‚?Hola!

Este capi es la primera versión, digamos Capi 15.01 porque debido a mi dificultad por acceder a internet hasta finales de Febrero no ha dado tiempo a actualizar con las revisiones de mis queridísimos editores Nessa y Jarlaxe-Bregan. Pero cuando pueda introduciré los cambios pertinentes y lo cambiaré al Capi 15.02. Así que si veis cambios desntro de unos días, no os extrañéis. Y ahora las ansiadas (ejem...) contestaciones:

Lucumbus: qué te voy a contar que no te haya dicho ya... pues nada, sólo que espero que te guste. ¡Un besote!

Miranda Evans: Mhhhh... tú lee, lee, y luego ya veremos. ¿Qué es lo que deiferencia un bando de otro? Mhhh... Al final, no ha demasiadas diferencias¿verdad? Y peleas... quizá no físicas, pero de las otras habrá unas cuantas. El ambiente está muy tenso, querida, mucho.

Lady Kenobi: Sé que he tardado y lo siento (una no puede hacer más de lo que hace y encima pretenderlo hacer deprisa: exámenes, 3 fics a la vez, trabajitos, cursos... ¡por dios, que me den un giratiempo ya!), así que sólo puedo desear que por lo menos la tardanza se compense con la calidad... (jur, jur.. en fin..). Espero que te guste, preciosa.

Alpha X ¡POR FAVOR¡Quien te crees que soy¿Slash ¿YO¡ARRGGGGHHH! Pasado el arrebato de horror, ya te puedo hablar como una persona normal. Ejem... ¿Slash, querido? No. Tu tranquilo que no va a haber slash. Pero te quiero hacer una pregunta¿Dónde demonios has visto el conato de slash¿Harry-Draco¿Ron-Harry... arggghh? (Lamia se estremece nada más pensarlo) Yo no tengo la mente tan retorcida, cariño. Soy incapaz de hacer algo así (a pesar de lo que abundan esas cosas). Y Harry-Tonks... Tonks sería un poquito asalta cunas¿no? Por favor, seamos realistas. Yo tengo la edad (bueno, un par de años menos) de Tonks y NI DE COÑA me liaría con un chaval de 16 (ya esté más bueno que el pan). Por favor, la pederastia está penada, Alpha!

Ely-Chan: Lo siento. Y en este tampoco te he avisado. ¡GOMEEEEEN! Pero bueno, ya verás lo que le pasa a todo el mundo, porque pasan muuuchas cosas. ¡Un besote!


"Lo siento"

"Un amigo es la mitad del alma de una persona. Si no se tiene, te falta algo, y si se pierde, te sientes morir en vida."

Orfeo viene de visita. Carmen Avilés

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Unos leves toquecitos en la puerta despertaron súbitamente a Harry, que tenía la sensación de haberse quedado dormido hacía unos minutos. Al mirar su reloj se dio cuenta de que eran casi las 9 de la mañana y se incorporó.

¿Harry¿Estás despierto- la voz de Molly Weasley le llegó tras la puerta.

¡Sí- dijo con voz pastosa mientras aún se frotaba la cara con fuerza para espabilarse.

-Date prisa. Saldremos en una hora.

-Vale.

Cuando unos diez minutos después bajó a la cocina y se sentó a la mesa, se dio cuenta de que algo iba mal. La señora Weasley trajinaba en el fogón preparando el desayuno de una manera especialmente tensa. Tonks no estaba y el señor Weasley tampoco, pero Remus sorbía su café en silencio, mirando furtivamente a Molly de vez en cuando y mirándole a él con preocupación. Harry alzó una ceja, inquisitivo. El antiguo profesor negó sutilmente con la cabeza, dejó la taza y se levantó.

-Iré a avisar a Dumbledore. Nos iremos en un rato.

-Muy bien, Remus.- asintió la mujer secándose las manos con un trapo. Luego miró a Harry.¿Tostadas o cereales?

-Tostadas.

Comió en silencio. Algo le pasaba a la señora Weasley. Estaba en una especie de situación intermedia entre la preocupación y la ira, en un equilibrio terriblemente peligroso y tenso que la mantenía en un statu quo que sería capaz de encender cerillas sólo con ponerlas a su lado.

¿Ha ocurrido algo, señora Weasley?

La mujer le miró un instante inexpresiva, pero después frunció los labios y meneó la cabeza, como si no supiera cómo abordar el tema.

-Ha habido una pelea en el colegio.- a Harry se le cayó la tostada de la mano. Se le ocurrió preguntarle si Ron, Ginny o Hermione estaban implicados, pero por su actitud, era evidente que sí.- Al parecer ha ido más allá de una riña entre muchachos. Hay un chico herido grave.

¿Quién?

-No recuerdo el nombre. Es un slytherin.- Harry, con una extraña mezcla de fastidio y alivio, se dio cuenta de que no podía ser Malfoy. La señora Weasley recordaría su nombre. ¿Entonces quién…- Pero al parecer Ron es el culpable.- la señora Weasley exhaló un profundo suspiró.- Así que iré con Dumbledore y contigo a Hogwarts.

El cerebro de Harry iba a toda velocidad. ¿Una pelea¿Qué demonios había ocurrido en su ausencia¿Ron había herido de gravedad a alguien? Harry alzó una ceja. Bueno, su amigo era un encanto la mayor parte de las veces, pero cuando le tocaban la moral saltaba como un cepo, rápido, potente y definitivo. ¿Pero hasta ese punto¿Qué había ocurrido para que ocurriera alto tan grave?

Unos minutos después, cuando ayudaba a la señora Weasley a guardar los últimos trastos del desayuno, entró Lupin y les hizo una señal para que le siguieran. Ambos encontraron al profesor Dumbledore en el vestíbulo, ante el inmóvil retrato de la señora Black, que no había vuelto a decir nada desde la muerte de Sirius. Sin embargo, en voz baja, el director les habló:

¿Estáis listos, Molly, Harry- ambos asintieron.- Remus, muchas gracias. Ya sabéis lo que tenéis que hacer.

-Sí, Tonks ha convocado una reunión para esta tarde.- dijo Lupin con un asentimiento. Dumbledore colocó una mano en el hombro del licántropo y le dio una suave palmada.

