?Hola!
Siento la tardanza. Parece que, terminados los exámenes se me han quitado las ganas de escribir, pero ¡no, no es así, lo que pasa es que, terminados los exámenes puedo volver a leer. Y claro, no he hecho más que devorar libros y cómics y ver pelis y salir con los amigos. Y sigo en ello, no os creáis, lo que pasa es que ya se me ha calmado un poquito el ansia...
Por cierto chicos... 100 Reviews¡Por Dios que me da algo! Muchas gracias por vuestro apoyo, en serio. No sabéis lo que estás haciendo. El ego se me va a inflar tanto que no voy a caber por las puertas...
Vuelvo a repetir lo de los signos de puntuación... este editor de mierda...
Lucumbus: no te preocupes por mi, que a mi no me pasa nunca ná. ¿Y tú? No me contestaste el último mail (y ese merece una respuesta laaaaaaarga, así que no te cortes). En fin, niño, espero que te guste este capi. ¡Un besito!
remus-lupin-black-darkg: triste... sí, bueno, una pelea entre amigos siempre es triste, verdad. Espero que todo se arregle DE VERDAD. En fin, ya me contarás qué te ha parecido. ¡Un beso!
AlphaX: vamos a ver, hijo mío de mi vida, ya te lo dije en la anterior contestación del último capi: NO ES UN FIC YAOI Y NO LO SERÁ NUNCA. ¿Me he explicado con la suficiente claridad? Y tampoco voy a liar a Harry ya Tonks, por dios! No te montes películas de ese tipo que no va a ser nada de eso. Si ya van 16 capis y todavía no ha pasado nada de eso¿cómo crees que podría ocurrir algo así? Un besito.
Alice: hola preciosa. Bueno, quizá todas tus preguntas se resuelvan pronto. Ten paciencia que todo se andará. ¡Espero que te guste!
Miranda Evans: jejeje, los líos legales no quería que se alargasen más. Algo corto, con sentido y autoconclusivo. Sólo espero que quedara lo suficientemente claro y que no liara a nadie. Y sí, la trama es extremadamente complicada, y aún más que se complica a partir de ahora. Bueno, no te entretengo más. ¡Un besito y ya me contarás!
Orhen-Shiy¡muchas gracias! Jo, me alegro que te guste tanto el fic. La verdad es que la considero la joya de la corona y a medida que avanza me resulta cada vez más interesante escribirlo. Sobre todo porque me da muchas sorpresas, muchas de ellas relacionadas con preguntas muy parecidas a las que haces. Yo también me hago esas preguntas, pero no sé muy bien cómo responderlas porque muchas veces no está en mi mano decidir esas cosas. Son los personajes y la trama la que lo hacen por mí. De hecho en este capi pasa algo que no me gusta, pero que no he podido evitar. Así que si Draco y Harry se harán amigos o no... no lo sé. El tiempo lo dirá. con respecto a Ron... la respuesta está en este capítulo.
La confianza y el perdón
"I feel so alone again
I know that I need you
To help me make it through the night
And I pray that you believe in me
You gave me my strength
To face another day alone"
"Otra vez me siento tan sólo
que sé que te necesito
para que me ayudes a superar la noche.
Y rezo para que creas en mí.
Me diste mi fuerza
para enfrentarme a otro día sólo."
Let go. BSO Daredevil - 12 Stones
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Severus Snape se paseaba por los pupitres cadenciosamente, como si le aburriera soberanamente su trabajo. Los tintineos de las cucharas que removían de vez en cuando las pociones en los calderos se mezclaban con el ruido de los cuchillos cortando los ingredientes y de alguna tos de un alumno sofocado por el aire cargado. La ligera corriente de aire que provocó al pasar desperdigó las hojas secas de menta nepalí que Harry había pulverizado y amontonado cuidadosamente en el borde de la mesa para echarlas cuando la poción tomara el tono violeta que esperaba. El polvillo verde se esparció suavemente por su mesa, pero ni siquiera se molestó en apartarlo.
Leyó por enésima vez las instrucciones y se aseguró de que lo estaba haciendo bien antes de atreverse a girar la mirada hacia el caldero de Hermione.
Ron había vuelto el fin de semana después del juicio y la vida había vuelto relativamente a la normalidad. Ahora Ron era el que atraía todas las miradas. Los alumnos le miraban con una mezcla de respeto y temor que el joven Weasley no parecía rechazar, pero que tampoco alentaba. Al fin y al cabo, pocos estudiantes habían sido acusados de intento de asesinato y mucho menos eran considerados como protagonistas de una batalla real. De hecho, todos los gryffindor que participaron en la pelea pronto se vieron encumbrados a la posición de ídolos para todos los estudiantes. Todos parecían verlos como los que se habían enfrentado a la fuente de todos sus temores tanto dentro, como fuera del colegio. La casa de Slytherin entonces se vio más aislada que nunca. Aunque se veían obligados a convivir, todo el mundo sabía que en mayor o menor medida aquellos estudiantes eran hijos o allegados o conocidos de mortífagos que podían participar en ataques que acabaran con la vida de las familias del resto del colegio. Aquel detalle no era olvidado y la tensión se mascaba en las clases.
Y Ron seguía sin hablarle, así como Hermione y Ginny.
