¡¡Hola!!
Este es otro capi metido sin que mis editores lo vieran antes, pero sé que están muy pillados y no pueden, así que lo subo y punto. Volveremos al modus operandi habitual tras las fiestas, SUPER SORRY! Ah, y lo admito, pero no he podido evitarlo. En este capítulo he satisfecho a mi alter ego publicitario (al fin y al cabo estudio esa carrera y en algo se tenía que notar) con el diseño de una estrategia de Relaciones Públicas completa (para ser exactos es una estrategia de promoción de un nombre en una campaña de propaganda política de caracter intensivo). Ha sido sin querer, de verdad.
Evix Black: ¡Hola wapa! Jo, qué ilu que me hayas leído, jeje. Que conste que llevo al día tu fic, pero no puedo conectarme mucho así que me lo bajo y lo leo tranquilamente y digo: cuando me conecte le dejo rew... ¡pero has actualizado super rápido! Me alegra un montón, pero tendrás que esperar otro poquito. (Pero que sepas que me encanta como va la cosa). En fin, al tema: sí, la alianza Malfoy Harry es peligrosa, verdad? Mhhh... ya veremos cómo evoluciona, pero si te digo la verdad, me encanta hacerlos interactuar. Es como tratar de separar dos gallos de pelea con una hoja de lechuga. No sabes quién va a picotear primero...
Miranda Evans: Jo, gracias (blush!). Sí, el espejo se perdió. Vete tú a buscar un espejito de mano a una isla tomada por terribles criaturas territorio de tus más encarnizados enemigos, ¡Ja! ¡Ahí no va ni Rita la Cantaora! Tendrán que buscarse otro método de comunicación. Ojo, admito sugerencias.
Lucumbus: jeje, entre fic y fic "hablamos" un montón. Uhmmm, qué astuto, no sabes cuánto. Por supuesto quees muy prepotente querer dirigir la guerra desde allí, esos dos pipiolos granujientos que no saben dónde acaba su personalidad y empieza el instinto hormonal que los 16 años conyevan. Ay, no, querido, claro que no. Pero bueno, ya verán de qué está hecho el mundo, ya lo verán. Sobre todo porque ambos creen controlar a las dos personas que han tenido el destino de todos ellos durante años. ¿Cómo vas a controlar, niñato de mierda, a alguien como Voldemort que sabe más por perro que por viejo y a Dumby, que le pasa otro tanto pero al revés? En fin, ya veremos cómo salen estos dos. Y tienes razón por lo de que hay otros hijos de mortífagos, pero no quieras adelantar acontecimientos... (muahahahaha). Y la conexión ADSL a chorrocientos megas entre Harry y Voldy dará sus frutos más adelante. No hay prisa... (Lamia sonríe perversa). Y... jeje, mi imaginación no es mágica, es enfermiza... saqué el episodio de insomnio de Harry de este capi de mi experiencia personal hace unos días. Con eso te lo digo todo.
The Hard: sí, es continuación, pero como si no lo fuera. Por eso no importa demasiado leerse la primera parte. Son diferentes. Lo único que continúa es la evolución del personaje, pero además de eso... poco más. ¡Espero que te guste tu paseo por los otros fics! ¡Ya me contarás! Un besín.
Lady Kenoby: ¡Gracias! Pues el final es el ÚNICO final, o sea, karate a muerte en Torremolinos... esto... lucha a muerte enbtre Voldy y Harry. El coleguita Draco se huele algo por el estilo y como Harry no se lo desmiente... pos eso. Que dos y dos son cuatro.
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Reuniones nocturnas
"Por la noche todos los gatos son pardos… o lo parecen, y en eso está la gracia"
El Ópalo de la Condesa de Algrange. Audrey Titeuf
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Tenía demasiadas cosas en la cabeza como para quedarse dormido. Cuando desesperado cogió el reloj y vio que eran más de las 3 de la madrugada y que aún no había pegado ojo se echó en la deshecha cama y se tapó la cara con el brazo. Le escocían los ojos de sueño y estaba cansado, pero su mente iba a tal velocidad que cualquiera diría que se había metido 4 tomos de la enciclopedia británica con el Avénsita Mentis hacía un momento.
Nada de eso.
Había tratado, en las últimas horas, calmar la vorágine de sus pensamientos, pero había sido inútil. Incluso había probado con la oclumancia, pero llegaba un momento en que algo, lo que fuera, se lograba colar en las débiles barreras que levantaba y todo volvía a empezar. No podía huir de su propia mente. Había llegado un momento en que su cerebro iba a tal velocidad que había perdido la pista al hilo de sus propios pensamientos. De vez en cuando le llegaba clara una idea y, de alguna manera, ataba cabos. Pero parecía que su mente había tomado el control de la situación y tenía demasiadas cosas que hacer como para dejarle dormir.
Se incorporó harto de perder el tiempo. Había oído que tomar un vaso de leche caliente ayudaba a relajarte… claro que también había oído hablar de los somníferos, pero no creía que hubiera en el castillo. Quizá una poción… la Señora Pomfrey tenía muchas de esas. Quizás le diera alguna. Así que se puso el jersey encima del pijama y la capa y salió de la habitación dejando que los ronquidos de Ron continuaran su serenata.
Cuando salió del retrato en dirección a la enfermería pasó frente al pasillo que le había conducido a aquella cueva unos días atrás y se detuvo. Escaneó rápidamente los alrededores con la perceptividad para asegurarse de que no había nadie y cometió la primera estupidez de la noche.
-¡Alohomora!- murmuró. La puerta se abrió dejando escapar unos potentes chirridos que estremecieron al muchacho. Miró a su alrededor instintivamente y cruzó el umbral cerrando la puerta tras de sí.- Lumos.
Ahí estaba, la cueva, al otro lado del lago, oscura y medio escondida por unas estalagmitas que se interponían en su campo de visión directa. Se detuvo allí. "La curiosidad mató al gato", se dijo. Pero si le preguntaba a Dumbledore o a algún profesor le darían respuestas evasivas y nunca le contarían la verdad. Se abrigó más con la capa mientras se estremecía de frío. Sus zapatillas no lograban aislar sus pies desnudos de la humedad del suelo y había una corriente helada que le estaba congelando las canillas. No podía ir hasta allí ahora. No en pijama. No con aquel calzado que resbalaba tanto. Abrió la puerta de nuevo y salió cerrando con cuidado. Entonces lo sintió, pero era tarde.
