¡¡Hola!!
Y después de tan largo lapso de tiempo llegamos, mis adorados editores y yo, para presentaros un nuevo capítulo de éste nuestro fic. Les he echado mucho de menos, de verdad, y me están ayudando mucho, así que desde aquí se lo agradezco públicamente. ¡Gracias Jarlaxe-Bregan! ¡Gracias Nesssa! Snif... mis niños... En fin al tema.
Lucumbus: Sí, son conversaciones reducidas, pero a este ritmo... Oye, que he estado viendo lo del C2 ese, y cuando lo fui a abrir me di cuenta de que no es un foro, ni una lista de correo, ni nada de eso. Es como otro fan fiction dentro de Fan fiction. Allí vas, te apuntas y cuelgas historias. Sinceramente, qué decepción. Creía que era otra cosa. Pero weno, siempre nos quedarán los reviews... aunque tienen el inconveniente del actualización-lag. En fin.
Uy mis sueños... XDDD, el otro día soñé que mis amigos y yo entrábamos en un barrio fantasma (pero con bloques de pisos normales y corrientes) y que los vecinos fantasmas, cual "Aquí no hay quien viva" nos acorralaban y nos decían que para calmar sus almas atormentadas teníamos que cumplir una misión. ¿Cuál? dije. Sale un Telepizzero, con su casco y todo y me da unas pizzas. "Tenéis que subirlas a la vieja del 3ºA". Y ale, a subir escaleras y charlar con marujas asomadas a los rellanos. Marujas que desaparecían, claro, que para eso eran fantasmas, pero muy majas ellas. En fin, que estoy de psicólogo. Pero lo que me reí al despertar... jo... qué pechá...
¡¡Y qué tal te ha salido el examen ese del día 10?? En fin, ya me contarás qué tal.
TheHard: vale, vale, ya tienes el siguiente... pero es que me encanta cortas los capítulos de esa manera, jeje. Sí, soy mala, pero así os engancho más, mwahahahahaha!!! En fin, a ver qué se encuentra Ron tras la cortina...
Miranda Evans: jeje, Harry for President, ¿no? ¿Plagiarme "Al otro lado del espejo"? Buah, lo dudo. Tiene mogollón de fallos y si lo hacen que lo hagan, no me importa. Como esa, tengo de sobra. Será por ideas... buah.... Bueno, nena, ya verás lo que pasa, ya verás....
Evix Black: ¡Hola waspa! Sé que he tardado, pero sólo lo justo y necesario. Y el 13 está ya en postproducción, así que la actualización irá rapidito, no te preocupes. Jejeje, esos finales de capi tan intrigantes son fáciles de hacer. Crear espectativas es fácil, lo difícil es cumplirlas, jeje. En fin, espero que este capi te guste. A partir de ahora las cosas se van a complicar un pelín, me temo.
Sacralo: por supuesto que Malfoy en los libros es un idiota. De hecho es subnormal profundo. Pero no sé, es un malo muy chulo como para desaprovecharlo así. Con lo que molan los malos de las historias (siempre quise ser la Bruja de Blancanieves cuando era pequeña. No soportaba a la repipi esa.)... son lo mejor y hay que utilizarlos bien, que para eso están. Y el final... a que jode, jejeje, lo sé, soy consciente, lo hago a posta. Zoy malaaaaa, muy malaaaaaa.... mwahahaha....
Lady Kenobi: ¡¡Lo sé y lo siento!! En este tampoco sale lo de la animagia. ¡Perdona! Pero no cuadraba. Pero saldrá, de verdad, tú tranquila que saldrá, y cuando lo haga te avisaré, ¿vale? Jo, es que una escribe y se ve obligada por las circunstancias. No puedo meter acontecimientos que no vengan al caso así como así... Lo siento. Pero se acabará convirtiendo en algo, lo prometo. Ya sé el animal y todo. La verdad es que es el más obvio. Bueno, disfruta de este capi, wapa. Un besito.
Ely Chan: jo, me alegro de que te guste por donde van yendo las cosas. Bueno, la cosa se va a complicar un poco en el futuro, pero aún es pronto para adelantar nada, así que ya lo verás. De ahora en adelante van a ocurrir muchas cosas, muchas, y no sólo a Harry. Draco es un personaje al que tenía un poco de miedo. No sabía cómo podía manejarlo, pero después me encantó. La verdad es que me chifla escribir escenas en las que están juntos, porque son los polos opuestos, pero en realidad se parecen mucho... es genial, tanta tensión, tanta hostilidad subyugada... oh, es como tener un par de perros de pelea atados a 20 centímetros el uno del otro.
¡Y sin más dilación...!
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Heridas, puertas y silencios
"Roja brilla, roja vive y roja mora
en el panteón de los sueños difuntos.
Aquél que ose atravesar su umbral,
deberá enfrentarse al amargo abismo
de la duda, el engaño y el sigilo.
Viajes al centro de la mente.- Gytha Kyarentemmäl
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-¡Harry! Dios santo, ¿estás bien? ¡Dean, Seamus, llamad a McGonagall en seguida!
-¿Qué ocurre, Ron?- un alterado Seamus Finnigan se acercó en dos zancadas hasta la cama de Harry. Se quedó lívido.- ¡Joder! ¡Vamos Dean!
El otro gryffindor sólo tuvo que echar un vistazo a la cama y mascullar una exclamación para salir corriendo tras su amigo escaleras abajo.
-¿Qué pasa?- preguntó perplejo Neville abandonando el zapato que se estaba calzando. Cuando llegó a apartar la cortina de la cama del buscador abrió la boca de asombro mientras sentía cómo perdía el color del rostro.- ¡Oh, dios mío!
-¡Harry, Harry! ¡Despierta tío, vamos!- Ron, casi al borde del pánico meneaba a su amigo, que parecía de goma en sus manos. No reaccionaba y estaba frío. Pero eso no era lo que más nervioso le estaba poniendo.
