¡¡Hola!!

Jeje, cómo se nota que la peña está de exámenes y no puede perder el tiempo en Internet... no como yo, que lo pierdo sin ningún tipo de remordimiento de conciencia (¡¡MENTIRAAAAA!!)(U�).... en fin...

Lady Kenobi: ¿Ves? ¿Ves? Ay mujer de poca fe.... tú fíate de lo que yo te digo.

Miranda Evans: jiji, ¿acción? Uf, y la que queda. No sabes tú. Buah!!! Ya te digo. Tiemblo de sólo pensarlo... jur jur jur... Con respecto a tu pregunta.... ¿Qué es Harry además de mago? Eres astuta, pequeña, mucho. Ya me lo habrías demostrado en otras preguntas del estilo, pero esta es incluso más peliaguda que otras. Y ciertamente tienes razón, no puedo contestarte aún. Pero tú tranquila que tarde o temprano tu pregunta hallará su respuesta.


La esperanza

"Sólo cuando el hombre está en el linde entre la cordura y el desvarío puede verle los dientes a la desesperación. Ella, más que nadie, es la verdadera tabla rasa que reordena el mundo y los corazones se sinceran mostrándose tal y como son.

Mientras tanto, todo es vano."

Diario de un soldado. Pyotr Nadiekevski

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No había racionalización posible. Ni por activa, ni por pasiva. Lo mirara por donde lo mirara era absolutamente descabellado. No. Nunca. Jamás. Y por eso, más que por otra cosa, más que por los golpes, el humillante interrogatorio, el terror en el que tenían sumido al colegio entero…; más que por cualquier otra cosa, por calumniar de esa manera su amistad, pagarían.

Aquel viernes transcurrió tenso. Parecía como si los gryffindor y los slytherin de cualquier curso estuvieran esperando una señal, una excusa, para lanzarse los unos contra los otros. Incluso los profesores lo notaron. Pero no pasó nada.

Las clases terminaron y el fin de semana se abrió ante ellos ancho y peligroso, como un río crecido por unas inundaciones.

Tanto los ravenclaws como los hufflepuff percibían aquella atmósfera, pero no podían saber exactamente a qué achacarla. Nadie había oído ningún rumor de bronca, o alguna pelea en alguna clase. Parecía que esa aura de violencia contenida que se respiraba en el castillo había surgido de la nada.

Ni siquiera los pocos que habían podido rascar alguna respuesta de algún gryffindor al que conocían, habían conseguido más que vagas alusiones a una venganza, o a que iban a poner en su sitio a unos cuantos. Sencillamente no sabían qué esperar. Algunos pensaban que se iba a organizar una verdadera batalla campal entre la casa de la serpiente y la casa del león, a espaldas de todos los profesores.

Nadie dijo nada a ningún maestro.

Realmente, los de Ravenclaw y los de Hufflepuff querían, deseaban que esa lucha tuviera lugar. Quien más, quien menos, tenía algún amigo o conocido afectado por las fechorías mortífagas ya fuera en la anterior guerra o en la actual. No sólo dejarían que sucediese, sino que participarían si estaba en su mano a menos hasta que los profesores les detuvieran a la fuerza. Había mucho odio, mucho miedo y mucha rabia contenida. En el exterior, los mortífagos y el resto vivían separados, odiándose y luchando entre sí abiertamente. Allí tenían que convivir mientras oían a lo lejos el retumbar de la batalla donde, muy probablemente estarían muriendo y sufriendo sus seres queridos.

Si había una posibilidad de participar en esa batalla, lo harían, ya fuera por acción, alzando ellos mismos la varita, o por inacción, no avisando a los profesores de lo que se avecinaba.

Aquella noche dos palabras resonaron en un dormitorio alrededor de una piedra gris oscura.

-Por Harry.

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La nieve helada crujía bajo sus pies aquella mañana de sábado. Aún sostenía en pedazo de pergamino que había encontrado un chico de segundo frente al retrato, pero apenas era consciente de ello. Su respiración levantaba nubecillas de vapor delante de él y los jadeos de sus compañeros le rodeaban haciéndole saber que no estaba sólo. A su lado, su hermana, ligeramente pálida, pero con un brillo de determinación en la mirada ante la que no había podido encontrar argumentos. Un poco más atrás, Hermione, Dean, Seamus y Neville.

El grupito rodeó los invernaderos y pasó de largo la cabaña de Hagrid para llegar a la parte norte del castillo, cercana al lindero del Bosque Prohibido y cercada por el propio edificio y un barranco que descendía 15 metros hasta el lago. La única entrada y la única salida era aquel paso cubierto de nieve por el que habían llegado.

Los slytherin ya estaban allí. Higgs, Nott, McDougall, Parkinson, Zabini y a la cabeza, Malfoy, con su habitual sonrisa despectiva. Al llegar los leones, se volvieron hacia ellos lentamente. Después, el silencio.

-Vaya, Malfoy, parece que has hecho las paces con tus amigos.- dijo Hermione.

-No hables de lo que no entiendes, sangre sucia.- dijo el rubio levantando la varita hacia ella. La chica sólo sonrió. Malfoy alzó una ceja y esbozó una medio sonrisa.- ¿Preparada?

Hermione levantó su varita poniéndose a la cabeza de los leones.

-Siempre.

Los hechizos desgarraron el aire cuando partieron de las 12 varitas. El claro, abierto y sin prácticamente donde esconderse, hizo que los doce adolescentes empezaran a correr dispersándose mientras lanzaban sus hechizos. Los gryffindor hicieron buena cuenta de sus clases de ED poniéndoselo difícil a los slytherin que durante unos minutos apenas podían contener el avance de los leones. Así que haciendo gala de su naturaleza reptiliana cambiaron la estrategia y ni cortos ni perezosos empezaron a lanzarles maldiciones de Magia Oscura que los escudos que sabían formar apenas podía repeler.

