¡¡¡Hola!!!
Este ha tardado un poco más... bueno, y más que debería haber tardado. Si os digo la verdad no me gusta mucho. No me convence el capítulo, pero sé que la decisión final la tenéis vosotros así que ahí os lo dejo, para mi escarnio público (sigh!!). Es en estos momentos cuando clamo por un "beta", es decir, alguien que me haga de editor, que lea mis capis antes de publicarlos y comentarme fallos y darme sugerencias. Si alguien se quiere apropiar el título, adelante, os invito a ello.
Y ahora, las contestaciones:
Lady Kenobi: Por el profesor de DCAO no te preocupes que aparece hoy. Qué empeño tenéis en que sea Harry... con la de cosas que tiene que hacer el pobre y le ponéis a currar así, porque sí. Con respecto a lo de la pelicula de "Una mente maravillosa" no te preocupes, creo que ni siquiera dice el nombre de la teoría. Es que el año pasado la estudié yo en clase y por eso sé de qué va (juego con ventaja :P).
Eva Vidal: Sí, ¿verdad? Le meto mogollón de cosas... pobre. La verdad es que le compadezco, pero así estaba yo el curso pasado y no me pasó nada, así que menos lobos... (por lo menos él no tiene que hacer de "jefe" de toda su clase - una clase de casi 60 personas, cada una con un alto ejecutivo en su alma (aaaarrrggghhhh!!!)- y además luchar contra el imbécil de su compañero (supuéstamente también jefe, pero con el título de "pelota del año" for ever) con el que debería compartir obligaciones... viví un año muy estresante, la verdad).
Cocojajas: (Y continuamos con el Off topic de Terry Pratchett. Toma 3) Las tres brujas son geniales. ¿Cómo se llamaban? Yaya Ceravieja, Ghyta Ogg y la otra... no me acuerdo, la más joven, la que se lía con el bufón... en fin, que sí, son estupendas. Si quieres que te diga la verdad, Tata Ogg me recuerda a mi abuela. Es así, tal cual. Mola un montón, aunque a veces te daja a cuadros, la verdad. Un encanto. Ahora estoy empezando el de El País del fin del Mundo. De momento ese país se lama EcksEcksEcksEcks... parece más el sonido de un animal al vomitar una bola de pelo que un nombre de lugar, pero ya sabes como es ese hombre. Se la va la pinza a velocidades estratosféricas. Ya te contaré.
Lucumbus: No, no especifico florituras. ¿Cómo quieres que lo haga? "Movimiento de la muñeca a 20 grados noreste con inclinación norte a dos grados diez minutos del centro de gravedad del cuerpo sumado a un movimiento suave de pendulación horizontal de..."... venga ya. Imaginatelo, hombre, que para eso sirve la lectura de fantasía. Ah, ¿en serio te parece tan borde Dumbledore? La verdad, no era mi intención, pero no puedo evitarlo. Me sale asín. Así pasa, que luego no sé manejar a Snape. Creo que le tengo un poquito de tiña al viejo... no sé por qué me da... Y tampoco pongo tan listo a Ron. Lo que pasa es que no le pongo medio subnormal, como aparece en casi todas partes. Aquí me tienes que admitir que por lo menos no le pongo taaaaan listo como el "La Caja", aquí es más él mismo. Aunque sea un poco... ¿no? Urgh...
GaRrY: ¡Gracias! Deseo concedido. Aquí tienes otro capi.
Miranda Evans: Dumbledore no se propome nada al darle la Oclumancia si te refieres a que si quiere espiarle hasta sus últimas consecuencias. No tiene ninguna necesidad de hacerlo. Ya le tiene suficientemente controlado, créeme. Lo que pasa es que es esencial que siga con esas clases y si era con Snape sólo iba a provocar tensiones innecesarias. Por una ver que el director es meramente práctico no nos lancemos a su yugular... pobre.
No encuentran nada sobre las barreras muy propablemente por la razón que da Hermione, para que no las puedan atacar desde dentro. Es información privilegiada, peligrosa para el colegio. Y tanto el director como los profesores saben que hay alumnos hijos de mortífagos. No sería muy inteligente dejar información así en sus manos, ¿no crees?
La profe de DCAO aparece hoy, no te preocupes. Con respecto a las palabritas que me has resaltado... Bueno, Gaudeamus igutur es el principio del himno universitario. Es en latín y tiene una musiquita y todo. Si pudiera te la cantaba entera, pero la palabra escrita tiene sus limitaciones de audio. Avénsita Mentis no tiene una traducción real porque Avénsita no existe como palabra latina. ¿Pero a que lo parece? Me la inventé a raíz de una que sí existe, pero que no me acuerdo qué significa (mi diccionario de latín está muy lejos... le echo de menos en estos momentos) que es Avensis. Mentis significa mente (en genitivo, o sea, que indica posesión. Se traduciría por "de la mente"). Y por último Anima rei. Anima significa "alma" y "rei" significa cosa. Para que en latín tuviera sentido deberíamos incluir el verbo "dar" (este verbo está en castellano, no recuerdo el latino). La traducción quedaría más o menos como "Dar un alma a la cosa" y teniendo en cuenta que es un hechizo que convierte algo en un animal, tiene sentido, ¿no?
Juer, niña, como te haya quedado alguna duda más me corto las venas...
remus-lupin-black-darkg: Aún no me he leído todos los capítulos de tu historia, pero cuando pueda te dejaré un rew, no te preocupes. Aquí no me parece apropiado decirte nada. Que si Harry volverá a la realidad donde sus padres... no sé. La verdad es que no tengo ni idea. Quizá sí, quizá no. ¿Le dará tiempo antes de palmarla? ¿La palmará? Ni idea. No lo sé, Aún es muy pronto para eso.
