¡¡Hola!!

Aquí viene el primer capi editado por (tatacháaaaaaaaaan) Jarlaxe-Bregan y Nesssa, mis dos duendecillos que me pegan collejitas cariñosas (o eso espero) de vez en cuando. ¡A ver qué os parece! Y ahora, las contestaciones:

Nesssa: Gran respuesta, chiquilla, gran respuesta. Muy valiente. Lo que te he entendido es que al final decides quién quieres ser a través de tu actitud, independientemente de que le guste a todo el mundo o no. Muy valiente. ¡Te felicito!

Eva Vidal: mujer... tanto como Freud... sinceramente, no me veo con basrbita de chivo (jejeje, es coña). Dí que sí, espontánea, como la vida misma. Así me gusta, un saquito de emociones. La gente como tú siempre me da mucha más confianza. Por lo de Malfoy que me dices... pos no, no lo sabía... (qué cosas, ¿no?)

Bole: ya, ya puedes dejar de comerte las uñas, ya está, ya pasó... jeje. No creo que se unan y se carguen a Dumbledore, cielo, pero bueno, ya veremos cómo se desarrollan los acontecimientos, que nunca se sabe. ¡Me encanta que te guste el fic! Como dicen que segundas partes nunca fueron buenas....

Lady Kenobi: ¡Hola wapa! Lo primero que dices... lo suscribo por completo, que lo sepas. A tí mismo no puedes engañarte y eso algo terrible por que no puedes huir de tí mismo... aunque a veces lo desees. (suspirito... pues sí, son preguntas para pensar largo y tendido... A ver quién me manda a mí meterme en estos berenjenales...)

FOXTERL: Cosas traídas por lo pelos... ¿por ejemplo? Dímelas, me interesan mucho, en serio. Y tus respuestas a la preguntas son muy interesantes. Sobre todo por lo de la "lucha contra la película de hipocresía". Me ha gustado mucho, en serio, por que supone una automanipulación para ser mejor persona... Pero no creo que eso te haga un mentiroso compulsivo. Si te esfuerzas en tener mejores pensamientos al final se harán parte de tí y si son buenos y se convierten en la guía de tus acciones, felicidades, porque actuarás según tus pensamientos y a demás actuarás bien. Cierto, no serán tus pensamientos originales, pero las personas cambian. Y a la vuelta de rosca he de decir que esa película, queramos o no, ante los extraños, brillará con luz propia. Ante la gente con la que tenemos más confianza mucho menos. Qué sería del refrán "La confianza da asco"...

Marlenn: Sí que te he visto. Yo leo todos los revs. Son lo que más ilusión me hace. Y si además me dices que te gusta lo que hago mejor que mejor. No sabes lo contenta que me pongo (en realidad se me pone la sonrisa estúpida como si estuviera medio drogada). Por lo que contestas de la "pregunta", estoy de aucerdo contigo. Siempre hay, aunque sea un rinconcito, a la que le echamos una capa de barniz de vez en cuando para que no apeste demasiado. Algo así como el retrato cubierto y escondido de Dorian Grey.

Lucumbus: Jejeje, me has pillado, jeje.Bueno, aquí va mi respuesta a mi propia terrible pregunta (para que no se diga : P ) : Pues verás, yo soy consecuente a medida que me voy dando golpes en la vida. La última vez estuve muy, muy rayada y muy deprimida sólo porque me empeñaba en ir con una gente con la que no conectaba nada sólo porque era lo "normal". Lo pasé muy mal porque me daba vergüenza admitir que las cosas "normales" no me gustaban. Cosas como "No soy normal" o "Soy rara" o "¿Tengo algún problema de adaptación social?" ¡¡¡Por dios!!! Imagínate el nivel de rayada mental al que llegué. Así que a partir de ese momento me prometí a mí misma que nunca volvería a hacer eso y lucharía para que el primer pensamento que me viniera a la mente después de cualquier cosa que me pasara, fuera un pensamiento o una idea correcta, que no me diera vergüenza si alguien me leyera la mente. Pero claro, en un mundo basado en la hipocresía es muy difícil vivir si no te unes al juego, así que soy todo lo "relaciones públicas" que hay que ser cuando estoy con gente que no me importa. Aunque como pillo confianza en seguida tengo mucho peligro porque tiendo a ser demasiado... sincera, a veces. Así que, ¿soy consecuente? En la intimidad y para conmigo, cada vez más. Con el mundo cruel y hostil, soy una hipócrita de mierda. Joe, cómo me enrollo. Así se te quitan las ganas de rebotarme mis preguntas ; P .

Miranda Evans: ¡Hola wapa! Sí, bueno, es difícil ver hasta qué punto se es o no consecuente. No hay ningún termómetro que lo mida... aunque no sé yo si querría tener un termómetro de esos. Podría ser terrible.

Remus-Lupin-Black-Drakg: Aquí tienes la nueva actualización. ¡Un besote!

Cocojajas: ¿Tú? ¿Borde? ¡Anda ya...! Con lo que me río contigo. Pero sí, lo admito, hay gente que se merece todo hachazo posible (lo mejor es cuando te levantas con el sarcasmo subido... es muy divertido, pero peligroso... puede haber muestras de hostilidad violenta y claro...). Además hay mucho estúpido suelto por el mundo, aí que dí que sí.... OT: Ahora estoy combinando los fics a los que estoy enganchada dentro de esta página y el manga Karekano que me presta un amigo mío. Pero como estoy tan liada con trabajos y demás... ains... Ya me contarás cómo es. Una amiga me ha hablado de ERAGON (o algo así) y me dice que es en plan Harry Potter, pero con dragones que hablan... o algo así, vaya.

Sacralo: Oh... vaya, gracias! ¡Espero que este también te guste!

Lynn Kadyarse: ¡Hola wapa! ¡Cuánto tiempo! No sabes lo de acuerdo que estoy contigo. No siempre se puede ser totalmente sincera. Si no, nadie duraría en su pusto de trabajo más de dos días... Y sinceramente, a mi me pasa un poco lo mismo con aquello de ir con la verdad por delante... anda que no me han dado tortas por ello. Pero al final lo único que queda es tu honradez, o por lo menos es lo que yo creo... pero es una opinión personal, que conste...