-Harry, ¿qué haces aquí?- la voz femenina, normalmente dulce y suave, sonaba tensa, dura. Harry se quedó parado mientras maldecía su estupidez. Lentamente se giró.
-Profesora Green…- trató de sonreír sabiendo que le habían pillado pero bien.- Ya ha vuelto…
-Sígueme, Harry, tenemos que hablar.- dijo la mujer en el mismo tono. Harry asintió y se mordió el labio inferior cuando la profesora se volvió en dirección a su despacho. ¿Cómo había sido tan imbécil de no asegurarse de que no había nadie en aquella zona antes de salir? Y encima la profesora Green… debería haberla notado como un faro en la niebla. Hacía días que no la sentía. ¿Se lo diría a Dumbledore? Después de la advertencia de McGonagall… Harry se pegó una colleja mentalmente. ¡Estúpido! Cagarla de esa manera en un momento tan peliagudo…
Llegaron al despacho que la profesora cerró e insonorizó. Esto último dejó a Harry estupefacto, pero no dijo nada. Samantha Green le indicó que se sentara. El chico lo hizo y un momento después la mujer le acompañó después de prender la chimenea. Un instante después las llamas se volvieron verdes y una figura encapuchada apareció sacudiéndose las cenizas y tosiendo ligeramente. Harry se había medio incorporado de la silla y ya había agarrado la varita cuando la capucha fue retirada y el pelo rosa de Nymphadora Tonks brilló con las llamas nuevamente naranjas del crepitante fuego.
Una mirada de perplejidad fue de una mujer a otra una y otra vez.
-¡Hola Harry!- dijo la chica quitándose la capa y acercando las frías manos al calor de la lumbre.
-¿Tonks? Profesora Green, ¿qué es esto? ¿Qué pasa?
-Sam se ha unido a la causa.
-Ah… ¿sí?- Harry miró a la impertérrita profesora. Aún parecía enfadada por haberle encontrado en aquella puerta y no quería tentar la suerte. Se jugaba demasiado.
-Sí, pero… no íbamos a decírtelo hasta mañana.- dijo Tonks mirándoles alternativamente como si ahora se diera cuenta de que no era normal que Harry estuviera allí a esas horas.- Sam, ¿qué pasa? ¿Harry?
Harry miró a la profesora, que seguía con el ceño fruncido y dirigiéndole miradas de enfado de hito en hito.
-¿No se lo vas a decir, Harry?- dijo la mujer al final. Tonks miró al chico, que, por su parte, no sabía dónde meterse.
-¿Qué… qué quiere que le diga?
-Vamos, Harry…- advirtió la profesora impaciente.
Harry miró a Tonks. La chica le miraba sin comprender. El chico se rindió.
-Estaba curioseando donde no debía.- dijo al final hundiendo los hombros.
-Exacto.- puntualizó Green.
-Y eso es…- empezó Tonks dejando la frase en el aire.
-La cueva.- terminó Green. Tonks se irguió y su rostro asumió una seriedad que Harry no le había visto desde el día que partieron de Grimmauld Place. Sus ojos sombreados de rosa le miraron con fijeza. Harry quiso que se le tragara la tierra. Aquellas dos mujeres se habían aliado con él supuestamente por que él era quien al final decidiría todo y ahora estaba frente a ellas, traicionando su confianza en una chiquillada. Recordó las palabras de Winky en las cocinas: "¡Oh, la vergüenza, el oprobio!".
-¿Y qué hacías allí?- preguntó la más joven.
-Mirar, nada más.- dijo rápidamente.- Lo siento. No volverá a pasar.
-Creo saber que Minerva McGonagall ya te advirtió sobre aquel lugar, ¿verdad?- dijo Green. Harry asintió.- Y aun así volviste a entrar.
-¿Qué es ese lugar?
-Dumbledore no te lo quiso contar, McGonagall tampoco y yo no voy a ser menos.- dijo su profesora con firmeza.- Aún no estás preparado.
-Pero vosotras lo sabéis…
-Y no me siento orgullosa de ello.- contestó Tonks desviando la mirada hacia las llamas.- No es algo precisamente agradable. Al menos para los seres humanos. Y es muy peligroso, Harry. Más incluso que el mismo Innombrable.
Harry vio cómo la joven se estremecía visiblemente aun estando a escasos 40 centímetros de las llamas. El chico respiró hondo sabiendo que no obtendría más información. Hubo unos momentos de silencio afectado hasta que la Profesora volvió a hablar.
-¿Y se puede saber por qué estabas rondando por los pasillos a las 3 y media de la mañana?
-Insomnio.- respondió Harry con simpleza.- Iba a la enfermería a ver si la señora Pomfrey me daba algo para dormir cuando… bueno…
-Ya.- la profesora le miraba atentamente, no como Dumbledore cuando trataba de ver lo que pensaba o sentía, sino más bien como si su propia cara le diera alguna información relevante.
-Pues ya que estamos, adelantemos trabajo.- dijo Tonks encogiéndose de hombros. Conjuró una silla y se sentó.- Bien, Harry, comprenderás que cosas como ésta pueden poner a todo el mundo en un peligro innecesario, así que te agradecería que antes de meter las narices donde no te llaman, avises o preguntes, ¿vale?- Harry asintió.- Aclarado esto, te cuento: desde lo que pasó hace un par de días con las barreras, muchos de los que estaban en la enfermería empezaron a hacer preguntas sobre ti: Cómo era posible que hubieras hecho algo así, cómo les habías salvado la vida, cómo habían controlado la barrera, qué decía la profecía, cuál era tu relación con Quien Tú Sabes, que todo aquello les parecía muy sospechoso, que qué hacías tú en el colegio cuando podrías estar ayudándoles…- Harry abrió mucho los ojos en este punto.- Oh, y muchas más cosas por el estilo.
