¡¡Hola!!

Oíd, ¿ha pasado algo con Fan fiction? Porque tenía unos documentos subidos y ya no están. No me importa demasiado, porque los tengo en mi ordenador, pero, ¿por qué? Así que lamento decir a los que leen "La Caja" que tendrán que esperar al próximo capi, al menos hasta mañana (soy una víctima de las circunstancias tecnológicas adversas... jo). Y ahora...

Eva Vidal: Urg... o sea que no me ayudas... ¡yo también tengo estudios! Jo... bueno, vale. Yo también espero que la profe nueva de mucho de qué hablar... de verdad que lo espero...

Lucumbus: Ya, bueno, el hechizo Avénsita es estupendo, ¿verdad? Directamente inspirado en Matrix y el "Cárgame un curso completo de...". Qué gozada... Sin tenerse que memorizar esos tochos insufribles... (suspirito). Este capi, personalemente, me gusta más. ¡A ver qué te parece! Un besote!

Chibi-kaise: Que qué animal será cuando se transforme... la verdad es que no lo sé. Por ahí, en otros fics se transformaba en dragón, en lobo (con uno ya hay suficiente, ¿no crees?)... pero la que más me gustaba era uno en el que se transformaba en halcón nival. Muy bonito. Pero aquí... no sé... ya veremos.

Miranda Evans: Si, ¿verdad? Lo de la relatividad... bueno, en mi cabeza tiene sentido lógico (aunque te parezca mentira), así que si hay algo que no te haya quedado claro en concreto me lo preguntas. O si quieres hago un bonus trak con las explicaciones metafísicas de los poderes que me invento sobre la marcha (no tengo ningún problema). Por otro lado espero poder manejar bien a la profe... es lago nuevo hasta para mí.


Puntos de conexión

"Quien no ha afrontado la adversidad, no conoce su propia fuerza."

Benjamín Jonson. Dramaturgo inglés del S:XVII


-Buenas noches, Harry.- saludó la profesora Green cuando el chico entró en el aula de Defensa contra las Artes Oscuras al día siguiente.

-Buenas noches.

-Hoy pareces más animado.

-Sí, bueno…- Harry sonrió algo nervioso.- Hoy han ocurrido muchas cosas.

-¿Qué tal las demás clases extra?

-La verdad es que me han salido muchos de los hechizos que llevaba practicando desde hacía días. Creo que no lo conseguía porque me agobiaba.- Green asintió.- Ese tónico suyo es una maravilla.

-Oh, no es nada. Una dieta equilibrada hace prácticamente lo mismo.- dijo la mujer incorporándose y yendo hacia él.- Tanto pastel de riñones no puede ser bueno para el organismo.

Harry sonrió pensando en Ron y en su predilección por aquel pastel. La profesora pasó por delante de él y fue hacia el centro de la habitación.

-Bien. Hoy aprenderás a coordinarte conmigo, ¿de acuerdo?- Harry asintió ansioso. Todo aquello de la relatividad le fascinaba.- Ven, acércate. Verás, debes escucharme muy atentamente porque una vez relativizados no podré indicarte a menos que consigamos coordinarnos correctamente.

"La forma más fácil de coordinarse es relativizándonos a la vez y lo suficientemente cerca como para que nuestros campos de tiempo personal nos sirvan de tanteo. ¿Comprendes?

-No.- respondió el chico con sinceridad.

-¿Recuerdas cómo sentías ayer tu tiempo cuando volviste al tiempo normal?

-Sí.

-Aquello del "traje ajustado"…- Harry asintió de nuevo.- Bien, pues es básicamente lo mismo. A ver, cuando vas por un pasillo oscuro, ¿qué haces para seguir andando?

-Extiendo los brazos para no tropezar.

-Exacto. Extiendes tus manos para tantear y ver dónde está la pared, las esquinas, los posibles obstáculos, etcétera. Pero ahora nuestro objetivo, en vez de evitar tropezar, será todo lo contrario. Si nos relativizamos a un metro o menos de distancia nuestros campos de tiempo, al expandirse, llegará un momento en que se tocarán. Has de estar muy atento porque es un cambio muy sutil, ¿vale?- Harry asintió.- Una vez ambos campos de tiempo hayan hecho contacto se envolverán el uno al otro. Lo hacen solos, así que no habrá ningún problema siempre y cuando no te relativices demasiado deprisa.

-¿Qué pasaría si lo hago muy rápido?

-Que el tiempo actuaría sobre ti de una manera un tanto drástica.- dijo Green sin querer entrar en más detalles. Harry palideció, pero aún así preguntó.

-¿Como por ejemplo?

-Volver a ser un bebé o convertirte en el anciano que algún día serás o incluso morir.- Harry deglutió. La relatividad tenía sus riesgos.- Así que no te precipites.

Harry negó con energía.

-De acuerdo. ¿Preparado?- Harry volvió a asentir mientras se concentraba en la idea de que el tiempo estaba a su merced.

Ambos levantaron la varita y dijeron "Tempus mei". Harry lo hizo con calma, sin prisa, pero sin pausa. Su campo temporal se separó de él como lo haría una ventosa y se alejó de él a una velocidad constante dictada por su propia voluntad. Entonces lo sintió. Parecía como cuando tocas con los dedos una pompa de jabón. El campo de tiempo se le escapó cuando sintió que era absorbido… ¿o era al revés?... por otro campo de tiempo. Soltó el aire que parecía retener dentro de los pulmones. La profesora Green sonrió.