Sacralo: la velocidad no es nada si no es bueno lo que se publica. Y la verdad es que este capi... bueno, ya me contarás.
Chibi-Kaise: ¡Gracias! Jo, me encanta que te guste. Bueno, una hace lo que puede. Y aquí tienes la actualización, niña. ¡Un besote!
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La relatividad
"Es curioso cómo a medida que crecemos en edad y experiencia y nos creemos más independientes, más buscamos depender de alguien."
100 años son muchos años. Orsen Haakinnën
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Le iba a dar algo.
Si seguía ese ritmo cualquier día le daría un colapso y se caería redondo en mitad de cualquier parte. Cuando se acostaba estaba tan cansado que, las escasas 6 horas que dormía en el mejor de los casos, apenas descansaba. Dormía... bueno, más que dormir perdía el conocimiento, y su cuerpo se mantenía igual de tenso, igual de dolorido.
No podía más.
Incluso los fines de semana habían dejado de ser dos días de descanso, para convertirse en dos días de vivir enterrado en libros y pergaminos que no le dejaban en paz hasta altas horas de domingo, cuando terminaba a duras penas los deberes de toda la semana.
Llegó un momento en que su cuerpo decidió que ya estaba bien y comenzó a recoger con esmero todas las variedades de resfriado que había captado por el castillo y las juntó en la peor gripe que había sufrido jamás. Aun con los remedios de la señora Pomfrey había tenido que guardar cama un par de días con una fiebre tremenda. Ni siquiera esa tregua le ayudó a descansar. Cuando por fin salió de la enfermedad estaba tan hecho polvo que cuando quiso reanudar su ritmo normal estuvo otros dos días a punto de recaer. Pero no, para su desgracia se restableció completamente.
Su situación no era mejor y sólo había pasado un mes.
-¡Chicos, no sabéis de lo que me he enterado!- exclamó Ginny una mañana sentándose de sopetón al lado del medio dormido Harry y tirándole la mitad de la leche en las manos. El muchacho dirigió una ojerosa mirada de disgusto a la pelirroja.- Uy, perdona.
-No te preocupes... la leche es buena para la piel...- dijo el chico sacudiéndose las manos empapadas.
-¿Qué pasa?- preguntó Hermione.
-¡Tenemos profesor de Defensa!
-A buenas horas...- comentó Ron mientras untaba de mermelada una tostada.
-¿Quién es?- preguntó Hermione interesada.
-Ni idea.- contestó Ginny encogiéndose de hombros.- Es una mujer. La he visto llegar en un carruaje.
-¿Cómo es?- preguntó Hermione. Ginny la miró con expresión pensativa.
-La verdad es que bastante normal.- la castaña alzó una ceja.- Hermione, para lo que solemos tener en DCAO es normal, créeme.
-¿Tipo Lupin?
-Oh, no creo que sea una mujer lobo.- dijo la chica con un movimiento de la mano.
-Me refiero a si tiene pinta de ser buena profesora.- aclaró Hermione con voz tensa.
-¡Ah! Bueno, si quieres que te sea sincera, tiene pinta de "madre".
-Define "madre"- dijo Ron frunciendo el ceño con preocupación. Harry sonrió. Tener una profesora como la madre de Ron y Ginny podría ser algo terrible.
-No sé...- dijo la chica encogiéndose de hombros mientras ponía cara de obviedad.- Mediana edad, ropa sencilla, peinado anticuado... No sé. Ya la verás.
-Espero que sea una mujer razonable.- dijo Hermione. Los otros tres la miraron.- Lo digo por el ED. Estamos funcionando bastante bien. Espero que no ponga pegas.
-¿Cómo lo lleváis?- preguntó Harry dándose cuenta con tristeza que no había pensado prácticamente nada en el ED desde que empezó el curso.
-Bien, pero si ti no es lo mismo.- dijo Hermione poniendo cara de pena. Harry ahogó una risa bebiendo lo que le quedaba de la leche. Bien sabía él que Hermione estaría disfrutando por todo lo alto. No sabía a qué se dedicaría tras Hogwarts, pero la docencia le iba que ni pintado. No le costaba imaginársela de directora del colegio en el futuro. Por eso no había dudado ni un momento en entregarle el ED. Miró su reloj.
-Tenemos que irnos.- dijo. Sus amigos miraron sus respectivos relojes y tras comprobar que, efectivamente tenían que irse, se levantaron y se fueron.
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-Señorita Brown, por favor, haga el favor de recoger los trabajos y traerlos a mi mesa.- dijo la profesora McGonagall al final de aquella clase de dos horas de Transformaciones.
El trío dejó sus trabajos apilados en el pupitre que quedaba en el pasillo para que su compañera los cogiera con facilidad mientras metían el material en la mochila. La gente salía del aula retomando las conversaciones que habían abandonado al entrar. La verdad era que la vida escolar transcurría con absoluta normalidad. Si no fuera por sus clases extra por las tardes, éste sería el curso más tranquilo de su vida. Ni siquiera le molestaban las pesadillas y la cicatriz había vuelto a ser una simple marca en su frente. Estaba agotado, pero salvando ese pequeño detalle...
Pero Voldemort seguía por ahí, tramando a saber qué cosas sin decir esta boca es mía.