Compartía el pupitre en las clases con ellos, pero no se hablaban. Casi ni siquiera se miraban. La situación era tan incómoda que llegó un momento en que dejaba de atender a las clases para sucumbir a la desagradable sensación que le rasgaba las entrañas. El alivio que había sentido cuando su amigo volvió se disipó a los pocos días en que su actitud no varió, y ahora, casi un mes después y a las puertas de Semana Santa, veía que este año le dejarían sólo en el castillo durante las vacaciones.
Harry no pudo evitar un suspiro de cansancio cuando echó los restos de menta nepalí al caldero que contenía su poción de un brillante tono violeta. Removió un par de veces en contra de las agujas del reloj y moduló el fuego con la varita. Después miró el reloj y calculó un cuarto de hora. Teóricamente aquella poción estaría lista en ese tiempo y constituiría un vigorizante tan potente capaz de proporcionar una fuerza sobre humana al mago que la tomara, durante una hora aproximadamente. La Potiuncula Potior había sido uno de los proyectos del trimestre que estaba por concluir. Habían tardado casi tres semanas en hacerla y ante el estupor del profesor de Pociones, cuando volvió a pasar frente al caldero de Harry, le había salido casi perfecta.
Cuando llevó el frasquito a la mesa oyó un estruendo tras él. Miró hacia atrás y vio cómo Pansy Parkinson se acercaba a la mesa resueltamente con su frasco mientras se alejaba del caldero caído de Hermione que había desperdigado su contenido por todo el suelo de la mazmorra colándose por las rendijas de las losas. Hermione la miraba con la mandíbula apretada y lívida de furia. Pansy dejó con chulería su frasquito en la mesa junto a Harry que la miraba con el ceño levemente fruncido. Después giró la cabeza hacia Snape que miraba la escena con aparente indiferencia. El profesor giró la cabeza para mirarle y alzó una ceja como retándole a que le dijera algo, dejándole muy claro al gryffindor que no iba a mover un dedo en defensa de la chica que recogía al borde de las lágrimas los restos de su trabajo de las últimas semanas.
¿No piensa hacer nada?- preguntó en voz alta al profesor.
¿Y qué quieres que haga Potter?- preguntó Snape enlazando sus dedos y mirándole con una sonrisita de suficiencia.- Una torpeza así a su edad ya es incurable.
¡Pero es que es evidente que lo ha tirado ella!- exclamó señalando a la sonriente Parkinson.
¿Culpando a sus compañeros de cosas que no han hecho?- Snape sacó una pluma y escribió algo en un papel.- Déle esto a su jefa de casa, Potter.
Agarró el papel y vio que era una nota de mal comportamiento y una cita diaria en la mazmorra durante toda la semana para, "diversas tareas". La inespecificidad le hizo fruncir el ceño y mirar a Snape con furia una vez más antes de volverse.
A la salida de la clase los demás estudiantes rodearon a Hermione mientras se alejaban de la mazmorra. Harry siguió al compacto grupo unos pasos por detrás mientras oía salir a los slytherin que reían entre dientes y felicitaban a Parkinson por su hazaña. El chico respiró hondo calmando la rabia y la impotencia.
Así era todos los días. Si no era Slytherin era Gryffindor, y si no era Gryffindor era cualquiera de las otras dos casas. Las zancadillas, los empujones, las provocaciones y las "putaditas" en general estaban a la orden del día. Al principio los profesores habían castigado duramente aquella actitud, pero poco a poco perdían el entusiasmo porque eran tantas a lo largo del día que se había vuelto materialmente imposible castigarlas todas y mucho menos conocer a los culpables que solían cubrirse en la multitud. Y de lo que ocurría en la clase de Pociones nadie hablaba. Ese era coto privado de caza para la casa de la serpiente, donde tenían absoluta libertad de acción. Hermione y Ernie McMillan de Hufflepuf habían hecho valer su prefectura para quejarse ante sus jefes de casa por las injusticias cometidas por Snape, pero parecía que, o no les habían hecho caso, o al profesor de Pociones no le importaba lo más mínimo el hecho de que las quejas pudieran llegar hasta el director. Era normal, pensó Harry subiendo por las escaleras hacia la Sala Común. Estaba defendiendo a los que se supone que eran los "suyos". Si alguien fuera contra él corría el riesgo de levantarse al día siguiente sin familia o algo igual de horrible.
Y aunque sabía que no era cierto, parecía que a Snape le gustaba la idea de sobrepasar su injusticia natural hasta el infinito.
Se obligó a dejar de pensar en ello cuando, al caminar por el pasillo del cuarto piso hacia el pie del último tramo de escaleras que debía subir para llegar al retrato de la Señora Gorda, se percató de que alguien le seguía. Miró a su alrededor y después de asegurarse de que nadie le veía dio media vuelta y se metió por detrás de un tapiz donde encontró una puerta oculta, muy pequeñita y con una aldaba de hierro forjado. Al ver que estaba entreabierta la empujó y se agachó para pasar.
Al otro lado había un cuarto grande, del tamaño de una clase amplia, con altos ventanales que se aguzaban en la punta y con parteluces coloreados por los cristales de las vidrieras. Se sorprendió al ver que la sala estaba prácticamente vacía a excepción de un par de estanterías al fondo y lo que parecía un proyector de diapositivas decimonónico. Eso, y un muchacho rubio de 16 años que caminaba excepcionalmente nervioso de un lado a otro. Cuando vio a Harry fue hacia él y se aseguró de que había cerrado la puerta. Después murmuró "Insonorus" apuntando a la habitación en general y respirando hondo se puso frente al perplejo gryffindor.