-Bien.- se adelantó, abrió la puerta e indicó a Harry y Molly que salieran. Obedecieron. Harry oyó que Dumbledore se despedía de Lupin otra vez y cerró la puerta.- De acuerdo, ahora… sí, creo que es por aquí.

El anciano señaló la acera de la derecha y empezaron a caminar por aquel barrio que, a juzgar por las casas, había sido bastante lujoso hacía tiempo, pero que ahora estaba sumido en la más profunda decadencia. Además parecía que, de alguna manera, se había logrado escabullir de las reformas y remodelaciones urbanísticas y aun del ensanchamiento imparable que sufría la capital de Gran Bretaña cada año, ya que por aquí parecía que habían decidido que no merecía la pena construir más viviendas. Así que, tras unos 20 minutos andando se dieron de bruces con el campo que lindaba con la gran ciudad.

La zona estaba desierta. Algunas naves industriales abandonadas y con pinta de hundirse a la más mínima tos, flanqueaban aquella carretera a ninguna parte. Harry, agobiado por la bufanda enrollada al cuello, se preguntaba dónde acabarían aquel extraño paseo. La señora Weasley seguía a Dumbledore sin pestañear, con sus dos manos agarrando el bolso con firmeza, sin perder de vista a Harry y echando miradas furtivas a su alrededor de vez en cuando.

Por fin, cuando llegaron frente a una nave especialmente cochambrosa Dumbledore se detuvo, abrió la puerta con un movimiento de su varita y entraron. Harry pudo ver cómo la señora Weasley se tensaba cuando un par de ratas del tamaño de gatos se escabulleron por un agujero. Entonces el director les pidió que se apartaran un poco mientras él se dirigía al centro de la nave.

El anciano mago señaló cinco puntos en el aire que empezaron a brillar como estrellas. Entonces los cinco puntos se unieron creando un pentagrama de luz cuya base se extendió hasta tocar el suelo. Harry, no pudo evitar sentir la vibración de la poderosa magia de aquel hechizo, la misma que sintió el día que fueron a Hogsmeade en aquel carruaje y se asombró de lo fácil que parecía viniendo del director.

Dumbledore les indicó que se acercaran y que se cogieran de las manos. Entonces el mismo Dumbledore cogió de la mano a la señora Weasley y tocó el pentagrama que se inundó de luz y después desapareció, aunque en su lugar, la pared del otro lado se veía distorsionada, como si hubiera una película de agua suspendida en el aire. Dumbledore dio un paso y entró en el portal arrastrando a la señora Weasley y finalmente a Harry.

Cuando traspasó el portal sintió como una sacudida eléctrica y después un instante de confusión total. No sabía ni donde estaba su mano, casi ni cómo se llamaba. Pero al instante siguiente todo su ser y su conciencia volvió a él de un golpe, y vio que a su alrededor había una especie de tubo de luz que se movía muy velozmente, aunque él no tenía sensación de movimiento. Era como si estuviera suspendido en el aire, sin más. La señora Weasley miraba a su alrededor muy pálida y con los ojos muy abiertos, pero no osó decir nada. Su mano aún aferraba con fuerza la de Dumbledore y Harry la sentía en la suya tan apretada que casi le hacía daño.

El primer momento de estupor pasó cuando tras 5 minutos de viaje en aquel túnel todo parecía seguir igual. Entonces Harry miró hacia el final del túnel y vio un punto de luz. Unos minutos después se acercaron lo suficiente como para darse cuenta de que era otro pentagrama. Cuando llegaron a él Dumbledore lo volvió a tocar y…

El lago recibía con calma las gotitas que con parsimonia caían sobre él desde un cielo plomizo y paciente que parecía dar a entender que podía tirarse lloviendo de esa manera durante días y Harry, Dumbledore y la señora Weasley caminaron sin prisa, pero sin pausa, hasta el castillo que se alzaba ante ellos en silencio.

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Sólo sus pisadas resonaban en el Gran Salón. La señora Weasley y él seguían al director hacia la puerta lateral cercana a la tarima de la mesa de los profesores donde había entrado aquella noche hacía dos años, después de que el cáliz de fuego escupiera su nombre.

Justo unos momentos antes de que llegaran, la puerta se abrió dejando ver la preocupada cara de Minerva McGonagall. Al verlos allí se sorprendió un instante, pero se recobró en seguida. Miró cómplice a Dumbledore y luego sus severos ojos volaron hacia él. Frunció un poco el ceño y suspiró.

-Potter, creo que debería venir conmigo.

-Pero…

-Esto no le incumbe.- insistió la mujer con firmeza.- Sólo a los implicados.

-Pero Ron…

-De Ron, Harry, ya me ocupo yo.- dijo la señora Weasley a su derecha en ese tono calmado y a la vez tirante que había utilizado en el desayuno.

Harry miró a Dumbledore, pero él asintió apoyando a su Jefa de Casa. El muchacho resopló y cedió.

-Sígame, Potter.- dijo la profesora.

Harry la siguió de vuelta por el vacío comedor echando fugaces miradas a su espalda, donde la puerta se abrió y se cerró sin que pudiera ver nada. Subieron las escaleras hasta el despacho de McGonagall. La mujer se sentó tras su escritorio y le indicó que se sentara. Tras un momento de silencio en que la profesora le observó cuidadosamente, tomó aliento y habló:

¿Sabe lo que ha ocurrido?

-Una pelea, pero poco más.- Harry estaba tan perplejo y tan angustiado que quería reducir sus palabras a lo mínimo; lo que le interesaban eran las palabras de su maestra.

-Una pelea, Potter, en la que un estudiante de séptimo está gravemente herido, dos gryffindor están en observación, y el resto… ya los verá. Esa pelea además ha pasado desapercibida para todo el profesorado. ¿Sabe lo que significa- Harry negó con la cabeza.- Que de alguna manera todo el colegio lo sabía y lo ha ocultado. Antes de… lo que le ocurrió¿sabía algo de esto?

¡No- McGonagall asintió, como si hubiera corroborado algo que ya se imaginaba.¿Por qué… cuál... qué ha pasado para que…?