Harry frunció el ceño. Al parecer todo el mundo había decidido cambiar de estrategia. Malfoy con aquella conversación, que por cierto no se volvió a repetir, Voldemort estándose quietecito... ¿Estaría esperando algo? Si era a él desde luego que tendría que esperar.
Sus clases vespertinas eran terribles. Lo que era la parte teórica, gracias al hechizo Avénsita Mentis, no era ningún problema. De hecho, tal y como le había dicho su profesora de Transformaciones, un par de días después era capaz de darse panzadas de hasta 7 libros sin pestañear. El problema era la parte práctica. Tal y como él ya se había imaginado necesitaría mucho tiempo para saber hacer bien la cantidad ingente de encantamientos que ahora almacenaba en su mente. Lo que daban en las clases a diario ya lo sabía e incluso más profundamente de lo que ponía en sus apuntes, porque al estudiar los libros directamente, la cantidad de datos era mucho mayor. Pero cuando sacaba la varita e intentaba hacerlos... ése era otro cantar.
Claro que había hechizos más fáciles que otros, pero aun así tenía que practicar con todos. Y eso constituía la mayor parte del tiempo de las clases, lo cual desesperaba a Flitwick y a McGonagall, que no dejaban de repetirle que no daría tiempo a terminar el temario en la fecha prevista. Les había preguntado por qué había tanta prisa, aunque un "Ah, bien, Potter, dejemos que Quien Tú Sabes se pasee por ahí matando y aterrorizando sólo para liberarte de un poco de estrés" de McGonagall había sido suficiente.
Pero no tenía tiempo material para practicar. ¡Era imposible!
Eso sin contar las lecciones de Oclumancia. Si el primer día había habido un avance, el resto sólo fueron retrocesos. Él, por su parte, ya estaba completamente convencido de que la Oclumancia no tenía por qué obligatoriamente dársele bien. Dumbledore mismo le ha había dicho que era una disciplina difícil que pocos magos podían dominar. ¿Qué era lo que le hacía empeñarse tanto con que él lo podría hacer? Sobre todo cuando tenía que tratar de vaciar su mente de sentimientos y emociones mientras la odiosa vibración le sacudía todo el cuerpo.
Ése era también un punto importante a la hora de analizar las fuentes de estrés del muchacho. La dichosa Perceptividad había decidido por cuenta propia ampliar el radio de alcance, tal y como había dicho Dumbledore, y ahora podía notar bastantes más amplitudes de onda de magia que al principio. Un ejemplo claro era que no podía estar mucho tiempo en la biblioteca. Incluso estar en clase empezaba a ser muy molesto.
Pero se dio cuenta que hasta estando solo la magia le rodeaba como el aire. Parecía ser parte del castillo. Ciertos pasillos, ciertas clases, ciertos libros... La sensación de que aquel castillo tenía una especie de vida propia ahora le era mucho más patente. Aun en los terrenos se notaba. No le extrañaba que los aparatos muggles no funcionaran allí. Apenas podía funcionar él.
Y para su desgracia no encontraron nada en la biblioteca que sirviera. Así que vivía ahora con un constante runrún en todo el cuerpo que en más de una ocasión le había provocado arcadas en las comidas. Así que se defendía de la única manera que podía: tratando de ignorarlo.
Ahora, de camino al Gran Salón para el almuerzo los tres gryffindor conversaban sobre la profesora nueva, a la que, por suerte o por desgracia, conocerían en primicia en la clase doble de la tarde.
-Puede que no de clase hoy.- comentó esperanzado Ron.- Por ser el primer día y eso...
-No sé.- dijo Harry.- Hemos perdido mucho tiempo como para que pierdan un día más.
-Con más razón.- dijo el pelirrojo.- Si ya han perdido dos meses de clase, ¿qué más da un día?
-Podrían avisar en todo caso.- dijo Hermione disgustada.- Ahora tendremos que ir hasta la Torre para coger el libro.
-Aún no sabemos si tendremos clase.- insistió Ron. Hermione le dedicó una mirada de enfado. Era evidente que ella sí quería tener la clase.
-Bueno, de todas formas creo que Dumbledore la presentaría antes, ¿no?- dijo Harry poniendo paz. Sus dos amigos asintieron y entraron en el comedor.
Miradas de corroboración fueron intercambiadas por los tres amigos al entrar en la sala donde las cuatro largas mesas esperaban pacientes a los comensales. Al fondo, en la mesa de los profesores, la nueva profesora estaba sentada en su sitio mirando a los alumnos que iban llegando con una mirada entre tierna y crítica. "¡Cielos!", pensó Harry, "Es cierto. Es como una madre". Tenía el pelo castaño recogido en un moño que en absoluto se parecía al que solía lucir McGonagall. Era infinitamente más suelto, como agarrado con un simple pasador. Vestía una túnica en tonos marrón claro, muy discreta y no llevaba joya alguna a excepción de lo que en la distancia parecía una alianza marital.
Y nada más. Era de lo más normal. Casi decepcionaba para ser Profesora de Defensa Contra las Artes Oscuras. Pero a pesar de ello los alumnos reparaban en ella como si hubiera brillado con luz propia.
Cuando el comedor se hubo llenado, Dumbledore se levantó y pidió silencio. Los murmullos de curiosidad y especulaciones varias cesaron.
-Sabéis que este año ha sido especialmente difícil cubrir el puesto de Profesor de Defensa de las Artes Oscuras, – más de una mirada se dirigió hasta Snape, normalmente acompañadas con una sonrisilla. El profesor de Pociones levantó un poco la barbilla con orgullo. Harry resopló quedamente.- pero me complace deciros que hemos solucionado el problema. Os presento a la profesora Samantha Green.