Harry estaba tendido en la cama, tapado a medias por la colcha, y cubierto por la sangre que aún brotaba débilmente de decenas de heridas que tenía en todo su cuerpo. La cicatriz de su frente estaba en carne viva, su pelo apelmazado por el plasma coagulado yel pijama y las sábanas empapadas de rojo. Las pocas partes del muchacho que no estaban manchadas o heridas estaban mortalmente pálidas.
A simple vista parecía que un asesino se había abalanzado sobre él y le había acuchillado en la oscuridad de la noche. El pelirrojo trató de encontrarle el pulso, pero estaba tan asustado y le temblaban tanto las manos que no podía encontrarlo, y eso le puso aún más nervioso.
-¡No, tío, resiste, vamos! ¿Qué demonios te ha pasado, Harry?- gimió mientras colocaba la cabeza en su pecho para oír su respiración. Un momento después cerró los ojos aliviado. Respiraba. Débilmente, pero respiraba.
El chico levantó la cabeza y vio a Neville con una camiseta mojada en la mano. Estaba pálido de miedo, pero apartó al prefecto con suavidad y empezó a limpiar la sangre que cubría el rostro y los brazos de Harry desvelando multitud de cortes, algunos bastante profundos. Cuando Neville desabrochó la camisa del pijama y empezó a limpiarle el pecho, ahogó un gemido de espanto.
-¿Qué pasa, Neville?- preguntó Ron angustiado.
-Mi…mira…
El pelirrojo se acercó y vio el trabajo que había hecho su compañero. Aún había restos de sangre coagulada pero había limpiado lo suficiente como para que fueran evidentes los trazos que cortaban la blanca piel de su amigo en diferentes palabras.
-Puerta sólo hay una, pero entradas hay millones.- leyó casi sin voz el pelirrojo.
Justo en ese instante oyeron cómo alguien subía las escaleras rápidamente. Dean, Seamus, la profesora McGonagall, Hermione, Ginny y algunos curiosos se asomaron a la puerta. Los chicos y la profesora entraron sin dudar. Las chicas dudaron un momento, pero al final también entraron. La maestra se llevó una mano a la boca y las dos adolescentes se abrazaron para evitar gritar de espanto. Las letras recortadas en rojo brillante aún sangraban levemente y eran espeluznantemente vívidas sobre la blanca piel. La mujer se volvió hacia Neville y le habló con voz temblorosa:
-Señor Longbottom, haga el favor de avisar a la señora Pomfrey. Que prepare una cama en seguida.- el chico soltó la camiseta empapada en sangre y salió corriendo agradecido porque alguien supiera lo que hacer a continuación.- Señorita Granger, llame al director, por favor. La contraseña es Longuilengua.
Hermione salió disparada por la puerta mientras ambos Weasley se miraban angustiados. La profesora se acercó y tocó el rostro inmóvil del chico y frunció los labios. Sacó la varita y murmuró algo. En seguida unas vendas envolvieron las heridas de Harry que empezaron a empaparse inmediatamente después. Entonces le hizo levitar hasta la cama de Ron para que descansara en un lecho limpio hasta que llegara el director.
-Profesora…
-Sí.
-¿Qué significaba lo que…?
-Olvídelo, señor Weasley.- interrumpió la mujer secamente.
En un momento llegó el director, jadeando y con expresión preocupada. La profesora McGonagall se acercó a él y le susurró algo al oído. El director respiró hondo y se dirigió hacia el muchacho inconsciente. Acercó una mano hasta los ojos del chico y se concentró un momento. Después asintió y se volvió hacia la profesora:
-No ha pasado nada.- la mujer exhaló un suspiro de alivio y dirigió la varita al joven.- ¡Mobilicorpus!
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Sus heridas estaban casi cerradas. Los ungüentos de la señora Pomfrey eran excelentes. Pero parecía que ninguna poción que le habían hecho tragar le hacía recuperar el color. Seguía pálido, macilento y estremecedoramente frío. Le habían tapado con una manta que emitía calor mágico y habían rodeado la cama de estufas, pero no lograban calentar el cuerpo que yacía en aquella cama.
Velaban desde aquella mañana. Habían pedido permiso a los profesores para faltar a las clases y Ron y Hermione seguían allí, sentados, con las manos unidas y mirando con preocupación a su amigo. La señora Pomfrey había querido echarles muchas veces, pero se habían negado a abandonarle. Hermione había sugerido hacerle una transfusión de sangre. Ella era 0 negativo. Era donante universal. ¡Podía ayudarle! Pero la sola mención de una aguja y un tubo que les conectaran había horrorizado de tal forma a la medimaga del colegio que no se había atrevido a mencionarlo dos veces. Aun así sentía como si estuvieran perdiendo un tiempo precioso. Dumbledore les había dicho que si no mejoraba para las 6 de la tarde, se lo llevarían a San Mungo. Aunque claro…
¿Cómo salían de Hogwarts si Harry controlaba las barreras?
En aquel problema estaba ocupado Dumbledore. O al menos eso era lo que les había contado a ellos.
Ron suspiró.
-¿Qué significaría aquello?- Hermione miró brevemente al pelirrojo y le dio un ligero apretón en la mano, dándole apoyo.
-No te preocupes. Lo averiguaremos.
-¿Crees que habrá algo en la biblioteca?
-No lo sé, pero debemos intentarlo.
-Vale.
Pero no se movieron de allí. Hermione pensó que se sentiría mejor si su amigo tuviera un montón de aparatos alrededor que le dijeran en rápidos vistazos cómo se encontraba. La presión sanguínea, las pulsaciones, el ritmo respiratorio, la temperatura… Así estaba a ciegas. Sólo podía especular, y lo que se le ocurría no era nada bueno.
Y aquellas palabras: Puerta sólo hay una, pero entradas hay millones.