Parecía que la igualdad de número entre serpientes y leones había hecho que cada uno escogiera a un rival y casi se había convertido en una lucha a duelos. Neville luchaba contra Higgs, Dean contra Parkinson, Ginny contra Nott, Seamus contra Zabini, Hermione contra Malfoy y Ron contra McDougall, y de estas dos parejas últimas, difícil era decir quiénes eran los que más empeño ponían en la refriega.

Ron y McDougall no se daban tregua. De haber estado en un momento más calmado, el pelirrojo hubiera podido percatarse, no sin un punto de estupor y asombro, que cuando el odio, la rabia y la situación lo merecían podía recordar y realizar extremadamente bien todo hechizo desagradable que hubiera visto en su vida. Pero ahora no podía pensar en ello. Uno tras otro los maleficios partían veloces de su varita al encuentro de un blanco siempre móvil o lo suficientemente astuto como para enviar el contrahechizo adecuado para evitar el daño. Los ojos azules del prefecto y los oscuros del slytherin apenas dejaron de mirarse destellando furia a medida que la pelea les hacía entrar en calor. Casi inconscientemente se habían ido acercando hasta que con un aullido de rabia McDougall soltó la varita y saltó sobre el pelirrojo con puños, rodillas, pies y dientes dispuesto a arrancarle hasta el último pedazo de piel del cuerpo.

La sin duda mejor estudiante del colegio,estaba haciendo honor a su fama obligando al prefecto serpentino a sacar los trucos que su amantísimo padre le había enseñado a lo largo de su vida y que, en ningún caso se le hubiera ocurrido mostrar estando en los terrenos del colegio. Escudos protectores, contrahechizos, reacciones rápidas y la más variada serie de maleficios "poco recomendables" eran lanzados contra la chica que, casi sin sudar, evitaba y contraatacaba con espeluznante eficacia. El slytheringimió de dolor cuando un maleficio de herpes le rozó el hombro que sostenía la varita. La castaña aprovechó su momento de debilidad para tratar de inmovilizarle, pero Malfoy cogió la varita con la izquierda y con un "Protego" evitó su inminente caída, aunque sabía que por poco tiempo. Aquella chica era terrible y no tardaría en sucumbir.

Neville temblaba de pies a cabeza. No podía evitarlo. Pero desde luego cada hechizo que pronunciaba con su varita nueva salía perfecto y directo contra el rubio de séptimo que le acosaba con maldiciones que nunca había escuchado. Sus clases de ED salieron a relucir cuando el slytherin, convencido de su superioridad, aprovechó que Neville tropezó con una roca escondida bajo la nieve, para acercarse demasiado confiando en su suerte. Neville, sentado en la nieve, pálido, aterrado, maldiciendo el momento en que se unió a sus compañeros, levantó la varita y gritó un "Expelliarmus" que le salió del alma. Higgs, perplejo ante la audacia del asustadizo muchacho, cayó de espaldas en la nieve mientras su varita se perdía en el blanco profundo. Neville se incorporó resbalando un poco, pero apenas se hubo puesto en pie, la figura del alto muchacho se abalanzaba contra él embistiéndole y llevándoles entre golpes y puñetazos, al cada vez más fangoso suelo.

Ginny se las veía con un absoluto zoquete que, aunqueapenas era capaz de lanzarle 5 hechizos diferentes, lo hacía con una potencia inusitada. Nott conseguía un maleficio derribador que ya la había lanzado en un par de ocasiones casi 10 metros hacia atrás. Tenía la espalda dolorida y mucho se temía que se hubiera hecho daño en la muñeca izquierda. Levantando un escudo evitó el impacto directo de un "Furunculus" que, aunque no la llegó a tocar, la hizo retroceder unos 20 centímetros en aquel resbaladizo suelo de barro y nieve sucia. Con rapidez la pelirroja dirigió su varita hacia él y un rápido "Expelliarmus" siguió a un "Inmovilus Totalus" que no llegó a su víctima ya que Dean Thomas había sido lanzado contra el slytherin cayendolos dos en una confusión de brazos y piernas. Al girar la cabeza, pudo ver la mirada satisfecha de Pansy Parkinson acercándose cadenciosamente hacia su víctima.

Nott se incorporó enfadado pateando a un aturdido Dean a un lado, pero cuando quiso darse cuenta y mirar a su oponente, un "Expelliarmus" le había hecho perder la varita y caer de nuevo al suelo con fuerza. Desarmado, embarrado y furioso, vio cómo la pelirroja de quinto se acercaba varita en alto y con la mirada más peligrosa que había visto jamás en una chica. Sin dudar un segundo la muchacha dibujó algo en el aire y unas cuerdas enlazaron al slytherin inmovilizándole mientras con un "Accio" recuperaba su varita.

-¡Pagaras por esto, zorra!- gritó el chico enfurecido y frustrado.

Ginny, que estaba ayudando a Dean contra Pansy Parkinson o no le oyó o no le hizo caso ya que la prefecta slytherin era más dura de pelar de lo que parecía. Dean, bastante aturdido, apenas podía levantarse después de que una extraña maldición lanzada por la serpiente le golpeara. Parkinson era rápida, taimada, intercalaba hechizos cuyo contra ataque era tan calculadamente diferente que Ginny apenas tenía tiempo de esquivarlos a base de pura carrera. Mientras corría hacia una roca tras la que guarecerse podía oír la fría risa de la chica.