Una salva bastante decente de aplausos se elevó desde las mesas. No es que aquella mujer hubiera caído estupendamente a los alumnos. Sencillamente era reconocida como alguien que se parecía muchísimo a alguien de su familia o por lo menos a alguien cercano a ella con la que había muy buena relación. Harry alzó una ceja intrigado.
Dumbledore dio comienzo a la comida y todos empezaron a hablar con todos haciendo preguntas sobre la nueva profesora. Comentarios como "Mi madre tiene una túnica igual" o "mi tía Evelyn se peina igual" o "No veo yo a esta mujer dando DCAO..." llegaron hasta sus oídos. Los tres amigos comían en silencio captando todo lo que ocurría a su alrededor. Hermione miró a Harry con intención y alzó una ceja mientras tragaba un pedazo de patata asada.
-Parece que la gente no sabe qué esperar de ella.- comentó cortando un trozo del filete de pollo que adornaba su plato.
-La verdad es que tiene más pinta de enseñarnos a hacer bizcochos que hechizos hiper destructores.- dijo Ron dándole la razón a la masa.
-En todo caso no creo que nos enseñara hechizos hiper destructores, Ron.- dijo Hermione enrojeciendo levemente ante una sutil elevación de una de las cejas de Harry.- Pero deberá ponerse las pilas después de dos meses sin hacer nada.
-Por dios, Hermione, ten piedad de mí.- dijo Harry dejando caer los brazos y mirándola con algo que se parecía mucho a la desesperación.- Lo que me faltaba. Mi horario ya era terrible sin DCAO y si ahora pretendes que recupere el tiempo perdido tendréis que recoger mis pedazos por el suelo. Te recuerdo que llego a la Sala Común a las 9 de la noche sin haber parado en todo el día.
-Ya bueno Harry, lo siento, pero comprende que a diferencia de ti el resto del colegio ha estado sin DCAO desde el 1 de Septiembre y estamos a 5 de Noviembre, ¿vale? Y el ED no llega a todo el mundo. Tener un colegio sin DCAO en un momento como éste es un error.
-Te recuerdo que yo tampoco he tenido DCAO. Sólo Encantamientos y Transformaciones.
-Y Oclumancia.- apuntó Ron.
-Y Oclumancia.- corroboró el moreno.- Y desde hoy mismo no dudo que tendré clase extra de DCAO. Si mi horario se va a alargar una hora más todos los días preferiría que no se viera presionado con más trabajo.
-Harry, en serio, cuando te pones así pienso que pasas demasiado tiempo con Ron.
-¡Eh!- exclamó ofendido el aludido.- ¡Sin faltar! Deberías saber que hay más cosas en la vida aparte del estudio, Hermione. El problema es que pareces no querer verlas.
-Por supuesto que las veo, lo que pasa es que ahora mi prioridad es estudiar.
-Oh, claro, tú prioridad es estudiar.- dijo Ron levantándose enfadado.- Tu prioridad... A veces las prioridades no están ordenadas todo lo bien que deberían. Hay quienes hemos cambiado a veces nuestras prioridades por otras personas, ¿sabes?
Cogió su mochila y muy indignado se fue. Hermione le miró marcharse y después miró a Harry perpleja.
-¿Y a éste que le ha dado ahora?
Harry simplemente suspiró. En ocasiones como esa se sentía incómodo. Era tan evidente lo que pasaba entre ellos dos que a veces tenía que reprimir el impulso de encerrarlos en un dormitorio y que la naturaleza siguiera su curso.
Cuando le volvieron a ver estaba apoyado en la pared hablando con Dean, Neville y Seamus en la puerta aún cerrada del aula de Defensa. Dirigió una mirada un tanto furibunda a la chica y la ignoró cuando se integraron en el grupo.
Poco después llegó la profesora Green.
Todos entraron inmediatamente y guardaron silencio en sus pupitres mientras ella les observaba uno a uno con aquellos ojos que parecían estar buscando la corbata mal anudada, la mancha de tomate en la comisura de los labios, el pelo despeinado... todos se removieron algo incómodos y más de uno revisó su apariencia. Harry volvió a sentirse intrigado por aquella mujer. Era increíble el poder que ejercía sobre ellos. Hasta él se avergonzó un poco de su pelo invariablemente desordenado. Con aquella mirada que pedía, por encima de todo, que no la decepcionaran, se había ganado la obediencia absoluta del alumnado y, de una manera un tanto maquiavélica, un respeto hasta cierto punto cariñoso.
No pasó lista. Sencillamente se sentó encima de la mesa rompiendo todos los esquemas preestablecidos sobre el profesorado y, a la vez, ganándoselos un poco más con aquel gesto de informalidad. Y sonrió. "Ya está, ya los tiene a todos atrapados.", pensó Harry mirando sutilmente a su alrededor y viendo a sus compañeros completamente entregados, algunos devolviendo tímidamente la sonrisa y todo. Harry no pudo evitar sentir una profunda admiración por aquella mujer. ¡Y no habían pasado ni dos minutos desde que había cerrado la puerta!