-¿A quién preguntaban?
-A Remus, especialmente. Bruce Pibody, que estaba en la cama al lado de la tuya la otra noche, oyó tu conversación con Remus.- dijo Tonks.- Si ese mismo tema de conversación no hubiera sido el pan nuestro de cada día desde hace semanas lo hubiera pasado por alto. Pero justo tú, el que les había salvado la vida y había ampliado las barreras de Hogwarts unos cuantos kilómetros, estabas criticando lo mismo que había criticado él y otros más dentro de la Orden controlada por Remus, los Weasley, Moody y los veteranos.
-La verdad es que esa conversación fue como la llama que prende la mecha.- dijo la profesora Green.- Aquella misma mañana algunos de los que estaban en la enfermería empezaron a hablar sobre la posibilidad de hablar directamente a Dumbledore sobre los problemas que habían visto y las posibles soluciones. Pero Lupin se enteró y no le gustó nada. Cuando después, a la tarde, les abriste la barrera… bueno, la llegada al Cuartel General fue, cuanto menos, interesante.
-¡Claro!- dijo la joven encogiéndose de hombros con obviedad.- Estaban en juego sus propias vidas atadas a una metodología inadecuada que está pidiendo a gritos que se renueve. Así que en cuanto llegaron a Grimmauld Place se montó la de Dios es Cristo y los dos grupos de opinión empezaron a gritarse los unos a los otros lanzándose argumentos y razonamientos, leyes y códigos de ética. De todo, Harry, no sabes la que se lió.
-¿Y al final?
-Al final…- dijo Green con un suspiro mirando a Tonks, que sonrió ligeramente, con algo que se parecía a la tristeza.- Al final todo voló por los aires. En sentido figurado, Harry, por dios…- apresuró a aclarar la profesora ante la cara de horror del chico. El joven recuperó el aliento y esperó a que la mujer prosiguiera.- La Orden, tal y como la conocemos, ya no existe.
-¿Qué?- Harry estaba pasmado.- ¿Entonces qué pasa con la guerra y con el Ministerio y con todo lo demás?
-Sigue adelante, por supuesto. Pero las fuerzas anti Voldemort están completamente divididas.- aclaró Tonks negando con la cabeza con pesadumbre.- Si antes éramos débiles, ahora somos ridículos.
Harry sólo pudo llevarse las manos a la cabeza, aterrado ante la posibilidad de estar totalmente desnudos ante Voldemort.
-¿Y ahora qué?- preguntó en un susurro.
-Hay una posibilidad de arreglar todo esto.- dijo Green. Harry la miró esperanzado.- Pero ha sido idea de Tonks, así que mejor te lo explica ella.
Tonks miró a Harry un poco ruborizada. Era evidente que no estaba acostumbrada a que sus ideas fueran tomadas en consideración y mucho menos, escuchadas. El muchacho le hizo un gesto para que empezara a hablar, impaciente por oír cualquier tipo de idea que sirviera para arreglar aquel desaguisado.
-Ahm… bueno, es sólo una idea, ¿vale?- dijo la chica con su titubeo habitual antes de decir algo que tendría una influencia trascendental.- La idea es atraer a todos los miembros de la Orden y los aurores que estaban en desacuerdo a nuestro pequeño grupito.
-Tonks, cariño, cuéntale lo que vamos a hacer, no lo que ya está hecho.- dijo Green.
-A eso voy, Sam, a eso voy.- dijo la joven haciéndole un gesto de paciencia.- Pero esto también es parte del plan y hay que contarle todos los detalles, ¿o no?
-Vale, venga, continúa.- Tonks asintió y volvió de nuevo la mirada a Harry.
-O sea que, ¿ese grupo de 13 magos…?- dijo Harry.
-Ahora es de casi 50.- terminó Tonks.
-¡50!- exclamó Harry.- ¿Pero cuánta gente cabe en Grimmauld Place?
-Oh, vamos, Harry.-dijo Tonks.- No estaban los 50 en la casa a la vez. Son magos que han hablado con otros magos y así, boca a oreja, se ha propagado la noticia de que hay una nueva alianza anti Voldemort que va a buscar el apoyo ministerial y que además tiene al poderoso Harry Potter en sus filas.
-¿Qué?
-Y cada instante nuestro grupo aumenta.- afirmó Tonks satisfecha.- Sólo los veteranos de la Orden y algunos más no están de acuerdo.
-¿Y Dumbledore?
-Oh, está al corriente de todo esto.
-¿Desde cuándo?- Harry había estado con él aquella misma tarde, en su clase tan fructífera de oclumancia.
-Desde este mediodía.- dijo Tonks.- Yo misma vi a Arthur atravesar el fuego después de gritar: Despacho de Dumbledore, Hogwarts.
-Aquellos papeles…- dijo Harry pensativo.- Claro… Le pregunté si eran de la Orden y me dijo que no exactamente.
Green asintió y Tonks frunció el ceño un instante.
-¿Y no te dijo nada?
-No.
-¿Y qué tal te fue?
-Estupendamente. Bloqueé todos sus intentos.- dijo en el mismo tono de asombro.
-Vaya… ahora sí que estará mosqueado.- comentó Tonks.
-No pensará que lo he montado yo, ¿verdad?- preguntó Harry.
-No, piensa que lo he montado yo.- dijo la chica del pelo rosa con una sonrisa nerviosa. Harry la miró fijamente.- Que es verdad, desde luego, y no lo niego. Pero lo que no sé es lo que piensa de todo esto. Ese hombre es como una baldosa del suelo. Se limita a sonreír y a parecer que lo tiene todo controlado. ¡Ni siquiera se pasó por el Cuartel General cuando estaban todos a un trís de molerse a palos! No quiero que piense que este grupo está contra suya y contra su trabajo, pero es lo que tenemos y si ahora hay una posibilidad de mejorar las cosas, desde luego que lo haremos.
-¿Aun a sus espaldas?- preguntó Harry con el mismo tono que Malfoy había utilizado con él.
-Aun a sus espaldas.- afirmó la joven con determinación en la mirada.