Harry no encontraba las palabras. Más que una pelea parecía haber sido una verdadera batalla en serio.

-VeràPotter, después de que el miércoles amaneciera… como amaneció, el colegio se puso en alerta roja. Sus compañeros estaban conmocionados por lo ocurrido. En el desayuno todo Gryffindor sabía lo que había ocurrido y para la hora de la comida el colegio entero sabía más o menos lo que le había pasado. Los estudiantes estaban muy inquietos y no les tranquilizó el hecho de que se les reuniera en el Gran Salón aquella misma tarde para instruirles en el uso de las "petruitium", sobretodo cuando apenas se les dijo nada de qué ocurría o de qué les protegían las piedras. Pero no podíamos decirles mucho. Sólo que era por su bien.

McGonagall hizo una pausa. Harry se estremeció. Nunca había visto tan consternada a su profesora. Fuera lo que fuera lo que hubiera ocurrido, era grave… mucho.

-De lo que ocurrió los dos días lectivos siguientes los profesores apenas sabemos nada, pero el viernes se percibía un ambiente enrarecido en el colegio. Los Gryffindor y los Slytherin estaban muy callados y las otras dos casas parecían estar esperando a que saltaran. Las clases que compartían ambas casas fueron especialmente tensas. Flitwick dice que en su clase con los gryffindors y slytherin de 5º tuvo que detener un conato de pelea. Simples insultos, al parecer. Pero a pesar de todo no pasó nada. Los profesores lo notábamos, pero no pasó nada.

¿Pero por qué- interrumpió Harry.

-Las razones exactas no las conocemos, Potter, ya se lo he dicho, pero no me extrañaría nada de que la causa primaria fuera usted.

¿Yo?

-El caso es que ayer por la mañana, muy temprano, Ronald Weasley llegó al Gran Comedor mientras desayunaba con el profesor Snape, la profesora Green y Madame Pomfrey, como si le hubiera pisoteado una manada de centauros, histérico y balbuceando incoherencias sobre alguien que podía morir. En seguida entendimos lo que había pasado y cuando llegamos…- McGonagall suspiró.- Higgs está en coma, Potter, y si se despierta alguna vez, posiblemente sufra daños irreversibles.

Harry se quedó mudo un momento.

-Pero Ron no… no ha podido hacerle eso adrede. Quiero decir que… bueno¡es demasiado!

-Por supuesto no fue intencionado, pero lo hizo.- replicó McGonagall con gravedad.- Los padres de Higgs han interpuesto una demanda de intento de asesinato contra Weasley.

¿Qué- preguntó Harry con un hilo de voz.¡Fue un accidente en una pelea, profesora¡No pueden culparle de algo así!

-Lo han hecho, Potter.- Harry golpeó con fuerza el apoyabrazos de su silla mientras mascullaba una maldición. Era tan injusto…- El señor Weasley será escoltado mañana hasta el Ministerio mientras se hacen las investigaciones pertinentes. El juicio se celebrará el miércoles de la semana que viene.

-Tengo que hablar con Ron.- dijo mientras se levantaba de un salto.

-Ahora no puede hablar con él.

-No dejaré que se lo lleven a Londres.- afirmó el muchacho andando por el despacho como un león enjaulado.- No puede ser que le acusen de algo tan absurdo. Seguro que esas serpientes empezaron la pelea. Seguro que ellos utilizaron maleficios "poco recomendables", profesora, y usted lo sabe. No podemos dejar que culpen a Ron de un accidente.

-Haga el favor de calmarse, señor Potter y siéntese.- dijo la profesora clavando sus agudos ojos en él. El joven cedió incapaz de desobedecer a aquella mujer.- Por supuesto que sé que los slytherin no jugaron limpio. La señorita Granger recibió una imperdonable de uno de ellos.- Harry sintió cómo la rabia le invadía y tuvo que apelar a toda su fuerza de voluntad para no salir de aquel despacho, bajar hasta las mazmorras y arramblar con todo aquello que pareciera escamoso y siseante.- Y ese es el principal pilar de la defensa. Dumbledore se encargará de ello, pero necesita su cooperación, señor Potter.

¿Para?

-Conocer toda la historia.

Harry entrecerró sensiblemente los ojos mirando a su profesora. ¿Querían que él interrogara a sus amigos para saber qué les había llevado a aquella situación? Si no se lo habían contado sería por alguna razón. Si Hermione no se lo había contado a McGonagall sería porque habría una razón de peso. Una razón lo suficientemente grande como para que él tampoco pudiera decirla.

-Sé lo que piensa, Potter.- dijo la mujer.- No se trata espiarles, sino de ayudarles. Si conocemos todos los detalles, Dumbledore dispondrá de más argumentos en el juicio. Y de veras que los necesita, porque de momento Weasley está en una situación muy complicada.

¡Por favor- bufó el muchacho.¿De verdad le condenarían teniendo en cuenta que contra quien luchaban eran los hijos de los mortífagos que siguen descaradamente a Voldemort¿En serio le mandarían a donde quiera que lleven a los presos ahora por un accidente en una pelea de chavales?

-Potter, lo que ha de entender es que ni unos ni otros hicieron bien. Los unos por usar maleficios oscuros y los otros por seguirles la corriente y acabar como acabaron. Y la demanda es legal, y mientras el sistema siga en pie no podemos saltarnos la ley, por mucho que nos pese.

¡Pero es que estamos en guerra, profesora- exclamó Harry al borde del colapso.¿Y las 75 personas que murieron en Octubre en el Ministerio? Aún no he oído a nadie interpelar una demanda de asesinato contra Voldemort.

-Pero el colegio no está en guerra, Harry, porque es zona neutral.- el chico se volvió hacia la voz que le había contestado desde la puerta. La profesora Green les miraba desde el quicio de la puerta. Terminó de entrar y cerró. Después respiró hondo.- Aquí la ley penal habitual funciona como siempre.

¿Y qué puede pasarle a Ron?

-Cárcel durante mucho tiempo, desde luego.- dijo con pesar la antigua auror.- Por eso es tan importante que nos ayudes.

