¡¡Hola a todos!!

Bueno, parece que las actualizaciones de este fic se van a ir sucediendo algo más rápidamente, al menos de momento, así que aquí tenéis este nuevo capítulo.

Lady Kenobi: jeje, es normal, Voldy es muy malo muy malo, pero el avénsita Mentis no tiene nada que ver con lo que le ha pasado a Harry. Es otra cosa completamente diferente. En este capítulo se explica más o menos lo que le ha ocurrido y pasan muchas cosas, muchas... ya verás.

Remus-Lupin-black-darkg: Pues ya está aquí la actualización. No has tenido que esperar mucho, ¿verdad? En fin, wapo, espero que te guste. ¡Un besín!

Miranda Evans: Cierto, querida, la confianza... traerá cola, créeme que sí, traerá muuuucha cola. Y bueno, sí, atareadilla. Además estoy buscando un currito para las tardes y los findes y si aún no tenía cosas que hacer... pues ala, que voy a necesitar un giratiempo, hija. O eso o Valium intravenoso, porque si no me va a dar algo. Pero esto no lo dejo, no señor, porque me encanta, así que no hay riesgo de abandono. ¡Un besazo, preciosa!

Evix Black: ¿Que te deje que me mates? ¿Tú? Amos anda. ¡Primero actualiza tu fic de una bendita vez y luego te dejo que me mates! Hombrepordios... Que me tienes en ascuas con tu Christine y tu Harry rebotado, y encima me vienes pidiendo explicaciones de por qué te hago sufrir... Pero como soy buena... ejem-aversicuela-ejem.... te contesto a algunas de tus preguntas: lee el capi y lo sabrás. ¡Mwahahahaha!

Eva Vidal: ¡Hola wapa! Ya te echaba de menos ;D. Bueno, tranquila, las actualizaciones parece que van viento en popa, así que cuando te conectes igual te encuentras varios capis a la vez. ¡Un besito, linda!

GaRrY: ¡Hola! Mmmm... interesante sugerencia. Tomo nota. Pero dudo que se vaya a drogar en algún momento e incluso lo del hechizo estimulante tiene poca cabida, pero lo de lo de que llegue a un estado... peculiar y se percate así de su forma... es interesante. Aunque aún tendrá que esperar porque la trama ha cobrado vida propia y me encuentro en un momento en que más que autora, soy cronista, y no puedo forzar los acontecimientos. ¡Me encanta que me hagáis sugerencias! ¡No te cortes y dime más cosas!

Lucumbus: jo, espero que no estés muy agobiado... Aunque siendo la época que es... suerte en los exámenes y gracias por perder un poquito de tu tiempo aquí, aun dejándome un rev chiquitito. ¡Muchas gracias!

Chibi-Kaise: tranquila, mujer. Con tal de que de vez en cuando te pases y me cuentes qué tal te va pareciendo me basta. :D Y me alegro de que te vaya gustando y que cada capi te parezca más interesante. En fin, bonita, un besote. ¡Nos vemos!


Encarnación Onírica

"Condenándote al olvido

nunca volveré a creer

en la suerte de un destino que

siempre quise comprender.

Disfrazando mis palabras

con sonrisas de papel

no conseguiré ocultarles

las heridas de mi piel."

Sonrisas de papel. "Caminos diferentes" La sonrisa de Julia.

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Tenía frío. Mucho frío. A medida que pasaban los segundos la sensación de frío fue tan potente que su cerebro envió la orden inmediata de generar calor costara lo que costase para evitar la hipotermia. Sus músculos empezaron a recibir oleadas de adrenalina y descargas eléctricas que provocaron sacudidas y temblores violentos. Las fibras de músculo empezaron a moverse y a consumir calorías generando las primeras y débiles notas de calor. Parecía como si hubieran estado aletargadas durante demasiado tiempo, consumiendo lo mínimo para sobrevivir, pero por fin, poco a poco, el flujo de alimento se fue restableciendo. Ahora que el cerebro volvía a operar con más información, podía empezar a hacer algo por arreglar el desaguisado en el que el cuerpo estaba.

Harry temblaba de frío. Temblaba tan violentamente que la cama vibraba con él. La manta de calor mágico que le cubría resbaló cayendo al suelo llamando la atención de la dormida Tonks.

La chica se despertó sobresaltada y más sobresaltada abrió los ojos cuando vio la superficie de la cama moverse a tal velocidad. En seguida se levantó y cubrió al chico con la manta. Después salió por la puerta y vio a Lupin que regresaba de la cafetería con dos cafés. Al ver la cara de inquietud de la joven, el licántropo dejó caer los vasos de papel y corrió hacia la habitación.

El traqueteo de las patas de la cama sobre el suelo mecidas por el temblor del muchacho hizo que se abalanzara sobre él, sujetándolo.

-¿Qué le pasa?- preguntó alterado.

-¡No lo sé! Empezó a temblar hace un momento y… llamaré al señor Goldsmith.

La joven desapareció rauda por la puerta, mientras que Remus Lupin atendía al tembloroso muchacho.

-¡Harry, Harry! ¿Me oyes? ¡Harry!- pero el chico seguía temblando.

Harry tenía los ojos abiertos, pero sólo él lo sabía. La rendija entre sus párpados apenas le dejaba ver entre sus pestañas y sus dioptrías, cómo alguien se inclinaba sobre él y le gritaba. Tenía frío. Sólo había frío. Era plenamente consciente de que estaba temblando y que sus músculos y sus tendones habían llegado a un límite de tensión doloroso. Trataba de relajarse, pero era imposible. Le empezó a doler el cuello y la espalda, pero seguía temblando descontroladamente. Movió la cabeza haciendo que su rendija vislumbrara algo más del lugar donde se encontraba, pero sólo había cosas borrosas sobre un fondo blanco en semipenumbra. Entonces percibió un movimiento a su izquierda. Una luz más potente y más figuras borrosas se inclinaban sobre él y le gritaban. Incluso le daban bofetones. Empezó a entender lo que le decían.