Las cosas se han complicado mucho.- declaró con la voz un poco temblorosa por la tensión.
¿Me lo dices o me lo cuentas?- comentó Harry metiendo las manos en los bolsillos y alzando una ceja.- ¿Qué pasa?
Bueno, desde la pelea… es evidente¿no?- Malfoy miró a los ojos a Harry un segundo antes de desviar la mirada aún más inquieto.- Me vigilan. Casi no puedo hacer nada sin tener un par de ojos pegados a la espalda. Así que después de esta conversación no sé cuándo podremos volver a hablar.
Bien, pues aprovechemos la oportunidad porque quería aclarar contigo ciertos asuntos.- Harry vio cómo Malfoy arrugaba el entrecejo al notar su tono, no demasiado amistoso.- Explícame por qué Ron, Hermione y media casa de Slytherin tienen conocimiento de estos encuentros.
No tengo la menor idea y por eso se han vuelto tan peligrosos. Ya te digo que alguien me vigila.
Ya, Einstein, hasta ahí llego¿vale? Lo que te pregunto es cómo es posible que se hayan dado cuenta. Si yo conseguí que nadie se percatara¿cómo…?
Mi situación es diferente, Potter.- escupió Malfoy.- En Slytherin siempre hay alguien esperando para darte la puñalada trapera y ocupar tu lugar. Siempre hay alguien vigilando tus movimientos y tus puntos débiles.
¿Entonces cómo es posible que todo esto te sorprenda¿No deberías haberlo tenido en cuenta?- Harry estaba tan enfadado que le daban ganas de abofetearlo.
¡Por supuesto que sí! Contaba con ello. ¿Crees que eres el único que sabe practicar Oclumancia?- Harry le miró con los ojos entrecerrados.
¿Os…- no podía ser. La idea era demasiado retorcida…- os espiáis unos a otros?
En un lugar donde cualquiera tiene las mismas posibilidades de ser un amigo o un enemigo es inevitable que pasen esas cosas.- Malfoy se pasó una mano por el pelo para calmar su nerviosismo y caminó hacia los ventanales.- No pude hacer nada por evitar la pelea. Si lo hubiera hecho… posiblemente me hubieran matado.
No digas tonterías. No se atreverían a hacer algo así dentro del colegio.
¿Eso crees?- dijo Draco volviendo la cabeza para mirarle incrédulo.- Me amenazaron, me acorralaron y me hicieron el tercer grado durante toda la noche del jueves al viernes de la semana que te llevaron al hospital. Hubo una discusión muy fuerte y al final volví a recuperar su confianza.
Ya, confianza… ¿hasta cuando?
Hasta que les mate o ellos me maten a mí.
Se hizo el silencio. Harry miraba la rígida expresión de su tradicional némesis con un punto de espanto. ¿En serio las cosas en slytherin eran tan radicales, tan drásticas? Era como si no se tratara de estudiantes, sino de mortífagos reales sometidos a las tensiones reales.
¿Sospechas de alguien en especial?- preguntó Harry muy serio. Draco bufó.
Cualquiera, pero Zabini es el más listo.
Parece mentira que seas un Slytherin, Malfoy.- dijo Harry. El rubio le miró ofendido.- ¿No puedes quitarlo de en medio?- Malfoy se le quedó mirando unos momentos, extrañado y asombrado a la vez. Harry, percatándose de lo que había dicho frunció el ceño y negó con la cabeza.- Bah, no, olvídalo. Es una estupidez.
No puedo hacer eso y menos en la situación en la que estoy.- dijo al final el rubio.- Nuestros padres saben todo lo que ha ocurrido y las sospechas que circulan. Si "neutralizara" a Zabini se olerían algo peor de lo que ya se huelen. Creerían que Zabini tendría razones por las que atacarme y que yo lo maté para ocultar mis chanchullos.
O sea, que ahora creerían más a Zabini que a ti.
Habría división de opiniones, pero sí.- Malfoy se frotó los ojos con las manos como si estuviera muy cansado.- Ahora mismo vuelvo a tener pleno poder en mi casa, pero ese poder se sustenta en la amenaza física. No es fiable y es muy arriesgado.
¿Y qué pasa con nuestro pacto?- preguntó Harry con calma.- El otro día te dije el número de aurores que irían a la redada de ayer y han escapado los dos mortífagos que te prometí más otro de propina.
Y te lo agradezco.- Malfoy bajó la mirada.- Eran primos míos. Acaban de ser iniciados como mortífagos, pero les conozco, y no lo hacen por voluntad propia. No has ayudado a escapar a asesinos, te lo aseguro. El otro… tuvo suerte.
Este pacto cada vez me gusta menos.
¿Entonces hubieras preferido que Weasley hubiera muerto?- preguntó Malfoy ácido. Harry no contestó.- Toma.
Draco le entregó un trozo de pergamino con un par de direcciones.
¿Qué son?
Pisos francos.- dijo el rubio.- Los utilizan para guardar material y para esconderse de los aurores. Son lugares indetectables, normalmente bajo el encantamiento Fidelius, pero a su alrededor suelen rondar los tipos de peor calaña.
¿Y los peces gordos?