Sabía que tenía la nariz rota, por lo menos. Poco importaba ya. La sola visión de la ceja y el labio roto de McDougall frente a él coloreándole con escándalo la cara de sangre era más que suficiente para él. También le dolían las costillas y tenía los brazos y las piernas llenos de arañazos y moratones, así como un ojo que no volvería a ser el mismo al menos en dos semanas. McDougall no estaba mejor. Ambos estaban en guardia, resollando exhaustos, a un metro y medio de distancia, esperando recuperar el suficiente aliento para seguir con su respectivo trabajo. Habían perdido la pista de sus varitas hacía rato, pero les daba igual. Así era como querían vérselas.

-¿Cansado, Comadreja?- preguntó McDougall entre jadeo y jadeo.

-Para nada.- y sin más preámbulos se lanzó en rápida embestida contra el slytherin que se lo esperaba.

Ambos cayeron al suelo. Ron se colocó encima de él tratando de inmovilizarle con el cuerpo y las manos, pero la serpiente se retorcía como tal y se le hacía casi imposible. Además, los dos eran prácticamente igual de altos y de parecida constitución, así que las fuerzas con las que contaban no podían ser más parejas. McDougall se logró escabullir rodando sobre su propio cuerpo y lanzando al pelirrojo al fangoso suelo donde apenas pudo evitar un puñetazo en su ya dolorida nariz que casi le hizo perder el sentido por el dolor. El momento fue aprovechado por el slytherin para agarrarle la garganta con ambas manos en un ataque de locura y de odio. Los ojos azules del chico se abrieron con estupor mientras sus labios boqueaban en busca de aire. Entonces sus brazos se alzaron hacia la cara de su agresor en una búsqueda frenética y desesperada por sobrevivir de la asfixia tratando por todos los medios de quitarse aquel peso de encima.

Se quedaba sin fuerzas. La agonía de la falta de oxígeno empezaba a hacerle borrosa la imagen del muchacho de cara ensangrentada y ojos vidriosos de furia que se agachaban hacia él. Entonces la presión desapareció y el aire entró dolorosamente en sus pulmones haciéndole toser y agarrarse la garganta con las manos. Se giró hacia un lado, tosiendo, con los ojos llorosos por la asfixia, cuando unas manos le giraron con suavidad y le acariciaron la cara.

-¡Ron! ¿Estás bien?

El rostro de Hermione parecía sonrosado por el cansancio y el frío, pero parecía bastante intacta. Ron se incorporó aún tosiendo ligeramente.

-¿Y tu varita?- preguntó la chica. El todavía aturdido muchacho giró la mirada y encontró el cuerpo inmóvil de McDougall a un metro de él, tendido en la nieve. Le había salvado la vida.

-No lo sé. La tiré por ahí.

-¡Accio varita!- al instante un par de varitas llegaron a sus manos y Ron cogió la suya.- Neville necesita ayuda. ¿Puedes levantarte?

-¿Y McDougall?- preguntó Ron sosteniéndose en Hermione mientras se incorporaba con un quejido.

-No se despertará. Le he lanzado un "Desmaius".

Neville, realmente, necesitaba ayuda. El muchacho estaba recibiendo la paliza de su vida de alguien que casi le sacaba cabeza y media. Su varita había caído hacía tiempo en algún lugar. Lo único en lo que podía pensar era en cubrirse lo más que podía mientras se hacía un ovillo en el suelo a la vez que recibía patadas a diestro y siniestro. Entonces los golpes cesaron. Apenas se atrevió a alzar la mirada cuando vio la apaleada figura de Ron acercándose con seguridad a través de la nieve pisoteada varita en alto. Higgs había sido lanzado unos tres metros por los aires y había caído de costado en un área de nieve blanca aún virgen y, destacado como si hubiera tenido un micrófono al lado, ambos gryffindor oyeron el claro "crack" del hueso al romperse. Después nada.

Horrorizados, Neville y Ron fueron corriendo hacia el slytherin caído. Efectivamente había caído sobre unas piedras ocultas por la espesa capa de nieve y su cabeza se había golpeado con fuerza con ellas y poco a poco la nieve se iba tiñendo de rojo. Neville se llevó las manos a la boca, espantado. Ron, paralizado, mirando la sangre soltó la varita y corrió hacia el camino que llevaba de vuelta a la Puerta Principal. El frío y el miedo arrancaron lágrimas de sus ojos, uno de ellos cada vez más hinchado, y cuando emprendió la carrera se dio cuenta de que cojeaba del pie derecho, pero no importaba. Aquello se les había escapado de las manos.

Aunque había quien estaba dispuesto a que escapase de las manos y de cualquier tipo de alcance. Mientras que Ginny seguía batallando con Parkinson, Seamus y Hermione hacían lo que podían con Zabini. El slytherin era ágil y hábil con los escudos, así que entre finta y finta siempre tenía tiempo para lanzarles maldiciones cuyo contra hechizo no conocían y sólo les quedaba huir. Por su parte, Seamus estaba cansado y había recibido de lleno varios hechizos derribadores así como alguna maldición dermatológica que Hermione sólo pudo sospechar fuera una versión de la furunculus especialmente virulenta que le había afectado gran parte del lado izquierdo, terriblemente dañado y dolorido. Aun así el chico persistía, a pesar del dolor, en ayudar a su prefecta, hasta que un "Desmaius"certero del odiado Blaise Zabini le tumbó en la nieve sin casi tiempo para levantar un escudo.

Así pues Hermione y Zabini se las vieron a solas, mientras a unos metros podían oír la lucha entre Ginny y Pansy Parkinson. Hermione levantó su propio escudo y ambos estudiantes se miraron un par de segundos tras la relativa seguridad de sus barreras personales. Zabini sonrió.