-¡Harry, abre los ojos! ¿Me oyes?

-¿Ehhh…?- no podía vocalizar. Se sentía atacado por aquellas voces, aquellos bofetones y aquel frío horrible. Las luces aumentaron y volvió a cerrar los ojos, cegado.

-¡Más calor, Claire! Señor Lupin, por favor, salga. Harry está bien, pero ahora debe salir.

-Pero… ¿qué le ocurre?

-¡Vamos, Remus, salgamos de aquí!

-Tonks, pero…- una puerta se cerró.

Por fin empezó a tener más conciencia de lo que ocurría a su alrededor. Aún veía borroso, pero pensó que era porque no tenía las gafas puestas. Eso le hizo sentirse aún más indefenso. Aún temblaba horrores y no podía controlar su propio cuerpo, poseído por la necesidad de generar calor urgente. Entonces empezó a sentir calor, lejano, apagado, como si no fuera con él, pero allí estaba, y era reconfortante. Cerró los ojos de nuevo.

-Harry, vamos, abre los ojos. No te duermas.- Harry hizo un intento.- Bien, ¿cómo te llamas?

-¿Qué?- no entendía nada.

-Vamos, chico, contesta.- Harry sentía que le tocaban, pero no sabía dónde o por qué. Las figuras seguían moviéndose a su alrededor.- Claire, ese radiador ponlo ahí… eso es. Bien, chaval, dime, ¿cuál es tu nombre?

-Ha… Harry…- su mandíbula parecía atascada con la tensión del frío y le costó vocalizar.

-¿Y tu nombre completo?

-Harry James Potter…

-¿Dónde vives?

-¿Qué?- en su estado esa pregunta era demasiado complicada. Estaba tan confuso que no contestó.

-Bien, Harry, no te preocupes. Ahora tienes mucho frío, lo sé, pero pronto pasará. Estamos colocando calor junto a ti para que te sea más fácil. Quizá notes algo en tu cuello. Es una arteria mágica que te está introduciendo sangre. No te asustes. Te la voy a quitar, ¿de acuerdo? Notarás una ligera sensación de succión, pero no duele. ¿Vale? Uno, dos, tres…- Harry sintió como si le arrancaran el corazón desde el cuello, pero sólo duró un instante.- ¿Ves? Ya está. Claire, pásame esas gasas… Gracias. Ahora te dejaré, Harry, para que te recuperes. Después verás a tus amigos, ¿de acuerdo? Claire, quédate con él.

Harry abrió un poco más los ojos. La figura masculina se marchó y la femenina se acercó, toqueteando por detrás de su cabeza. Después desapareció de su campo de visión y el silencio inundó el cuarto.

Cada vez sentía más claramente el calor. Sabía que lo que le cubría pesaba mucho, pero era muy caliente. Incluso el aire que respiraba era caliente. Aun así, tardó casi 3 horas en recuperar el calor corporal lo suficiente como para dejar de temblar. Por fin, cuando quiso incorporarse, la enfermera le volvió a acostar con un ligero empujón y le advirtió que no se moviera. La mujer salió del cuarto. Harry suspiró y movió ligeramente el cuerpo dentro de aquel saco de calor que empezaba a hacerle sudar. Estaba cansado y no le gustaba no ver bien. ¿Dónde estaban sus gafas?

Abrieron la puerta cuando se había vuelto a incorporar y palpaba la mesita de noche a su lado.

-No, jovencito, no te levantes.- pero Harry había alcanzado las gafas y volvía a ver. La enfermera fue hasta él.- ¿Qué te he dicho antes?

-Harry, ¿estás bien?- Remus Lupin se acercó a él y posó una mano sobre su cabeza.

-Cansado. Y me estoy asando…

-Sí, creo que ya es hora de ir quitando esto.- la voz del hombre que le había despertado provenía de un medimago muy rubio que medio sonreía mientras sujetaba una carpeta médica.- Claire, si fueras tan amable…

-Claro, señor Goldsmith.

-¿Cómo te encuentras?- dijo el tal Goldsmith acercándose y cogiéndole la muñeca mientras miraba su reloj, le miraba las pupilas y le hacía sacar la lengua con un palo plano.

-Bien… ¿qué ha pasado?- dijo después de quitarse el sabor a madera de la lengua. Entonces miró a su alrededor con mayor atención.- ¿Estamos en San Mungo?

-Sí. Aunque la primera pregunta debería hacerla yo.- el sanador le cogió un brazo y le subió la manga. Multitud de heriditas con costra tatuaban su piel; algunas tenían aún un vendaje puesto.- Y es así en todo el cuerpo. Y en el pecho incluso hay unas palabras grabadas.

Harry, sorprendido, miró a Lupin y se desabrochó la camisa del pijama de hospital y se palpó el pecho ahogando una exclamación de asombro.

-Oh, ¿pero qué…?- entonces frunció el ceño y se volvió al sanador.- ¿Dejará cicatriz?

-Posiblemente.- afirmó el hombre.- Si sanan a la velocidad a la que lo están haciendo, seguro. Pero, ¿qué pasó, Harry? ¿Qué soñaste?

Harry no contestó en seguida. Miró a Lupin y luego a Tonks y luego a nadie.

-Fue sólo una pesadilla.