¿Peces gordos¿Tú te crees que esto es como la Mafia?- Malfoy sonrió divertido por la idea.- Los "peces gordos" como dices no pisan el suelo mortal, por decirlo de alguna manera. Son imposibles de localizar. Se mantienen siempre en movimiento. A veces se reúnen, pero nunca en un lugar fijo. Antes de que a mi padre le encerraran muchas veces se reunían en mi casa porque nuestra familia aún estaba limpia y libre de sospecha. Ahora podrían elegir cualquier familia similar.
¿Los Higgs?- sugirió Harry.
Ellos quizá ya no, por lo del juicio y eso. Pero hay otras.- Draco sacó la varita para levantar el hechizo insonorizador, pero se detuvo.- Ah, una cosa más. Ten cuidado, Potter, van a ir a por ti.
¿Cómo que a por mí?
Mis compañeros de casa te están preparando varias encerronas. Espérate cualquier cosa.
Y tú les estás ayudando, claro.- Harry lo dijo con una medio sonrisa, siendo muy consciente de la ironía de la situación.
Por supuesto que sí.- Draco movió la varita y el hechizo que dejaba la sala insonorizada desapareció.- Meterse contigo sigue siendo el deporte nacional, Potter. Pero esta vez quieren ir en serio.
Harry asintió y asegurándose con la perceptividad de que no había nadie por el pasillo dejó salir a Malfoy y unos minutos después salió él. ¿Querían ir en serio? Bien, que fueran. Estaba preparado.
Entonces su mano apretó el pedazo de pergamino que aún tenía en la mano. Suspiró y encaminó sus pasos hacia el despacho de McGonagall muy seguro de que aquella semana iba a ser un infierno.
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Harry, espera.- la voz de Hermione resonó en el vestíbulo sobre los murmullos del comedor que se debilitaron una vez más cuando la puerta se cerró de nuevo. El chico suspiró y se volvió por fin.- ¿Podemos hablar?
Claro.- dijo tras un momento encogiéndose de hombros.
Bajó las escaleras y siguió a su amiga hasta una clase vacía. Se sentaron en un par de mesas, frente a frente, sin decirse nada al principio. Harry no sabía qué decir de todas formas, así que esperó a que la chica rompiera el hielo. La castaña retorcía la túnica son sus manos, pero respiró hondo y le miró.
Oye… gracias por lo de esta tarde.- Harry asintió, aceptando el agradecimiento, pero sabía que no era eso lo que quería decirle, así que no dijo nada.- Verás, este último mes ha sido… muy desagradable. Ya sabes lo cabezón que es Ron y Ginny… está muy dolida. Pero lo están pasando muy mal, y yo también.- Harry carraspeó y se rascó distraídamente la nuca tratando de desviar el incipiente enfado que sentía crecer dentro de él. Ya, claro, lo habían pasado mal, por supuesto. ¿Y él? Le habían hecho el vacío sus mejores amigos durante un horrible mes. Le habían dejado absolutamente solo en todo, después de lo que había hecho por Ron… volvió a carraspear. Hermione añadió rápidamente.- Y estoy segura de que tú también, pero… bueno, creo que conoces nuestras razones.
Hermione, no pienso iniciar una discusión que no va a llegar a ninguna parte.- declaró el chico poniéndose en pie. Hermione le sujetó para que no se fuera.
No, no, por favor, espera.- Hermione le consiguió detener y se mordió el labio inferior mientras bajaba la mirada.- Sé que hay cosas que no nos puedes contar. Y lo admito¿de acuerdo? No puedo pedirte que me cuentes todo porque no tengo derecho¿vale? Lo sé. Pero también has de comprender que nos haya sentado mal lo de Malfoy.
¿Y por qué os ha sentado mal exactamente?
¿Cómo que…¡Por Dios, Harry, es Draco Malfoy!- dijo Hermione poniendo cara de obviedad. Harry le hizo un gesto como preguntándole "¿Y qué?".- ¿Qué es lo que te ha hecho juntarte con él y para qué? No te estoy pidiendo detalles.- añadió al ver el gesto de Harry.- Pero es que… estamos hablando del hijo del mortífago quizá más cercano a Voldemort. ¿No crees que es peligroso para ti?
¿Peligroso para mí?- preguntó Harry frunciendo el ceño.- Pero… ¿vosotros creéis que hago lo que hago por mantenerme a salvo¿Creéis que lo hago por mí? Hermione, por favor, hasta dormir es peligroso para mí. Hace tiempo que asumí que mi seguridad es algo secundario y que de eso ya se ocupan otros.
¿Entonces por qué lo haces¿No entiendes que Malfoy puede estar pasándole información muy peligrosa a Voldemort?
¿Pero es que no puedes ver que puede haber otras razones, Hermione? – la chica se retrajo un poco ante el tono de enfado de Harry.- Soy muy consciente del riesgo que estoy corriendo, de lo que me juego y de lo que estoy arriesgando. Si hay algo que no puedo ignorar es la maldita profecía¿de acuerdo? Así que no me vengas con que lo que hago puede ser una irresponsabilidad.
¡Yo no he dicho eso!
¡Pero lo piensas! O si no¿ a qué viene todo esto?- Hermione desvió la mirada mientras Harry se calmaba después del arrebato.- Aunque no lo creas este acto de irresponsabilidad ha estado salvando vidas a lo largo de los últimos meses, incluida la de Ron.- Hermione alzó la mirada espantada.- Jamás haría nada que os pusiera en peligro, sino todo lo contrario. Si no os he contado nada no es porque no confíe en vosotros, sino porque no tengo opción. Pero vosotros parece que estáis buscando excusas para echarme la culpa de algo o para dejarme de lado.