Miró su reloj. Si la cosa no cambiaba, en media hora Dumbledore llegaría y se llevaría a su amigo al hospital. Respiró hondo y bajó la cabeza.
-Es tan injusto…- gimió.
La profesora McGonagall entró unos diez minutos después en la enfermería y les llamó a los dos con la mano. Cuando estuvieron en la sala de espera cerró la puerta con cuidado y les habló:
-El director se va a llevar a Potter a San Mungo.- ambos adolescentes asintieron.- Además, a partir de ahora se van a tomar algunas medidas que serán de aplicación inmediata en todo el colegio, y para eso necesitamos la ayuda de todos los prefectos.
-¿Qué medidas?- preguntó Ron.
-De protección.- ambos chicos se miraron perplejos un momento para volver la mirada interrogante a su maestra otra vez.- Llamen a todos los gryffindor al Gran Comedor en diez minutos. Allí se lo explicaremos todo. ¿De acuerdo?
-Sí, profesora.- dijo Hermione. Pero antes de marcharse vaciló un segundo.- Profesora McGonagall… ¿cómo sabremos que Harry se pone bien? ¿Podremos visitarle?
-Me temo que no, señorita Granger.- dijo la afligida profesora. - Sería muy peligroso, y recuerden que fueron objetivo de los mortífagos hace unos meses.
-Claro, profesora.- asintió la prefecta. La chica miró preocupada a Ron y ambos se marcharon a reunir a sus compañeros.
Algo había pasado. Algo grave. Pero no tenían ni idea de qué.
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Albus Dumbledore miró cómo las puertas abatibles del cuarto donde iban a atender a Harry de urgencia se abrían y cerraban con violencia hasta que se quedaron inmóviles. Después se giró hacia la puerta que daba al vestíbulo y sus ojos azules se deslizaron hacia donde Remus Lupin, Nynphadora Tonks y Emmeline Vance esperaban.
Los tres adultos se levantaron como por resorte cuando la túnica oscura del anciano mago apareció por el umbral. Remus fue el primero en acercarse.
-Albus, ¿cómo está?
-Van a hacerle una transfusión urgente.- dijo Dumbledore.- ¿Habéis terminado?
-Moody está asegurándose, pero sí.- asintió Emmeline.- Este hospital es una fortaleza.
-¿Cuánto tiempo estará ingresado?- quiso saber Tonks.
-No me lo han podido decir. Aún no saben hasta dónde llegan los daños.
-¿Cómo habéis llegado hasta aquí?- preguntó Remus.
-Con las Puertas.- dijo Dumbledore en un susurro.
-Albus, dijiste que era muy peligroso utilizarlas.
-Sinceramente, Remus, creo que merecía el riesgo.- los ojos azul cristal del anciano se clavaron en los orbes dorados del licántropo, que asintió.
-Y… ¿cómo ha llegado a este estado?- Tonks no pudo evitar un deje de angustia en la voz.- Apenas le he visto, pero estaba pálido, pálido…
-Mucho me temo que sea un nuevo método de tortura que Voldemort utiliza con él.- dijo Dumbledore sentándose pesadamente en una de las sillas adosadas a la pared de aquel ancho pasillo lleno de gente. Lupin apretó los ojos y la mandíbula y pegó un puñetazo a la pared. Emmeline negó con la cabeza, indignada y Tonks se sentó junto al director tapándose la cara con las manos y emitiendo un suave gemido de horror. Sin destaparse la cara habló:
-Profesor… ¿cree que…?- no podía terminar.
-Tranquila, Tonks.- dijo el anciano colocando una mano en su hombro. La chica elevó la mirada hacia él apoyando los codos en las rodillas. Tenía los ojos un poco enrojecidos, pero no había brotado ninguna lágrima.- No tiene nada que ver con tu grupo.
-Harry…- la chica negó con fuerza.- Harry no quería que hubiese esa escisión, profesor. Él no tiene la culpa. Fue… fue idea mía, pero es que…
-Shhh…- Dumbledore cogió una mano de la chica y le hizo mirarle a los ojos.- Si ha sucedido es por que tenía que suceder. No te culpes por esto, porque no tiene nada que ver con lo que está pasando con la Orden. Se llame como se llame, si el objetivo es el mismo, estaremos unidos, Tonks, porque no hay otra opción. Para nadie.
Tonks le miró un momento y después se mordió el labio superior (n/a: mi editora Nessa me dijo ante esta frase que si no sería el labio inferior el que se mordiera, que sería lo más normal, lo lógico. Pero yo reivindico el labio superior, sobre todo en momentos como este. Yo me lo muerdo… jo.) mientras recuperaba la compostura. Después se levantó:
-Bien. Voy a mi puesto. Le juro profesor, que nada se acercará a este hospital sin que nosotros lo sepamos.
-Gracias, Tonks.- La chica se marchó y el anciano se incorporó con cansancio.- Remus, quédate. Emmeline, llama a Amelia y dile que tenemos que vernos lo antes posible.
-¿Adónde vas tú?- preguntó el licántropo.
-A hablar con los veteranos.- Dumbledore vio claramente cómo Lupin torcía el gesto.- Sabes que es la única opción, Remus, y la verdad es que me gusta.
-Sabes que nos deja demasiado expuestos a los mangoneos de los políticos.- replicó Lupin, pero el director sonrió.
-No, Remus. Esa chica de pelo rosa ha pensado en todo eso y ya lo tiene previsto. ¿Conoces a Edward Langdon?
-Sí. Es el hermano de Sam.
-Está con ellos. Y Samantha también.- Lupin abrió mucho los ojos, sorprendido. Dumbledore sonrió de nuevo y le dio unas palmadas amistosas en el brazo.- Más que lamentarnos, deberíamos estar agradecidos por la sangre nueva.
Y sin más, se marchó.
