desde entonces y necesitaban saber cómo estaba el resto de la familia.
Además, habían estado aquellas últimas 72 horas sin ningún tipo de información del exterior. Lupin y Tonks se habían ocupado de ellos aunque había habido ocasiones en que los habían dejado solos. A haberse diezmado la población de aurores no podían estarse quietos mucho tiempo. Hacían falta.
Ahora esperaban sentados alrededor de la mesa de la cocina a que los Weasley regresaran. Ninguno de los cuatro decía nada, cada uno sumido en sus propios pensamientos.
Los de Harry concretamente eran "Es una lástima que aquí no tenga la magia de la otra realidad. Sería muchísimo más útil." Porque básicamente eso era lo que más le preocupaba. Sabía cuál era su papel en aquella historia, pero no era capaz de representarlo. No con sus poderes actuales. Y ahora que Voldemort había pasado a la acción de aquella manera tan exagerada sentía que estaba perdiendo el tiempo, que ahora debería estar entrenando o estudiando algo que le sirviera en el momento en que...
-Harry, deja de hacer eso, por favor.- dijo Hermione con voz tensa.
-¿El qué?
-Dar golpecitos con los dedos en la mesa. Me estás poniendo nerviosa.
Harry se miró las manos y se percató entonces que había dejado traslucir su nerviosismo con ese gesto. Se cruzo de brazos y se recostó en el asiento, pero una vez el nervio había encontrado una vía de escape no sería tan fácil mantenerlo a raya. Un instante después sus rodillas empezaron a subir y bajar muy deprisa. Exasperado consigo mismo se levantó y empezó a caminar por la cocina como un león enjaulado.
-Harry, ¿qué te pasa?- preguntó Lupin.
-¿A mí? Nada...
-Ya claro...
-Es que esta situación es insoportable.- dijo al final.- No sabemos nada de lo que ha pasado. Sólo estamos aquí encerrados...
-Es por vuestra seguridad.
-Me parece muy bien, pero...- Harry resopló hastiado.- Es una pérdida de tiempo.
El chico captó una mirada de complicidad de Hermione. Ni Tonks ni Lupin conocían la profecía. Debía hablar con Dumbledore lo antes posible.
-¿Vendrá Dumbledore antes de que volvamos al colegio?- preguntó Hermione como si le hubiera leído la mente.
-No.- respondió Lupin.- No puede dejar Hogwarts después del ataque del otro día. Ya le veréis allí.
-¿Nos vais a contar algo de lo que ha ocurrido?- preguntó Harry.
-Cuando vuelvan los Weasley.- asintió Tonks con un suspiro que le pareció al chico que era de cansancio.
Así que volvieron a sumirse en el silencio, aunque Harry no se sentó. Seguía demasiado inquieto. Al cabo, la puerta de la cocina se abrió para dejar pasar a Ginny, la Señora Weasley, Ron y el Señor Weasley. Tanto Ginny como la Señora Weasley lucían signos inequívocos de que habían llorado y Ron, aunque lo ocultaba con un poco más de éxito, también. Arthur Weasley estaba algo más calvo y tenía un aspecto realmente lamentable. Estaba demacrado por el cansancio y la pena. En silencio tomaron asiento.
Ginny y Ron mantenían la mirada baja.
-Bueno...- dijo Lupin visiblemente azorado.- La situación es la siguiente: El edificio del Ministerio fue destruido en su mayor parte. Por suerte fue atacado una hora después de la hora de salida de la mayoría de los funcionarios. Aun así la cifra de muertos se eleva a 75 personas. Los últimos dos días han sido dedicados en su mayor parte a rehacer la organización básica del Ministerio para evitar el caos y el vacío de poder.
-¿Y Fudge?- preguntó Harry impulsivamente.
-Ha desaparecido.- dijo Arthur Weasley. Los adolescentes no pudieron ahogar las exclamaciones de sorpresa.
-¿Lo han secuestrado?- preguntó Ron.
-¿Lo han matado?- dijo Hermione.
-No, nada de eso.- dijo Lupin.- Sencillamente ha desaparecido. Se ha ido.
-Cobarde asqueroso...- silbó Tonks entre dientes.
-¿Entonces quién es el Ministro de Magia ahora?- preguntó Hermione.
-Nadie.- dijo el señor Weasley.- Aún no se ha decidido quien será el sucesor. Hay varios nombres, por supuesto.
-Uno de ellos el tuyo, querido.- dijo la señora Weasley.
-Molly, ya sabes que no voy a aceptarlo.