-Harry, no te lo peguntaría si no fuera por tu bien.- dijo el doctor.- Si conocemos las causas podremos ayudarte mejor en el futuro.- Harry le miró perplejo.- Tu cuerpo no parece ajustarse a las reglas normales, hijo. Nos vemos incapaces de saber cómo atenderte en casos como éste.

-¿A qué se refiere?- preguntó Harry preocupado. El hombre le mostró la carpeta médica y empezó a hojear los papeles.

-Empezando por tu actividad cerebral, al menos 10 veces superior a lo normal en fase REM, hasta la cantidad ingente de glóbulos rojos y plaquetas de tu sangre, así como de ciertas cifras sobre sustancias químicas y glándulas que no entenderías. Lo tienes aquí todo.- Goldsmith le dio la carpeta.- Y el hecho de que lleves utilizando el Avénsita Mentis durante 3 meses y que sufriste un amago de infarto y tu corazón esté intacto también es peculiar, cuanto menos. Especialmente cuando hace unos días recibimos a dos decenas de personas que aparentaban una regeneración celular extremadamente similar a la que hemos visto en ti.

Harry se quedó pasmado, con la carpeta en las manos mirando al doctor como un tonto.

-Lo que has sufrido ha sido una "encarnación onírica". Es cuando los sueños se vuelven, de una manera bastante psicosomática, reales para el cuerpo. Ha habido muy pocos casos en la historia, pero se han dado. Siempre eran en magos de gran poder y en todos los casos, tras pesadillas violentas, habitualmente con escenas de lucha.- el medimago se cortó en este punto, como si no se atreviera a seguir.- El Señor Remus Lupin sugirió la intervención del Innombrable. ¿Es cierto?

-Sí.- dijo Harry mirando acusadoramente a Lupin. ¿Qué más le había contado a aquella gente?

-¿Conoces la oclumancia?- preguntó el sanador.

-Sí. Estoy estudiándola.

-¿La dominas?

-Más o menos. Y sé que es imprescindible.- se apresuró a añadir al ver la expresión de su rostro.- ¿Adónde quiere ir a parar?

-Nos gustaría hacerte una revisión… completa, Harry. Necesitamos saber en qué límites nos movemos para estar preparados.

-¿Completa?

-Sólo con tu consentimiento.

-Estaría bueno si no, pero, ¿qué quiere decir con "completa"?

-Incluida tu magia, Harry.- dijo Lupin.

-¿Y qué tiene que ver mi magia con mi salud?

-Todo, cuando es la magia la que te hiere y, al parecer, la que te cura.- dijo Goldsmith con calma.- Además, tu albacea nos lo ha pedido.

-¿Mi albacea?- Harry estaba perplejo.- ¿Tengo albacea?

El doctor no contestó. En su lugar miró a Lupin y carraspeó ligeramente.

-Será mejor que les deje solos. Volveré en un rato, Harry y seguiremos hablando de esto.- el medimago miró a Claire, que recogió lo último y se marcharon.

Nadie habló durante unos momentos. Tonks, previendo lo que iba a venir, respiró hondo y se sentó en el sillón que había ocupado desde que subieron a Harry a planta, a eso de las 7 de la mañana. Junto las manos y esperó.

-Creo que alguien debería explicarme lo que pasa, ¿no?- dijo Harry gravemente.

-Dumbledore es tu albacea.- dijo Lupin sin preámbulos.- Ha sido él quien les ha pedido que te hagan esa revisión. Es por tu bien.

-¡Todo es por mi bien, profesor! ¡Todo!- estalló Harry.- Pero nadie me dice nunca nada de cosas que me conciernen directamente.

-¿Y no has pensado que igual existe una razón de peso por la que no se te cuenta?

-¿La muerte de Sirius no fue razón suficiente como para que se cambiara esa actitud?

Lupin recibió la frase como un puñetazo. Hizo un amago por contestar, pero negó con la cabeza, resopló y se marchó del cuarto dando un portazo. Harry bufó.

-No, si encima se enfadará conmigo.

-Te has pasado, Harry.- dijo Tonks desde el sillón.

-¿Ah, sí? ¿En qué parte? ¿En la verdad número 1 o en la número 2?- respondió el chico furioso.

-Remus lo ha pasado muy mal por Sirius, deberías saberlo. Y tampoco ha estado desocupado todo este tiempo.

-No lo dudo, Tonks, pero es que cada vez que me pasa algo averiguo algo más que me ocultan. ¡A este paso me tendré que romper todos los huesos del cuerpo para que me lo cuenten todo! ¡Y estoy harto!

-¿Pero te das cuenta de lo que le has dicho?- Harry miró a la chica confuso. Después se encogió de hombros.- Casi le has dicho que por su culpa y la de Dumbledore Sirius está muerto. Porque no te contaron nada.

-Bueno, un poco de verdad…

-Mira, Harry, no sé lo que te deberían haber contado o no, pero si no lo hicieron en su momento por alguna razón sería.- Harry abrió la boca, pero Tonks le calló con una mano.- Y quizá ahora tengan otra buena razón.

-¿Y qué me sugieres? ¿Que me quede quietecito como un niño bueno hasta que Voldemort decida cortarme la cabeza mientras duermo cuando hubiera podido librarme si, llámalo X, me hubiera dicho cómo y no lo hizo porque la madre de todas las razones se lo impedía?

-No, grandísimo idiota, te sugiero que le pidas perdón a la persona que más se preocupa por ti en el mundo y que luego le preguntes esas razones. Igual hasta te parecen buenas. O si no, puedes ir por libre y ponerte en un riesgo estúpido y de paso mandarnos a todos a la mierda.- dijo la chica levantándose del sillón.- Además, no veo por qué has montado todo este circo por una revisión médica, por dios.