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En todos los dormitorios de Hogwarts se había instalado una piedra sobre una mesita. Ocupaba muy poco espacio, pero lograba atraer todas las miradas de los estudiantes. No les habían explicado cómo funcionaba. Sólo les habían dicho que cuando se levantaran y cuando se acostaran, las cinco personas que ocupaban cada cuarto, la tocaran a la vez y dijeran "Iunctus creat vim". Nada más. Ni para qué servía, ni qué hacía, ni nada. Ahora, cuando todos se iban a acostar, miraban la piedra con recelo. No era muy grande, quizá del tamaño de un plato de postre, de color gris oscuro, como si fuera de origen volcánico, redondeada como un canto de río, silenciosa,fría…
Ron, Dean, Seamus y Neville la miraban igual de temerosos que el resto de la escuela. La ausencia de Harry pesaba sobre ellos como una losa. Sabían que todo aquello de la piedra había sido a causa de lo que le había pasado. ¿Qué había ocurrido? Quizá los profesores, con aquel pedrusco, querían protegerles de lo mismo que le había atacado de aquella manera por la noche. Ellos cuatro, más que nadie, pronunciaron las palabras con más ardor esa noche, sus manos tocando la piedra y todos con un pensamiento en la mente: la cama de Harry empapada en su sangre.
No sintieron nada y no pareció pasar nada. Se miraron un poco desconcertados, pero no dijeron nada. No sabían qué pasaba, pero casi preferían no enterarse. Fuera lo que fuera era algo terrible y lo sabían. Todos se acostaron en silencio temiendo en lo más profundo de su ser amanecer heridos y desangrados como su buscador, pero pronto olvidaron todos los malos pensamientos y cayeron en un sueño profundo y sin recuerdos.
El hechizo estaba haciendo efecto.
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Quería despertar, pero por alguna razón no podía.
Había tenido un sueño bastante desagradable al principio y después se había transformado en una de aquellas visitas nocturnas de Voldemort. Con la excusa de "querer charlar" habían acabado luchando en sus propios sueños. Al principio Harry lo había pasado francamente mal. Tenía que pensar rápidamente para encontrar la manera de protegerse de los ataques que recibía del mago tenebroso, pero su inexperiencia y su aún débil poder, le habían hecho llevarse la mayoría de los golpes al principio.
Pero eso fue al principio.
Harry había descubierto que cuando uno sueña su cerebro va bastante más deprisa de lo normal y que utiliza recursos que cuando se está despierto no se conocen. Además, se aprendía mucho más rápido de los errores y pronto pudo hacer frente a las embestidas de su enemigo.
Los ataques psicológicos dejaron de hacerle tanto daño en cuanto tuvo acceso a los temores de Voldemort. De alguna manera, ambas psiques estaban unidas cuando soñaban y podían intercambiar información siempre y cuando se supiera dónde buscar. Las barreras de oclumancia eran, en este punto, imprescindibles. Sin ellas, Voldemort podría acceder a lo que más quería ocultar, es decir, cualquier tipo de información sobre la Orden, el grupo de Tonks o el pacto con Malfoy. Y hasta entonces era lo único que no había visto. Había opuesto resistencia en muchos otros temas y sólo había dejado vislumbrar retazos, fragmentos. Nada concreto, pero aun así supo que debía practicar la oclumancia con más ahínco en el futuro. Al fin y al cabo, casi acababa de controlarla.
Y Voldemort había utilizado toda aquella información contra él.
Había revivido los momentos más dolorosos, los más hirientes, los más humillantes. Le había atacado con ellos de una manera casi física. El problema de luchar en sueños es que los ataques oníricos van directamente a donde duele. No hay racionalización previa ni consciente. Todo es tan rápido como una intuición y los golpes van directos al meollo del asunto.
Harry había creído desfallecer, casi deseó morir. Había sentido todo el dolor de la muerte de sus padres, de Sirius, el que sintió en su momento y el que su subconsciente bloqueó para no perder la razón. Sintió la pena, la culpa y los remordimientos como dentelladas en su cuerpo, su mente y su corazón. Hubo un momento en que la agonía le oprimía tanto los pulmones que creyó que se asfixiaba. Pero entonces Voldemort paró. Se quedó quieto, contemplando su obra, observando a un Harry destrozado y al borde de la derrota psíquica. Harry pudo respirar un poco y recobrarse. Alzó la mirada y lo vio.
Detrás de la alta y delgada figura de Lord Voldemort había una sombra alargada, deforme, extraña. Con las últimas fuerzas que le quedaban la cogió ante el estupor del lord Oscuro y la observó. Eran los miedos de Voldemort, lo que más temía en el mundo. Y no pudo evitar sonreír cuando sólo vio dos cosas.
La muerte…
… y Harry.
Entonces él atacó. Sabía adónde tenía que apuntar y con qué. Empezó a mostrarle escenas completamente inventadas de lugares y momentos en los que Harry estaba en pie frente al cuerpo tendido y sin vida de Voldemort, a gran velocidad y cada vez más cruentas. Le mostró las formas más horribles de la muerte en rápida sucesión y después la oscuridad, la más negra e impenetrable oscuridad. Aquella imagen agotó casi sus últimas energías ya que el mago trataba de zafarse de ella con todas sus fuerzas y él la mantuvo durante tanto rato como pudo.
Nuevamente ambos estuvieron frente a frente y los dos estaban igual de apaleados, igual de exhaustos. O no tan igual. Voldemort contraatacó con una sola imagen: los terrenos de Hogwarts sembrados de cadáveres y a su alrededor los de las personas que más quería. Harry sintió morir mientras que desde la nada la voz siseante de Tom Riddle atravesó cada molécula de su ser con una frase que seguía sin entender: Puerta sólo hay una, pero entradas hay millones. Y se fue.
Así que la lucha había sido relativamente corta. Después Harry había caído inconsciente dentro de su propia inconsciencia, y en algún momento después, supo que volvía a soñar. Pero esta vez los sueños eran más normales.