Harry miró al suelo. No sabía qué hacer. Le contarían lo que fuera. Lo sabía. Pero luego¿debería contárselo a Dumbledore? Gimió para sus adentros. Si tuviera una mínima idea de lo que había pasado podría tomar una decisión, pero así…

¿Y si no dejo que Ron vaya a Londres- preguntó con voz ronca.- Yo controlo las barreras.

-Complicarías mucho las cosas, porque recaería sobre él además la acusación de desobediencia a la autoridad e incluso fuga.- contestó Green.

-Además, sólo cambiarías una prisión por otra- afirmó McGonagall.- porque en cuanto Weasley abandonara Hogwarts sería un proscrito.

-No hay elección, Harry.- añadió Green.

Harry las escuchaba a las dos sintiendo como si alguien le hiciera retroceder cada vez más hacia una pared mientras apuntaba a su garganta con una espada. Apretó los puños con fuerza, maldiciendo su impotencia. Le parecía tan estúpido estar sujeto aún a las ligaduras de la ley normal en un caso así cuando allá afuera la realidad no tenía tantos remilgos, que pensó que debía solucionar aquel problema lo antes posible. Y la única manera de hacerlo era, con las mismas armas.

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Había intercambiado unas pocas palabras con Dumbledore y con la señora Weasley antes de entrar en la habitación aledaña al Gran Salón. Allí estaban Ron, Ginny y Hermione. Al parecer Ron debía quedarse allí hasta que los guardias del Ministerio vinieran a por él, pero Hermione y Ginny se habían negado a dejarle sólo. La señora Weasley había estado con ellos, apoyándoles, diciéndoles que todo saldría bien, y Dumbledore les había pedido más de una explicación, pero llegado a un punto no quisieron decirle más. Ahora estaba él allí, frente a ellos.

Tenían una pinta lamentable. Ron especialmente. Estaba pálido bajo todos los rasguños y su ojo morado. Hermione tenía algún rasguño en el cuello, pero parecía intacta, y Ginny parecía rígida, como si no se pudiera doblar mucho. Cuando cerró la puerta tras de sí, Hermione fue hacia él y le abrazó al borde de las lágrimas. Con un sollozo ahogado en su hombro dijo:

¡Oh, Harry, es horrible!

Pero Ron había levantado la mirada y su único ojo sano, azul y apagado por la angustia le miraba desde aquel asiento cercano a la enorme chimenea que crepitaba alegremente. Hermione se separó y ambos fueron hacia donde los dos hermanos estaban sentados. Harry se sentó junto a Ginny mirando a su amigo, que aún le miraba con fijeza.

¿Qué ha ocurrido- preguntó el moreno con voz calma. Hermione se sentó junto a Ron y se aferró a él, como si no quisiera dejarle marchar mientras silenciosas lágrimas se escapaban de sus ojos. Ron le seguía mirando, dentro de su desesperación, como si quisiera encontrar la respuesta en su cara. Al final suspiró, pero el aire salía entrecortado, como si estuviera conteniendo el llanto.

-Harry, dime que todo esto no es por nada.- la voz le temblaba. Hermione apretó su cara contra la espalda del pelirrojo mientras trataba de calmar los espasmos de un llanto que ya no podía ocultar. Notó que a su lado Ginny se tensaba.- Dime que mienten y lo que tenga que venir a partir de ahora no será tan terrible.

¿Que mienten¿Quiénes¿Sobre qué?

-Sobre ti… y Malfoy.- Harry sintió que la sangre, el aliento, el corazón y las tripas se hundían hasta aplastarse contra el suelo. Casi perdió el equilibrio y durante un momento la cabeza le dio vueltas. Pero Ron continuó, aún con una gruesa lágrima surcándole el rostro.- Aceptaste su pacto¿verdad?

-Ron, no es lo que piensas. Yo…

-Muy bien.- dijo el pelirrojo cerrando los ojos con fuerza y meneando la cabeza.- Ya veo en quien prefieres confiar.

-No, Ron, no es confianza…

¿Entonces qué- susurró casi sin voz Hermione desde detrás de Ron.¿Qué has estado tramando con Malfoy y que no nos has contado¿Se trata de algo relacionado con lo que te ocurrió el miércoles¿Qué nos ocultas Harry?

-No tiene nada que ver con lo que me ha ocurrido.- dijo Harry sintiendo que el corazón se le iba a parar de un momento a otro.- Pero no puedo contaros nada. ¿Le habéis dicho a algún profesor o a Dumbledore esas sospechas?

¿Eso es lo que te importa ahora, tío- preguntó Ron como un latigazo.¿Salvar tu propio pellejo? Parece que sí es verdad que vas a tener más de slytherin de lo que pensábamos.

-Dios, no, Ron… no… Todo lo contrario.- Harry se sentía absolutamente desesperado. No podía contar nada sobre el pacto con Malfoy.

¡Cómo te atreves a protegerle cuando ayer estuvo delante de nosotros tratando por todos los medios de hacer tanto daño como pudiera- estalló Hermione.¡Hablé con él, Harry, y no negó que se hablara contigo y que estabais en algo que nosotros no podríamos comprender¿Tú también piensas eso¿Nos crees tan estúpidos como para no comprenderlo?

-No, Hermione, pero…

‚?Pero qué- dijo la chica. Ron le cogió de la mano y la muchacha se calmó de inmediato. Gimió y se cubrió la cara con las manos.

-Harry, ayer luchamos en serio por ti.- dijo Ginny con voz queda a su lado.- Luchamos para demostrar que sus mentiras no nos afectaban, que no lograrían separarnos porque confiamos los unos en los otros. Les íbamos a demostrar que tanto fuera como dentro del colegio, las serpientes no podían ganar.- Ginny seguía mirando al suelo, apretando sus manos sobre sus rodillas, muy tiesa. Entonces se contrajo de dolor y se agarró un costado. Harry supo que estaba herida y que posiblemente no podría moverse por una venda. A Ginny por fin se le escapó un sollozo, pero siguió hablando.- Pero si nos has traicionado a sabiendas, Harry, si has sido capaz de confiar en la misma persona que levantó la varita contra tus amigos…

-Chicos, yo no os he traicionado. Jamás podría hacer algo así. Todo lo contrario. Pero no puedo hablaros de ello. Sólo os pido que confiéis en mí.