Luchando contra la fuerte sensación de dejà vú que le producía aquella conversación trató de racionalizar la situación. Suspiró y con la voz más calmada que pudo preguntó.
-¿Y qué esperáis de mí?
-Tu apoyo oficial.- dijo Green.- La inmensa mayoría de magos que se han unido lo han hecho sólo porque tu nombre aparece en los créditos. Tu nombre y tu reciente actuación te han dado una credibilidad sólo comparable a la de Dumbledore.
Harry respiró hondo, asimilando todo lo que acababa de oír. Pero había un punto que quería aclarar.
-¿Qué queréis decir con "oficial"? Ya tenéis mi apoyo.- dijo en el mismo tono calmado.
-"Oficial" quiere decir "Público".- dijo Tonks inclinándose hacia él.- Has de proclamarte como líder y proponer un nombre para el grupo. Eres el punto de unión y como tal has de cohesionar a todos los integrantes para que estemos unidos contra Voldemort. Harry, eres el ariete y el baluarte al mismo tiempo. Lucharán porque estás de su parte, porque eres su esperanza. Esperanza que ni los veteranos ni Dumbledore les han sabido inculcar. Ni a ellos, ni a nosotras.
Harry miró a Tonks a los ojos. Verdaderamente estaba convencida de lo que decía. Y tenía que reconocer que tenía sentido, pero no quería ser el rival de Dumbledore en cuestiones de liderazgo. Sería estúpido ningunear al mago más poderoso del mundo sólo porque sus métodos se habían quedado atrasados. Le necesitaban, a él, por su experiencia, por su inmenso poder y por sus impresionantes influencias en todos los ámbitos. Dumbledore era Dumbledore y Lupin, y los Weasley, y Ojoloco, y todos los veteranos. Les necesitaban a todos. Suspiró.
-No.-Tonks abrió la boca para protestar, pero Harry se le adelantó.- No quiero hacer pública una división tan fuerte en nuestro bando. Todo lo que ocurra ha de quedar de puertas para adentro. Lo último que queremos es darle a Voldemort excusas para atacar. Y no tengo ninguna intención de dejar a los veteranos y a Dumbledore fuera de todo esto. Hablaremos con ellos y les convenceremos.
-Y verás el caso que te hacen.- dijo Tonks cínica.
-Ahora sí que nos lo harán, Tonks, porque no tienen elección.
-Tiene razón, Tonks.- dijo Green mirando pensativa al chico que estaba sentado al otro lado de la mesa con los codos apoyados en las rodillas.- Además, así será mucho más fácil la segunda parte de tu plan.
-¿Lo dices por Edward?- preguntó Tonks alzando una ceja, desconfiada. Green asintió.- Suponiendo que quiera ayudarnos.
-Lo hará. Es un cabezota, pero es un hombre sensato.
-¿Quién es Edward?- preguntó Harry.
-Mi hermano.- dijo Green.- Edward Langdon, actual miembro del Consejo Ministerial y en permanente contacto con Amelia Bones, Ministra de Magia. Tonks, explícaselo.
-En el Ministerio no todos son de fiar.- comenzó la chica.- Sobre todo sabiendo que centenas de miles de galeones mortífagos han parado en los bolsillos adecuados durante demasiado tiempo. Amelia, por suerte, sí lo es, pero está muy presionada. Edward sería su enlace con nosotros y nuestra baza en las altas esferas del Ministerio, nuestro contacto directo. Pero es el típico hombre obsesionado por las reglas al que le da un ataque de nervios si el montón de hojas está a menos de 3 centímetros del borde de la mesa.
-Pero estoy convencida de que si se lo exponemos con los argumentos adecuados accederá, Tonks. No te preocupes.
-Argumentos, ¿como cuáles?
-Como que sigo siendo su hermana mayor, entre otros.- dijo Green cruzando las piernas bajo la túnica color azul apagado.- Aunque no lo creas, aún tengo cierta autoridad sobre él.
-Os lleváis 2 minutos, Sam.- replicó Tonks.- Y hace años que no os habláis.
-Eso no es del todo cierto.- Tonks y Harry fijaron sus ojos en ella.- Los dos últimos días los he pasado en su casa. Y hemos hablado largo y tendido sobre el tema.
-Y te lo tenías tan calladito.- dijo sorprendida la pelirosa.
-¿Y qué excusa le puso a Dumbledore para faltar estos dos días?- preguntó Harry.
-Soy veterana.- dijo Green con una sonrisa.- Nunca fui de la Orden, pero pertenezco al grupo de Remus Lupin y los demás. Les he estado ayudando a tapar ciertos "agujeros" que habían quedado descubiertos tras el ataque mientras me alojaba en casa de Edward.
-¿Y Ed qué dice?- preguntó la chica, asombrada.
-Puso pegas, por supuesto. Pero le hablé de ti.- dijo la mujer mirando a Harry. El chico le sostuvo la mirada esperando lo siguiente.- Quiere conocerte.
Harry no contestó, pero frunció el ceño. No le gustaba la idea de salir del colegio para encontrarse con un Consejero Ministerial en una reunión secreta. Sobre todo porque si se llegaba a saber sería como darle una bofetada a Dumbledore. Negó con la cabeza.
-No hasta que hayamos hablado con Dumbledore y los demás.
-Harry, creo que deberíamos asegurar a Edward antes.- dijo Green. Harry la miró pidiéndole una explicación.- Si ven que tenemos más influencia que ellos en el Ministerio y que el Ministerio acepta la ayuda de nuestro grupo, la mitad de sus contrargumentos se derrumbarán por su propio peso y no tendrán otra opción que unirse a nosotros.
-¿Y cómo se supone que voy a conocer a su hermano sin salir del colegio y que Dumbledore no se entere?- preguntó Harry.
-Bueno, las barreras son tuyas, ¿no?- dijo Green.- Si tú no quieres salir, déjale entrar.
-Aun así Dumbledore se enteraría.- dijo Harry negando con la cabeza.
-No si la reunión fuera tan rápida que no le diera tiempo ni a parpadear.- dijo Green con una sonrisa.
-¿Relativizándonos?- preguntó Harry.