-Bien, Sangre Sucia, ¿preparada para enfrentarte a alguien de tu tamaño?

-Ah, ¿es que voy a tener que arrastrarme para aplastarte, Zabini?

-Parece que el ingenio es lo único que se te escapa, Granger.- dijo el chico chascando la lengua. Hermione no hizo gesto alguno ni dijo nada. Sus ojos marrones estaban fijos en la faz de la serpiente que se escondía tras el leve brillo azulado de su escudo mágico.- Veamos qué es lo que puede hacer alguien como tú.

Con horror Hermione oyó cómo la Maldición Cruciatus era pronunciada sin pudor por los labios de aquel chico y un instante después la sintió recorrer cada célula de su ser, haciéndola retorcerse sobre sí misma, obligándola a sufrir todo el dolor posible en cada centímetro de su cuerpo. Pero no gritó, ni un solo gemido se escapó de su mandíbula apretada hasta el dolor. Gritar sería una pérdida de energía absurda en un momento así. Su cerebro no consentía derroches innecesarios en situaciones de crisis. Pero el dolor era insoportable. ¿Cuándo pararía? El frío a su alrededor había desaparecido. Sólo el ardor del dolor del crucio ocupaba sus sentidos.

Y paró, aunque sus músculos seguían moviéndose ligeramente en débiles espasmos. Parpadeó notando que sus ojos estaban llenos de lágrimas. Jadeando se trató de incorporar. De rodillas, se llevó una mano al pecho mientras con la otra apretaba la varita con fuerza y miraba torvamente a Zabini, que sonreía ampliamente tras la seguridad de su escudo.

-¡Qué decepción, Granger!- exclamó conteniendo una carcajada.- Creí que alguien como tú tendría recursos contra un crucio de nada.

Hermione seguía respirando trabajosamente, ya no por el dolor, sino de odio y furia. Levantó su varita y apuntó unos metros por delante del chico.

-¡Vaporo!

La nieve empezó a evaporarse creando una niebla espesa que tapó la visibilidad de Zabini lo justo para que ella, amparada entre el blanco del vapor, se acercara corriendo. Para cuando Zabini pudo ver algo, la chica se dirigía hacia él corriendo y la tenía tan cerca que apenas pudo hacer nada para evitar sus varios "Diffindo" que le hirieron en brazos, pecho y espalda. Hermione, sin parar de correr, se internó de nuevo en la niebla ocultándose de su enemigo, aturdido y frustrado. Con un rugido de rabia Zabini movió su varita y murmuró un "Perfló" y un viento repentino hizo desaparecer la niebla. Pero la prefecta ya lo había previsto y se había deslizado silenciosamente detrás de él y cuando la niebla desapareció en su último jirón, Zabini sintió cómo la punta de madera de una varita le pinchaba en la espalda.

-Jaque mate.- susurró la muchacha antes de inmovilizarle con cuerdas mágicas y hacerse con su varita. Zabini cayó al suelo y aún tuvo los arrestos de sonreír.

-Vaya, Granger. Muy impresionante, desde luego.

-"Silencio"- dijo apuntándole, sin piedad.- No tengo ganas de aguantarte un segundo más.

El mágicamente mudo chico volvió a sonreír y cerró la boca. Su actitud le ponía nerviosa y desvió la mirada. Ginny lanzaba en ese instante un hechizo aturdidor que impactaba de lleno en Parkinson. La prefecta de la serpiente cayó al suelo. La joven Weasley se acercó y le arrebató la varita mientras la ataba.

-Ríete ahora, hija de puta.- escupió la pelirroja con desprecio sujetándose dolorida el costado izquierdo con la mano contraria.

Entonces, sólo entonces, las chicas miraron a su alrededor. Seamus y Dean seguían medio tendidos en el suelo, Neville, algo más alejado, atendía un cuerpo en la nieve y… ¿Ron? ¿Dónde estaba? Un escalofrío de pavor recorrió a las dos muchachas pensando que aquel cuerpo era Ron, pero cuando se acercaron, los ribetes verdes y plateados de la túnica lo desmintieron. Ligeramente aliviadas volvieron a ahogar su espanto cuando alcanzaron a ver el charco de nieve roja que lo rodeaba. Un momento después oyeron voces acercándose.

Los profesores Snape, Green, McGonagall y la Señora Pomfrey, se acercaban casi corriendo tras un Ron tembloroso y compungido. La mano de Hermione se levantó hasta su boca para tratar de ahogar un gemido de horror. ¿Higgs no…? ¿No habría…? Los profesores llegaron, y sin hacer preguntas se llevaron a los heridos y a Higgs con muchísimo cuidado a la enfermería. Snape desató a los alumnos atados, y requirió las varitas de todos. Los gryffindor se miraron aturdidos por lo que podría pasar a partir de ahora, y de fondo, la risa queda de Zabini resonando en los pasillos cuando ambos grupos se separaron para ir a los respectivos despachos de sus jefes de casa.

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Llevaba despierto desde las cuatro de la mañana de aquel sábado frío y luminoso. Después de que Voldemort se colara casi sin querer en un sueño que ya no recordaba, se había obligado a despertar antes de que al mago tenebroso le diera tiempo a decir esta boca es mía. No quería arriesgarse más. No sabía lo que podría hacer ahora que sabía que tenía delante a alguien que podía constituir un problema serio. Quizá la prisa, el miedo que ahora Harry sabía que el mago sentía, o quizá el odio, le hiciera emprender un ataque masivo contra él y matarle sin más. No sabía si realmente podría hacerlo de un solo golpe antes de que él se empezara a defender, pero no quería hacer la prueba. Dos días inconsciente y al borde de la muerte en un hospital habían sido más que suficientes.