¿Como tú has confiado en nosotros- preguntó Ron tranquilamente mirando al fuego. Harry recibió la puñalada penosamente.

-Lo siento.

-No vas a contarnos nada, entonces.- asintió su amigo con tristeza. Luego le miró a los ojos. A Harry se le clavó en el alma su rostro herido, su ojo sano enrojecido, su labio hinchado contraído en un rictus de pena.- Entonces yo también lo siento… "amigo".

Harry apretó los dientes para contener las lágrimas y se levantó, sintiendo que la angustia y la rabia iba calando en su cuerpo. Angustia porque se veía obligado a ocultarles aquello a sus amigos, a dejar que se sintieran decepcionados, a ver cómo a su pesar algo tan sagrado como ellos se desligaba de él por propia voluntad. Y rabia porque la causa era algo tan mezquino como Malfoy y algo tan vacuo y peligroso como el pacto que habían firmado. Harry podía entender por qué Malfoy había estado en la pelea. Evidentemente él tenía que parecer el mismo de siempre ante aquellos que, según parecía, habían sospechado de él y que, de alguna manera, se lo habían contado a Ron y Hermione.

-Lo siento.- repitió y salió de la habitación.

Ni siquiera dirigió la mirada a Dumbledore. Pasó por delante de él bajando la cabeza para ocultar la lágrima que al fin había superado todas sus barreras. La perceptividad voló en terreno conocido hasta posarse en el brillo personal e intransferible de Draco Malfoy. Estaba en su dormitorio, en las mazmorras de Slytherin.

Harry estaba tan furioso que sentía que la magia se revolvía con violencia tanto dentro como fuera de él. Sus amigos le daban la espalda, en parte no sin razón, pero eso no significaba que él se la diera a ellos. Seguiría adelante con todo. Con Tonks, con Dumbledore, con su entrenamiento, con Malfoy y con todo lo que tuviera en su mano. Ron no iría a la cárcel. Se lo debía. Si tenía que escaparse del colegio y pelearse con medio Ministerio lo haría. Aunque Ron le odiara, aunque le detestara. Todo lo que hacía lo hacía por ellos, aun el renunciar a ellos.

Veía la lucecita de Malfoy clara y nítida en su mente. Percibía cada oscilación de su magia mientras caminaba por su habitación. Deseó tenerle enfrente y pegarle. Gritarle que por su culpa acababa de perder lo que más apreciaba en el mundo, lo único que realmente le quedaba. Deseaba poder escupirle su pacto, romperlo, decirle que a la mierda él y a la mierda sus planes. Que la guerra siguiera por su camino natural y que si moría más gente sería porque el destino así lo había dictado. Su estómago se contrajo y un sollozo le sacudió el pecho. Tampoco podía hacer eso. No podía dejar que la gente muriera sólo por egoísmo, pero¿era tanto pedir que sus amigos no fueran una pérdida más en aquella desastrosa guerra¿Debía estar absolutamente sólo?

Incapaz de seguir andando dejó de subir escalones y se sentó en las escaleras hundiendo su cara entre sus brazos. Y lo peor de todo era que no podía hacer nada. Cualquier cosa que hiciera perjudicaría a Ron de cara al juicio. ¿Qué le contaría a Dumbledore? Sabía que el anciano director debía sospechar que algo no andaba bien; no de la manera en que había salido del cuarto. El director también sabría que ocultaba más cosas de las que creía. Todo se estaba complicando demasiado a su alrededor. Todo parecía estar derrumbándose como una casa de naipes. Pero lo peor de todo era que Harry era consciente de que se lo había buscado él sólo. Todo era culpa suya.

¿Qué hace aquí, Potter- la voz del profesor de Pociones resonó sobre él. Harry no contestó. Se limpió la cara y miró al frente. Oyó los pasos del hombre bajando los escalones hasta que se colocó a su altura.- El director le ha estado buscando por todas partes. Necesita hablar con usted y que abra las barreras.

¿Está en su despacho?

-Sí.- Harry asintió y se incorporó penosamente.- Y Potter… no lloriquee, por favor. Es patético.

Y siguió bajando las escaleras. Harry respiró hondo tomándose en serio la recomendación de su profesor. Poco importaba el tono despectivo que había utilizado. No importaba nada que no fuera hacer todo lo que estuviera en su mano para salvar a su amigo. Ron no iría a la cárcel, ya tuviera que remover cielo y tierra.

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-En resumen.- dijo Dumbledore.- Hubo una provocación por parte de los Slytherin. Se jactaron de trabajar para Voldemort y después desafiaron a los gryffindor con una nota la noche del viernes¿correcto?

-Sí señor.- dijo Ron después de relatar la historia.

¿Qué tipo de provocación?

Una fugaz mirada del joven Weasley a Harry hizo que el buscador se estremeciera.

-Nos amenazaron y Hermione y yo fuimos agredidos el jueves por la tarde.

-Entiendo.- asintió Dumbledore. Harry pegó un respingo cuando notó que alguien estaba frente algún punto de las amplias barreras, haciendo algo muy parecido a tocar el timbre. Concentrándose un momento abrió un hueco y tres personas entraron en los terrenos protegidos por las barreras. Cuando miró a Dumbledoreéste comprendió y asintió. Ron, viéndoles, palideció, pero se irguió en su silla.- Y después en la pelea, cuando fuiste a ayudar a Neville, lanzaste un hechizo derribador a Higgs.

-Así es.- asintió Ron.

-El suelo estaba cubierto de nieve – continuó el director.- y al caer se golpeó con unas piedras escondidas en ella¿cierto?

-Sí.

¿No viste las piedras?

-No, señor.

¿Qué hacía Higgs antes de que le golpearas?

-Pateaba muy fuertemente a Neville, señor, que había perdido la varita y estaba encogido en el suelo.

-Ya veo.- Dumbledore suspiró.- Verás Ron¿sabes de qué se te acusa?

-Sí.

-Basaremos tu defensa en que fue un accidente y que ni Higgs ni los demás están libres de pecado. Al fin y al cabo siempre podemos culpar a Zabini por usar el Crucio sobre Hermione y a Parkinson por esa versión tan horrible del aturdidor sobre Dean.