-Excelente.- Harry miró a su alrededor buscando algo que le sirviera de referencia con el mundo que seguía moviéndose con lentitud. Pero no había nada que le sirviera. Cuando su profesora llamó de nuevo su atención trató que su frustración no se notara demasiado.- Ahora volvamos al tiempo normal para que pueda enseñarte a coordinarte independientemente.

Lo hicieron.

-Ahora me relativizaré. Pero tú no sabrás a simple vista a qué velocidad he acelerado mi tiempo. Tendrás que averiguarlo desde fuera para que cuando te relativices pueda verte con normalidad.

-¿Cómo lo averiguo?

-Con el mismo sistema, realmente. Tanteando. Pero ahora mi campo temporal se habrá difuminado con el entorno. Ya no lo controlaré como cuando me relativizo, ¿me sigues?

-Creo que sí.

-Tu campo temporal ha de encontrar a tientas las pistas que mi campo temporal ha dejado para seguirme.

-¿Qué pistas?

-Puntos de conexión.- dijo la mujer juntando sus dos puños de manera ilustrativa.- Cuando tu campo los toque te dirán hasta qué punto debes ampliar o reducir. Cuando lo tengas claro bajas la varita y si lo has hecho bien podrás verme con normalidad. ¿Entendido?

-Psé…

-No te preocupes. Cuando captes esos puntos de conexión sabrás de lo que hablo.

Así que sin más alzó su varita y se relativizó. En seguida su profesora empezó a moverse con rapidez. Harry suspiró y alzó su varita para pronunciar las palabras. Su campo empezó a expandirse con la misma calma que antes, muy atento a aquellos puntos de conexión.

Notó al principio uno, pero un momento después otros tres puntos más hicieron acto de presencia con aquella sensación de pompa de jabón. Él había tenido que expandir mucho su campo y al tocar el campo de la profesora Green se dio cuenta de que había una descompensación. Así que redujo su campo. Los puntos de conexión continuaban allí, guiándole. Hasta que llegó un momento en que sintió la misma sensación de succión y absorción instantánea y miró a su profesora, que volvía a moverse con normalidad.

-¿Me ve bien?- preguntó.

-Perfectamente.- dijo sonriendo con orgullo. Harry no pudo evitar devolverle la sonrisa aun sabiendo que estaba cayendo en la dulce manipulación de su profesora. Con cierto cinismo se imaginó como un niño pequeño al que le dan una piruleta de premio.- Creo que a partir de ahora podremos empezar nuestras clases con completa normalidad. Pero eso no será hasta mañana.

La profesora alzó la varita y se desrelativizó. Harry la siguió.

-¿Por qué? No estoy tan cansado.- dijo sintiendo el dolor agudo del exceso de ácido láctico en sus músculos cuando dio un paso hacia ella.- Bueno, quizá sí, pero si me siento un poco…

-No abuses de tus fuerzas.- advirtió la mujer. Harry no pudo menos que recordar los días de gripe horrible que había padecido y asintió. Se volvía hacia la puerta cuando se le ocurrió algo.

-Profesora, ¿sabe algo de la Per... Percetci… ¡Demonio de nombre, nunca me sale!

-¿Perceptividad?

-¡Sí, eso!

-No me digas que eres un Perceptivo…

-¿No se lo ha dicho Dumbledore?

-Debió pasarlo por alto.

-¿Dumbledore?- preguntó Harry alzando una ceja. La mujer se encogió de hombros sin darle importancia.

-¿Y qué sientes?

-¿Ahora mismo?- Green asintió.- A usted, sobre todo, porque está aquí conmigo. Pero si la paso por alto puedo sentir el resto del castillo como una masa más o menos informe de diferentes "longitudes de onda" de magia. Es especialmente emocionante cuando estoy en la biblioteca o paso cerca de la entrada de alguna de las Salas Comunes de las otras casas.

-Por tu tono diría que no te gusta.

-¿Ha estado alguna vez en un andén de tren, bastante cerca del borde, y ha pasado un tren muy largo y muy rápido justo en ese momento? Pues… más o menos es eso lo que siento por todo el cuerpo las 24 horas del día desde hace unas semanas. Es muy, muy desagradable. Y con Dumbledore es insoportable.

-Ya me imagino…- dijo la mujer pensativa.- Tenemos que hacer algo con eso. No puedes seguir así.

-¿Me lo dice o me lo cuenta? ¿Podríamos hacer algo ahora? Podré hacerlo, en serio. No estoy tan cansado. Así podría dormir mejor.- Harry ahora era el que estaba manipulando. Apelaba a los instintos maternales de aquella mujer para convencerla. No sabía si funcionaría, pero por intentarlo… Ella, por su parte, parecía debatirse.

-Oh, al diablo. Muy bien. No podrás rendir como quiero a menos que puedas concentrarte en condiciones y con toda esta magia a tu alrededor…- Green conjuró una gruesa y mullida alfombra, y caldeó la fría clase con un par de braseros improvisados. Después indicó al chico que se sentara en la alfombra. Ambos lo hicieron.- No creo que logremos mucho hoy, pero espero que te sirva de guía de trabajo. Teniendo en cuenta que nuestro tiempo es limitado te he de pedir que esto que vamos a hacer hoy lo hagas siempre antes de acostarte y en cuanto te levantes por la mañana.