-Buenas tardes.- dijo con una voz profunda y dulce. La típica voz que agradecería cualquier niño de 5 años para que le consolara tras una pesadilla.- Me llamo Samantha Green y a partir de hoy impartiré la asignatura de Defensa contra la Artes Oscuras.- hizo una pausa que utilizó para sacar la varita y colocarla en su regazo.- Pero, ¿qué son las Artes Oscuras? Según tengo entendido habéis aprendido mucho sobre criaturas oscuras. También que habéis tratado las Maldiciones Imperdonables además de una curso entero dedicado a la negociación sin violencia.- dijo lo último con un levísimo retintín que arrancó sonrisas cómplices entre los alumnos. Se refería al curso impartido por Umbridge el año anterior, un año perdido por completo si no hubiera sido por el ED.- Pero casi no habéis tocado el tema fundamental que da nombre a esta asignatura.
Los chavales se intercambiaron miradas interrogantes. ¿Qué significaba aquello? ¿Que empezarían a estudiar Artes Oscuras?
-Las Artes Oscuras reciben su nombre, no porque la magia que se utiliza sea maligna o, efectivamente, oscura. Es la misma magia que hace que se encienda la chimenea o que borre la pizarra.- continuó Green con paciencia.- Son Artes Oscuras porque su intencionalidad es malvada y utilizan métodos poco recomendables. Estamos, por tanto, ante una diferenciación semántica, importante en el mundo real, pero a mi modo de ver, absurda en esta asignatura.
Todos se estremecieron de emoción. ¿En serio aprenderían Artes Oscuras?
-No os enseñaré la práctica de las Artes Oscuras.- dijo, haciendo que la completa totalidad de la clase se desinflara como un bizcocho sacado del horno antes de tiempo.- Pero os prometo que al final de este curso conoceréis muchos de los recursos que el ejército del Innombrable puede utilizar contra vosotros y vuestros seres queridos, y cómo enfrentarlos.
Y la clase se volvió a inflar. Estaban emocionados y no podían evitar intercambiar miradas de expectación.
-Por cierto.- nuevamente era dueña de la atención de todos los alumnos.- He oído hablar de un grupo de estudio llamado Ejército de Dumbledore y que los fundadores eran de este curso. ¿Podríais levantar la mano, por favor?
Harry, Hermione y Ron se miraron nerviosos antes de levantar la mano. Sabían que los ojos de todos sus compañeros estaban fijos en ellos. La profesora Green asintió con una sonrisa.
-Muy loable.- comentó.- Y muy útil para los objetivos de la asignatura. De hecho, si no os importa me gustaría comentar algo con vosotros después de clase.
Hermione asintió. Ron también, pero con menos convencimiento. Y Harry deploró no poder participar en el ED. Aunque inmediatamente pensó que pronto se hartaría de clases de DCAO y se encogió de hombros mentalmente.
-Bien, sacad pergamino y pluma. Hasta las 4 daremos teoría y después me enseñaréis lo que sois capaces de hacer.
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Al final de la clase y después de recolocar los pupitres en su sitio, ya que habían sido apartados para tener espacio para la práctica, la misma profesora se acercó a los tres amigos, que aún recogían sus mochilas.
-Chicos, me agrada decir que hicisteis un gran trabajo el año pasado.- comentó con una sonrisa de orgullo que fue mejor que si les hubiera dado el aprobado general.- Y teniendo en cuenta que he llegado con dos meses de retraso deberemos apretar un poquito el acelerador por lo menos hasta Navidades.
Harry captó por el rabillo del ojo una mirada satisfecha de Hermione.
-Veréis, como vuestro grupo es fundamentalmente práctico, he pensado en que se convierta en una especie de extraescolar ligada a la asignatura. Seguiría siendo un grupo abierto, como ahora, es decir, que no sería obligatorio. Pero podríamos centrar allí el grueso de la práctica. No puntuaría en ningún caso, aunque en el examen final, por supuesto, pediré unos resultados. Os ayudaría en todo momento, por supuesto, y creo que en el tiempo que nos queda de este primer trimestre podremos ponernos al día si lo cogemos con ganas. ¿Qué decís?
-Estaremos encantados, profesora.- respondió inmediatamente Hermione.- Si quiere puedo ir corriendo la voz o poniendo carteles en los tablones de las casas.
-Ese es el espíritu, Hermione.- dijo la mujer con una sonrisa que parecía un abrazo. Hermione sonrió a punto de dar saltitos de alegría. Pero Harry se sorprendió. ¿Se conocía los nombres de todos? Había nombrado por el nombre de pila a muchos de sus compañeros a lo largo de la clase con seguridad. Menuda memoria...- Entonces puedo contar con vosotros.
Apretó con afecto el brazo de Ron y miró a Harry.
-Ah, Harry, creo que tenemos que hablar. Ven a mi despacho, por favor. No te entretendré mucho tiempo.
-Claro.- musitó cogiendo su mochila y despidiéndose de sus amigos para seguir a la maestra.
En el pasillo, las miradas se giraban hacia ellos. Era normal. Al fin y al cabo ellos habían tenido la primera clase que había dado aquella mujer y era novedad para todos los demás. Entraron en el despacho que más decoraciones había tenido en los últimos años. Como esperaba, estaba radicalmente distinto a como lo vio la última vez, lleno de los tapetitos de ganchillo y los gatitos falsamente inocentes de Umbridge. Ahora, la chimenea había cobrado especial protagonismo caldeando acogedoramente el cuarto. La mesa sencilla estaba adornada con una especie de quinqué y un vaso de cerámica con pinta de ser el resultado de un trabajo manual infantil lleno de plumas y lápices muggles. Un marco miraba hacia la dueña de la mesa y, según vio Harry al sentarse, tenía la fotografía móvil de un par de niños de apenas 5 y 6 años.
-¿Son sus hijos?