Eso no es cierto, Harry.- Hermione estaba al borde de las lágrimas, pero Harry llevaba rumiando todo aquello durante todo un mes y lo soltaría todo.
Ah¿no¿Qué pasó en Octubre cuando me desperté? Todos creíais que había dejado morir adrede a todas aquellas personas del Ministerio cuando Voldemort lo atacó. Tuve que ir y explicaros todo para que volvierais a confiar en mí. Y ahora ocurre lo mismo. ¿Voy a tener que ir siempre detrás de vosotros cada vez que pase algo? Bien, pues ahora no puedo explicaros nada. Si tan difícil os resulta confiar en mí, lo siento, Hermione. Tengo muchas cosas en qué preocuparme además de vosotros.
Harry sentía que la rabia y el dolor se mezclaban peligrosamente en su estómago cuando se dirigía hacia la puerta de la clase a grandes pasos y agarraba el picaporte. Pero antes de salir se detuvo y sin volverse dijo:
Créeme, aquí el único que pierde soy yo.
Abrió entonces la puerta y se marchó.
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La mirada de Albus Dumbledore le siguió en todo su recorrido hasta que se sentó frente a su mesa, en silencio, muy consciente de que algo no iba bien.
Hacía unos diez minutos que había terminado el primer día de castigo con Snape, y aún le dolían los dedos después de tirarse cuatro horas y media rascando la mugre entre las baldosas de la mazmorra. Al salir, Snape le había dicho que se pasara por el despacho del director. La sonrisa maliciosa que trazó en su cara en ese momento debía haberle advertido de lo que podía encontrarse, pero ahora, delante de Dumbledore, sabía que la que le venía era de las gordas.
El director enlazó sus dedos y habló:
Explícame cuál es el tipo de relación que tienes con Draco Malfoy.
Harry, tomado por sorpresa, estuvo a punto de soltar una grosería, pero se mordió la lengua. Bueno, aquello debía habérselo esperado¿no? Antes o después… Harry suspiró y bajó la mirada, no con culpabilidad, sino con cansancio. ¿Qué debía decirle¿Que había pasado información del Ministerio y de la Orden a un hijo de mortífago durante casi tres meses para recibir información sobre los movimientos de Voldemort o qué? Alzó de nuevo sus ojos verdes y mirándole a los ojos dijo:
Un pacto.
¿Qué tipo de pacto?
Me pasa información sobre los mortífagos y sus planes más o menos inmediatos. Yo se lo digo a Tonks y ella actúa.
¿Ella sabe de dónde viene la información?
Siempre le digo que la he conseguido entrando en la mente de Voldemort.
Ya veo.- Dumbledore le miraba excepcionalmente serio.- ¿Y él qué consigue?
Lo mismo.
Los dedos de Dumbledore se apretaron sobre sí mismos y sus ojos relampaguearon.
¿Has estado dándole a Malfoy información sobre la Orden?- preguntó con voz clara y tensa el director.
No. La única información que le he dado hasta ahora han sido datos sobre algunas redadas planeadas y el escape de dos personas de las manos del ministerio.- respondió Harry con calma.
¿Sabes que esto podría ser considerado una traición?
Lo sé, pero no lo es.- contestó el chico sin poder evitar que se le contrajera un poco el estómago.- Se han salvado muchas vidas y se han hecho muchos avances de los que usted está tan bien enterado como yo. ¿Qué importa de dónde venga la información?
¿Qué sabe Malfoy?
No se preocupe por él.
Harry, parece que no entiendes la gravedad del asunto.
Discúlpeme, pero la comprendo mucho más de lo que usted se cree, señor. Malfoy no es un problema.
¿Cómo puedes estar tan seguro?
Harry lo pensó un momento antes de contestar.
Digamos que mi Malfoy es como su Snape.
Ante la respuesta Dumbledore frunció el ceño y respiró hondo.
¿Y tiene tan claras sus lealtades como él?- preguntó el director.
Se lo aseguro.- dijo Harry sin poderse creer que estuviera defendiendo a Malfoy ante el director.- Confíe en mí.
Dumbledore pareció debatirse consigo mismo un momento y después relajó la expresión de su arrugado rostro. Suspiró y separó las crispadas manos poniendo una sobre la otra.
De acuerdo, Harry. Pero quiero que seas consciente de una cosa muy importante: acabas de ponerte encima de los hombros la responsabilidad de lo que ocurra a partir de ahora. Si Malfoy decide utilizar la información que le has dado en nuestra contra sólo tú serás el responsable.
Lo sé.
Ambos se miraron fijamente a los ojos un momento y después el director asintió.
Muy bien, vuelve a la sala común, Harry, y mantenme informado.
Sí, señor.- se fue a levantar, pero se detuvo.- Señor¿podría pedirle algo?
Dime.
Sea extremadamente discreto con todo esto, por favor.
Por supuesto.
Se levantó y se marchó del despacho hacia la sala común sintiendo que la carga que se había puesto él mismo le pesaba con inusitada fuerza. Sí, era una enorme responsabilidad, pero creía que era la mejor manera de evitar víctimas. Tanto él como Malfoy se arriesgaban muchísimo. Malfoy su propia vida y él las vidas de los demás y la suya propia. Estaban jugando con fuego y era muy consciente. Desde el principio lo había sido. Pero ahora que Dumbledore lo sabía y sus amigos lo sospechaban, parecía que todo era mucho más complicado, mucho más peligroso.