Así que desde que se había desvelado había practicado la oclumancia sin descanso. Sentándose en la cama, cerró los ojos y se concentró en vaciar su mente y en levantar las barreras mentales que guardaban sus secretos más profundos.

Los secretos eran peligrosos cuando alguien que se erigía como el mayor enemigo que nadie podía tener podía espiarlos con impunidad en cuanto se quedara dormido. Se le ocurrió pensar que quizá esa fuera la razón por la cual no le contaban tantas cosas importantes. No era tanto cuestión de que no confiaran en él, sino que era lógico pensar que alguien tan dotado para el juego mental como Voldemort, pudiera romper sus débiles y novatas barreras. Era cruel, pero era lógico.

Harry suspiró mirando por la ventana.

Tenía una sensación muy desagradable en la boca del estómago. Como si algo malo fuera a pasar o estuviera pasando, pero meneó la cabeza y salió del cuarto. Bajó las escaleras y se encaminó hacia la cocina. En el vestíbulo se cruzó con un par de magos jóvenes que se marchaban ya. En la cocina, Molly, Arthur y los Gemelos desayunaban tranquilamente. Unas sonrisas y un par de "Buenos Días" y Harry se sentó a la mesa sirviéndose leche y un par de tostadas. Comieron en silencio aumentando así la sensación de que algo no marchaba bien del todo.

-¿Dónde está Lupin?- preguntó al final.

-En el Cuartel General de Aurores.- dijo Arthur.- Con Tonks y los demás.

-Están organizando el acoplamiento de la Orden al Ministerio.- informó George recogiendo su taza y la de su hermano y llevándolas al fregadero. Fred se incorporó mientras se limpiaba la boca con una servilleta.

-Esta tarde hay reunión con ellos, Harry.- dijo Fred cogiendo la cazadora y pasándole el abrigo de paño a su hermano.- Tonks dice que vendrá antes para hablar contigo.

-Así que prepárate.- añadió George enfundándose el abrigo.- Nosotros nos vamos a la tienda, mamá. Papá, si pasa algo ya sabéis.

-Sí, hijo, no os preocupéis.- asintió el hombre dejando la taza de café en su platillo. Entonces se giró y les detuvo antes de que salieran.- Tened cuidado ahí fuera.

Ambos gemelos le dirigieron una sonrisa y se marcharon.

Harry se concentró en su desayuno, incómodo por quedarse con Molly y Arthur Weasley después de aquella breve conversación. En algún momento dirían algo al respecto empezando así una charla desagradable para él. Pero permanecieron en silencio. Incluso Molly estaba callada, sentada, removiendo distraída su té frío. Harry no lo soportó más.

-¿Ha ocurrido algo?

Arthur suspiró pesadamente y dejó la taza en su platillo definitivamente. Molly apartó la suya y se levantó para recoger la mesa, en igual silencio. Harry miró a uno y a otro en espera de una respuesta.

-¿Saldrá bien, Harry?- la mirada que Arthur Weasley, mago refutado, funcionario del Ministerio y padre de 7 hijos, dos de ellos muertos, y otros dos de ellos que se encontraban entre sus mejores amigos, le dirigía, no era la de un hombre adulto acostumbrado a dar las respuestas.

Harry se encontró retrocediendo en su asiento ante aquella mirada, más por sorpresa que por temor. Aquella mirada no daba respuestas, sino que las pedía. El muchacho se vio entonces ante la realidad que Tonks le había tratado de explicar varias veces que se encontraría en algún momento. Aquel hombre le preguntaba a él si lo que había ayudado a levantar saldría bien. Le preguntaba si habría, ahora, alguna esperanza. Si ahora, después de que la Orden del Fénix había desaparecido para no volver a renacer jamás, habría algún atisbo de luz que iluminara su camino. Tonks había basado todo su plan en que el hecho de que esa luz era él, a pesar de sus protestas. Y ahora, con los ojos marrones, cansados, veteranos de aquel hombre fijos en los suyos, supo que Arthur Weasley le estaba pidiendo un poco de esa luz, que se la mostrara para poder levantarse de esa mesa y seguir luchando. Y aunque él mismo no las tuviera mucho consigo, Harry se tragó sus dudas y decidió representar su papel.

-Sólo si estamos unidos, Señor Weasley.- contestó con firmeza.

Arthur asintió y sonrió ligeramente, agradecido. Molly suspiró con dolor y asintió también dirigiéndole una acuosa mirada desde la pila. El hombre se levantó y besando levemente a su esposa, se despidió y se marchó.

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La charla había sido corta. Apenas unos datos parcos que la joven pelirosa había comentado con respecto a lo que había ocurrido a lo largo de la mañana en el Cuartel General de Aurores. Básicamente los aurores habían recibido la noticia con entusiasmo, pues habiendo quedado diezmados tras el ataque de Septiembre, aquel engrosamiento de sus filas siempre era bienvenido. Además, la rama de inteligencia se vio alimentada por nuevas fuentes que mejoraron la visión que se tenía de los movimientos enemigos. Había sido en los mandos políticos donde habían encontrado algunas dificultades, pero la mano de Edward Langdon se había dejado notar y pronto se solventaron todos los problemas burocráticos que de repente parecían surgir de la nada. El visto bueno de Amelia Bones y la completa desaparición de Dumbledore en aquel momento le habían dado algunos puntos importantes para mejorar su situación pública.

Y, por supuesto, había salido el nombre de Harry.