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La brisa que se hizo viento

"¿Dónde está el punto límite del ser humano? ¿Desde qué acto, palabra o momento se puede decir "Ha sido suficiente"? Nunca digas "No podré hacerlo" mientras no lo hayas hecho y nunca digas "No podría soportarlo" hasta que no lo hayas soportado.

Te llevarías una grata sorpresa si esperaras a ver qué pasa."

Vida y muerte de un héroe moderno. Horace Kirkpatrick.

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El tiempo fluyó como agua entre los dedos… o más bien parecía huir hacia delante como si le persiguiera un dragón enloquecido…

¿Pero a quién quería engañar?

Una vez uno conocía los secretos de la relatividad temporal pensar en semejantes metáforas era una estupidez y, por irónico que pareciera, una pérdida de tiempo.

Pues sí, las Navidades pasaron con la velocidad con la que pasan los periodos de tiempo de asueto y relax. Sus clases no se habían suspendido por las fiestas, pero sin tener las asignaturas normales por la mañana, se las tomaba con más filosofía. Casi se alegraba de tenerlas. Le parecía que tenía demasiado tiempo libre.

Además, el castillo se había vaciado casi por completo. Era deprimente pasear por sus pasillos e incluso bajar al Comedor brillantemente decorado era desalentador. El viento silbaba helado por los rincones y ni una sola voz se oía por ninguna parte. Muy pocos estudiantes, además de ellos, se quedaron en el castillo. Todos los padres querían pasar las Navidades con sus hijos. En la calma relativa en la que se vivía, nadie sabía cuándo estallaría todo ni si estarían todos para las próximas vacaciones escolares.

Cuando las vacaciones acabaron y los corredores de piedra volvieron a llenarse con los estudiantes que iban y venían, supo que volvía el ajetreo, volvían las preocupaciones y volvía la rutina.

Una tarde de mediados de Enero, Hermione bajó de su cuarto hecha una furia en dirección a Harry. El chico, que la veía venir de lejos no pudo evitar el impulso casi instintivo de encogerse ante la ira que desprendía su amiga.

-¿Qué he hecho?- musitó cuando la chica se acercaba.

-¡Toma!- Hermione le cogió una mano y le dejó el espejo de doble cara envuelto en el pañuelo que le dio Lupin. Después, en un susurro muy tenso le dijo.- Y le dices a tu amigo Remus Lupin que muchas gracias por nada.

-¿Qué ha pasado?- preguntó alarmado por la manera en que había mencionado al antiguo profesor.

-¿No va y me dice que deje de molestarle?- dijo la chica en un tono demasiado alto para cualquier oído medio.- ¡Molestarle! ¡Sólo porque le he llamado unas cuantas veces para que me contase algo de… ya sabes! ¡Si me hubiera dicho algo en cada una de esas llamadas hubiera dejado de "molestarle" hace tiempo, pero lo único que hacía era darme excusas! Así que hoy me he puesto firme.- Hermione pareció titubear. Era evidente que la idea de "ponerse firme" frente a un antiguo profesor era algo cercano al pecado capital.- ¡Y me dice que deje de molestarle! ¡Menuda desfachatez! Y lo peor de todo es que ha retomado la actitud condescendiente de "Sí, venga, sí, chiquitina" de aquella vez en… allí. Y claro…- Hermione volvió a titubear.- he perdido los nervios y le he… colgado.

No parecía muy segura de utilizar un término telefónico muggle para referirse a "cortar la comunicación mediante un espejo mágico", pero pareció decidirse un instante después reafirmando la mirada de justa indignación que dedicaba a Harry. El chico alzó una ceja.

-¿Y te extraña?- Hermione parecía que iba a volver a estallar, pero lo pensó mejor.

-No, la verdad es que no. Pero pensé que igual él… Bueno, siempre ha sido un hombre muy razonable y, en fin, no nos pueden tener así de incomunicados siempre.

-Oh, si es lo que se proponen lo harán.- afirmó Harry asintiendo con energía.- El padre de Ron me dijo que toda la información que conseguíamos la convertíamos en un peligro mortal para nosotros.

-Por cierto, ¿dónde está Ron?- preguntó la chica dándose cuenta de la ausencia del pelirrojo.

-Haciendo la ronda de los pasillos.- Hermione asintió y miró su reloj. Su turno empezaría en un par de horas.

-En todo caso deberían contarnos algo.- continuó la chica.- Es lo justo, ¿no? Somos los primeros interesados en saber lo que está pasando.

Harry no contestó en seguida. Él podía acceder a una fuente de información bastante fiable. Tonks. Pero no sabía si debía hacerlo. Pedirle información sería obligarla a desobedecer órdenes directas, pero también era cierto que no estaba poniéndola en peligro. Sólo una reprimenda si se enteraban Lupin o el Señor Weasley…

-Hay un modo.- dijo tímidamente. Hermione le taladró con la mirada.

-¿Cómo? ¿Quién? ¿Cuándo?- preguntó ansiosa.

-Tonks. Me…- dudaba en contarle lo que habían hablado aquella noche.- me dijo que si necesitaba ayuda que la llamara.

-¿Cómo?

-Por el espejo.

-Pero contestará Lupin y después de lo de antes…

-Sí… se mosquearía.- Harry asintió.- Esperaremos unos días y le llamaré.

Pero habían subestimado la suspicacia de Lupin. La tremenda campaña de acoso y derribo que Hermione había desplegado en Navidades había elevado el sentido de la suspicacia del licántropo hasta niveles inconcebibles. Desde la primera frase Harry supo que sería muy peligroso hablar de nada peliagudo por aquel espejo.

-Bueno… y ¿qué tal?- dijo Lupin examinando cada esquinita del cristal del espejo. Harry sabía que estaba buscando a Hermione, que estaba enfrente suya y más callada que un muro. Ron estaba sentado en la cama de Harry y Harry en la suya. Hermione no podía estarse quieta, pero por lo menos se quedaba fuera del campo de visión del espejo.