-¿Como la oclumancia?

-Sí, bueno, también.- dijo la mujer haciendo un gesto despectivo con la mano. Harry alzó una ceja.- ¿Estás cómodo?

-Sí.- la verdad era que lo estaba. La alfombra era muy blandita.

-De acuerdo. Ahora cierra los ojos y respira hondo.- el chico lo hizo.- Ahora concéntrate en lo que sientes.- Harry se concentró en la vibración que más fuerte sentía, la de la profesora Green. La profesora no dijo nada durante un par de minutos, dejando que el muchacho se acostumbrara.- Ahora tienes que profundizar todo lo que puedas. Decías que podías sentir al resto del colegio. Bien. Trata de hacerlo.

Harry se concentró para poner más atención en las otras longitudes de onda de magia que percibía, además de la profesora. Empezó a notar el lento pero profundo latido del mismo castillo. Era una de las longitudes que podía distinguir sin esfuerzo. La tomó de guía y recorrió el castillo a lomos de aquel ritmo cadencioso que más parecía el latido del corazón de un viejo dinosaurio. Encontró la biblioteca y su vibración peculiar. Era completamente irregular, enrevesada. Siguió adelante y encontró una pulsación más potente y más viva, así como más rápida. Era, sin duda, la magia humana, la que surgía de los estudiantes que ahora estaban en una de las Salas Comunes. Por el lugar en el castillo creía que eran los de Ravenclaw. Cuando quiso entrar en aquel barullo de longitudes de onda mágicas sintió cómo cada una se iba perfilando tenuemente, diferenciándose unas de otras como señales que correspondían a lenguajes diferentes. Eran las diferentes personas que pululaban por allí. Pero sólo podía sentirlos como simples pulsiones lejanas en la distancia. Salió de la Sala Común de Ravenclaw y visitó otros lugares.

Pero aquello ya lo había hecho otras veces. Podía ver el castillo como una maqueta de luz dentro de su mente y dentro de esa maqueta montones de puntitos de luz. Pero todos eran anónimos e imposibles de ignorar.

Lo que quería él era dejar de sentirlos a todas horas.

-Harry.- llamó su profesora suavemente.- Para atenuar la Perceptividad has de asimilar la magia que te rodea haciendo que la dejes de sentir como algo externo, para empezar a sentirla como algo interno.

-¿Y cómo hago eso?- preguntó frunciendo un poco en ceño.

-La magia te rodea y tú la sientes porque dentro de ti, tu propia magia se topa con la magia de fuera y la siente como extraña. Se intenta defender de ella. Has de relajarte y fundir tu magia con la magia que te rodea.

-No ha contestado a mi pregunta.

-Harry, yo no soy una Perceptiva. Conozco la teoría, pero no la práctica, y hay tan poco escrito sobre ellos y tan malo, que no puedo ayudarte más de lo que he hecho ahora.

Harry abrió los ojos.

-Por eso debes practicar todos los días aunque sólo sea un rato.

El chico suspiró.

-Parece que no hay nada fácil.- se incorporó.

-Para nosotros nunca lo hay.- dijo Green levantándose con una triste sonrisa.- Pero no por ello debemos cejar en nuestro empeño. No si no queremos echarnos a perder.

-¿A qué se refiere?

-A que hay que ser consecuente con uno mismo.- contestó la maestra con un suspiro.- Y a veces no hay cosa más difícil en este mundo que eso.

Harry no la entendió, pero asintió igualmente, se despidió y se dirigió hacia las cocinas. Tenía hambre.


-Hermione, shhh…- Harry chistó a su amiga para que dejara de hablar. Nunca pensó que chistaría a Hermione en medio de una clase, pero lo peor era que esa clase era pociones.

-Oh, Harry, ¿te imaginas? Yo… yo no podía creerlo.- decía la chica en voz baja, pero indefiniblemente nerviosa.- Y claro, me quedé mirándolo sin saber qué decir. La verdad es que… bueno, no es que no me guste, pero… es raro, ¿verdad? Al fin y al cabo…

Hermione se quedó callada cuando vio cómo un dedo de Snape se deslizaba silencioso y veloz hasta colocarse delante de sus narices. Pensó que señalaba algo, pero sólo la miraba a ella con expresión de advertencia. La chica miró a Harry, luego a Snape y después siguió cortando las patitas de gamba de pantano en silencio. Por segunda vez en aquella clase tuvo otro pensamiento inusitado: agradeció a Snape que callara a su amiga. Aunque fuera de aquella manera tan absurda.

Retrocedamos dos días hasta el momento en que Hermione se había acercado a Ron para hablar con él y solucionar el problema que el pelirrojo parecía tener con ella y que había sido causa de una agria discusión en la comida.

Pues bien, según le había contado Hermione con infinitos detalles antes y, contra todo pronóstico, durante la clase de Pociones, habían hablado. Bueno, más bien discutido. Que si tú esto, que si tú más… lo típico. Hasta que Ron había dicho algo horrible como "Ojalá nunca hubiéramos ido Harry y yo a aquel baño a rescatarte del troll" y la chica se había ido muy indignada y llorando a su cuarto.