-Sí.
-¿Puedes relativizarte, Harry?- preguntó pasmada Tonks. Harry asintió.- Vaya… Espera cuando se lo cuente al resto.
-¿Y por qué se lo tienes que contar?- preguntó Harry espantado por la idea de convertirse en tema de conversación.
-Publicidad.- dijo Tonks.- Si tú eres fuerte, ellos lo serán también. Confiarán más en ti y tu liderazgo se reforzará.
-Te he dicho que no me voy a proclamar líder de nada.
-Aún.- puntualizó la chica.- Pero lo harás antes o después. Y cuando llegue el momento, encontrarás a un ejército dispuesto frente a ti. Y la unidad, la fuerza de grupo, es lo que tenemos que cultivar ahora. Sólo unidos podremos derrotar al Innombrable.
Harry suspiró negando mentalmente. No. Sólo él podía derrotar al Innombrable. Ellos eran víctimas colaterales. Víctimas que serían las mínimas si podía hacer algo para impedirlo. Pero nada de esto podía saberlo nadie. Ni ellas. Ni sus amigos. Nadie. Al final acabó asintiendo.
-De acuerdo. Aunque si alguna vez te llamo Goebbles por error no te enfades.- Tonks se rió. (N/A: Goebbles fue el Ministro de Propaganda de Hitler. Independientemente del horror nazi, hay que reconocerle como uno de los genios de la propaganda política y la publicidad de masas del S: XX.) Harry sonrió a su pesar. Quisiera o no, la máquina ya estaba en marcha y no podía pararse. Ahora debían actuar rápido para que su oferta a Dumbledore no fuera tomada como una bravuconada. Necesitaba que los veteranos se sintieran aún con el suficiente poder como para hacerles pensar que decidían por sí mismos aunque fuera evidente que no tenían opción. No quería obligar a nadie.- ¿Para cuándo sería esa reunión?
-Cuando quieras.
-Lo antes posible.- dijo Harry con firmeza.- Mañana, en su clase de la tarde.
-De acuerdo.- asintió Green. Después se volvió a Tonks.- ¿Vendrás mañana?
-No puedo relativizarme.- dijo encogiéndose de hombros.- Además tengo guardia en el Ministerio. Sigo siendo auror, a pesar de todo. Ya me contaréis.
-Una pregunta.- dijo Harry.- ¿Puedo decírselo a Hermione, Ginny y Ron?
-Es tu decisión.- dijo Green. Harry asintió. No podía dejarles al margen de algo tan importante. Green miró su reloj.- Vuelve a tu dormitorio, Harry, aunque sea para simular que has pasado la noche allí.
Cuando Harry agarró el picaporte se quedó parado, mirando su mano agarrando el pomo de bronce. Sabía que ambas mujeres le miraban expectantes.
-Espero no decepcionaros.- giró la mirada y las vio allí, sonriendo sutilmente, dándole un apoyo silencioso.
-No lo harás.- dijo Tonks. Harry suspiró débilmente y salió del despacho.
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Si le hubieran pedido que dijera cuál era la cara más pálida y perpleja de las tres que le miraban aquella tarde después de las clases, no hubiera podido decidirse. Ron tenía la boca ligeramente abierta, Hermione se había llevado una mano a la boca, como ahogando un grito de espanto y Ginny simplemente, le miraba demudada la color.
-¡Que barbaridad!- exclamó apenas sin voz la castaña.- ¿Y todo eso en 3 días?
-Cuatro, si contamos este.- aclaró Harry.- Y esta noche toca reunión con el hermano de la profe.
-Jo, tío, qué huevos.- dijo Ron con su explícita sinceridad que le granjeó un leve pescozón de Hermione, por mal hablado.- ¿Y vas a ir?
-A ver qué remedio.- dijo el moreno encogiéndose de hombros.- Con la ayuda de ese hombre Dumbledore tendrá que aceptar al grupo este.
Hermione asintió con energía.
-Harry, me alegro de que las cosas se encaucen por fin. Ya era hora.- Hermione bajó la mirada un momento.- Aunque no te sirvamos de mucha ayuda ahora mismo.
-No os preocupéis.- dijo sonriendo. Se calló el comentario de "Ya llegará el momento en que cada mago y cada bruja sea necesario" porque esperaba que no fuera así, pero casi se tuvo que morder la lengua para no soltarlo.
-¿Y cómo vas a llamar al grupo?- preguntó Ginny. Harry se encogió de hombros.
-Sinceramente no lo sé. Soy muy malo para los nombres. Pero no me preocupa demasiado por ahora.
La conversación giró a derroteros menos peligrosos y al cabo de un rato, cuando Harry se disponía a marcharse a sus clases vespertinas, Ron dijo que le acompañaría. Ya en el pasillo el pelirrojo le dijo:
-Harry, ¿qué pasó con Malfoy?- Harry sintió cómo el estómago le daba un vuelco.
-Nada.- respondió con la boca seca.- Él no volvió a decirme nada ni yo a él. Le he visto en las clases y poco más.- dijo mientras lamentaba tener que mentir a su mejor amigo.
Ron pareció satisfecho. Harry se sintió aún más culpable. Ron confiaba en él, pero Harry le estaba mintiendo en la cara. No podía contarle nada del pacto. Nada. Dieron unos pasos más en silencio mientras él se repetía una y otra vez lo mismo "Nada, no puede saber nada." cuando el pelirrojo volvió a hablar.
-Oye…- el guardián se paró en mitad del pasillo. Harry, un paso más adelante se volvió y le miró. Ron parecía preocupado. Estaba más serio de lo habitual, que desde que habían muerto sus hermanos, era bastante.- No te voy a preguntar cómo es posible que seas capaz de manejar todo esto porque hace tiempo entendí que si había alguien que podía hacerlo, ése eras tú.
-Pero Ron, yo…- el pelirrojo le hizo callar levantando una mano.
-Ahora que vas a liderar a la resistencia contra Quien Tú Sabes…- Harry volvió a abrir la boca, pero un gesto de Ron la cerró de nuevo.- quiero que sepas que pase lo que pase estaremos a tu lado. Siempre. Aun cuando tengamos que morir en el intento.