¿Y el hecho de que todos sean hijos de mortífagos no ayuda en su defensa- preguntó impulsivo Harry. Ron ni siquiera le miró.

-Técnicamente no.- respondió Dumbledore apesadumbrado.- Porque al ser juzgados por la ley penal ordinaria esos atenuantes no se tienen en cuenta. Sólo importarían si fueran juzgados como adultos por la ley marcial. Y eso no puede ser ya que el colegio es zona neutral.

Harry asintió. Green ya le había dicho algo parecido, pero él empezaba a esbozar un plan en su mente que consultaría con la persona adecuada en cuanto pudiera. La señora Weasley estaba sentada al lado de Ron, sujetándole la mano, dándole apoyo. Él estaba allí para lo que acababa de hacer, abrir la puerta y sabía que su tiempo en aquel despacho llegaba a su fin.

-Bien, Harry, muchas gracias.

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Aunque le habían dicho que se fuera directamente a la Sala Común, Harry se desvió para acabar frente al despacho de Samantha Green. Justo antes de llegar oyó voces en su interior, pero llamó igualmente. Un "Adelante" le hizo accionar el picaporte.

La profesora Green estaba sola a excepción de una cabeza que sobresalía de las llamas.

¡Qué pasa, Harry- saludó Tonks desde la chimenea. Al verle la cara se puso seria enseguida.¿Ocurre algo?

¿A parte de que a Ron le han acusado de intento de asesinato y mañana se lo llevan a Londres- preguntó el chico sarcástico sentándose frente a ella. La joven torció el gesto para poner cara de circunstancias.

-Sí, bueno, la cosa está un poco negra¿no- añadió la joven. Green asintió.

-Pues el caso es que creo que tenemos una posibilidad.- dijo tentativo mirando a una y a otra.

-Harry, ya te he explicado que Hogwarts…

-Es neutral.- concluyó el muchacho.- Pero creo que podemos aprovecharnos de una laguna jurídica que vi cuando preparaba con Tonks el informe del proyecto que presentamos ayer.

¿Laguna- preguntó la pelirosa.- Exactamente¿dónde?

-Tonks, haz el favor de contactar con el señor Langdon.- pidió el muchacho.- Hay que demostrar la no neutralidad de Hogwarts en tres días.

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El objetivo era que juzgaran a Ron como adulto en tiempo de guerra. Parecía, a primera vista, algo imposible teniendo en cuenta que no era mayor de edad (aunque por unos días) y que Hogwarts era terreno neutral. Pero – y este "pero" era el que sustentaba toda aquella campaña – según el artículo 6 de la ley marcial, todo acto de violencia encuadrado en un conflicto abierto era, inmediatamente, visto como acto de guerra (independientemente del lugar físico del acto en sí). Y como se presuponía (las presuposiciones eran la base de los juegos legales, ya que al poder interpretarse de 1000 formas, daban lugar a decenas de lagunas jurídicas) que en actos de guerra sólo participaban personas adultas, Ron, inmediatamente sería visto como adulto en un acto de guerra.

El plan era perfecto. Langdon se había ocupado de que un grupo de juristas especializados en este tipo de trampas buscaran las pegas que el sistema pondría a aquel revés. Ronald Weasley era la persona mejor defendida del mundo mágico con diferencia en mucho tiempo. Además, el caso había atraído la curiosidad de la prensa y toda la comunidad mágica lo seguía con interés, ya que suponía la declaración oficial de que Hogwarts dejaba de ser terreno neutral.

Esto último creaba gran división de opiniones. Unos decían que era una locura, que los niños estarían completamente expuestos, que sería casi como convertir al colegio en un campo de batalla. Pero otros pensaban que simplemente se oficializaba algo que se llevaba suponiendo desde hacía tiempo. Hogwarts, el lugar más seguro del mundo mágico (además de Gringotts), era una fortaleza. ¿Por qué tanta protección para un colegio¿Aun en tiempos de paz era necesario proteger de esa manera el castillo? Hogwarts era un símbolo y también un reducto de poder. Había un dicho que rezaba que "la mano que mece la cuna es la mano que domina al mundo", y Hogwarts era el máximo ejemplo, y si la guerra continuaba, antes o después, siendo o no neutral, sería atacado.

Y mientras Harry tenía que observar todo aquello a centenares de kilómetros de distancia.

Hermione y Ginny aún no le hablaban, aunque el hecho de que el Consejero Edward Langdon saliera de vez en cuando en la prensa que hablaba sobre el caso hacía que de vez en cuando le miraran confusas, sin saber si debían preguntarle o no si había tenido él algo que ver. Harry no forzaba la situación. Temía que le fueran a preguntar de nuevo por Malfoy, al que al parecer era imposible acercarse. Por otro lado, tenía que hablar con él urgentemente, pero el estúpido slytherin parecía rehuirle.

La verdad es que estaba frenético de actividad. Cuando no eran las clases normales, eran las particulares, y si tenía tiempo libre, o era acosado casi sin contemplaciones por sus compañeros (para que les contara lo que le había ocurrido el miércoles de la semana anterior) o se iba al despacho de su profesora de Defensa para informarse de todo lo que ocurría en Londres.

No paraba para no pensar. Le dolía cada vez que Hermione o Ginny le ignoraban o le hacían el vacío. No tardó en evitar la Sala Común cuando ellas estaban. Las echaba de menos y sobre todo echaba de menos a su amigo. Hubiera querido ir con él. Sabía que no estaría sólo, rodeado de su familia las 24 horas del día y apoyado por los mejores abogados y por Langdon, pero se sentía impotente por no poder hacer más. Él había tenido la idea inicial, pero una vez puesta en manos de profesionales, su papel se quedaba reducido al de mero espectador.

Y por las noches apenas dormía.