A partir de aquí los datos que habían llegado hasta él cambiaban de voz. Ron le había dicho que después de eso también se había ido la habitación, muy enfadado. Pero después de un rato (Harry supuso que muy largo y posiblemente precedido de un periodo de violencia gratuita contra algún objeto preferentemente blando… conocía muy bien los arrebatos de su amigo), comprendió que se había pasado y que debía pedirle perdón.

Pero ambos eran muy orgullosos y no se habían vuelto a ver hasta aquella mañana, muy temprano, antes de que nadie se despertara. Ninguno había dormido bien y cuando se encontraron en la Sala Común, solos, no pudieron evitar hacerse frente. Así que Ron le había pedido perdón y de paso, ya que estaba, en un arrebato de osadía se le había declarado. Hermione no había sabido reaccionar y, sencillamente, huyó. Cogió su mochila y se fue.

Ella le había dicho que había dado vueltas por todas partes tratando de aclararse, de saber qué le iba a decir, porque, claro, su principal problema era que se encontraba en la embarazosa situación de que nunca antes se había planteado nada en concreto con Ron y ahora que se le presentaba de sopetón, pues… que… que eso, que no sabía qué hacer. Que le parecía raro porque habían sido amigos mucho tiempo y le parecía, hasta cierto punto, incestuoso, pero que tampoco podía negar que… en este punto, normalmente, se solía sonrojar tanto que perdía la facultad de la vocalización y Harry sólo podía captar incoherencias.

Claro que Ron no estaba mucho mejor, aunque su modalidad era más llevadera para Harry. Parecía que se había vuelto mudo y no había abierto la boca tanto en el desayuno como en la clase de Transformaciones. De hecho, apenas parecía ser capaz de percibir ningún estímulo menor de un empujón. Y ahora que conocía toda la historia creía saber la razón. Hermione se había largado corriendo y Ron pensaría que se habría horrorizado o algo peor.

Harry veía por el rabillo del ojo a Hermione cortando y echando los ingredientes de la poción de aquel día en el caldero con manos temblorosas. La conocía. Si no hablaba pronto, estallaría. Harry limpió su cuchillo con parsimonia contando hacia atrás los últimos segundos de silencio antes de que la chica prorrumpiera en más explicaciones.

4… 3… 2… 1…

-¿Y qué hago, Harry?- gimió la chica con desesperación aunque cuidándose de no alzar mucho la voz. Harry miró a Snape que estaba mirando con cara de profundo desagrado la poción de unos Hufflepuff unos pupitres más adelante.- Me siento tan mal después de haberme ido de esa manera… Y le tengo que decir algo, porque lo que no quiero es perderle como amigo, pero…

-Vamos a ver, Hermione.- dijo soltando la cuchara de madera con la que estaba removiendo su escasamente verde poción y mirando a su amiga, que le miraba expectante, como si sus palabras fueran un faro en la niebla.- ¿A ti te gusta?

Hermione apretó los labios y frunció el ceño.

-Hermione, sé sincera.- la chica se cubrió la cara con las manos.- Obvia lo raro que te parece, ¿vale?- Hermione, aún con las manos en la cara suspiró.- ¿Te gusta o no?

-Creo que sí.

-No, ¿crees que sí? No puedes creer que sí o que no. O sí o no.

-Bueno, vale. Sí.- Harry sonrió complacido y la chica se tapó la boca sorprendida por lo que acababa de decir.- ¡Oh Dios mío!

Entonces, de improviso el dedo de Snape apareció frente a los ojos de Hermione volviendo a causar el mismo efecto que la última vez. La gryffindor se centró y siguió con su poción. Harry se preguntó qué demonios significaría aquello. Lo único que sabía era que era un gesto lo suficientemente extraño como para que el estupor que causaba lograra que se callaran.

Harry removió un par de veces más su poción y con un gesto de resignación echó un poquito en un frasquito. No creía que le pusiera muy buena nota. Sí, bueno, era verde, pero no "tan" verde como decía el profesor que debía ser. Miró la poción de Hermione. La suya sí era verde verde. Aún en una crisis era capaz de hacer bien las pociones y la envidió en secreto por ello.

Cuando todos estaban recogiendo y llevando sus frasquitos a la mesa del profesor, Malfoy, con su habitual familiaridad con Snape preguntó:

-Señor, no he podido dejar de fijarme en el gesto que le ha hecho a Granger dos veces en esta clase.- Snape miró a Malfoy y después a Hermione y sonrió misteriosamente.- ¿Qué significa?

-¿Qué gesto le he hecho, señorita Granger?

-Me… me puso el dedo así…- hizo el gesto.- delante de los ojos.

-Ese dedo, señor Malfoy, servía para que las cotorras se posasen en él y dejaran de hablar. Y parece que funciona.

Las risas estallaron en los pupitres ocupados por los Slytherin y Snape les obsequió con una de sus mejores sonrisas de desprecio. Harry se enfureció con aquel par de imbéciles que representaban la flor y nata de la casa de la serpiente. Hermione también pareció enfadarse, pero su pequeña crisis personal parecía tener más poder sobre ella que las burlas.

Salieron de la clase muy tensos entre las risas de Malfoy y sus amigotes.

-Adiós, cotorrita…- dijo con saña arrancando nuevas carcajadas.