-Bien. Oiga, ¿qué está buscando?- lo sabía perfectamente, pero quería darle la vuelta a la situación de alguna manera.

-A Hermione.- dijo el licántropo mirándole directamente.- Seguro que está allí, ¿verdad?

-Pero profesor, estoy en el dormitorio de los chicos…

-Harry, por favor, que yo estuve en esos dormitorios también y no me he olvidado.- dijo Lupin enarcando las cejas y mirándole con obviedad. Inmediatamente Hermione empezó a mover los brazos indicándole que le diera el espejo.

-Hola, profesor.

-Hermione, ya sabes que no te voy a contar nada de…

-No quiero hablar de eso.

Harry, que espiaba por encima del hombro de la chica vio cómo Lupin enarcaba una ceja desconfiado.

-¿Y sobre qué quieres hablar?

-Es…- Hermione se ruborizó. Harry y Ron intercambiaron miradas de perplejidad.- Es que… ¿no está Tonks?

-Mmmhhh…- Lupin parecía a la vez indeciso y turbado.- No serán por casualidad cosas de chicas, ¿no?

Harry dio un pequeño paso hacia atrás alejándose de Hermione. Volvió a mirar a Ron que, ésta vez, miraba a la chica con mucha atención y algo de nerviosismo.

-Pues sí.

-Ya… ¿y con la de chicas que hay en el colegio no…?- Hermione negó con la cabeza ruborizándose más si cabe. Harry se asombró de la increíble interpretación de su amiga.- ¿Y alguna profesora?

-Ah, claro, ya me veo yo delante de la Profesora McGonagall diciéndole que…- Hermione se cortó con un titubeo magistral.- ¿De verdad que no está Tonks?

-Pues no, ahora no.- Lupin miraba de una manera un tanto aprensiva a la chica.- Pero si quieres le digo que se comunique contigo por este espejo cuando llegue.

-Me haría un gran favor.- dijo agradecida.

-¿Y para esto os vais al dormitorio de los chicos?- preguntó extrañado el hombre.

-Compréndalo, aquí hay más… intimidad. Allí abajo hay mucha gente y como tuvimos aquella… discusión, pues…

-Una discusión presupone que las dos partes participen… y sólo recuerdo tus gritos…

-Disculpe. Me porté fatal.

-Tranquila. Te comprendo. Pero no os preocupéis, ¿vale? Es por vuestro bien.

-Claro, lo entendemos.

-Muy bien. Entonces cuando llegue Tonks se lo digo, ¿de acuerdo?

-Sí, cuanto antes mejor.

-Ya… bueno. Hasta pronto.

La imagen desapareció y el espejo reflejó la cara satisfecha de Hermione y la mirada de admiración profunda de Harry.

-Hermione, has estado estupenda.

-Me ha salido bien, ¿eh?- dijo mientras se sentaba junto a Ron.

-¿Qué tipo de cosas de chicas?- preguntó el pelirrojo aún un tanto perplejo.

-Oh, era una coartada, nada más.- Hermione captó las miradas de aprensión de los dos amigos.- Pero bueno, tampoco es para tanto. Puede ser cualquier tontería, desde la regla a unos granitos o lo que sea.

-Pero no te pasa nada, ¿verdad?- volvió a preguntar Ron.

-Pues una de ellas cada mes, si tanto te interesa.- dijo la chica empezando a hartarse. Se levantó de la cama y fue hacia la puerta.- De verdad, los hombres os comportáis como idiotas cuando oís hablar de estos temas.

Y salió. Después Ron miró a Harry y dijo:

-Dice Fred que no deberíamos fiarnos de nadie que pueda sangrar durante una semana y no muera.

-Argh…

-Aunque claro, también es Fred el que dice que las pirámides las construyeron unos cangrejos de río gigantes que un mago de la antigüedad encantó para tardar menos en hacerlas.

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-Bien, señor Potter, creo que ha llegado el momento de empezar con la animagia.- dijo la Profesora McGonagall aquella tarde.- Por fin nos hemos puesto al día con el temario y a fecha de hoy se puede decir que ya ha superado el 6º curso. La animagia se da teóricamente en 7º, pero sólo los que se someten al examen del ministerio y son censados correctamente pueden utilizar esa habilidad abiertamente.

Harry asintió. Tenía una amplia experiencia con la animagia ajena.

-El animal en el que se convierte el mago no se elige así como así.- continuó la maestra.- El animal en el que cada animago se transforma está muy relacionado con el carácter del mago.

Harry no replicó, aunque se quedó pensando en qué parte de la personalidad de Rita Skeeter estaba el escarabajo pelotero… como no fuera en su manía de hurgar entre la mier…

-¿Me ha entendido, señor Potter?

-Sí, sí…

-Como decía, ese animal en el que usted se convierta dirá mucho de su personalidad. Cuando se transforme deberá pensar muy intensamente en ese animal.

-Pero aún no sé cuál es.

-No me interrumpa y verá como se acaba enterando al final.- dijo cortante la profesora. Harry pensó que aquel día su profesora estaba un poco tensa.- No, aún no conoce el animal de su forma animaga. Hay métodos para saberlo, por supuesto. Están los viajes oníricos, por ejemplo, pero incluyen una ingesta abusiva de alucinógenos y no me parece apropiado. También se dan casos de animagia espontánea. El mago empieza a desarrollar rasgos del animal durante breves periodos de tiempo. Usted, ¿ha tenido algún episodio de semitransformación?

-No, que yo sepa.

-Bien, hay más métodos. Pero todos ellos están en los libros que hoy tendrá que asimilar, así que no me detendré más tiempo en ello. Están allí, sobre la mesa. Ya sabe lo que hacer.

Harry miró los libros. Eran tres, pero abultaban como siete. Suspiró y uno a uno fueron introducidos a presión en su cerebro gracias al Avénsita Mentis. Apenas 10 minutos después ya había terminado. Había superado los mareos, pero la sensación de que el cerebro había tomado vida propia seguía siendo la misma. Se volvió a su profesora y esperó.

-Bien, en su caso, ¿cuál es el mejor método?