Tonks se había guardado muy mucho de decirlo ella misma o cualquiera que fácilmente pudiera relacionarse con el muchacho. Sabía que su nombre saldría a colación antes o después y prefería que lo dijera alguien que no estaba ligado a su grupo o a la antigua Orden. Le daría más credibilidad y su aparición sería aún más esperada. Harry había fruncido el ceño cuando la chica llegó a este punto. No le gustaba la idea de una llegada triunfal o algo por el estilo.

-No es cuestión de que sea más o menos triunfal, Harry.- dijo la joven mientras se aseguraba de que había suficientes polvos flu en la cajita.- Sino que sea vista como la única opción. Ten en cuenta que eres un chaval. Tienes que entrarle a mucha gente más por la vena que por los ojos, y la desesperación es una vía inmejorable. Bien, tú primero. Ya sabes, di "CGA2", mantén los brazos pegados al cuerpo, bla, bla, ¿de acuerdo?

-¿CGA2?

-Cuartel General de Aurores 2.- explicó Tonks empujándole hacia la chimenea.- Venga, tío, muévete.

Unos momentos después caía de rodillas en una especie de alfombra persa gastada y polvorienta que cubría un suelo de piedra. Carraspeó para quitarse la ceniza de la garganta y miró a su alrededor. Una puerta frente a él se abrió. Lupin se acercó cuando Tonks llegaba y se colocaba tras él.

-Es la hora.

Harry siguió a los dos adultos por el pasillo de lo que parecía una mansión excavada en la roca de una montaña. No parecía haber ventanas, y la luz provenía de bolas de luz mágica que colgaban de algunas lámparas muy separadas entre sí que daban al lugar un aspecto verdaderamente siniestro. Casi sin querer empezó a escanear el lugar con la perceptividad. Aquel lugar tenía su propia magia, como Hogwarts, y en su mente, las motitas diferenciadas de magia de las diferentes personas que habitaban la mansión subterránea, brillaban con fuerza. Se dio cuenta de que un piso más abajo había una serie de habitaciones con un par de magos o brujas en cada una. ¿Celdas? ¿Estarían allí detenidos los mortífagos capturados la noche anterior? Pero caminaban hacia delante, a unas escaleras que les llevaron a un pasillo ancho. Una puerta grande, de dos hojas, se abrió ante ellos.

En una pared había un mapa de Gran Bretaña e Irlanda acompañado de otros más detallados de diferentes zonas y que tenían chinchetas de colores y banderines señalando lugares que para él no tenían sentido. Harry vio que estaba en una especie de biblioteca salón, con estanterías llenas de libros, una chimenea cerrada, algunos sillones y una gran mesa ovalada en el centro, rodeada de innumerables sillas, la mayoría de ellas apiladas en un rincón.

Los magos cesaron su murmullo quedo cuando entraron en el salón. Harry sintió cómo todas las miradas se centraban en él. Alerta, a pesar de saberse a salvo, no pudo dejar de evitar notar que la vibración poderosa y brillante de Dumbledore había llegado a la mansión. Se giró hacia Lupin y se lo comentó. El licántropo asintió y se dirigió hacia un hombre de mediana edad y aspecto duro. Le miró un momento perplejo, pero después asintió e hizo una señal a otro más joven que salió inmediatamente.

Harry no perdía detalle de lo que ocurría a su alrededor, pero también percibía claramente los movimientos del mago joven que había ido a otra habitación donde había tres personas que le siguieron. Dumbledore ya subía las escaleras. Mientras fijaba sus ojos en uno de los mapas supo que se habían encontrado en el rellano. Un instante después se abrió la puerta.

Amelia Bones, con túnica larga y solemne de gris marengo, Edward Langdon, un hombre que no conocía y Albus Dumbledore entraron en la sala. Cuando Harry se volvió, vio que unos magos colocaban las sillas con las varitas alrededor de la mesa, para que la gente se sentara. No todos tomaron asiento. Algunos se quedaron en pie, de brazos cruzados o apoyados en alguna parte, expectantes.

Harry, entre Tonks y Remus Lupin, sintió cómo sus tripas temblaban ante lo que aquello representaba. "Bien, Harry, ¿no querías que te trataran como un adulto? ¡Toma dos tazas!", dijo una vocecita impertinente en su mente. La voz de Amelia Bones se alzó en aquel silencio.

-Se levanta Acta de que a fecha de que el sábado, 10 de Febrero de 1996, los abajo firmantes – un pergamino fue de mano en mano mientras todos firmaban. Harry también lo hizo.- asisten de común conforme a la reunión que fijará la organización de la lucha anti-Voldemort de ahora en adelante, siendo siempre posible una revisión de tratado resultante en cualquier momento que se precise en el futuro.

El pergamino volvió a las manos de la Ministra, que hizo un movimiento de la varita y desapareció.

-Se convierte en oficial, por tanto, la unión de la Orden del Fénix y el Ministerio de Magia así como de todos sus recursos con el objeto de conformar un frente común al único enemigo existente. Ahora bien, partiendo de que esta alianza ha nacido de la citada Orden, solicito a su máximo representante a que nos exponga su proyecto.

Ante el estupor de Harry, que pensó que Dumbledore sería el que se levantara, un movimiento a su lado derecho le indicó que la chica de apenas 24 años, Nymphadora Tonks, se incorporaba. Con un movimiento seguro de la varita repartió unos informes a todos los que estaban sentados en la mesa. Harry se percató de que no era el único sorprendido.