-Malfoy, ¿he de recordarte que sigues siendo el hurón del colegio?- advirtió Harry palmeando su varita en uno de los bolsillos del uniforme y sabiéndose muy capaz de convertirle en uno.

-Oh, vamos, Potter, qué poco sentido del humor tienes.- dijo el slytherin controlando a duras penas la risa.- Casi deberías estarle agradecido al profesor Snape.

-¿Y eso por qué?

-No os ha quitado puntos.- dijo sonriendo el rubio.- ¿Ves? No hace falta ejercer el verdadero poder para conseguir algo. Es mucho más fácil si se utilizan otros métodos.

Los ojos grises de Malfoy miraron a Harry con intención. El moreno lo captó y lo entendió inmediatamente. Era una alusión clara a su conversación del primer día que llegó.

-¿Aunque sean sucios y rastreros?- preguntó con calma.

-Si funcionan…

-El fin no justifica los medios.

-Qué inocente eres, Potter.- Harry apretó los puños. Malfoy volvió a sonreír e hizo un gesto de despedida en dirección a Hermione.- Nos vemos, cotorrita.

Y, seguido de sus amigos que le seguían la gracia como borregos, se marchó escaleras arriba. Harry y Hermione les siguieron un momento después.

-¿Qué ha sido eso?- preguntó la chica.

-¿El qué?

-¿Desde cuando mantienes discusiones medianamente racionales con Malfoy?

-No creo que esto pueda considerarse como una discusión racional, ni en medios ni en cuartos ni en nada.- estaba furioso. No entendía por qué Malfoy se empeñaba en hablarle siempre de lo mismo.- Es un gilipollas.

-No creo que ese sea un lenguaje muy adecuado para ser utilizado dentro de los muros de este colegio, señor Potter.- dijo la voz de Minerva McGonagall detrás de ellos en el pasillo que llevaba al Gran Comedor.

-Perdone, profesora.- dijo Harry.- No volverá a pasar.

-Eso espero.- la mujer le dirigió una mirada que no admitía réplica y entró en el comedor.

En la mesa, sus compañeros de casa ya estaban sentados. Harry sintió tensarse a Hermione a su lado cuando vieron a Ron que hacía todo lo posible por permanecer ajeno a todo su alrededor. Harry se sentó frente a él y Hermione se sentó al lado de Harry, arrimándose a él, como si la protegiera de Ron o de lo que suponía tenerle delante con el ambiente tan enrarecido. Harry, al tener a la chica tan cerca casi no podía moverse así que sutilmente la apartó mientras le lanzaba una mirada de apremio. Debía decirle algo ya. Hermione le devolvió una mirada de espanto y desesperación, pero los ojos verdes de su amigo eran firmes. Hermione suspiró.

-Ron, ¿podemos hablar?

El chico alzó la mirada con gesto contrito. Parecía no atreverse a mirarla directamente, así que miró a Harry buscando apoyo. Él le sonrió. Ron asintió y ambos se levantaron para salir del Comedor. Miradas interrogantes se elevaron hasta ellos en toda la mesa de Gryffindor. Ginny, a unos asientos de distancia, sonreía abiertamente y volvió a la conversación que mantenía con sus amigas. Parvati y Lavender se sentaron a cada lado de Harry y le frieron a preguntas.

-¿No nos vas a contar nada, hombre?- preguntó al final Lavender al no obtener respuesta alguna.

-No puedo contar las cosas de los demás por ahí.- y se metió una col de Bruselas en la boca omitiendo "y menos a vosotras, par de cotillas".


-¿Te encuentras bien?- preguntó el profesor Dumbledore cuando Harry se trataba de incorporar por enésima vez consecutiva aquella tarde después de otro asalto a la mente de chico.

-Pues igual que las 1000 veces anteriores, profesor.- contestó el muchacho de mala manera. Le dolían las rodillas y el codo izquierdo, le dolía la cicatriz como si no hubiera otra cosa en el mundo y, por encima de todo aquello, la persistente y potente vibración que partía del anciano mago que estaba a apenas 3 metros de distancia.

-Los malos modos no te ayudarán a mejorar la oclumancia.- recordó el hombre con paciencia.

-Ni los malos ni los buenos.- replicó el chico secándose el sudor de la frente con la manga.- ¿Cuánto tiempo tendrá que pasar para que entienda que la Oclumancia no es lo mío? Usted mismo dijo que no todos los magos pueden dominarla.

-Tú serás capaz.

-¿Por qué está tan seguro?- preguntó Harry.- ¿Por que Voldemort la domine yo también podré hacerlo?

-Sí.

-¿Y quién le ha dicho eso? ¿La profecía?- Harry estaba muy enfadado. Todo aquel sufrimiento le parecía completamente innecesario. Seguro que existían otros métodos. Algo… lo que fuera. Pero la Oclumancia había salido de su lista de "Tareas pendientes" hacía mucho tiempo. Dumbledore no contestó.- Esa profecía puede ser interpretada de muchas maneras, profesor. Ser su igual no tiene por qué significar tener los mismos poderes.

-Por hoy es suficiente.- dijo el profesor dejando la varita en la mesa.- El primer día casi lo conseguiste. Puedes hacerlo aunque no te lo creas. Lo único que tienes que hacer es concentrarte.