-No, Ron…
-Harry, hablo en serio.- Harry lo sabía. Los ojos azules de su amigo le mostraban una determinación brutal, más allá de la amistad que tenían.- Es tu lucha, pero también es la nuestra, porque han destrozado a mi familia, la tuya y la de decenas de personas en este mismo colegio. Así que, cuando llegue el momento de la verdad, nos encontrarás a todos tras de ti, como a los magos y brujas que Tonks ha reunido de los despojos de la Orden. Porque si bien es cierto que tú y Quien Tú Sabes pondréis el punto y aparte, nosotros tenemos la obligación de vengar a nuestros muertos.
-¿Por qué me dices todo esto?
-Por que te conozco, y por que sé que querrás echarte toda la responsabilidad sobre tus hombros para protegernos.- Ron sonrió ante la expresión de sorpresa dolida de Harry.- Ya lo has hecho antes, tío. ¿Y cuándo te he dejado salirte con la tuya?
Harry se relajó y sonrió.
-Nunca.
-Cuenta siempre con nosotros, aun cuando te empieces a codear con las altas esferas.- dijo Ron con cierto sarcasmo. Harry bufó.
-Anda ya.- ambos se rieron débilmente, tratando de quitarle hierro al asunto más duro de sus vidas. Harry miró a su amigo recobrando la seriedad.- Lo haré, te lo prometo. Sois los únicos con los que puedo contar.
Ambos amigos sellaron el momento con un abrazo, fuerte, firme, como un apretón de manos. Era la primera vez que se abrazaban consolidando así 6 años de amistad sólida, verdadera, de la que dura toda la vida. Cuando se separaron ambos estaban lo suficientemente emocionados como para querer perderse de vista lo bastantemente rápido y limpiarse la lágrima sentimentalera que había brotado en los ojos de ambos, pero que ninguno admitiría haber vertido. Así que un momento después Harry entraba en la clase de Encantamientos con el dorso de la mano húmedo y el corazón lleno de gratitud.
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La profesora McGonagall volvía a perder los nervios con Harry por el hecho de que no mostraba ningún signo visible de semitransformación en ningún animal. Llevaban días estancados en la animagia. Ambos sabían que no había ningún método más o menos natural que le indicara a Harry el animal en el que se convertiría a menos que optaran por el "viaje psicotrópico", y la profesora estaba muy poco por la labor. Y aunque le producía muchísima curiosidad, a Harry tampoco le hacía mucha gracia meterse drogas hasta las cejas por algo así. Así que estaban como al principio.
Harry la había tratado de convencer de que quizá no fuera un animago, ante lo cuál recibió una seca contestación de su maestra del estilo de "No diga tonterías, señor Potter." Y ambos empezaron a rebuscar en montones de libros alguna pista, alguna manera, cualquiera. Entonces Harry levantando la nariz de los libros resopló y dijo en un ataque de hastío:
-Podría ir al zoo y ver qué animal se fija en mí.- en algún sitio había leído que hay una extraña afinidad entre el animago y los animales naturales en los que se transforma, y puestos a soltar hipótesis absurdas…
-Oh…- Harry miró a su profesora que le miraba con interés.- Es posible.
-¿Ir al zoo?- preguntó Harry.- El más cercano está a casi 200 kilómetros de distancia, profesora, y no creo que Dumbledore me deje salir del colegio para visitar un zoo.
-Tiene razón.- dijo la mujer.- Pero si va convenientemente protegido y la visita es corta, no creo que haya ningún problema. Hablaré con Dumbledore. Tiene usted clase de oclumancia después con él, ¿verdad?
-Sí, justo después de ésta.
-Bien, le acompañaré.
Dicho lo cual recogió los libros con un movimiento de su varita y se encaminó a la puerta. Al ver que Harry no se movía le miró exasperada.
-¿A qué espera, Potter?
Poco después llamaban a la puerta del despacho tras traspasar la gárgola que sin pedir contraseña se había abierto al acercarse el gryffindor. El director estaba dejando sus recuerdos en el pensadero cuando pasaron. Al preguntar si ocurría algo, la profesora McGonagall le contó toda la idea del zoo. Dumbledore torció un poco la nariz, pero al final miró a Harry y dijo:
-No me gusta, pero creo que Harry estará muy bien protegido, ¿no es cierto?- Harry se quedó lívido. Claramente se refería a los magos que se habían alineado con él y Tonks. Aunque por la expresión del anciano y el tono de su voz no podía saber si le parecía divertido, normal o se estaba burlando de él de manera flagrante. Tonks tenía razón. Aquel hombre era inescrutable.
-Señor, si se refiere a…
-No te preocupes, Harry.- le cortó el director.- Sé que no has tenido nada que ver. Lo único que te pido es prudencia y sentido común.
-Soy consciente, profesor, de la gravedad del asunto.- Harry no sabía si Dumbledore sabía algo de la reunión que tendría lugar en apenas dos horas, pero por si acaso, dejaría su posición clara. Y mientras, su mente estaba cerrada a todo intento de lectura y sus ojos nunca se posaban en los del anciano.- Y no haré nada nunca sin tenerle a usted en cuenta.
Hubo un silencio muy tenso. Dumbledore seguía mirando a Harry fijamente, pero Harry se cuidaba mucho devolverle la mirada. Sabía que podía bloquear sus invasiones mentales, pero aún no las tenía todas consigo y no quería arriesgarse. Al final, miró a su profesora, que le miraba con un punto de asombro.
-Consideraré la visita al zoo, Minerva.- dijo Dumbledore al cabo.- Muchas gracias.
La profesora se despidió y se marchó no sin antes echarle otro vistazo al chico que seguía plantado en mitad del despacho. Harry respiró hondo y miró a su director directamente. Los ojos azules le taladraron el cráneo… sin encontrar nada dentro. El director sonrió.
-Parece que le has pillado el tranquillo a la oclumancia.- dijo.- Bien, hoy empezaremos con la Legilimancia.