-Creo que el de la magnetita.- McGonagall asintió y abrió un cajón. Sacó una hoja de papel blanco y un frasquito lleno de un polvo negruzco. Entonces echó un poco de aquel polvo en el folio y lo colocó en la mesa con cuidado.

-Acérquese, por favor.- Harry lo hizo. La magnetita pulverizada se apartó de él como si estuviera imantado por el mismo polo. Tenía pocas nociones de física, pero sabía que aquello no era normal. Profesora y alumno se miraron un tanto sorprendidos.- Ehm… ponga la mano sobre la magnetita…

Harry acercó la mano al polvo y éste salió despedido en todas direcciones.

-Creo que éste método no funciona.- comentó tímidamente el muchacho. La bruja le miró algo pálida.

Ahora que sabía todo lo que tenía que saber de la animagia gracias a aquellos libros, tenía una idea bastante aproximada de por qué ocurría eso. Era por él, por la cantidad de magia que le rodeaba constantemente desde que la Perceptividad había logrado que su magia y la del colegio fluyeran al mismo ritmo. Lo había notado en cada hechizo que hacía, pero aquella era la prueba definitiva. La magia de Hogwarts, poco a poco, le iba calando, introduciéndose en el con tranquilidad, pero sin pausa cada segundo que permanecía en el castillo. No sólo no podría separarse de aquella magia, sino que no iba a poder evadirla de ninguna manera.

-Entonces en su caso sólo podemos esperar a que se dé espontáneamente.- dijo la profesora.- A su nivel ya ningún método externo serviría.- Harry asintió azorado y preocupado. No le gustaría un día amanecer con orejas de elefante… por ejemplo…- De acuerdo, hoy lo dedicaremos a repasar lo aprendido.

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-Harry, pon más atención, por favor.- le decía la profesora Green mientras le ayudaba a levantarse del suelo por tercera vez consecutiva. El chico siempre alzaba tarde sus escudos cuando los hechizos aturdidores iban hacia él. Desde hacía unos días practicaban duelo, pero aquella noche estaba un tanto ausente.

-Lo siento, profesora.- Harry se sacudió la ropa y tratando de ignorar el dolor de espalda (se había dado con la esquina de uno de los pupitres nuevos) alzó la varita.

La profesora amagó, hizo un par de intentos y después, sin previo aviso, lanzó el hechizo. Harry alzó el escudo a tiempo, por fin, y desvió el encantamiento que se fue a estrellar contra una pared.

-Vaya… parece que hemos vuelto de la luna…- comentó Green poniéndose los brazos en jarras.- ¿Se puede saber qué es lo que te tiene tan distraído?

-Nada…- era el espejo lo que le tenía en las nubes. ¿Tonks habría llamado? ¿Qué les habría contado? ¿Les habría contado algo? Improvisó una excusa.- Es la animagia. Que no sabré el animal en el que me convertiré hasta que no me salga algo que lo identifique.

-¿Has vuelto a tomar el poder del colegio?

-Más bien es al revés.- aclaró el chico.- Y claro, ningún método normal me permite averiguar el dichoso animal.

-Te pega algún tipo de pájaro.- comentó la mujer evaluativa.

-Oh, Dios mío…- la sola idea de mirarse al espejo y ver un pico le aterraba.- ¿Y por qué?

-Te gusta mucho volar, ¿no? Además… no sé… te pega.

-Espero que por lo menos sea un pájaro decente. No soportaría la humillación de convertirme en un petirrojo o algo así de ridículo.- la profesora Green se rió y le mandó de nuevo centrarse.

Una media hora después, cuando ya había conseguido parar todos los hechizos que le había lanzado, Green dio un paso más.

-Ahora vas a intentar ponerle más potencia a los escudos, ¿vale? Voy a lanzarte maldiciones fuertes, así que estate preparado.

-¿Las imperdonables?

-Esas no se pueden bloquear. Bien, Harry, atento.- Harry se preparó. La profesora le indicó cuándo iba a lanzar la maldición para que no hubiera riesgo de que fallase. Si aquel hechizo le daba, lo podía pasar francamente mal. Tenía el efecto de paralizar el corazón y los pulmones durante unos segundos.- ¡Pleucárside!

Harry alzó el escudo y dejó que la magia que fluía dentro de él con tranquilidad, cargara de poder aquella barrera. Una leve pared translúcida de color azul pálido apareció frente a él brillando levemente por sí misma. El maleficio impactó de lleno y rebotó contra la chimenea.

-Bien, muy bien. Ahora ponle toda la fuerza que puedas.- Harry asintió preguntándose qué clase de hechizo le lanzaría ahora. Green asintió. Harry estaba preparado.- ¡Non moror!

Una luz amarillenta salió con gran potencia de la varita de la profesora. El escudo de Harry se alzó, pero ésta vez puso todo su empeño en aquel escudo. El brillo se intensificó hasta que la barrera se extendió y le cubrió por completo. El rayo amarillo llegó hasta el escudo, sonó como una campana de catedral y rebotó en el techo.

Después de que cayeran las últimas esquirlas de la roca de la bóveda, Green sonrió con orgullo.

-¿Sabes que acabas de bloquear una maldición que estuvo a punto de ser incluida en las Imperdonables?- Harry abrió mucho los ojos.

-¿Y qué hace esa maldición?

-Te mata sin matarte.- explicó escuetamente la mujer.- Es como si te dejara en coma. Vives, pero no despiertas nunca. Estás como muerto, pero vivo. Y es irreversible.

-¿Y por qué no la incluyeron en las Imperdonables? ¡Es horrible!

-Sí, pero puede ser bloqueada, ya lo has visto.

-¿Sólo por eso? La Imperius se puede rechazar. ¡Yo lo hago!

-Sí, pero son muy pocos magos los que lo logran, así que no se les cuenta. Aun así también se ha de tener un poder mágico considerable para bloquear la Non Moror. El escudo ha de ser muy fuerte. Pero es más accesible para magos de nivel alto y medio alto.- explicó como si fuera lo más normal del mundo.- A los magos que dictan las leyes les encanta dárselas de poderosos ante sí mismos cuando no son más que unos picapleitos.