-¿Y cree de veras que puedo hacerlo? Estoy trabajando durante todo el día, metiéndome bibliotecas enteras en el cerebro de golpe, yendo a todas las clases, haciendo los deberes que me siguen mandando todos los días mientras que la Percet nosequé me sacude a todas horas. ¿En serio cree que puedo concentrarme más?- Harry cogió con furia la capa que le abrigaba en los trayectos entre clase y clase por los fríos pasillos.- Y desde luego que hoy he tenido suficiente.

Se encaminó decidido a la puerta.

-¡Harry James Potter!- bramó el director. Harry se quedó clavado en el suelo con la mano a mitad de camino del picaporte.- Mírame.- el chico se volvió lentamente.- Nadie más que yo lamenta el ritmo de vida que estás llevando.- Harry resopló.- Nadie. Sé que estás resentido conmigo por todo lo que ocurrió el curso pasado y lo siento. Pero lo hecho, hecho está. Lo único que podemos hacer es aprovechar el tiempo que tenemos, y es muy poco, ¿me entiendes? Muy, muy poco.

Dumbledore hizo una pausa en la que no dejó de mirar al muchacho con ojos fulgurantes. Harry estaba un tanto acobardado. Se había pasado de listo y ahora le regañaban. Era lógico. A veces se olvidaba que era un condenado crío. Este pensamiento le enfureció aún más, pero Dumbledore continuó hablando.

-¿Acaso crees que no sé que te estoy entrenando para quizá morir en el intento? ¿Acaso crees que no soy consciente de que mi actitud contigo puede ser interpretada como un mero instrumentalismo? ¿Crees que no sé que piensas que sólo nos tomamos estas molestias contigo porque eres quien eres? Pues sé todo eso, Harry, así que no me vengas con rebeldías y quejas porque te agobias con todas tus obligaciones.

"No es justo que tengas que pasar por todo esto siendo tan joven, pero tampoco sería justo si fueras mayor. No es justo que te hayan marcado por algo tan vacuo como una profecía. No es justo que la gente que te quiere desaparezca o te utilice. No es justo. Nada lo es. Pero la realidad es la que es, te guste o no. A mí no me gusta, puedes creerme. Sería mucho más feliz dedicándome a ser un simple docente y no a levantar a media Europa en contra de un solo mago mientras adiestro a un adolescente para la guerra más terrible que se haya librado jamás.

"Todo esto, Harry, yo ya lo viví. No era Voldemort. Era Grindewald, y no era mejor que el que tenemos ahora. Hoy eres tú, pero mañana será otro. Es el mal endémico del Mundo Mágico. La lucha eterna del hombre entre el bien y el mal se condensa en nosotros desde el principio de los tiempos. ¿Crees que es injusto? Por supuesto que lo es. Pero es ley de vida.

"Por eso cuando te empeñas en no aprender Oclumancia no creas que lo haces porque no puedes o porque la profecía sólo diga que eres el igual de Voldemort. Te niegas porque crees que así podrás escapar un poco de tu destino… Bien, pues no lo harás como yo no lo pude hacer y como los que vinieron antes que nosotros no pudieron. Así que cuando te digo que podrás dominar la Oclumancia no dudes ni instante en que podrás.

Harry se quedó allí, quieto, callado. Bajó la mirada para que el director no viera cómo su rostro se contraía y salió del despacho antes de que la primera lágrima brotara.

Aquella noche el único sonido que se oyó en los pasillos fueron unos sollozos ahogados.


En la Sala Común se encontró un panorama interesante. Ron, Hermione, Ginny y la profesora Green conversaban en unos sillones apartados mientras las miradas de los gryffindor que aún no se habían ido a la cama confluían sin ningún pudor en ellos.

Como un golpe, recordó que no había ido a la clase extra de Defensa. Miró su reloj. Eran las 11:30. Con razón la profesora estaba allí. Aún no le habían visto, pero se acercó. Cuando apenas estaba a unos pasos Ginny alzó la mirada.

-¡Harry!- el resto se giró a mirarle.- ¿Dónde estabas? Tenías preocupada a la profesora.

-Lo siento, profesora.- dijo Harry con voz agotada.- Lo olvidé por completo.

-Tranquilo.

-Harry, ¿estás bien?- preguntó Hermione. Harry la miró. Nunca se le había dado bien ocultarle las cosas a ella. Siempre acababa descubriéndole. Así que se encogió de hombros.

-Estoy cansado.

-¿Sabes?- dijo Hermione.- La profesora nos ha dado permiso para ayudarte un poco con tus tareas.

-Ah, ¿sí?

-Sí, pero a escondidas de los demás maestros.- Harry alzó una ceja a su profesora. Ginny se rió traviesa mientras asentía.- Les he pedido que te ayuden con los deberes.

-Te haremos los deberes nosotros.- corroboró Ron.

-Bueno… gracias, pero no creo que…

-Venga, tío, sabes que no das más de ti con lo que ya tienes. Y los deberes no son realmente importantes.- dijo Ron recibiendo un codazo de Hermione.

-Ya lo que faltaba, Ron, que le convenzas del todo para que no vuelva a tocar un libro en su vida.- protestó la chica. Green y Harry se miraron un momento cómplices. Con el Avénsita Mentis los libros no eran un problema.