Cuando entró en la Sala Común vio que aún había gente despierta haciendo deberes, leyendo, jugando a las cartas o al ajedrez o conversando animadamente sobre el ajetreado día que habían tenido. Su vista se giró sin querer hasta los sillones frente al fuego que normalmente compartía con sus amigos.
Efectivamente allí estaban.
Quería estar con ellos y contárselo todo, descargar sus preocupaciones y recibir su ayuda. Pero no podía. Había hecho una promesa y, aunque la había roto diciéndoselo a Dumbledore, no podía violarla más. Cuando subía las escaleras hasta el dormitorio pensó que el contárselo al director iba a acabar siendo algo inevitable. Dumbledore, de alguna manera, sabía más o menos todo lo que ocurría en el castillo. La verdad es que, ahora que lo pensaba, había tardado en llamarle para preguntarle lo que ocurría.
Tumbándose en la cama cerró los ojos sin querer pensar en ello más.
¿Tendría aquella noche un sueño normal o volvería a ser molestado por Voldemort? A lo largo de aquel mes las visitas nocturnas habían disminuido, ya fuera porque Voldemort se aburría o porque él lograba fortalecer sus barreras de oclumancia, que practicaba todas las noches.
Oyó cómo se abría la puerta. No necesitaba la perceptividad para reconocer a la persona que había entrado. La manera de moverse, su respiración, la conocía tan bien como la suya propia. Él no se movió. Sabía que no podía hacerse el dormido porque estaba vestido y calzado, así que se preparó para cualquier cosa.
Hermione me ha dicho que has hablado con ella.- dijo Ron sentándose en su cama. Harry podía sentir los ojos azules de su amigo fijos en él. No contestó. La verdad es que se sentía muy cansado como para comenzar otra discusión.- Creo que te equivocas.
¿En qué exactamente?- preguntó Harry casi sin ganas entreabriendo los ojos, pero sin mirar al pelirrojo.
En que no confiamos en ti.
Harry se incorporó y miró a la cara a su amigo.
Entonces dame una explicación razonable para vuestra actitud conmigo.
Nos dejas de lado, Harry.- declaró el chico haciendo de tripas corazón.- No quieres que te ayudemos. Y no digas que es para protegernos.- añadió al ver que el buscador abría la boca.- Creo que, después de todo, somos lo suficientemente mayorcitos como para ser conscientes de la magnitud de lo que nos rodea y que sabremos defendernos.
Harry meneó la cabeza y desvió la mirada.
No puedes obligarnos a dejar que lo hagas tú todo.- continuó Ron.- No es justo.
El moreno apoyó los codos en las rodillas y junto las manos mientras miraba a un punto en el aire entre el suelo y su nariz. Qué fácil era planteado desde ese punto de vista, pero qué difícil era dejarles pasar a un lugar en el que podían llover dardos mortales en cualquier momento. Pero en cierto modo tenía razón. El mismo Ron se lo había dicho hacía meses: "También es nuestra guerra". Pero él no estaba tan convencido de ello. No quería que nadie muriera en manos de un hombre cuyo primer objetivo era él. Y mucho menos sus amigos, objetivos tan fáciles como evidentes.
¿Es sincero?- preguntó Ron después de que ambos se hubieran quedado en silencio unos momentos.
¿Qué?
Malfoy.
Harry miró a su amigo. El tono de su voz era tenso, como decir aquellas palabras le costara trabajo, pero cuando sus ojos encontraron los suyos vio que lo único que había era determinación.
Sí.
Ron cerró los ojos y bajó la cabeza, como tratando de digerir el monosílabo. Después asintió.
Si no confiamos en ti… ¿en quién podríamos hacerlo?- el pelirrojo se incorporó y fue hasta Harry. Entonces le tendió la mano derecha.- Lo siento, tío.
Harry agarró la mano de su amigo y éste tiró de él para levantarlo de la cama. Ambos sonrieron y bajaron a la sala común siendo de nuevo amigos… pero… Harry se tragó el malestar que había nacido en él cuando vio a las dos chicas acercarse para pedirle disculpas. Volvían a ser sus amigos, pero algo así, algo como lo que había pasado, no podría olvidarlo tan fácilmente. Habían dudado de él, y esa espina la tendría clavada siempre, en el corazón, hiriéndole y doliéndole hasta el fin de sus días.
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Parece que quieres otra semanita de castigo conmigo, Potter, porque si piensas que esto es limpiar lo llevas claro.
Harry levantó la cabeza del suelo que estaba frotando de rodillas y miró con verdadero odio a su profesor de Pociones, que toqueteaba con el dedo las rendijas entre el cristal y la madera de las patéticas ventanitas de la mazmorra subido a una escalera.
Aún no he llegado a las ventanas, profesor.
Esos modales…- dijo Snape chasqueando la lengua y bajando de un salto las escaleras. Harry frunció el ceño. Aquel cerdo verdaderamente estaba disfrutando haciéndole aquello. Decidido a ignorarle volvió a raspar las percudidas baldosas con el cepillo.- Pues date prisa, porque llevas desde ayer limpiando y aún tienes que hacer muchas cosas.
¿Como qué?- preguntó entre dientes sin dejar de frotar. Vio por el rabillo del ojo el pie de Snape dar golpecitos impacientes sobre el suelo.- ¿Señor?