-¿Y por qué no?- preguntó Harry.- ¿Quién mejor que usted?
-Te sorprenderías.- dijo el señor Weasley con una sonrisa de agradecimiento.- Además, como si no tuviera preocupaciones suficientes. Hay gente con más capacidad y con más tiempo que yo.
-¿Y Dumbledore?- preguntó Hermione.
-Sí, otro de los nombres es el suyo.- asintió el señor Weasley.- Pero ha dicho que no.
-¿Por qué?- dijo Ginny.- Al fin y al cabo siempre ha tenido mucha influencia en el Ministerio. ¿Por qué no acepta y lo controla definitivamente?
-No lo hizo antes de que llegara Fudge y no lo hará ahora.- contestó Lupin.- No abandonará el colegio.
-De todas formas estoy segura de que ayudará a llegar al poder a alguien a quien pueda manejar.- dijo Ginny.
-¿Por qué estás tan empeñada en que Dumbledore tenga una mano sobre el Ministerio?- preguntó Lupin.
-Primero: porque siempre la ha tenido.- dijo la pelirroja mostrando un dedo.- Segundo: porque sería lo más inteligente. Y tercero y más importante: porque han diezmado a los aurores y ahora lo único que podría hacer frente a Quien Tú Sabes sería la unión conjunta de los recursos del Ministerio y de la Orden. Sería absurdo pensar en esta guerra con la Orden y el Ministerio dando palos de ciego cada uno a su bola.
El licántropo sonrió a la más joven de la sala.
-Tienes razón en casi todo.- Ginny alzó una ceja por el "casi".- Por supuesto que no podemos plantearnos la guerra de ahora en adelante con la Orden y el Ministerio trabajando por separado, y que Dumbledore siempre ha tenido gran influencia en el Ministerio. Pero nunca la ha buscado. Sencillamente Fudge no sabía dar un paso sin él.
-Llámelo como quiera.- replicó Ron.- Lo que es cierto es que una sugerencia de Dumbledore va a misa. Sobre todo ahora que todo el mundo sabe que El Que No Debe Ser Nombrado ha vuelto.
-Pero recordarás que durante un año entero fue un loco senil.
-Sí, bueno, pero eso fue porque Fudge manipuló a todo el mundo para que lo creyera así.- dijo Ron.
-Exacto. ¿Crees que Dumbledore tenía tanta influencia entonces? Le echaron de la Confederación Internacional de Magos y de todas partes...
-¿Adónde quiere llegar?- preguntó Ginny.
-A que no ha tenido nunca ningún control sobre el Ministerio y sobre el Ministro, hija.- dijo el Señor Weasley.- Y por lo tanto no deberíais contar con que el próximo Ministro se avenga demasiado a aceptar las disposiciones de Dumbledore.
-Pero eso no tiene sentido.- dijo Hermione.- Dumbledore es el único capaz de organizar una defensa del Mundo Mágico eficaz. Si el próximo Ministro no le hiciera caso no sería mejor que Fudge.
-Cariño,- dijo la señora Weasley.- Dumbledore no puede obligar a las personas a hacer lo que él considere oportuno. Por muy poderoso que sea él, el Ministro es el Ministro y es el que al final toma las decisiones.
-¡Razón de más para que Dumbledore meta baza!- dijo Ron.
-Estáis entrando en un terreno peligroso, chicos.- dijo Lupin.- Eso se llama corrupción política.
-¡Oh, por favor!- exclamó el chico.- ¿Melindres jurídicos cuando está en juego la integridad del Mundo Mágico?
-Pues sí, Ron.- asintió el señor Weasley. Ron rumió por lo bajo algo como "Venga ya", pero su padre le ignoró y continuó.- Las cosas no son tan fáciles. Estamos en guerra y eso exige cambios en nuestras costumbres, pero tampoco nos da carta blanca para saltarnos todas las normas. El fin no justifica los medios.
-¿Entonces dejaremos que otro inútil se haga cargo de un Ministerio en la cuerda floja y de la defensa de una Comunidad Mágica aterrorizada?- preguntó el pelirrojo. Harry nunca le había visto tan indignado y a la vez tan seguro de lo que decía.- Si Dumbledore no se hace cargo de la situación hasta que Harr...
Se calló súbitamente al percatarse de su error. Los cuatro adolescentes se quedaron lívidos un momento.
-Definitivamente es una locura no intervenir en el Ministerio de alguna manera.- dijo rápidamente Hermione.- No cuando los Malfoy lo han hecho desde hace tanto tiempo a base de sacas llenas de oro.