-Parece que no le gusta mucho esa gente…

-Mi hermano es uno de ellos.- dijo sin más.- Bueno, creo que por hoy ha sido suficiente. Mañana empezaremos a practicar las maldiciones peligrosas así que te advierto que vengas lo más tranquilo posible.

-¿Por qué?- el muchacho no entendía a qué se refería.

-Esas maldiciones son muy poderosas y muy desagradables.- Harry abrió un poco la boca por el asombro. Cuando su profesora utilizaba palabras como "desagradable" o "poco recomendable" era que aquello era magia oscura o cercana a ello.- Se necesita un estado mental especial para hacerlas.

-Vale.- aceptó un tanto inseguro. Dio las buenas noches y se marchó.

Mientras caminaba por los pasillos fríos hasta la Torre de Gryffindor pensaba en el cambio que había notado en sus clases. Flitwick le había estado enseñando unos hechizos cuya función fundamental era crear una especie de campo de fuerza alrededor de un objeto dado. Habían empezado aquel día y eran hechizos muy difíciles y aún no se le daban muy bien. Practicaba con pelotas o con ensaladeras, y apenas podía mantener el campo de fuerza unos minutos. Le había preguntado al hombrecillo si eran barreras mágicas y el profesor se limitó a contestarle: "No exactamente". Después la animagia con McGonagall, una clase de Oclumancia tristemente desastrosa con Dumbledore y la clase de Defensa, en la que aprendería las maldiciones más peligrosas antes de las Imperdonables.

Parecía que ahora empezaba lo fuerte.

Suspiró con tristeza. Todo aquello parecía ir demasiado deprisa, como si los acontecimientos, más que suceder uno detrás de otro, se abalanzaran contra él. Si se daban tanta prisa en prepararle era porque temían que todo acabara, para bien o para mal, de un momento a otro.

Alzó la mirada. Alguien que conocía muy bien se acercaba a él. Aún no le veía, pero la perceptividad era tan precisa que supo inmediatamente quién era. No sabía si iba hacia él intencionadamente o simplemente caminaba por allí como parte de sus rondas como prefecto, pero pensó que aquel encuentro podría ser productivo. En silencio se adelantó hasta la esquina del pasillo. El slytherin pasaría por allí en unos segundos por el pasillo perpendicular. Los pasos tranquilos llegaron hasta sus oídos. Se mantuvo inmóvil, pegado a la pared. La sombra de Draco Malfoy se adelantó un momento antes de que el joven apareciera ante los ojos de Harry. No parecía tener ni idea de que estaba allí.

-Malfoy.- llamó. El rubio pegó un respingo. Harry se rió de él mientras el rubio se volvía con expresión enfadada.- Y yo que creía que siempre sabías dónde estaba…

-¿Qué quieres?- estaba indignado por haberse asustado de esa manera tan absurda.

-Aclarar ciertos puntos.- dijo Harry. Malfoy le prestó atención aunque no relajó la expresión. Realmente se sentía humillado.- He estado pensando en lo que me dijiste.

-¿Y bien?

-No confío en ti.- Malfoy asintió. No parecía sorprendido.- Sólo quiero que me expliques por qué después de tantos años te ha dado ahora por hacer esto.

-Ya te lo dije.- dijo el rubio endureciendo la mirada. Harry sabía que estaba obligándole a humillarse un poco más porque le estaba pidiendo explicaciones sobre su aparente cambio de actitud que supondría traicionar lo que había defendido tanto tiempo. Pero no le importaba.

-No me parece suficiente.

-Pues es lo que hay.

-Malfoy, lo que hay, de momento, es tu palabra. Y eso no vale nada.

-Haz lo que quieras, Potter. Yo ya te dije lo que podíamos hacer. Si lo aceptas bien, y si no… todo seguirá igual. Tú eliges.

-No intentes cargarme con todo esto.- replicó Harry con firmeza.- Tú fuiste el que me empezó a contar todo eso de que querías ser consecuente. ¿Qué pasa? ¿Qué de repente ya no quieres ayudar más a tu padre? Si mal no recuerdo ahora tiene bastantes problemas.

Malfoy no contestó. Desvió la mirada y metió las manos en los bolsillos. Su padre aún estaba en Azcabán gracias a Harry. Había sido un golpe bajo, Harry lo sabía, pero la reacción del slytherin le sorprendió un poco.

-¿Cómo quieres que confíe en ti?- continuó Harry.- Le has ofrecido una especie de pacto al que encerró a tu propio padre.

-¿Crees que no lo sé?- silbó Malfoy mirándole a los ojos.- ¿Y crees que estará mucho tiempo más encerrado antes de que el Señor Oscuro tome la cárcel? Sólo ahora puedo moverme con un poco más de libertad y por eso te conté todo aquello. Me vigilaba constantemente para que hiciera "mi trabajo". Ahora que no está se puede hacer algo…

-¿Como qué?- Malfoy miró a Harry perplejo.

-¿No… no sabes nada?

-Como qué, Malfoy.- insistió Harry con firmeza. Malfoy abrió la boca para contestar, pero Harry alzó una mano para callarlo.

-¿Qué pasa?

-Snape.- sentía la vibración de la magia de su profesor de pociones aún débilmente, pero se acercaba con rapidez.

-¿Cómo sabes…?

-Shhh.- chistó el moreno. Miró a su alrededor y al final del pasillo por el que había venido el slytherin vio una puerta de hierro.- Vamos.

Se acercaron a la puerta y trataron de accionar el picaporte. Malfoy le apartó y trató de abrirla con un "Alohomora". Nada. La puerta seguía cerrada. La vibración era cada vez más clara. Debía estar casi al final del pasillo por el que había llegado Harry. Les vería enseguida. Sacó la varita y repitió el "Alohomora" de Malfoy, pero con una mayor potencia. La puerta chirrió sobre sus goznes y se abrió. Los dos chicos entraron en la oscuridad de detrás del portón metálico y cerraron con cuidado. Un momento después oyeron los pasos inconfundiblemente seguros del profesor de Pociones.