Lo sabrás en su debido momento. Ahora preocúpate de limpiar. Como hoy no termines esto te juro que el sábado también te quedas, así que ya sabes.- dicho lo cual cerró la puerta de su despacho y desapareció.
Maldito gusano reprimido…- murmuró el chico volviendo a la tarea.
Metió la mano y el cepillo en el cubo con agua y jabón y volvió a frotar con saña el suelo. El agua estaba helada y tenía los dedos tan arrugados que se le empezaban a cuartear. Además, parecía que aquella piedra que conformaba en suelo de la clase de pociones era tan porosa que había absorbido todos los colores de pociones posibles en el espectro. Realmente dudaba mucho que pudiera limpiar mucho más aquel suelo de lo que ya estaba.
Entonces la puerta de la clase se abrió de pronto dándose con fuerza contra la pared, como si la hubiera abierto una corriente fortísima. Fue tan grande el golpe, que la estantería de frasquitos de ingredientes que estaba al lado se tambaleó haciendo de decenas de tintineos llegaran hasta los sobresaltados oídos del muchacho.
Harry se levantó para cerrar la puerta. Cuando agarró la madera y fue a cerrarla miró al pasillo desierto iluminado por unas antorchas perezosas que apenas iluminaban el corredor. No había nadie y desde luego no había ningún viento…
¡Potter, qué has hecho!
¡Yo no he hecho nada!- dijo cerrando la puerta con fastidio.- Se ha abierto la puerta sola.
¿Cómo se va a abrir sola, si casi tira la pared?- dijo Snape acercándose a grandes pasos y apartándole de un manotazo. Abrió la puerta y miró a ambos lados. Luego comprobó el picaporte y cerró la puerta de nuevo. Se volvió y mirando a Harry señaló el cubo.- ¡Tú a lo tuyo!
Harry resopló y fue hasta el cubo mientras Snape se dirigía hacia el despacho. Entonces la puerta volvió a abrirse igual de fuerte. La estantería tembló otra vez y los frascos tintinearon de nuevo, aunque ahora con más insistencia, como si expresaran su disgusto por aquel maltrato. Ambos magos se miraron perplejos y miraron la puerta de nuevo, que tras el impacto con la pared, giraba sobre sus goznes un poco aturdida.
¿Ve?- musitó el chico. Snape no contestó. Arrugó la nariz y cerró otra vez la puerta. Después se alejó un par de pasos…
¡BLAM!
Finalmente un frasco decidió que ya había soportado suficiente y se tiró al vacío hasta que cayó al suelo y se rompió esparciendo su viscoso contenido por el suelo. Un suelo, que por cierto, acababa de ser limpiado.
Profesor, sugeriría que no cerrase más la puerta. Si ha decidido quedarse abierta…
No digas tonterías.- escupió el profesor mirando el marco con atención. Después se volvió a Harry, que le miraba con curiosidad desde el fondo de la clase. Al posar sus ojos en él alzó las cejas y abrió la boca ligeramente. Después frunció el ceño y le gritó.- ¡Estúpido muchacho!
Entonces le agarró de la manga y le arrastró fuera de la clase por los pasillos, subieron las escaleras hasta la segunda planta y torcieron por un pasillo que Harry no había pisado en mucho tiempo. Entonces se quedaron quietos, jadeantes, ante la puerta de la cueva, que se movía agitadamente, como si una corriente de aire la estuviera sacudiendo.
No sé cómo es posible que te hayas enterado de esto, pero me importa un bledo. ¿No sabías que tenías un plazo?
¿Un plazo?- Harry estaba aturdido mirando la puerta y mirando a su profesor.- ¿La cueva? No…
La… has visto.- dijo el profesor lívido.- ¿Cuándo?
Hace meses. Y Dumbledore me dijo qué era, pero no lo entendí, y después pasaron tantas cosas que…
¿Alguien más la ha visto?
¿Cómo?
¡Que si eres tonto, Potter o no entiendes lo que te digo!- bramó Snape a punto de que le diera una embolia, o peor.- ¿Alguien más además de ti ha entrado en ese cuarto?
¿Por qué dice eso?
¡Por que estás aquí y… mira!- el profesor señalaba la puerta que seguía sacudiéndose sobre sí misma y estaba empezando a crear grietas en el dintel.- Debería calmarse cuando quien está obligado con ella se presenta. ¡Pero sigue llamando¿Quién más la ha visto?
Malfoy.
El rostro de Snape, incapaz de perder más color, empezó a ponerse gris y se llevó una mano a la cara mientras murmuraba un "Merlín…" entre dientes. Luego respiró hondo y pegó a Harry a la pared con una mano.
Espera aquí. Y estate quieto. No hagas nada hasta que yo vuelva.
Y sin más el profesor salió corriendo dejándole junto a aquella puerta que se movía sin cesar, como si quisiera salir de allí, crujiendo y peleándose con el marco. Instintivamente su mano fue hasta el bolsillo donde solía guardar la varita pero se dio cuenta que no la tenía. Snape la había guardado para que no limpiara con magia. Posiblemente estuviera en su oficina. Maldijo para sus adentros y miró con renovado temor la tambaleante puerta.
Unos diez minutos escasos después Draco Malfoy y un extenuado profesor de Pociones aparecieron por el pasillo. Sin mediar palabra el profesor abrió la puerta y les empujó dentro.
¡Señor, no tengo mi varita!- exclamó Harry horrorizado por verse indefenso.