Decidido a ignorar a Voldemort cada vez que se inmiscuía en sus sueños, se despertaba en cuanto le percibía. Así que sus noches se convirtieron en sucesiones de cabezadas de apenas 2 horas cada una. Vivía a base de cafeína (y teína) en cantidades industriales, estrés, adrenalina y tónicos de la profesora Green. Aquellos tres días fueron una vorágine para él, y el día del juicio apenas atendió a las clases. Maldecía el no poder estar allí. Sólo podía pensar en una sala enorme, de piedra, con aquella silla con cadenas en la que él se había sentado el curso anterior, en lo asustado que debía encontrarse su amigo y en los términos tan desagradables en lo que se estaría acordando de él. Por eso no se permitía el quedarse quieto.

A la hora de comer su mirada se deslizaba casi sin querer a la mesa del los profesores. Dumbledore no estaba, pero la profesora McGonagall y la profesora Green conversaban en voz baja. Hagrid leía ansioso el periódico con la profesora Sprout, al igual que la mayoría del profesorado. Entre los estudiantes, las miradas iban inevitablemente hacia la mesa de Gryffindor que permanecía más silenciosa de lo normal, expectante.

Al final, agobiado por el ambiente enrarecido, se levantó y se marchó a la biblioteca.

Los pasillos del colegio ululaban con el viento frío que se colaba por todas partes y, a pesar de no ser una persona friolera, debía reconocer que los únicos momentos en los que estaba caliente y a gusto era cuando se metía en la cama o se sumergía en los sillones frente al fuego de la sala común. El resto del día lo pasaba completamente helado. Se metió las manos congeladas en los bolsillos forrados que tenía la capa y reprimió un estremecimiento al captar una brisa especialmente fresca en la nuca. Al llegar a la puerta de la biblioteca volvió a sentir la misma brisa en la nuca. Inmediatamente pensó en Peeves y se dio la vuelta molesto. Pero no había nadie, sólo el ancho pasillo que daba al vestíbulo principal. Desde allí podía ver que las grandes puertas de roble estaban cerradas y se preguntó de dónde vendría esa corriente. Cuando alzó una mano para abrir la puerta de la biblioteca oyó unos pasos apresurados a su espalda. A lo lejos podía escuchar las voces de los alumnos que salían del Gran Comedor y se dio la vuelta.

Draco Malfoy le hizo una seña para que le siguiera. Harry frunció el ceño recordando lo enfadado que estaba, pero le siguió.

El slytherin pasó junto a él y siguió por el pasillo hasta llegar a lo que parecía un armario de escobas. Harry le miró extrañado, pero el rubio no se inmutó. Sin hacerle caso abrió la puerta y entró. Harry dudó un momento pero al final se asomó. Aquel cuarto de escobas se había agrandado mágicamente lo suficiente como para guardar decenas de cajas grandes de madera apiladas unas sobre otras, barriles, palés con sacos, materiales de construcción y algunos carruajes desvencijados.

-Tengo información para ti, Potter.- dijo Malfoy sin rodeos.

¿Sobre Voldemort- Malfoy ahogó un estremecimiento al oír el nombre y negó con la cabeza.¿Algún ataque?

-No exactamente.- dijo el rubio.- Se trata más bien de un punto flaco.- Harry no dijo nada y el slytherin continuó.- Tienen magos bajo la Imperius en el Ministerio espiando cada movimiento de la Ministra y al parecen han averiguado que ha habido un pacto secreto entre el Ministerio y una organización secreta. Supongo que serán tus amigos.- Harry no movió un músculo. Draco se encogió de hombros y siguió.- Si te doy sus nombres su fuerza principal en el Ministerio desaparecerá al menos durante un tiempo.

-Hasta que hechice a otras personas.- asintió Harry.

-Exacto, pero hasta entonces el Señor Tenebroso estará ciego y, sobretodo manco, en el Ministerio.

¿Cuánto tiempo crees que tardará en cubrir sus puestos?

-Muy poco. Quizá sólo unas horas.- dijo Malfoy subiéndose el cuello de la capa para abrigarse.- Lo justo para evitar lo que pretenden hacer esta noche.

¿Qué piensan hacer?

-Matar a la Comadreja.

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Un par de miradas cómplices y un asentimiento y dos magos se colocaron a ambos lados de una bruja que trabajaba tranquilamente en su despacho del Departamento de Transportes Mágicos.

Eran las 2 de la tarde. Los funcionarios se acababan de incorporar después del descanso para la comida y las conversaciones aún rondaban el tema único de conversación desde el lunes. Aquella mañana se había celebrado la primera parte del juicio al chico de 16 años Ronald Weasley y su defensa había hecho un trabajo brillante. De hecho algunos magos y brujas citaban a veces frases sueltas memorables como cuando, al hablar de la relatividad de la edad del acusado y la gravedad de los acontecimientos, uno de los abogados había dicho "En este mundo siempre hay peligros para quien les tiene miedo". Y al contestar a la acusación sobre las falacias sobre que los slytherin habían utilizado maldiciones oscuras con "Ni la utilidad del mentir es sólida, ni el mal de la verdad perjudica mucho tiempo." la defensa de Ron arrancó aplausos entre los miembros del Wizengamot, emocionados por la elocuencia de la oratoria.

Así que, en resumen, había sido todo un acontecimiento.

La bruja comenzó a conversar de estos temas con los dos magos, a los que conocía, con aparente normalidad. Los magos se lo esperaban. Al fin y al cabo, los hechizados por la Imperius actuaban de forma perfectamente normal hasta que les ordenaban algo. Y saber si lo estaban no era fácil. Aquella pareja de magos que reían sobre la torpeza de la acusación que parecía haber llegado allí creyendo que lo tenía todo ganado, miraba fijamente a la bruja que alegremente les seguía la conversación. Buscaban algún signo, algo que lo evidenciara, pero ambos sabían que hasta que no recibiera esa orden no verían nada raro en ella. Así que, después de esa maniobra de acercamiento, se turnaron para mantenerla permanentemente vigilada durante las siguientes 12 horas.

Exactamente lo mismo ocurría con los otros 5 nombres facilitados por Tonks a la Ministra hacía apenas media hora. Y todo se hacía bajo el más estricto secreto y naturalidad.

El juicio se reanudó a las 3, y durante las dos horas y media que duró, los 12 magos vigilantes no despegaron sus ojos de sus objetivos. Sabían que no podrían informar que eran vigilados si estaban permanentemente acompañados, así que tenían la casi seguridad de que los mortífagos no sabían lo que estaba ocurriendo y seguirían con el plan preestablecido.