Malfoy susurró "lumos" y la estancia se iluminó lo suficiente como para indicarles que era una sala muy grande. Los ecos de sus movimientos rebotaban en lo que parecía una caverna del tamaño de un teatro. Podían oír un lejano goteo y el frío se podía respirar.

-Dale más luz.- dijo Harry. Ambos estaban tan perplejos que se olvidaron que debían llevarse mal y Malfoy obedeció.

-¿Qué es este sitio?- preguntó el rubio cuando la luz de su varita iluminó la estancia.

Se encontraban en lo que parecía una caverna, con sus estalagmitas y estalactitas. Donde estaban ellos, tanto el suelo como las paredes y el techo, aún era de piedra de sillería, como parte del castillo, pero unos metros más adelante la piedra volvía a fundirse y la estancia se abría de manera irregular dando forma a la enorme cúpula de roca que tenían delante. Un lago subterráneo brilló ante la luz mágica y las puntas húmedas de las rocas, destellaron.

Harry dio un paso hacia delante.

-¿Adónde vas?- preguntó Malfoy.

-A ver…- Harry sonrió.- ¿Tienes miedo?

-Por supuesto que no, estúpido, pero parece que no tienes ni idea de lo peligroso que puede ser. Podríamos caer en cualquier agujero y…

-Vamos, Malfoy, ¿no sabías que la espeleología se considera un deporte de riesgo?- dijo cínico mientras sacaba su varita y la iluminaba. Se dio la vuelta y caminó hacia la resbaladiza roca. Un segundo después oyó un resoplido del slytherin y sus pasos siguiéndole.

Tenían que sujetarse en las frías rocas pues el suelo, pulido y húmedo por el agua, les hacía resbalar constantemente.

-¿Se puede saber a dónde quieres ir?- preguntó tenso Malfoy mientras recuperaba el equilibro después de haber saltado un pequeño abismo de apenas un metro de ancho.

-Hasta el otro lado.- contestó Harry trepando por una roca.- Hay un pasadizo. ¿No lo has visto?

-¡No, y no me interesa!

-Pues a mí sí. Así que si quieres te das la vuelta y te vas. Aunque quiero que sepas que Flich está por esos pasillos.

-¡Soy prefecto!

-Sí, pero estás empapado y dejarías huellas por todo el suelo.

-¿Cómo sabías que Snape venía hacia aquí?

-Creía que lo sabías todo sobre mí…- dijo Harry con sorna echándole una mano para que pudiera subir por una roca especialmente resbaladiza.

-Pues ya ves que no…- replicó Malfoy tomándola. Subió y entonces vieron una especie de sendero que llevaba directamente hasta un agujero oscuro en la pared de roca rodeando el lago.

Harry se quedó parado. Había algo allí dentro. No era mágico… o por lo menos no del tipo de magia a la que estaba acostumbrado. Vio cómo Malfoy se acercaba varita en mano. Él no se movió. El slytherin se dio la vuelta.

-¿Ahora eres tú el que tienes miedo?

-No es eso.

-Ya que estamos aquí deberíamos echar un vistazo.- Malfoy se volvió y dio un par de pasos más hacia le gruta.

Harry se dio cuenta de que aunque la varita iluminada de Malfoy se acercaba, la oscuridad de la gruta permanecía igual. Parecía que se tragaba la luz.

-¡Malfoy, no te acerques más!- El aludido se detuvo inmediatamente y miró un tanto alterado al gryffindor.- Vámonos.

-¿Qué es este sitio?

-No lo sé.

-Entonces, ¿qué pasa?

-No lo sé. Pero no es bueno.

Cuando volvieron a la puerta Harry se aseguró de que ningún profesor, ningún prefecto, ni Filch estaba por los alrededores. Entonces abrió la puerta y salieron. Se volvió al slytherin y le dijo en voz baja:

-No le digas a nadie lo que acabamos de ver, ¿entendido?

-¿Por qué?

-¡Hazlo!

-Ni siquiera sé lo que es ese lugar.- replicó secamente el slytherin.

-No se lo cuentes a nadie.- repitió Harry acentuando cada palabra con un dedo de advertencia.

-O si no, ¿qué?

-¿Quieres ver lo bien que me están entrenando, estúpido?- Malfoy frunció el ceño, se dio la vuelta y se marchó.

Cuando traspasó el retrato de la Señora Gorda se acordó de que al final Malfoy no le había contado sus planes. Soltó una maldición apagada y entró en la Sala Común. A aquellas horas aún había algunas personas pululando por allí, pero la mayoría estaban medio dormidas. No tardarían en irse a la cama. En un sillón, Ron y Hermione conversaban en voz baja. Harry sonrió. Aún no se acostumbraba del todo a verlos tan juntitos. Se acercó a ellos.

-Hola.- y se sentó frente a ellos.- ¿Ha llamado Tonks?

-Aún no.- contestó Ron.

-Creo que hasta que no sea más tarde no lo hará.- dijo Hermione.- Cuando crea que ya no hay moros en la costa.

La chica hizo un gesto con la cabeza señalando a los pocos gryffindor que aún estaban allí.

-¿Por qué tienes la túnica mojada?- preguntó Ron.

-Ah… es que… en la clase con Green hemos salido a los terrenos, y la nieve cuando se derrite… ya sabes.- no podría aguantar a su amigo gritándole por haberse metido en aquel lugar y mucho menos con Malfoy. Se levantó y fue hasta la mesa donde estaban los paquetitos con la cena que le solían subir todas las noches.- ¿Qué hay de cena?

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-Llámale, Harry.- dijo Hermione tras un gran bostezo que se estaba propagando con rapidez hacia los dos chicos.- Son casi las tres de la mañana.

Harry asintió y cogió el espejo. Susurró el nombre de su ex profesor y su reflejo se transformó en una especie de neblina. Alzó una ceja. Aquello no era normal. Fijó su mirada en la neblina. Se oían golpes débiles en la distancia, como si algo cayera por unas escaleras. El corazón le dio un vuelco y salió disparado hacia el retrato.

-¡Harry qué pasa!