Ahora ya no soñaba. Sabía que estaba dormido, pero también sabía que quería despertar. No sabía lo que ocurría a su alrededor, pero tenía la sensación de que algo no iba bien. Era como si estuviera demasiado débil como para despertarse. No le preocupó demasiado y esperó, paciente. La lucha había sido cruenta, terrible. Tenía que recuperarse. Seguía vivo y eso era lo importante.
Tarde o temprano abriría los ojos.
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-Las heridas se abren cada poco tiempo, así que la mayoría de la sangre que le introducimos vuelve a salir.- explicaba el medimago a Remus Lupin en la sala de espera.- No hemos encontrado ningún tipo de veneno ni nada por el estilo. Parece como si la piel se hubiera abierto por sí sola. Estamos especialmente preocupados por los daños internos. El corazón parece haber sufrido un amago de infarto, aunque está bastante sano. Aun así sufre leves arritmias y estando en la situación en la que está, recomiendo que se quede en Cuidados Intensivos al menos esta noche.
-¿Y ha entrado en calor?
-Me temo que no.- negó el hombre apesadumbrado.- Sigue bien tapado y mantenemos una temperatura constante, pero sin sangre no hay calor.
-¿Y de veras que no saben cómo cerrarle esas heridas?
-Le prometo que estamos haciendo todo lo que podemos, señor Lupin, pero tendrá que tener paciencia. Ha perdido casi el 65 de su sangre. Apenas estaba vivo cuando lo trajeron, y aunque ahora está estable, su situación sigue siendo crítica.- el medimago miró compungido cómo el hombre se frotaba la cara con angustia e impotencia.- ¿No sabe qué ha podido causar esto?
-Voldemort.- dijo Lupin en un susurro helado. El medimago pegó un respingo y le miró espantado.
-¿Ha habido otro ataque en el colegio?- preguntó el hombre.
-No. Sólo a él.- Lupin miró directamente al sanador en un momento de comprensión tácita. Ese chico era, al fin y al cabo, Harry Potter. El medimago asintió.
-No se preocupe. Daremos con la solución.
-Gracias.
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Tonks estaba inmóvil, dejando que la cabeza de Lupin descansara en su hombro.
El hombre estaba exhausto. Había estado en una misión agotadora en quién sabe dónde y justo cuando iba a poder descansar, Harry aparecía al borde de la muerte, desangrado y helado como un témpano. La chica suspiró. Ella también estaba muy cansada. La misma preocupación por aquel chico la tenía en un sin vivir. Tenía tanto miedo que no había podido parar de hacer cosas en toda la tarde. Había participado en la organización de los magos que protegerían el hospital. Había hablado con Sam y con Edward avisándoles de la posición por fin desvelada de Dumbledore y había estado al tanto de lo que ocurría en el Cuartel General de Aurores para salir disparada como voluntaria a cualquier lugar donde se hubiera avistado algún mortífago. Pero nada. Cuando Sam la llamó para decirle que Dumbledore había hablado con la Ministra y con su hermano y que por fin habían puesto las cartas sobre la mesa, creyó sentir alivio y volvió al hospital. Allí, Remus acababa de hablar con el médico y las noticias no eran muy buenas.
Volvía a sentir miedo, terror. Si Harry moría, todo en lo que alguna vez había creído moriría con él.
Lupin se removió en su hombro y se enderezó, frotándose los ojos. Tonks sonrió débilmente.
-Vete a casa, Remus. Ya me quedo yo.
-No, tranquila, estoy bien.
-Estás hecho polvo, hombre. Venga,- la chica le dio una palmadita amistosa en la espalda.- no me hagas llamar a William.
-¡Oh, no, William no!- dijo con falso terror. William era un joven auror de la promoción de Tonks a la que profesaba una devoción inconfesada, pero más que evidente, así que siempre se ofrecía a cumplir los deseos de la chica. Además, el muchachote era muy fuerte y solía imponer bastante. Ambos se rieron recordando con ternura al joven.- No te preocupes. No hay nada que un café bien cargado no arregle.
-No seas cabezota. Parece queHarry no tiene ninguna prisa por despertarse y está completamente a salvo aquí dentro. Creo que podrías permitirte unas pocas horas de sueño.- la chica sonrió traviesa. - Además si te ve con esas ojeras seguro que se desmaya otra vez.
-Un respeto a tus mayores, jovencita.- dijo Lupin sonriendo. Pero al final asintió.- De acuerdo. Pero si pasa cualquier cosa…
-Te llamo.- terminó la joven.- Tranquilo. Anda, vete ya, plasta.
Lupin se despidió con una sonrisa y Tonks se quedó allí, sola, en aquel blanco y aséptico pasillo con sillas de dura e incómoda madera. Frente a ella una puerta que se mantenía cerrada, para guardar el calor. De cuando en cuando una enfermera se pasaba por allí, para asegurarse de que las condiciones no cambiaban y que el enfermo seguía estable. En alguna parte de aquel edificio los medimagos estaban investigando las heridas de Harry, tratando de encontrarles una cura.
Tonks enlazó sus manos como si rezara, desando desde lo más profundo de su corazón, que el chico que estaba en aquella habitación sanase, que sus heridas cicatrizaran y que su corazón recobrara su fuerza. La puerta de entrada a aquel pasillo se abrió y los pasos apresurados de Molly Weasley la encaminaron hasta donde ella estaba. Miró nerviosa la puerta, después dirigió su alterada mirada a Tonks
-¿Cómo está?- preguntó con angustia.
-Estable, pero crítico.
-¡Oh, Dios mío!- exclamó la mujer mientras se quitaba el grueso abrigo.- Acabo de volver de un recado para Dumbledore y cuando llegué a casa Arthur me lo contó. He venido con él. Ahora está de guardia ahí fuera. Es horrible, horrible… ¡Oh, por favor, si sólo es un niño!