Y salió indignada del cuarto dejando a Harry perplejo, enfadado y confuso, más que nada, porque empezaba a darse cuenta de que la chica tenía razón y que sí que se había pasado. El muchacho suspiró, cansado de su vida, y miró la carpeta que le había dado Goldsmith. La abrió y la hojeó. Casi no entendía nada. Las pocas veces que había ido al médico muggle había salido igual de confuso con los papeles que le daban. La letra seguía siendo absolutamente ilegible, pero los gráficos eran bastante ilustrativos. En la mayoría, las lecturas se salían del gráfico. Cerró la carpeta.

Si Dumbledore les había pedido que le hicieran una revisión completa sería porque temía que necesitara asistencia médica en un plazo más o menos corto. Era obvio, pero desde luego, podía habérselo comentado. Sobre todo el hecho de que era su albacea. ¿Albacea de qué? A menos que…

La herencia de Sirius.

Harry respiró hondo y sacudió la cabeza. Debía haberlo supuesto. Al fin y al cabo él era menor de edad. Y de eso tampoco le habían hablado, quizá para guardarle del dolor de un trámite burocrático tan penoso.

Un rato después llamaron a la puerta. El señor Goldsmith entró y él dio una respuesta afirmativa. La enfermera Claire le dio una bata, unas sandalias y le condujeron a un cuarto con un instrumental que puso un tanto nervioso al chico. El medimago sonrió cuando vio su cara.

-No te preocupes, Harry, esto no es como la medicina muggle. Aquí no utilizamos sondas de ningún tipo.- Harry sonrió aliviado. Si no había sondas, todo iría bien.

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-¿Cuánto van a tardar más, señor Goldsmith?- preguntó impaciente Lupin al medimago cuando salió a atenderle después de casi dos horas de llamadas.

-Al menos un par de horas más, señor Lupin.- contestó el sanador con signos visibles de cansancio.- Ese chico está echando por tierra todos nuestros test habituales y tenemos que ir rescribiéndolos sobre la marcha.

-¿Tiene usted idea de lo que está costando mantener este lugar sellado?

-Soy consciente, señor Lupin. Pero nosotros también debemos hacer nuestro trabajo, y créame que estamos poniendo todo nuestro empeño.

-Bien, pues termine ya. Tenemos que llevarnos a Harry lo antes posible.

-No le prometo nada.- dijo el sanador justo antes de desaparecer por la puerta abatible sin darle oportunidad a Lupin de replicar.

Tonks apareció al final del pasillo, yendo hacia él pálida y casi corriendo.

-Remus, avistamiento de un grupo sospechoso a dos manzanas de aquí. Emmeline, Sturgis y Charlie han ido a asegurarse. Los demás están en alerta naranja.

-Muy bien, subo ahora mismo.- dijo mientras iba en dirección contraria.

-¿Adónde vas?

-A avisar a Dumbledore.

Tonks frunció el ceño un segundo, pero se encogió mentalmente de hombros, se dio media vuelta y se fue por donde había venido. Mentalmente repasó las medidas adoptadas hasta el momento una y otra vez tratando de encontrar algo que hubieran pasado por alto o alguna rendija por la que pudiera colarse el enemigo, pero no encontró nada. Aún así, preocupada, salió al exterior. En seguida vio a algunas de las nuevas adquisiciones de su grupo: Bruce Pibody y Mathew Harrison.

-¿Hay noticias?- susurró.

-Aún no.- dijo Mathew.

-¿Quién ha dado la alarma?- preguntó Tonks.

-El mismo Charlie Weasley.- dijo Bruce.

-¿Quién cubre la azotea?

-El equipo de Arthur Weasley.- dijo Mathew con un cierto deje de desdén. Tonks le miró reprobadora. El grupo de Arthur era esencialmente de veteranos. Aquella rivalidad interna no era nada buena.

-Matt, ¿a qué viene ese tono?

-¿Y tú me lo preguntas?- Tonks le miró un momento, muda de perplejidad.

-¿Qué?

-Tú fuiste la que montó este grupo alternativo precisamente quejándote de ellos.

-Mira, Mathew, no voy a entrar en esta discusión ahora porque no es el momento. Pero desde luego quiero que sepas una cosa: si esos mortífagos logran acercarse y dañar el hospital porque dudaste en prestar ayuda al "grupo de Arthur Weasley", te juro que te lo haré pasar muy mal, ¿estamos? Ahora todos estamos unidos en un solo objetivo, ¿vale? ¿Cuál es?

-Joder, Tonks…

-Cuál - es.

-El hospital, ¿vale? ¿Contenta?

-No quiero oír hablar de piques internos con los veteranos sólo por ser veteranos. Ni unos ni otros tenemos opción de ir por separado, ¿lo entiendes, Harrison?

-Sí…

-Me alegro, porque vas a subir y les vas a decir que te cambien por Mundungus.

-Pero…

-Matt, sabes por qué lo hago.- dijo la joven suavizando el tono. El chico la miró y asintió, relajándose imperceptiblemente.- Debemos estar unidos, y tú tienes mejor vista que ellos.

Mathew rió por lo bajo y asintió. Un instante después había desaparecido.

-Qué dura eres.- dijo Bruce.

-La prepotencia no es buena en un grupo. Si les conoce verá que son gente muy profesional y se dará cuenta de que saben más que él.- afirmó la chica.- No quiero fisuras.

Entonces apareció Mundungus.

-Chicos, no hay noticias. Moody sugiere enviar otro grupo.