No contestó. No había tiempo. Corrió por los pasillos hasta que llegó a la gárgola del despacho de Dumbledore. No dijo la contraseña. Desde hacía un tiempo la gárgola parecía reconocerle cuando se acercaba. Un momento después estaba llamando con fuerza a la puerta del despacho.

-¡Profesor, abra, por favor, es importante!- pero no contestaba. Harry trató de percibir la magia del director, pero no estaba. Había salido. Desesperado subió las escaleras de caracol y fue raudo hasta el despacho de la profesora McGonagall.

Llamó febrilmente a la puerta hasta que se abrió. La profesora estaba completamente vestida, como si no se hubiera ido a acostar todavía. Parecía nerviosa y cuando le vio le agarró del hombro y le metió inmediatamente en el despacho. Cerró la puerta detrás de él con rapidez y le indicó que se sentara.

-Profesora, el… el espejo que me dio Lupin. ¡Mire!- la mujer le echó un vistazo y asintió.

-Lo habrá perdido. No se preocupe, Potter, Remus está bien.

-¿Qué ha ocurrido?

-Han atacado Azcabán esta noche.- Harry palideció. Lo que le había dicho Malfoy era cierto.- Los mortífagos han conseguido liberar a todos los presos y han unido a los dementores a su causa.

Harry estaba con la boca abierta, paralizado. No podía articular palabra.

-Han hecho lo que han podido, pero en cuanto los dementores se han vuelto contra el Ministerio…- la voz de la profesora se quebró.- Hubiera sido peor, mucho peor…

-Dumbledore ha ido, ¿verdad?- la profesora le miró un momento perpleja.

-¿Cómo lo sabes?

-Por la Per…- ésta vez lo diría bien, se dijo.- Perceptividad. No le siento en el colegio.

-Sí, ha ido.- asintió la profesora.- Gracias a él muchos de los nuestros han sobrevivido.

La puerta se abrió violentamente. Severus Snape entró como un vendaval con su capa ondeando tras él. Apenas se fijó en Harry.

-Minerva, tengo que irme. Posiblemente traigan aquí a…- Snape pareció percatarse entonces de la presencia del adolescente.- ¿Qué hace usted aquí?

-No te preocupes, Severus.- cortó McGonagall.- Estaremos preparados.

-Bien…- asintió el profesor de pociones.- ¿No debería estar en la cama, Potter?

-Gracias, Severus.- dijo con voz de advertencia la subdirectora. Snape lanzó una mirada de suspicacia a ambos y se marchó.

-¿A quién van a traer?- preguntó Harry.

-Supongo que a los heridos de gravedad que no aguantarían hasta llegar a San Mungo.- dijo la profesora. Harry notó un nudo en el estómago.

-¿Cree que atacarían Hogwarts otra vez?- preguntó el chico. McGonagall le miró fijamente un momento.

-Ahora mismo no lo creo.- dijo la mujer, pero sin dar más explicaciones.- Pero en un futuro estoy segura.

-¿Qué hay en este colegio, profesora?- preguntó Harry.- Se lo pregunté a Dumbledore, pero no me lo quiso decir.

-Y tenía mucha razón en no decírtelo.

-¿Se trata de una cueva?

McGonagall palideció. Miró a Harry apenas sin resuello. Harry asintió para sí. Esa cueva era exactamente lo que protegía Dumbledore. Recordó su conversación del día que llegó.

"No es la muerte lo que te estoy ocultando. Sabes que hay cosas peores que ella. Es eso lo que te oculto. No quieras saberlo antes de tiempo."

-¿Qué sabes de esa cueva?- preguntó con voz temblorosa la mujer.

-Nada.- dijo Harry sinceramente.- La he visto y sé que no es bueno acercarse, sólo eso.

-Pues conténtate con eso.- dijo McGonagall endureciendo el tono. Parecía enfadada.- Podrías poner al colegio y a todos sus habitantes en peligro.

La mujer miró su reloj y se levantó. Harry se incorporó para salir, dando la conversación por terminada. Salieron del despacho.

-Potter, haga el favor de avisar a la Señora Pomfrey. Dígale que prepare unas 15 camas más de las que tenemos. Después vuelva a la Torre de Gryffindor. ¿Me ha entendido?

Harry asintió y se fue hacia la enfermería mientras que la profesora se iba presurosa en otra dirección. Unos minutos después llegó a las puertas acristaladas del hospital del colegio y llamó a la puerta. Una señora Pomfrey soñolienta le abrió.

-¿Qué ocurre?

-Han atacado Azcabán.- dijo sin preámbulos.- La profesora McGonagall dice que ha de preparar 15 camas más para los heridos.

La medimaga asintió pálida y abrió las puertas para recibir a los heridos. Entonces empezó a conjurar camas y material. Harry sintió que la magia del colegio se estremeció. Concentrándose supo que Dumbledore había vuelto y que muchos magos desconocidos iban con él. Corriendo salió a los terrenos cubiertos de nieve. A lo lejos podía ver un grupo de personas bastante grande. A medida que se acercaban a la luz de las antorchas mágicas que iluminaban la entrada del castillo, Harry pudo reconocer algunos rostros.

Dumbledore, Hestia Jones, Lupin y algunos magos que no conocía llevaban frente a ellos unas 25 personas tendidas en camillas. Cuando se acercaron un poco más pudo ver que una de ellas era Tonks. Parecía tener la cabeza vendada y tenía los ojos cerrados. Creyó reconocer a Charley Weasley, pero cuando trató de asegurarse alguien le puso una mano en el hombro. Se dio la vuelta. Era la profesora Samantha Green.

-¿Qué haces aquí, Harry?

-Llamé a Lupin por el… por el espejo y… ¡Profesor Lupin!- llamó Harry cuando llegó a su altura. El licántropo parecía cojear un poco y tenía muchos rasguños, pero a pesar de todo parecía sano. Alzó la mirada aún turbada por el horror de la batalla y miró a Harry confuso.

-¿Harry?- el chico esquivó un par de camillas y fue hasta su ex profesor.

-Profesor, ¿está bien?