-Sí, bueno...- no dejó de sonreír mientras se sentaba en el sillón detrás del escritorio, pero la tristeza había caído sobre ella como una losa.- Lo eran. Murieron cuando el Innombrable estaba en el poder. Mi marido también pereció tratando de salvarles.
-Oh... lo siento mucho.
-No te preocupes. Al fin y al cabo por ti muchos ahora siguen vivos.- dijo mirándole con atención.- Por eso estamos aquí. Verás, Dumbledore me ha hablado de lo que has estado haciendo durante el último mes y que has tenido dificultades con la práctica, pero que el Avénsita lo tienes dominado.- Harry asintió algo avergonzado.- ¿Por qué te cuesta tanto la práctica de los hechizos?
-Bueno, no es que me cueste tanto. Hay conjuros fáciles y difíciles, pero cada uno tiene una fase de entrenamiento posterior. Siempre ha sido así.- Green asintió.- Se lo he intentado explicar a los otros profesores, que pretender condensar dos años de práctica en 6 meses es prácticamente imposible, pero están empeñados y yo no tengo más tiempo para practicar todos los hechizos que he aprendido.
-Ya veo.- dijo la profesora Green.- Bueno, no es tan imposible, Harry. Se puede hacer. Es difícil, costará, pero se puede hacer. Sólo tienes que saberte capaz de hacerlo
-No, si yo sé que al final lo haría.- se defendió el muchacho.- Pero no en tan poco tiempo.
-Ahí es donde debes cambiar tu actitud.- dijo la mujer con calma.- A veces el tiempo no tiene ninguna importancia. Después de lo que me ha contado el director sobre lo que habías experimentado este verano creía que habías aprendido a dudar de las dimensiones básicas del universo: el tiempo, el espacio, la realidad... Todo, Harry, todo, está sujeto a la relatividad. No a la relatividad de los físicos muggles, sino a la verdadera relatividad, la que hace que cosas como la misma magia exista.
Harry la miró, callado, anonadado por el mundo que le abría aquella mujer y que de tan grande no podía ver ni el principio. Sólo esperaba que no dejara de contarle más cosas. Le daba la impresión de que, después de 5 años y que parecía que ya había superado su ignorancia sobre el mundo mágico, volvía a encontrarse tan perdido como cuando tenía 11 años y vio a Hagrid por primera vez.
-¿Habla de manipular el tiempo como con el giratiempo?- preguntó el chico.
-Hablo de que el tiempo puede ser plastilina en nuestras manos, Harry. Podemos manipularlo. No sólo ir al futuro o al pasado como con el giratiempo. El tiempo puede ir más lento si queremos mientras nosotros seguimos viviendo a la misma velocidad. Hasta podemos hacer que se pliegue, aunque no es muy recomendable.
-¿Eso es magia oscura entonces?
-Eres rápido.- comentó aprobadora la profesora.- Sí, es magia oscura.- sonrió y suspiró mientras sacaba la varita y la dejaba en su regazo, otra vez.- Bueno, debemos fijar la hora de las clases extra. Creo que estás muy ocupado con las demás y lo último que querría es agobiarte más, pero me temo que son necesarias. ¿Qué te parece a las 9?
-Bueno...- dijo Harry abatido.
-No te preocupes, las clases se pasarán en un suspiro.- dijo sonriendo.- En el aula habitual, ¿de acuerdo?
-Muy bien.- Harry se levantó.
-Entonces nos vemos esta noche.
Al llegar a la Sala Común vio a Hermione en pleno mitin subida en una de las mesas.
-... y todos sabemos cómo son las cosas que los profesores mandan sin que sean obligatorias.- decía.- En el examen preguntará lo que practiquemos así que deberíamos aplicarnos el cuento. Es eso lo que la misma Green ha pedido al ED y es eso lo que os estoy comentando ahora. El ED siempre ha estado abierto a todos vosotros, pero ahora se convertirá en parte de DCAO. Es vuestra decisión querer, no sólo sacar con nota esa asignatura, sino prepararos para lo que hay ahí fuera.- la chica hizo una pausa para que sus palabras calaran.- Para apuntaros tenéis colgadas las listas en los corchos. Muchas gracias.
Ron la miraba hablar en uno de los sillones y Hermione al bajar, le vio a él de pie.
-Hola.- dijo saltando de la mesa.- ¿Qué tal?
-Interesante.- dijo sin más.- Y tú, ¿qué? ¿Levantando a las masas, camarada Tovarich?
-La profesora Green es una profesora magnífica.- dijo la chica con devoción ignorando el comentario.- Se nota que sabe de lo que habla. Además ha orientado la asignatura de una manera completamente novedosa. Estoy encantada con ella.
Ron resopló y desvió la mirada. Harry miró a Hermione y le preguntó en voz baja si ya la hablaba. Hermione, apenada, negó con la cabeza. Vaya, pensó el moreno, está enfadado de verdad. Le susurró que quizá debiera hablar con él. Era evidente que el chico estaba resentido. Aquello era más que la típica riña tonta de 20 minutos de morros y punto. Hermione se volvió a mirar al pelirrojo que había ido a mirar una partida de ajedrez que jugaban dos chicos de 7º y asintió.
Harry subía a su habitación para dejar la mochila cuando Hermione le daba un par de golpecitos en el hombro al absorto Ron. Cuando bajaba, ambos se habían ido a un rincón a hablar más en privado. Salió de la Torre de Gryffindor para sus clases esperando encontrar novedades a su vuelta.
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Eran muy difíciles las transformaciones parciales del cuerpo.