-No podemos dejar el Hospital más desprotegido.- comentó Bruce.- ¿Les habéis visto? ¿Por dónde vienen?

-No lo sabemos.

-¿Y quién va a ir en ese grupo?

-Él y un par de aurores que no conozco.- dijo Mundungus. Oyeron un chasquido lejano.- Se han ido.

Los minutos siguientes de espera se hicieron eternos bajo el frío de la tarde que lentamente iba oscureciéndose. La niebla empezaba a caer y los viandantes de aquella abarrotada y céntrica calle de Londres parecían no darse cuenta de lo que estaba ocurriendo en el edificio abandonado a su lado. Tonks, Mundungus y Bruce aseguraron los hechizos de bloqueo de la entrada del hospital por enésima vez y rondaron por la puerta principal, pero no vieron más que gente, y coches yendo de un sitio a otro, ajenos a la tensión que se podía masticar entre los magos. Entonces sintieron el suelo temblar y las tapas de las alcantarillas saltaron por los aires llevándose por delante todo lo que pillaban; coches, personas, farolas, marquesinas…

Los tres magos se dirigieron hacia tres huecos cercanos, pero cuando se acercaron una salva de chispas de colores y rayos de hechizos aturdidores salieron de ellos.

-¿Pretenden acercarse por las alcantarillas?- preguntó Tonks alterada.

-Tener un paranoico entre nosotros es bueno.- dijo Mundungus.- Moody nos hizo sellarlas hace un rato. ¡Venid, sé por dónde entrar!

Los dos jóvenes magos siguieron al hombre hasta una callejuela aledaña. Con la varita destapó el hueco redondo de la alcantarilla y bajaron por él. El olor, la humedad, las ratas y la oscuridad lo hacían un lugar extremadamente hostil, pero Mundungus no parecía afectado en absoluto. Iluminó su varita y siguió corriendo, como si se supiera el camino de memoria. Pronto empezaron a escuchar gritos y explosiones, chapoteos y flashes. Al asomarse por una abertura, vieron a los dos grupos de exploración luchando a brazo partido con un grupo de mortífagos de considerables proporciones. En seguida se unieron a ellos.

Tonks miró a su alrededor y vio que Sturgis tenía un brazo colgando de una manera muy desagradable y la ropa quemada a la altura del hombro, pero seguía luchando con ahínco. Emmeline estaba intacta, pero parecía cansada, y Charlie estaba enfebrecido por la lucha. Moody y los dos aurores formaban el grupo de ataque más importante, pero también habían sufrido daños. Justo cuando Tonks pisó la cloaca en la que estaban, uno de ellos, cayó al suelo y no se levantó.

Mundungus, Bruce y ella empezaron a crear escudos para ayudar a los que seguían luchando, pero eran apenas 8 magos contra al menos 15 que se habían desplegado por lo que parecía un enorme sifón al que iba a parar todo el agua del Hospital. La sala, circular y de varios metros de profundidad, estaba recubierta por tuberías muy gruesas conectadas con débiles escalerillas y pasarelas aún más lamentables. Si lograban alcanzar el paso inferior lograrían entrar al sistema de alcantarillado interno del edificio y podrían pasar.

Pero Mundungus les había dicho que habían cerrado todas las entradas. Aún así, sería cuestión de tiempo que cayera la protección y estarían dentro del Hospital. Tonks miró al fondo. Había una especie de piscina a donde iba a parar una cascada de agua que caía de una de las enormes tuberías y se le ocurrió una idea.

-¡Bruce! ¿Ves el agua? ¡Podemos tirar a esos tres de ahí!

-¿Los que están colgado de la barandilla?- casi tenían que gritar por el terrible ruido de centenas y centenas de metros cúbicos de agua cayendo con fuerza a casi 10 metros de altura. Tonks asintió con fuerza. Bruce le hizo un gesto afirmativo y avisó a Moody, que se apartó ligeramente. Entonces ambos dirigieron sus varitas a la cascada y gritaron:

-¡Scateo!

El agua pareció levantarse sobre sí misma y se fue a estampar en la pared posterior tirando a los tres mortífagos señalados y haciendo trastabillar a los más cercanos. En todo caso les hizo perder la concentración y Moody, Charlie, Emmeline, el auror y ellos tres, pudieron lograr aturdir a bastantes, antes de que los que quedaban sanos se desaparecieran en retirada. Entonces el auror, Moody y Emmeline se quedaron a apresar a los capturados mientras que los demás volvían al exterior. Bruce llevó casi a rastras a Sturgis al interior del Hospital para que le atendieran ese brazo, pero un momento después empezaron a oír ruidos en la azotea.

-¡Papá!- masculló Charlie antes de desaparecerse. Inmediatamente le siguieron.

La batalla campal de la azotea era incluso peor que la de las alcantarillas. Arthur, acompañado de otros 7 magos, entre ellos Remus y Mathew, luchaba casi sin fuerzas contra más de 20 mortífagos. Cuando llegaron, uno de ellos se quitó la máscara y la capucha de la capa, dejando libre un lustroso pelo negro al viento. Tonks abrió la boca al reconocer a aquella mujer. Bellatrix Lestrange.

-¿Por qué os empeñáis en esconderle…- dijo con su fría voz.-… cuando el Señor Oscuro sabe exactamente dónde está a cada instante?

-Dile a tu señor, que tendrá que esforzarse más si quiere llegar hasta él.- respondió Lupin.

-Oh, no te preocupes.- la mujer le lanzó una mirada de ansia.- No hará falta.