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Hacía mucho frío y empezaba a nevar. Los pequeños copos se unían a la espesa capa de nieve que cubría el pueblo mágico de Hogsmeade. Las barreras de Harry alcanzaban hasta algo menos de un kilómetro alrededor del municipio. Sus habitantes se habían visto súbitamente encerrados dentro de sus casas pues tratar de salir de las barreras era un peligro mortal. El cadáver carbonizado de un gato al otro lado les había servido de aviso tanto para ellos, como para los posibles intrusos. Así que nadie entraba ni salía, ya sea a pie, en coche o por métodos mágicos como la aparición. Sólo la Red Flu continuaba intacta aunque los trasladores no funcionaban muy bien. Normalmente variaban el lugar de llegada lo suficiente como para que el viajero se quedara a un par de metros de la barrera… por la parte de fuera.
Nadie sabía cómo evitarla y la verdad es que, aunque no había pasado siquiera una semana desde que se había levantado aquella nueva protección sobre ellos, los habitantes de aquel pueblo excepcional estaban un tanto molestos. Las mercancías no llegaban a los comercios y temían que aquel percance hundiera sus negocios por falta de existencias. Incluso la estación de tren estaba parada. No se atrevían a dejar salir al tren y que a medida que cruzara la imponente defensa explotara vagón a vagón.
La Profesora Green le había estado hablando de todo esto en el camino en carruaje hasta el pueblo. Harry suspiró. Él no había querido levantar esa cúpula de magia que cubría una semiesfera de 20 kilómetros de diámetro como una gigantesca pompa de jabón. Porque era así como la percibía a su alrededor, como una temblorosa y a veces brillante pompa de jabón que al ser tocada, en vez de explotar, explotaba al osado manazas que se había atrevido a acerarse demasiado. Cada vez que algo la tocaba, Harry sentía como un dedo tocara su espacio vital, como si algo rozara el aura de débil calor que desprendía su cuerpo a 36 grados. Y él lo sentía. Siempre. Y había multitud de cosas que intentaban cruzar a diario, a todas horas. Bichos, pájaros, animales, personas, coches, un avión… Así que una parte de su cerebro se había entretenido los dos últimos días en aprender qué diferencias había entre unas cosas y otras para no tener un montón de cadáveres humeantes alrededor de la barrera.
Y esa parte de su cerebro hizo un gran trabajo las primeras 24 horas. En ellas, la barrera aprendió a diferenciar entre animales y personas o cosas que han hecho las personas. Y llevaba las últimas 24 con un ritmo similar. Ahora podía obviar a los animales y a las personas no mágicas. Las mágicas aún mosqueaban demasiado a la barrera. Así que los magos y brujas no podían entrar ni salir sin que él estuviera allí para abrirles la puerta cuando, obviamente, no estaba. Harry apoyó el codo en el marco de la ventanita del carruaje y reposó la frente en su mano. Reducido a portero. Resopló cansado.
La próxima vez que hablara con su subconsciente mucho se temía que lo primero que hiciera fuera tirarle un coco a la cabeza para acabar con su sufrimiento. Sonrió cínico al pensarlo mientras se decía: "Venga campeón, que tú puedes". Le pareció tan absurdo que empezó a reírse él sólo ante la perpleja mirada de su profesora. La miró y meneó la cabeza cuando notó que el carruaje paraba. Se incorporó tras ella y salió al frío aire de finales de enero que le recibió con una andanada de agudos pinchazos de frío en cada copo que le cayó en la cara.
Habían superado el pueblo, incluso la estación de tren. Estaban en el camino que los llevaba a la carretera comarcal muggle más cercana y frente a ellos, a unos metros, tras la fina pared visible sólo a veces con el brillo de los farolillos del carruaje, había una silueta oscura recortándose contra el blanco de la nieve. Ambos caminaron hasta el borde.
-Puede pasar.- Harry ni siquiera se había molestado en tocar el campo de magia. Ya estaba lo suficientemente familiarizado con él.
El hombre dudó un momento y el hueco de la capucha giró levemente para orientarse hacia la profesora Green. Ésta asintió quedamente y el hombre dio un par de pasos al frente. Ya dentro, Harry lo vio estremecerse y carraspear, como si quisiera disimular una risita nerviosa. Harry sonrió. Los efectos euforizantes de su barrera seguían intactos. El hombre se quitó la capucha y el chico tuvo que hacer un verdadero esfuerzo de voluntad para no abrir la boca de asombro. Desde que había dicho Tonks que la profesora Green y su hermano, Edward Langdon, se llevaban 2 minutos no había vuelto a pensar en el hecho de que debían ser mellizos o gemelos. El parecido era asombroso así que quedaba como ganadora la segunda opción. Eran la versión masculina y femenina de la misma persona. Era inquietante. Fueron presentados y se dieron la mano.
-Ahora.- dijo Green levantando la varita. Un momento después se relativizó. Langdon la imitó y Harry, respirando hondo, también.
Cuando notó los campos temporales de las otras dos personas modificó suavemente el suyo hasta que fue envuelto por el campo temporal único que los separaba del resto del mundo.Después se volvieron a meter en el carruaje. Los 2 grados bajo cero a los que estaban no permitían reuniones al aire libre. Aunque fueran rapidísimas.
Una vez sentados, a la luz de la lamparita del interior del habitáculo, Edward Langdon le observó un instante antes de hablar.
-¿Por qué has hecho esto, chico?
-¿El qué… exactamente?
-Ed, Harry no ha hecho nada. Todo fue idea de otras personas.- aclaró Green.
-Pero lo avala, Sam.- Langdon volvió sus ojos hacia el adolescente.- Sabes que ese grupo se puede malinterpretar como un desaire a Dumbledore, ¿verdad?
-Lo sé.- dijo Harry adelantándose a su profesora, que había abierto la boca para protestar. La miró un instante y continuó.- Por eso he querido que esta reunión se haga lo antes posible. No quiero que cunda ese malentendido porque no es cierto.
-Debo entender que ya has hablado él.- dijo Langdon alzando sibilinamente una ceja, como burlándose.
-No.
-¿Y quieres que no "cunda" ese malentendido cuando todo hace entender que es así?