-Ven, Molly siéntate.- dijo Tonks levantándose y sentándola en una de las sillas.
-¿Y qué ha dicho el medimago? ¿Cuándo saldrá de Cuidados Intensivos?
Tonks trató de tranquilizar a la mujer hablándola con calma y explicándole con todo detalle lo que había ocurrido y todo lo que sabían. Al final, la mujer sacó un pañuelo y se enjugó las lágrimas.
-Entonces sólo queda esperar a que encuentren la cura.- sentenció Molly con voz trémula. Después apretó el pañuelo en sus manos con rabia.- Atacarle en sueños… ¡cómo se puede ser tan ruin, tan rastrero, tan cobarde! Que asome su asquerosa cara, sí, que la asome, y le haré pagar por machacar así a un crío…
Tonks no contestó. Para bien o para mal ella no tenía esa visión tan maternal de Harry. Apenas se llevaba 7 años con él. Sí, era más joven, pero casi no se notaba. En todo caso alargó un brazo hacia los hombros de la mujer y la estrechó contra ella durante un momento.
-Saldrá de ésta, Molly, no te preocupes. Es más fuerte de lo que crees.
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Las clases de aquel día pasaron sin pena ni gloria en una especie de monotonía gris. La tensión se palpaba, la preocupación en las caras era tan evidente que a última hora hubo un par de episodios de histeria en primero y segundo. Todos estaban más callados que de costumbre y de algún modo la noticia de que Harry Potter estaba muy enfermo cundió por todas partes con tal rapidez que a la hora de la comida, todo el mundo lo sabía.
Draco Malfoy leía por enésima vez la breve nota de su padre: Bien hecho. Bajó la mirada no sabiendo cómo sentirse, si orgulloso o preocupado, si feliz por aquellas palabras de ánimo de su padre o temeroso por lo que podrían significar. A su alrededor los comentarios sarcásticos y maledicientes de sus compañeros sobre el estado de Potter le ponían un poco nervioso. No es que fuera a echar de menos al buscador gryffindor. Casi le venía bien, y todo porque si moría, aquel pacto se disolvería en la niebla y no habría nada de qué preocuparse. Sólo tendría que esperar a que su padre y el Señor Oscuro tomaran el poder y ocupar el lugar que su apellido le otorgaba.
Pero es que no lo quería. De verdad que no. Le repugnaba.
Había participado como el que más enlos corrillos e incluso había inventado un par de chistes bastante buenos. Pero siempre su pensamiento iba derecho a la piedra oscura que adornaba su habitación y en las palabras que les habían ordenado pronunciar mientras la tocaban. Ni él, ni muchos de sus compañeros lo hacían. Muchos eran hijos de mortífagos y no ayudarían a Dumbledore jamás, aunque no tuvieran ni idea de lo que les estaba pidiendo.
Draco tampoco lo sabía.
Por más que se devanaba los sesos era incapaz de encontrarle sentido. Su padre, desde que se había reunido con su Señor, casi no le había dicho nada. Ni siquiera sabía dónde estaba. Incluso los métodos de comunicación habían cambiado. Ahora recibía lechuzas de vez en cuando con mensajes parcos, mínimos. Como aquel. Frunció el ceño y subió a su habitación sin darse cuenta que unos ojos negros e inteligentes vigilaban cada uno de sus movimientos.
Aquellos ojos tenían sospechas fundadas de que algo raro se llevaba entre manos el rubio Malfoy aunque no pudiera verlo en su mente. Lo primero que debía aprender todo hijo de familia tenebrosa era de sellar su mente ante ataques externos. Algunos lo dominaban más y otros lo dominaban menos. Malfoy sabía cómo hacer de su mente una cámara sellada. Al menos eso creíaél. El dueño de los ojos negros sonrió mientras volvía a la conversación. Él no podía ver qué rondaba en la mente del rubio, pero el Señor Oscuro sí, y no tardaría mucho.
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Hermione no encontraba nada. A su lado, Ron leía y leía, pero con similares frutos.
Nada.
Se sentía como cuando había buscado información sobre barreras mágicas. Parecía que aquel tema también lo tenían censurado en aquella biblioteca. Desesperada, alzó la mirada hacia las ya oscuras ventanas. No habían obtenido ningún tipo de información sobre el estado de Harry en todo el día. Ni McGonagall ni Green sabían cómo estaba. Sólo que seguía en San Mungo. Al final cerró el libro y se frotó los ojos cansados. Ron la miró cerrando también el suyo con un gesto de hastío.
-Aquí no hay nada.- bufó el chico.
Hermione negó con la cabeza, preocupada y hundió la cara entre los brazos sobre el libro cerrado. Estaba cansada, agotada física, intelectual y emocionalmente. Tenía miedo y no sabía exactamente de qué. La incertidumbre y la ignorancia la estaban matando y… Ron la besó en la cabeza y la abrazó. Ella se dejó mimar recostando la cabeza sobre el cuello de su novio.
-No sé cómo podemos ayudarle, Ron. No tengo ni idea.- susurró.
-No te preocupes.- Hermione deslizó los brazos por la espalda del chico.- Saldrá de ésta, estoy seguro.
-¡Shht, shht!- los avisos de la señora Pince les obligaron a deshacer aquel abrazo.
-Salgamos de aquí.- sugirió Ron.
Hermione asintió y ambos se marcharon después de dejar los libros en el carrito. De camino a la Sala Común oyeron cómo alguien tiraba una piedra en un corredor cercano. Ambos adolescentes se miraron y sin dudar, como prefectos que eran, fueron a ver qué había ocurrido. Cuando llegaron, Ron recibió el impacto directo de un maleficio que le lanzó por los aires hasta la pared opuesta y Hermione era atada con cuerdas mágicas y amordazada mientras dos chicos la sujetaban y le quitaban la varita. Cuando Ron pudo ver qué había pasado, otros dos tíos se acercaban a él varita en alto. Uno de ellos le ató igual que a Hermione, pero no le amordazaron.