Tenía la teoría grabada a fuego en su mente. Sabía los pasos que debía seguir, pero se le resistía. El objetivo había sido convertir su mano izquierda en una garra. Pero lo más que conseguía era que las uñas le crecieran y le saliera pelo por todas partes, pero su mano seguía siendo básicamente humana. McGonagall se desesperaba por momentos.
-¿Cómo pretendes que empecemos con la animagia si sigues tan atrasado en esto?- le había dicho en un momento de exasperación suprema.
Y ahora, cansado como si hubiera escalado una montaña en tiempo récord, se dirigía hacia el aula de Defensa. Cuando abrió la puerta vio que la profesora ya estaba allí, hojeando distraída un libro. Al verle lo dejó con igual indiferencia en la mesa y le sonrió dándole la bienvenida.
-Se te ve cansado.
-No se preocupe.- dijo el muchacho dejándose caer en una de las sillas apiladas a los lados de la clase despejada. La mujer le miró un poco preocupada. Miradas como esa sólo las había recibido de la señora Weasley. Finalmente frunció levemente el ceño y rebuscó en su bolso. Sacó una redoma de cristal y se la acercó.
-Toma. Te sentirás mejor.- Harry miró el frasquito con desconfianza.- Es un tónico. Apenas puede llamarse poción, de hecho. Es un concentrado de vitaminas y un buen reconstituyente. Si quisiera podría comercializarlo en un herbolario muggle. Confía en mí.
Cómo no confiar en aquella mujer. Harry se lo bebió. No notó nada, pero recordó que los brebajes que podían pasar por muggles tenían que pasar por el lento proceso de la digestión humana, paso que, habitualmente las pociones se saltaban. Cuando apuró la última gota la mujer le miró satisfecha y le acarició sutilmente la mejilla en un gesto de cariño que le pilló un poco desprevenido.
-Bueno, vamos.- dijo la mujer volviéndose para coger su varita de la mesa.- ¿Recuerdas lo que hemos hablado esta tarde?
-¿Todo eso de la relatividad?
-Exacto.- asintió la mujer.- Puedes viajar entre realidades. ¿Eres capaz de hacerlo conscientemente?
-No. Al menos desde esta realidad.
-Bueno. Yo no tengo ese poder, pero lo que te voy a enseñar ahora quizá te sirva para aprender a controlarlo.- la profesora Green fue hasta la mitad del aula.- La relatividad, Harry, es personal e intransferible. Cuando la estés utilizando sólo tú estarás afectado por ella. No puedes hacer que otras personas se relativicen porque sus circunstancias espacio-temporales son suyas y de nadie más. ¿Me sigues?
-Creo que sí.
-Bien.- dijo la mujer continuando con la explicación.- Con esto quiero que te quede claro que cuando empecemos las clases en serio a partir de mañana o pasado, según cómo se nos dé hoy, deberás coordinarte conmigo de manera que estemos relativizados al mismo nivel, ¿comprendes?
-Sospecho que cuando llegue al final lo entenderé del todo.- dijo alzando una ceja bastante confuso. La profesora asintió y prosiguió.
-Hoy aprenderás a relativizar el tiempo. Observa.
La profesora Green alzó la varita sobre su cabeza y murmuró algo. Entonces la mujer se empezó a mover a tal velocidad que Harry apenas podía ver de ella más que un borrón. Se movió en el mismo sitio, correteó por el aula y vio cómo hacía algunos hechizos reductores con libros y objetos de la habitación a una velocidad tremenda. Entonces pareció que se quedaba inmóvil un momento y la profesora volvió a moverse con normalidad. Harry la miraba con los ojos y la boca abierta, pero no era consciente.
-¡Vaya!- dijo al final.
-¿Ahora entiendes todo lo que te he dicho?
-Sí. ¿Cómo se hace? ¡Es increíble!
Green le miró sonriendo y se acercó a él. Le cogió del brazo y le llevó a la mitad de la clase, donde se había puesto ella. Aún no se acostumbraba a que un profesor tuviera esa familiaridad, pero para ella el contacto físico era algo natural.
-Tienes que concentrarte en la idea, en la certeza, de que la percepción del tiempo es tuya, y que si quieres que vaya más lento a tu alrededor, lo hará, y viceversa. Has de estar plenamente convencido de ello, ¿de acuerdo?- Harry asintió pensando en todas aquellas ocasiones en que el tiempo parecía hacer lo que le daba la gana con su vida.- Después alzas tu varita sobre ti y dices: Tempus mei. La velocidad la impone tu voluntad. ¿Preparado?
-Tempus mei, ¿no?
-Sí.
-Vale.
Green se alejó un par de pasos de él. Harry se concentró en la frustrante sensación de saber que el tiempo se te escapa de las manos como arena fina y cómo podía estirarse hasta el infinito en los momentos más inoportunos. Pero comprendió que, según lo que le había dicho la profesora, lo estaba enfocando mal. No era el tiempo el que decidía hacer esas cosas. Era él mismo. Ahora debía pensar con todas sus fuerzas en que el tiempo estaba allí para obedecerle, para plegarse a su estado de ánimo. Había estado allí siempre listo para ser utilizado a placer. Harry levantó la varita.
-Tempus mei.
Al principio no notó nada diferente. Él seguía igual. Fue cuando miró a su profesora cuando supo que lo había conseguido. La mujer se movía con exasperante lentitud. Caminó por la clase y lamentó que no hubiera más gente para verles moverse lentamente. Era increíble. ¿Cuántos segundos pasarían hasta que decidiera terminar con aquel experimento? Podría tirarse horas así y que sólo pasaran unos minutos. Sintió una punzada de emoción. ¡El tiempo era suyo!