La diferencia numérica era demasiado pronunciada, pero tal vez una maniobra de sorpresa, como la del agua, les daría alguna oportunidad. Charlie pareció pensar lo mismo porque señaló los tubos de refrigeración que quedaban detrás de los mortífagos. Se aparecieron allí, pero alguien les debía haber visto y justo cuando sus pies tocaron el suelo, los tubos estallaron en su dirección. Apenas pudieron evitarlo y los tres acabaron tendidos en el suelo, aturdidos y heridos.

-¿Ves, amiguito de mi afortunadamente fallecido primo? No importa lo que intentéis. De hecho, no importa las protecciones que hayáis puesto alrededor de este sitio. Llegaremos hasta él, y lo sabes. ¿Por qué no os rendís y así acabamos antes?

-¿Pragmatismo tú, Bellatrix?- dijo Lupin lanzando un par de Expelliarmus.- ¿Desde cuando?

-Quizá desde que su amo tiene miedo y prisa.- dijo una voz por detrás de ellos.

Un enorme escudo apareció frente a los agotados magos y sorprendió tanto a los mortífagos, que durante un momento no hicieron nada. Albus Dumbledore avanzó con la varita en alto mientras lanzaba una salva de chispas. Hechizos aturdidores, desarmadores y de cuerdas irrompibles lanzadas desde atrás por Tonks, Charlie, Mundungus y todos los magos que vigilaban los alrededores, fueron aderezadas por el conjuro de Dumbledore de antiaparición y en unos momentos los mortífagos, de estar en clara mayoría, empezaron a luchar por sus vidas. Bellatrix rugió de ira y ordenó la retirada. Al menos 12 mortífagos escaparon, dejando un rastro de 5 magos heridos, un par de ellos muy graves y otros 4 con heridas leves.

Dumbledore y Lupin observaron cómo las enfermeras y sanadores se llevaban a los heridos y el licántropo murmuró:

-Tenemos que llevar a Harry al colegio inmediatamente.

-¿Han terminado de hacerle la revisión?- preguntó Dumbledore. Lupin negó con la cabeza.- Entonces esperaremos un poco más.

-Albus, Whitehall y Meadows están muy mal. ¿Estás seguro de querer arriesgar más vidas por una revisión médica?

-No creo que vuelvan, por ahora.- sentenció el anciano.

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No estaba donde tenía que estar. Había oído los ruidos en la azotea como todos los que estaban dentro del edificio y se asustó, como todos. Había escaneado el edificio palmo a palmo con la perceptividad. Allí la magia era diferente, pero después de los primeros momentos de estupor logró situarse y sólo volvió a hacer caso a los médicos hasta que la batalla terminó y se aseguró de que las personas que conocía seguían vivas.

Desde entonces había estado tan inquieto que apenas prestó atención a las últimas pruebas que le hicieron. Cuando terminaron ni siquiera se preocupó por pedirles los resultados. No le importaban. Sabía que todos estaban vivos, pero no en qué estado, así que salió corriendo en su busca en cuanto terminó de vestirse.

No necesitó preguntar a nadie. Sabía dónde estaban. El primero al que fue a ver fue a Lupin, que estaba en uno de los pasillos superiores. Cuando llegó, el licántropo parecía herido en el brazo, pero por lo demás estaba sano y salvo. Cuando el hombre le vio aparecer por la puerta se incorporó de un salto.

-¿Cómo estáis?- preguntó el chico casi sin aliento.

-Bien, todos estamos vivos.- dijo el hombre calmándole.- Tonks, Charlie y Mundungus están heridos, pero se pondrán bien. Y hay dos graves, pero evolucionan bien. No te preocupes.

-¿Cómo que no?- preguntó el chico.- ¡Esto ha sido por mi culpa! ¡Vámonos de aquí! ¿Y si vuelven a atacar el hospital sólo porque estoy yo dentro? Hay enfermos aquí y todos estos medimagos que no tienen la culpa de nada y… ¿Por qué me trajisteis aquí?

-Por que si no hubieras muerto.- dijo el hombre con tranquilidad.

-¿Y de verdad valgo las vidas de toda esta gente?- preguntó Harry gravemente. Lupin no contestó.- Nunca debisteis traerme.

El licántropo miró por encima de su hombro y el chico se volvió. Albus Dumbledore le miraba con las manos entrelazadas, paciente y serio.

-Harry,- dijo el anciano mientras daba unos pasos hacia ellos.- ¿conoces el refrán "Pan para hoy, hambre para mañana"?

-¿Qué?- el muchacho estaba perplejo.

-¿Lo conoces?

-Sí, claro, pero…

-Pues ese refrán resume bastante bien las razones por las que te trajimos al hospital y por qué te han hecho esa revisión.- explicó Dumbledore.- Si te hubiéramos dejado en Hogwarts, la señora Pomfrey no hubiera podido ayudarte como lo han hecho aquí y hubieras muerto desangrado. Ciertamente el hospital nunca hubiera estado en peligro y todas las personas que están ingresadas seguirían perfectamente. Pero…- Dumbledore bajó la voz.- si hubieras muerto, Harry… sabes lo que viene a continuación y las consecuencias obvias.

Harry respiró hondo, asumiendo la rotundidad del razonamiento y asintió, aunque sintió cómo la conocida oleada de ira cada vez que pasaba algo empezaba a calar en su cuerpo. Se llevó una mano al pecho, donde el causante de toda aquella desgracia le había grabado aquellas palabras sin sentido. Harry miró al anciano director.

-¿Qué significa?- el hombre supo inmediatamente de qué le estaba hablando y suspiró abatido.

-Hablaremos de ello cuando estemos en un lugar seguro.