-McDougall, ¿qué crees que estás haciendo?- escupió el pelirrojo mientras se revolvía en las ataduras. El Slytherin se acercó hasta él y le clavó la varita en la garganta.
-Mantener una charla civilizada, Weasley, ¿no lo ves?
-Soltadla.- dijo Ron señalando a Hermione, que seguía batallando contra sus captores.
-¿Estás loco? Ella es diez veces más peligrosa que tú, Comadreja.- silbó Zabini mirándole con desprecio desde arriba. Ron sintió cómo enrojecía de ira. Si le soltaran ya vería él cómo se medía la peligrosidad…
-¿Qué queréis?
-Me alegro que entres en razón, Weasley.- dijo burlón McDougall pegándole indolentemente en la cara con la varita.
-Queremos preguntarte algo.- Zabini hizo una pausa mientras se ponía de cuclillas frente a él, arrodillado, atado y acorralado contra la pared de fría roca.- Sobre Potter.
Ron frunció el ceño, pero no dijo nada.
-¿Está malito de verdad, Weasley, o es un engaño del viejo loco para que el Señor Oscuro no le encuentre?
-¿Y de verdad pretendes que te conteste?- bufó el gryffindor con desprecio. McDougall le pegó un puñetazo en la cara que casi le derriba, pero tras un momento de aturdimiento se incorporó. Había oído gemir a Hermione a un par de metros de distancia, pero no podía hacer nada. Devolvió la mirada helada a McDougall y escupió la sangre que se había hecho al romperle el labio por dentro.- En algún momento me desatarás, maldito cobarde, y entonces cambiarán las tornas.
-Cuando quieras.- silbó el slytherin desafiante.
-No nos desviemos del tema, caballeros.- dijo Zabini pomposamente.- Responde, Weasley, por las buenas o por las malas.
-Tendrá que ser por las malas, Zabini, pero te recuerdo que estamos en el colegio y los profesores notarán lo que me hagas, y hay testigos.
-Obstáculos meramente temporales, Weasley, meramente temporales.- dijo Zabini sonriendo clavando sus ojos negros en el gryffindor.
-¡Como le hagáis algo a Hermione os juro que no tendréis planeta suficiente para correr, malditos bastardos!
-¡Ay, qué bonito es el amor!- suspiró McDougall burlón. Entonces le cogió de la pechera y le estampó dolorosamente contra la pared.- Habla. Qué le ocurre a Potter.
Ron se limitó a sonreír. No sería él el que traicionara a su amigo. McDougall le arrojó al suelo y le pisó el pecho con el pie mientras apuntaba a su cabeza con la varita. Zabini puso una mano tranquilizadora en el hombro de su compañero de casa.
-Y qué bonita es la lealtad.- comentó Zabini con un toque de ironía que no pasó desapercibido para el guardián.- ¿Sabías, Weasley, que tu queridísimo amigo Harry ha estado últimamente de buenos términos con Draco Malfoy?
-¡Tú flipas, chaval!- exclamó Ron en una risotada.
-No, no flipo.- Zabini se acercó al pelirrojo y le habló en un susurro.- Si no me crees, te recomiendo que se lo preguntes tú mismo a Malfoy, a ver qué te cuenta. A nosotros tampoco nos gusta nada, créenos, pero queríamos hablar contigo antes.
-¿Por qué?
-Por que te queremos, Weasley.- dijo sonriendo y guiñándole un ojo repulsivamente.
Ron frunció el ceño asqueado mientras veía cómo le echaban un maleficio inmovilizador. Entonces le quitaron las cuerdas y dejaron su varita a un lado. Al mismo tiempo hicieron lo mismo con Hermione y se fueron. Cuando unos minutos después recuperaron el control de sus cuerpos y volvieron a la Sala Común, furiosos, confusos y Ron con el labio hinchado.
-¿Qué querría decir con "buenos términos"?- preguntó Ron.
-No quería decir nada, Ron.- sentenció la chica.- ¡Grimorium! Vamos, pasa… Te traeré algo de hielo.
-¡No, Herm, voy cont…!- pero el retrato se había cerrado ya y Hermione corrió escaleras abajo en dirección a las cocinas dando un gran rodeo para encontrarse con los prefectos que hacían la ronda aquella noche.
Al final, tras 15 minutos de búsqueda le vio. Sacó la varita yendo firme y rápidamente hacia él. Murmuró un par de rápidos hechizos y el rubio Malfoy quedó pegado a la pared completamente inmovilizado.
-¿Qué demonios estás haciendo, sangre sucia?- escupió el slytherin.
-¿Qué cuento le has contado a todo el mundo de que te hablas con Harry?
-¿Qué?- Hermione no pudo evitar ver cómo el chico palidecía ligeramente.- ¡Jamás! ¿De dónde te has sacado esa estupidez?
-De tus amiguitos Nott, Higgs, McDougall y Zabini. Al parecer no les tienes muy contentos con tus nuevas amistades.- Malfoy no contestó. Parecía perplejo y enfadado. Hermione hizo que un grillete apareciera en torno al cuello de Malfoy y se cerrara lentamente.- ¿De qué estaban hablando, Malfoy?
-No tengo la menor idea.- Hermione cerró más el grillete haciendo que el frío metal empezara a apretar la garganta del chico.
-Mientes.
-Pruébalo.- como toda respuesta Hermione apretó un poco más el grillete arrancando un gemido de dolor del slytherin. Pero no dijo una palabra. La chica mantuvo al joven así durante unos segundos y después le soltó. Malfoy se apoyó en la pared jadeando y frotándose el cuello.- Estás loca…
-Y tú muerto como le pase algo por tu culpa.
-No sabía yo que Potter necesitara niñera…
-No tientes a la suerte, Malfoy.- dijo Hermione alzando de nuevo la varita.