-¿Qué haces despierto a estas horas?

-Le llamé, pero lo único que salía era una niebla y golpes, así que me preocupé y fui a ver a la profesora McGonagall. Ella me contó lo del ataque y me dijo que avisara a la Señora Pomfrey…- el licántropo trastabilló se apoyó en Harry, que sostuvo el peso del hombre con algo de esfuerzo.- Venga, entre…

Le llevó hasta la sala de espera. La señora Pomfrey ya había instalado a los 25 magos en las camas y les estaba atendiendo uno a uno. Algún que otro elfo le ayudaba en su tarea, pero se veía a las claras que necesitaba ayuda. Dumbledore la estaba ayudando en lo que podía y Hestia Jones y la profesora Green había desaparecido junto con los otros magos que Harry no conocía.

El espectáculo que la enfermería mostraba era desolador. Apenas una decena de los heridos tenían fuerzas para gemir de dolor. Si McGonagall estaba en lo cierto aquellos eran los que estaban más graves, los que quizá no pasaran de aquella noche. Se giró hacia Lupin, que se había sentado en un sillón de la sala de espera de la enfermería. Se agarraba el costado izquierdo con la mano derecha con un gesto de dolor. El hombre se abrió la camisa. Un hematoma bastante feo cubría toda aquella zona. Posiblemente se hubiera roto un par de costillas.

Harry entró en la enfermería y esquivando a dos elfos que iban y venían y oculto por el maremagno fue hasta la estantería donde la señora Pomfrey guardaba sus pociones. Buscó durante un momento y lo encontró. Era un frasco de color anaranjado. Miró la etiqueta para asegurarse. Sí, era aquello. Era la poción que le mandó tomar la señora Pomfrey cuando los huesos de su brazo crecieron de nuevo gracias a la poción Crecehuesos. Una vez volvían a estar allí, los huesos debían volver a unirse al esqueleto como parte de él. Y esa poción hacía eso. Era lo único que se le ocurría al muchacho para ayudar a su profesor. Corrió de nuevo hasta donde estaba Lupin y se lo dio.

-¿Qué es esto?

-Me lo ha dado la Señora Pomfrey.- mintió. Nunca se lo tomaría si le dijera la verdad. El licántropo abrió el frasquito y se lo bebió torciendo el gesto. Dejó la botellita a un lado y relajó la expresión. Parecía que funcionaba.

-¿Está mejor?

-Eso creo… gracias.- Lupin miró preocupado a la sala donde las camas se sucedían una tras otra.- Ha sido horrible.

-¿Qué ha ocurrido?

Lupin suspiró y miró a Harry.

-Hubiera dado cualquier cosa con que todo esto nunca hubiera llegado hasta aquí.- dijo tristemente el hombre.- Ahora… quién sabe.

Harry vio cómo Dumbledore cubría con la sábana a uno de los magos. Había muerto. No era justo. Todo aquel dolor no era justo. Harry se dio la vuelta bruscamente y resopló indignado.

Deseó estar completamente preparado para acabar con aquella locura lo antes posible. Todos aquellos magos que estaban al otro lado del umbral de la enfermería podrían morir en cuestión de horas porque un hombre estúpido, demasiado embebido de sí mismo había decidido sacar de paseo a sus perros de presa. Ahora Malfoy y todos los mortífagos que habían costado la vida de Sirius saldrían a la calle para volver a hacer de las suyas. Y como aduana, los magos y brujas del Ministerio habían tenido que enfrentarse a asesinos y a dementores. Si aquellos eran los que habían salido por los pelos, ¿cuántos se habrían quedado en el camino?

No era justo…

¡No era justo!

¿Por qué ellos tenían que sufrir tantas pérdidas importantes? ¿Por qué había muerto Sirius? ¿Por qué habían muerto Bill y Percy? ¿Por qué Kingsley Sacklebot? ¿Por qué había tenido que morir ese mago a apenas 6 metros de él? ¿Y Tonks, que ahora sufría las heridas? ¿Era Charley el que estaba un poco más allá? ¿No podían vivir en paz acaso? Tenían derecho a vivir sus vidas.

Y todo por el poder…

Harry cerró los ojos tratando de calmar la oleada de ira viscosa que empezaba a nublar todos sus sentidos. Pensar que alguna vez estuvo preocupado por convertirse en alguien como aquel que había provocado todo aquello le ponía los pelos de punta. Él jamás sería como él y ahora lo comprendía perfectamente.

Sin querer la magia de Hogwarts había ido introduciéndose en él, poco a poco, a lo largo de todo aquello.

Estaba tan enfadado, tan indignado por lo que estaba ocurriendo. Se sentía tan frustrado por no poder hacer nada, por estar allí encerrado, por no estar preparado para terminar con aquella pesadilla de una vez por todas. ¿Qué importaba la muerte si se conseguía el objetivo? ¿Qué importaba nada si Voldemort desaparecía de una vez para siempre?

Una brisa cálida le rodeó un segundo levantándole el flequillo.

-Harry, ¿qué te ocurre?

El chico miró a Lupin. Parecía sorprendido y hasta cierto punto asustado. Entonces se dio cuenta. La magia del colegio ahora había penetrado en su cuerpo por completo. Y supo que nunca se podría separar de ella. Se había dejado llevar por la ira y la magia había decidido entrar en él definitivamente. Se miró las manos. La magia burbujeaba bajo su piel y alrededor de su piel. Estaba allí y era suya.

Fue consciente de la sensación de poder que había estado carcomiendo sus pensamientos durante semanas. Miró a las camas y a la medimaga que iba corriendo de un lado a otro. Quería que todo aquello terminase, que todos estuvieran a salvo, que nunca más hubiera que preocuparse por que unos locos con máscara aparecieran para borrar del mapa a todos aquellos a los que querías. Mortífagos… sí, parecían alimentarse de la muerte, sacar de ella la fuerza vital, del sufrimiento, del mal que causaban…

La brisa se convirtió en viento y un instante después paró.

Una nueva explosión de magia partió de él sacudiendo todo el castillo hasta más allá de los confines del colegio.

Después… la inconsciencia.