Harry miró a Lupin y a los otros magos que esperaban en aquel pasillo. Unos se fueron, volviendo a sus puestos de vigilancia, otros se juntaron en pequeños corrillos, comentando el ataque. Después giró la mirada a la puerta tras la cual los heridos se recuperaban. Aun a pesar de todo se sentía culpable y hasta cierto punto responsable. Aquellas personas habían arriesgado sus vidas por todos los pacientes que tenía aquel hospital, pero esencialmente por él. Sentía que les debía algo. Deseó poder curar a los heridos como hiciera aquella otra noche, pero no sabía cómo podría hacerlo. Suspiró y volvió a mirar a Lupin. El hombre le sonrió débilmente.

-No te preocupes, estarán bien.

-Lo siento.

-No lo sientas.- dijo el licántropo.- Mira Harry, toda esta gente está aquí porque han querido. Han luchado, se han arriesgado por algo en lo que creen y volverán a hacerlo cuantas veces sea necesario. Eso es algo que debes entender.

-Lo sé, pero es que… si me hubiera dado cuenta de lo que me estaba haciendo, si hubiera parado a tiempo, profesor, nada hubiera ocurrido. Sólo porque pensé que sólo era un sueño, que no me pasaría nada, seguí y seguí y ahora hay dos personas muy graves y muchas más heridas. Debí haberme dado cuenta, y no lo hice sólo porque no quería que me ganara otra vez…

Hubo un silencio tras sus palabras. Él se había quedado absorto, hundido en sus pensamientos, recordando la lucha en sueños con Voldemort, rememorando las sensaciones y lo que parecía una victoria… Pero fue pírrica. Ninguno ganó del todo aquella noche, aunque a él le parecía que había vuelto a perder.

-¿Quién ganó?- preguntó Lupin.

-Nadie.- respondió Harry sombrío.

-Te equivocas.- dijo Dumbledore acercándose y colocando una mano en su hombro.- Estás vivo, ¿no?

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En la cocina de Grimmauld Place estaban el director, Remus Lupin y, a petición expresa de Harry, Nymphadora Tonks, que aún se quejaba de una herida en un costado. El relato fue conciso, parco. No se extendió en descripciones, pero narró con bastante fidelidad lo ocurrido la noche de hacía dos días. Cuando terminó los adultos se miraron, como preguntándose quién debía tomar la palabra. Como si en algún momento hubiera habido alguna duda, Dumbledore tomó aire y habló:

-Puerta sólo hay una, pero entradas hay millones. Esta es la mayor verdad que pueda haber en este mundo, Harry, y es algo con lo que Voldemort ha contado desde el principio. La Puerta es una especie de paso a una dimensión desconocida. No se sabe prácticamente nada de ella porque es casi imposible estudiarla desde fuera, pero el Departamento de Misterios tiene, como se ha averiguado después, una entrada.

-¿El… velo?- preguntó Harry nervioso.

-Así es.- Dumbledore entrelazó sus largos dedos y apoyó las manos en la mesa.- Es una simple entrada. Las cosas de este lado entran, pero no salen.

-¿Eso quiere decir que en la Puerta esa sí pueden salir?- dijo el chico ansioso. Si había una posibilidad de que su padrino volviera trataría de encontrarla costase lo que costara.

-Más o menos, pero me temo que Sirius no podría volver.- cortó el director.

-¿Y eso por qué?

-Por que no querría. Sencillamente.- Dumbledore sostuvo la mirada dolida y enfadada del muchacho antes de seguir hablando.- Sirius murió, y visto lo visto, es evidente que lo aceptó.- Harry recordó su charla con Nick Casi Decapitado y asintió. Después de una pausa, el anciano mago continuó.- Se dice que esa dimensión es la habitada por las almas de los muertos, pero considero que es una visión un tanto limitada. Esa Puerta contiene a los muertos, pero contiene también a los vivos. De hecho, creo que contiene todo lo que existe, ha existido y existirá. Incluso lo que podría existir y nunca verá la luz. Lo que Voldemort quiere es tener acceso a esa Puerta para lograr así la Inmortalidad.

-¿Y esa Puerta es la Cueva que hay en el segundo piso?- preguntó Harry a bocajarro.

-Sí.- asintió Dumbledore.

-¿Y eso es lo que no me quería decir? ¿Tan terrible es?- dijo Harry un poco indignado.

-Lo es, Harry, porque ahora que lo sabes deberás entrar y probarte ante ella de que eres digno de conocer su existencia.- dijo Tonks gravemente, como si le doliera. El chico la miró son comprender.- Es una prueba que todos los que la conocen deben pasar. Escuchar lo que acaba de decir Dumbledore, te liga como un contrato mágico vinculante. Por eso no queríamos decírtelo antes.

-Y no te lo hubiera dicho hasta dentro de unos meses si Voldemort no te hubiera dejado ese mensaje escrito en la piel.- dijo Dumbledore apenado.- No es una prueba agradable.

-Lo que no entiendo es por qué le ha escrito eso, Albus.- dijo Lupin.- Le está desvelando sus planes.

-No creo que le importe mucho.- dijo Dumbledore.- En cierto modo ya sabíamos lo que ansiaba desde hace años. No hay nada que le asuste más a Tom Riddle que la muerte y controlar la Puerta significa controlar la muerte. Lo que creo que busca es que se sienta tentado como él, a utilizarla.

-Pero eso no tiene sentido.- replicó Tonks.- ¿Controlar la Puerta? ¡Si ni si quiera se sabe cómo funciona!