-Lo que te quiero decir, maníaca homicida disfrazada de empollona repelente, es que lo que haga o deje de hacer tu amiguito del alma es única y exclusivamente asunto suyo.
-¿Reconoces entonces que es verdad?- dijo Hermione sin bajar la varita. Malfoy no contestó.- ¿Y de qué hablabais?- Malfoy desvió la mirada.- Habla o te pongo el grillete otra vez.
-Nunca lo comprenderías. Ni tú, ni el patético de tu novio, ni ninguno de tus amiguitos.
-Por qué.
-Porque no sois capaces de ver más allá de vuestras narices.
-Te sorprendería.
-¿En serio?
-¿Quieres un poquito más de grillete?- Malfoy bufó ante la amenaza de la chica, que seguía apuntándole con la varita sin que su pulso variara en lo más mínimo.
-Que te lo cuente él.
-No te creo. Él jamás nos traicionaría.
-No lo ha hecho.- dijo Malfoy con desprecio.- Sólo os ha ocultado información.
-No te creo.
-Pues haz lo que te de la gana.- Malfoy ni se dignó a mirarla cuando se fue pasillo arriba dejando a la chica allí, tirada, perpleja, dolida y confusa, más que antes.
Se dio la vuelta y caminó casi mecánicamente hasta la Sala Común. De camino se encontró con Seamus, Dennis Creevey y Parvati Patil muy nerviosos. Decían que habían salido a buscarla, que Ron les había contado lo ocurrido, pero sin entrar en detalles y que al ver que tardaba había organizado grupos de búsqueda. Hermione se apresuró para llegar a la Torre, y poco después llegó el pelirrojo, junto con su hermana y Dean.
Ron la abrazó y se dio cuenta de la expresión de su cara.
-Hermione, ¿qué te pasa?
-Tenían razón, Ron.
-¿Quiénes? ¿En qué?
-Harry y Malfoy… ¡Oh, Ron! ¡No sé qué pensar, no sé nada!- Hermione se refugió en el pecho de Ron al borde de las lágrimas.- No puedo pensar que Harry haya hecho algo así. ¡A nosotros!
-¿De qué estás hablando?
-Harry nos ha estado ocultando cosas, Ron. Cosas importantes. Y mucho me temo que se las haya contado a Malfoy. ¡Aunque no sé por qué! Y lo peor de todo es que quizá tengan algo que ver con lo que le pasó ayer por la noche.- Hermione tomó aliento entre hipido e hipido de angustia.- Y ahora Harry está tan mal… ¡y no podemos ayudarle porque no confió en nosotros!
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Los medimagos seguían sumergidos en los libros más importantes y más completos sobre heridas mágicas. A lo largo de las horas habían esbozado algunas hipótesis y ahora estaban repasando lo que tenían con los pocos datos de los que disponían y los estaban cotejando, tratando de que alguna de aquellas hipótesis tomara algo de cuerpo. Incluso habían hecho una breve sesión de tormenta de ideas para ver qué se les ocurría. Tratándose de magia, cualquier cosa podía ser.
Al final, el medimago encargado del muchacho acompañado por otros dos y la jefa de enfermeras, entraron en el cuarto caldeado. Una enfermera estaba cambiando los vendajes por quinta vez desde que había llegado al hospital. La arteria mágica que bombeaba sangre al débil cuerpo seguía conectada a la yugular del muchacho. Aún estaba muy pálido y tibio. Se acercó.
-Espera, Claire, no le vendes todavía.- dijo el encargado.La enfermera tiró las vendas viejas y esperó.
Los medimagos se colocaron alrededor de la cama y observaron el cuerpo del chico. Los cortes parecían menos inflamados y ya no sangraba tanto. Sólo la cicatriz de la frente seguía abierta.
-Tiene mejor aspecto, desde luego.- afirmó uno de ellos.
-Sí, quizá sane por sí sólo.- dijo otro.
-La hipótesis de la encarnación onírica toma fuerza, entonces.- dijo el primero.
-Eso parece.- la voz grave y preocupada del medimago encargado no fue más que un susurro.- Margaret, ¿tenemos los resultados de los análisis?
-Sí, señor Goldmisth.- la jefa de enfermeras le entregó una carpeta que el hombre empezó a leer rápidamente.
-Lo suponía…- murmuró.
-¿Me permite?- preguntó el segundo sanador. Goldsmith le pasó la carpeta y ambos medimagos empezaron a leer. Un momento después el primer medimago soltó una risita.
-Margaret, estos análisis no pueden ser correctos.- la mujer le miró ofendidacomo si le dijera "¿Cómo se atreve a dudar de mi profesionalidad?" y el medimago miró a Goldsmith.- Esa actividad neuronal no es humanamente posible, Goldsmith, ni aún con hechizos estimulantes.
-El albacea del chico me dijo que llevaba utilizando el Avénsita Mentis desde hace meses de una manera intensiva y estaba perfectamente.- comentó Goldsmith.- Y si damos como cierta la "encarnación onírica" no debería extrañarle tanto.
-¿El Avénsita?- preguntó el segundo medimago perplejo.- ¿Durante meses? ¡Debería estar en coma cerebral!
-¿Quién es el albacea?- preguntó el primero.
-Albus Dumbledore.- ambos magos se callaron y miraron al chico convaleciente.- Este chico ha sobrevivido a cosas impensables en los últimos meses sin que él se diera ni cuenta y viendo cómo evoluciona no dudo de que las heridas cicatricen pronto.
El segundo medimago asintió aún mirando al joven.
-Sugiero que permanezca esta noche también en Cuidados Intensivos.- dijo.- Véndale, Claire. Mañana posiblemente podamos subirle a planta.
Ambos medimagos asintieron y las dos enfermeras empezaron a curar y vendar las heridas de Harry.
Con tiempo, todas las heridas cicatrizan.