-Pero vosotros tendréis mucho más que hacer y…

-No te preocupes por eso.- dijo Hermione que era muy capaz de hacer las tareas de media Torre sin inmutarse.

-Pues… gracias.- y trató de sonreír.

-Bueno, chicos, ha sido muy divertido venir a veros.- dijo la profesora levantándose. Los jóvenes se levantaron para despedirla.- Nos vemos el miércoles en clase. Harry, mañana sábado ven a mi despacho después del desayuno, ¿de acuerdo?

-Sí.

Y se fue.

-Te hemos subido algo de la cena.- dijo Ginny señalando un paquete en la mesa.

-Gracias, pero no tengo mucha hambre.- en realidad sí, pero no le apetecía comer. Después de lo que había ocurrido con Dumbledore lo único que quería era desaparecer.- Me voy a la cama.- Entonces recordó algo.- ¡Ah! Ron, Hermione… felicidades.

Les sonrió, ellos se ruborizaron y se marchó al cuarto.

Cuando echó las cortinas en su cama decidió practicar la Perceptividad en serio aquella noche. Levantó la varita y pronunció "Tempus mei". En seguida el mundo a su alrededor empezó a ir muy lento. Tenía pensado estar mucho tiempo despierto y no quería perder demasiadas horas de sueño. Después se acomodó y cerró los ojos.


La magia a su alrededor era, después de 5 horas de meditación profunda, como una especie de marea que chocaba contra él como si fuera un promontorio.

A lo largo de todas aquellas horas había habido momentos en los que perdía realmente la noción de su cuerpo, momentos en los que parecía que sus piernas y su tronco parecían estar en lugares diferentes o, sencillamente, no estaban. Era en esos momentos en los que creía hacer algún progreso.

Lo que sentía entonces era, simple y llanamente, su propia magia fluyendo a través de él como en la otra realidad, como una fuerza que llenaba cada partícula de su ser dándole buena parte de su calor corporal. Ese calorcillo parecía apoderarse de él envolviéndole y entonces, la magia externa a su alrededor, se volvía cálida y acogedora y la vibración remitía.

Pero lo que venía después le había asustado tanto que cada vez que, después de esforzarse mucho, volvía al mismo punto, perdía el control sin remedio y regresaba al punto de partida.

Ahora que sabía lo que buscaba era más fácil y le parecía que cada vez le costaba menos llegar a ese punto de concentración absoluta.

Respiró hondo obligándose a no retroceder cuando llegara a ese punto.

La maqueta de Hogwarts apareció en su mente, ésta vez mucho más nítida. Las vibraciones producidas por los magos eran muy diferentes a las que el castillo, la biblioteca, los elfos o cualquier cosa que hubiera en el castillo y que no era humano producían (y para inquietud del joven, había mucho de eso). Ahora era capaz de situar a cualquier mago en el castillo con bastante precisión, pero aún no era capaz de identificarlos con nombres y apellidos. A sus compañeros de Gryffindor más cercanos sí, pero el resto eran lucecitas anónimas, aunque muy bien diferenciadas unas de otras.

Aquel punto estaba superado. Apenas tardaba unos tres o cuatro segundos en visualizar el castillo entero. Ahora venía lo difícil.

Su respiración se hizo más profunda a medida que su mente caía en trance. La conocida sensación de vacío le hizo perder la práctica sensibilidad de las piernas, los brazos… de su torso quedaba el corazón, que se había acompasado hacía rato con el latido lento y pausado del edificio.

Ahí estaba…

Ya venía…

Su magia se unió a la magia del castillo y de todo lo que despedía poder en aquel lugar. La sensación de calor le atrapó, pero ésta vez consiguió mantener la calma en la primera sacudida. Su mente se dejó llevar por el poder que emanaba de aquel colegio, de todos sus habitantes. Como si estuviera sometido a los vaivenes de las corrientes marinas, la magia le bamboleó por todo el colegio. Pero él se obligó a volver a sí mismo. Pero parecía que la magia ofrecía resistencia. Él, su entidad mágica, se había hecho uno con todo aquello y no parecía querer volver a ser parte de un ser humano. Pero la voluntad de Harry era más fuerte, así que arrastró a su magia hasta su cuerpo.


Fue como una onda expansiva.

Todo el mundo la sintió e hizo caerse varias estatuas y algunas armaduras de los pasillos. Las mismas paredes y los cimientos de Hogwarts se estremecieron un instante. Los cuadros se torcieron despertando a sus ocupantes y haciendo cundir el pánico entre el mundo al óleo que cubría las paredes. Los estudiantes que estaban despiertos se quedaron inmóviles, asustados por la extraña sensación que habían notado en todos ellos. Los que estaban dormidos despertaron sobresaltados y los profesores salieron de sus habitaciones alarmados.

La primera idea que surgió en las cabezas del claustro fue que habían sufrido un nuevo ataque. Todos corrieron hacia el despacho de Dumbledore. Dentro, el director parecía igual de de perplejo que ellos mientras consultaba algunos de los artefactos extraños que tenía.

-¿Qué ha pasado?- preguntó al borde de la histeria la profesora McGonagall.

-No lo sé, Minerva.

-¿Han roto las barreras?- preguntó Flitwick nervioso.

-No, de eso estoy seguro.