Los adultos aún no se habían recuperado del todo del brusco silencio de Ron. Pero el comentario de Hermione habría abierto una nueva posibilidad que Lupin decidió contestar.
-¿Añadimos a la corrupción la prevaricación, Hermione?- preguntó irónico el antiguo profesor.
-Yo no he dicho que utilicemos los mísmos métodos que Malfoy.- se defendió la chica.- Además no lo necesitamos. Ahora Dumbledore tiene la suficiente credibilidad para hacerlo sin un solo sickle de por medio.
-Aun así, Hermione, en serio.- insistió Lupin.- El Ministro hará lo que considere oportuno. Podrá aconsejarse mejor o peor de otros magos, pero solo él será el que tome la decisión final.
-Estáis demasiado convencidos de que el próximo ministro va a ser duro de pelar.- comentó Harry, que se había quedado voluntariamente al margen de la conversación hasta aquel momento.- Parece como si ya supierais quien va a ser.
Arthur Weasley sonrió ligeramente.
-Más o menos.
-¿Y bien?
-Amelia Bones.- dijo el hombre. Harry la conocía. No era mala. Un tanto estricta y cuadriculada, pero era justa. La había conocido en el juicio el año pasado. Además, conocía a su sobrina.
-¿Y qué tiene de malo?- preguntó al final.
-De hecho nada.- dijo Lupin.- Es inteligente, justa y decidida. La verdad es que es lo mejor que podría pasarle al Ministerio.
-Pero...
-Pero – continuó el señor Weasley.- su candidatura está tan ligada a Dumbledore que hará todo lo que esté en su mano para que su mandato sea lo más independiente posible.
-Quiere ser Ministra por sí misma, no porque Dumbledore la propusiera.- añadió Lupin.
-Y creéis que eso haría que el Ministerio siguiera siendo un elemento inestable.- dedujo Harry. Los dos hombres asintieron.- Bueno, la solución es obvia, ¿no?
Los dos adultos se miraron ligeramente divertidos. Harry miró a Hermione y luego a los hermanos Weasley. Todos esperaban a que los dos hombres dijeran la respuesta que estaba en todas sus cabezas.
-Venga, papá.- dijo Ginny.- ¿En serio no te lo imaginas?
-Ilumíname.- dijo manteniendo un tono de condescendencia que arrancó sonrisas en los cuatro estudiantes.
-La Orden del Fénix debe dejar de ser secreta al menos para la Ministra.- dijo la chica.
Arthur Weasley se rió abiertamente mientras que Lupin se limitaba a sonreír mientras negaba con la cabeza, divertido por la ocurrencia de la pequeña.
Los cuatro adolescentes se miraron muy serios. Sabían que era la única opción. Ceder ante Amelia Bones sería la prueba definitiva que la convenciera de que Dumbledore la necesitaba más que ella a él. Aunque el Ministerio hubiera sido atacado gravemente seguía teniendo más recursos líquidos y potenciales que la Orden. Y el fin, el objetivo, era el mismo: Voldemort. La misma ambición de la nueva Ministra por ser una buena Ministra por sí misma les serviría para manipularla. Estaría tan decidida a hacer de su mandato algo verdaderamente bueno para el Mundo Mágico británico que no dudaría un instante en aceptar la alianza. Harry se descubrió pensando en los diferentes argumentos que utilizaría en una negociación. Después se preguntó por qué demonios lo haría, si para aquellas alturas estaría en el colegio. Deploró estar limitado por su minoría de edad mientras el padre de Ginny y Ron recuperaba la compostura y miraba a Lupin cómplice, como diciendo "Estos críos...".
-Eso es absolutamente imposible, cariño.- dijo al final.- En el caso hipotético de que la nueva Ministra, aún no nombrada, debo añadir, supiera de la existencia de la Orden, no creo que la aceptara sin más. Una organización como ésta es un peligro potencial para el Ministerio. Eso sin contar que pertenecen a la Orden bastantes personas vinculadas a él. Personas que, no dudes, serían juzgadas por traición y llevadas a Azkabán.
-Eso si presuponemos a una Ministra que siguiera los mismos esquemas paranoicos que Fudge.- dijo Ron.- Por lo poco que sé de esa mujer, se puede esperar cualquier cosa menos lo que acabas de decir, papá.
-Exacto, por lo poco que sabes de esa mujer.- corroboró el señor Weasley.- La cúpula cercana a la figura del ministro está intacta, hijo. Amelia Bones no puede gobernar sin ellos.