-No en su totalidad, Tonks, pero lo suficiente como para constituir una amenaza real.- dijo el director.- ¿Por qué crees que decidí instalar las piedras en las habitaciones de los estudiantes? Si Voldemort logra invadir sus almas podrá crear una entrada en cada estudiante y las entradas creadas por un mismo mago son fácilmente controlables, y será como tener velos andantes por el colegio siguiendo las órdenes de Lord Voldemort.

-¿Qué piedras?- preguntó Harry confuso.

-Se llaman "petruitium"- informó el director.- y se activan con las palabras "Iunctus creat vim", o lo que es lo mismo, "La unión hace la fuerza". Su función es proteger el alma de los magos que establecen la unión durante unas 12 horas. Así los estudiantes están relativamente a salvo de los intentos de Voldemort.

-¿Relativamente?- preguntó Lupin.

-Hablando de ese hombre, toda protección siempre es relativa, Remus.- dijo Dumbledore esbozando una ligera y triste sonrisa.- Así que esa inscripción Harry, es en parte una verdad, en parte una amenaza y en parte una invitación.

-No es la primera vez que lo hace.- dijo el chico pensativo.

-¿El qué?- preguntaron a la vez Lupin y Tonks.

-Invitarme a imitarle o a seguirle de alguna manera.

Tanto el licántropo como la chica se miraron anonadados, pero no comentaron nada. Harry lo había dicho con tal despreocupación que parecía que le pasaba todos los días y, aunque se les había ocurrido preguntar si se había planteado alguna vez una respuesta afirmativa, no lo hicieron por considerar la pregunta como casi un insulto.

-Pero hay algo que no entiendo.- dijo el adolescente rascándose distraído una herida que le picaba.- ¿Cómo hemos llegado hasta aquí si sólo yo puedo abrir las barreras? Yo hubiera pasado, pero… ¿usted, profesor?

-Sí, ese es otro punto interesante.- asintió Dumbledore.- Verás Harry, ¿recuerdas cuando fuisteis desde aquí hasta Hogsmeade?

El rostro de Harry se iluminó momentáneamente con la comprensión, pero después sus cejas volvieron a fruncirse.

-Profesor Lupin, usted nos dijo algo sobre aquel conjuro, pero no recuerdo exactamente…

-Os dije que se basaba en el principio de las Puertas, pero no son las mismas puertas de las que hemos hablado antes.- aclaró Lupin. Luego pareció dudar.- O eso creo.

-No es lo mismo, pero lo parece, y eso es casi tan peligroso como si realmente lo fueran.- dijo Dumbledore recostándose en el asiento, que rechinó quedamente bajo su peso.- Son portales que se abren gracias a la manipulación mágica del espacio. Algo parecido a la relativización temporal, pero mucho más complejo, pues implica la modificación de las circunstancias de más de un cuerpo ya que implica mover cada átomo de lo que quieras llevar, incluido tú, a través de todos los puntos de universo a la vez. Se precisa mucho poder y mucho cuidado para manejar esos portales. Por eso prácticamente no se utilizan. Un fallo podría desintegrar a los viajeros sin que quedara rastro de ellos.

-La Profesora Green me dijo que también me enseñaría a manipular el espacio.- dijo Harry.

-Sí, ella es de las pocas personas que pueden hacerlo.- asintió Dumbledore con una sonrisa de orgullo.

-¿Y cuándo volveremos a Hogwarts?- preguntó el chico.

-Mañana o pasado, como mucho.- dijo Dumbledore.

Harry asintió mientras la señora Weasley entraba en la cocina aún con el abrigo. Se dirigió directamente a él y le cogió la cara, los brazos, le levantó y le dio un par de vueltas examinándole cuidadosamente para asegurarse de que no le faltaba ningún miembro. Después le sentó y le cogió la cara entre las manos.

-¿Cómo estás, cielo?- le tomó la temperatura.- ¿Te encuentras mejor? ¿Tienes hambre? Ahora mismo prepararé algo de cena.

-¡Yo te ayudo!- saltó Tonks.

-¡No te molestes, guapa, ya me apaño! Pon la mesa si quieres.

Harry y Lupin se miraron y se medio rieron. El chico se sentía algo aliviado de que la tensión se hubiera aflojado. Dumbledore se fue antes de que la comida estuviera lista. Al cabo llegó Arthur y Charlie Weasley, éste bastante restablecido, aunque cojeando ligeramente, acompañados por varios magos jóvenes que Tonks conocía, Mundungus, con un brazo en cabestrillo, pero de buen humor y los gemelos, que habían decidido animar a Harry a toda costa a base de bromas a los comensales que les costaron una magnífica reprimenda de su madre y fregar los platos a lo muggle y con el agua fría de primeros de Febrero.

Y, aunque lo pasó bien, algo faltaba. Aquellas cenas multitudinarias no eran lo mismo si no estaban sus amigos. A Ginny y Ron les habría gustado ver a sus hermanos haciendo el ganso, saludar a sus padres; a Hermione le habría encantado charlar con Tonks, con la que se llevaba estupendamente, preguntarle cosas a Lupin… No, no era lo mismo sin ellos.

Sobre todo cuando llegó a su habitación y sólo había una cama hecha.

Cuando estuvo sólo y hubo cerrado la puerta fue absolutamente consciente de lo que había pasado. Cayó en la cama temiendo no poder bloquear a Voldemort. Una vez dormido volverían a conectarse. Suspiró abatido. No debía luchar. No debía ceder ante sus provocaciones. Tenía que desviar la atención que sin duda se empeñaría en llamar el mago tenebroso más temido de los últimos tiempos. Como si fuera una señal luminosa en el camino. Ignorarle. Por completo. No existe. Nada…

Pero Harry ya estaba dormido.