-Señor Langdon, estoy hablando con usted antes para asegurar nuestra posición.- Langdon no abandonó inmediatamente su expresión altiva, pero un brillo de interés se desligó de sus ojos oscuros.- Me he reunido tan rápidamente con usted para no perder ni un minuto en reunirme con Dumbledore. No pienso poner en marcha nada que tenga que ver con ese grupo antes de recuperar a los veteranos.
Langdon miró evaluativamente a Harry, como saboreando sus palabras, evaluándolas. Es un político de los pies a la cabeza, pensó Harry amargamente. Hubo un silencio en el que se sostuvieron las miradas sin mucha tensión. No había lucha, sólo observación. Unos segundos después cada uno ya había captado cuál era su papel. Langdon sonrió y se recostó en el asiento del carruaje.
-Vaya, parece que Samy tenía razón, ¿verdad? Y créeme jovencito que tiene mucho mérito poner a los hermanos Langdon de acuerdo.
-Vamos, Edie, estamos pediendo un tiempo precioso.- dijo la profesora Green. Langdon sonrió cínico.
-Es verdad, olvidaba que estábamos en horario lectivo.- lo último lo dijo con cierto retintín, como si se burlara de que Harry aún estuviera en el colegio. El chico frunció el ceño molesto. El hombre sonrió de nuevo, esta vez sin asomo de sorna, más bien parecía satisfecho, como la reacción del muchacho hubiera sido la adecuada.- Digamos que acepto. Pero todos sabemos la cantidad de alimañas que hay sueltas por el Ministerio. Realmente una situación tan peliaguda no la recordábamos desde la última vez. Nadie confía en nadie. Y puede haber… accidentes.
-¿Teme por su vida, señor Langdon?- preguntó Harry alzando imperceptiblemente una ceja.
-Todos lo hacemos, ¿no? Y más cuando se pretende hacer lobby en un momento como éste.
-Entonces bienvenido al club.- dijo Harry con voz tensa.- Desde hace un año todos estamos en peligro de muerte, más o menos directa, pero todos. Sin excepción, señor Langdon. La diferencia es si quiere hacer algo para evitarlo, y usted se encuentra en una posición privilegiada para hacerlo. Si se niega por miedo no crea que su trabajo volverá a la normalidad y dejará de estar en peligro, porque lo seguirá estando, pero además tendrá que vivir con la responsabilidad de cada muerte que se pudo haber evitado desde esta noche. Esto es una guerra, no una Opa hostil.
El hombre le miraba muy serio, casi enfadado, medio sorprendido medio ofendido porque un mocoso de 16 años le diera una lección de moralidad aplicada. Harry, en un rincón de su mente, pensó que igual se había pasado, pero algo le decía que aquel hombre era adicto a las intrigas interminables, y lo que necesitaban ahora eran hechos, no retórica. Harry no desvió sus ojos de los del hombre. Ahora sí era una lucha. Los ojos oscuros desviaron la mirada unos 5 segundos después. Harry soltó el aire que sin querer había estado reteniendo en los pulmones y miró a su profesora. Sonreía entre divertida y orgullosa, pero no miraba a ninguno de los dos.
Edward Langdon retorció sus guantes un momento y en un movimiento muy rápido abrió la portezuela y salió. Al mismo tiempo dijo:
-Está bien. Sam, eres mi contacto.- y sin decir nada más se cubrió con la capucha, se desrelativizóy se lanzó hacia el otro lado de la barrera que atravesó sin problemas.
Sólo después de notar la sensación de indescriptible alegría que proporcionaba se dio cuenta de lo imprudente que había sido. Podía haberse frito allí mismo. Creía que el chico sólo podía abrir la barrera estando allí, presente. A su pesar, Langdon supo que había hecho bien. El poder de aquel chico era impresionante para su edad. Sonrió a su pesar mientras se alejaba. Y tenía un talento innato para la política.
Edward Langdon se desapareció sabiendo que Dumbledore había encontrado a un sucesor que podría superarle en casi todos los ámbitos antes de cumplir la mayoría de edad… y se alegró de estar de su lado.
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Ron bostezó aquella mañana de tal manera que durante un momento de dolor pensó que se había desencajado la mandíbula. Aún frotándose la cara se acercó tambaleándose hacía las cortinas echadas del dosel de su mejor amigo y las meneó con la mano.
-Vamos, tío, arriba, que hoy presentamos el trabajo de McGonagall.
El pelirrojo echó una mirada a la tapa de su baúl donde el rollo de pergamino de, nada más y nada menos, dos metros de largo y un par de anexos de casi 40 centímetros cada uno y una bibliografía que ocupaba un pergamino tamaño A4 entero, descansaba con tranquilidad. El pelirrojo sonrió satisfecho. Había trabajado mucho en aquel trabajo. Salir con Hermione tenía ese tipo de contraprestaciones, pero las ventajas eran más que sobradas. Un poco sonrojado entró en el cuarto de baño y se duchó. La verdad es que Harry le había ayudado mucho. Le había dado la bibliografía y casi le había dictado la mitad del trabajo de memoria. No sabía cómo era posible que hubiera aprendido tanto en aquellas clases particulares, pero era impresionante. Hasta Hermione le había pedido ayuda. Pero él había redactado el trabajo y había hecho un trabajo de investigación bastante exhaustivo porque, si bien Harry le había dado la lista de lecturas, él había tenido que leérselas y hacer la síntesis. Y después de todo, estaba satisfecho. Secándose con la toalla pensó que nunca había ido a la presentación de un trabajo con tanta tranquilidad. Sabía que lo había hecho bien y que su nota iría en consonancia. Y daba una agradable sensación de control.
Cuando salió vio que sus compañeros ya estaban prácticamente listos para salir y que las cortinas de Harry seguían igual de cerradas.
-¡Venga, Harry, levántate ya!- dijo moviendo las cortinas. Sólo escuchó un gruñido, como si se negara a levantarse. Ron se puso los pantalones y la camisa y cuando aún no se la había abrochado se giró hacia la cama del moreno con intención de abrir las cortinas.- Ya está bien, macho, ya… ¡Harry! ¿Qué te ha pasado?