-¿Entonces qué?- la profesora Sinistra se abrazaba tensa mientras caminaba por el despacho atestado.- Ha sacudido todo el castillo.

-No lo sé…- Dumbledore parecía atónito por lo que había pasado, pero no estaba nervioso en absoluto.- Fuera lo que fuese ha sido provocado desde dentro del colegio.

-¿Pero qué ha podido ser?- preguntó Snape.- Sea lo que sea ha sido de una potencia mágica tremenda. ¿Qué hay en este castillo tan poderoso a parte de usted?

Dumbledore alzó la mirada hasta su profesor de pociones y los ojos le brillaron en el instante de revelación.

-Oh, Dios mío… Profesora McGonagall, sígame.


Harry bajó la varita tras desrelativizarse y miró su reloj que había dejado en la mesilla para que no contara su tiempo. Apenas habían pasado 40 minutos desde que dejara a sus amigos en la Sala Común, pero para él había pasado casi la noche entera despierto. Estaba al borde de la extenuación y se acurrucó en la cama.

¿Qué había ocurrido al final?

Había arrastrado a su magia hasta él y entonces, durante un momento el resto de la magia del castillo, agarrándose aún a su propio poder, le había seguido hasta él. Durante algo menos de un segundo había tenido todo el poder mágico de Hogwarts dentro de él. Harry sonrió.

Le había gustado.

Pero no había conseguido mantenerlo y había vuelto a su lugar. Pero ahora ya no era lo mismo. Ahora su magia y la de Hogwarts estaban conectadas. Ahora la vibración no era más que un rumor, un ligero calorcillo en el fondo de su ser. Suspiró agradecido por la suavidad de las sábanas y cerró los ojos contento por su enorme progreso en una sola noche.

Estaba claro que cuando se lo proponía…

La puerta se abrió bruscamente sobresaltándole. Sus compañeros deberían tener un poco de consideración con los que ya estaban acost… Las cortinas de su dosel se corrieron dejándole ver al director y a la profesora McGonagall visiblemente agitados. Un momento después nuevas sombras se perfilaron en la puerta de la habitación y voces de inquietud se oían de la Sala Común.

Se incorporó atónito.

-¿Qué ha pasado, Harry?- preguntó Dumbledore.

-¿Pasar? ¿Qué ha pasado?- preguntó a su vez perplejo.

-La onda expansiva, Potter.- dijo McGonagall.

-¿Qué?- Harry no daba crédito.

-¿Has practicado algo de magia hace un momento?- preguntó Dumbledore.

-Pues… sí, la Pert… eso. Pero… ¿qué ha ocurrido?

-¿No has notado nada?- preguntó la profesora de Transformaciones.

-¿Notar el qué?- Harry no sabía de qué le estaban hablando.

-Espera Minerva, creo que lo estamos enfocando mal.- dijo Dumbledore.- Harry, has estado practicando perceptividad, ¿verdad?

-Sí. Me lo dijo la profesora Green.- dijo en un intento desesperado de exculparse de cualquier cosa que hubiera ocurrido.

-¿Ha pasado algo raro?

-Oh, bueno… creo que lo he conseguido, profesor. De hecho casi no noto su vibración ahora y está muy cerca de mí.- dijo orgulloso de sí.

-Vaya… felicidades. Hum…- no parecía convencido del todo. Harry se preguntó adónde llevaría aquella mirada pensativa.- ¿Nada más?

-¿Cómo qué?

-Hum…- Harry le miró y Dumbledore le devolvió la mirada…- Explícame cómo lo has logrado, por favor.

Harry les explicó como pudo lo que había hecho y cuando llegó al punto en el que había tenido toda la magia de Hogwarts dentro de él la profesora McGonagall ahogó una exclamación.

-¡Eso es imposible!

-Le aseguro profesora que es lo que sucedió. Por muy poco tiempo, eso sí, pero ocurrió.- Harry recordó la sensación con una sonrisa que no pudo esconder. Era algo sencillamente impresionante.- ¿De qué onda expansiva hablaban?

-Creo que cuando retuviste toda la magia y después la expulsaste, ésta volvió al castillo en forma de explosión. Aquí no se nota, pero allí afuera hay un colegio aterrorizado. Se han movido las paredes y los suelos, has despertado a todo el mundo y no ha habido cuadro que se mantuviera en su sitio. Bueno, y Godofredo el Pálido del tercer piso no volverá a ser el mismo.- respondió Dumbledore.

-Oh… lo siento.

-No lo sabías. Tranquilo.

-Potter, - dijo la jefa de su casa.- ¿Podrías volver a repetirlo?

-¿Ahora?

-No, en otro momento. ¿Serías capaz de hacer lo mismo en otra ocasión?

-Creo que sí, profesora. La única manera de que la Pertc… la única manera en que eso no me afecte es haciendo que mi magia y la de alrededor sean…- no se le ocurría otra palabra, aunque le parecía lamentable.- amigas.- la profesora alzó una ceja.- Sí, lo sé, es raro, pero ahora mi magia y la del colegio están unidas, no se pelean entre sí, y yo ya no siento ese constante temblor en todo el cuerpo.

-¿Qué significa eso, Albus?- preguntó la profesora.

-Que ahora Harry tiene más poder que todos los profesores juntos.- dijo el hombre en un suspiro.- Tiene todo el poder de Hogwarts.