¡No la necesitarás!
Y la puerta se cerró.
Durante unos segundos estuvieron los dos en la oscuridad absoluta oyendo únicamente sus respiraciones agitadas. Parecía que allí dentro no pasaba nada, nada que explicara la inquietud de la puerta ni nada parecido. Al final Malfoy reaccionó y sacó su varita.
Lumos.
La luz iluminó la misma habitación de piedra que poco a poco se fundía y se abría en una inmensa cueva con un lago al fondo y la oscura abertura al final.
¿De qué va todo esto?- preguntó Malfoy.- Iba al despacho de Snape para decirle que la puerta de mi dormitorio…
¿Se abría sola?- terminó Harry desviando la mirada fija en la cueva del fondo hacia los titilantes ojos grises del slytherin.
Sí… ¿Qué pasa?
Te lo explicaré mientras. Vamos…
Harry le explicó a grandes rasgos lo que Dumbledore le había contado aquel día, sobre la Puerta que daba a aquella especie de dimensión en la que todo lo que había sido, es, será o no será nunca, existía, de que aquella cueva parecía ser la principal de un montón de portales similares y que al parecer era el objetivo de Voldemort.
Y que desde luego no deberíamos conocer.- concluyó Harry trepando por una roca especialmente resbaladiza mientras Malfoy le iluminaba desde arriba. Al fin encontró un punto de apoyo seguro para el pie y se impulsó. Cuando se incorporó dio un paso al frente por el caminito que rodeaba el lago y llevaba directamente hasta la cueva.- O por lo menos no tan pronto.
Malfoy le siguió de cerca, sin decir una palabra, con la varita iluminándoles el camino hasta que ambos estuvieron delante de la negrura infinita de la cueva. Harry sentía el mismo malestar que la última vez. Aquél lugar le daba mala espina, pero ya era demasiado tarde.
¿Y tenemos que entrar?- preguntó de repente Malfoy.
Eso parece. Venga…- Harry dio un par de pasos y se volvió cuando vio que el slytherin no le seguía.- ¿A qué esperas?
¿No lo sientes? No… no es bueno. Esa cueva…
Lo sé, pero ya no podemos hacer nada.- Malfoy no se movió.- ¡Por el amor de Dios, Malfoy, vas a tener que entrar antes o después!
La luz de la varita temblaba en su mano, pero dio un paso adelante y ambos penetraron en la cueva. De pronto, la luz de la varita desapareció.
Malfoy, enciende la luz.- silencio. Ni siquiera había eco. Parecía que hablaba dentro de su cabeza. La oscuridad le envolvía como una manta y cada momento que pasaba le agobiaba más. Alargó una mano.- ¿Malfoy¿Estás ahí?
No había nada. Estaba solo. Extendió las manos en todas direcciones pero no palpó nada. Después se agachó y tocó el suelo. Parecía ser la misma roca fría y húmeda de la cueva, pero ni siquiera el roce de sus pies contra él causaba sonido alguno. Parecía que lo único que podía oír fuera su propia voz.
¿Hola?- dio un paso hacia delante con las manos frente a él.- Oh¡mierda! Si pudiera ver algo… ¿Hola?
Entonces parpadeó y creyó ver algo. Se quedó inmóvil. Apenas respiraba. Sus ojos taladraron la oscuridad infinita y justo cuando los ojos le empezaban a escocer, lo volvió a ver.
Una luz azul, muy tenue, titiló un par de veces más con timidez, como si no se atreviera dejarse ver. Harry se quedó donde estaba sin saber qué hacer. No sabía si estaba lejos o cerca. En aquella oscuridad las distancias no existían. La luz parpadeó de nuevo y se quedó quieta, a la altura de sus ojos, suave, limpia, del tono azul puro del hielo de los glaciares.
No supo por qué lo hizo, pero levantó una mano y sus dedos pronto aparecieron al contraluz. Alargó un poco más el brazo y tocó la luz.
En seguida un remolino de imágenes, sonidos y emociones le embargó durante un instante tan poderoso que, cuando paró, se descubrió a cuatro patas en el suelo, jadeando, con los ojos muy abiertos y ligeramente llorosos. El corazón le iba tan deprisa que tardó unos segundos en recobrarse. Después se sentó sobre sus pies y miró a su alrededor.
Estaba en una especie de teatro romano, de piedra. Las gradas que se elevaban frente a él estaban llenas de lo que parecían personas, pero había algo en ellas que las descartaban por completo como seres humanos. Sobre él, el cielo negro iluminado por innumerables estrellas y galaxias lejanas. Se puso en pie tambaleante y se dio la vuelta. En el escenario de aquel teatro había un grupo de esas personas, vestidas con lo que parecían túnicas, pero después creyó que eran parte de su cuerpo. Todos le miraban con ojos inexpresivos, muy oscuros, y se dio cuenta de que no tenían pupila. Todo el globo ocular era de un negro brillante y denso.
Uno de ellos se acercó a él bajando unos escalones lentamente y de una manera que le recordó el movimiento de las algas en el mar. Cuando llegó hasta él, fijó sus ojos absolutamente negros en él y colocó una mano en su hombro. Harry sintió una especie de sacudida que le puso los pelos de punta. Después hizo un gesto al resto del teatro lleno de gente y dijo en una voz que su cerebro apenas pudo registrar:
Bienvenido a la Asamblea de los Nephlim.