A las seis menos veinte, cuando el Wizengamot salió por las puertas de pesado roble que cerraban la sala con el mismo nombre, un par de parejas vio extraños signos de ansiedad en los magos que vigilaban. Ahora que tenían la confirmación, los magos y brujas hechizados por la maldición Imperius fueron detenidos y llevados a San Mungo para su liberación con toda discreción.

Prácticamente nadie, a excepción de los magos que participaron, la Ministra y Tonks, supieron lo que había ocurrido aquella tarde y sólo unos minutos después, un muchacho, a kilómetros de distancia, se agarraba con fuerza la frente pues el rencor y la ira se habían apoderado de un hombre que, sin saber por qué, había perdido aquella batalla en la sombra.

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-Ron, tío¿qué te pasa- George se acercó a su hermano menor y le dio un amistoso empujón mientras le acercaba una botella de cerveza de mantequilla.- Cualquiera diría que al final te han declarado culpable.

Ron estaba mirando las llamas de la chimenea de la cocina de Grimmauld Place aquella noche, con las manos en los bolsillos, completamente ausente de la fiesta que se había organizado en su honor. La familia Weasley al completo, excepto Ginny y los miembros fenecidos en Octubre, había venido, así como Lupin, Moody, Tonks, algunos miembros de la nueva Orden e incluso un par de los abogados que le habían defendido y el mismísimo Edward Langdon. Todos conversaban animadamente sobre lo mal que lo habían pasado, sobre lo bien que lo habían hecho y sobre las consecuencias que traería la no neutralidad del colegio. Ante las palabras de su hermano, Ron suspiró y le cogió la botella de las manos. George se puso serio.

¿Qué pasa, Ron?

El aludido meneó la cabeza para quitarle importancia y trató de sonreír, pero fracasó miserablemente. Vencido, volvió a respirar hondo.

-He… tenido una discusión muy fuerte con Harry.

¿Por qué?

-Porque…- el prefecto no sabía cómo abordar el tema. Tampoco quería decirle a su hermano la razón verdadera, pero sentía que debía contárselo a alguien.-… no ha confiado en nosotros. Me mintió a la cara durante a saber cuánto tiempo y cuando le pedí explicaciones no sólo no lo negó, sino que además se reafirmó y no nos contó nada.

George se quedó mirando el brillo naranja y rojo del fuego como su hermano unos segundos antes de contestar.

¿Y qué vas a hacer- preguntó el gemelo.

¿Cómo que qué voy a hacer?

¿Vas a cortar con él o qué?

Ron miró a su hermano con el ceño fruncido.

-No lo sé.- respondió al final.- Se ha pasado. Esta vez no será tan fácil perdonarle.

¿Esta vez- preguntó George alzando una ceja.¿Lo ha hecho antes?

-Sí, pero cuando nos contó porqué lo había hecho lo entendimos.- George no contestó enseguida y Ron siguió hablando.- Pero ahora no puedo imaginarme por qué…

George seguía mirando a Ron y vio cómo su rostro, ya mucho mejor tras las pociones y ungüentos mágicos que le habían curado el ojo morado y el labio partido, tomaba una seriedad y una expresión de pena que no le conocía mientras dejaba la frase en el aire. El prefecto se llevó la botella a los labios y bebió. Después dejó la botella en una mesita y se despidió diciendo que se iba a la cama. George le cogió de un brazo.

-Espera…- Ron le miró extrañado, pero se quedó inmóvil. El gemelo le soltó y se acercó a su hermano para que su ya de por sí privada conversación fuera aún más discreta.- Ron, te voy a decir dos cosas. No sé si son o no consejos, y estás en total libertad de pasar de mi y olvidar esta conversación. Es tu vida.- George hizo una pequeña pausa. Ron le escuchaba con suma atención.- Jamás, hermano, jamás he visto una amistad como la que tenéis vosotros dos. La única vez que os he visto enfadados ambos lo pasasteis francamente mal y tú el que peor. Te tuve que soportar así que sé de lo que hablo.- Ron sonrió a su pesar y bajó la vista ligeramente avergonzado, pero George prosiguió.- Y lo segundo que he de decirte es que en temas de "secretos" con Harry tienes que ser un poco más tolerante. Si no te puede contar algo será por algo, porque si hay alguien incapaz de traicionarnos en esta guerra, es él.

Ron miró a su hermano preguntándose si él conocería la profecía, pero lo dudaba. Aunque desde hacía poco tiempo estaba en la Orden, o en lo que era la nueva Orden de Tonks… de Tonks y Harry… Ronald comprendió y asintió. Harry, desde hacía meses, jugaba en la primera división y él aún no. Pero le dolía. No podía evitarlo. Desde siempre se habían contado todo y el hecho de que por alguna extraña y arcana razón Harry se hubiera mezclado en un asunto hiper secreto con Draco Malfoy le sacaba de sus casillas. ¡Draco Malfoy era el maldito enemigo, por el amor de Dios! Y entonces recordaba todas aquellas veces en que le había visto preocupado o ausente, en todas aquellas veces que le había preguntado por Malfoy y sus charlas extrañas. Debía haberse dado cuenta. De hablarle de ello dejó de mencionar el tema sin más. Sólo cuando él le preguntó directamente le dio una contestación evasiva y ya está. ¿Pero cómo iba a saber él que le estaba mintiendo¡Ni se le había pasado por la cabeza¡Confiaba en Harry! Pero él no. Al menos no lo suficiente.

No lo entendía.

Lo reconocía. A veces podía ser un poquito lento en entender las cosas, pero una vez las comprendía, todo iba bien. Harry sólo tenía que habérselo explicado. ¿Por qué te hablas con Draco Malfoy¡Qué sencillo! Se lo hubiera explicado y ya está. ¡Pero es que no le había querido decir absolutamente nada!

No lo entendía.

Se sentía frustrado, confundido y traicionado. Se sentía sólo, hondamente sólo. Asintió a George y se marchó a su habitación donde sólo había una cama hecha.

Estar en Grimmauld Place sin sus amigos no era lo mismo.