Entonces volvió la vista de nuevo a la profesora. Pero parecía que ahora se movía con normalidad. La miró extrañado.
-Me ves bien, ¿verdad?- preguntó la maestra.
-Sí. ¿Algo ha salido mal?
-No. Lo que he hecho ha sido coordinarme contigo. Ahora el tiempo de cada uno está relativizado al mismo nivel.
-¿Cómo lo ha hecho?
-Con calma, con calma. Cada cosa a su tiempo. ¿No crees que antes deberías aprender a volver a moverte a la velocidad de los demás mortales?
-Ah... es verdad.- se había emocionado demasiado pronto y lo había olvidado por completo.
-Bien, escucha. Llegar hasta aquí es el camino fácil. Volver al punto de partida es más delicado porque puedes pasarte o no llegar. Tienes que estar muy atento.
-¿A qué?
-Al tiempo.- dijo la mujer enigmáticamente.- El tiempo es como una red que envuelve cada átomo de materia del universo. Y por supuesto también te rodea a ti. Cuando vuelves a armonizarte con el tiempo general tu tiempo te envuelve de manera perfecta. Es una sensación como... como si tuvieras una prenda en todo el cuerpo muy ajustada. Cuando la sientas, baja la varita. Tienes que volver a concentrarte igual que antes y volver a decir las mismas palabras. ¿Vale?
-Vale.
Harry respiró hondo mientras se preguntaba cómo sería sentir una prenda muy ajustada y se concentró. Dijo las palabras y entonces lo sintió. Había algo a su alrededor que se inflaba o se ajustaba según lo pensaba. Con cuidado empezó a ajustar. Al primer intento se pasó y volvió a inflarlo. Al final, después de tres intentos lo consiguió. Miró a su profesora y sonrió satisfecho.
-Y ahora, ¿cómo se coordina uno?- estaba ansioso por aprender más sobre aquello.
-Primero descansa.- dijo la profesora.- Siéntate un poco.
Cuando dio un paso hacia la silla los músculos de sus piernas temblaron violentamente y cayó de rodillas. Quedó sentado en el suelo, atónito. La profesora Green corrió a levantarle.
-¿Estás bien?
-Sí.- dijo perplejo.- No sabía que estuviera tan cansado.
-Manejar la relatividad es algo que necesita de la energía de cada molécula de tu cuerpo. Has sufrido un gran desgaste. Y venías cansado.
Al final consiguió sentarse. Estaba muy, muy cansado. Sus músculos parecían haberse dado por vencidos y cada vez que quería moverse respondían con temblores y una debilidad que le ponía un poco nervioso. Casi no se podía mover. La profesora Green le dio otra redoma de tónico y le dijo que seguirían la lección al día siguiente. Así que se quedó sentado, medio apoyado en una mesa mientras la profesora le vigilaba preocupada.
-¿Puedo hacerle una pregunta?- preguntó el chico al cabo de unos momentos.
-Claro.- dijo sentándose frente a él mientras le tocaba la frente con suavidad para ver si tenía fiebre.
-¿Cómo es que está aquí dando clase de Defensa?
-Tú también piensas que no tengo pinta de profesora de Defensa.- dijo con una sonrisa un tanto distante.
-¡Oh, no, en absoluto! Creo que es la mejor profesora, junto con Remus Lupin, que hemos tenido jamás, en serio.- dijo apresurándose a disculparse.- Pero... no sé...
-Yo antes era auror. Hace años.- dijo la mujer.- No pertenecía a la Orden del Fénix, pero no hacía falta. Hice todo lo que estuvo en mi mano para salvar a mi familia y a muchos más.- suspiró.- Y no pude. Estuve años hundida por la culpa.- sonrió tristemente y bajó la mirada colocándose la varita sobre el regazo.- Pero hace poco me enteré de que quizá hubiera un modo de redimirme.- le miró con tanta intensidad que Harry sintió un escalofrío.- Y aquí estoy.
-La entiendo.- él también tenía algunos pecados de los que redimirse. Sabía muy bien cómo podía sentirse la profesora.
-Sí... bueno.- Green suspiró.- si hay algo que he aprendido es que se cometen errores, pero que la vida está para enmendarlos. Pero sobre todo la vida está para vivirla. No lo olvides Harry. Nunca.
Era curiosa la manera en que la profesora Green podía parecer al mismo tiempo una profesora con todas las de la ley, que una pariente cercana dándole consejos. Había confiado en él el mismo día que se habían conocido. Le había contado su pasado sin más, sólo porque se lo había preguntado. Se molestaba en conocer a la gente, les animaba, les apoyaba. Y sobre todo, les enseñaba. Harry se supo entonces tan absorbido por aquella mujer como lo estaban sus compañeros.
-¿Cómo te encuentras?- dijo la profesora. Harry probó a moverse. Parecía que sus miembros le volvían a responder un poco. Asintió.- Bueno. Vete ya. Necesitas descansar.
-Si me diera otro tónico...
-No te acostumbres.- dijo Green en tono de advertencia.- Hoy estabas agotado y por eso te he dado dos. Verás como ahora podrás descansar mejor.
Un par de "Buenas noches" después y se despidieron.
Harry llegó a su cama con dosel y se dejó caer sin molestarse en ponerse el pijama. Apenas si se quitó los zapatos.
Su cerebro se puso en el modo "stand by" que tomaba cada noche, pero esta vez su cuerpo agotado decidió seguirle el juego a la materia gris y, por primera vez en un mes, descansó.