-¿No decíais antes que sería la Ministra la que tomaría la decisión final?- preguntó hábil Ginny.
-Por supuesto.- dijo Lupin.- Pero has de tener en cuenta que llega medio amparada por Dumbledore teniendo en cuenta lo que ha sido Dumbledore para el gobierno de Fudge. Necesita del apoyo de esa camarilla para que su gobierno sea verdaderamente efectivo y no lo torpedeen.
-Opino que estas intrigas palaciegas son de lo más inútil y peligroso en una situación como ésta.- comentó Hermione cruzándose de brazos indignada.- Y lo peor de todo es que la Orden lo alienta y lo protege.
-Las cosas no son tan fáciles, Hermione.- repitió Lupin.
La chica resopló, se levantó enfadada y se fue. Un instante después Ron y Ginny se fueron detrás de ella. Los dos hombres los miraron marcharse alzando levemente una ceja. Después miraron a Harry, que permanecía sentado.
-¿Tú no te vas indignado por la injusticia del mundo como ellos?- preguntó sarcástico Lupin.- Por lo menos puedes superar tu orgullo adolescente y aceptar que estabais equivocados.
-Trataremos ese tema otro día, ¿vale?- cortó Harry, que por supuesto que estaba tan indignado como sus amigos.- Tengo otra pregunta.
-Tú dirás.- dijo el licántropo.
-Si la mayor parte de estos dos días habéis estado reorganizando el Ministerio, ¿qué habéis estado haciendo el resto del tiempo?
-Asegurar que vuestra vuelta a Hogwarts sea segura... entre otras cosas.- dijo Lupin. Harry hizo un gesto para que continuara hablando.- Cosas que no te conciernen.
En momentos como ese le encantaría aplastarles la profecía en la cara como si fuera un pastel de merengue, pero se contuvo. Si había aprendido algo en aquel verano era que si la gente pensaba que te tenía bajo su dominio era mucho más fácil obtener algo de ellos, y si eso implicaba controlar su terrible genio, lo haría. Por eso se limitó a asentir.
-Y otra cosa.- tanto uno como otro le miraron expectantes.- ¿Qué hay en el colegio para que Dumbledore lo defienda con tanta entrega?
-Los niños, por supuesto.
-No es suficiente.
-¿No te parece suficiente?
-No.
-¿Por qué?- Lupin casi estaba escandalizado.
-Porque después de haber sufrido un ataque, el primero de su historia, sólo se ha asegurado de la seguridad de 3 alumnos cuando ha dejado al resto de los chavales en un castillo que, evidentemente, no era tan seguro como parecía.
-Estás lanzando acusaciones muy fuertes, Harry.- advirtió el señor Weasley.
Harry sintió que de alguna manera había hablado más de la cuenta y se mordió la lengua. Volvió a asentir. No le darían más información de la que ya tenía. Nuevamente le ponían una cortina de humo delante de los ojos. Sería una provocación, pero necesitaba saberlo.
-¿Os ha dicho Dumbledore que no nos contaseis más cosas?
-Dumbledore y el sentido común, Harry.- dijo Arthur Weasley.- Os conocemos. Cada vez que lográis arañar un dato lo convertís en una información peligrosa para vosotros. Y con dos hijos muertos tengo más que suficiente.
Le desarmó por completo. Ahora se iría, pero no podía irse con la justa indignación de sus amigos. Ahora se iría con el amargor de la culpa. La ironía era que ellos pretendían proteger a aquellos que de momento mostraban mayor visión y que se perfilaban como la verdadera esperanza de todo aquello. Y luego estaba él, claro... y la profecía. El chico suspiró, dio las gracias, las buenas noches y se marchó.
Ahora empezaría la conversación verdaderamente útil. Sí, solían conseguir que los pocos datos que conseguían de ellos se convirtieran en el camino para encontrarse de alguna manera en mitad de la batalla. Pero también era cierto que esa tendencia había evitado que Voldemort consiguiera la Piedra Filosofal y que el recuerdo adolescente de Tom Ryddle tomara forma viva (las consecuencias que eso hubiera tenido a la larga le ponían los pelos de punta) y que descubriera la verdad sobre Sirius. Aunque también les habían puesto en peligro mortal los dos últimos años... especialmente a él. Pero había sobrevivido en todas las ocasiones. La suerte le acompañaba. La suerte y sus amigos, que siempre eran capaces de encontrar sentido a los rompecabezas más difíciles.
Alguien había dicho que la vida era el arte de sacar conclusiones suficientes a partir de datos insuficientes.
No sabía cuánta razón tenía.