-Antes de nada, señoras y señores, me gustaría hacer una sencilla aclaración.- dijo Tonks seria de una manera que aparentaría más edad si no fuera por el chillón color rosa de su pelo.- No soy la máxima representante de nada. El proyecto que tienen ustedes en la carpeta que les he dado ha sido diseñado por varias personas, algunas de ellas sentadas a esta mesa, y sería injusto atribuirme un mérito que no es mío. Así pues, si son tan amables de abrir el informe por la página número tres…

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El proyecto era todo lo completo que podía pedirse. Detalles como la circulación de la información entre los diferentes magos y jerarquías, la burocracia, la legislación, la logística… Algunos de aquellos puntos fueron ampliados a petición de la chica por las personas que, efectivamente, se habían encargado de aquellas partes, aurores y magos fieles al grupo de Tonks y a la antigua Orden. Tanto Dumbledore como Lupin conocían todo aquello ya que la joven se había preocupado de mostrárselo y consensuarlo con ellos antes a petición expresa de Harry. Y todo lo que se habló y se debatió durante las dos horas en las que se desglosó punto por punto el informe de Tonks evitaba el tema que más temía Harry. Había revisado el informe y la joven había eliminado cualquier tipo de alusión a su persona en cualquier punto.

Harry sabía por qué. De hecho, lo había exigido él mismo y Tonks, después de pensarlo un momento, aceptó.

El papel de Harry en aquella historia era como el del narrador omnisciente en un relato. No aparece como tal, pero lo sabe todo. Sólo aquel documento del principio registraría su presencia allí, y poco más. Él no estaba allí ni en ningún lado, pero estaba en todas partes. No sólo para protegerlo, sino para ir borrando sus huellas desde el principio para que, en caso de que hubiera algún espía, supiese lo menos posible. Y del mayor de los espías, de aquel que se metía en su mente invadiendo y contaminando sus pensamientos, ya se guardaba él.

Cuando Amelia Bones y los presentes firmaron el informe de Tonks, aprobándolo por fin, Harry respiró hondo y esperó. Los ojos verdes de la mujer se fijaron en él, y como si todos hubieran esperado hasta ese momento, la atención giró hasta su persona.

-¿Y cuál es tu papel en todo esto, Harry?

Habían casi ensayado aquella conversación. Dumbledore tomó la palabra como dictaba el guión y les contó a todos el contenido de la profecía. A su lado, Tonks se recostó ligeramente. No había escuchado nunca antes la profecía. Sólo se había imaginado su contenido. Ahora que la sabía se relajaba porque por fin tenía la seguridad de que había tenido razón en todo momento haciendo que sus pasos hasta aquel salón fueran los adecuados. Harry no pensaba igual. Se sabía la profecía de memoria, pero escucharla de nuevo en labios de otra persona le puso los pelos de punta. Los ojos de toda la sala volvieron a él cuando Dumbledore se sumió de nuevo en el silencio.

-¿Esa profecía es de fiar?- preguntó la Ministra. Harry tuvo que reconocer que aquella pregunta le sorprendió. Nuevamente fue otra persona la que habló.

-Harry siempre ha sido especial.- dijo Lupin.- Desde el mismo día de su nacimiento, hasta la noche en que con un año derrotó a Voldemort, y a lo largo de estos años. Ahora mismo, Harry es la persona más poderosa de la casa con diferencia. Además, San Mungo le ha hecho un examen completo que lo avala desde el punto de vista médico. No es un chico normal como tampoco lo es el Lord Oscuro. Sea o no de fiar la profecía, los hechos demuestran que la persona con más posibilidades de vencer a ese hombre es Harry.

-Lo que no se puede negar, jovencito, es que tienes poderosos avalistas.- apreció Bones con una sonrisa.- Pero me gustaría saber si puedes hablar por ti mismo.

-Por supuesto que puedo.- dijo sin asomo de rudeza. Fue una afirmación calmada, serena.- Usted dirá.

-¿En cuántos de estos puntos – dijo la mujer señalando el informe de Tonks.- has participado? Contesta sinceramente.

-En la mayoría.- contestó.- Pero sólo en matizaciones o sugerencias.

-Como por ejemplo el hecho de que te omita por completo.- dijo la Ministra perspicaz. Harry asintió.- Entiendo. ¿Debo entender con ello que deberé compartir mi información contigo?

-Sí, señora, así como con Albus Dumbledore y Tonks. Todo para el correcto funcionamiento de ambos organismos, ya sea del Ministerio o de la Orden.

Amelia Bones le miró un momento evaluativamente de una manera muy parecida a como a veces le miraba Samantha Green.

-Tu amigo Remus Lupin ha dicho que eras la persona más poderosa de esta casa. ¿Hasta donde alcanza tu magia?

-No lo sé.- respondió con sencillez.- Pero le recomiendo que refuerce las protecciones de este lugar. Tiene varias grietas muy fáciles de atravesar en varios puntos.

Un par de aurores se miraron extrañados y después le miraron a él.

-Casi acabamos de reforzar esos puntos.- dijo uno de ellos.

-Pero la inestabilidad de la magia los ha debilitado de nuevo.- asintió Harry.- Se han de rehacer de nuevo. Por completo.

-¡Pero eso nos llevará días!

-No necesariamente, ¿verdad?- dijo Amelia Bones mirando al chico. Se refería a la barrera que inconscientemente había creado alrededor del castillo.

-Así es.- dijo el chico.

-¿Podrías hacernos una demostración rehaciendo las protecciones de esta mansión ahora?

Harry no pudo evitar mirar a Dumbledore. La barrera que rodeaba aquel círculo de 20 kilómetros de diámetro se había creado tras una explosión de magia provocada por un sentimiento intenso mezclado con el momento en que la magia de Hogwarts irrumpió en su cuerpo. Fue un momento peculiar. Ahora llevaba toda aquella magia adonde fuera. Iba con él porque era parte de él. Ya no era la magia del colegio. Era más bien como si la magia del castillo hubiera abierto una puerta aún más grande. Y la sentía suavemente alrededor de su piel cada vez que se concentraba en ella. Había agudizado su perceptividad y después de tres meses de clases intensivas había desarrollado la potencia de sus hechizos de tal manera que casi tenía que contenerse. Incluso, a nivel inconsciente, había aprendido a controlar la barrera de Hogwarts. Pero no tenía la menor idea de cómo hacerlas conscientemente.

Dumbledore asintió, dándole apoyo. Harry alzó una ceja mentalmente. Sí, bueno, el apoyo estaba bien, pero lo que él quería era un manual. Aunque también sabía que Dumbledore no tenía ese manual, que nadie podía decirle cómo hacerlo, que ese tipo de cosas las tendría que descubrir él mismo. Y aquel parecía un buen momento para probarse. El problema era que debía cumplir unas expectativas, y aquello le daba la sensación de estar en un examen.

Respiró hondo y asintió. Cerró los ojos y se concentró en la magia que protegía el edificio subterráneo.

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Remus miró al chico cuando cerró los ojos. En seguida una ligerísima brisa empezó a removerle el pelo. Estando tan cerca, el licántropo pudo notarla cálida y fresca a la vez, como la brisa de una tarde fresca de verano. Entonces todos oyeron un crujido ominoso que hizo temblar el edificio. Las lámparas oscilaron y los libros se movieron en los estantes. Todas las personas se sujetaron a algo, alteradas por el temblor repentino. Todos sabían lo que aquel crujido significaba. Había roto las barreras.

Harry respiró hondo a su lado y sus ojos dorados se fijaron de nuevo en el muchacho. Seguía con los ojos cerrados y la brisa seguía revolviéndole el pelo desordenándoselo más de lo que ya estaba. Entonces, como aquella noche, la brisa se hizo viento levantando los papeles que había en la mesa, moviendo la gran lámpara de araña que colgaba del techo, sacudiendo los mapas en las paredes y revolviendo el pelo y las ropas de todos los presentes, que miraban pasmados al adolescente que seguía sentado con los ojos cerrados, como si todo aquello no fuera con él.

Entonces hubo una explosión de magia que partió de Harry y atravesó a cada persona que estaba en aquel edificio hasta que recubrió un área un poco mayor que la de la propia mansión. Todos, sin excepción, se estremecieron. Varios de los que ocupaban la mesa habían experimentado lo que se sentía al atravesar la barrera de Hogwarts. Aquella era completamente diferente. Si la de Hogwarts era alegría y ternura pura, aquella era determinación, fuerza, poder más allá del conocido hasta la fecha. Nada, ni siquiera la barrera, habría demostrado las capacidades de Harry mejor que aquella sensación enorme que les traspasó.

Un momento después el viento se suavizó. Los papeles cayeron al suelo sin cuidado. A nadie parecía importarles lo más mínimo. Todos seguían con los ojos fijos en Harry, que con un ligero parpadeo, abrió sus ojos verdes a la sala que le miraba asombrada. Entonces suspiró.

-Creo que ya está.- dijo. Nadie parecía decir nada. Así que sintió la necesidad de explicarse.- Es diferente a la de Hogwarts. La verdad es que he aplicado a esta lo que he aprendido con la del colegio. Todos los que están en la mansión, excepto los mortífagos que están en las mazmorras, – hubo un momento de asombro entre los aurores, que en ningún momento se lo habían mencionado. Incluso Lupin se mostró extrañado.- pueden entrar y salir sin problemas. La barrera los reconocerá. Pero si otras personas quieren entrar necesitarán que alguien que sí pueda, les abra estando aquí en persona.

-Pero… ¿cómo es posible que identifique a los magos?- preguntó un auror.

-Por su firma mágica.- dijo Harry. Al ver la cara de estupor de la gente se explicó.- He mezclado la perceptividad con la barrera.

-¿Eres un perceptivo?- preguntó otro con los ojos muy abiertos.

-Ehm… sip.- contestó el chico un tanto perplejo por la sorpresa del mago.

-Por los mismísimos calzones de Merlín.- musitó el mismo auror.- ¿Hay algo de lo que no seas capaz?

-Aún no sé aparecerme.

Los magos y brujas que estaban en aquella sala descargaron la tensión del momento riéndose de lo que, en principio, no pretendía ser un chiste. Harry sonrió tímidamente y se sintió súbitamente incómodo porque fue perfectamente consciente de esa tensión, y del hecho de que empezaba y terminaba en él. Sólo tres personas parecían mantener la calma aunque seguían la gracia con sonrisas de cortesía. Las tres miraron a Harry y se percataron de su desazón.

-Es tarde, señores.- dijo Dumbledore levantándose. Lupin y Tonks le siguieron. Después, Harry.- Señora Ministra, nos veremos.

-¿Volvéis a Hogwarts?- preguntó la Ministra aún sonriendo.

-Aún no. Tenemos asuntos que atender.

-Lo entiendo.- La mujer se levantó y estrechó la mano de los cuatro que se disponían a marcharse. Al llegar a Harry puso su otra mano sobre las que se estaban estrechando.- Creo, Harry, que en esta ocasión sí hay una esperanza.

Volvió a sonreír, aunque no pudo evitar que su mirada se ensombreciera. En su camino hacia la chimenea del piso inferior que le llevaría a Grimmauld Place pensó en que aquella esperanza, para él, tomaba la forma de una sentencia.